|
|
Espartaco No. 37 |
Febrero de 2013 |
|
|
EE.UU.
La intervención en México: Preludio a la Guerra Civil
¡Terminar la Guerra Civil!
¡Por la liberación de los negros mediante la revolución socialista!
A continuación imprimimos, editada para publicación, una presentación de Jacob Zorn de la Spartacist League/U.S. (sección de la Liga Comunista Internacional) en un foro en la ciudad de Nueva York del 28 de febrero de 2009. Esta presentación fue publicada originalmente en Workers Vanguard No. 933, 27 de marzo de 2009.
Este foro se celebra en conmemoración del Mes de la Historia Negra. Es la primera vez que hay un presidente negro en Estados Unidos, lo cual es histórico a su modo, sobre todo teniendo en cuenta la historia de la opresión de los negros en este país. El imperialismo estadounidense está empantanado en dos guerras y ocupaciones en el exterior cada vez más impopulares y una crisis económica que se profundiza cada día. De este modo, la burguesía utiliza el hecho de que ahora haya un presidente negro, por no mencionar un presidente capaz de formar una oración en inglés, para tratar de proporcionar una cirugía plástica a este sistema brutal, con el fin de renovar sus raídas credenciales “democráticas” —aun cuando los capitalistas planean incrementar la explotación brutal y la opresión tanto aquí como en el extranjero—.
Votar por el Partido Demócrata está contrapuesto a los intereses de la clase obrera y de los oprimidos. Durante las elecciones, la Spartacist League llamó a romper con los demócratas y a forjar un partido obrero clasista. Nosotros no votamos por los demócratas. Tampoco creemos que un presidente negro servirá para eliminar la opresión racial en Estados Unidos. La opresión de los negros está profundamente arraigada en la historia del desarrollo del capitalismo estadounidense, y sólo la revolución socialista, que ponga la riqueza de la sociedad en manos de la clase obrera multirracial, puede liberar a los negros y a todos los oprimidos. Por esta razón llamamos por terminar la Guerra Civil y por la liberación de los negros mediante la revolución socialista.
En 1846, Estados Unidos invadió México, y se retiró sólo después de obligarlo a renunciar a cerca de la mitad de su territorio nacional, incluidos todos o la mayor parte de lo que hoy en día son los estados de California, Arizona, Nuevo México, Colorado, Utah y Nevada, así como Texas. En este foro quiero hacer notar cómo la opresión de los negros en Estados Unidos tiene sus raíces en la historia de Estados Unidos, cómo la invasión estadounidense a México fue parte clave de esta historia, y cómo las luchas obreras en Estados Unidos y México están inextricablemente vinculadas.
La guerra fue librada por la esclavocracia sureña con el fin de promover la expansión del sistema esclavista en nuevas tierras, como una manera de solidificar la dominación del sistema esclavista en el país. A principios de siglo XIX, Estados Unidos se integraba en el sistema capitalista mundial en desarrollo, y el Norte había comenzado a convertirse en una potencia capitalista muy dinámica. Pero este crecimiento se veía obstaculizado por el sistema de esclavitud en el Sur, que dominaba política y económicamente a EE.UU. Esta coexistencia entre la esclavitud y el capitalismo no podía continuar indefinidamente. A mediados del siglo XIX, lo que se llamó el “conflicto irreprimible” estuvo cada vez más cerca de estallar. La invasión de EE.UU. a México fue un hito importante en el camino a la Guerra Civil. Como Marx lo puso en un artículo que escribió en 1861, durante la Guerra Civil:
“La actual lucha entre el Sur y el Norte es pues, esencialmente, un conflicto entre dos sistemas sociales, entre el sistema de la esclavitud y el del trabajo libre. La lucha estalló porque los dos sistemas no pueden coexistir más tiempo, en paz, en el continente norteamericano. Sólo puede terminar con la victoria de uno u otro”.
—“La Guerra Civil en los Estados Unidos” (1861)
Aquí en Estados Unidos, la invasión de México es a menudo ignorada o justificada como ineludible; ésa fue sin duda mi experiencia creciendo en Arizona, que forma parte de la tierra arrebatada a México. En México la guerra es mucho más conocida. Una ciudad o pueblo no está completo sin su calle o monumento dedicado a los “Niños Héroes” que lucharon contra EE.UU. Allá, la invasión se utiliza para reforzar el nacionalismo mexicano, con la premisa de que el país debe ponerse de pie como uno solo, sin importar las diferencias de clase, para mantener vigilancia eterna contra el monolítico agresor al otro lado del Río Bravo. Como marxistas en las “entrañas de la bestia”, es necesario oponerse a cualquier caso de agresión de EE.UU. hacia América Latina y estar por la solidaridad clasista de los obreros a través de toda América —para luchar por revoluciones obreras en todo el continente, desde Alaska hasta Argentina—. Parte de esto es la comprensión de la invasión de México de 1846 y por qué sucedió.
Al mismo tiempo, es importante entender las fuerzas de clase que contribuyeron a la invasión. Sí; por parte de Estados Unidos la guerra se basó en el deseo de apropiarse de tierra mexicana, con una buena dosis de fanatismo antimexicano, antiindígena y anticatólico de por medio. Pero más fundamentalmente, la invasión de México se desarrolló a partir de la división histórica de Estados Unidos entre los sistemas capitalista y esclavista. Esta misma división condujo, menos de 20 años después, a la segunda revolución estadounidense, la Guerra Civil, que destruyó el sistema esclavista del Sur y pavimentó el camino para el libre desarrollo del capitalismo en los Estados Unidos.
Para nosotros, como para Marx y Engels, por no hablar de Frederick Douglass y los millones de esclavos en el Sur, la Guerra Civil fue una guerra justa del lado del Norte. Esto es algo muy básico. Es vergonzoso que uno tenga que señalarlo, pero todavía parece estar mucho más allá de la comprensión de muchos que incluso se hacen llamar marxistas, como por ejemplo el Progressive Labor Party [Partido Laboral Progresista]. Recientemente debatieron durante varios meses acerca de la Guerra Civil en las páginas de Challenge —y parece que nunca llegaron realmente a una conclusión (véase “PL vs. Karl Marx (and Abraham Lincoln)” [PL contra Karl Marx (y Abraham Lincoln)], WV No. 919, 29 de agosto de 2008)—. Para nosotros, el problema es que la tarea de la liberación de los negros no se completó, y la opresión de los negros sigue siendo parte integral del capitalismo estadounidense.
Para comprender esto, es necesario entender el papel de la esclavitud en los inicios de los Estados Unidos. La tarea básica de una revolución burguesa es crear una nación burguesa unificada: en este sentido, la primera Revolución Estadounidense quedó inconclusa. Durante la Guerra de Independencia contra Gran Bretaña, los “padres fundadores”, tanto en el Norte como en el Sur, estuvieron de acuerdo en que las trece colonias estarían mejor fuera del control del Imperio Británico, pero representaban diferentes clases propietarias: la incipiente burguesía del Norte y los terratenientes esclavistas del Sur. En 1776, tanto los capitalistas mercantiles del Norte como la aristocracia hacendada del Sur apoyaron la independencia respecto del sistema imperial británico, y durante varias décadas fue benéfico para ambos convivir bajo la misma economía y el mismo país.
La nueva república no era una asociación equilibrada —la esclavocracia sureña tenía el control—. Sin comprender esto, toda la primera mitad de la historia de Estados Unidos no tiene mucho sentido. El aumento de la producción de algodón en el siglo XIX logró un interés económico común entre los propietarios de las plantaciones del Sur y los banqueros y comerciantes del Norte que se beneficiaron de la exportación de algodón a Gran Bretaña y de su uso en la manufactura de productos. El “poder esclavista” de la Declaración de Independencia y la Revolución Estadounidense fue codificado una década más tarde en la Constitución de EE.UU., que fue escrita en 1787.
Cuando era candidato a presidente, Barack Obama alegó que “la respuesta a la cuestión de la esclavitud ya estaba incrustada en nuestra Constitución”. Esto es una mentira: aunque la Constitución en realidad nunca utiliza la palabra “esclavo”, dio al Sur esclavista más poder, a pesar de que su población crecía a un ritmo mucho más lento que en el Norte libre. La “cláusula de las tres quintas partes” no sólo definía a un esclavo como tres quintas partes de una persona, sino que también daba poder adicional en el sistema electoral a los propietarios de esclavos. Y luego tenemos al Senado, que da a cada estado la misma representación independientemente de su población. Y cuando se redactó la Constitución, el Senado no era elegido. Los sureños ocuparon la presidencia con más frecuencia durante la mayor parte de los inicios de la historia de Estados Unidos. Esto hizo casi imposible abolir legalmente la esclavitud. Así pues, tanto en términos económicos como en términos políticos, la esclavitud fue la piedra angular de los inicios de la república estadounidense.
Con el tiempo, la esclavitud desapareció completamente en el Norte, donde el último estado en abolir la esclavitud fue Nueva Jersey en 1846. A mediados del siglo XIX, el capitalismo del Norte se había desarrollado de tal manera que cada vez estaba más obstaculizado por la esclavocracia del Sur. La envoltura para esta tensión fue a menudo el expansionismo. De las trece colonias originales, los Estados Unidos ya habían crecido ampliamente, especialmente con la compra de Louisiana en 1803. Tanto el Sur esclavista como el Norte capitalista compartían aspiraciones expansionistas. Esto fue llamado más tarde el “Destino Manifiesto”. Pero esta expansión significaba cosas diferentes para cada sección. Los capitalistas y los agricultores del Norte querían extenderse hacia el oeste, lo cual incluía gran parte de lo que entonces se llamaba Oregón —que no era sólo el actual estado de Oregón, sino también gran parte del oeste de Canadá, que era reclamado por Gran Bretaña—. Los norteños querían ampliar el mercado para los productos manufacturados, obtener materias primas, desarrollar un territorio en beneficio del Norte y expandirse hacia los mercados de Asia a través de la Cuenca del Pacífico.
Los esclavistas del Sur querían extender el sistema de esclavitud y profundizar su poder en el país con el fin de garantizar que la esclavitud siguiera existiendo. El crecimiento de la inmigración y la población en el Norte amenazaba con contrarrestar la cláusula de las tres quintas partes, y nuevos estados libres significarían menos poder en el Congreso para los esclavistas del Sur. Por lo tanto, los políticos de ambos lados elaboraron una serie de llamados “compromisos” para mantener el equilibrio entre el Norte y el Sur. Un ejemplo es el Compromiso de Missouri de 1820, que dividió el Territorio de Louisiana en zonas libres y esclavistas.
Apenas entraba en vigor un “compromiso” surgía el siguiente conflicto. En 1861, después de estallada la Guerra Civil, Marx lo explicó:
“La usurpación creciente de la Unión por parte de las potencias esclavistas a consecuencia de su alianza con el Partido Demócrata del Norte es, por así decirlo, la fórmula general de la historia de los Estados Unidos desde comienzos de este siglo. A sucesivas medidas de compromiso corresponde una apropiación progresiva de la Unión transformada de esta suerte en esclava de los propietarios del Sur. Cada uno de esos compromisos marca una nueva pretensión del Sur y una nueva concesión del Norte”.
—“El problema americano en Inglaterra” (1861)
El Partido Demócrata era en ese momento, en el Sur, el principal partido de los esclavistas. En el Norte, comprendía tanto a los comerciantes capitalistas que negociaban con el Sur como a los pobres de las ciudades. En ambas regiones, era completamente racista.
La agricultura del algodón basada en plantaciones es muy dura para el suelo, especialmente en la forma en que se practicaba en el Sur. Por lo tanto, la esclavocracia tenía una constante demanda por nuevas tierras. Muchos sureños querían crear lo que llamaban un “imperio para la esclavitud”, que incluiría gran parte de Latinoamérica y el Caribe, para asegurarse de que siempre existiría la esclavitud en las plantaciones de los Estados Unidos. El poder militar británico era un obstáculo para el deseo del Norte de expandirse al noroeste en Oregón, pero México parecía ser un espléndido bocado para el Sur esclavista.
México después de la independencia
Tanto EE.UU. como México cargaban el sello de las potencias que los colonizaron. La América del Norte británica, incluyendo más tarde a Estados Unidos, se basaba en gran medida en el modelo mercantil de Gran Bretaña, que a mediados del siglo XVIII era una de las economías más dinámicas de Europa y fue el primer país capitalista industrial. En aquel entonces, España era una de las potencias europeas más atrasadas y en bancarrota; ya había malgastado la riqueza que había arrancado de sus colonias americanas. En lugar de desarrollar las fuerzas productivas de la Nueva España, la corona española se centró en apoderarse de la mayor cantidad de oro y plata que pudo de sus colonias, y en enviar estas riquezas a la Península Ibérica. Entre 1808 y 1821, España fue acosada por diversos problemas en Europa y perdió el control de su imperio. Casi la totalidad de sus colonias americanas se independizaron en este periodo, con excepción de Cuba y Puerto Rico, que continuaron siendo colonias españolas hasta que Estados Unidos las tomó en la Guerra Hispano-Estadounidense de finales de la década de 1890.
Quiero referirme por un momento a la esclavitud africana en México. De hecho, los españoles fueron la primera potencia europea en utilizar esclavos africanos en América; las colonias españolas en el Caribe, como Santo Domingo, estaban basadas en la esclavitud. Los primeros esclavos negros llegaron a México con Hernán Cortés, y la esclavitud era importante en los inicios del México colonial —algo que a menudo es ignorado por los nacionalistas mexicanos contemporáneos—. Pero la principal fuente de mano de obra en México eran los campesinos indígenas, no los esclavos africanos, y para el siglo XIX la esclavitud había desaparecido en México. Por lo tanto, con su independencia, México abolió la esclavitud, pero esto fue más un acto simbólico que un acto real —excepto en Texas, como veremos luego—.
Poco después de su independencia en 1821, México estuvo estancado por el legado del colonialismo español, que había dejado al país subdesarrollado, económicamente débil y tremendamente endeudado. México era muy inestable y no tenía un verdadero gobierno central. Sus territorios al extremo sur, incluyendo la actual Guatemala, y sus territorios al extremo norte no se encontraban bajo el control de la Ciudad de México. Entre su independencia en 1821 y 1861, México tuvo 56 presidentes, sufrió varios golpes de estado y enfrentó las invasiones de España en 1829 y Francia en 1838, además de la invasión de EE.UU. en 1846. México, en pocas palabras, no era un estado-nación moderno. Los caciques locales se oponían a un control central y el poder político se alternaba entre los federalistas que estaban a favor de un gobierno descentralizado y los centralistas conservadores que querían dejar el poder en manos del gobierno en la Ciudad de México. Una de las figuras centrales en este periodo fue el aventurero general Antonio López de Santa Anna, quien gobernó México once veces.
Estados Unidos desde hace mucho tiempo tenía sus ojos en Latinoamérica. Un ejemplo de ello fue la Doctrina Monroe de 1823, que indicaba a los países europeos que mantuvieran sus manos fuera del Hemisferio Occidental. México —o Nueva España, como lo llamaron los colonialistas españoles— era particularmente atractivo para Estados Unidos. Al mismo tiempo, Estados Unidos jalaba al norte de México hacia su economía, y el centro de México estaba muy distante. Sólo para dar un ejemplo, uno de los mayores asentamientos en el extremo norte de México era Santa Fe, Nuevo México, y tomaba 60 días para llegar a Santa Fe desde Missouri. ¡Pero para llegar a Santa Fe desde la Ciudad de México se requería de unos seis meses! Como presuntamente dijo el dictador mexicano Porfirio Díaz casi un siglo después, México estaba tan lejos de dios y tan cerca de Estados Unidos.
Texas
Quiero hablar un poco acerca de Texas, porque es muy importante. Para el siglo XIX, España ya había perdido sus territorios en la Florida y Louisiana. En 1819, EE.UU. había firmado un tratado con España, el Tratado de Adams-Onís, que establecía la frontera entre EE.UU. y el territorio español en el Río Sabine, y EE.UU. renunció “para siempre” a cualquier reclamo por Texas —pero España seguía preocupada de que la escasamente poblada parte norte de su territorio permaneciera vulnerable—. Así que para poblar el norte de su territorio, el gobierno español alentó a los norteamericanos angloparlantes, llamados anglos, que eran en su mayoría ciudadanos de Estados Unidos, para que se establecieran en Texas. El recientemente independiente gobierno mexicano siguió la misma política. A estos inmigrantes se les requería convertirse oficialmente al catolicismo, que en ese momento era la única religión legal en México, y la idea era que se hicieran mexicanos. Pero muchos de los inmigrantes tenían muy poca intención de hacerlo. Al contrario, en su mayoría eran sureños que querían extender la esclavitud al máximo posible en el territorio mexicano.
El primer asentamiento anglo a gran escala en Texas fue fundado por Moses Austin y su hijo Stephen. Para 1825, tenía mil 800 habitantes, 443 de los cuales eran esclavos. Pronto, los inmigrantes anglos y los esclavos excedían en proporción de diez a uno a los mexicanos en Texas, aunque es importante tener en cuenta que los indígenas americanos superaban a ambos. Los vínculos entre el extremo norte y el centro de México disminuyeron aún más mientras crecía el comercio con el cada vez más dinámico Estados Unidos, y el gobierno mexicano era demasiado débil para obligar a los estadounidenses en Texas a hacer cualquier cosa.
La esclavitud fue una cuestión muy especial en esta relación. Era ilegal en México, pero era fundamental para la economía de Texas, así como lo era en la economía del Sur de los Estados Unidos. El gobierno mexicano vio en la limitación de la esclavitud una forma de frenar a los colonos, y en repetidas ocasiones reafirmó su oposición a la esclavitud, mientras que en realidad no hacía mucho por limitar su práctica en Texas. En 1829, el presidente mexicano Vicente Guerrero abolió la esclavitud pero permitió a Texas mantenerla siempre y cuando no fueran admitidos más esclavos. Los texanos evadieron incluso esto obligando a sus esclavos a que firmaran los llamados “contratos” con sus amos que prácticamente garantizaban su servidumbre perpetua.
La “Revolución” de Texas:
Golpe de estado proesclavista
Hay mucha mitología sobre lo que se llama la “Revolución de Texas” de 1835-36, en la que Texas se separó de México. Pero en el fondo se trató de una rebelión de los propietarios de esclavos, luchada para garantizar la existencia de la esclavitud. A veces es caracterizada como una reacción a un creciente gobierno central mexicano —esto es lo que me dijeron cuando visité El Álamo hace varios años—. No lo he olvidado. Sin embargo, como el veterano trotskista estadounidense Richard S. Fraser señaló en un estudio no publicado sobre el desarrollo de la opresión de los negros en Estados Unidos: “A los colonos no les importaba qué gobierno se asentara en la Ciudad de México, siempre y cuando se tolerara la esclavitud. Lo que temían era que un gobierno central más fuerte se opusiera más decididamente a su práctica de la esclavitud”. Stephen Austin, uno de los fundadores de Texas, sostuvo: “Texas tiene que ser un país de esclavos”. Y de hecho, como estado, Texas se haría fervientemente proesclavista y se uniría a la Confederación en la Guerra Civil. La Universidad de Texas tiene algo llamado el “Manual de Texas en línea” y describe:
“La Revolución de Texas aseguró a los dueños de esclavos el futuro de su institución. La Constitución de la República de Texas (1836) decía que los esclavos seguirían perteneciendo a sus dueños, que el Congreso de Texas no podría prohibir la migración de dueños de esclavos trayendo con ellos sus propiedades y que los esclavos podrían ser importados de Estados Unidos (pero no de África). Dadas esas protecciones, la esclavitud se expandió rápidamente durante el periodo de la república”.
Muchos de los esclavos en Texas vieron al ejército mexicano durante la llamada “revolución” como un ejército de liberación. Debido a que México había abolido la esclavitud, los esclavos en el Texas independiente escapaban hacia el sur. Como un antiguo esclavo lo puso: “Todo lo que teníamos que hacer era caminar, pero caminar hacia el sur y seríamos libres tan pronto como cruzáramos el Río Grande. En México se podía ser libre”. Por lo menos 4 mil esclavos escaparon a México en las décadas de 1840 y 1850.
Por supuesto, los texanos derrotaron al general Santa Anna en 1836 y ganaron su independencia de facto, aunque fue un tipo gracioso de independencia, porque apenas se independizaron muchos texanos quisieron unirse a Estados Unidos. La esclavocracia quería anexarse Texas, pero hacerlo amenazaba con desequilibrar el balance entre el Norte y el Sur y también con provocar una guerra con México, que no reconocía la independencia de Texas.
“Destino Manifiesto”
Ahora, como he mencionado antes, había un expansionismo compartido tanto por el Norte como por el Sur. A esto se le llamaba Destino Manifiesto, la idea de que dios tenía un plan exclusivo para los norteamericanos blancos, angloparlantes y protestantes de conquistar y “civilizar” toda América. Para la década de 1840, la esclavocracia y los capitalistas norteños estaban cada vez más en desacuerdo sobre la naturaleza de este destino, de este expansionismo. Para el Norte, estaba vinculado al crecimiento del capitalismo, la expansión del trabajo libre y los mercados y mayor influencia en el Congreso. Oregón, como he mencionado, era muy importante. Para el Sur, el expansionismo significaba extender el alcance de la esclavitud y el fortalecimiento de su poder en el gobierno. Mientras más se expandía el país, mayores se hacían las tensiones entre la esclavitud y el capitalismo.
En esos momentos, Texas continuaba siendo un pararrayos. Muchos sureños estaban preocupados de que Gran Bretaña intentara hacer de Texas un estado cliente y que aboliese allí la esclavitud. James Polk, un demócrata sureño, fue elegido presidente en 1844 como defensor militante del Destino Manifiesto. Polk, al igual que muchos presidentes de Estados Unidos, fue un representante de la esclavocracia: él era dueño de una plantación de 920 acres y de 34 esclavos —19 de ellos fueron comprados mientras era presidente de los Estados Unidos—. Según el historiador Joseph Wheelan, fue “un esclavista empedernido” que “como parlamentario se había puesto constantemente del lado de los intereses del Sur para impedir los intentos de interferir con la esclavitud” (Invading Mexico: America’s Continental Dream and the Mexican War, 1846-1848 [La invasión de México: El sueño continental de Estados Unidos y la Guerra Mexicana, 1846-1848], 2007). En su campaña presidencial, Polk se comprometió a expandirse hacia Oregón y anexar Texas. En 1845, bajo esta presión, el presidente saliente John Tyler —otro propietario de esclavos de Virginia— anunció la anexión de Texas.
Esto fue una provocación tanto contra México como contra los estados libres del Norte y daría lugar a una guerra con cada uno. El pretexto para invadir México fue la frontera entre México y Texas. La frontera entre Texas y el resto de México siempre había sido el Río Nueces, pero después de la anexión de Texas, Estados Unidos reclamó que la frontera era el Río Bravo del Norte (llamado el Río Grande en Estados Unidos), que está a unos 260 kilómetros al sur. Esto no sólo significaba hacer más grande a Texas, sino que también ampliaba la demanda de EE.UU. hacia gran parte de Nuevo México, lo que concretamente significaba la posibilidad de crear varios estados esclavistas más. En sus Memorias Personales, el expresidente Ulysses S. Grant, que luchó en México, sostuvo: “El hecho es que, los anexionistas querían más territorio del que podían reclamar, como parte de la nueva adquisición”.
La invasión
EE.UU. provocó una guerra con México estacionando tropas en esta zona en litigio y, luego, cuando un soldado estadounidense resultó muerto, alegó que, en palabras de Polk, “sangre estadounidense ha sido derramada en suelo estadounidense”. Ésta fue la primera en una lista de mentiras que han sido utilizadas por EE.UU. para justificar invasiones en diferentes países —el USS Maine (Cuba), el Golfo de Tonkin (Vietnam) y más recientemente las supuestas “armas de destrucción masiva” (Irak)—.
En la guerra, EE.UU. tenía una estrategia de acción triple. Stephen Watts Kearny invadió el oeste, tomando Nuevo México y California (esta última con John C. Frémont). Zachary Taylor invadió el norte de México, ocupando Monterrey, y Winfield Scott invadió la Ciudad de México desde el puerto de Veracruz. Polk deseaba una guerra corta; temía que si la guerra duraba demasiado, Taylor y Scott, que eran whigs, se harían demasiado populares. Sin embargo, la guerra duró más de lo esperado, ya que México no se rindió hasta que fue obligado. El himno de la infantería de marina aún celebra esta invasión, afirmando el poder de EE.UU. en los “Salones de Moctezuma”, es decir, en la Ciudad de México.
La guerra sirvió como un campo de pruebas para futuros líderes militares de la Guerra Civil y fue la primera guerra donde los graduados de West Point desempeñaron un papel clave. Desde Robert E. Lee y Stonewall Jackson por el lado de la Confederación hasta George McClellan y U.S. Grant por la Unión, la mayoría de los oficiales al mando en la Guerra Civil habían luchado en la invasión a México.
Muchos de estos oficiales tenían puntos de vista muy distintos sobre la guerra. En el caso de Grant, luego llamaría a la guerra “una de las más injustas que haya emprendido una nación fuerte contra otra más débil”. Para usar un ejemplo, está la ciudad norteña de Monterrey, que fue ocupada durante casi dos años. El historiador Miguel Ángel González Quiroga describe cómo “la ciudad fue objeto de una furiosa embestida, diferente a cualquiera vista antes o después. La lucha dejó desolación y ruina que convirtieron a la ciudad, según palabras de un testigo presencial, en un gran cementerio”.
A pesar de que México tenía un ejército más numeroso, EE.UU. ganó la guerra. Esto no fue un reflejo del Destino Manifiesto, sino de la organización superior y mayor riqueza de Estados Unidos. Por cierto, Karl Marx pensaba que Estados Unidos había ganado a pesar de sus líderes. Marx llamó al general Scott “un vulgar, mezquino, nada talentoso, criticón, canalla envidioso y farsante”. El ejército mexicano estaba lleno de oficiales; en algún momento, Santa Anna comandaba un ejército de 24 mil oficiales y sólo 20 mil soldados. Según la historiadora Josefina Zoraida Vázquez, las “condiciones del ejército [mexicano] eran desastrosas, cansado, mal alimentado y sin armamento, era numeroso pero improvisado y enfrentaba un ejército pequeño, pero disciplinado, equipado, alimentado y hasta con sueldo” (De la rebelión de Texas a la Guerra del 47 [1994]). Mencionaré algo sobre EE.UU. Debe señalarse que a muchos irlandeses católicos e inmigrantes alemanes en el ejército de EE.UU. les molestaba el liderazgo protestante, y hubo incluso soldados irlandeses-estadounidenses que desertaron a México, formando el Batallón de San Patricio. Recuerden que durante el siglo XIX, el fanatismo antiirlandés y anticatólico era muy común en EE.UU.
Más aún, el gobierno mexicano estaba dividido; era inestable e incapaz de movilizar los recursos necesarios para frenar a Estados Unidos. Los soldados mexicanos —en su mayoría indígenas y campesinos mestizos— tenían poco incentivo para luchar por una clase terrateniente mayoritariamente blanca de hacendados. Durante la guerra, hubo numerosos cambios de gobierno en México y hubo rebeliones, por ejemplo, en el sur de México. Alrededor de 200 mil personas murieron o fueron desplazadas en la llamada Guerra de Castas en Yucatán en 1848. El ejército mexicano estaba habituado a atacar a otros mexicanos, no a luchar contra ejércitos extranjeros. EE.UU. también tenía mejor artillería. Y para rematar, México era dirigido por el general Santa Anna —que estaba más preocupado en preservar su propio poder que en ganar la guerra—. Y como veremos, la guerra misma no era popular en la parte norte de Estados Unidos.
[CONTINUARÁ]
|
|
|
|
|