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Spartacist (edición en español)
Número 35 |
Agosto de 2008 |
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Una reseña
Una biografía de James P. Cannon
Traducido de Spartacist (Edición en inglés) No. 60, otoño de 2007, con una corrección factual menor.
La publicación de una importante biografía de James P. Cannon, uno de los fundadores del comunismo estadounidense y el principal dirigente del trotskismo estadounidense durante sus primeras cuatro décadas, es un acontecimiento significativo para los marxistas revolucionarios. Cannon fue el mejor dirigente comunista producido hasta ahora en Estados Unidos. La Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista) —que tuvo sus orígenes en la Revolutionary Tendency (Tendencia Revolucionaria), una fracción expulsada del Socialist Workers Party (SWP, Partido Obrero Socialista) de Cannon en 1963-1964— reclama a Cannon como un antecesor revolucionario central. Al momento de su muerte en 1974, Cannon era el Presidente Nacional emérito del SWP, el cual había abandonado de facto el programa trotskista más de una década atrás. Pero en sus mejores años, Cannon tenía la evidente capacidad de dirigir a la victoria la revolución proletaria en Estados Unidos.
James P. Cannon and the Origins of the American Revolutionary Left, 1890-1928 [James P. Cannon y los orígenes de la izquierda revolucionaria estadounidense, 1890-1928] de Bryan Palmer, un conocido historiador que actualmente se desempeña como profesor en la Trent University de Canadá, es bastante bueno —mucho mejor de lo que uno esperaría de una fuente favorable pero de cualquier modo académica—. La Prometheus Research Library [PRL, Biblioteca de Investigación Prometeo], biblioteca y archivo del Comité Central de la Spartacist League/U.S., sección de la LCI, estuvo entre las muchas instituciones e individuos que otorgaron ayuda a Palmer durante la preparación de su volumen, como él mismo señala en los “Agradecimientos” del libro.
El volumen de Palmer, de 542 páginas, cubre los primeros años de Cannon hasta su expulsión en 1928 del Partido Comunista y es una adición significativa al material publicado existente sobre la evolución política de Cannon y su papel dirigente en la primera década del comunismo estadounidense, cuando éste atraía a los mejores luchadores obreros estadounidenses y antes de que fuera homogeneizado en el dogmatismo estalinista rígido y no revolucionario. El Partido Comunista se formó con la intención de seguir el modelo de los bolcheviques rusos, que dirigieron la primera revolución proletaria exitosa en el mundo, la Revolución de Octubre de 1917. Entre los que se agruparon en torno a la causa bolchevique en EE.UU. estaba Cannon, un antiguo miembro del Partido Socialista (PS) y la organización sindicalista Industrial Workers of the World (IWW, Obreros Industriales del Mundo).
El estudio de este periodo de la historia de Cannon como comunista es crucial para los revolucionarios no sólo en EE.UU., sino internacionalmente. Como señaló Cannon:
“Del Partido Comunista en Estados Unidos salió el núcleo de la IV Internacional en este país. Por tanto, debemos decir que el periodo temprano del movimiento comunista en este país nos pertenece, que estamos atados a éste por nexos indisolubles, que hay una continuidad ininterrumpida desde los primeros días del movimiento comunista, sus valientes luchas contra la persecución, sus sacrificios, errores, luchas fraccionales y degeneración hasta que al fin resurgió bajo la bandera del trotskismo.”
— Cannon, The History of American Trotskyism [La historia del trotskismo estadounidense] (1944)
Cannon mantuvo el rumbo, convirtiéndose en un dirigente de la IV Internacional cuando ésta se fundó en 1938. Por diversas razones históricas, los trotskistas estadounidenses se convirtieron en un pilar de la IV Internacional. Tenían la ventaja de operar en condiciones de relativa estabilidad, a diferencia de varios otros grupos de la Oposición que fueron aplastados por la represión estatal antes de la Segunda Guerra Mundial y durante ella. Además, Cannon, a diferencia de otras figuras prominentes en la Oposición de Izquierda Internacional (OII) de Trotsky, trajo consigo un grupo de seguidores fraccionales que había trabajado junto durante años al interior del Partido Comunista.
El volumen sólidamente documentado de Palmer ayuda a completar la imagen trazada por la obra clave de historia de los primeros años del movimiento comunista estadounidense del difunto Theodore Draper, publicada en dos volúmenes: The Roots of American Communism (Las raíces del comunismo estadounidense, Nueva York: Viking Press, 1957) y American Communism and Soviet Russia (El comunismo estadounidense y la Rusia soviética, Nueva York: Viking Press, 1960). Aunque fue uno de los muchos ex comunistas que se volvieron anticomunistas, Draper mantuvo, sin embargo, una noción de las preocupaciones y las luchas de los cuadros comunistas. Su investigación contó con la ayuda de Cannon, muchas de cuyas cartas a Draper fueron subsecuentemente escogidas para su publicación como The First Ten Years of American Communism [Los diez primeros años del comunismo estadounidense] (1962). Estas cartas amplían en mayor detalle los recuerdos anteriores de Cannon sobre el periodo, publicadas en los primeros capítulos de The History of American Trotskyism.
Palmer informa que Draper conscientemente minimizó las contribuciones de Cannon a su segundo volumen. Sin embargo, Draper rindió tributo a Cannon al escribir un prefacio a First Ten Years. Explicando por qué la memoria de Cannon sobre los eventos de los años 20 era significativamente superior a la de sus contemporáneos, Draper concluyó: “A diferencia de otros dirigentes comunistas de su generación, Jim Cannon quería recordar. Esa porción de su vida sigue aún viva para él porque no la ha matado dentro de sí mismo.”
La biografía de Palmer complementa los discursos y escritos publicados del propio Cannon, correspondientes al periodo bajo estudio, incluyendo aquellos compilados en Notebook of an Agitator [Cuaderno de un agitador] (1958) y el material, más orientado hacia la vida interna del partido, publicado en James P. Cannon and the Early Years of American Communism, Selected Writings and Speeches, 1920-1928 [James P. Cannon y los primeros años del comunismo estadounidense: Escritos y discursos escogidos, 1920-1928] (1992). Este último volumen fue publicado por la Prometheus Research Library, que adquirió una colección sustancial de material de Cannon de los años 20 durante la preparación del libro.
La introducción de la PRL a James P. Cannon and the Early Years of American Communism señalaba que era muy probable que los archivos de la Internacional Comunista (IC) en Moscú contuvieran documentos adicionales de Cannon de los años 20. Poco después de la contrarrevolución capitalista que destruyó la Unión Soviética en 1991-92, investigadores de la PRL recibieron acceso a los archivos y pudieron hacer copias de documentos, antes inaccesibles, de y sobre Cannon, provenientes de los archivos de la Comintern, el partido estadounidense, la Internacional Sindical Roja (ISR) —también conocida como Profintern— y el Socorro Rojo Internacional. Palmer obtuvo autorización del Archivo Estatal Ruso de Historia Sociopolítica (RGASPI, por sus siglas en ruso) para usar en la investigación de su libro las copias que la PRL había hecho de este material. Las frecuentes referencias que hace Palmer a las actas del Comité Político del Partido Comunista contrastan favorablemente con las biografías de William Z. Foster escritas por Edward P. Johanningsmeier (Forging American Communism, the Life of William Z. Foster [Forjando el comunismo estadounidense, la vida de William Z. Foster, Princeton: Princeton University Press, 1994]) y James R. Barrett (William Z. Foster and the Tragedy of American Radicalism [William Z. Foster y la tragedia del radicalismo estadounidense, Chicago: University of Illinois Press, 1999]). Johanningsmeier y Barrett escriben como si las luchas fraccionales del periodo fueran secundarias al trabajo sindical del partido, lo cual constituye por mucho su principal preocupación.
Palmer también pudo utilizar los James P. Cannon Papers [Documentos de James P. Cannon], depositados por el SWP en la State Historical Society of Wisconsin [Sociedad Histórica Estatal de Wisconsin], así como una cantidad sustancial de materiales documentales sobre los primeros años del comunismo estadounidense proveniente de otras bibliotecas. Palmer recopiló una cantidad impresionante de material que documenta los primeros años de Cannon, sobre los que se conoce poco, y sus actividades en la IWW. La descripción que hace de la dirigencia que dio Cannon a la International Labor Defense [Defensa Obrera Internacional], incluyendo la campaña de años en defensa de los anarquistas Sacco y Vanzetti hasta la ejecución de éstos en 1927, no tiene igual. El retrato de James P. Cannon que pinta Palmer no es fundamentalmente nuevo, pero sí significativamente ampliado.
¿Una “edad de la inocencia”?
Estamos en desacuerdo, sin embargo, con la conclusión de Palmer de que Cannon representaba a la “izquierda revolucionaria en la edad de la inocencia hasta 1928”, libre de “la mundana sapiencia que ha insensibilizado la política de nuestros días al minar la creencia en la posibilidad de efectuar una transformación profunda, descartar la amplia capacidad de la gente de clase obrera de llevar a cabo un cambio material y encerrar la expansividad del radicalismo en diversas acomodaciones liberales al ‘arte de lo posible’”. Palmer le atribuye esta supuesta pérdida de la inocencia a los efectos corruptores y corrosivos del estalinismo.
La corrupción y el rechazo del propósito revolucionario al interior del movimiento obrero estadounidense antedatan a la Revolución Rusa y su degeneración estalinista; el movimiento comunista fue fundado en rebelión contra los socialistas reformistas y los burócratas sindicales que insistían en la política de lo “posible”. El ascenso del imperialismo estadounidense y sus enormes superganancias habían conducido al surgimiento de una aristocracia obrera que dio origen a la particularmente venal burocracia sindical que se encontraba a la cabeza de la American Federation of Labor (AFL, Federación Estadounidense del Trabajo). El marxista estadounidense Daniel De Leon popularizó la descripción de los dirigentes de la AFL como “lugartenientes del capital en el movimiento obrero”, un término que más tarde retomó Lenin. La repulsión que causaban el racismo abierto y el reformista “socialismo de las cloacas” al nivel municipal de Victor Berger y sus congéneres en el heterogéneo Partido Socialista, impulsó a Cannon a salir de sus filas e integrarse a la IWW en 1911, por el camino que con el tiempo lo conduciría al comunismo.
La idea de Cannon como un inocente contradice la descripción escrita por el poeta antillano Claude McKay de la actitud de Cannon en la lucha por liquidar al Partido Comunista clandestino en favor del Workers Party [Partido Obrero] legal en el IV Congreso de la Internacional Comunista en 1922. McKay escribió que Cannon “poseía todo el magnetismo, la astucia, la garra y el arsenal de trucos del típico político estadounidense, pero aquí los utilizó de un modo radical” (A Long Way From Home [Lejos de casa, Nueva York: Arno Press y el New York Times, 1969]).
Cannon era un auténtico dirigente comunista estadounidense. Como señala la introducción de la PRL a Early Years of American Communism: “Si Cannon, sintiéndose en un callejón sin salida en las guerras fraccionales internas, fue capaz de dar el salto en 1928 hacia el entendimiento programático e internacional de Trotsky sobre el estalinismo, se debió en gran medida a que durante el periodo anterior había intentado trazar un curso para el partido basado en el comunismo revolucionario.” Sólo con la ayuda de la fundamental Crítica al borrador de programa de la Comintern de Trotsky, escrita en 1928 (y publicada más tarde como La Internacional Comunista después de Lenin, también conocida en español como Stalin, el gran organizador de derrotas), pudo Cannon separarse del partido en proceso de estalinización para continuar la lucha que había emprendido en su juventud —la lucha para dirigir a los trabajadores estadounidenses hacia la revolución socialista—. La Internacional Comunista después de Lenin fue en los hechos el documento de fundación de la Oposición de Izquierda Internacional. El reclutamiento de Cannon a la OII —junto con buena parte de la fracción que dirigía— fue una validación magnífica de la lucha de Trotsky contra la degeneración de la Revolución Rusa.
Draper contra los historiadores neoizquierdistas
Astutamente, Palmer se dio cuenta de que una biografía de Cannon, que había sido en buena medida ignorado desde que Draper escribiera sus dos volúmenes, sería un modo de trascender el cisma que ha dominado el estudio académico del comunismo estadounidense. Este debate enfrenta a historiadores anticomunistas como Draper y, de forma más activa, los epígonos de Draper como John Earl Haynes y Harvey Klehr, contra historiadores provenientes de la Nueva Izquierda como Maurice Isserman. (Klehr es autor de un estudio importante sobre el PC en los años 30, The Heyday of American Communism [El apogeo del comunismo estadounidense, Nueva York: Basic Books, 1984], mientras que el principal trabajo de Isserman, con el estilo de la Nueva Izquierda, es Which Side Were You On? The American Communist Party During the Second World War [¿De qué lado estabas? El Partido Comunista Estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, Middletown, Connecticut: Wesleyan University Press, 1982].) Klehr, Haynes y sus congéneres, en cuyas manos ha degenerado la profunda investigación de Draper hasta convertirse en un superficial chismorreo anticomunista, retratan al comunismo estadounidense como poco más que una red de espionaje soviética, que desde su creación seguía servilmente los dictámenes del Kremlin relativos a la política exterior. En contraste, los historiadores neoizquierdistas, muchos de los cuales recibieron influencia de sus padres u otros mentores que fueron activistas en el PC estalinizado después de 1928, argumentan que la línea política proveniente de Moscú desempeñaba cuando mucho un papel secundario en lo que era fundamentalmente un movimiento indígena de la izquierda estadounidense.
La introducción de Palmer, basada en un artículo anterior suyo (“Rethinking the Historiography of United States Communism” [Repensando la historiografía del comunismo estadounidense], American Communist History [Historia comunista estadounidense] Vol. 2, No. 2, diciembre de 2003), motiva su biografía de Cannon como una forma de trascender la esterilidad del debate académico al introducir la cuestión de la degeneración de la Revolución Rusa, es decir, del estalinismo. La extensión y profundidad con las que Palmer examina las obras existentes sobre la historia del comunismo estadounidense —tanto fuentes históricas secundarias como memorias de primera mano— es muy impresionante, al igual que la abrumadora cantidad de materiales documentales que domina. Los lectores más casuales encontrarán que las 155 páginas de notas al pie exceden su capacidad, pero la detallada lista de fuentes y sus comentarios sobre ellas serán un importante recurso para los historiadores del comunismo estadounidense por algún tiempo.
Palmer escribe desde el punto de vista de quien simpatiza no con alguna especie de falso “marxismo” académico, sino con la Revolución Bolchevique de 1917 misma. Esta clase de simpatía ha sido inexistente entre los historiadores académicos del comunismo estadounidense, como señaló el propio Palmer en una réplica a sus críticos publicada con anterioridad:
“Casi nadie en los círculos académicos en el año 2003 está dispuesto a reivindicar la tradición bolchevique original. El estudio del comunismo estadounidense no es una excepción. Se evita reconocer los logros colosales y vastamente positivos de la Revolución Rusa de 1917... Los inmensos recursos y la guía programática de este bolchevismo, otorgados voluntariamente a la causa de la única fuerza que podía mantener las conquistas de Octubre —la revolución mundial y sus ejércitos de internacionalismo proletario—, se descartan con nimiedades, como si las motivaciones de la Internacional Comunista en sus inicios no fueran más que la ‘dominación’ y el ‘control extranjero’.”
— Palmer, “Communist History: Seeing It Whole. A Reply to Critics” [La historia comunista vista como un todo. Una respuesta a mis críticos], American Communist History Vol. 2, No. 2, diciembre de 2003
Es, pues, desafortunado que Palmer sitúe a Cannon como dirigente de algo llamado la “izquierda revolucionaria”, presentando al comunismo como parte de un continuo de organizaciones “de izquierda”. Aun precedida por la palabra revolucionaria, “izquierda” tiene únicamente un significado político amorfo y relativo (izquierda contra derecha), sin ningún contenido de clase. En su uso actual, igual que en el histórico, “la izquierda” incluye no sólo formaciones políticas de la clase obrera, sino también partidos burgueses y pequeñoburgueses. Es, por tanto, una noción que incluye la colaboración de clases reformista: la clase obrera es simplemente vista como una parte constitutiva de todas las fuerzas “progresistas”.
La formación del Partido Socialista en 1901 representó el más amplio reconocimiento de que la clase obrera necesitaba su propio partido político distinto de los partidos burgueses; fue constituido a través de la fusión del Social Democratic Party [Partido Socialdemócrata] —que incluía una escisión de los populistas burgueses dirigida por Eugene Debs— con la escisión de Morris Hillquit del Socialist Labor Party [Partido Socialista Laboral] de Daniel De Leon. La formación del movimiento comunista estadounidense representó un gigantesco paso adelante respecto del PS porque reconocía la necesidad de romper no sólo con los partidos burgueses, sino también con las corrientes reformistas al interior de la clase obrera. Cannon escribió:
“El lanzamiento del Partido Comunista en 1919 representó una ruptura no sólo con el viejo Partido Socialista sino, de manera más importante, una ruptura con la concepción entera de un partido en común de revolucionarios y oportunistas. Ello marcó un nuevo inicio para el socialismo estadounidense, mucho más importante históricamente que todo lo que había sucedido anteriormente, incluyendo la organización del Partido Socialista en 1901. No puede haber un regreso al experimento del pasado caduco y desacreditado.”
— Cannon, “Eugene V. Debs and the Socialist Movement of His Time” [Eugene V. Debs y el movimiento socialista de su época], reimpreso en The First Ten Years of American Communism
El uso que Palmer hace del término “izquierda revolucionaria” refleja su incapacidad de hacer una distinción cualitativa entre el comunismo y los movimientos populista radical, socialdemócrata, anarquista y sindicalista que frecuentemente se entremezclaban en la izquierda antes de la Revolución Bolchevique. La disolución que hace Palmer del comunismo —el programa de la clase obrera revolucionaria internacional para el derrocamiento del capitalismo— en la “izquierda” amorfa, es una concesión ante el retroceso generalizado en la conciencia política al que dio lugar la destrucción del primer estado obrero del mundo en 1991-1992. Este retroceso es evidente no sólo en los círculos académicos sino, y particularmente, en el propio movimiento que se dice marxista. Un ejemplo de primer orden es la reseña de Alan Wald del libro de Palmer (“The Story of James P. Cannon, A Revolutionary Life” [La historia de James P. Cannon, una vida revolucionaria], Against the Current [Contra la Corriente], julio-agosto de 2007), que cuestiona la aplicabilidad en el siglo XXI del programa emanado de la Revolución Rusa.
La trascendencia de la Revolución Rusa
La Revolución Bolchevique, en las palabras del “Speech on the Russian Question” [Discurso sobre la cuestión rusa] de Cannon de 1939, “sacó la cuestión de la revolución obrera del reino de la abstracción y le dio realidad de carne y hueso” (Cannon, The Struggle for a Proletarian Party [La lucha por un partido proletario, 1943]). La Revolución Bolchevique confirmó el entendimiento marxista, reafirmado por El estado y la revolución (1917) de Lenin, de que el estado burgués no podía ser reformado para servir a los intereses de los obreros, sino que tenía que ser aplastado y remplazado por un estado obrero, la dictadura del proletariado. Demostró, como deja claro Cannon en la cita anterior, que el proletariado necesitaba un partido de vanguardia disciplinado que se basara en un claro programa revolucionario si había de conquistar el poder estatal. Cannon y los demás fundadores del movimiento comunista estadounidense, muchos de los cuales tenían largas historias en los movimientos sindicalistas y socialistas estadounidenses, dieron un salto político —al menos en sus intenciones— cuando decidieron que la experiencia de la Revolución de Octubre era decisiva. Esto implicaba no sólo reconocer que la revolución en Rusia había triunfado, sino entender que los revolucionarios obreros tenían que aplicar las lecciones de esa victoria al terreno estadounidense.
Esto era más fácil de decir que de hacer, y los malentendidos que consumían al movimiento comunista estadounidense en sus albores —la insistencia en un partido “clandestino”, el llamado a formar sindicatos “revolucionarios” contrapuestos a los sindicatos dirigidos por los reformistas, la negativa a presentar candidatos a puestos parlamentarios burgueses— eran enormes. Estas concepciones erróneas no estaban limitadas al partido estadounidense. En su obra fundamental escrita para el II Congreso de la Internacional Comunista en 1920 y dirigida a las tendencias ultraizquierdistas en Holanda, Gran Bretaña, Alemania y otros lugares, Lenin enfatizó la singular experiencia que condujo a la cristalización de un partido bolchevique de vanguardia en la Rusia zarista:
“¿No sería mejor que los saludos dirigidos a los soviets y a los bolcheviques estuvieran con mayor frecuencia acompañados por un serio análisis de las causas que permitieron a los bolcheviques forjar la disciplina que necesita el proletariado revolucionario?...
“Durante casi medio siglo —aproximadamente desde la década del 40 hasta la del 90 del siglo pasado— el pensamiento progresista en Rusia, oprimido por el zarismo brutal y reaccionario, buscó con avidez una teoría revolucionaria acertada y siguió con el mayor celo y atención cada ‘última palabra’ en Europa y América a este respecto. Rusia llegó al marxismo —la única teoría revolucionaria acertada— a través de las angustias que padeció en el curso de medio siglo de torturas y sacrificios inauditos, de heroísmo revolucionario inaudito, de energía increíble, de búsquedas abnegadas, estudio, ensayos prácticos, desengaños, verificación y comparación con la experiencia europea. Gracias a la emigración provocada por el zarismo, la Rusia revolucionaria, en la segunda mitad del siglo XIX, logró una riqueza de vínculos internacionales y un excelente conocimiento de las formas y teorías del movimiento revolucionario mundial como ningún otro país.
“Por otra parte, el bolchevismo, que había surgido sobre esta base teórica granítica, pasó por quince años de historia práctica (1903-1917), sin parangón en el mundo por su riqueza de experiencias. Durante esos quince años, ningún otro país conoció nada siquiera parecido a esa experiencia revolucionaria, a esa rápida y variada sucesión de distintas formas del movimiento, legal e ilegal, pacífica y violenta, clandestina y abierta, círculos locales y movimientos de masas, y formas parlamentarias y terroristas. En ningún país se concentró, en un tiempo tan breve, tal riqueza de formas, matices y métodos de lucha de todas las clases de la sociedad moderna, lucha que, debido al atraso del país y al rigor del yugo zarista, maduró con excepcional rapidez y asimiló con particular ansiedad y eficacia la ‘última palabra’ de la experiencia política americana y europea.”
— V.I. Lenin, El “izquierdismo”, enfermedad infantil del comunismo (1920)
Durante la segunda mitad del siglo XIX, dos generaciones de intelectuales rusos experimentaron una intensa agitación política en la búsqueda de los medios para derrocar el sofocante yugo zarista. A partir de esta agitación, los más capaces gravitaron hacia el marxismo revolucionario. Estos intelectuales, a su vez, dirigieron al naciente proletariado del imperio zarista en la misma dirección. La escisión de 1903 en la socialdemocracia rusa entre los bolcheviques “duros” de Lenin y los mencheviques “blandos”, originalmente en torno a la estrecha cuestión de cómo definir la militancia en el partido, anticipó la escisión definitiva subsecuente, llevada a cabo por Lenin entre el bolchevismo y el reformismo obrero menchevique en 1912. La importancia clave de una ruptura política y organizativa con el reformismo sólo fue generalizada por Lenin en 1914, cuando llamó —tras el vergonzoso colapso de la II Internacional hacia el socialchovinismo frente a la Primera Guerra Mundial— por una III Internacional. La nueva Internacional fue fundada a principios de 1919, 18 meses después de la victoria bolchevique en Rusia.
La necesidad de romper con el reformismo no era la única lección que los bolcheviques podían enseñar. Los socialdemócratas revolucionarios rusos (los bolcheviques no adoptaron el nombre de “comunistas” sino hasta 1918) habían tenido que encontrar un modo para movilizar al campesinado —la vasta mayoría del imperio zarista— detrás del proletariado. Esto fue crucial para la victoria rusa. También habían tenido que llegar a un enfoque proletario de la cuestión nacional —sólo alrededor del 50 por ciento de la población del imperio zarista era étnicamente rusa—. Si los bolcheviques no hubieran abordado exitosamente estas cuestiones, la Revolución Rusa habría naufragado. El Partido Comunista Polaco, por ejemplo, devino estéril en el periodo de la posguerra por no haber logrado elaborar un enfoque revolucionario del campesinado, y pagó cara su anterior incapacidad para abordar la cuestión nacional polaca.
Lenin habla de la rápida sucesión de condiciones políticas en Rusia que obligó a los bolcheviques a desarrollar diversas tácticas. Había otros lugares en Europa oriental donde las condiciones de atraso material y severa represión significaban que los obreros con inclinaciones marxistas no contaran con el lujo del reformismo parlamentario. Varios de los partidos socialdemócratas de los Balcanes también tuvieron mérito (por ejemplo, el Partido Socialista “Estrecho” búlgaro de Dimitar Blagoev, así como los socialdemócratas serbios, que fueron los únicos partidos en países beligerantes, además de los bolcheviques, que votaron en contra de los créditos de guerra desde el inicio de la Primera Guerra Mundial). En contraste, la relativa estabilidad democrático-burguesa que había prevalecido desde antes de la guerra en el mundo de habla inglesa redujo la posibilidad de que los revolucionarios trascendieran las divisiones entre el populismo radical, el anarcosindicalismo y el socialismo parlamentario, como hicieron los bolcheviques.
Palmer entiende que la abrumadora autoridad de la que disfrutaban los bolcheviques en los primeros años de la Internacional Comunista provenía del hecho de que tenían mucho que enseñar, pero da poca importancia a la sustancia de esas lecciones. No incluye, por ejemplo, ninguna discusión en torno al hundimiento de la II Internacional en el socialchovinismo cuando empezó la guerra. Es en este contexto que el uso que hace Palmer del término “izquierda revolucionaria” sirve más para confundir que para esclarecer la evolución política de quienes habrían de fundar el comunismo estadounidense, pues contribuye a su insistencia de que los años 20 fueron una “edad de la inocencia”.
No toda la corrupción vino de Moscú
Palmer no simpatiza únicamente con la Revolución de Octubre, sino también con la lucha de Trotsky contra su degeneración estalinista. Dicha degeneración emanó de la absoluta devastación a la que había sido sometida Rusia, ya de por sí atrasada económicamente, como resultado de la Primera Guerra Mundial y la sangrienta Guerra Civil que estalló unos cuantos meses después de que los bolcheviques tomaran el poder. El proletariado que había hecho la revolución fue diezmado y sus mejores elementos fueron integrados al Ejército Rojo y a la administración del partido y del estado. Las condiciones de gran escasez material produjeron fuertes presiones objetivas hacia el burocratismo, lo que tuvo un impacto tanto en el partido como en el estado. A esto se sumó el aislamiento del joven estado obrero, que se sintió especialmente tras la derrota de una oportunidad revolucionaria en Alemania en 1923. En medio de la profunda desmoralización que embargó al proletariado soviético, una creciente casta burocrática le arrebató el poder político a la clase obrera, amañando descaradamente las elecciones para delegados a la XIII Conferencia del partido soviético en enero de 1924 y ahogando, en consecuencia, la voz de la Oposición bolchevique dirigida por Trotsky. Aunque una descripción de este proceso está fuera del marco de su libro, Palmer correctamente indica que la adopción del dogma del “socialismo en un solo país”, promulgado por primera vez por Stalin a fines de 1924, desempeñó un papel clave en el abandono por parte de la IC de su propósito revolucionario.
La degeneración de la Revolución Rusa fue un proceso que comenzó en 1924, pero no se acabó allí. Palmer hace una distinción acertada entre el programa y los principios revolucionarios que caracterizaron las decisiones de la Internacional Comunista entre 1919 y 1922 y los zigzagueos de la IC en degeneración entre 1924 y 1928, primero bajo Zinóviev y más tarde bajo Bujarin. Como escribió Palmer en su anterior ensayo en American Communist History, “La Comintern estaba investida de una poderosa y justificada autoridad, pero no era vista, antes de 1923, como una especie de ‘deidad sacrosanta’” (“Communist History: Seeing It Whole. A Reply to Critics”).
Palmer entiende que la defenestración de Bujarin en 1929 y el viraje en la política nacional de Stalin hacia la colectivización forzosa del campesinado —ante la inminente amenaza contrarrevolucionaria por parte de los kulaks (los campesinos más ricos), envalentonados por las políticas conciliadoras de Stalin-Bujarin— dictaron el aventurerismo estéril y sectario del “Tercer Periodo” de la Comintern entre 1928 y 1934. Durante el Tercer Periodo, todos los partidos (y no sólo el estadounidense) abandonaron los sindicatos dirigidos por reformistas para construir sindicatos “revolucionarios”. Un útil registro documental de la degeneración de la IC puede encontrarse en los dos volúmenes de Helmut Gruber, un profesor de historia (ahora emérito) en la Polytechnic University de Brooklyn, Nueva York: International Communism in the Era of Lenin (El comunismo internacional en la era de Lenin, Ithaca, Nueva York: Cornell University Press, 1967) y Soviet Russia Masters the Comintern (La Rusia soviética domina a la Comintern, Garden City, Nueva York: Anchor Books, 1974).
La adopción de la política del frente popular en el VII Congreso Mundial de la IC en 1935, el cual ordenó que los partidos comunistas buscaran alianzas de colaboración de clases con las alas supuestamente “democráticas” y “antifascistas” de la burguesía, marcó el descenso final de la Internacional Comunista hacia el reformismo, aunque hubo un breve periodo de retórica izquierdista durante el pacto Hitler-Stalin de 1939 a 1941. En 1943, Stalin sepultó ignominiosa y formalmente a la IC, viendo en ella un lastre a la continuación de su alianza de la Segunda Guerra Mundial con los imperialistas “democráticos”. La mayor parte de los partidos comunistas mantuvieron su lealtad hacia Moscú hasta los años 70, lo que no los hacía muy deseables como socios gubernamentales a los ojos de las burguesías imperialistas. Sin embargo, la participación de los partidos comunistas en Francia e Italia en gobiernos de frente popular en la secuela de la guerra desempeñó un papel clave para evitar la revolución proletaria en esos países.
Entender este proceso de degeneración programática y su relación con las luchas que tenían lugar en el partido ruso es el punto de partida para cualquier estudio serio de la historia comunista. Si la descripción que hace Palmer de este proceso de los años 20 tiene algún defecto, es el desmedido énfasis que pone en el proceso de bolchevización y en lo que él llama “el apetito de Zinóviev por el centralismo burocrático”, en vez de ponerlo en la desviación política respecto del programa revolucionario.
Palmer insiste en que fueron la “burocratización y la estalinización triunfante de la Comintern” las que marcaron “el fin de la inocencia de la izquierda revolucionaria en 1928”. Palmer hace caso omiso de las muy reales presiones objetivas en EE.UU. que también alejaban al partido de su propósito revolucionario. De hecho, ningún partido de la Comintern degeneró simplemente bajo la influencia de Moscú, sino que hubo una codegeneración a lo largo de los años 20. Aunque los aspectos específicos eran muy diferentes en la Unión Soviética, las mismas presiones objetivas subyacentes afectaron a los cuadros de los partidos comunistas en Occidente: el reflujo de la oleada revolucionaria que siguió a la Primera Guerra Mundial y la estabilización del mundo capitalista tras la derrota de la Revolución Alemana de 1923. La relativa falta de oportunidades revolucionarias está detrás tanto de la degeneración de la Revolución Rusa como de la corrupción de los partidos nacionales de la Comintern, como reconoció Cannon:
“El partido recibió influencias de dos lados —el nacional y el internacional—, esta vez adversas en ambos casos. Su declive y degeneración en este periodo, no en menor medida que su ascenso previo, no deben ser adjudicados principalmente a factores nacionales o internacionales por separado, sino a la combinación de ambos. Esta combinación de influencias, que en esa época empujaba hacia el conservadurismo, ejerció una presión aplastante sobre el Partido Comunista de Estados Unidos, que aún se encontraba en la infancia.
“Era difícil ser un revolucionario activo en EE.UU. en esos días, sostener una agitación que no recibía respuesta, repetir consignas que no encontraban eco. Los dirigentes del partido no fueron grotescamente corrompidos por los beneficios personales de la prosperidad general; los afectó indirectamente el mar de indiferencia que los rodeaba...
“El partido se volvió receptivo a las ideas del estalinismo, que estaban saturadas de conservadurismo, porque los propios cuadros del partido estaban cediendo inconscientemente a su propio ambiente conservador.”
— Cannon, The First Ten Years of American Communism
Los años formativos de Cannon
Cannon escribió poco acerca de su juventud y de su crianza en Rosedale, Kansas (ahora parte de Kansas City), pero Palmer sacó a la luz cuanto pudo acerca de sus padres y su familia, inmigrantes irlandeses de origen obrero. Su madre Ann, quien murió cuando Cannon tenía 14 años, era la segunda esposa de su padre. Palmer ha logrado desenmarañar las relaciones de Jim Cannon con sus cinco hermanos y hermanastros, las cuales eran bastante poco conocidas antes. El padre de Cannon, John, sólo tenía trabajo intermitentemente, pero el joven Jim algunas veces lo acompañaba a trabajar en los oficios de la construcción. El pulgar derecho de Cannon fue aplastado en un accidente en el sitio de trabajo de su padre, lo que resultó en la amputación de la parte superior del dedo. Cannon rara vez mencionaba esta pequeña deformación.
Más tarde, el padre de Cannon dejó la clase obrera para abrir una oficina de seguros y un negocio de bienes raíces. Palmer insiste en que, en su vida posterior, Cannon embelleció las credenciales proletarias de su padre. En cualquier caso, su padre fue quien lo ganó a la política socialista, y su educación fue típica del proletariado inmigrante irlandés: Jim abandonó la escuela a los 13 años para trabajar primero en una empacadora de carne, más tarde en el ferrocarril y posteriormente en la industria de la impresión. Solía pasar el tiempo en billares y bares con otros jóvenes obreros irlandeses. Palmer utiliza la obra de ficción semiautobiográfica inédita de Cannon —escrita en los años 50— para esclarecer su juventud temprana y sus actitudes sociales. Dada la escasez de otras fuentes, esto probablemente tiene su mérito. Uno puede imaginarse, sin embargo, al muy reservado Cannon avergonzándose ante algunas de las suposiciones de Palmer.
Lo que resulta inusual de la juventud de Cannon es que a los 17 años, cuando ya se mantenía a sí mismo y vivía solo, decidió regresar a la escuela preparatoria (high school). Cannon había simpatizado con el socialismo desde que participó en la campaña de 1906-1907 en defensa de los dirigentes de la Western Federation of Miners [Federación Occidental de Mineros], William Haywood “Big Bill” y Charles Moyer, falsamente acusados de asesinato. Sin embargo, Cannon no se unió al Partido Socialista sino hasta 1908, poco después de matricularse en la escuela preparatoria. Cannon encontró difícil mantenerse a sí mismo y asistir a la escuela; cursó sólo tres años y no se graduó. Palmer adquirió los anuarios de la escuela Rosedale High correspondientes a los años relevantes, obteniendo así detalles del paso de Cannon por la preparatoria y una fotografía del joven como parte de la Sociedad de Debates de Rosedale en 1910.
Cannon estudió seriamente oratoria en la preparatoria y se convirtió en un poderoso orador público. Tras dejar la preparatoria, Cannon se unió a la organización Industrial Workers of the World en 1911 y cultivó su habilidad oratoria como agitador callejero en Kansas City y posteriormente como wobbly (como se conocía a los militantes de la IWW) itinerante. Más tarde, en el Partido Comunista, Cannon era muy solicitado como orador. Cannon podía explicar complejos conceptos políticos en lenguaje fácilmente comprensible, como lo demuestra ampliamente el material incluido en Notebook of an Agitator; era un propagandista comunista sobresaliente.
Una joven maestra, Lista Makimson, era la mentora de la sociedad de debates. Ella y Cannon desarrollaron una relación romántica mientras él aún se encontraba en la preparatoria y se casaron en 1913. Palmer refuta el mito de que Lista era mucho mayor que Cannon: le llevaba sólo siete años. La relación de Cannon con una mujer mayor, al igual que su militancia en la IWW, donde la agitación a favor de ideas no conformistas se traslapaba con el radicalismo obrero, contradice la afirmación de Palmer de que Cannon “parecía encarnar una extraña fusión de nociones tradicionalistas y victorianas acerca de las relaciones entre géneros y de la sexualidad con un desdén bohemio y vanguardista por las posesiones materiales y los adornos del dinero”.
Cannon ciertamente desdeñaba las posesiones materiales. También era reservado, especialmente en lo que respecta a cuestiones sexuales, al igual que muchas personas de su época. Se movía, sin embargo, en círculos bohemios, y el propio Palmer narra cómo Cannon recordaba con entusiasmo un discurso sobre el “amor libre” de la anarquista Emma Goldman. Jim y Lista se casaron únicamente porque parecía que él habría de pasar seis meses en la cárcel por sus actividades sindicales; más tarde tuvieron dos hijos. Cannon dejó a Lista en 1923 por su camarada comunista Rose Karsner, quien se convirtió en su compañera de toda la vida. Él y Rose se casaron sólo al final de sus vidas, cuando lo consideraron necesario para obtener todos los beneficios de la seguridad social. Esto no tiene nada que ver con “nociones victorianas acerca de las relaciones entre géneros”.
La queja de Palmer de que Cannon practicaba una “monogamia convencional” y de que “nunca se involucró verdaderamente con la política de género potencialmente transformadora de un enfoque feminista combativo de la esfera personal” revela más sobre la presunción posmoderna de los medios académicos que sobre Cannon. El libro A Covert Life: Jay Lovestone, Communist, Anti-Communist, and Spymaster (Una vida encubierta: Jay Lovestone, comunista, anticomunista y jefe de espías, Nueva York: Random House, 1999), de Ted Morgan, resulta más una columna de chismes ampliada que un intento serio de examinar la vida de este aventurero sin principios, que se arrimó en su juventud al movimiento comunista sólo para convertirse más tarde en un agente de la CIA. Sin embargo, la vida privada de Lovestone, desenterrada por Morgan, demuestra que la renuncia a la “monogamia convencional” está lejos de ser el camino a una “política de género transformadora”, lo que sea que quiera decir eso.
Cannon fue elegido delegado por Kansas City a la VII Convención Nacional de la IWW en 1912. Allí llamó la atención del legendario dirigente wobbly Vincent St. John, quien posteriormente lo mandó de gira como organizador itinerante. Palmer escribe: “Más que ningún otro individuo por sí solo, St. John puso a Cannon en el camino a convertirse en un revolucionario profesional.” Palmer descubrió muchas cosas nuevas y su libro es extraordinario en su recuento de la vida de Cannon como wobbly. Cannon fue a Newcastle, Pensilvania, donde ayudó a producir Solidarity [Solidaridad], periódico de la IWW. De ahí, a principios de 1913, St. John envió a Cannon a Akron, donde había estallado una huelga entre los obreros del caucho, tanto nativos como inmigrantes, para organizar un sindicato. Según Palmer, “Cannon se convirtió en una de las figuras centrales de la IWW, escribiendo para la prensa rebelde, recaudando fondos y llevando la lucha de los trabajadores de Akron más allá de las fronteras de Ohio.” Con la derrota de la huelga de Akron, Cannon estuvo activo en una huelga manufacturera en Peoria (donde se casaron él y Lista). Palmer escribe que para finales del verano de 1913, “Cannon era uno de los únicos 16 agitadores wobblies reconocidos por la Junta Directiva General de la IWW como poseedores de ‘credenciales voluntarias’ como organizadores itinerantes.” De Peoria, Cannon pasó a Duluth para organizar una huelga de obreros portuarios inmigrantes que manejaban el mineral de hierro. En esa ocasión, Cannon estaba esencialmente a cargo de los esfuerzos de la IWW, trabajando con el famoso Frank Little.
Palmer escribe que el matrimonio de Lista con Cannon impidió que ésta continuara trabajando en Rosedale High. En consecuencia, Cannon se vio obligado a regresar a Kansas City en el otoño de 1913. Allí trabajó en un periódico sindicalista local, The Toiler [El Trabajador], y ayudó a dirigir una importante batalla por la libertad de expresión, aunque debido a sus responsabilidades domésticas se mantuvo fuera de la primera línea para evitar ser arrestado. Se convirtió, como lo pone Palmer, en “un miembro de lo que algunos wobblies, de manera bastante condescendiente, llamaban ‘la reserva doméstica’”. Palmer dice que Cannon se encontraba cada vez más desilusionado a medida que los wobblies se concentraban más en organizar a los trabajadores rurales que al proletariado industrial; su desilusión fue aún mayor por la falta de una campaña de defensa coordinada para contrarrestar las redadas estatales y los arrestos que golpearon a los wobblies tras el ingreso de EE.UU. en la Primera Guerra Mundial en 1917. Palmer concluye que “los años de guardia doméstica y como wobbly desilusionado estuvieron pues entre los peores de la vida de Cannon, mientras que su año como vagabundo rebelde, inmerso en las luchas de clases turbulentas de su época, fue el periodo de sus recuerdos más queridos y de cuyos logros estaba más orgulloso.”
La fundación del comunismo estadounidense
La Revolución de Octubre fue lo que impulsó a Cannon de nuevo por el camino para convertirse en un revolucionario profesional. Al ver cómo la acción del estado burgués aplastaba a la “antipolítica” IWW mientras un partido marxista disciplinado dedicado a la actividad política dirigía una revolución proletaria exitosa en Rusia, Cannon volvió a ingresar al Partido Socialista para unirse a su ala probolchevique en desarrollo. Palmer agrega sólo algunos detalles nuevos al recuento del papel de Cannon en la fundación del movimiento comunista estadounidense, dividido al inicio en dos partidos —el Communist Party of America [Partido Comunista de Estados Unidos] y el Communist Labor Party [Partido Comunista Laboral]—, ambos dominados por el ultraizquierdismo.
Cannon, uno de los pocos radicales nacidos en Estados Unidos que se unieron al mayoritariamente inmigrante movimiento comunista y uno de los muy pocos con experiencia real en luchas obreras, estuvo entre los primeros en asimilar las lecciones de la obra de Lenin El “izquierdismo”, enfermedad infantil del comunismo. Desde el principio, Cannon se opuso a la insistencia —de tenor de “sindicalismo paralelo”— de los comunistas estadounidenses por la formación de sindicatos revolucionarios, y rápidamente alcanzó prominencia en la lucha contra quienes creían que el partido debía ser clandestino por principio. Fue nombrado editor del Toiler [Trabajador], con sede en Cleveland, que más tarde se convertiría en el Daily Worker. Cannon fue presidente del Workers Party [Partido Obrero], que operaba abiertamente, cuando éste se fundó en diciembre de 1921. (El partido cambió su nombre a Workers [Communist] Party en 1925 y a Communist Party en 1929.)
Irónicamente, la campaña de la Comintern contra el ultraizquierdismo que infectaba a los jóvenes partidos comunistas condujo a la revocación de una posición correcta que había sido adoptada por algunos sectores del movimiento comunista estadounidense: la oposición a presentar candidatos a puestos ejecutivos. El programa adoptado por el United Communist Party (UCP, Partido Comunista Unificado) en su fundación en mayo de 1920, reafirmando una posición del manifiesto de septiembre de 1919 del Communist Party of America, declaraba:
“El United Communist Party participa en las campañas electorales y la acción parlamentaria únicamente con el propósito de hacer propaganda revolucionaria. La nominación a puestos públicos y la participación en elecciones están limitadas a los cuerpos legislativos, como el congreso nacional, las legislaturas estatales y los ayuntamientos.”
— Programa del UCP, reimpreso en Revolutionary Radicalism [Radicalismo revolucionario], Informe de la Comisión Lusk al Senado del Estado de Nueva York, presentado el 24 de abril de 1920
Esta posición indicaba una sana y correcta repulsión hacia la práctica ultrarreformista del Partido Socialista, entre cuyas filas había 56 alcaldes y 22 funcionarios policiacos en 1912. El programa del UCP, sin embargo, declaraba erróneamente que los representantes comunistas electos a los cuerpos legislativos “no introducirán ni apoyarán iniciativas de reformas”.
Como señalamos en este mismo número (ver: “¡Abajo los puestos ejecutivos!”, página 22), en la lucha contra los ultraizquierdistas en el II Congreso se perdió la distinción entre los puestos ejecutivos y legislativos. En la secuela del II Congreso, con sus contradictorias tesis sobre el parlamentarismo, el apartado [del programa del UCP] contra la participación en elecciones a puestos ejecutivos —evidentemente una posición impulsada en particular por C.E. Ruthenberg— se volvió objeto de debate en el partido estadounidense. Al año siguiente, en el periodo que precedió a la fundación del Workers Party en diciembre de 1921, los comunistas de la Ciudad de Nueva York presentaron a Ben Gitlow como candidato a alcalde. Cannon desempeñó un papel importante en motivar y orquestar esta campaña. Un documento de la Comintern escrito para la convención del partido clandestino en agosto de 1922 declaraba: “Los comunistas deben participar como revolucionarios en todas las campañas electorales generales, municipales, estatales y al Congreso, así como en las presidenciales” (“Next Tasks of the Communist Party in America” [Las próximas tareas del Partido Comunista en Estados Unidos], impreso en Reds in America [Rojos en Estados Unidos, Nueva York: Beckwith Press, 1924]).
Cinco meses después de la fundación del Workers Party, Cannon partió hacia Moscú para desempeñarse como representante estadounidense al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (CEIC). Su estancia de siete meses en la Rusia soviética fue una experiencia crítica para profundizar su entendimiento del bolchevismo y de la importancia de la Internacional Comunista. También le proporcionó un estándar para medir más tarde la degeneración de la Comintern. En una carta de 1955 a Draper, citada por Palmer, Cannon recordó:
“Ya no servía para nada en misiones en Moscú después de mi primer viaje en 1922. En ese entonces todo se hacía abiertamente y sobre la mesa. Ambas partes presentaban en un debate abierto una cuestión política claramente definida, que se resolvía frontalmente, sobre bases políticas, sin discriminación o favoritismo hacia las fracciones involucradas, y sin razones encubiertas que surgieran de cuestiones internas rusas que motivaran las decisiones y determinaran la actitud hacia los dirigentes de las fracciones contendientes. Ésa era la Comintern de Lenin y Trotsky, y trabajé bien allí. Después de 1924, sin embargo, todo fue diferente.”
— Cannon, The First Ten Years of American Communism
Palmer agrega detalles nuevos y en ocasiones fascinantes en su descripción de las actividades de Cannon en Moscú. El discurso de Cannon de noviembre de 1922 a la Comisión Estadounidense (ver: “Queremos que la Comintern nos ayude”, página 51) no fue sino la culminación de una larga y difícil lucha contra quienes insistían en mantener un Partido Comunista ilegal paralelo al Workers Party legal. La victoria en Moscú de quienes eran conocidos como “liquidadores” sentó las bases para que los comunistas estadounidenses por fin se involucraran verdaderamente en la lucha de clases en Estados Unidos.
La Comintern y la cuestión negra
El movimiento comunista estadounidense —como el de la mayoría de los demás países industrializados— había sido formado en el punto más alto de la ola de radicalismo obrero que se extendió por gran parte del orbe al final de la Primera Guerra Mundial. La membresía sindical se duplicó en EE.UU. entre 1916 y 1920, y el final de la guerra fue testigo de una ola masiva de huelgas en la que por primera vez participaron grandes números de obreros inmigrantes no calificados. Los años de la guerra habían visto una reducción de 80 por ciento de la inmigración y un influjo masivo de negros del sur al norte de EE.UU., dando inicio a la transformación de la población negra de aparceros rurales en una parte integral de la clase obrera industrial. La migración masiva de gente negra había interactuado con la división preexistente entre los obreros blancos nacidos en el país, principalmente protestantes, y los obreros, en su aplastante mayoría católicos, provenientes de Irlanda y Europa oriental y meridional; esta interacción condujo, en el curso de las siguientes dos décadas, a que el racismo antinegro suplantara las hostilidades étnicas y religiosas como la línea divisoria fundamental entre el proletariado.
La importancia de la cuestión negra era poco comprendida por los revolucionarios en EE.UU. La Internacional Comunista de Lenin y Trotsky fue la que introdujo en el movimiento obrero estadounidense el entendimiento crucial de que la lucha por la emancipación negra es una cuestión central y estratégica para la revolución obrera estadounidense. En su ensayo “The Russian Revolution and the American Negro Movement” [La Revolución Rusa y el movimiento negro estadounidense; ver: Spartacist No. 27, diciembre de 1996], Cannon escribe:
“El movimiento socialista anterior, del cual surgió el Partido Comunista, jamás reconoció ninguna necesidad de un programa especial sobre la cuestión negra. Ésta fue considerada pura y sencillamente un problema económico, una parte de la lucha entre los obreros y los capitalistas; no se podía hacer nada sobre los problemas especiales de la discriminación y la desigualdad antes de la llegada del socialismo...
“Los comunistas estadounidenses de los primeros días, bajo la influencia y presión de los rusos en la Comintern, estaban aprendiendo lenta y dolorosamente a cambiar su actitud, a asimilar la nueva teoría de la cuestión negra como una cuestión especial de gente doblemente explotada y relegada a ser ciudadanos de segunda clase, que requería un programa de demandas especiales como parte del programa general, y a empezar a hacer algo sobre esta cuestión...
“Todo lo nuevo y progresista sobre la cuestión negra vino de Moscú, después de la Revolución de 1917 —y como resultado de la Revolución—, no sólo para los comunistas estadounidenses, quienes respondieron directamente, sino para todos los demás que se interesaban en la cuestión.”
— Cannon, The First Ten Years of American Communism
Para 1917, casi un cuarto de los 45 mil obreros que trabajaban en los mataderos de Chicago eran negros. Los obreros negros eran también una parte considerable de la fuerza de trabajo en la industria siderúrgica, constituyendo entre el 12 y el 14 por ciento de los trabajadores de la siderúrgica clave de Homestead. Sin embargo, la mayor parte de los sindicatos de la AFL se negaba a admitir obreros negros, o en todo caso los organizaba en secciones separadas al estilo Jim Crow [nombre bajo el cual se conoce el sistema segregacionista imperante en el sur de EE.UU. hasta mediados del siglo XX]. Los primeros esfuerzos importantes para integrar obreros no calificados a la AFL —en los mataderos de Chicago y en la industria siderúrgica a nivel nacional— fueron dirigidos en los últimos años de la guerra por William Z. Foster, un activista sindicalista de mucho tiempo. Foster había roto con la IWW en 1911, en oposición a su estrategia de construir sindicatos revolucionarios, optando en cambio por “socavar desde adentro” (es decir, trabajar para socavar a la burocracia de la AFL desde el interior de los sindicatos divididos por oficio). Pero Foster también se postró ante la reaccionaria burocracia de Gompers respecto a la cuestión del apoyo a la guerra mundial imperialista, y llegó incluso a vender bonos de guerra.
La campaña para sindicalizar los mataderos, centrada al principio en los obreros inmigrantes eslavos, logró avances iniciales en la organización de los obreros negros —entre 4 y 5 mil eran miembros del sindicato para 1919—. Una marcha sindical integrada en el South Side de Chicago en julio de 1919 fue prometedora, pero los brutales motines racistas que arrasaron la ciudad tres semanas más tarde destruyeron los esfuerzos de sindicalización interracial. Una desastrosa huelga contra un recorte salarial en 1921, en la que los obreros negros en su mayoría esquirolearon, eliminó las conquistas obtenidas en luchas anteriores. La campaña sindical entre los trabajadores del acero llevó a que 250 mil obreros, la mitad de la fuerza laboral de la industria siderúrgica, se fueran a huelga en septiembre de 1919. En un lapso de diez días, catorce obreros fueron asesinados. Se enviaron tropas para ocupar Gary, Indiana. Aunque la huelga al principio era sólida entre los obreros inmigrantes no calificados, pocos trabajadores negros se unieron y muchos obreros calificados nacidos en el país esquirolearon. Para noviembre la huelga había colapsado en el Medio Oeste y fue rota a nivel nacional para mediados de diciembre, aunque no se levantó oficialmente sino hasta el mes siguiente.
Las derrotas de 1919, resultado de la represión estatal y la reacción racista, tuvieron lugar mientras los comunistas estadounidenses rompían por primera vez con el Partido Socialista. Poco después, el gobierno estadounidense dio inicio a una oleada de represión dirigida contra los comunistas. Las “Redadas Palmer” (que reciben su nombre del entonces Procurador General, A. Mitchell Palmer) empezaron en noviembre de 1919 y duraron más de cuatro meses, e incluyeron ataques contra oficinas comunistas, cierres de periódicos y arrestos masivos de comunistas, anarquistas y otros obreros izquierdistas (más de 6 mil tan sólo en la primera semana de enero de 1920). Los comunistas y demás radicales nacidos en el extranjero fueron deportados en masa. Muchos comunistas prominentes fueron arrestados bajo cargos de “sindicalismo criminal”. La represión retrocedió rápidamente, aunque varios dirigentes comunistas permanecieron bajo proceso hasta bien entrada la década. Sin embargo, las Redadas Palmer dieron credibilidad al clandestinismo de los ultraizquierdistas, dando pie al prolongado debate en torno a la posibilidad de que el flamante movimiento comunista pudiera funcionar abiertamente.
La TUEL de primera época
Para cuando se fundó el Workers Party en diciembre de 1921, quedaba claro que los comunistas estadounidenses podían propagar públicamente sus puntos de vista. La burguesía estadounidense estaba en gran medida satisfecha porque el aplastamiento de las campañas de organización sindical y la represión en 1919-1920 habían tenido el efecto deseado. El republicano Warren G. Harding fue elegido presidente en noviembre de 1920 bajo el programa de regresar el país a la “normalidad”. Una huelga nacional de obreros de talleres ferroviarios en 1922 fue el último aliento de la combatividad obrera de la posguerra. La huelga involucró a 256 mil operadores de maquinaria (miembros de la International Association of Machinists [IAM, Asociación Internacional de Operadores de Maquinaria] y trabajadores de mantenimiento); los partidarios del Workers Party desempeñaron un papel ayudando a dirigirla. La huelga fue derrotada por el esquirolaje de algunas hermandades de la AFL —organizadas según el oficio— y por un draconiano mandato gubernamental —expedido a instancias del Procurador General de los EE.UU., Harry Daugherty— que básicamente prohibía que los sindicatos en huelga emprendieran acción alguna para promover la huelga (conocido como el mandato Daugherty). Esto marcó el tono para el repetido uso de la Ley Antitrusts Sherman contra los sindicatos en los años 20. La ofensiva rompesindicatos se combinó con un resurgimiento del terror racista (el Ku Klux Klan tenía varios millones de miembros en los años 20) y la legislación antiinmigrante para hacer de los años 20 una década de reacción racista, jurídica y antiobrera.
Los comunistas estadounidenses pagaron caro este periodo de reacción —mucho más que la intensa represión de 1919 y 1920—, lo cual condujo a grandes presiones hacia el abandono del propósito revolucionario por el que se había fundado el movimiento comunista. Las condiciones objetivas en los años 20 determinaron que el Partido Comunista agrupara sólo a una pequeña minoría de la clase obrera. Los comunistas estadounidenses, incluyendo a Cannon, se tardaron en reconocer este hecho, y no ayudaron los zigzagueos ordenados en la segunda mitad de los años 20 por la Comintern, que estaba en proceso de estalinización.
Al inicio parecía como si el Workers Party estuviera destinado a obtener grandes éxitos en el movimiento obrero. Después de ser reclutado por su antiguo compañero sindicalista, Earl Browder, para formar parte de una delegación obrera a la Unión Soviética en 1921, William Z. Foster fue ganado al bolchevismo por todo lo que vio y experimentó durante su estancia de tres meses y medio. Después de asistir a la conferencia de fundación de la Profintern en Moscú, Foster regresó a Chicago a fines del verano y se unió al Partido Comunista, que en esa época era aún una organización clandestina.
Bajo la influencia de El “izquierdismo” de Lenin, los comunistas estadounidenses habían abandonado su perspectiva de sindicalismo paralelo; su política encajaba ahora en la estrategia largamente sostenida por Foster, aunque no sin algunas diferencias con la rígida oposición de éste a cualquier tipo de campaña de sindicalización fuera del marco de la AFL. La Trade Union Educational League (TUEL, Liga Educativa Sindical), que Foster fundara a finales de 1920, fue puesta al servicio del Workers Party y funcionó como su brazo sindical desde principios de 1922. La membresía de Foster en el partido habría de permanecer en secreto hasta 1923, y la TUEL tenía sus oficinas generales en Chicago, separadas de las oficinas centrales del partido en Nueva York. Foster mantuvo las estrechas relaciones que había cultivado con la Chicago Federation of Labor (CFL, Federación del Trabajo de Chicago) de John Fitzpatrick, bajo cuyo patrocinio había comenzado sus campañas de organización. Fitzpatrick, ardiente nacionalista irlandés y “progresista” sindical, había abogado por algún tiempo por la formación de un partido laboral. Era una espina en el costado de la burocracia de la AFL de Samuel Gompers. La TUEL recibió protección sustancial frente al virulento anticomunismo de Gompers gracias al trabajo que hizo Foster para la CFL.
Organizada en torno al periódico Labor Herald [El Heraldo Obrero], la TUEL no tenía cuotas ni estructura de membresía para evitar cualquier acusación de sindicalismo paralelo (sus ingresos públicos venían de la venta de literatura y donaciones y también recibía subsidios de la Comintern). Luchaba por “el desarrollo de los sindicatos desde su anticuada y estancada condición actual hacia modernas y poderosas organizaciones obreras capaces de librar una guerra exitosa contra el Capital” (William Z. Foster, “The Principles and Program of the Trade Union Educational League” [Principios y programa de la Trade Union Educational League] Labor Herald, marzo de 1922). Abogando por la abolición del capitalismo y el establecimiento de una república obrera, la TUEL procuraba la afiliación de los sindicatos estadounidenses a la Internacional Sindical Roja. El programa de la TUEL no mencionaba las restricciones estilo Jim Crow que mantenían a los negros fuera de los sindicatos divididos por oficio de la AFL, ni se oponía a las draconianas restricciones sobre la inmigración que el gobierno había recién impuesto. La incapacidad de confrontar los prejuicios antinegros y antiinmigrantes, comunes en la clase obrera, era una auténtica debilidad. La lucha contra el racismo antinegro era una cuestión que los comunistas estadounidenses, ante la insistencia de la Comintern, apenas empezaban a abordar.
La TUEL sostenía que su tarea inmediata era una agresiva campaña por la fusión de los sindicatos divididos por oficio de la AFL en sindicatos organizados por industria, y lanzó la consigna “fusión o aniquilación”. A partir de una moción en la CFL a favor de la fusión en marzo de 1922, la TUEL logró, en los 18 meses posteriores, que se aprobaran mociones de fusión en 16 sindicatos internacionales, 17 federaciones estatales, muchos consejos sindicales de ciudades y miles de secciones sindicales.
Lidiando con la cuestión del partido laboral
Cuando salieron de la clandestinidad, los comunistas estadounidenses comenzaron a lidiar con la cuestión de llamar o no por un partido laboral. En un capítulo titulado apropiadamente “Pepper Spray” [Gas pimienta], Palmer detalla la manera en la que el Workers Party, bajo la tutela de un comunista nacido en Hungría de nombre Jószef Pogány (conocido en los EE.UU. como John Pepper), hizo de ello un desastre.
En El “izquierdismo”, enfermedad infantil del comunismo, Lenin abogó por que los comunistas británicos se unieran al Partido Laborista británico (PL) y le dieran apoyo crítico en las elecciones venideras. Aunque su programa y su dirección eran reformistas, el PL tenía su base en los sindicatos afiliados; había sido formado expresamente como un partido de la clase obrera. Lenin lo definió como un “partido obrero burgués”. Para mantener su control sobre la clase obrera frente al impacto de la Revolución Bolchevique y la radicalización de la posguerra, los dirigentes laboristas utilizaban una retórica de izquierda y en 1918 habían adoptado una estipulación en la constitución del partido (la Cláusula Cuatro) que llamaba por la nacionalización total de la industria. Lenin abogaba por que los comunistas votaran por el PL —mientras mantenían absoluta libertad de agitación, propaganda y actividad política— para ayudar a demostrar a las masas que, una vez elegidos al gobierno, los dirigentes laboristas, de hecho, traicionarían los intereses de la clase obrera. Tal desenmascaramiento haría más fácil que los comunistas ganaran la base obrera del Partido Laborista.
Lenin había planteado en sus discusiones con los delegados estadounidenses, tanto en el II como en el III Congreso de la IC, la cuestión de si un partido equivalente al PL podría formarse en EE.UU. El Workers Party finalmente adoptó el llamado por un partido laboral en mayo de 1922. En su discurso de noviembre de 1922, Cannon apoya la idea de un partido laboral “de una naturaleza similar a la del Partido Laborista inglés”.
La formación de un partido laboral puede ser un gran paso adelante en el camino a la construcción de un partido comunista de masas, pero también puede convertirse fácilmente en un obstáculo gigantesco. El problema con esa consigna es objetivo; como Trotsky explicó posteriormente, todo depende del contexto en el que se plantee:
“Se puede decir que en las condiciones estadounidenses un partido laboral al estilo británico sería ‘un paso progresista’; al reconocerlo y afirmarlo ayudamos nosotros mismos, aunque indirectamente, a implantar ese partido. Ésa es precisamente la razón por la que nunca asumiré la responsabilidad de afirmar de manera abstracta y dogmática que la creación de un partido laboral sería un ‘paso progresista’ ni siquiera en Estados Unidos, porque no sé en qué circunstancias, bajo qué orientación y con qué objetivos se crearía ese partido. Me parece más probable, sobre todo en Estados Unidos —que no cuenta con ninguna tradición importante de acción política independiente de la clase obrera (como por ejemplo el cartismo en Inglaterra), y donde la burocracia sindical es más reaccionaria y corrupta que la del apogeo del imperio británico— que la creación de un partido laboral sólo podría ser una respuesta a una poderosa presión revolucionaria de las masas trabajadoras y la creciente amenaza del comunismo. Es absolutamente evidente que en estas condiciones el partido laboral no significaría un paso progresista sino un freno en la evolución progresista de la clase obrera.”
— Trotsky, “El problema del partido laboral en Estados Unidos”, 19 de mayo de 1932
Algunos elementos de la burocracia sindical en EE.UU. habían comenzado a proponer la idea de un partido laboral en la ola de huelgas posterior a la Primera Guerra Mundial. John Fitzpatrick había contendido por la alcaldía de Chicago en 1919 como parte de la planilla del Labor Party [Partido Laboral], obteniendo 56 mil votos. Fitzpatrick procuraba unir en un partido nacional a los partidos laborales locales que habían surgido en diversas ciudades, entre ellas Seattle y Minneapolis. Pero para cuando los comunistas estadounidenses, habiendo emergido de la clandestinidad, comenzaron a prestar atención a estos esfuerzos, el partido de Fitzpatrick ya no era un intento sin ambigüedades de crear un partido de la clase obrera organizativamente independiente de la burguesía. En una convención en 1920, el Labor Party había unido fuerzas con el Committee of 48 [Comité de 48] burgués, los resabios del movimiento “progresista” que había dominado a ambos partidos burgueses a principios de siglo pero que claramente había perdido popularidad en los EE.UU. del presidente Harding.
Los progresistas querían presentar a Robert La Follette, viejo veterano republicano, a las elecciones presidenciales. Fitzpatrick no aceptaría apoyar un candidato tan abiertamente burgués. Su alejamiento respecto a una orientación proletaria, sin embargo, fue evidenciado por el cambio de nombre de su partido a Farmer-Labor Party (FLP, Partido Granjero-Laboral). El FLP presentó su propio candidato a la presidencia, Parley Parker Christensen, quien recibió un cuarto de millón de votos. Los votos a su favor no estaban concentrados en los centros urbanos de la clase obrera, sino que venían en su aplastante mayoría de los estados agrarios occidentales, donde las familias de granjeros estadounidenses enfrentaban la ruina y la tradición populista burguesa aún se mantenía fuerte.
Al inicio, los comunistas estadounidenses no podían ponerse de acuerdo sobre la actitud que debían tomar hacia el FLP de Fitzpatrick. Esto fue origen de disputas hasta el IV Congreso de la Comintern. El CEIC aconsejó que los comunistas estadounidenses ingresaran al movimiento en pro de un partido laboral:
“La idea que prevalece actualmente del establecimiento de un partido laboral en EE.UU. tiene una importancia política enorme. La base de nuestra actividad debe ser el ala izquierda del movimiento sindical. Se debe prestar toda la atención y energía a nuestra actividad entre las masas del ala izquierda del movimiento sindical. Si logramos construir un gran partido laboral —al inicio sólo con un programa político moderado— será un acontecimiento de importancia histórica, no sólo para el movimiento obrero estadounidense, sino para el movimiento obrero de todo el mundo.”
— “To the Communist Party of America from the Executive Committee of the Communist International” [Al Partido Comunista de Estados Unidos del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista] sin fecha, pero escrito poco después del IV Congreso de la IC, reimpreso en Spartacist (Edición en inglés), No. 40, verano de 1987
Esta decisión de la IC se basaba en informes al IV Congreso acerca de la existencia de un movimiento creciente por un “partido laboral independiente” en el ala izquierda del movimiento sindical en Estados Unidos (ver: “Queremos que la Comintern nos ayude”, página 51). El FLP como tal no fue mencionado en la decisión de la IC.
Los comunistas estadounidenses comenzaron a hacer campaña por un partido laboral incluso antes de que se secara la tinta en la carta del CEIC, y lo hicieron en un bloque implícito con la CFL de Fitzpatrick y sin criticar explícitamente la orientación granjero-laboral de Fitzpatrick. El Labor Herald declaró:
“El trabajo inicial a favor de este movimiento, como en muchas otras cosas, vino de la Chicago Federation of Labor. Esta organización dio origen al Farmer-Labor Party, el primer intento de dar expresión a los sindicatos en el terreno político.”
— Comité Nacional de la Trade Union Educational League, “A Political Party for Labor” [Un partido político para la clase obrera], Labor Herald, diciembre de 1922
El artículo no mencionaba la fusión de Fitzpatrick con el Committee of 48 burgués, ni el hecho de que el apoyo al FLP provenía en su enorme mayoría de pequeños granjeros capitalistas. Insistía en que “para movilizar toda la fuerza potencial del Partido Laboral, es necesario que cuente con una estipulación para incluir a la clase de los pequeños granjeros explotados junto con los obreros industriales. Pero los auténticos obreros, siendo la única clase cuyos intereses le proporcionan una clara línea de acción en todo momento, deben dominar al partido... Debe ser un Partido Laboral en los hechos tanto como en el nombre.” En ausencia de cualquier crítica concreta al FLP de Fitzpatrick, esta insistencia en un partido “laboral” carecía de significado.
La única base principista para la participación en un movimiento por un partido laboral en esa época hubiera sido un intento por polarizar y escindir al FLP insistiendo en la ruptura con los progresistas burgueses y en una orientación sin ambigüedades hacia la clase obrera. El Workers Party se había embarcado en una trayectoria oportunista y de colaboración de clases.
El partido accedió a participar en una conferencia llamada por el FLP de Fitzpatrick para el 3 de julio cuyo objetivo sería fundar un partido de obreros y granjeros. En este caso, el impulso oportunista del propio Workers Party para sacar provecho de la popularidad de Fitzpatrick coincidía con el énfasis en un frente único de “obreros y campesinos” que provenía entonces de la Comintern de Zinóviev. En el otoño de 1923 se formó una Internacional Campesina; la IC pronto habría de comenzar a empujar por el establecimiento de partidos biclasistas de obreros y campesinos. John Pepper había llegado a los EE.UU. con una delegación del CEIC en 1922 y se había designado a sí mismo representante permanente de la IC. Pepper se dio como responsabilidad mantenerse a la par de los cambios de política conforme la IC degeneraba y pronto se hizo indispensable para la dirección del WP en Nueva York alrededor de C.E. Ruthenberg. Pepper, que Palmer hábilmente describe como “una articulación viviente de la naciente degeneración de la Revolución Rusa”, estuvo en la primera línea de la completa adaptación del partido estadounidense a la orientación granjero-laboral.
Al unirse a Fitzpatrick en el llamado por un partido granjero-laboral, los comunistas estadounidenses estaban sumergiendo el llamado crucial por la independencia política de la clase obrera frente a la burguesía en el pantano radical pequeñoburgués “progresista” que se habían propuesto combatir. Los partidos biclasistas, que supuestamente unen a la clase obrera con el campesinado o los pequeños granjeros, son inevitable e invariablemente partidos burgueses, como demuestra ampliamente Trotsky en La Internacional Comunista después de Lenin. Trotsky escribió con desprecio acerca de la variante estadounidense:
“El partido, que contaba con unos cuantos miles de miembros, la mayoría de ellos inmigrantes, debía, según el concepto de Pepper, fusionarse con los granjeros, por intermedio de un partido burgués y, formando así un partido ‘biclasista’, asegurar la revolución socialista frente a la pasividad o a la neutralidad de un proletariado corrompido por la superplusvalía.”
— Trotsky, La Internacional Comunista después de Lenin
Pepper, un consumado manipulador oportunista, no mostraba conocimiento alguno de la historia del populismo burgués agrario en EE.UU. Tenía grandes ilusiones y pensaba que si el Workers Party lograba hacerse del movimiento granjero-laboral, podría catapultarse a sí mismo a la influencia nacional. Bajo su dirección, los comunistas hicieron caso omiso de las preocupaciones de Fitzpatrick y llenaron la convención granjero-laboral del 3 de julio con delegados comunistas, provocando que el vengativo líder de la CFL se retirara. El Federated Farmer-Labor Party (FFLP, Partido Granjero-Laboral Federado) creado el 3 de julio estaba constituido en su mayoría por comunistas y nada más.
El efecto de la escisión con Fitzpatrick fue exactamente el opuesto al que esperaba Pepper. El Workers Party perdió la protección de sus compañeros de bloque en la AFL. Gompers, con el respaldo absoluto de Fitzpatrick, lanzó una cacería de brujas que echó a los partidarios de la TUEL de consejos intersindicales y sindicatos en todo el país. Para 1925, la TUEL había sido empujada prácticamente a la clandestinidad al interior de los sindicatos divididos por oficio de la AFL, que se estaban achicando. Aunque forzada por las idioteces de Pepper, la ruptura con Fitzpatrick era muy probable, dada la secuencia de derrotas obreras y el clima político en EE.UU. en ese entonces. Gompers había recortado el subsidio de la Chicago Federation of Labor para obligarla a cortar lazos con el Workers Party. Sin embargo, una separación basada en claras diferencias políticas habría sido mucho menos dañina que una cáustica ruptura en torno a quejas organizativas.
La debacle de la convención del 3 de julio llevó a que Foster y Cannon hicieran un pacto para luchar por la dirección del partido contra Pepper y sus partidarios estadounidenses. Foster y Cannon estaban horrorizados por el creciente aislamiento de la TUEL en la AFL. Sin embargo, ambos asimilaron la adaptación oportunista a la orientación granjero-laboral y el llamado aprincipista por un “partido biclasista” que habían conducido a la debacle del 3 de julio. De ese modo, ayudaron a hundir al Workers Party aun más profundamente en su trayectoria oportunista, y llevaron muy lejos al FFLP en el camino del apoyo a la candidatura del senador republicano La Follette en las elecciones presidenciales de 1924.
El recuento de Palmer resta importancia a los problemas políticos del Workers Party con la adopción sin críticas de la orientación granjero-laboral. Para él los problemas son responsabilidad de Pepper y de Moscú, no del impulso oportunista en el propio partido estadounidense. Lejos de ser la única fuente de oportunismo, la Comintern —en la que Trotsky se había opuesto vehementemente al apoyo a La Follette— fue la que frenó el apoyo al senador republicano por parte del partido estadounidense. Trotsky escribió:
“El que un joven y débil Partido Comunista, que carece de temperamento revolucionario, desempeñe el papel de representante y recolector de ‘votantes progresistas’ para el senador republicano La Follette es dirigirse a la disolución política del partido en la pequeña burguesía.”
— Trotsky, Introducción (1924) a The First Five Years of the Communist International [Los primeros cinco años de la Internacional Comunista]
Palmer escribe erróneamente que el súbito retiro del apoyo a La Follette fue como “repetir una vez más” la escisión con Fitzpatrick. Insiste que “la inversión mecánica de la política comunista habla del modo en que el WP estaba ya sujeto al burocratismo de la Internacional Comunista que carecía de sensibilidad frente a las realidades internacionales y de flexibilidad en su renegociación local del error programático.” No hay lugar para la “flexibilidad” frente a la cuestión elemental de trazar la línea de clases en la actividad electoral. Si el Workers Party hubiera persistido en su apoyo a un candidato burgués, habría sido el fin de sus cuadros como fuerza revolucionaria.
La confusión voluntaria de algún tercer partido burgués [es decir, distinto del demócrata y el republicano] con partidos obreros genuinos ha sido fuente de oportunismo antes y después. Cannon honestamente trató de asimilar las lecciones y virar el curso del partido, como explica Palmer. Sin embargo, la Comintern bajo Zinóviev sólo confundió más al partido al insistir que mantuviera al ficticio Federated Farmer-Labor Party, un grupo de fachada. Cannon y los trotskistas estadounidenses inicialmente sacaron las lecciones equivocadas de la experiencia comunista estadounidense en los años 20, manteniendo por completo fuera de su arsenal la consigna por un partido laboral hasta que Trotsky insistió en que volvieran a adoptarla en medio de la agitación obrera que dio origen a los sindicatos industriales de masas en 1938. Ojalá el segundo volumen de Palmer aborde este tema.
Las cuestiones en disputa en las guerras fraccionales
Palmer da una buena exposición de la exitosa lucha de Cannon y Foster para obtener una mayoría de los delegados a la III Convención del Workers Party en diciembre de 1923, y por lo tanto una mayoría en el Comité Ejecutivo Central entrante (CEC, el cuerpo dirigente entre conferencias del partido). Cannon y Foster atrajeron a su fracción a los partidarios de Ludwig Lore en la federación alemana y la industria textil y, de manera más importante, a la federación de lengua finlandesa, el mayor de los bloques de votos. Cannon fue clave en el establecimiento y la solidificación de esta alianza.
La lucha fraccional adquirió la ferocidad que tuvo, en parte gracias al papel desempeñado por Jay Lovestone, un incansable agente fraccional de Ruthenberg que aprendió rápidamente en la escuela de Pepper. La ruptura entre Foster-Cannon y Ruthenberg-Lovestone reflejó en parte la bifurcación nacional entre la TUEL, con sede en el industrial Chicago, y la dirección central del partido, con sede en Nueva York. En su libro It Had to Be Revolution: Memoirs of an American Radical (Tenía que ser la revolución: Memorias de un radical estadounidense, Ithaca: Cornell University Press, 1993), Charles Shipman da una noción de las tensiones sociales y políticas en el partido en esa época. Shipman (conocido entonces como Manuel Gomez) era miembro del Workers Party en Chicago en 1923 y 1924; más tarde se uniría a la fracción de Cannon y se convertiría en el dirigente de la All-American Anti-Imperialist League [Liga Antiimperialista de las Américas] del partido.
Ruthenberg veía el bloque de Foster y Cannon como una colección de oportunistas sindicales. En esta percepción hay un elemento de verdad. Como escribió el propio Cannon, en esa época él “no era muy sensible” al riesgo de cometer errores oportunistas. Aunque ciertamente había diferencias de enfoques y matices entre los grupos, no había desacuerdos programáticos fundamentales. Después de su victoria de diciembre de 1923, Cannon y Foster lograron el traslado de la sede del partido a Chicago. Insistieron, sin embargo, en que Ruthenberg permaneciera como secretario del partido. Cannon se convirtió en secretario adjunto y Foster en presidente del partido. Lograron también que Pepper fuera retirado a Moscú. Sin embargo, las líneas se endurecieron, conduciendo a las guerras fraccionales que dominaron el partido hasta la expulsión de Lovestone en 1929.
Pepper continuó desempeñando un papel como agente de Ruthenberg en Moscú. La mayoría que tenía la fracción de Cannon y Foster en la dirección del partido fue derrocada por orden de la Comintern en la V Convención del partido en 1925. Cannon y Foster se separaron como reacción al edicto de la Comintern, quedando Cannon a la cabeza de los miembros que se negaron a organizar una revuelta contra la decisión de la Comintern. A partir de 1925, Cannon mantuvo su propia fracción separada. Palmer escribe particularmente bien sobre la escisión entre Foster y Cannon y su secuela.
Palmer utiliza material de los archivos de la Comintern para arrojar nueva luz sobre las cuestiones en disputa en el Workers Party. Informa, por ejemplo, que una fuente de disputa en 1924 fue la formación del United Council of Working Class Women/Wives [Consejo Unido de Mujeres y Esposas Obreras] y organizaciones femeniles similares a nivel local dirigidas por activistas del partido. Palmer afirma que la fracción de Ruthenberg y Lovestone tendía a apoyar estas organizaciones femeniles auxiliares del partido, mientras que Cannon no lo hacía. Cannon expresó su preocupación de que “la teoría de operar bajo otro nombre es de algún modo un remanente de los días en los que nuestro partido se veía obligado a operar ilegalmente” (Cannon, Carta a Jeanette Pearl, 22 de septiembre de 1924). Cannon escribió que “el trabajo político entre las mujeres debe ser conducido directamente por el partido, en nombre del partido...y no bajo alguna otra organización —real o de camuflaje—.” Escribió también, sin embargo, que había “dudado largamente sobre esta cuestión”, añadiendo: “El trabajo entre las mujeres es muy complicado, y yo estoy lejos de calificar como ‘experto’ en la cuestión. Sin embargo, su importancia es evidente por sí misma.”
Palmer critica incorrectamente a Cannon por insistir en que el trabajo entre las mujeres esté directamente bajo el control político de la dirección del partido, viendo esto como evidencia de un “punto ciego” hacia la necesidad de hacer trabajo especial entre las mujeres. El Workers Party había creado una Comisión o Buró de la Mujer interno en 1922, en cumplimiento de la resolución del III Congreso de la IC sobre los métodos y las formas de trabajo entre las mujeres. La tarea era hacer de ésta un cuerpo real que supervisara trabajo real del partido. Pero como señala Palmer, este cuerpo “era en gran medida una organización decorativa”. De hecho, el Workers Party parece haber producido poquísima propaganda sobre la opresión de la mujer y haber llevado a cabo muy poco trabajo sobre la cuestión de la mujer como tal, reflejando una tendencia a acomodarse a las actitudes atrasadas de la clase obrera. Esto era cierto sin importar qué fracción estuviera en el poder. Ninguno de los bandos impulsaba a las mujeres a asumir papeles dirigentes. Sólo unas cuantas mujeres —en su mayoría intelectuales como Juliet Stuart Poyntz y Rose Pastor Stokes— formaban parte del Comité Ejecutivo Central. Las mujeres formaban, sin embargo, gran parte de la base del partido en la industria textil, mayoritariamente judía, en la que Rose Wortis ayudaba a dirigir el trabajo. Los dirigentes de los obreros de la industria del vestido fueron originalmente parte del grupo de Cannon y Foster, aunque se pasaron al lado de Ruthenberg y Lovestone después de 1925.
El trabajo sindical, y en particular la TUEL, fue siempre fuente de controversia en las guerras fraccionales del partido. Los únicos sindicatos de la AFL en los que el partido mantuvo una base después de la primera parte de la década de los 20 eran los de la industria textil y las minas de carbón. Ambas industrias se encontraban en declive y sus trabajadores sufrieron despidos y recortes salariales a lo largo de la década, lo que las hacía particularmente volátiles. Como detalla Ian Angus en su excelente historia de los primeros años del Partido Comunista Canadiense, Canadian Bolsheviks (Bolcheviques canadienses, Montreal: Vanguard Publications, 1981), los comunistas canadienses se hicieron de la dirección de los mineros de Cape Breton, sólidamente organizados en el Distrito 26 de los United Mine Workers (UMW, Obreros Mineros Unidos). El partido dirigió una huelga en agosto de 1922 contra los recortes salariales hasta obtener una victoria parcial y posteriormente realizó un trabajo ejemplar de mantener al sindicato de distrito intacto contra los ataques de los patrones y los intentos del jefe de la UMW, John L. Lewis, de recuperar el control. La UMW colapsó en casi todo el resto de Canadá. El partido estadounidense ni siquiera dirigía una región sustancial de sindicato alguno de la AFL hasta que se hizo del control de algunas secciones de la industria textil en Nueva York en 1925. El partido dirigió una exitosa huelga de peleteros en 1926, pero una larga y combativa huelga de la industria textil en ese mismo año fue incapaz de obtener su reivindicación principal. En la secuela, las cúpulas reformistas de la industria textil fueron tras los partidarios de la TUEL y lograron purgar a muchos de las posiciones de dirigencia. Los heroicos esfuerzos de los comunistas en el movimiento “Salvemos al sindicato” de 1926-1928, en oposición a la burocracia de Lewis en la UMW, que ganaron apoyo significativo entre los mineros negros, también fueron derrotados.
El trabajo del partido en los sindicatos y, en particular, respecto a la población negra fue obstaculizado por la insistencia de Foster de que el único curso era “socavar desde dentro” de la AFL (aunque se vio obligado a abandonar esta creencia largamente sostenida para mantenerse como dirigente del partido durante el Tercer Periodo). Los sindicatos de la AFL mantuvieron en su mayoría las barreras racistas basadas en el color de la piel a lo largo de los años 20. Cannon correctamente se oponía a hacer énfasis únicamente en la AFL, aunque su compañero en la dirección fraccional, William F. Dunne, se inclinaba más hacia la posición de Foster.
Cuando tanto Foster como Cannon se encontraban en la URSS asistiendo al VI Pleno del CEIC en 1926, Albert Weisbord y otros seguidores del partido se arrojaron a la dirección de una huelga por la organización sindical entre los obreros textiles de Passaic, Nueva Jersey, fuera del marco de la AFL. Palmer otorga a la huelga de Passaic la atención que merece. Con el prolongamiento de la huelga, el partido actuó para cederle el control a la AFL, aceptando la exigencia de la burocracia de Gompers de sacar a Weisbord de la dirección de la huelga. Cannon escribió años más tarde que esto había sido un error (ver: The First Ten Years of American Communism). Era mucho mejor que el partido obtuviera una reputación de cumplir sus compromisos en la dirección de la clase obrera. También las huelgas derrotadas, si se libran correctamente, pueden abrir el camino para que un partido obtenga influencia de masas en luchas de clases posteriores.
En ese periodo de reacción, la TUEL debió y pudo haber desempeñado un papel como un vehículo fundamentalmente educativo para la propaganda comunista al interior de la AFL y por la organización episódica de acciones de solidaridad con huelgas y otras acciones obreras. Simplemente mantener a la TUEL como una fuerza de batalla para la lucha de clases combativa habría colocado a los activistas sindicales del partido en una buena posición para el futuro. Sin embargo, la TUEL se convirtió en un balón fraccional a finales de 1925 y en 1926, y la detallada explicación que hace Palmer de la disputa, basada en materiales de los archivos de Moscú, es muy útil. Cannon y Ruthenberg querían liquidar a la TUEL para sustituirla con oposiciones sindicales “más amplias”. Foster se oponía vehementemente a esta acción. Cuando la Comintern insistió en que se mantuviera la TUEL, Cannon insistió todavía en que ésta procurara organizarse sobre una base más amplia de lo que lo había hecho hasta entonces. Sin embargo, el apoyo que había obtenido la TUEL en sus campañas de 1922 y 1923 por la fusión y a favor de un partido laboral se basaba en el bloque con las fuerzas de Fitzpatrick en la CFL. El que los comunistas insistan en organizar “amplias” oposiciones sindicales sin una base programática clara y principista es una apertura para la adaptación oportunista.
La ILD...y Lovestone
A pesar de la “normalidad” bajo el presidente estadounidense Harding, la represión estatal contra los activistas radicales y sindicales era un gaje del oficio. La defensa de quienes eran blanco del estado era verdaderamente urgente; el trabajo de defensa era la arena en la que el trabajo del partido podía obtener algo cercano al apoyo de masas. Cannon siempre estuvo orgulloso del papel que desempeñó en ayudar a fundar y dirigir la International Labor Defense (ILD, Defensa Obrera Internacional), cuyo trabajo ha servido de modelo para el Partisan Defense Committee [Comité de Defensa Clasista] en EE.UU. y las demás organizaciones fraternales de defensa no sectaria establecidas por otras secciones de la LCI alrededor del mundo. Construida en gran medida mediante el desarrollo de los nexos que Cannon había mantenido desde sus días como agitador de la IWW y su reputación en el movimiento obrero y socialista más amplio, la ILD era una verdadera organización de frente unido continua (algo imposible en el periodo actual para las diminutas y ejemplares organizaciones de defensa asociadas a las secciones nacionales de la LCI).
Más de 100 delegados asistieron a la convención de fundación de la ILD en 1925. Para finales de 1926 tenía 20 mil miembros individuales (las cuotas eran de diez centavos de dólar al mes, elevadas a 15 centavos en 1927) y 156 secciones. Los sindicatos y otros tipos de organizaciones obreras afiliadas a la ILD afirmaban tener unos 75 mil miembros. La sección sobre la ILD en el libro de Palmer es sobresaliente en términos del detalle y cuidado con el que describe las actividades de la organización y sus escrupulosos métodos de transparencia financiera. No se le pasó por alto dar mérito al significativo papel que desempeñaba Rose Karsner en la organización, vinculada al Socorro Rojo Internacional de la IC. Palmer informa que el lugarteniente fraccional de Cannon, Martin Abern, finalmente asumió algunas de las responsabilidades de Karsner, y ejerció sus excelentes habilidades de administrador; el joven Max Shachtman ganó experiencia como reportero comunista al editar el Labor Defender [Defensor Obrero] de la ILD.
La campaña más famosa de la ILD en ese periodo fue la defensa de los inmigrantes anarquistas italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti. Arrestados en la secuela de las Redadas Palmer en 1920 y falsamente acusados de robar una fábrica de zapatos en Braintree, Massachusetts y de matar al encargado de la nómina, Sacco y Vanzetti fueron condenados en 1921 en un juicio saturado de chovinismo antiitaliano e histeria antianarquista. La sentencia de muerte fue pronunciada en abril de 1927. Los escritos de Cannon sobre Sacco y Vanzetti, disponibles en Notebook of an Agitator, son ejemplos excepcionales de agitación comunista que combinan la pedagogía con la polémica. Cannon combatió las ilusiones en los tribunales capitalistas, insistiendo en que el caso era “una cuestión de la lucha de clases y no meramente un error excepcional de la supuesta justicia”.
Al leer James P. Cannon and the Revolutionary Left, es imposible no ver los paralelos entre la vendetta del estado capitalista estadounidense contra los dos inmigrantes anarquistas y su actual determinación para ejecutar a Mumia Abu-Jamal, partidario de MOVE y antiguo miembro del Partido Pantera Negra. Sacco y Vanzetti eran vistos por el estado como símbolos de todos los que desafiaban el régimen capitalista. Mumia, un periodista de Filadelfia conocido como la “voz de los sin voz”, fue acusado falsamente de matar a un oficial de policía y condenado a muerte en 1982 en un juicio saturado de racismo y de odio hacia su pasado como activista en el Partido Pantera Negra. Mumia es visto como un símbolo de todos los que osarían desafiar al sistema capitalista de explotación y opresión racial.
Tal como la ILD tuvo que combatir los intentos por parte de diversos liberales burgueses y reformistas sindicales de sabotear una política de lucha de clases para defender a Sacco y Vanzetti, el PDC ha tenido que desenmascarar a quienes procuran descarrilar la lucha en defensa de Mumia hacia el callejón sin salida de la confianza en los tribunales y los políticos capitalistas. Desafortunadamente, Palmer dedica poco tiempo a examinar los modos y medios a través de los cuales Cannon expuso las traiciones de diversos socialistas, anarquistas y liberales en el caso de Sacco y Vanzetti. A pesar de ello, sí ilustra ampliamente cómo la ILD construyó las acciones de frente unido más amplias posibles contra la amenaza de ejecución.
Como escribe Palmer, el caso de Sacco y Vanzetti “sacudió el alma de Estados Unidos en los años 20”. Y no sólo de Estados Unidos, sino del mundo. Decenas de miles participaron en protestas en ciudades estadounidenses en la primavera y el verano de 1927; millones salieron a las calles desde Moscú hasta París. Conforme se aproximaba la fecha de ejecución, ocurrieron unas cuantas huelgas esporádicas y algunas otras acciones obreras. El estado burgués estaba decidido a ejecutar a Sacco y Vanzetti por sus opiniones políticas. Cannon sabía, gracias a su experiencia en la campaña para liberar a “Big Bill” Haywood y Charles Moyer, exonerados en 1907, que las protestas de masas podían en ciertas ocasiones obligar a las fuerzas de la reacción burguesa a retroceder. Sin embargo, a pesar del masivo movimiento de protesta, el estado ejecutó a Sacco y Vanzetti en agosto de 1927. La marcha para su funeral en Boston reunió a 100 mil participantes.
Palmer considera correctamente que Cannon estaba en su “elemento al nivel organizativo y periodístico” en su trabajo en la ILD, pero también ve la participación de Cannon en esta agitación masiva como algo separado y distinto de su papel como dirigente del Workers Party. Palmer escribe: “La ILD había sido una especie de interludio de coexistencia pacífica en la guerra fraccional de pandillas que fue la lucha interna en el Workers (Communist) Party de mediados a finales de los años 20.” La afirmación de Palmer es desmentida por las muchas ocasiones, que él mismo describe, en las que las fuerzas de Ruthenberg-Lovestone intentaron socavar el trabajo de la ILD. La ILD fue concebida y fundada en medio de uno de los periodos más intensos de lucha fraccional, que duró desde el V Pleno del CEIC en la primavera de 1925 hasta la IV Convención del partido en agosto de ese año. Como señala la introducción de la PRL a James P. Cannon and the Early Years of American Communism, Ruthenberg intentó sabotear la ILD incluso antes de que fuera fundada.
La campaña por Sacco y Vanzetti alcanzó su punto más alto en la primavera y verano de 1927, cuando la lucha fraccional estalló de nuevo en la secuela de la repentina muerte de Ruthenberg en marzo. Lovestone utilizó todos los recursos posibles para lograr que lo ungieran sucesor de Ruthenberg en la secretaría del partido, y salió apresuradamente a Moscú para asistir al VIII Pleno del Comité Ejecutivo de la IC en mayo. Dado que Foster, Cannon y otros líderes del partido se vieron obligados a seguir a Lovestone a Moscú, el trabajo de la ILD en la campaña de Sacco y Vanzetti tuvo que continuar sin Cannon por algún tiempo. A lo largo de ese verano, un bloque reavivado entre Cannon y Foster dedicó sus esfuerzos, a fin de cuentas infructuosos, a evitar que Lovestone obtuviera la mayoría en la V Conferencia del partido en agosto. A pesar de los intentos de Cannon para posponerla, la conferencia tuvo lugar en medio del último esfuerzo de agitación de la ILD contra la ejecución.
Los logros de la ILD resultan aún más impresionantes si se los ve a la luz de la concentración simultánea de Cannon en la lucha fraccional interna. La ILD, sin embargo, se fundó y llevó a cabo su trabajo sólo porque Cannon estaba entre los principales dirigentes del Workers Party y tenía una base fraccional propia que pudo salvaguardar el trabajo de defensa de las intrigas fraccionales.
La dirección colectiva no es ninguna panacea
Aunque las luchas fraccionales ocasionales son cruciales para mantener la integridad programática de un partido leninista ante las presiones implacables de la sociedad burguesa, la guerra de fracciones permanente en el partido estadounidense indicaba que algo estaba profundamente mal. Los distintos enfoques que distinguían a la base mayoritariamente sindical de Foster de las antiguas fuerzas ultraizquierdistas y con un mayor componente inmigrante de Ruthenberg y Lovestone, habrían dado pie a un debate político saludable en un auténtico partido leninista. Lo que avivó las divisiones fraccionales no fueron las diferencias principistas sobre el trabajo real del partido ni la desmesurada ambición personal de Lovestone, aunque ésta ciertamente fue un factor. La lucha en el partido estadounidense se basaba en parte en la lucha en el partido ruso y la Comintern, en que la Oposición de Izquierda de Trotsky (que formó un bloque con Kámenev y Zinóviev en 1926-27 para crear la Oposición Unificada) se enfrentaba a la burocracia en ascenso dirigida por Stalin, para la cual la causa de la revolución mundial retrocedía rápidamente.
Palmer caracteriza con astucia la situación como la “balcanización de la dirección estadounidense”, escribiendo:
“Una debilitada mayoría del Comité Ejecutivo Central, en la que la autoridad política de Ruthenberg se contraponía a la hegemonía de Foster en el trabajo sindical, con Cannon relegado a desempeñar el papel de una suerte de apéndice de ambos (a través del cual su trabajo de defensa obrera estaba necesariamente relacionado con estas dos alas, pero en cierta medida subordinado a ambas), sin duda satisfacía a los sectores de la Comintern en competencia y le sentaba muy bien a los intereses de Stalin.”
La lucha de Stalin contra Trotsky tuvo un gran efecto en la situación del partido estadounidense: una de las principales razones para que la Comintern depusiera a la mayoría de Cannon y Foster en 1925 fue ciertamente que estaba alineada con Ludwig Lore, quien había defendido públicamente a Trotsky. Lore, más un socialdemócrata de izquierda que un bolchevique, fue —como era de esperarse— expulsado del partido. La trayectoria fundamentalmente derechista de este supuesto trotskista muy bien pudo haber confundido a los cuadros del Workers Party acerca de la verdadera naturaleza de la lucha de Trotsky en el partido ruso. Después de 1925, las denuncias rituales contra Trotsky eran un asunto de rigor para los dirigentes de la Comintern. Como señala Palmer “Cannon se distinguió durante la arremetida fraccional general del Comité Ejecutivo Central por condenar a Trotsky al negarse a abordar el tren de la invectiva política, aunque sí se hizo partícipe del asunto.”
Hay ciertas indicaciones de que Cannon albergaba algunas dudas respecto de la lucha en el partido ruso. Pero como declaró más tarde:
“En ese entonces me sentía dudoso e insatisfecho. Desde luego, si uno no tuviera responsabilidad alguna hacia el partido, si uno fuera un mero comentarista u observador, podría sencillamente externar sus dudas y acabar con ello. Uno no puede hacer eso en un partido político serio. Si no sabes qué decir, no tienes que decir nada. Lo mejor es quedarse callado.”
— Cannon, The History of American Trotskyism
Cannon se encontraba profundamente insatisfecho con el estado de guerra fraccional permanente en el Workers Party. Palmer señala el hecho de que Cannon, después de su ruptura con Foster en 1925, argumentó por la supremacía del programa por encima de las fracciones e insistió en que se debería votar sobre “la línea política principal, sin importar quién esté a favor y quién en contra”. A finales de 1926, Cannon logró ganar a dos de los partidarios clave de Ruthenberg y Lovestone en Nueva York —Jack Stachel y William Weinstone— sobre la base de un programa para dar fin al fraccionalismo en el partido. Éste fue un acontecimiento promisorio. Palmer no aborda, desafortunadamente, las indicaciones de que la campaña de Cannon estaba progresando con Ruthenberg antes de la prematura muerte de éste en 1927.
Dado que el caldero fraccional del partido se mantenía hirviendo gracias al calor provisto por la Comintern, la “fracción para terminar con las fracciones” de Cannon estaba condenada al fracaso. Palmer describe cómo la dirección de la IC simplemente hizo al grupo de Cannon a un lado como un inconveniente. Después de que muriera Ruthenberg, Foster se unió a Cannon y a Weinstone en la campaña para hacer de éste último secretario general del partido. Fue Lovestone, sin embargo, el que obtuvo la aprobación de la Comintern y Weinstone subsecuentemente regresó al redil de Lovestone.
Los enérgicos esfuerzos de Cannon para dar fin al fraccionalismo eran únicos en la dirección del partido. Pero la dirección colectiva por sí misma no es ninguna panacea. La experiencia del Partido Comunista de Canadá (PCC) demuestra que ni la dirección colectiva ni la negativa a unirse al coro antitrotskista de la Comintern fueron garantías para resistir la degeneración estalinista. En Canadian Bolsheviks, Ian Angus describe detalladamente la falta admirable de fracciones permanentes —y de hecho de lucha fraccional alguna— en la dirección del Partido Comunista de Canadá hasta 1928. Desde la fundación del partido en 1921, la dirección canadiense trabajó colectivamente en un eje alrededor de Maurice Spector, editor de Worker [Obrero] y presidente nacional de 1923 a 1928, y de Jack MacDonald, que fue primero presidente nacional y después secretario del partido.
Spector fue a Alemania a dar cobertura a la revolución de 1923 en desarrollo, en la que el Partido Comunista vaciló frente a la oposición de los socialdemócratas de izquierda y se rehusó a tratar de dirigir una insurrección en una situación en la que tenía detrás de sí a la mayoría de la clase obrera. A continuación, Spector asistió a la XIII Conferencia del Partido en Moscú en enero de 1924, donde la burocracia estalinista obtuvo su victoria decisiva. Estas experiencias lo llevaron a albergar dudas reales sobre la campaña contra Trotsky y a coincidir con el análisis de Trotsky sobre la derrota alemana cuando más tarde leyó Lecciones de Octubre. Con Spector como editor, el Worker mantuvo un ostentoso silencio en torno a la campaña contra Trotsky mientras ésta progresaba a lo largo de 1924. El resto de la dirigencia canadiense aceptó la política de Spector. El partido mantuvo una estudiada neutralidad hacia el trotskismo hasta inicios de 1927; la única excepción fue un artículo del Worker de noviembre de 1926, escrito por el único estalinista naciente en la dirección canadiense, Tim Buck.
Ningún miembro de la dirección canadiense tenía intereses fraccionales contra Spector; el partido era pequeño y en otros asuntos seguía confiablemente la línea de la Comintern en degeneración. La dirección canadiense fue capaz al principio de esquivar las exigencias de que emitiera una declaración contra la Oposición Rusa. Esto cambió después de que Tim Buck fuera a Moscú como delegado al VII Pleno del CEIC en el otoño de 1926. Buck no sólo votó por la resolución contra la Oposición Unificada de Trotsky, Zinóviev y Kámenev, sino que además regresó determinado a empujar la cuestión en Canadá. En una reunión del CEC de abril de 1927, Buck presentó una moción condenando la Oposición Rusa y refrendando el programa del socialismo en un solo país. Para entonces, la dirección canadiense sabía que negarse a refrendar la moción de Buck provocaría un enfrentamiento a gran escala con la Comintern. Todos votaron junto con Buck excepto Spector. Sin embargo, el CEC rechazó la oferta de Spector de renunciar a todos sus puestos e insistió en encubrir su voto (mientras estuviera de acuerdo en mantenerse en silencio) presentando la resolución antitrotskista como unánime. Se mantuvo esta farsa por más de un año.
Para ese entonces, Spector tenía una idea mucho más clara que Cannon sobre las posiciones de la Oposición de Izquierda, pero no era de ningún modo un trotskista. Bajo la dirección de Spector, el periódico canadiense apoyó completamente la desastrosa liquidación del Partido Comunista Chino en el Guomindang, lo que condujo a la derrota de la Segunda Revolución China de 1925-1927. Spector buscó a Cannon para discutir sus dudas y sus insatisfacciones en un pleno del CEC estadounidense en febrero de 1928. Subsecuentemente, ambos asistieron al VI Congreso de la Comintern, en el que ambos estuvieron en la Comisión de Programa y recibieron copias de dos de las tres secciones de la mordaz Crítica de Trotsky del borrador de programa de la Comintern. Las traducciones de este documento fundamental de Trotsky por alguna razón fueron distribuidas a los miembros de la Comisión, aunque en copias numeradas que tenían que ser devueltas. Spector y Cannon leyeron y estudiaron el documento y fueron ganados absolutamente, en particular por el penetrante análisis de Trotsky de la derrota en China. En Moscú pactaron sacar de contrabando la Crítica de Trotsky y regresar a sus respectivos partidos a luchar por el programa de la Oposición de Izquierda. Ambos lograron contrabandear el documento. Cannon emergió con unos 100 partidarios, Spector con sólo un puñado.
Spector había entendido lo suficiente de la lucha de la Oposición de Izquierda contra la degeneración de la Revolución Rusa para votar contra el “socialismo en un solo país” en el CEC canadiense en abril de 1927. En el partido canadiense era bien sabido que tenía dudas acerca de la campaña contra Trotsky. Su anterior vacilación al luchar por sus perspectivas al interior del PCC muy probablemente afectó las perspectivas de ganar al trotskismo a una amplia capa de cuadros. Muchos de sus probables partidarios habían estado operando con base en la premisa de que las simpatías hacia el trotskismo de Spector tenían muy poco que ver con el trabajo real del partido canadiense. En contraste, el impacto de la repentina conversión de Cannon a las posiciones trotskistas dispuso a sus compañeros de fracción a considerarlas seriamente.
De manera más importante, aunque paradójica, las duras líneas fraccionales en el partido estadounidense funcionaron en ventaja de Cannon, y la dirección colectiva en desventaja de Spector. Las lealtades fraccionales le permitieron a Cannon reclutar rápidamente a Karsner, Shachtman y Abern e hicieron que Cannon tuviera tiempo de hablar con otros que pudieran tener simpatías antes de ser expulsado. Incluso quienes no pudieron leer la copia contrabandeada de la Crítica tuvieron la disposición de cuestionar las expulsiones de Cannon, Shachtman y Abern. Spector tenía poco espacio de maniobra en el partido canadiense, y el pequeño grupo de jóvenes cuadros que había reunido a su alrededor (según Angus, fundamentalmente a través de quejas personales contra MacDonald), lejos de mostrar interés alguno en la Oposición de Izquierda, se convirtieron en acólitos de Buck. Las relaciones con MacDonald, que había sido el colaborador central de Spector por siete años, aparentemente se encontraban muy tensas para entonces. MacDonald no se unió a los trotskistas sino hasta 1932; antes de decidir que había sido suficiente, pasó dos años infernales más en el PCC, mientras éste giraba hacia el Tercer Periodo y Buck consolidaba su control.
Los trotskistas de Toronto originalmente formaron un local de la organización que Cannon y sus partidarios fundaron, la Communist League of America (CLA, Liga Comunista de Estados Unidos). Los canadienses no formaron su organización nacional propia sino hasta 1934. El papel de Spector en la CLA, en la que fue miembro de la camarilla de Abern contra Cannon, se explica en detalle en el libro de la PRL Dog Days: James P. Cannon vs. Max Shachtman in the Communist League of America, 1931-1933 (Días perros: James P. Cannon contra Max Shachtman en la Communist League of America, 1931-1933, Nueva York: Prometheus Research Library, 2002), así como en un artículo de Palmer, “Maurice Spector, James P. Cannon, and the Origins of Canadian Trotskyism” (Maurice Spector, James P. Cannon y los orígenes del trotskismo canadiense, Labour/Le Travail [El Trabajo] No. 56, otoño de 2005). Estas obras proporcionan indicaciones sobre las posibles debilidades de Spector en sus esfuerzos a favor de la Oposición de Izquierda en 1928. El desarrollo de Cannon hasta convertirse en un dirigente leninista del partido habla de sus fortalezas:
“La génesis de la CLA a partir de una agrupación establecida al interior del Partido Comunista, con años de colaboración y acuerdo político a sus espaldas, le dio una estabilidad organizativa y una cohesión política de la que carecían otras secciones de la Oposición de Izquierda Internacional fuera de la Unión Soviética misma. La mayoría de los demás dirigentes de los partidos de la Internacional Comunista que tomaron lado con la Oposición de Izquierda lo hicieron sólo después de haber sido desacreditados y aislados de todos sus partidarios. Cannon resalta por ser el único que fue expulsado cuando todavía era un líder creíble del partido, capaz de ganar a otros a su curso político.”
— Introducción de la PRL a James P. Cannon and the Early Years of American Communism
La introducción de la PRL también aborda la cuestión de por qué Cannon, de manera excepcional entre los más altos dirigentes del partido estadounidense, fue ganado al trotskismo. Había factores en el perfil político de la fracción de Cannon que se contraponían a su salto hacia la Oposición de Izquierda: una preocupación parroquial por las cuestiones estadounidenses, la insistencia en un bloque con los “progresistas” en los sindicatos, la falta de énfasis en la lucha contra la opresión especial de los negros y las mujeres. Al mismo tiempo, la introducción de la PRL observó:
“La lucha de la fracción de Cannon y Foster contra la orientación hacia el movimiento de La Follette por un tercer partido burgués después de las elecciones de 1924, la insistencia por parte de Cannon del papel dirigente de la clase obrera en cualquier partido granjero-laboral, el fuerte, aunque desviado, internacionalismo que hizo que Cannon rompiera con Foster y se negara a dirigir una revuelta derechista contra la Internacional Comunista en 1925, el intento de Cannon de revertir las luchas fraccionales sin salida que lisiaban y deformaban al partido después de 1925, su voluntad de romper con la adaptación del partido a los sindicatos de la AFL en 1928: todo esto predispuso a Cannon a dar el salto hacia la Oposición de Izquierda cuando se presentó la opción. A Cannon, a diferencia de los demás líderes del Workers Party, las maniobras corruptas al interior de la Comintern en degeneración no lo habían vuelto cínico.”
La Comintern revolucionaria: El punto álgido
El alza en la lucha revolucionaria de la clase obrera que amenazó con abrumar gran parte del mundo capitalista hacia el fin de la Primera Guerra Mundial y que encontró su cúspide en la gran Revolución Rusa y el establecimiento de la Internacional Comunista, constituye el punto álgido de la lucha proletaria revolucionaria. El estudio de este excepcional periodo y del programa y los principios establecidos por los primeros cuatro congresos de la Internacional Comunista es esencial para los marxistas revolucionarios —y particularmente hoy en día, en medio de la penetrante e incesante oleada de propaganda de que “el comunismo ha muerto”—. También es importante estudiar el proceso mediante el cual las secciones de la Comintern fueron destruidas como organizaciones revolucionarias, aunque esta experiencia no es única. (Bajo diferentes circunstancias, la I y la II Internacional también experimentaron un proceso de degeneración.) La biografía de Palmer del pionero en la lucha por construir un partido bolchevique de la “Revolución Rusa” en suelo estadounidense merece la atención de todo joven interesado en un programa, una teoría y una organización coherentes para cambiar el mundo.
Es posible trazar algunos paralelos entre los años 20 y el actual periodo de reacción, pero una abrumadora diferencia resalta: en los años 20, la Unión Soviética existía como ejemplo para el proletariado mundial. En ese periodo, la clase obrera europea en su gran mayoría simpatizaba con el socialismo y el comunismo. La clase obrera estadounidense era por mucho la más atrasada políticamente en el mundo industrial; su poder y su peso social superaban por mucho su conciencia política. A pesar de que aún carecía de un partido político de masas independiente de los partidos de la burguesía, este enorme proletariado era, sin embargo, la clave para el futuro de la humanidad. El imperialismo estadounidense estaba en ascenso y habría de dominar el mundo. El Partido Comunista Estadounidense tenía una importancia para la Comintern muy superior a sus números.
La desproporción entre el poder social y la conciencia política de la clase obrera estadounidense aún acosa a los revolucionarios en ese país. El proletariado en Estados Unidos permanece bajo el control de los demócratas y los republicanos capitalistas. El imperialismo estadounidense, sin embargo, está en declive. La contrarrevolución en la Unión Soviética ha dejado a EE.UU. como la única superpotencia mundial en la coyuntura actual; su fuerza militar presenta una gran desproporción con su actual peso económico. Ésta es una situación que no puede durar ni siquiera a mediano plazo histórico, pero la transferencia de tanta capacidad productiva a China, un estado obrero deformado muy inestable, dificulta hacer pronósticos para el futuro. La disminución del peso económico del proletariado estadounidense en la arena mundial no determina por sí misma el papel que éste habrá de desempeñar en la revolución socialista mundial; ello depende de acontecimientos históricos. La burguesía estadounidense, poseedora de un arsenal nuclear, es todavía el gendarme más peligroso y poderoso del sistema imperialista mundial.
En cualquier caso, el legado de James P. Cannon sigue siendo igualmente importante hoy en día para los revolucionarios en EE.UU. y alrededor del mundo. James P. Cannon and the Origins of the American Revolutionary Left, 1890-1928 es una contribución sustancial al estudio histórico comunista. Este libro constituye una refutación de quienes hicieron suya la línea, útil a sus propios propósitos, contra Cannon propagada por Max Shachtman mientras descendía de revisionista a renegado después de su ruptura con la IV Internacional de Trotsky en 1940. Shachtman insistía en que Cannon no era más que un zinovievista irredento, moldeado irreversiblemente como un burócrata por sus experiencias en la Internacional Comunista en degeneración. Esta concepción acerca de Cannon ha sido perpetuada con particular vehemencia por los autoproclamados trotskistas en Gran Bretaña, particularmente el fallecido Al Richardson y sus compañeros en la publicación Revolutionary History (RH, Historia Revolucionaria).
RH no puede apreciar una de las mayores fortalezas de la fracción de Cannon: su antipatía al oportunismo de Lovestone, que floreció cuando éste tomó la dirección del Workers Party en 1925. Después de su expulsión, Lovestone se convirtió en el dirigente de la Oposición de Derecha bujarinista en EE.UU. Así, la CLA se encontraba inoculada contra cualquier intento de formar un “bloque entre la derecha y la izquierda”, una maniobra sin principios que ha sido alabada en las páginas de RH. En otros lugares, el “bloque entre la derecha y la izquierda” hizo que naufragara la sección española de la Oposición de Izquierda bajo la dirección de Andrés Nin (pavimentando el camino hacia la derrota de la Revolución Española de 1936-1938) y también condujo, por ejemplo, al hundimiento del trotskismo polaco y arruinó la construcción de una organización trotskista danesa.
Ojalá el segundo volumen que prometió Palmer, que cubriría los años de Cannon como trotskista, durante los cuales se convirtió en un dirigente partidario leninista de primer orden, también encuentre un editor.
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