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Espartaco No. 35

Junio de 2012

Crisis económica desgarra Europa

¡Abajo la UE!

¡Por unos estados unidos socialistas de Europa!

Este artículo, escrito por nuestros camaradas del Partido Obrero Espartaquista de Alemania, fue publicado originalmente en Workers Vanguard No. 992, 9 de diciembre de 2011.

La crisis económica que se intensifica en Europa —expresión particularmente severa de la crisis capitalista mundial— se desató en la primavera de 2010 cuando los capitalistas financieros globales, temiendo que la fuertemente endeudada Grecia se declarara incapaz de pagar sus deudas, comenzaron a deshacerse de los bonos del gobierno griego. El temor se ha extendido no sólo a Portugal e Irlanda, sino también a economías mucho mayores, como España e Italia, que también han tenido problemas con el refinanciamiento de su deuda pública. Ahora Francia, que junto con Alemania es central en la Unión Europea (UE), enfrenta la amenaza de ver degradada su propia deuda pública. Los intentos frenéticos de la UE por diseñar nuevos “paquetes de rescate”, así como los vanos llamados a Brasil y China para que colaboren con el rescate, han resultado insuficientes. Un encabezado del servicio de noticias financieras Eurointelligence (22 de noviembre) describe el “choque de trenes en cámara lenta” del euro, la eurozona (que abarca los 17 países de la UE que comparten el euro como moneda común) y acaso la propia UE.

El miedo al “colapso crediticio” que se extiende por Europa ha desestabilizado los mercados financieros internacionales, lo que amenaza con sumir la economía mundial en otra gran desaceleración. Los bancos estadounidenses han estado reduciendo su acervo de bonos gubernamentales europeos, mientras los fondos estadounidenses en el mercado monetario cierran el grifo de dinero que prestan a los bancos europeos, lo cual ha forzado a estos últimos a endurecer sus estándares de préstamo, acaparar capital para sanear sus balances y retirarle el financiamiento a viejos clientes. Con la esperanza de apaciguar a los mercados de bonos, los gobiernos están prometiendo recortes presupuestales incluso más severos. El efecto neto ha sido el “colapso crediticio y la presión sobre la demanda agregada que la recesión impone a Europa” (Economist, 26 de noviembre). Las órdenes industriales en la eurozona cayeron en un 6.8 por ciento en septiembre, el declive más agudo desde diciembre de 2008.

Si bien originalmente los políticos burgueses de Alemania se negaban a admitir la posibilidad de que Grecia se declarara en quiebra, por temor a que ello desestabilizara el euro, ahora la canciller alemana Angela Merkel amenaza abiertamente con expulsar a Grecia de la eurozona. El 5 de diciembre, Alemania y Francia emitieron su primer llamado conjunto a enmendar el tratado de la UE introduciendo una supervisión más centralizada de la eurozona y nuevas sanciones a los países que violen las reglas de la “disciplina presupuestal”.

Durante las últimas semanas, los gobiernos que no eran considerados suficientemente vehementes en su imposición de la austeridad capitalista se vieron groseramente arrojados del poder. En Grecia, el primer ministro George Papandreou del burgués Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK), cuya credibilidad declinaba ante una población enfurecida por los recortes, fue hecho a un lado mediante un golpe político orquestado por líderes de la UE y opositores nacionales, incluyendo miembros de su propio partido, cuando sugirió someter a referéndum las medidas económicas. El nuevo gobierno, que ahora incluye al principal partido de oposición, Nueva Democracia, así como al PASOK y a una pequeña organización infestada de fascistas (LAOS), se comprometió a continuar con el programa de austeridad. Métodos similares se usaron para deshacerse de Silvio Berlusconi en Italia. En España, la furia por las medidas de austeridad del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de José Luis Rodríguez Zapatero llevó a la elección del derechista Partido Popular de Mariano Rajoy.

Lo que les preocupa a todas las alas de la burguesía de los grandes países de la UE no es en absoluto salvar a países como Grecia, sino rescatar sus propios bancos. De lo que se trata en el fondo es de hacer que los obreros y los pobres paguen por la crisis capitalista. Subrayando que Alemania es la potencia dominante de la UE y la que manda, Merkel dictó una línea dura de presupuestos de austeridad a los países deudores que soliciten asistencia. Los gobiernos están metidos en una orgía de recortes al gasto, con despidos de empleados públicos, recortes salariales, reducciones en el gasto de la seguridad social, privatizaciones, etc. En Grecia, los salarios han caído en un 15.4 por ciento, mientras que la tasa oficial de desempleo supera ya el 18 por ciento y en España se acerca al 23 por ciento.

Los trotskistas internacionalistas nos oponemos por principio a la UE y a cualquier otra alianza imperialista. Reconociendo que el euro sería un instrumento de los imperialistas de la UE, nos opusimos a su implementación. También nos opusimos a la extensión de la UE hacia el este, puesto que claramente significaría un aumento de la explotación de los obreros de Europa Oriental. Al mismo tiempo, hemos combatido la discriminación chovinista contra los obreros de Europa Oriental en Europa Occidental.

Como marxistas, entendemos que una alianza o bloque imperialista puede mantenerse unida por un tiempo, pero, dado que el capitalismo se basa en el estado nación, estas alianzas terminan rompiéndose por sus propias contradicciones internas. Nuestra oposición a ellas parte de nuestra oposición básica al capitalismo y al imperialismo. Luchamos por la expropiación de la burguesía mediante la revolución socialista y por una economía planificada internacionalmente que supere los límites del estado nación. ¡Nuestro llamado es por unos estados unidos socialistas de Europa!

Hasta el momento, la clase obrera griega ha llevado a cabo catorce paros generales de uno o dos días tratando de contrarrestar la ofensiva conjunta de los imperialistas europeos y su propia burguesía. Si bien estos paros han dificultado que el gobierno lleve a cabo las medidas de austeridad, los ataques a los empleos y a los estándares de vida son implacables. En Roma, la capital italiana, el 15 de octubre cientos de miles de obreros y jóvenes se manifestaron contra el muy desacreditado gobierno de Berlusconi y las medidas que estaba tratando de introducir, como las privatizaciones y el alza en la edad de retiro. Cuando Berlusconi cayó, los líderes de la oposición liberal apoyaron al nuevo gobierno en nombre de la unidad nacional para llevar a cabo las mismísimas medidas contra las que se habían manifestado las masas un mes antes. En Portugal, un paro general de un día el 24 de noviembre detuvo casi todo el país. Pero la oposición “comunista” minó la lucha de los obreros con un llamado al interés nacional, quejándose de que se estaba “cediendo la soberanía del país” (Junge Welt, 25 de noviembre).

Los líderes sindicales reformistas no pueden conducir una lucha de clases efectiva contra la austeridad capitalista porque apoyan políticamente a la UE y más en general están comprometidos con el orden burgués. Los líderes del grueso de los sindicatos españoles están aliados al PSOE, mientras que en Grecia las principales federaciones sindicales están dirigidas por partidarios del PASOK, es decir, los mismos partidos que hasta hace poco encabezaban la campaña de austeridad en esos países. Los reformistas aceptan la mentira colaboracionista de clase de que los obreros y sus explotadores comparten un “interés nacional” y por lo tanto los obreros deben cumplir con “su parte” de sacrificios cuando la economía estalla. Pero obreros y capitalistas tienen intereses de clase contrapuestos. Los ciclos de auge y caída son endémicos al sistema capitalista y sólo serán eliminados cuando el proletariado tome el poder y le arrebate la propiedad productiva a la burguesía. 

Librar una lucha de clases en Alemania y Francia en solidaridad con los obreros griegos, italianos, españoles y portugueses no sólo ampliaría sus luchas contra la austeridad, sino que también ayudaría a los obreros de toda Europa a liberarse del nacionalismo y a romper con sus propias burguesías. En Alemania, la política de colaboración de clases del Partido Socialdemócrata (SPD) ha desempeñado un papel significativo permitiendo a la burguesía alemana aumentar su competitividad frente a sus rivales. La coalición del SPD con el burgués Partido Verde, que gobernó de 1998 a 2005, fue un instrumento clave para aumentar la competitividad alemana al recortar los salarios, empeorar las condiciones laborales y llevar a cabo ataques al “estado de bienestar”, centralmente a través de una serie de medidas conocidas como las reformas “Hartz”, que redujeron drásticamente los apoyos sociales y de desempleo. El uso de mano de obra eventual aumentó dramáticamente y se creó un inmenso sector mal pagado. Con la cifra media de salarios reales habiendo declinado en un 7.4 por ciento entre 2000 y 2010, hoy 1.4 millones de trabajadores de tiempo completo requieren un apoyo adicional para sobrevivir.

Si bien Alemania ya tiene la mayor economía de Europa, el aumento de su competitividad es lo que le permite mandar en el continente. Es claro que el aumento de la rentabilidad del capitalismo alemán procede directamente de los bolsillos de la clase obrera alemana. Ello señala la conexión que hay entre la lucha contra el imperialismo en el exterior y la lucha contra el dominio capitalista en casa. Sobre todo, lo que hace falta es forjar partidos revolucionarios internacionalistas en Alemania y el resto del mundo que puedan dirigir a las masas obreras en su lucha por las necesidades vitales como parte de la lucha por el poder obrero.

La UE: De alianza antisoviética a consorcio imperialista

Dominada por Alemania y Francia, la UE existe principalmente para avanzar los intereses de estas potencias imperialistas y sus socios menores en la explotación de sus propias clases obreras y para usar a los estados más dependientes, como Grecia y muchos países de Europa Oriental, como sus hoteles de verano o sus patios traseros fabriles con mano de obra barata. Nosotros hemos sido consistentes en nuestra oposición política a la UE y sus predecesores. Así, escribimos en “Los obreros y el mercado común” (WV No. 15, enero de 1973):

“En la era imperialista, las alianzas entre estados capitalistas, incluyendo sus aspectos económicos, están dirigidas contra otros estados, ya sea avanzados o atrasados. El mercado común es esencialmente una alianza inestable entre el capitalismo francés y el alemán sobre la base de las políticas económicas más reaccionarias”.

La UE es una formación frágil expuesta a continuas tensiones producto de la disparidad de intereses nacionales de los imperialistas europeos, que constantemente amenazan con destruirla. No podría ser de otro modo. Pese a que las fuerzas productivas ya hace mucho han superado el marco nacional, el capitalismo es un sistema basado esencialmente en estados nación: cada una de las diversas clases capitalistas nacionales requiere su propio estado para impulsar y defender sus intereses en casa y en el exterior. De ahí que, bajo el capitalismo, la meta de la unión política o de un superestado europeo sea necesariamente reaccionaria y una utopía vacía.

Como escribió Lenin, el dirigente de la revolución proletaria de Octubre en Rusia en 1917:

“Por supuesto que los acuerdos temporales entre los capitalistas y entre las potencias son posibles. En este sentido también lo son los Estados Unidos de Europa, como acuerdo entre los capitalistas europeos... ¿sobre qué? Sólo la forma de aplastar en común el socialismo en Europa y defender en común las colonias de las que se han apoderado por la violencia, contra Japón y Norteamérica”.

—“La consigna de los Estados Unidos de Europa” (agosto de 1915)

Lenin enfatizó que lo que determina en última instancia el reparto de ganancias entre los rivales imperialistas no es otra cosa que la fuerza. Este entendimiento se contraponía al alegato del socialdemócrata alemán Karl Kautsky, cuya fantasía de un “ultraimperialismo” planteaba la solución pacífica de tales conflictos, eliminando la necesidad de la revolución proletaria. Lenin afirmó: “Bajo el capitalismo no hay más recursos para restablecer de tiempo en tiempo el equilibrio roto que las crisis en la industria y las guerras en la política”.

Los orígenes de la Unión Europea se remontan a la década de 1950, cuando, bajo dirección estadounidense, los imperialistas europeos occidentales intentaron estabilizar su alianza contra la Unión Soviética a través de una cooperación económica más estrecha. Resultado de la Revolución de Octubre, la Unión Soviética siguió siendo un estado obrero —basado en la expropiación de los capitalistas y la colectivización de los medios de producción— pese a su degeneración bajo I.V. Stalin. Con una economía planificada, la URSS daba empleos, vivienda, atención médica y educación para todos, en agudo contraste con los saqueos del capitalismo que tan obvios son actualmente. Los trotskistas estuvimos incondicionalmente por la defensa militar de la Unión Soviética frente a los imperialistas, que siempre quisieron destruirla.

Nuestra oposición por principio tanto a la OTAN —la alianza militar posterior a la Segunda Guerra Mundial en contra de la Unión Soviética— como a la UE y sus predecesores estaba ligada a nuestra defensa de la Unión Soviética y los estados obreros deformados de Alemania Oriental (RDA) y Europa Oriental. Con la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética en 1991-92, la función antisoviética de la OTAN y la UE desapareció. La UE siguió siendo un bloque comercial imperialista. Estados Unidos retiene la hegemonía militar, aunque no la misma influencia económica que alguna vez tuvo.

Poco después de la caída del Muro de Berlín en 1989, el presidente francés François Mitterrand hizo que su aprobación de la reunificación alemana, lograda cuando la Alemania Occidental capitalista se tragó la RDA, dependiera de que ambos países accedieran a una moneda común. Esto supuestamente impediría que la Alemania recién fortalecida pasara por encima de otros estados europeos, principalmente Francia. Además, la moneda sería un arma contra la hegemonía internacional del dólar estadounidense. Pero la unidad entre estas dos potencias imperialistas está a su vez cargada de conflicto, como lo han demostrado las disputas sobre cómo lidiar con la actual crisis de la eurozona.

El Tratado de Maastricht de 1992 autorizó la introducción del euro, que se intercambió por primera vez en 1999 antes de que se introdujera como dinero para consumidores en 2002. El Partido Comunista Francés (PCF) originalmente se opuso al tratado, temiendo que llevaría al dominio del imperialismo alemán sobre el francés, es decir, se opuso desde la perspectiva reaccionaria del nacionalismo francés. Posteriormente, el PCF hizo las paces con el euro. Así lo ha hecho también la mayor parte de la izquierda reformista europea, que o bien apoya abiertamente la UE o alega que puede usarse como marco para mejorar la situación de los trabajadores (una “Europa social”).

El precursor de la Liga por la Quinta Internacional y su grupo británico, Workers Power, tomó una posición abstencionista ante el referéndum sobre el tratado de Maastricht en 1992. Les entusiasmó la “carta social” de la UE, con sus promesas vacías de garantizar los derechos obreros, la igualdad sexual y esas cosas, tanto como al Partido Laborista. Workers Power (junio de 1992) afirmó que “los términos del Tratado de Maastricht también pueden ser una base para extender los derechos y conquistas a estados donde la clase obrera nunca los obtuvo o los obtuvo y los perdió” y continúa: “hasta cierto punto los obreros estarán mejor armados para resistir a escala continental cuando entren en vigor los términos de Maastricht”. El grupo francés Lutte Ouvrière (LO) escribió algo parecido en 2005: “Incluso como es, sobre bases capitalistas, con todas las injusticias e insuficiencias que la acompañan, la Unión Europea representa un progreso en algunos aspectos”. Workers Power y LO son kautskianos actuales, lacayos del capital, con una fe conmovedora en el imperialismo “democrático” y sus diversas alianzas.

Sin embargo, también desde los ámbitos burgueses ha surgido oposición a la UE y al euro. Un sector de la burguesía alemana ha sido siempre muy escéptico respecto al euro, creyendo que el imperialismo alemán funcionaría mejor con el Deutsche Mark. Hay fuertes sentimientos anti-UE entre los tories británicos, mientras que diversos grupos fascistas y populistas de derecha se oponen a la UE desde la perspectiva del chovinismo nacional. De hecho, la izquierda reformista le ha cedido la oposición a la UE —que muchos obreros consideran con razón un instrumento de la austeridad capitalista— a la derecha reaccionaria.

El tercer intento del imperialismo alemán de dominar Europa

En una declaración de 1997, la Liga Comunista Internacional afirmó que una moneda común es imposible sin un estado común:

“Controlar la cantidad de dinero dentro de sus fronteras es una de las prerrogativas básicas del estado burgués, necesariamente vinculada a otros instrumentos de la política económica. Un sistema monetario estable basado en el ‘euro’ requeriría restricciones severas y permanentes sobre la recaudación y el gasto público en todos los estados miembros de la UE... Pero como el capitalismo se basa en estados nación particulares, a su vez la causa de las repetidas guerras imperialistas por la redivisión del mundo, es imposible cohesionar un estado burgués paneuropeo estable. Un ‘superestado’ imperialista europeo sólo puede lograrse con los métodos de Adolf Hitler... En caso de cumplirse el proyecto de Maastricht de una moneda europea, no sería sino un episodio breve y lleno de conflictos”.

—“¡Por una Europa obrera! ¡Por la revolución socialista!” (WV No. 670, 13 de junio de 1997)

Ahora estamos ante la primera crisis económica seria desde que esa declaración se escribió, y los conflictos que han surgido en Europa amenazan con llevar rápidamente a la UE al punto de implosión. Detrás de esta fragmentación abierta yacen la inestabilidad estructural del sistema monetario de la UE y el hecho de que esté formada por estados nacionales en competencia con distintos niveles de productividad laboral. Estas diferencias, exacerbadas por la crisis, se han reflejado en los diferenciales de préstamos públicos y tasas de interés de los bonos estatales.

El imperialismo alemán obtuvo grandes ganancias al reducir los salarios en su propio país y mediante la introducción del euro, y no quiere que eso cambie. Durante varios años, Alemania ha manejado un superávit comercial, financiado al costo de una gran deuda pública y privada en otros estados de la eurozona y alentado por el hecho de que la moneda común ayuda a mantener baratas las exportaciones industriales alemanas en toda la eurozona. La burguesía alemana no está dispuesta a reducir su excedente, argumentando que ese problema corresponde a los países con déficit comercial.

Normalmente, cada país tiene su propia moneda, y un país deudor puede conseguir algún alivio y recuperar su competitividad devaluando su moneda. Esto no es posible dentro de una unión monetaria. La burguesía alemana exige a los países deudores que recorten los salarios, las pensiones y programas de seguridad social. Otra propuesta es que el capital alemán preste más fondos a los países más pobres de la eurozona, pero la burguesía alemana se opone vehementemente. En una columna en línea del Financial Times (13 de septiembre) sobre el colapso en la zona del euro, Martin Wolf escribió: “Esto me lo dijo un político italiano influyente: ‘Cedimos las viejas válvulas de seguridad de la inflación y la devaluación a cambio de tasas de interés reducidas, pero ahora ya tampoco tenemos eso’, y, además, ‘sería mejor marcharse que soportar treinta años de dolor’. Esto habla de una pérdida de fe tanto en el proyecto como en los socios”.

Bajo el esquema impuesto por la burguesía alemana, no hay salida para los países deudores como Grecia. Los severos recortes en el gasto público han tenido el predecible efecto deflacionario: la economía griega se ha contraído en un 7.5 por ciento en el último año. Una economía más pequeña significa menos entrada de impuestos, lo que profundiza el déficit y exige más austeridad. Al mismo tiempo, muchos voceros burgueses de todos los colores han emitido alarmas histéricas de cuán mal saldría todo si Grecia abandona la eurozona. Pero eso depende de las condiciones impuestas. Cuando Argentina ligó su moneda al dólar estadounidense, su economía cayó en una profunda recesión y el país entró en bancarrota en 2001. Quienes habían invertido en bonos argentinos perdieron el 70 por ciento de su dinero, desequilibrando los intereses bancarios mundiales. Tras la bancarrota, Argentina separó su moneda del dólar y su economía se recuperó, pero para entonces los salarios ya habían caído en un 30 por ciento.

El ejemplo de Argentina muestra gráficamente que Grecia estaría mucho mejor si se declarara incapaz de pagar y dejara la eurozona, reintroduciendo su propia moneda. Sin embargo, si bien esto puede proporcionar algún alivio a la espiral descendente, dejar la eurozona no aislaría al proletariado griego de la desaceleración económica mundial y la devastación capitalista. En Gran Bretaña (que está en la UE pero no en la eurozona), el gobierno tory de David Cameron está tan comprometido como sus contrapartes del continente en el recorte del gasto. El 30 de noviembre, los obreros del sector público británico estallaron un paro masivo de un día contra las medidas de austeridad, que incluían la amenaza de despidos y la extensión de la congelación salarial. La revolución socialista es la única solución al desempleo, los recortes salariales, la guerra imperialista y otras depredaciones del capitalismo en decadencia.

El eje franco-alemán se tambaleará hasta romperse

Preocupado por la estabilidad de la zona del euro (y la economía francesa) el presidente Nicolas Sarkozy había apoyado originalmente la introducción de eurobonos —un esquema en el cual todos los estados de la zona del euro emitirían bonos en común— o bien que el Banco Central Europeo comprara directamente bonos de gobierno para rescatar a los países en problemas. Pero Merkel no accedió, pues sabía que en última instancia el costo de estos esquemas lo pagaría Alemania. También el gobierno de Obama ha cabildeado para que Merkel ponga más dinero. A fin de cuentas, nada ocurre si no es aceptable para Berlín. Como país acreedor, Alemania subraya la necesidad de balancear el presupuesto y fortalecer el euro (que no es sino el marco alemán travestido), considerando la inflación como el peor de los males. El modo de justificar lo anterior es referirse a dos periodos de inflación en la historia alemana, 1923 y los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, pasando por alto la desastrosa política deflacionaria de principios de los años treinta.

Cuando el presidente de la Comisión de la UE, José Manuel Barroso, propuso introducir eurobonos bajo el nombre de “bonos de estabilidad”, el periódico derechista alemán Bild (23 de noviembre) publicó el encabezado: “Gran Bretaña, Estados Unidos y toda la UE quieren nuestro dinero”. Mientras tanto, en Francia, Jacques Attali, antiguo asesor de Mitterrand, acusó a Alemania de haber arrastrado a Europa a dos guerras suicidas durante el pasado siglo y dijo: “Hoy, nuevamente es el turno de Alemania de sostener el arma con que el continente se va a suicidar colectivamente”. El PCF intervino para criticar a Sarkozy por ceder ante Merkel respecto a la crisis y acusarlo de un “Munich financiero”, una referencia a la decisión que adoptaron Francia y Gran Bretaña en 1938 de no declarar la guerra a la Alemania de Hitler por su ocupación de los Sudetes.

En la cumbre de la UE celebrada a finales de octubre, los jefes de estado de diez naciones ajenas a la zona del euro fueron excluidos de las discusiones respecto a la crisis del euro. Esto produjo una queja del primer ministro británico Cameron, quien señaló que la crisis del euro tendría impacto en otros lugares, incluyendo Londres, uno de los centros financieros del mundo. Sarkozy reprendió a Cameron, que hasta hace poco había sido su camarada de armas en el bombardeo de Libia: “Ha desperdiciado usted una excelente oportunidad de mantenerse callado. Estamos hartos de que nos critique y nos diga qué hacer. Dice que odia el euro y ahora quiere interferir en nuestras reuniones”.

La UE se está despedazando por las tensiones de los intereses nacionales en conflicto, tensiones que también pueden verse en la imposición de restricciones al derecho de paso al interior de la UE, que supuestamente prevé el acuerdo de Schengen. En 2010, cerca de 40 mil personas que intentaban emigrar a la UE fueron detenidas en la frontera. En Holanda, Finlandia, Dinamarca y otros países del norte de Europa, los partidos populistas antiinmigrantes están ganando apoyo, amparados por las chovinistas campañas gubernamentales implementadas bajo la bandera de la “guerra contra el terrorismo” que en su mayor parte se dirige contra los musulmanes. Está en el interés de la clase obrera de cada país luchar por: ¡Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes y refugiados! ¡Abajo la UE y la racista “fortaleza europea”!

El SPD y el Partido de Izquierda: Al rescate del capitalismo

Ante los ataques capitalistas resultantes de la crisis de la UE, el Partido Obrero Espartaquista de Alemania reconoce la urgente necesidad de que la clase obrera europea y especialmente el poderoso proletariado alemán emprendan acciones clasistas. El Primero de Mayo de 2010, el SpAD intervino por: “¡Solidaridad con los obreros griegos!” y por “¡Lucha de clases contra los capitalistas alemanes!” (Spartakist No. 183, mayo de 2010). Los principales obstáculos a esa lucha son los partidos obreros reformistas, el SPD y el Partido de Izquierda, junto con la burocracia sindical y los grupos izquierdistas que se orientan hacia ellos.

En el verano, el SPD salió en apoyo de los eurobonos. Peer Steinbrück, antiguo ministro de finanzas del SPD, explicó las razones en una entrevista con el Spiegel (12 de septiembre):

“Hay que explicarle a la gente que, en esta forma, la UE es la respuesta tanto a 1945 como al siglo XXI, en un mundo dramáticamente alterado, con nuevos pesos pesados, y que Alemania se beneficia de la integración de Europa a los niveles económico, político y social. Y, por supuesto, eso significa que los alemanes tendrán que pagar. Pero será un dinero bien invertido tanto para nuestro futuro como para el de Europa, para la paz y la prosperidad”.

Aquí Steinbrück y el SPD están utilizando el miedo a la guerra, que en buena parte de Europa prevalece como consecuencia de dos guerras mundiales. Para ello hace falta mucha desvergüenza: en 1999, durante la guerra de los Balcanes, un gobierno dirigido por el SPD fue el primero desde la Segunda Guerra Mundial en desplegar tropas alemanas en el extranjero. Las diferencias entre el SPD y Merkel son meramente tácticas y se reducen a determinar cuál es la mejor manera de servir al imperialismo alemán. Su apoyo a los eurobonos refleja su miedo a que las medidas de línea dura de Merkel lleven a la destrucción de la UE, matando quizá de ese modo a la gallina de los huevos de oro de los capitalistas alemanes, que le permitió a los socialdemócratas seguir sentándose a la mesa del capital alemán. El SPD ejemplifica lo que Lenin llamó partido obrero burgués: partidos que, especialmente a través de los sindicatos, conservan una base obrera, pero cuyo programa y dirigencia son totalmente procapitalistas. El SPD enlodó la bandera del internacionalismo obrero al votar a favor de los créditos de guerra para el imperialismo alemán en 1914. Desde entonces, el SPD ha sido un vehemente enemigo de la revolución.

Para muchos izquierdistas y militantes obreros, el Partido de Izquierda —una fusión del partido estalinista que gobernaba la RDA con una escisión del SPD que incluye parte de la burocracia sindical— representa una alternativa al SPD. El Partido de Izquierda puede hablar un poco más sobre la solidaridad con Grecia pero, al igual que el SPD, acepta el marco de la UE y la moneda común mientras argumenta que esa alianza de los ladrones imperialistas debería llevar a cabo más políticas progresistas. Así, el Partido de Izquierda también favorece los eurobonos. Pero, ¿desde cuándo la solidaridad obrera con las masas griegas en lucha consiste en pedirle al gobierno que ofrezca préstamos bancarios con intereses reducidos?

La cara de izquierda del Partido de Izquierda es su vicepresidenta, Sahra Wagenknecht, de la mal llamada “Plataforma Comunista”. Wagenknecht argumenta absurdamente que los presupuestos gubernamentales deben “liberarse de su dependencia respecto a los mercados de capital”. Para ello, quiere que se establezca un banco europeo que ofrezca tasas de interés convenientes. ¡Sólo un socialdemócrata de hueso colorado podría imaginar el presupuesto de un gobierno capitalista independizado del mercado capitalista! Y ya existen en Europa cientos de bancos de propiedad pública; todos ellos juegan siguiendo las reglas del sistema capitalista de ganancia. Los planes reformistas de Wagenknecht son un lavado de cara para el papel que desempeña el Partido de Izquierda en apoyar la explotación capitalista. Este partido entiende de presupuestos de gobierno, pues ya ha participado en los gobiernos de Berlín y otras regiones, que han despedido obreros y recortado el gasto público.

La federación sindical alemana DGB ha gastado mucho dinero, proveniente de las cuotas de sus afiliados, en una campaña de desplegados en la prensa por “¡Sí a Europa! ¡Sí al euro!”. Mientras tanto, la “solidaridad” de los burócratas de la DGB con la clase obrera de Grecia se ha limitado a un par de discursos el Primero de Mayo y quizá una carta de apoyo. No se ha librado una sola lucha contra el gobierno o los capitalistas alemanes, los más vehementes impulsores de las medidas de austeridad que tan duramente han golpeado a la clase obrera griega, portuguesa y de otros sitios.

La misma burocracia sindical socialdemócrata ha contribuido al avance del imperialismo alemán y su papel dominante en la UE al presidir el recorte masivo de los salarios reales. La falsa dirigencia sindical impulsa la mentira colaboracionista de clase de que lo que es bueno para la compañía y Alemania es bueno para los obreros. Más recientemente, los líderes sindicales aceptaron un recorte del 20 por ciento para todos los nuevos empleados de Lufthansa en el nuevo aeropuerto de Berlín. En poco tiempo, esta traición permitirá que Lufthansa baje sus salarios en general. Es urgentemente necesario defender los salarios y las condiciones de trabajo mediante la lucha de clases: ¡Sindicalizar a los no sindicalizados! ¡Salario igual por trabajo igual! ¡Abajo la división entre empleados permanentes, trabajadores contratados y trabajadores eventuales! ¡Una compañía, un sindicato, una escala salarial! ¡Forjar una dirección sindical clasista, ligada a la construcción de un partido revolucionario!

¡Por los estados unidos socialistas de Europa!

En 1929, León Trotsky, entonces líder de la Oposición de Izquierda que luchaba por el bolchevismo auténtico contra la degeneración estalinista de la Unión Soviética y la Internacional Comunista, escribió:

“A través de la Oposición la vanguardia del proletariado europeo les dice a los actuales gobernantes: Para unificar a Europa es necesario, antes que nada, arrancar el poder de vuestras manos. Nosotros lo haremos. Nosotros unificaremos a Europa. Nosotros la unificaremos contra el mundo capitalista hostil. Nosotros la transformaremos en una poderosa base de apoyo del socialismo combativo. Nosotros la convertiremos en la piedra angular de la federación socialista mundial”.

—“El desarme y los estados unidos de Europa” (octubre de 1929)

En conjunción con la conquista del poder por el proletariado en Estados Unidos, Japón y el resto del mundo, los estados unidos socialistas de Europa sentarán las bases para una verdadera división internacional del trabajo en una economía planificada, aumentando así enormemente la productividad de la sociedad. Al establecer la genuina igualdad entre los pueblos de Europa, erradicaría la fuente de las guerras imperialistas que tantas veces han llevado a Europa al borde de la extinción.

La multiétnica clase obrera alemana, con sus diversos componentes de tierras mediterráneas, los Balcanes y Europa Oriental —que con frecuencia traen consigo las tradiciones más combativas de la lucha de clases— cuenta con vínculos vivientes con la lucha de los obreros griegos, así como con los obreros turcos y los kurdos en Turquía y con los de otras partes. La lucha de clases de los obreros alemanes resonaría poderosamente en el proletariado francés y se convertiría en un faro para la clase obrera al nivel mundial. Al centro de nuestra perspectiva como trotskistas está el reforjamiento de la IV Internacional, partido mundial de la revolución proletaria, la tarea que se han asignado la Liga Comunista Internacional y su sección alemana, el SpAD.

 

Espartaco No. 35

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