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Espartaco No. 37 |
Febrero de 2013 |
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Pacto por México de PRI, PAN y PRD: Represión, privatizaciones, ataques antisindicales
La Pax Porfiriana a la Peña Nieto
¡Romper con el PRD/AMLO/Morena burgueses!
¡Forjar un partido obrero!
Al rendir protesta como nuevo presidente de México, el priísta Enrique Peña Nieto sostuvo que uno de los ejes de su gobierno sería “recuperar la paz”. Mientras tanto, en las afueras del Congreso y otros puntos de la ciudad, movilizaba, junto con el gobierno perredista del DF, a las fuerzas represivas del estado capitalista contra estudiantes, obreros y campesinos que protestaban contra su ascensión al poder. Los policías, desatados, simplemente golpeaban y se llevaban gente al azar por las calles del centro del DF. Unas 100 personas resultaron heridas, de las cuales 29 requirieron atención hospitalaria. Hubo también decenas de detenidos, algunos de los cuales estaban acusados de “ataques a la paz pública”, un refrito de la draconiana legislación contra la “disolución social” aplicada durante varias décadas del priato a los luchadores sociales. Para que estos detenidos fueran liberados, la Asamblea Legislativa del DF modificó el artículo que tipifica ese “delito” para “quitar agravante”, en tanto que se rehusó a derogarlo como había solicitado la comisión local de derechos humanos.
Como escribimos tras la represión:
“En contraste con las extendidas ilusiones en la reformabilidad del estado burgués mostradas por YoSoy132 desde su origen, los marxistas entendemos que éste es y seguirá siendo un instrumento de violencia organizada. El estado burgués —que consiste, en su núcleo, de la policía, el ejército, los tribunales y las cárceles— sirve para mantener el dominio de los explotadores capitalistas, independientemente de cuál partido esté al mando. La represión del derechista gobierno español de Rajoy en contra de manifestantes contra la austeridad, la matanza de 34 mineros negros en huelga en agosto pasado por parte del gobierno sudafricano de frente popular del CNA/PCS/COSATU, o lo sucedido ayer en México, por ejemplo, muestran vívida y brutalmente que la maquinaria estatal no sirve a los intereses de los explotados y oprimidos. Es necesario destruirla y remplazarla por un estado obrero”.
—“EPN inaugura sexenio con represión” (volante del GEM, 2 de diciembre de 2012)
“Pacto por México”: Ofensiva generalizada contra obreros y pobres
El 2 de diciembre, un día después de la brutal andanada represiva, los tres principales partidos burgueses firmaron el “Pacto por México”, una declaración de guerra a los sindicatos y a los pobres que impulsa, entre otras cosas, la “competitividad” —es decir, reducir gastos a expensas de los trabajadores—, la inversión privada en Pemex —léase privatización—, “reforma educativa” —destrucción del SNTE— y “fortalecimiento del estado mexicano” —o sea, fortalecimiento del aparato represivo—. Añadiendo insulto a la injuria, Peña Nieto ha lanzado una “cruzada nacional contra el hambre”, al tiempo que el PRI ha anunciado su “firme” intención de gravar alimentos y medicinas. El “Pacto por México” se da tras la entrada en vigor de la contrarreforma laboral. La antigua legislación laboral imponía el arbitraje obligatorio, el descuento de las cuotas sindicales directamente por el patrón y toda una serie de medidas diseñadas para mantener a los sindicatos atados al estado y la patronal. Manteniendo estas medidas, las nuevas leyes laborales facilitan los despidos, generalizan contratos temporales, impulsan aún más el outsourcing (subcontratación) y atacan la seguridad social y el derecho a huelga. ¡Abajo la contrarreforma laboral! ¡Abajo el “Pacto por México”!
Queda claro a qué tipo de “paz” se refería Peña Nieto en su discurso inaugural: una nueva versión de la “Pax Porfiriana”, la represión brutal para mantener el “orden” ante los estragos de la “flexibilización” laboral, la “apertura económica” y la miseria rural y urbana. Para dejarlo aún más claro, en diciembre pasado anunció uno de los ejes principales de su nueva estrategia de seguridad: la creación de una Gendarmería Nacional que seguiría, según el diario español El País (18 de diciembre), “el modelo de la Guardia Civil española”, la brutal fuerza policiaco-militar franquista acostumbrada a arremeter cotidianamente contra manifestantes, izquierdistas, sindicalistas y nacionalistas vascos y catalanes. Mientras Peña Nieto promete de dientes para afuera retirar al ejército de las calles en algún momento indeterminado, su nueva “estrategia” significa en realidad la militarización permanente y a gran escala de la policía y una embestida represiva dirigida contra la población en su conjunto y los luchadores sociales y militantes sindicales en particular.
Como hemos recalcado, la “guerra contra el narco” tiene como objetivo fortalecer los poderes represivos del estado capitalista. Los espartaquistas llamamos por la despenalización de las drogas que, al eliminar las enormes ganancias que derivan de la naturaleza ilegal y clandestina del narcotráfico, reduciría el crimen y otras patologías asociadas con éste. Nos oponemos también a las medidas del estado burgués que restringen o impiden que la población porte armas, lo cual limita sus derechos y garantiza el monopolio del estado y los criminales sobre las armas (ver artículo en p. 12).
Los capitalistas mexicanos y su gobierno están resueltos a hacer que los obreros paguen el precio de la crisis económica internacional. En esta nueva ofensiva, la patronal se siente envalentonada ante la falta de respuesta de los poderosos sindicatos obreros del país, cuyas dirigencias van a la cola del PRI, el PRD o, ahora, del Morena de AMLO, todos partidos burgueses. Desde la brutal represión contra la revuelta popular de Oaxaca en 2006 hasta la destrucción del SME en 2009 y la reforma laboral en 2012, las dirigencias sindicales perredistas —por no hablar de las priístas y del SNTE— no han movido, esencialmente, un dedo para poner alto a los constantes ataques que han destruido la mayor parte de lo que quedaba de viejas conquistas sindicales.
¡Abajo la “reforma educativa”!
El nuevo centro de la ofensiva patronal es el sindicato magisterial SNTE —el sindicato más grande de América Latina con más de un millón de afiliados— mediante la “reforma educativa”. Ampliando las estipulaciones de la “Alianza para la Calidad de la Educación” —firmada por el gobierno y la dirigencia misma del SNTE en 2008—, esta reforma impondría evaluaciones continuas a los maestros y eliminaría las plazas al sujetar la permanencia y la promoción de los maestros a dichas evaluaciones; eliminaría también el control sindical de las contrataciones.
Bajo el capitalismo, el sistema educativo responde a las necesidades de la clase dominante y refleja la naturaleza racista y clasista de la sociedad. La burguesía destina recursos a la educación en la medida en que sus propias prioridades lo requieren para entrenar al futuro personal administrativo, técnico e ideológico de la sociedad capitalista. Fuera de eso, no podría importarle menos la educación de las grandes masas de
explotados y oprimidos, más aún en el caso de los campesinos pobres e indígenas. Si las escuelas públicas urbanas presentan una imagen lastimosa, las rurales no tienen punto de comparación. Carentes de material, mobiliario y a menudo incluso instalaciones, no es raro que los profesores den clase al aire libre a niños mal alimentados. En el caso de los niños y jóvenes indígenas, incluso cuando tienen un maestro que hable su lengua, a duras penas existen textos en idiomas distintos del español. ¡Por el derecho de la población indígena a recibir educación en su propio idioma! ¡Ningún privilegio para ningún idioma! Los comunistas luchamos por educación gratuita y de calidad para todos —en la ciudad y en el campo—. Este propósito requiere poner fin al sistema de explotación capitalista, que está avocado a la producción de ganancias para unos cuantos burgueses, mediante una revolución socialista que expropie a la burguesía e instaure una economía colectivizada y planificada para satisfacer las necesidades de la población.
Es típico que la burguesía culpe a los trabajadores por las deficiencias en los servicios públicos, cuando el problema fundamental es la falta de recursos. Según esta mentira, se supone que si realmente les importara su trabajo y el bienestar de la población, las enfermeras, por ejemplo, superarían la falta de camas, insumos y medicinas. Similarmente, se supone que si un maestro realmente quiere enseñar, lo haría incluso sin escritorios, libros y otros materiales, ni hablar de computadoras. Agréguese a esto la ofensiva propagandística del gobierno y la burguesía que presentan al SNTE como un sector “privilegiado” por las escasas prestaciones de que los maestros aún gozan. CNN Expansión —entre muchos otros— concluye que “Sueldo de docentes agota gasto educativo” (11 de septiembre). Esto es un simple insulto para los profesores de educación pública básica y media básica, que empiezan con un salario de alrededor de 8 mil pesos al mes si tienen plaza —ésos son los supuestos “privilegiados”—; sin plaza ganan un salario de hambre según las horas de clase dadas.
Los nacionalistas burgueses del PRD y el Morena no tienen pelos en la lengua al dejar claro la verdadera naturaleza de la “reforma educativa”. Jesús Zambrano, líder del PRD —partido que apoya también esta “reforma”— sostuvo que la “camarilla” sindical “se constituyó en la traba principal para elevar la calidad de la educación y en un obstáculo para el desarrollo democrático en general y del sindicalismo en particular”. Y Morena, aunque dice oponerse a la reforma, se queja de que ésta no es lo bastante dura contra el sindicato: Martí Batres despotricó en diciembre pasado que la reforma no era más que un “ardid” mediático para dar la apariencia de atacar a la dirigencia del SNTE; según él “al SNTE no le afecta la reforma educativa, pues no se mete con su dirigencia ni con su financiamiento” (Aristegui Noticias, s/f).
Nos oponemos a esta reforma como un ataque al SNTE, a las conquistas laborales de los profesores y a la educación básica gratuita. “La Maestra”, Elba Esther Gordillo, acostumbrada a lanzar ataques asesinos contra los disidentes de la CNTE al lado del estado capitalista —como cuando apoyó la represión brutal contra la Sección XXII en Oaxaca en 2006—, ahora se encuentra en la mira de sus antiguos aliados. Pero lo que debe quedar claro es que la intromisión del estado capitalista en los sindicatos no tiene nada que ver con la “democratización” de los mismos; su objetivo es atarlos aún más, si no destruirlos de plano, y eliminar las prerrogativas sindicales existentes. El movimiento obrero debe limpiar su propia casa: la brutal y rastreramente propatronal burocracia de “La Maestra” debe ser echada de la dirigencia sindical por los profesores sindicalizados mismos.
Históricamente, los profesores han sido un sector muy combativo y un vínculo importante entre el proletariado urbano y el campesinado. Sin embargo, aunque están organizados en sindicatos que forman parte del movimiento obrero, los maestros no tienen una relación directa con los medios de producción —son, como otros profesionistas, parte de la intelligentsia, un sector de la pequeña burguesía—, y carecen de poder social. El magisterio requiere la solidaridad concreta de los sectores pesados del proletariado industrial; es necesario que la clase obrera flexione sus músculos contra la nueva arremetida patronal, contra las “reformas” laboral y educativa. Como en el caso de los sindicatos supuestamente “independientes”, la disidencia magisterial agrupada en la CNTE —que ha luchado durante décadas por la “democratización” del SNTE contra la venal dirigencia nacional— ha estado siempre subordinada al PRD/Morena. Esta política sólo puede conducir a derrotas y en ningún caso a la genuina democracia sindical. Es revelador el que hoy las dirigencias del SNTE y de la CNTE (junto al Morena) se movilicen de la misma manera en oposición a la “reforma educativa”: presentando amparos ante los tribunales capitalistas —de hecho, la CNTE acusó a la dirigencia del SNTE de “‘fusilarse’ sus estrategias y banderas de lucha” (La Jornada, 12 de enero)—. Para desatar el poder social de la clase obrera, hay que luchar por el forjamiento de una dirección clasista de los sindicatos, lo cual empieza con la lucha por la independencia política del movimiento obrero —concretamente, por romper con el nacionalismo burgués y toda ilusión en el PRD, AMLO y el Morena—.
Petróleo, populismo e imperialismo
Las nuevas “reformas estructurales” tienen también el objetivo explícito de abrir cada vez más la economía a los imperialistas, en particular los estadounidenses, verdaderos amos de la débil burguesía mexicana. Y el plato principal es Pemex, el núcleo de lo que queda de la industria estatal nacionalizada y principal fuente de riqueza del país. Así como León Trotsky —codirigente con Lenin de la Revolución Rusa de 1917— defendió la expropiación de las compañías petroleras anglo-estadounidenses en 1938, los espartaquistas defendemos la industria energética nacionalizada como una medida de autodefensa nacional del México semicolonial ante el imperialismo.
Los populistas burgueses como AMLO impulsan la ya extendida noción de que Pemex pertenece al “pueblo” o a “la nación”. La verdad es que Pemex pertenece a la burguesía, y los capitalistas mexicanos están divididos sobre cómo beneficiarse mejor de las enormes riquezas producidas por el petróleo. Independientemente de lo que hagan con Pemex, de quién gobierne y bajo qué programa, el México capitalista seguirá siendo un productor de petróleo atrasado y subyugado por el imperialismo, sujeto a las crisis del mercado y las fluctuaciones enloquecidas de los precios del crudo.
Las burguesías de todos los países de desarrollo capitalista tardío son absolutamente incapaces de romper con el imperialismo. A diferencia del populismo o el neoliberalismo, el imperialismo no es una política coyuntural desechable, sino un sistema mundial de explotación y opresión dominado por los grandes monopolios financieros respaldados por sus respectivos estados-nación con sus ejércitos y flotas, que terminaron hace ya mucho de repartirse al mundo entero y mantienen bajo su yugo a los países atrasados. Es imposible alcanzar un desarrollo industrial comparable al de los países avanzados dentro del marco del capitalismo. En su obra La revolución permanente, León Trotsky explicó:
“Con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el Poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas”.
Al llegar al poder, el proletariado no puede detenerse en las tareas democráticas, sino que debe pasar inmediatamente a
las tareas socialistas —la expropiación de la burguesía como clase, es decir, la colectivización, y la planificación económica— y luchar por la extensión internacional de la revolución, única manera de garantizar la satisfacción de las sentidas aspiraciones democráticas de las masas, como la emancipación nacional, la democracia política y la revolución agraria. ¡Por un gobierno obrero y campesino!
Zapatismo vs. revolución permanente
El regreso del PRI a Los Pinos dio pie a la movilización más grande del EZLN desde su irrupción en 1994; los campesinos indígenas zapatistas marcharon en silencio por diversos municipios de Chiapas el 21 de diciembre, simplemente para mostrar que siguen ahí. El EZLN ha resistido los embates del gobierno durante 19 años en su lucha contra la miseria rural y la opresión racista antiindígena. Los espartaquistas defendemos al EZLN contra la represión del estado capitalista al tiempo que señalamos que se trata de una organización campesina pequeñoburguesa incapaz de dar solución a las demandas del campesinado o de la población indígena. Tras varios años de silencio, el “subcomandante” Marcos emitió nuevos comunicados unos días después de la movilización. En uno, el EZLN denuncia más que justificadamente la represión llevada a cabo por todos los partidos burgueses, exige respeto a los “Acuerdos de San Andrés”, promete “construir los puentes necesarios hacia los movimientos sociales” y reafirma su “Sexta Declaración” de 2006.
El EZLN perdió parte considerable de su apoyo en 2006 a raíz de su distanciamiento del PRD, cuando la popularidad de AMLO estaba en su cénit; muchas de las críticas al EZLN de sus antiguos partidarios han venido, desde entonces, desde la derecha (ver “El pequeñoburgués EZ, demasiado izquierdista para el renegado Almeyra”, Espartaco No. 25, primavera de 2006). La realidad es que el EZLN no ofrece sino una variante campesina del populismo burgués del PRD/Morena. El llamado más prominente en la Sexta fue el de una nueva constitución “que reconozca los derechos y libertades del pueblo, y defienda al débil frente al poderoso” y que sería impuesta por un “movimiento civil y pacífico”. Es utópico pensar que mediante nueva legislación, o de cualquier otra forma, se puede reformar el régimen capitalista para ponerlo al servicio de los explotados y oprimidos. Como escribimos entonces, a pesar de sus críticas al PRD y ahora al Morena, el zapatismo “es un movimiento pequeñoburgués políticamente amorfo cuyo propósito es presionar a la burguesía nacionalista y que encauza a quienes rompen con el PRD desde la izquierda a mantenerse dentro de los límites de la política burguesa”.
El campesinado es una capa heterogénea pequeñoburguesa. Los campesinos pobres están reducidos a la producción de autoconsumo y añoran su propia parcela; los campesinos minifundistas compiten entre sí para colocar sus productos en el mercado. El interés objetivo del campesinado como estrato social está en la propiedad privada de la tierra. Debido a estas características, el campesinado —y la pequeña burguesía entera— es incapaz de plantear un programa revolucionario propio: siempre sigue a una de las dos clases fundamentales del capitalismo —el proletariado o la burguesía—. En ausencia de un partido obrero revolucionario en una lucha franca por el poder, el campesinado hoy día necesariamente limita su lucha a los marcos del capitalismo.
Después de 19 años, la política zapatista confirma y refuerza este análisis del marxismo. El nuevo comunicado del “subcomandante” Marcos incluye afirmaciones como ésta: “Nuestro nivel de vida es superior al de las comunidades indígenas afines a los gobiernos en turno, que reciben las limosnas y las derrochan en alcohol y artículos inútiles”. Ésta es una afirmación grotesca y moralista que, al menos por default, estigmatiza a las comunidades indígenas no zapatistas —que no saben apreciar los encantos de Marcos— como acólitos del gobierno, limosneros e irresponsables por querer disfrutar de algún placer, tal vez un trago. Marcos escribe también que las viviendas de los zapatistas “mejoran sin lastimar a la naturaleza imponiéndole caminos que le son ajenos”. La idealización de comunidades agrarias aisladas y tecnológicamente atrasadas podrá ser popular entre un sector de la pequeña burguesía “verde” que no tiene que vivir sus consecuencias cotidianas, pero el campesinado pobre, los explotados y los oprimidos del mundo no tienen ningún interés en aceptar esa perspectiva. Luchamos contra el aislamiento del campo y por un mundo en que todos puedan beneficiarse de los avances tecnológicos, culturales y de toda índole.
Por otro lado, la demanda de autonomía para las comunidades indígenas es una utopía bajo el capitalismo, dado que implica un acuerdo a largo plazo entre comunidades indígenas y el gobierno capitalista: las regiones autónomas propuestas, con derechos limitados a la tierra, entrarían frecuentemente en conflicto con terratenientes y posibles empresas industriales, especialmente considerando que Chiapas tiene 30 por ciento de los escasos recursos acuíferos de México, 47 por ciento de las reservas de gas natural y 21 por ciento del petróleo. Sólo un gobierno obrero y campesino —la dictadura del proletariado apoyada por el campesinado— podría otorgar y garantizar una verdadera autonomía para las comunidades indígenas, como parte de un esfuerzo consciente y planificado por eliminar la ancestral miseria rural y la contradicción entre la ciudad y el campo.
Los comunistas luchamos por la erradicación de la pobreza, por una sociedad basada en la abundancia generalizada. Sólo la revolución socialista y su extensión internacional pueden realizar esta perspectiva, al establecer una economía planificada internacional que ponga al servicio de los explotados y oprimidos del mundo entero los inmensos recursos y las fuerzas productivas desarrolladas por el capitalismo. La clase obrera, debido a su relación con los medios de producción, es la única con el interés histórico y el poder social para acaudillar a las masas oprimidas hacia ese fin. Buscamos construir una alianza revolucionaria entre el proletariado y el campesinado pobre, pero ésta sólo es posible bajo la dirección de la vanguardia obrera organizada en un partido comunista. Así, nuestro propósito es construir un partido obrero como el de los bolcheviques de Lenin y Trotsky capaz de dirigir a la clase obrera en esta tarea histórica.
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