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Espartaco No. 51 |
Abril de 2019 |
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TLCAN/T-MEC
¡Abajo el pillaje estadounidense de México!
El siguiente artículo, ligeramente editado, fue traducido de WV No. 1149 (22 de febrero).
El pasado noviembre, Donald Trump firmó, junto con los líderes de Canadá y México, una actualización del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de 1994. Por 25 años, el TLCAN ha servido como la principal herramienta del saqueo económico de México por parte del imperialista Estados Unidos y su socio menor, Canadá, destruyendo al campo y explotando brutalmente a la clase obrera mexicana. Si la ratifican las legislaturas de los tres países, la nueva versión del
TLCAN —llamada en México el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC)— permitirá a la clase dominante estadounidense exprimirle aún más súper ganancias al proletariado mexicano, minando al mismo tiempo la viabilidad económica de los pequeños granjeros canadienses.
El TLCAN, que finalizó el presidente demócrata Bill Clinton, barrió el sustento de un gran conjunto de trabajadores rurales, campesinos y otros pobres de México, mientras el tecnológicamente avanzado y altamente productivo y subsidiado agribusiness estadounidense obtuvo un acceso ilimitado a sus mercados. Antes del TLCAN, México era mayormente autosuficiente en producción alimentaria, pero para 2014 ya se había convertido en un importador neto de alimentos, comprándole a Estados Unidos mucho de su maíz, carne, lácteos, huevo y pollo. Además, el TLCAN dio un gran ímpetu al crecimiento explosivo de la industria maquiladora y detonó una serie de rupturas de sindicatos, recortes salariales y privatizaciones de la industria nacionalizada que el imperialismo estadounidense exigía. En Estados Unidos y Canadá, la época del TLCAN ha traído la intensificación de la guerra de los patrones contra los sindicatos y las prestaciones sociales.
Nos hemos opuesto al TLCAN desde su origen. Cuando estaba siendo negociado en 1991, la Spartacist League/U.S., el Grupo Espartaquista de México y la Trotskyist League of Canada (hoy Ligue trotskyste au Québec et au Canada) emitieron una declaración conjunta titulada: “Alto al TLC, rapiña a México por el imperialismo EE.UU.” (ver Espartaco No. 2, verano-otoño de 1991). Ésta afirmaba:
“Existe la necesidad candente de una oposición proletaria internacionalista que luche al lado de la clase obrera y el empobrecido campesinado de México contra el asalto imperialista. Las secciones canadiense, estadounidense y mexicana de la Liga Comunista Internacional están dedicadas a construir una vanguardia revolucionaria que sea capaz de unificar a las masas trabajadoras del continente en una lucha de clases común”.
En cambio, la dirección sindical estadounidense, en contubernio con Trump y muchos demócratas, se opone al TLCAN desde una posición de proteccionismo chovinista. Los burócratas sindicales promueven la mentira de un interés común entre la clase obrera estadounidense y sus gobernantes capitalistas. De hecho, las ganancias de los capitalistas de este país derivan de la explotación tanto de los obreros estadounidenses como de los extranjeros. Al enarbolar la bandera del proteccionismo de “Estados Unidos primero”, los líderes sindicales ponen traidoramente a los obreros de este país contra sus hermanos y hermanas de clase de México, el Canadá angloparlante y Quebec. Culpar a los obreros extranjeros de la pérdida de empleos en EE.UU. también promueve los prejuicios antiinmigrantes. Contra los intentos de enfrentar a los obreros nacidos en el país con los inmigrantes, lo cual sólo puede beneficiar a los patrones, nosotros decimos: ¡Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes! ¡No a las deportaciones!
El objetivo del TLCAN era aumentar la ventaja competitiva flaqueante del imperialismo estadounidense respecto a sus principales rivales, Alemania y Japón. El mundo capitalista moderno se caracteriza por la exportación de capital. Un puñado de potencias imperialistas se hicieron de esferas de explotación, incluyendo mercados y fuentes de mano de obra barata, por cuya redistribución compiten, un proceso que el dirigente bolchevique V.I. Lenin describió en su obra clásica de 1916, El imperialismo, fase superior del capitalismo.
El TLCAN/T-MEC y otros bloques comerciales imperialistas, como la Unión Europea (UE) dominada por Alemania, a la que la LCI se opone por principio, son intentos reaccionarios por parte de las grandes potencias de sacar ventaja sobre sus
adversarios. La presión de Washington para actualizar el
TLCAN e imponer nuevas medidas proteccionistas llega en medio de un persistente declive económico relativo de Estados Unidos, que aún domina el mundo militarmente. El T-MEC propone aumentar el porcentaje de componentes automotrices que debe provenir del propio territorio que el acuerdo cubre. Esta cláusula está dirigida contra los competidores del imperialismo estadounidense en Europa y Japón, así como en China, un estado obrero burocráticamente deformado. Trump ya le declaró una guerra comercial a China y amenaza con declarársela a la UE. Como la historia demuestra, las guerras comerciales llevan a guerras armadas.
Los líderes sindicales escupen veneno proteccionista
El T-MEC aún tiene que pasar por el congreso, pero muchos demócratas ya han expresado su oposición, basada en que no es lo suficientemente proteccionista. Falsos “amigos de los obreros” en el Partido Demócrata, junto con el senador de Vermont Bernie Sanders, un ídolo de la izquierda, recubrieron sus recetas proteccionistas con palabras acerca de “fuertes mecanismos de vigilancia” para supuestas protecciones laborales y ambientales. Los burócratas sindicales han estado entonando la misma canción fraudulenta, barnizándola hipócritamente como preocupación por los mal pagados obreros mexicanos. Una de las supuestas protecciones laborales del nuevo TLCAN que los líderes sindicales quieren que se aplique estrictamente es la cláusula de que el 40 por ciento de los componentes de cada auto deben haber sido fabricados en plantas cuyos obreros ganen al menos 16 dólares por hora: más de cuatro veces el actual salario promedio de los obreros automotrices mexicanos. Lo que les preocupa, sin embargo, no es darles un mejor salario a los obreros mexicanos, sino que los empleos se desplacen de México a Estados Unidos.
Si bien el libre flujo de capital estadounidense ha provocado el caos en México, simultáneamente ha aumentado el tamaño y el potencial del poder social del proletariado mexicano. La mayor integración de la producción en América del Norte bajo el TLCAN ha incrementado las oportunidades y la necesidad de una lucha de clases conjunta de los obreros de Estados
Unidos, Canadá y México. Véase la masiva ola de huelgas que barrió las maquiladoras de Matamoros y se está extendiendo a las ciudades vecinas. Muchas de esas fábricas producen partes o hacen ensamblaje para General Motors, Ford y otras compañías automotrices; las huelgas hicieron parar al menos a una planta de Ford en Canadá y amenazaron la producción en otras.
Las huelgas de Matamoros tuvieron lugar poco después del anuncio por parte de GM de que cerraría cinco plantas en Ohio, Michigan, Maryland y Ontario, Canadá, lanzando a la calle a miles de obreros automotrices sindicalizados. Lo que se plantea con urgencia son acciones combativas de los obreros estadounidenses en alianza con sus hermanos de clase mexicanos y canadienses. Criminalmente, los falsos líderes del sindicato United Auto Workers, junto con los burócratas sindicales de la Unifor canadiense, ¡están llamando a no comprar los coches de GM ensamblados en México! Hasta ahí llegó su retórica de ayudar a los obreros mexicanos.
Los altos mandos de la AFL-CIO critican a ciertos sindicatos mexicanos por no ser suficientemente independientes de los patrones. ¡Quién lo dice! Los burócratas sindicales estadounidenses predican una falsa alianza entre el proletariado y el capital y una abyecta confianza en el Partido Demócrata, del que son una parte clave. Comprados con las migajas que sobran del pillaje imperialista de Estados Unidos, estos lugartenientes laborales del capital vigilan los sindicatos para disipar la lucha de clases. Han regido por décadas con contratos desventajosos, recortes salariales, la proliferación de jerarquías y la erosión total de los sindicatos, sin siquiera levantar un dedo para sindicalizar a los no sindicalizados.
Los líderes de la AFL-CIO tienen una sórdida historia de servicio como agentes directos de los imperialistas estadounidenses. Durante la Guerra Fría, la burocracia sindical estadounidense colaboró con la CIA en América Latina para destruir a los sindicatos combativos, dirigidos por la izquierda, y ayudó a organizar golpes de estado derechistas. En 2002, el brazo internacional de la AFL-CIO participó en el intento de golpe en Venezuela contra el entonces presidente Hugo Chávez, entre otras cosas, canalizando fondos de la CIA a los golpistas.
Para revitalizar los sindicatos como batallones combativos de la clase obrera multirracial se requiere una lucha por forjar una dirección clasista, independiente y opuesta a los capitalistas y a sus partidos políticos. ¡Romper con los demócratas! ¡Por un partido obrero revolucionario!
La revolución obrera barrerá con el imperialismo
El T-MEC también le da a los gobernantes estadounidenses un arma adicional en su campaña contrarrevolucionaria
contra China, el más poderoso de los países que quedan donde el capitalismo fue derrocado. Una cláusula le permite a EE.UU. salir del acuerdo si otro de los signatarios contrae un acuerdo comercial con una “economía que no sea de mercado”, dándole a Washington la facultad de vetar cualquier pacto que Canadá o México negocien con China.
China es un estado obrero, aunque deformado desde su origen por estar gobernado por la burocracia parasitaria del Partido Comunista Chino y no por órganos de democracia obrera. La Revolución China de 1949, dirigida por el ejército de Mao basado en el campesinado, expropió a los capitalistas y los terratenientes y liberó al país más poblado del mundo de la subyugación imperialista. Detrás de la guerra comercial de Estados Unidos contra Beijing el objetivo común de demócratas y republicanos es destruir al estado obrero deformado chino y restablecer ahí el dominio capitalista.
Está en el interés del proletariado internacional defender a China contra el ataque imperialista y la contrarrevolución interna. La casta burocrática gobernante debe ser derrocada mediante una revolución política proletaria que establezca un régimen basado en la democracia obrera y comprometido con la lucha por el socialismo mundial.
Otro elemento nuevo del T-MEC es la supresión de los aranceles canadienses en una cantidad mayor de importaciones de lácteos desde Estados Unidos, después de que Trump hiciera de su oposición a ellos un grito de guerra. Concederle a la industria lechera estadounidense un acceso más abierto significará casi con certeza la ruina de muchos pequeños granjeros canadienses dedicados a los lácteos, la mayoría de los cuales se concentran en el nacionalmente oprimido Quebec. En Quebec existe una oposición abrumadora a la reducción de estos aranceles. Pero dado que Quebec no tiene soberanía nacional, quien negoció el T-MEC fue la burguesía anglocanadiense, que no dudó en sacrificar a los lecheros y demás granjeros de Quebec, con la esperanza de asegurar la industria automotriz de Ontario. Esto subraya la necesidad de luchar contra la opresión nacional de Quebec, lo que puede ser una fuerza motriz de la revolución obrera. La LCI lucha por la independencia de Quebec y por un gobierno de la clase obrera.
Los gobernantes estadounidenses han oprimido a México por mucho tiempo, incluyendo el robo de la mitad de su territorio en el siglo XIX. Un gobierno obrero estadounidense devolvería a México ciertas regiones contiguas del suroeste, donde el español es el idioma dominante, que Estados Unidos le arrebató a México en la Guerra México-EE.UU. de 1946-1948. Específicamente, la región entre el Río Nueces y el Río Bravo sería devuelta. Texas reclamó ilegítimamente este territorio como suyo tras firmar los Tratados de Velasco y separarse de México en 1836. Semejante transferencia territorial enviaría el poderoso mensaje de que los obreros estadounidenses en el poder repudian el chovinismo de la anterior clase dominante, obteniendo apoyo para la revolución proletaria en todo el hemisferio. En nuestra lucha por reforjar la IV Internacional de León Trotsky, la Liga Comunista Internacional busca construir los partidos comunistas necesarios para dirigir esas revoluciones.
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