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Espartaco No. 49

Abril de 2018

Sobre el cadáver del general Otis

La redacción del L.A. Times se sindicaliza

Traducido de Workers Vanguard No. 1128 (23 de febrero).

En enero, los periodistas y editores del Los Angeles Times votaron 248 contra 44 por unirse al sindicato NewsGuild–Communications Workers of America (Trabajadores de las Noticias y Comunicaciones de Estados Unidos), un buen golpe a esa publicación que tanto odia al movimiento obrero. Durante la mayor parte del siglo XX, el periódico fue el líder y el organizador de la guerra de los patrones para romper el movimiento sindical en L.A. y por mantener el sur de California como un bastión del racista open shop [esquema que permite la contratación de trabajadores no sindicalizados]. El reciente éxito de los periodistas, combinado con el hecho de que los impresores ya están sindicalizados, debe verse como una oportunidad para motivar al resto de los empleados del periódico a sindicalizarse.

Tronc, la compañía a la que pertenecía el periódico durante la campaña de sindicalización, quiso intimidar a los periodistas amenazándolos con recortes salariales y despidos, y creó una redacción paralela con personal que potencialmente podría usarse como esquirol. Esto es típico del rompesindicatos Times. Sólo en los últimos diez años, las fuerzas antisindicales al interior del periódico trataron en vano de quitarle el reconocimiento cinco veces al sindicato de los impresores. Pese a la victoria de la sindicalización de la redacción, las negociaciones contractuales aún están por iniciar y la posición del sindicato sigue siendo débil. Menos de tres semanas después de que los periodistas votaran por sindicalizarse, el Times está siendo vendido al multimillonario de Los Angeles Patrick Soon-Shiong, quien era uno de los accionistas sustanciales de la Tronc cuando ésta trataba de aplastar la sindicalización de la redacción.

Desde su aparición como un periodicucho derechista a inicios de la década de 1880 propiedad de Harrison Gray Otis, el Times se ganó la reputación del “más poderoso y persistente enemigo de la mano de obra sindicalizada en Estados Unidos, un papel del que Otis estaba sumamente orgulloso” (Robert Gottlieb e Irene Wolt, Thinking Big: The Story of the Los Angeles Times, Its Publishers and Their Influence on Southern California [Pensando en grande: La historia de Los Angeles Times, sus editores y su influencia en el sur de California], 1977). Otis, un capitalista sin escrúpulos a quien le gustaba ser llamado “general”, dirigió junto con su yerno Harry Chandler una camarilla de magnates ferrocarrileros y banqueros que hizo de L.A. un paraíso de ruptura de huelgas y contratación de esquiroles para los patrones capitalistas. La dinastía Otis/Chandler habría de gobernar y saquear la ciudad, y gran parte del sur de California, por varias generaciones.

“El mentiroso cotidiano de Los Ángeles”

Otis luchó como gato bocarriba para mantener a su periódico libre de todo rastro de organización sindical. Si bien los impresores lograron la contratación sindicalizada en 1883-1884, unos años después Otis recurrió a los cierres patronales y a los esquiroles para echar al sindicato. Con el tiempo abriría una escuela de operadores linotipistas como reserva de esquiroles. Mientras tanto, las páginas del periódico aparecían llenas de venenosas arengas antiobreras, que llevaron al líder del Partido Socialista (PS) Eugene V. Debs a llamarlo “El mentiroso cotidiano de Los Ángeles”.

Para la primera década del siglo XX, L.A., con sus bajos sueldos, era “una ciudad de esclavistas, capataces y esclavos”, como la describió un militante sindical. Para asegurar su “libertad económica”, Otis estableció la antisindical Asociación de Comerciantes y Manufactureros (M&M), que llegó a representar al 80 por ciento de las compañías de la ciudad y a dirigir a la policía como a su ejército privado.

En junio de 1910, mil 500 obreros de los gremios metalúrgicos se fueron a huelga en 25 compañías de L.A., en lo que fue la mayor huelga de la historia de la ciudad hasta esa fecha. Entonces se decretó la prohibición de las guardias sindicales y la policía arrestó a cientos. Ese 1° de octubre, dos explosiones sacudieron el edificio del L.A. Times, matando a 21 personas. Antes de que la sangre se hubiera secado, el Times ya estaba gritando en su portada: “Bombas sindicalistas destruyen el Times”. Los líderes obreros negaron la acusación, señalando un quemador de gas con fuga y el intenso olor a gas que se percibía la noche del desastre. Algunos incluso acusaron a Otis mismo de ordenar un ataque al edificio. Pero los gobernantes capitalistas culparon al International Association of Bridge and Structural Iron Workers Union (IBSIW, Sindicato Internacional de Trabajadores de Puentes y Estructuras de Hierro), incriminando a dos militantes por asesinato: John J. McNamara, entonces secretario de finanzas del IBSIW, y su hermano James.

El caso de los McNamara sacudió al movimiento obrero de L.A. y fue seguido de cerca por los obreros de todo el país. El Partido Socialista, los Industrial Workers of the World, la American Federation of Labor (AFL) y una serie de sindicatos individuales, cada uno por su cuenta, se pronunciaron en defensa de los McNamara. Incluso el líder conservador de la AFL, Samuel Gompers, denunció el caso como una incriminación mientras el Consejo Ejecutivo de la AFL organizaba una colecta para la defensa legal, declarando que los dos hermanos eran “víctimas inocentes de la codicia capitalista”. En junio de 1911, 80 mil obreros se manifestaron en Chicago contra la campaña “para colgar a J.J. McNamara y destrozar a la mano de obra sindicalizada”. El Día del Trabajo estadounidense, —que ese año fue rebautizado el Día de McNamara— tuvieron lugar protestas de un extremo al otro del país. En Los Ángeles se manifestaron 20 mil personas.

En medio de esta lucha, el candidato del PS, Job Harriman (uno de los abogados de los McNamara), iba a ganar las próximas elecciones a la alcaldía. Para impedir esto y para acabar con la lucha obrera, los gobernantes de la ciudad necesitaban declarar culpables a los McNamara. Quien los ayudó en esto fue Clarence Darrow, el abogado defensor en jefe de los hermanos, quien negoció un acuerdo que firmaron los principales empresarios de la ciudad, incluyendo a Otis y a Chandler. Según los términos del acuerdo, James fue obligado a confesar que plantó la dinamita, por lo que fue condenado a cadena perpetua, mientras su hermano recibió una sentencia de quince años. Décadas después, John declaró en una entrevista que “ni Jim ni yo queríamos declararnos culpables. Queríamos ir a juicio”. También acusó a Darrow de ocultarle a los hermanos el inmenso apoyo obrero que tenían. Según John, si él y James hubieran sabido la verdad, nunca hubieran aceptado el trato.

La traición de Darrow tuvo un efecto desmoralizador en la clase obrera de L.A. Las protestas callejeras se detuvieron abruptamente, Harriman perdió la elección y la combativa campaña de sindicalización de 1910-1911 se descarriló. En una maniobra traicionera, la dirección de la AFL denunció a los McNamara como criminales y exigió que fueran castigados. Las condenas hicieron que el movimiento obrero de L.A. fuera echado atrás décadas.

¡Sindicalizar a los no sindicalizados!

Si bien los periodistas y editores son profesionistas pequeñoburgueses, la sindicalización de la redacción del L.A. Times representa una victoria contra los patrones que odian a los trabajadores. Aunque hoy es ampliamente considerado un periódico liberal, el L.A. Times, como cualquier otra empresa noticiosa capitalista, se dedica a moldear la opinión pública en defensa del dominio de la burguesía, lo que incluye desde justificar la guerra imperialista hasta perseguir a los comunistas y demás izquierdistas, y satanizar a los negros, los latinos y los pobres. Así, el Times sigue publicando regularmente diatribas antisindicales. En 2004, actuando en nombre de los gobernantes de la ciudad, el periódico lanzó una campaña contra el Centro Médico King/Drew, la principal instalación médica de tratamiento de traumatismos del empobrecido triángulo Watts/South-Central/Compton, predominantemente negro y latino. Dirigida en particular contra las enfermeras principalmente negras y no sindicalizadas —así como contra los doctores negros—, la ofensiva del Times, que le valió un premio Pulitzer, logró que el hospital cerrara en 2007.

En los tiempos de la dinastía Otis/Chandler, los gobernantes de L.A. buscaron originalmente dejar fuera a los cientos de miles de blancos que trataban de establecerse en el oeste huyendo de la pobreza al nivel de inanición del llamado Dust Bowl (“Tazón del polvo”, como se conoció a los estados del Medio Oeste estadounidense que sufrieron una terrible sequía en 1935) durante la Gran Depresión, para luego explotarlos brutalmente. Al mismo tiempo, L.A. empezó a parecer cada vez más una ciudad del Sur, con una pequeña población negra, pero creciente, sometida a una opresión estilo Jim Crow: restricciones de vivienda, discriminación laboral y segregación en las albercas y las playas. Por su parte, el Times fomentó entre los blancos la hostilidad hacia los mexicanos y los negros. En medio de los motines “Zoot Suit” [traje de pachuco] de junio de 1943, cuando los marineros y soldados blancos iniciaron una ola de violencia contra jóvenes mexicanos (y negros) en el centro de L.A., el Times (11 de junio de 1943) denunció el “gangsterismo de los zoot suit” y afirmó que los militares sólo se estaban “defendiendo” de los ataques de los zoot suit. Una década después, el Times ayudó a enterrar los planes de vivienda pública afirmando que eran “socialísticos”.

El open shop en Los Ángeles minó las condiciones de todos los trabajadores y sirvió para intensificar y consolidar aún más la opresión de los negros, los inmigrantes y otras minorías. Imponiendo el dominio de los amos de la ciudad por sobre la mayoría de la población, el LAPD (Departamento de Policía de L.A.) ha estado siempre entre las fuerzas policiacas más notorias del país por su terror racista. Fue esa violencia policiaca la que detonó explosiones sociales como los motines del guetto de Watts en 1965 y la rebelión multirracial de 1992, producida en respuesta a la exoneración de los policías racistas que habían golpeado brutalmente a Rodney King. Como escribimos en el artículo “L.A. Flashpoint U.S.A.” [L.A., punto de ignición de Estados Unidos] (Black History and the Class Struggle No. 9, agosto de 1992): “Si el LAPD rivaliza con algunas dictaduras del Tercer Mundo es porque nunca ha sentido el poder movilizado del movimiento obrero organizado”. [Ver también “Convulsión en Los Ángeles sacude a los Estados Unidos”, Espartaco No. 3, verano-otoño de 1992.]

En las últimas décadas, el sur de California ha experimentado exitosas campañas de sindicalización entre los trabajadores hoteleros, los instaladores de tablarroca, los conserjes y los cuidadores a domicilio. Esta sindicalización refleja en gran medida el significativo crecimiento de la fuerza de trabajo latina en la región, incluyendo a inmigrantes que traen consigo las tradiciones de lucha de sus países de origen. Hoy, los latinos constituyen cerca de la mitad de la población del condado de Los Ángeles, mientras que en la época de la rebelión de Watts [en 1965] la población del área conurbada era 85 por ciento blanca.

Los Ángeles es una de las ciudades más inequitativas de Estados Unidos, donde legiones de pobres e indigentes conviven con una pequeña minoría que ostenta su dinero, sus mansiones y sus Maseratis. El crecimiento de la sindicalización en L.A. ha tenido lugar en el contexto de un agudo declive del número de sindicalizados al nivel nacional que ha durado ya varias décadas. Esta horrible situación puede achacársele a la burocracia sindical, que identifica los intereses de los obreros con los de la clase dominante capitalista y sus partidos políticos. Un componente integral del Partido Demócrata, la burocracia sindical ha servido como plataforma de lanzamiento para la carrera de muchos políticos, como el alcalde de Los Ángeles de 2005 a 2013, Antonio Villaraigosa, que antes había sido organizador sindical de los maestros.

Como escribimos en “L.A., punto de ignición de Estados Unidos”:

“Lo que se necesita desesperadamente es una lucha de clases conjunta que una al movimiento obrero con todas las capas oprimidas contra los opresores de ambos, los capitalistas, que han empobrecido y maltratado brutalmente a los trabajadores que construyeron la riqueza de este país. Esto requiere la dirección de un partido de vanguardia leninista que actúe como ‘tribuno del pueblo’”.

 

Espartaco No. 49

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