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Spartacist (edición en español)
Número 35 |
Agosto de 2008 |
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V Conferencia Internacional de la LCI
Manteniendo un programa revolucionario en
el periodo postsoviético
Traducido de Spartacist (Edición en inglés) No. 60, otoño de 2007, aunque incorpora correcciones factuales menores.
A principios de 2007, la Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista) celebró en Europa su V Conferencia Internacional. Al ser el cuerpo más alto de nuestra tendencia internacional centralista-democrática, la conferencia tenía las tareas de evaluar nuestro trabajo en el periodo que inició con la última conferencia, a finales de 2003, y fijar el curso para el próximo periodo, resolver las diferencias políticas pendientes y elegir un nuevo Comité Ejecutivo Internacional (CEI) para que dirija la organización hasta la próxima conferencia. La conferencia estuvo precedida por tres meses de vigorosa discusión preconferencia, que incluyó la publicación de diez boletines internos con las contribuciones de camaradas de toda la organización. En todas las secciones nacionales de la LCI se celebraron elecciones de delegados a la conferencia, con base en las posiciones políticas de éstos. Los delegados debatieron, enmendaron y adoptaron el documento principal de la conferencia, “Manteniendo un programa revolucionario en el periodo postsoviético”.
Sin dejar de reconocer sobriamente las dificultades y presiones que sufre nuestra pequeña vanguardia marxista en este periodo, en general reaccionario, la conferencia registró varios pasos adelante significativos. Uno particularmente notable fue la decisión de reconstituir el Grupo Espartaquista de Polonia como sección simpatizante de la LCI, luego de haber sido disuelto en 2001. La conferencia tomó nota de la mejora significativa en cantidad y calidad de nuestra propaganda en torno al estado obrero deformado chino, así como de la intensificación de nuestros esfuerzos al nivel internacional por ganar la libertad del prisionero político condenado a muerte en Estados Unidos, Mumia Abu-Jamal. Como parte del análisis aún en curso que dispuso la conferencia anterior, un punto entero del orden del día estuvo dedicado a una evaluación más completa de nuestra intervención en la incipiente revolución política de Alemania Oriental (RDA) en 1989-90.
De manera particularmente significativa, la conferencia reconsideró la práctica anterior del movimiento marxista de postular candidatos para puestos ejecutivos, como alcalde o presidente, en contraposición a los puestos legislativos o parlamentarios. La conferencia resolvió que nos oponemos categóricamente a contender por puestos ejecutivos del estado capitalista. La amplia discusión al respecto, que tomó lugar tanto antes como después de la conferencia, dejó claro que no se trata de meras tácticas electorales, sino que esta cuestión va a la raíz de la concepción marxista del estado burgués como instrumento de opresión de clase. Como se declara en la sección concerniente a este punto del documento de la conferencia, reimpresa en este número: “Al adoptar la posición contra postularnos para puestos ejecutivos, estamos reconociendo y codificando lo que debe verse como un corolario a El estado y la revolución y La revolución proletaria y el renegado Kautsky de Lenin, que en realidad son los documentos de fundación de la III Internacional... Así, seguimos completando el trabajo teórico y programático de los cuatro primeros congresos de la IC [Internacional Comunista]” (“¡Abajo los puestos ejecutivos!”, página 22).
El entendimiento de que el proletariado no puede tomar en sus manos el estado capitalista y usarlo para sus propios intereses de clase es la línea divisoria entre el reformismo y el marxismo; éste es el caso aun más hoy, cuando el grueso de la izquierda reformista apenas hace referencias rituales a la meta del socialismo o el comunismo, y la presión de adaptarse a la ideología burguesa-liberal es generalizada e intensa. De hecho, la cuestión de la naturaleza de clase del estado fue un tema clave que influyó muchas de las discusiones durante la conferencia, no en menor medida al abordar nuestra perspectiva de movilizaciones de masas centradas en el movimiento obrero para liberar a Mumia Abu-Jamal, a diferencia de los liberales e izquierdistas que contraponen a lo anterior la confianza en la supuesta justicia de los tribunales capitalistas. Esta cuestión también figuró en primer plano al revisar nuestra lucha contra la contrarrevolución capitalista y en defensa del estado obrero de la RDA y del soviético, y al forjar una resolución de las diferencias sobre nuestro programa por la defensa militar incondicional de China y por la revolución política proletaria. Reafirmar la concepción marxista del estado es central para mantener nuestra orientación programática en este periodo de reacción postsoviética.
Depredaciones imperialistas, luchas defensivas
El documento de la conferencia expone el contexto político internacional en el que luchamos e intervenimos como grupo revolucionario de propaganda. Este contexto sigue estando definido por el impacto de la contrarrevolución capitalista de 1991-92 que destruyó a la Unión Soviética, tierra de la Revolución de Octubre de 1917. La destrucción de la URSS, tras décadas de mal gobierno burocrático estalinista, fue una derrota sin paralelo para los trabajadores de todo el mundo, y alteró decisivamente el paisaje político del planeta. Esto benefició a la más fuerte y peligrosa de las potencias imperialistas, EE.UU., permitiéndole extender su influencia dominante a todo el mundo. En colaboración con Japón, los imperialistas estadounidenses han construido una fuerte presencia militar en la región del Pacífico, y amenazan principalmente a los estados obreros burocráticamente deformados de China y Corea del Norte. Esto plantea con una urgencia cada vez mayor nuestro llamado por la defensa militar incondicional de estos estados —y de los estados obreros deformados de Vietnam y Cuba—, así como la necesidad de movilizar al proletariado internacionalmente en oposición a las ocupaciones de Irak y Afganistán, dirigidas por EE.UU., y a otras depredaciones imperialistas.
Sin embargo, a diferencia de 2003, cuando el gobierno de Bush se estaba jactando de su fácil triunfo sobre el régimen de Saddam Hussein, ahora el imperialismo estadounidense se encuentra empantanado en una ocupación de Irak altamente impopular y sangrienta. Más aún, como hemos señalado: “La incuestionable hegemonía militar del imperialismo estadounidense se halla en contradicción tajante con su decadente base económica. La tendencia del gobierno de Bush y, correspondientemente, de amplios sectores de la clase dominante estadounidense de ver el mundo a través de la lente apocalíptica y teológica del Armagedón tiene sus raíces en esta contradicción objetiva” (“Defend China, North Korea! U.S. Imperialism Hands Off the World!” [¡Defender a China y Corea del Norte! ¡Imperialismo estadounidense, manos fuera del mundo!], Workers Vanguard No. 843, 4 de marzo de 2005). Más generalmente, el documento señala que el futuro de la economía mundial es impredecible y sombrío, con numerosos indicios de que nos encontramos al borde de una depresión o una recesión importante.
La guerra de Irak evidenció fisuras entre EE.UU. y sus rivales europeos mucho menos poderosos militarmente, en particular Francia y Alemania. Procurando mejorar su situación competitiva, los imperialistas europeos tienen en la mira el “estado benefactor”, el cual consideran económicamente costoso y políticamente superfluo en el mundo postsoviético. Los obreros de Europa occidental han resistido estos ataques mediante significativas luchas defensivas, y Francia también ha atestiguado combativas movilizaciones de estudiantes y de jóvenes provenientes de minorías oprimidas de origen del norte y occidente de África. El documento de la conferencia subrayó la necesidad de combatir el proteccionismo económico y el chovinismo antiinmigrante en los países imperialistas.
En América Latina, el resentimiento debido al empobrecimiento creciente, las privatizaciones, el yugo de la deuda y los demás saqueos imperialistas, combinado con las dificultades de Washington en Irak, ha impulsado un crecimiento sustancial del populismo nacionalista, ejemplificado por el régimen de Chávez en Venezuela y el nacionalista burgués Partido de la Revolución Democrática (PRD) de López Obrador en México. En México ha habido una serie de extensas huelgas encarnizadas y protestas masivas, incluyendo una gran convulsión popular contra el aumento de precios de los alimentos básicos. La convulsión llegó a su culminación cuando la conferencia estaba reunida. Los delegados resolvieron ayudar a los camaradas en México a intervenir en las volátiles luchas sociales que están estallando en ese país con el fin de arrancar a los obreros y la juventud radical de las ilusiones en el PRD y otros nacionalistas populistas.
Nadando contra la corriente de la reacción postsoviética
De lo que se trata, parafraseando a Karl Marx, no es de interpretar el mundo, sino de transformarlo; y llevar a cabo un cambio revolucionario requiere forjar una dirección revolucionaria. Necesariamente, el principal foco de atención de los delegados durante la conferencia fue el estado de nuestra propia organización, el núcleo del partido de vanguardia leninista necesario para dirigir al proletariado en la lucha por el poder estatal y por una sociedad comunista global e igualitaria. Nuestra última conferencia internacional tuvo lugar en medio de una crisis en la LCI (ver: “La lucha por la continuidad revolucionaria en el mundo postsoviético”, Spartacist No. 33, enero de 2005). Aquella crisis fue producto de no haber asimilado cabalmente el impacto material e ideológico de la contrarrevolución capitalista. Como explicaba el artículo de la IV Conferencia Internacional:
“En el momento crucial, en tajante contraste con gran parte de la izquierda, la LCI mantuvo su puesto en defensa de las conquistas de la Revolución de Octubre de 1917. Sin embargo, el peso de esta derrota histórico-mundial nos ha afectado también, erosionando el entendimiento de nuestro propósito revolucionario en la lucha por nuevas revoluciones de Octubre.”
Los ideólogos de la burguesía han aprovechado el colapso de la Unión Soviética para proclamar la “muerte del comunismo” y declarar que el marxismo fue un “experimento fallido”. Los antiguos burócratas estalinistas, cuyas traiciones y mal gobierno prepararon el camino a la restauración capitalista, repitieron como pericos estas mentiras, al igual que la miríada de izquierdistas reformistas de Occidente que ayudaron e instigaron la campaña contrarrevolucionaria dirigida por el imperialismo. Esa derrota histórico-mundial llevó a un profundo retroceso en la conciencia proletaria, si bien desigual en su impacto alrededor del mundo; hoy, incluso los obreros más políticamente conscientes de los países capitalistas ya no identifican sus luchas, en general, con el fin último de alcanzar una sociedad socialista. Incluso un vocero dirigente del Socialist Workers Party (SWP) británico, una organización que festejó con fanfarrias el “colapso del comunismo” en 1991, recientemente tuvo que admitir en un boletín interno del SWP que su partido había juzgado equivocadamente “los efectos del colapso del estalinismo” y que de hecho éste “fue percibido por millones, e incluso por cientos de millones, como la derrota del socialismo” (John Molyneux, “Why I Intend to Stand” [Por qué pienso presentar mi candidatura], publicado en Weekly Worker, 5 de enero de 2006).
La mayoría de la llamada “izquierda” aceptó la “muerte del comunismo” proclamada por la burguesía, y dejó de ver el socialismo como algo posible y en su lugar promueve la democracia liberal y el “estado benefactor” como meta de la lucha social. Hay una inmensa brecha entre estos oponentes del marxismo revolucionario —y la juventud radical-liberal que puedan atraer— y nuestro programa de revolución proletaria. El documento principal de la IV Conferencia Internacional de la LCI declaraba: “El no reconocer el periodo en el que estamos y la necesaria relación entre nuestra pequeña vanguardia revolucionaria y el proletariado, y la ausencia de la Unión Soviética como un factor activo y definitorio en la política, han conducido a la desorientación. La frustración y la impaciencia en torno a la disparidad entre nuestro pequeño tamaño y escasas raíces en el proletariado y nuestro propósito internacionalista proletario han conducido tanto a desviaciones oportunistas como al moralismo sectario.”
La crisis de 2003 planteó una lucha tajante por mantener y defender nuestra integridad programática, es decir, nuestra continuidad revolucionaria con el bolchevismo de Lenin y Trotsky. Recobrar y conservar una brújula marxista en este periodo reaccionario no ha sido automático ni uniforme. La conferencia de 2003 ordenó la revisión y el análisis continuos de las cuestiones aún no resueltas y del trabajo pasado y presente del partido como medio para llegar a un mejor entendimiento de lo que se encontraba al fondo de nuestra desorientación política. Mediante estos análisis, así como debates internos sobre las cuestiones en disputa que han ido surgiendo, hemos restaurado y fortalecido los mecanismos de corrección interna que son la esencia de nuestra práctica centralista-democrática. Los camaradas lograron entender que, como declara el documento de la V Conferencia, “La principal presión que opera sobre nuestro partido, especialmente en este periodo de reacción postsoviética, es el oportunismo menchevique, es decir, socialdemócrata, y no el sectarismo ultraizquierdista, y la esencia del menchevismo en este periodo es la capitulación al liberalismo burgués.”
Escribiendo en 1937, Trotsky afirmó que, en épocas reaccionarias, “la tarea más importante de la vanguardia es no dejarse arrastrar por el flujo regresivo, sino nadar contra la corriente. Si la relación de fuerzas desfavorable le impide mantener las posiciones conquistadas, por lo menos debe aferrarse a sus posiciones ideológicas, porque éstas expresan las costosas experiencias del pasado” (“Estalinismo y bolchevismo”, agosto de 1937). Hablando de la centralidad de esta lucha por conservar nuestra continuidad revolucionaria en este periodo, nos hemos referido a nosotros mismos como una “operación de aferramiento programático”. Como afirma el documento de nuestra V Conferencia Internacional: “El programa es decisivo. Sin integridad programática, nuestra intervención en el mundo no puede ser sino revisionista.”
Pero defender nuestro programa también significa dilucidar su extensión a nuevas situaciones, poniéndolo a prueba en batallas polémicas y en intervenciones ejemplares. No puede haber un “programa terminado” para un partido vivo y combativo. La reconsideración de nuestra actitud anterior en cuanto a participar en elecciones para puestos ejecutivos es un ejemplo de lo anterior. El principal propósito de estas discusiones es armar a nuestro partido para que intervenga más eficazmente en las luchas sociales y de clase que vayan surgiendo. Como afirma una reciente resolución aprobada por nuestra sección mexicana y confirmada por la conferencia:
“La postura más profunda de los comunistas es luchar, ahora, como en el pasado y en el futuro. A pesar de que vivimos en un periodo reaccionario desde la caída de la Unión Soviética, un periodo caracterizado por un retroceso general de la conciencia, somos un grupo combativo de propaganda. La intervención con nuestro programa en las luchas existentes es crucial para mantener nuestra orientación programática.”
Luchas continuas para reorientar al partido
La discusión sobre el documento principal de la conferencia se abrió con los informes de dos miembros del Secretariado Internacional (S.I.) saliente, el subcomité del CEI residente en nuestro centro internacional. El camarada J. Blumenfeld trazó un balance general de la lucha por reorientar a la LCI en los años que siguieron a nuestra última conferencia, dirigiéndose a cuestiones en las que hemos hecho correcciones importantes y señalando las áreas donde el análisis de nuestro trabajo pasado está en proceso o sigue haciendo falta. Combatir las presiones de la ideología burguesa conforme se van manifestando es una necesidad permanente para una vanguardia leninista; nuestras secciones serán más permeables a estas presiones en la medida en que las ambigüedades no se examinen y resuelvan. El segundo ponente, J. Bride, se enfocó en un importante debate sobre nuestra postura hacia el estado obrero deformado chino hoy en día, relacionándolo con las lecciones de nuestra lucha por la revolución política proletaria y contra la contrarrevolución capitalista en la RDA en 1989-90, y abordó nuestra tarea de intersecar las luchas sociales que están teniendo lugar en México. En sus comentarios, ambos camaradas hablaron de la importancia del cambio de línea propuesto sobre postularse para puestos ejecutivos, que fue posteriormente abordado con mayor profundidad en un punto aparte del orden del día.
El camarada Blumenfeld señaló: “una presión importante sobre la dirección del partido es el vasto golfo que existe entre nosotros y nuestro programa, por un lado, y el de nuestros oponentes, por el otro.” Una de las luchas más cruciales para reorientar a la LCI en el periodo reciente fue respecto a nuestra actitud ante los Foros Sociales Mundiales y sus retoños regionales en Europa y otras partes, que han sido enarbolados por toda una gama de grupos de la izquierda reformista, incluyendo al SWP británico y al seudotrotskista “Secretariado Unificado de la IV Internacional” (S.U.). Esta lucha fue clave para profundizar nuestro entendimiento de que, particularmente en este periodo, la adaptación al menchevismo es el principal peligro que enfrenta nuestro partido. Antes de 2005, habíamos errado al no caracterizar los Foros Sociales como alianzas frentepopulistas —es decir, colaboracionistas de clase— administradas por liberales burgueses y socialdemócratas procapitalistas y financiadas directamente por instituciones y gobiernos capitalistas.
Un memorándum adoptado por el CEI ese año corrigió este problema y afirmó: “No entramos en frentes populares ni les damos apoyo crítico. No ofrecemos nuestra mercancía a la sombra del frente popular. Por lo tanto, no formamos parte de estos foros sociales ni organizamos actividades bajo su auspicio.” Dejamos claro que nuestras intervenciones políticas en estos eventos deben partir de una oposición franca e irreconciliable. Tras esta discusión clarificadora, la Spartacist League/Britain produjo un tajante artículo polémico en Workers Hammer (No. 191, verano de 2005), “La estafa de los Foros Sociales”, que fue traducido y publicado en otros órganos de la LCI [ver: Espartaco No. 26, septiembre de 2006].
El ponente también retomó un debate respecto a formulaciones en nuestra prensa que implicaban que el retroceso en la conciencia política que vemos hoy fue el resultado de un proceso más o menos continuo que comenzó a finales de los años 70. Por ejemplo, nuestra polémica en Spartacist contra los ideólogos “antiglobalización” Michael Hardt y Antonio Negri declaraba: “Hardt y Negri son representativos de lo que hemos descrito como un profundo retroceso en la conciencia política —especialmente marcado entre los intelectuales de izquierda—, el cual preparó y, a su vez, fue profundizado por el derrocamiento final de la Revolución de Octubre y el triunfalismo imperialista acerca de la supuesta ‘muerte del comunismo’” (“La demencia senil del posmarxismo”, Spartacist No. 34, noviembre de 2006). En contradicción con el sentido general del artículo, esta afirmación subestima enormemente el impacto de la contrarrevolución. El artículo agravaba el problema citando favorablemente un argumento contra el idealismo posmoderno del historiador británico Eric Hobsbawm:
“La mayoría de los intelectuales que se volvieron marxistas a partir de la década de 1880, incluyendo a historiadores, lo hicieron porque querían cambiar el mundo en asociación con los movimientos obrero y socialista. La motivación permaneció fuerte hasta la década de 1970, antes de que comenzara una reacción política e ideológica masiva contra el marxismo. Su principal efecto ha sido destruir la creencia de que el éxito de una forma particular de organizar las sociedades humanas puede predecirse y ser auxiliado mediante el análisis histórico.”
— Guardian [Londres], 15 de enero de 2005
Ciertamente, hubo un giro a la derecha que comenzó en la década de 1970, el cual se manifestó, entre otras cosas, con el surgimiento del eurocomunismo —un rechazo de toda lealtad, incluso nominal, a la Unión Soviética por parte de algunos partidos comunistas de Europa Occidental—. El artículo de Spartacist omite que el propio Hobsbawm apoyó a los eurocomunistas agrupados en torno a la publicación británica Marxism Today, la cual justificó que el entonces líder del Partido Laborista, Neil Kinnock, rompiera la huelga de los mineros de Gran Bretaña de 1984-85. Pero estos cambios ideológicos de finales de los años 70 fueron cuantitativos, y pudieron haberse revertido si, por ejemplo, los mineros británicos hubieran ganado aquella dura huelga que duró más de un año o, de manera obviamente más profunda, si hubiéramos logrado dirigir una revolución política en la RDA. El fin de la Unión Soviética tuvo consecuencias enormemente mayores. Como argumentó un camarada: “la reversión de Octubre convirtió la cantidad en calidad, no sólo en el terreno ideológico, sino en el material, el militar y el político.” Como ejemplo, el camarada Blumenfeld señaló que “La Unión Soviética era, económicamente hablando, el motor de Europa Oriental, pero también creó la posibilidad de que naciera y existiera el estado obrero cubano. Ése ya no es el mundo en que vivimos hoy día.”
El documento de la conferencia señaló que, antes de la contrarrevolución soviética en 1991-92, el otro punto nodal histórico fue el fracaso de la Revolución Alemana de 1923. Éste “marcó el fin de la ola revolucionaria que siguió a la Primera Guerra Mundial y significó una estabilización temporal del orden capitalista. Esto significó el aislamiento del sitiado y económicamente empobrecido estado obrero soviético durante todo el siguiente periodo y llevó a los obreros soviéticos a desesperanzarse respecto a la perspectiva de la revolución proletaria mundial; abrió la puerta al ascenso de la casta burocrática estalinista, cuyas políticas minaron gravemente la conciencia del proletariado a lo largo de las siguientes décadas. Para mediados de la década de 1930 [cuando la Comintern adoptó abiertamente el frente popular], los partidos estalinistas ya no eran sino soportes reformistas del orden burgués. Esto fue cualitativamente más significativo que el fenómeno del eurocomunismo de los años 70.” Cabe repetir, sin embargo, que el actual periodo reaccionario es desigual y no durará para siempre; el funcionamiento del capitalismo da lugar continuamente a la lucha de clases y luchas sociales en general y llevará a nuevos auges revolucionarios.
En la década de 1960 y a principios de la de 1970 hubo varias convulsiones revolucionarias —notablemente la huelga general del Mayo Francés de 1968— y una radicalización internacional, especialmente de la juventud estudiantil pequeñoburguesa, de la cual la mayoría de la izquierda se nutrió enormemente. Esta radicalización se disipó rápidamente con el fin de la Guerra de Vietnam, a la cual siguió una campaña por parte de Washington, bajo la presidencia del demócrata Jimmy Carter, por un rearme contra la Unión Soviética bajo la rúbrica de los “derechos humanos”. Durante el siguiente periodo, enormes cantidades de “sesentaiocheros”, otrora radicales, se convirtieron en socialdemócratas anticomunistas que promovieron activamente la contrarrevolución capitalista en la URSS y Europa Oriental. En los años 60 y principios de los 70, el seudotrotskista S.U., entonces dirigido por Ernest Mandel, argumentaba de manera impresionista que la marcha del socialismo era irreversible, presentando a las “universidades rojas” como bastiones revolucionarios y descubriendo múltiples “nuevas vanguardias de masas” para remplazar la necesidad de un partido leninista-trotskista. Hoy, el S.U. y sus consortes son reformistas abyectos que actúan como si el capitalismo fuera irreversible.
El documento de la conferencia cita un documento del año 2000 de la Spartacist League/U.S., producido para acompañar la declaración programática de la SL/U.S., que describe sucintamente a nuestros actuales competidores en la izquierda como “Oponentes del movimiento obrero revolucionario e internacionalista”, y señala:
“Toda la actividad de nuestro partido se dirige a organizar, entrenar y templar el partido proletario de vanguardia necesario para la toma del poder. En cambio, la política de los reformistas y centristas consiste en actividades de oposición completamente definidas por el marco de la sociedad burguesa, lo cual Trotsky caracterizó tajantemente como ‘la educación de las masas en la idea de la inviolabilidad del estado burgués’. Estas adaptaciones al dominio de clase capitalista por parte de organizaciones que dicen reivindicar el marxismo son, en todo caso, más decisivamente pronunciadas hoy, en un mundo definido por la destrucción final de la Revolución Rusa y la afirmación triunfal de los gobernantes imperialistas de que ‘el comunismo ha muerto’.”
— Folleto espartaquista For Socialist Revolution in the Bastion of World Imperialism! [¡Por la revolución socialista en el bastión del imperialismo mundial!] (noviembre de 2000)
La conciencia predominante entre los activistas políticos de hoy —incluyendo a la supuesta izquierda y al medio globalifóbico— es la ideología liberal-burguesa. Pero las implicaciones claras de este entendimiento para nuestro trabajo respecto a los oponentes no se siguieron consecuentemente y por momentos se hizo caso omiso de ellas. En particular, los delegados a la conferencia reexaminaron nuestro trabajo en torno a los medios juveniles anarcoides que crecieron sustancialmente a partir de finales de la década de 1990. Habíamos previsto correctamente que las tendencias anarquistas se recrudecerían en el periodo postsoviético, dada la omnipresencia de la ideología de la “muerte del comunismo”. Pero terminamos invistiendo a estos liberales radicales con un carácter izquierdista del cual carecen, cayendo en un patrón de conciliación oportunista. Esto salió a la luz más tajantemente en nuestra propaganda en torno a las protestas contra la cumbre del imperialista G8 celebrada en Génova en 2001. A diferencia de la mayoría de nuestros oponentes seudotrotskistas, nosotros defendimos a los combativos anarquistas del Bloque Negro contra la brutal persecución del estado. Pero en el curso de esta defensa elemental de militantes bajo ataque estatal embellecimos su política.
Escribimos sobre “una clara división izquierda-derecha—escrita en sangre— dentro del movimiento ‘globalifóbico’. Esta división no es principalmente respecto a tácticas de protesta, o a ‘violencia’ versus ‘no-violencia’. Más bien, lo que está en la raíz de este asunto es la cuestión de la legitimidad ‘democrática’ del actual gobierno capitalista parlamentario. En esa cuestión, estamos junto a los anarquistas contra los socialdemócratas de izquierda, incluyendo a los que de vez en cuando fingen ser marxistas o trotskistas” (Workers Vanguard No. 726, 3 de agosto de 2001). La afirmación de que los anarquistas de hoy rechazan la legitimidad del orden burgués es una invención de la realidad. En EE.UU., por ejemplo, la mayoría de quienes se describen a sí mismos como anarquistas se unieron al tropel de “cualquiera menos Bush” al votar por los demócratas o los verdes en las elecciones.
El distintivo político de los actuales anarquistas es simplemente el anticomunismo: todos ellos saludaron la contrarrevolución triunfante en la Unión Soviética y Europa Oriental. La conferencia tomó nota de que nuestro folleto de 2001 Marxismo contra anarquismo [publicado en español en Espartaco No. 23, septiembre de 2004], que por lo demás es una excelente exposición histórica, no aborda sustancialmente la Revolución de Octubre ni el escándalo de los anarquistas sobre el necesario aplastamiento del motín de Kronstadt de 1921 y del contrarrevolucionario movimiento majnovista por parte de los bolcheviques. (Para más sobre esta cuestión, ver: “Kronstadt 1921: Bolchevismo vs. contrarrevolución”, Spartacist No. 34, noviembre de 2006). La experiencia viva de la Revolución Rusa ganó a lo mejor de los anarquistas y sindicalistas revolucionarios, tanto en Rusia como en otras partes, al lado de los bolcheviques. En agudo contraste, una multitud de anarquistas liberales confundidos eligió hacer un bloque con los monárquicos, los imperialistas y otras fuerzas poco apetecibles contra la Revolución. Nuestra propaganda debió haber hecho una distinción explícita entre los anarquistas apasionadamente anticomunistas de hoy y los anarcosindicalistas que se solidarizaron con la Revolución Rusa.
Debemos ponernos en guardia contra toda tendencia, rutinaria entre nuestros oponentes, a embellecer la democracia burguesa. Nuestros oponentes, que creen la mentira de que el comunismo es la encarnación de la brutalidad totalitaria, apelan a los rapaces y sanguinarios gobernantes imperialistas a que se ajusten al falaz ideal de la democracia burguesa. Un ejemplo de lo anterior es el extenso uso que hacen los liberales e izquierdistas del término “gulag” para describir lo que ven como “excesos” de represión y tortura por parte del estado capitalista. Este término —que se refiere a los campos de trabajo soviéticos de la era de Stalin— ha sido por mucho tiempo un grito de guerra anticomunista proveniente de la Guerra Fría. El que haya logrado colarse a un artículo que defendía a las víctimas de la “guerra contra el terror” de EE.UU. en Workers Vanguard (No. 842, 18 de febrero de 2005) fue una señal de alarma de que teníamos que mantener una vigilancia extrema para no adaptarnos a la ideología prevaleciente de la “muerte del comunismo”. Reconociendo nuestro error, en una polémica contra los liberales e izquierdistas entre quienes el anticomunismo es moneda corriente, escribimos:
“La Unión Soviética puede haber desaparecido, pero la necesidad de defender la Revolución Rusa es tan vital como siempre. Los imperialistas y sus portaestandartes liberales quieren reescribir la historia para asegurar que el dominio del capital no vuelva a ser desafiado. Quisieran borrar de la conciencia del proletariado y los oprimidos cualquier apego al programa o los ideales del comunismo.”
— “U.S. Torture Machine” [La máquina de tortura estadounidense], Workers Vanguard No. 863, 3 de febrero de 2006
¡Abajo los puestos ejecutivos del estado capitalista!
El camarada Bride comenzó su informe señalando la importancia de nuestra discusión respecto a que los comunistas se postulen para puestos ejecutivos: “El punto fundamental que se plantea aquí es la línea entre reforma y revolución, entre la estrategia reformista de obtener el control del aparato estatal burgués y administrarlo, y la estrategia revolucionaria, que implica aplastar los órganos estatales existentes y remplazarlos con órganos de poder obrero. Los comunistas no participan en la administración del estado burgués, no la apoyan y no toman responsabilidad por ella. Cuando alguien se postula para un puesto ejecutivo o lo ocupa, está legitimando precisamente eso: la autoridad del ejecutivo.”
La posición de que los comunistas no deben, bajo ninguna circunstancia, postularse para puestos ejecutivos del estado burgués es una extensión de nuestra añeja crítica a la entrada del Partido Comunista Alemán (KPD), apoyado por la Comintern, a los gobiernos regionales de Sajonia y Turingia en octubre de 1923. El apoyo del KPD a estos gobiernos burgueses —primero desde fuera del gobierno, y después desde dentro—, los cuales eran administrados por socialdemócratas “de izquierda”, ayudó a descarrilar una situación revolucionaria (ver: “Una crítica trotskista de Alemania 1923 y la Comintern”, Spartacist No. 31, agosto de 2001). Nuestra nueva línea aclara la confusión que ha estado presente en el movimiento comunista desde el II Congreso de la IC en 1920. El ponente señaló: “Estamos tratando de hacer lo que la III Internacional, en términos generales, hizo: erradicar los problemas de la II Internacional en cuanto al estado. La Comintern simplemente no terminó el trabajo, porque cuando tuvo esa discusión en el II Congreso estaba batallando contra los bordiguistas y los ultraizquierdistas, que por principio no querían postularse para ningún puesto. Pero en ese congreso no se hizo distinción alguna entre postularse para un puesto ejecutivo y uno parlamentario.”
Nuestra línea anterior, afirmada por la IV Conferencia Internacional de la LCI en 2003, era que los marxistas podíamos postularnos para puestos ejecutivos en tanto dejáramos claro de antemano que, de ser electos, no asumiríamos el puesto. El camarada Bride señaló que esta cuestión fue planteada internamente por primera vez en 1999, cuando el partido estaba profundamente desorientado; luego volvió a plantearse tras la conferencia de 2003, lo cual llevó a que la discusión se reabriera. Bride comentó: “De hecho, creo que la lentitud para entender esta cuestión tiene mucho que ver con el estado del partido y con la concepción prevaleciente de que el problema de fondo era el sectarismo y no el menchevismo.” Las subsecuentes luchas y discusiones para reorientar a la LCI han fortalecido mucho nuestra capacidad de enfrentar estas cuestiones, sacando lecciones cruciales de la historia del movimiento obrero para aplicarlas a nuestro trabajo.
En la preparación de la V Conferencia, la cuestión de los puestos ejecutivos fue un tema de debate importante que contó con muchas contribuciones de camaradas en las reuniones preconferencia y en los boletines internos. Se produjeron varios documentos de investigación que examinan una gran variedad de situaciones históricas, entre ellas el ministerialismo (el ocupar puestos en gobiernos burgueses) de la II Internacional, el trabajo electoral del Partido Bolchevique y su actitud hacia gobiernos municipales burgueses durante el periodo del poder dual de 1917, el trabajo de los socialistas “estrechos” búlgaros en los años previos y posteriores a la Revolución Rusa y el de los primeros años de los partidos comunistas de Francia, México y otros lugares. Queda aún por realizarse una investigación histórica más amplia y profunda para publicar propaganda más extensa sobre esta cuestión crucial en el futuro.
Nuestro cambio de línea siguió siendo controvertido hasta la víspera de la Conferencia. Algunos camaradas argumentaron inicialmente por postularse para presidente en circunstancias “excepcionales” como un medio para obtener una audiencia más amplia para las ideas marxistas. Otro camarada, señalando la práctica de los partidos comunistas de primera época de administrar gobiernos locales, incluso escribió que, de ganar la mayoría en un ayuntamiento, deberíamos asumir el puesto, pues de otro modo nos arriesgaríamos a parecer “abstencionistas”. Otro camarada respondió tajantemente: “Nuestra posición no es de abstención, como algunos han sugerido. Es de oposición. Por favor, que quede muy claro: no somos neutrales. Nos oponemos al ejecutivo del estado capitalista.” Los camaradas que inicialmente discutían en contra de cambiar nuestra línea, terminaron por darse cuenta de que su argumentación se acercaba peligrosamente al reformismo, y finalmente la conferencia votó unánimemente por la nueva posición.
Una polémica reciente del Grupo Internacionalista (GI) nos brinda un burdo refrito de los peores argumentos a favor de postularse a puestos ejecutivos. El artículo del GI, “Francia da un violento giro a la derecha” (Suplemento de The Internationalist, mayo de 2007), trata de las recientes elecciones presidenciales francesas, en las que la sección líder del S.U. no sólo postuló un candidato, sino que además, tras quedar eliminado en la primera vuelta electoral, llamó a votar por la candidata del procapitalista Partido Socialista. En 2002, en nombre del “combate a la derecha”, los mandelistas incluso llamaron a reelegir al presidente derechista burgués de Francia, Jacques Chirac, en detrimento de su oponente, el fascista Jean-Marie Le Pen. Al citar nuestra nueva posición, como se resume en un artículo sobre las elecciones francesas (Le Bolchévik No. 179, marzo de 2007), el GI ridículamente acusa a nuestra política contra postular candidatos a presidente y otros puestos ejecutivos de “revela[r] un cretinismo parlamentario similar al de los seudotrotskistas mandelistas”, ¡porque reconocemos una diferencia entre los puestos ejecutivos y los parlamentarios!
El GI muestra una fe conmovedora en el estado capitalista y sus ropajes democráticos. Los marxistas siempre hemos distinguido entre los puestos ejecutivos, como presidente o alcalde, que por definición implican administrar el estado burgués, y los puestos legislativos como el de diputado parlamentario, que los comunistas pueden usar como tribuna para ayudar a movilizar a las masas contra el orden burgués. El GI, en cambio, elimina tal distinción a favor de otra entre instituciones burguesas “democráticas” y “antidemocráticas”. El GI escribe: “También nos hemos opuesto a la existencia de una segunda cámara legislativa, supuestamente más alta, por ser inherentemente antidemocrática. ¿Debemos entonces negarnos también a postular candidatos al senado?” Tomar como punto de partida para la participación en las elecciones cuán democráticas son las fachadas institucionales del estado capitalista es verdadero cretinismo parlamentario. ¿Piensa el GI que las cámaras bajas de las repúblicas parlamentarias burguesas son instituciones realmente democráticas? Si creen que el senado francés es antidemocrático, deberían considerar la Duma zarista, la cual los bolcheviques lograron utilizar para difundir su programa revolucionario. Por lo que respecta al GI, los comunistas pueden postularse para “cualquier puesto”. ¿Juez? ¿Alguacil? En efecto, si no hay problema en postularse para comandante en jefe del ejército imperialista, ¿por qué no hacerlo para el puesto de alguacil local?
Como afirma nuestro documento de conferencia, “el problema con postularse para puestos ejecutivos es que legitima las concepciones prevalecientes y reformistas sobre el estado.” Si uno se postula para esos puestos, los obreros entenderán que el candidato no puede sino aspirar a administrar el estado capitalista. Para el GI, postular candidatos para presidente o alcalde “de ningún modo implica la intención de ocupar estos puestos dentro del marco del estado burgués”. Después de todo, “en el caso inusual de que un candidato revolucionario tuviera suficiente influencia como para ser elegido, el partido ya habría estado construyendo consejos obreros y otros órganos de carácter soviético. Y el partido insistiría en que, de ser elegidos, sus candidatos se apoyarían en esos órganos de poder obrero y no en las instituciones del estado burgués.” Con esta línea, el GI deja abierta, y ciertamente no niega, la posibilidad no sólo de competir por puestos ejecutivos, sino de ocuparlos en una situación revolucionaria, como en los gobiernos burgueses de Sajonia y Turingia en 1923. ¿Y qué pasaría si un “candidato revolucionario” ganara un puesto municipal, como el de alcalde, en un bastión local del partido, en ausencia de una crisis al nivel nacional que planteara la cuestión del poder proletario? Éste fue el caso, no muy extraordinario, en los primeros años de los partidos comunistas búlgaro y francés, entre otros, que controlaban cientos de gobiernos locales de este tipo. El GI no dice nada sobre lo que un candidato revolucionario debería hacer en tales circunstancias.
La tradición que el GI sostiene no es la de Lenin, sino la de Karl Kautsky. En medio del levantamiento revolucionario que sacudió Alemania al final de la Primera Guerra Mundial, los kautskistas decían apoyar tanto a los consejos obreros como al gobierno provisional burgués, el Consejo de Representantes del Pueblo, al que se unieron en noviembre de 1918. Así, desempeñaron un papel clave en la cooptación y la derrota del levantamiento revolucionario. Es precisamente en los momentos revolucionarios cuando las ilusiones en el estado capitalista son más peligrosas. Cuando Lenin estableció la perspectiva marxista del derrocamiento revolucionario del estado burgués en El estado y la revolución (1917), los socialdemócratas lo atacaron furiosamente, acusándolo de haberse pasado al anarquismo.
El GI —cuyos cuadros centrales desertaron de nuestra organización en 1996, persiguiendo una orientación oportunista respecto a diversos estalinistas, nacionalistas latinoamericanos y otros medios pequeñoburgueses— ve nuestra nueva posición como una prueba más de nuestra ruptura con “la continuidad del trotskismo genuino”. Lo que quiere decir, sin decirlo, es que en 1985 postulamos a Marjorie Stamberg, hoy partidaria del GI, como la candidata espartaquista para la alcaldía de Nueva York (ver, por ejemplo, “Campaña electoral espartaquista en Nueva York. ¡Nueva York para los trabajadores!”, Spartacist No. 17, enero de 1986). Como hemos señalado en otros artículos, la línea del GI de que se podría aceptar un puesto ejecutivo en ciertos “casos inusuales”, “no está en ‘continuidad’ con nuestra línea anterior de ‘postularse pero no fungir’. Más bien, es una solución derechista de la contradicción inherente a esa línea” (“El GI y los puestos ejecutivos: El centrismo de las cloacas”, Espartaco No. 29, primavera de 2008).
En un documento escrito durante nuestra discusión preconferencia, un camarada trazó una analogía útil entre la práctica anterior de los marxistas de postularse a puestos ejecutivos y la consigna de Lenin, anterior a 1917, de “dictadura democrática revolucionaria del proletariado y el campesinado” (DDRPC) para la Rusia zarista. El documento señala que “hay medidas que pueden servir a los revolucionarios durante mucho tiempo antes de demostrar finalmente, en el desarrollo de la lucha de clases, que son inadecuadas” y continúa:
“Lenin no era un traidor de clase al usar esa consigna defectuosa contra los mencheviques y los liberales. Del mismo modo, ni Trotsky, ni Cannon, ni nosotros mismos cruzamos la línea de clase al procurar oponernos al menchevismo con una táctica potencialmente defectuosa.
“Pero tras la exitosa Revolución de 1917 y la estrangulación de la Revolución China de 1927, lo que había sido un defecto ‘potencial’ en la fórmula de Lenin de la DDRPC adquirió un carácter manifiesto, consciente y redirigido. Sostenerla entonces contra el programa de Trotsky de la revolución permanente era una traición. Y lo mismo puede decirse de aferrarse a una vieja táctica —heredada de nuestros predecesores— cuyo defecto inherente no se había revelado aún. Teníamos la responsabilidad, y ahora tenemos el beneficio, de aprender de las desastrosas consecuencias del fracaso alemán (y búlgaro) de 1923. Negar el vínculo entre la ruptura inconclusa de la Comintern con el ministerialismo socialdemócrata evidenciado en Bulgaria y Alemania en 1923 y la promoción simultánea por parte del CEIC [Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista] de campañas por puestos ejecutivos es empeñarse en no ver.”
O, en el caso del GI, es empeñarse en ser confusionista y centrista.
En términos históricos, la idea de que los comunistas deben llevar a cabo campañas por posiciones administrativas en el estado de la clase dominante a la que quieren derrocar es grotesca; el hecho de que esto encuentre defensores en el movimiento obrero actual es una medida del éxito que ha tenido la hipocresía democrática, que refleja directamente la fuerza política del orden capitalista. La historia está llena de ejemplos de supuestos marxistas que han pasado a administrar directamente el estado capitalista contra los obreros y los oprimidos. Un ejemplo es la laborista británica Militant Tendency (hoy Socialist Party), que se convirtió en el patrón de más de 30 mil trabajadores municipales de Liverpool al controlar el ayuntamiento de esa ciudad a mediados de la década de 1980. En un momento dado, estos patrones “socialistas” de hecho amenazaron con despedir a toda la planta laboral, diciendo que era una “táctica” para enfrentar el recorte presupuestal que impuso el gobierno central (del Partido Conservador). Más recientemente, un líder del grupo brasileño del S.U. aceptó la cartera de ministro de agricultura en el gobierno burgués de Lula, asumiendo así responsabilidad directa por el desalojo de activistas del combativo Movimento dos sem Terra.
Durante nuestra discusión sobre los puestos ejecutivos, un camarada señaló la distinción entre el capitalismo y las anteriores sociedades de clase, como el feudalismo. Esas sociedades estaban marcadas por claras relaciones de clase y de casta que definían el lugar de cada uno en el orden social. El capitalismo disfraza la naturaleza de su explotación de clase detrás de conceptos como “el mercado”, “la oferta y la demanda” y, especialmente en el mundo industrial más avanzado, los adornos de la “democracia” que supuestamente confieren los mismos derechos y oportunidades a los explotadores y a los explotados. Nuestra labor como comunistas es arrancar esta máscara y exponer la realidad de un sistema brutal que no es otra cosa que la dictadura de la burguesía.
Lecciones de la RDA, 1989-90...
El punto en el orden del día de la conferencia dedicado a examinar nuestra intervención en la incipiente revolución política de Alemania Oriental en 1989-90 formó parte de nuestros esfuerzos por llegar a una evaluación más plena de esta intervención, la más grande y sostenida en la historia de nuestra tendencia. Los ponentes fueron el camarada F. Zahl, un dirigente central de la sección alemana de la LCI, el Spartakist-Arbeiterpartei Deutschlands (SpAD, Partido Obrero Espartaquista de Alemania), y R. Henry, del S.I. saliente. Refiriéndose a la revolución española de la década de 1930, la camarada Henry citó un pasaje de Trotsky de 1931 que se contraponía a la visión derrotista de que la victoria es imposible en ausencia de un partido de masas preexistente: “Pero la ventaja de una situación revolucionaria consiste precisamente en la posibilidad, aun para un grupo poco numeroso, de llegar a ser una gran fuerza en un corto espacio de tiempo, a condición de dar pronósticos justos y de lanzar a tiempo consignas apropiadas” (“Cartas dirigidas al Secretariado Internacional y a los camaradas españoles”, junio de 1931). Luego la camarada añadió: “Lo que quiero decir es que nosotros éramos esa organización. Teníamos el programa correcto para intervenir en la RDA.”
Nos opusimos incondicionalmente a la reunificación capitalista con la Alemania Occidental imperialista y llamamos por la revolución política proletaria en el oriente y la revolución social en el occidente como el camino hacia una Alemania roja soviética dentro de unos Estados Unidos Socialistas de Europa. El poder de nuestro programa se hizo particularmente evidente en la manifestación de 250 mil personas el 3 de enero de 1990 contra la profanación fascista del monumento del parque Treptow en Berlín Oriental que honra a los soldados soviéticos que murieron liberando a Alemania de la escoria nazi en 1945. Nosotros iniciamos el llamado a esa movilización, que luego fue retomado por los gobernantes estalinistas del SED/PDS (Partido de Unidad Socialista/Partido del Socialismo Democrático) porque temían que nuestro programa resonara entre los obreros de Berlín Oriental y se sintieron obligados a movilizar a su base. Como afirmó el documento principal de nuestra II Conferencia Internacional de 1992:
“Pero como lo demostró más tarde Treptow, desde el comienzo estábamos en una lucha política con el abdicante régimen estalinista sobre el futuro de la RDA. Mientras que nosotros llamábamos por un gobierno de consejos obreros, los estalinistas actuaban conscientemente para impedir una insurrección obrera desmovilizando a todas las unidades del ejército que habían formado consejos de soldados como resultado de nuestra propaganda previa. Aunque condicionada por la desproporción de las fuerzas, había de hecho una competencia entre el programa de revolución política de la LCI y el programa estalinista de capitulación y contrarrevolución.”
— “¡Por el comunismo de Lenin y Trotsky!”, Spartacist No. 25, julio de 1993
Éste era el punto fundamental, pese a los muchos problemas y dificultades que tuvimos al implementar nuestro programa en ese entonces; el documento de 1992 abordó de manera franca muchos de estos problemas. Entre éstos estaba la demora con la que establecimos Spartakist-Gruppen (Grupos Espartaquistas) locales, como organizaciones de transición para muchos activistas políticos que en toda la RDA se identificaban con nuestro programa y querían distribuir Arbeiterpresskorrespondenz (Arprekorr, Correspondencia de Prensa Obrera), el periódico trotskista que publicamos casi diariamente durante diciembre de 1989 y que seguimos sacando una o dos veces por semana hasta principios de abril de 1990.
Sostenemos el balance que hicimos en 1992 y buscamos profundizar nuestro entendimiento de esos acontecimientos a la luz de las historias y memorias que se han publicado desde entonces. Con ese fin, antes de la conferencia publicamos seis nuevos boletines internos sobre la intervención en la RDA. Uno de ellos fue una compilación en inglés de los 30 números de Arprekorr. Otros boletines contenían ocho documentos de investigación producidos por camaradas y basados en nuestro propio registro documental del periodo y en materiales recientemente publicados, sobre temas como los sucesos en el partido estalinista abdicante SED/PDS, nuestro trabajo político en diversas fábricas, los esfuerzos que dirigimos a los soldados soviéticos y del NVA (ejército germano-oriental), y la crucial campaña electoral de marzo de 1990, en la que postulamos la única planilla de candidatos que se oponía sin ambigüedad a la reunificación capitalista. Un tema de discusión fue la subestimación de la importancia de las milicias de fábrica (Betriebskampfgruppen) en nuestro trabajo en el terreno, las cuales pudieron haber sido el foco político-militar de una revolución política proletaria. A la luz de la discusión en la conferencia, se asignaron varios otros documentos de investigación.
Como era de esperarse, los camaradas han mostrado cierta disparidad en su apreciación de nuestro impacto en la RDA; esta discusión sigue siendo un trabajo en proceso, con varias cuestiones aún por resolverse. Nuestro fin es profundizar el entendimiento de nuestros propios camaradas de los sucesos de 1989-90, y también producir propaganda para un número futuro de Spartacist. Para motivar esta reseña, el documento de la conferencia señaló:
“La lucha de la LCI en Alemania por la revolución política obrera y la reunificación revolucionaria del país fue un desafío directo, el único desafío, a la venta entreguista de la RDA al imperialismo germano-occidental por parte de los estalinistas de Moscú y Berlín Oriental. Pero los comunistas, que procuran aprender de la historia —y no en menor medida de la suya propia— deben entender que eso significa ser capaces de evaluar críticamente las fortalezas y debilidades de la manera en que intervinimos como revolucionarios.”
...y la lucha por la revolución política en China
Evaluar nuestra intervención en la RDA no es sólo una cuestión de interés histórico, sino que es relevante para nuestras tareas de hoy y del futuro. Lo anterior quedó vívidamente claro en una disputa tajante durante la discusión de los informes principales en un punto anterior del orden del día. Gran parte de la primera ronda de esa discusión se centró en las diferencias que planteó un camarada respecto a nuestro programa de defensa militar incondicional y revolución política proletaria en China. El camarada ya había planteado estas diferencias hace más de un año, provocando una cantidad considerable de discusión escrita. Poco antes de la conferencia, entregó un segundo documento vinculando sus opiniones sobre China con su apreciación de las lecciones obtenidas de las derrotas en la RDA y la Unión Soviética. Aunque no era delegado a la conferencia, los delegados le concedieron tiempo de presentación para que defendiera sus puntos de vista y para permitir la mayor claridad posible sobre las cuestiones en disputa. Al final de la discusión, el camarada declaró que estaba reconsiderando sus opiniones a la luz de los argumentos presentados.
En su documento, el camarada citaba una afirmación que hicimos en el artículo “Cómo fue estrangulado el estado obrero soviético” (Espartaco No. 4, primavera de 1993), que acusaba a la burocracia estalinista de haber envenenado la conciencia del proletariado soviético con mentiras, burocratismo y nacionalismo. En el artículo, observamos que el proletariado soviético no se movilizó en defensa del estado obrero debido a su atomización en un sentido político —reflejado en la ausencia de una dirigencia anticapitalista— y a su falta de conciencia socialista de clase coherente y constante, incluyendo un profundo escepticismo respecto a la posibilidad de lucha revolucionaria en países capitalistas avanzados. El camarada usó esa observación para argumentar que la clase obrera en la China actual, como antes en la RDA y la Unión Soviética, carece de todo entendimiento de la necesidad de defender las conquistas sociales encarnadas en el estado obrero. A partir de ahí, argumentó que, dado que los obreros carecen de esa conciencia, la burocracia estalinista es la única fuerza consciente que sigue defendiendo al estado obrero, aunque sólo para defender su propio poder y privilegios. Según esta lógica, ¡el llamado por una revolución política proletaria se convertiría en un llamado a derrocar al único factor consciente que sigue defendiendo al estado obrero!
En la década de 1930, Trotsky señaló que la burocracia estalinista —una casta parasitaria que descansa sobre las formas de propiedad colectivizada— ya no defendía a la URSS con base en su identificación subjetiva con el socialismo, sino sólo en la medida en que le temía al proletariado. Al final, lejos de defender la propiedad colectivizada, los estalinistas entregaron los estados obreros. La burocracia estalinista de la RDA se desintegró ante la revolución política. Los estalinistas germano-orientales siguieron a la burocracia soviética de Mijaíl Gorbachov cuando ésta dio su visto bueno a la anexión de la RDA por parte de Alemania Occidental.
De forma algo confusa, el camarada también afirmó que, con base en la experiencia en la RDA y la Unión Soviética, nuestro llamado por la defensa militar incondicional del estado obrero chino, no importa cuán burocráticamente deformado, no se aplicaría durante una revolución política. El camarada añadió que una revolución política destruiría el estado, argumentando que “en el fondo, lo que defendemos no son los ‘Destacamentos Especiales de Hombres Armados, etc.’, sino la estructura social de esas sociedades”, en otras palabras, la propiedad colectivizada. Esto plantea una distinción falsa entre los destacamentos de hombres armados que defienden al estado obrero y las formas de propiedad colectivizada en las que ese estado se basa. En el fondo, este argumento descarta la importancia central de la conquista proletaria del poder estatal, es decir, la necesidad de que la clase obrera establezca su propia dictadura de clase. Más aún, contradice nuestra propia experiencia en la RDA, donde nuestra propaganda tuvo un enorme impacto entre los soldados germano-orientales y soviéticos, muchos de los cuales estaban muy conscientes de ser la primera línea de defensa del estado obrero frente a las tropas de la OTAN al otro lado de la frontera, en Alemania Occidental.
En su informe sobre el documento de la conferencia, el camarada Bride recordó la insistencia de Lenin en que “la política es economía concentrada”, que quiere decir que las cuestiones económicas se subordinan a las cuestiones políticas. Bride dijo: “La cuestión política es: qué clase gobierna, es decir, de qué clase es el estado, y no qué tanta propiedad pertenece al gobierno en un momento dado”. La Revolución de Octubre de 1917 creó un estado obrero, pero la burguesía no fue expropiada al nivel económico sino hasta más tarde. Como explicó Trotsky, “La victoria de una clase sobre otra significa la reconstrucción de la economía de acuerdo a los intereses de los triunfadores” (“¿Ni un estado obrero ni un estado burgués?”, noviembre de 1937).
Refutando la idea de que el proletariado de la RDA carecía de la conciencia necesaria para actuar en defensa de su estado obrero, los camaradas señalaron la asistencia masiva a la manifestación prosoviética de Treptow, a la enorme resonancia de nuestra propaganda entre miles y miles de obreros y jóvenes, y al surgimiento de consejos de soldados en varias unidades del NVA [ejército germano-oriental] bajo el impacto de nuestras consignas. En China, a diferencia de la RDA, los obreros ya tienen una idea bastante buena de cómo serían sus futuros amos capitalistas de ocurrir una contrarrevolución social. En China, durante los últimos años ha habido huelgas y protestas enormes y convulsivas, conforme los obreros, campesinos y otros luchan para defenderse de las depredaciones y desigualdades producidas por las incursiones del mercado capitalista. La “conciencia” no es algo estático y permanente. La cuestión de la conciencia proletaria no puede separarse de la cuestión de un partido obrero leninista-trotskista, que es la expresión más consciente de las aspiraciones socialistas de la clase obrera. Nuestro programa es la base para arrancar al proletariado del dogma estalinista del “socialismo en un solo país” y ganarlo a una conciencia revolucionaria internacionalista.
Esta lucha confirmó gráficamente el peligro programático que implica mirar retrospectivamente a la RDA a través del prisma del determinismo: como fuimos derrotados, la derrota era el único resultado posible. Como señaló el camarada Bride, aceptar la noción de que los obreros del bloque soviético no podían alcanzar la conciencia necesaria para defender a los estados obreros significa creer las falsedades fabricadas por los ideólogos anticomunistas como Hannah Arendt en la década de 1950, que sostienen que los obreros del bloque soviético eran meras víctimas del “totalitarismo” estalinista, lo cual los reducía a esclavos estúpidos y sin alma incapaces de luchar jamás. Ésta es esencialmente la visión de la llamada Tendencia Bolchevique, que argumentó en 1990 que en realidad nunca existió la posibilidad de una revolución política proletaria en la RDA. En sus comentarios de cierre, el camarada Bride citó la observación de Trotsky en Lecciones de Octubre (1924) respecto a que si los bolcheviques no hubieran logrado dirigir a la clase obrera al poder en 1917, habría montones de escritos sobre la imposibilidad de que la clase obrera rusa pudiera haber tomado el poder en cualquier caso. Como escribimos en nuestro documento de la conferencia:
“Lanzamos nuestras pequeñas fuerzas revolucionarias a una lucha por el poder. Fuimos derrotados, pero luchamos. Lo que es crucial es aprender a aplicar las lecciones a luchas futuras.”
Como indica la sección del documento de la V Conferencia que trata de China (ver: “China y la cuestión rusa”, página 25), la disputa en esta conferencia fue sólo una de las varias luchas y discusiones internas que hemos tenido sobre esta cuestión en años recientes. Sólo a través de esta lucha interna y de la constante reexaminación de la situación empírica podemos aclarar y refinar nuestro entendimiento de la situación profundamente contradictoria en el estado obrero deformado chino de hoy día. Muchas de esas luchas se han centrado en una tendencia a proyectar mecánica y aceleradamente los sucesos en China, considerando equivocadamente que las “reformas de mercado” introducidas por la burocracia de Beijing llevarán inminentemente a la restauración capitalista. Esta visión cae dentro de la perspectiva de nuestros oponentes reformistas, que en general han descartado a China como si ya fuera capitalista para justificar su negativa a llamar por su defensa militar incondicional contra un ataque imperialista y la contrarrevolución interna.
Ya en junio de 2000, en una moción del S.I. reconocimos que una proclividad a basar nuestras conclusiones exclusivamente en los actos e intenciones de la burocracia “relega al proletariado de China al papel de un mero objeto pasivo, ya sea de la burocracia estalinista o de la burguesía imperialista, y no una fuerza capaz de actuar independientemente”. Las reformas de mercado han promovido y envalentonado a las fuerzas de la contrarrevolución capitalista, pero también han ayudado a producir un crecimiento económico significativo y un mayor desarrollo del proletariado industrial, agudizando así las contradicciones en China. Si bien existe una clase capitalista incipiente en la China continental, no es una clase políticamente consciente que tenga su propio partido político o un equivalente. Tarde o temprano, las explosivas tensiones sociales harán estallar en pedazos la estructura política de la casta burocrática gobernante. Entonces la alternativa estará planteada a quemarropa: restauración capitalista o revolución política proletaria bajo la dirección de un partido leninista-trotskista, sección de una IV Internacional reforjada.
México y la lucha contra el populismo burgués
Si bien el periodo actual es reaccionario, esto de ningún modo excluye oportunidades de intervención en la lucha social. Ni la represión ni el extremo anticomunismo nos han dejado aislados de una audiencia potencial, y en cada país en el que tenemos una sección las luchas defensivas han creado aperturas para nuestra propaganda comunista y, ocasionalmente, para acciones ejemplares. Ciertamente, parte importante de ser un grupo de propaganda combativo es buscar tales oportunidades. El documento de la conferencia citó la movilización internacional de fuerzas para ayudar a nuestra sección francesa durante las protestas masivas inicialmente centradas en los estudiantes en 2006 contra los intentos del gobierno por erosionar aún más los derechos de los trabajadores jóvenes. En general, el documento enfatiza la necesidad de que las secciones reaviven y refuercen las fracciones juveniles del partido con la tarea de llevar a cabo un trabajo estudiantil constante.
El documento de la conferencia señaló cómo México en particular ha sido extremadamente volátil en los últimos años. Una comisión especial que incluyó a camaradas del Grupo Espartaquista de México y otros camaradas familiarizados con el tema se reunió para discutir nuestra intervención ahí. Esta discusión fue llevada luego al pleno de la conferencia.
Las protestas masivas contra un agudo aumento en el precio de la comida siguieron a otras luchas contra las penurias creadas por el imperialismo estadounidense y la burguesía nacional. En el sur rural hay un fermento considerable, como quedó dramáticamente demostrado con la ocupación de [la ciudad de] Oaxaca, durante varios meses, por parte de maestros en huelga, campesinos y estudiantes. Ha habido importantes luchas obreras, y la derrota del candidato del PRD, López Obrador, en las elecciones de 2006 provocó enormes protestas de sus partidarios contra el fraude electoral cometido por el partido derechista en el poder. Como señaló un delegado, las medidas del gobierno de Bush y del régimen mexicano han tenido el efecto de unir en la lucha al proletariado, los pobres urbanos y el campesinado. Guardando toda proporción, ha habido una cierta radicalización en México —con altibajos—, que inició con la huelga estudiantil de la UNAM en 1999 en la Ciudad de México.
Sin embargo, lo que se percibe como el ala radical de luchas recientes ha estado conformado por nacionalistas pequeñoburgueses como los zapatistas y la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), a la cola de los cuales va la mayoría de los grupos de la izquierda mexicana. Como afirmó el documento de la conferencia, “la esencia del populismo de izquierda es liquidar la centralidad estratégica de la clase obrera, disolviendo al proletariado en el ‘pueblo’...para poder subordinarlo a la burguesía”. Un artículo producido por el GEM elaboraba:
“Consecuentemente, los populistas reducen su programa a reformas democráticas dentro del marco capitalista y la estrechez nacionalista. Así, independientemente de su combatividad e intenciones, los populistas ‘radicales’ como el EZ y la APPO terminan orbitando en torno al PRD burgués y tratando de presionarlo.”
— “¡Por movilizaciones obreras contra el hambre y la represión!”, Espartaco No. 27, primavera de 2007
En cambio, las organizaciones como el GI o la morenista LTS orbitan en torno a las fuerzas pequeñoburguesas “radicales” atraídas por el PRD. El documento de la conferencia hace notar que las recientes polémicas del GEM contra los zapatistas son “una corrección de facto a la sobreestimación de la conciencia del movimiento zapatista que publicamos en 1994 en Spartacist [Edición en inglés] No. 49-50, invierno de 1993-94, cuyo artículo “Rumblings in the ‘New World Disorder’” [Retumbos en el “Nuevo Desorden Mundial”] glorifica la lucha zapatista como una refutación de la mentira burguesa de la ‘muerte del comunismo’, sin referirse al rechazo consciente de la revolución proletaria por parte de los zapatistas”.
A diferencia de los reformistas que van a la cola del populismo burgués que hoy está resurgiendo en gran parte de América Latina, la LCI lucha por la perspectiva trotskista de la revolución permanente. Como declaró Trotsky en una discusión de 1938: “La clase obrera en México participa, y no puede sino participar, en el movimiento, en la lucha por la independencia del país, por la democratización de las relaciones agrarias, etc.... Pero es necesario dirigir, guiar a los trabajadores, empezando con las tareas democráticas, hasta la toma del poder” (“Discusión sobre América Latina”, noviembre de 1938). Esta perspectiva está ligada necesariamente a la lucha por la revolución proletaria en Estados Unidos y otros centros imperialistas, la única garantía definitiva del avance socialista. La conferencia votó por producir un artículo sobre el desarrollo de la teoría trotskista de la revolución permanente para ayudar al GEM a dirigirse a los jóvenes activistas del México actual [ver: “El desarrollo y la extensión de la teoría de la revolución permanente de León Trotsky” en Espartaco No. 29, primavera de 2008].
Combatiendo el proteccionismo y el chovinismo antiinmigrante
Varias cuestiones controversiales o por algún otro motivo relevantes que enfrenta nuestra organización fueron discutidas primero en diversas comisiones especiales convocadas por la conferencia antes de ser presentadas a la reunión plenaria. En una comisión se discutió la situación y las luchas de las mujeres obreras en China con el fin de informar nuestra propaganda futura. En otra se examinó el trabajo de la LCI en Polonia y las disputas recientes que condujeron a la decisión de reconstituir una sección polaca de la LCI (ver: “Refundación del Grupo Espartaquista de Polonia”, página 2). En la tercera, que abordó el trabajo de defensa clasista, se enfocó en los esfuerzos internacionales por movilizar un eje proletario en la lucha para liberar a Mumia Abu-Jamal. Otra trató del trabajo de nuestros partidarios en los sindicatos en diversas secciones. Una reunión de miembros de los Comités de Redacción de los cuatro idiomas de Spartacist discutió planes para números futuros.
De éstas, la más controvertida fue la Comisión Sindical, que retomó una animada discusión preconferencia sobre planes rompesindicatos en puertos europeos. Como parte de un “paquete portuario” diseñado para atacar a los sindicatos de estibadores de Europa, los patrones de los puertos propusieron usar a marineros predominantemente extranjeros para cargar y descargar los barcos (“automanejo”). El sindicato de estibadores de Hamburgo se opuso a esta medida desde el punto de vista del proteccionismo chovinista, lanzando la consigna de “trabajo portuario para los trabajadores portuarios” —consigna diseñada para mantener el monopolio de los empleos en manos de una restringida aristocracia laboral (job-trusting)—.
La línea de la burocracia obrera encontró eco en la LCI, como lo demuestra un volante de enero de 2006 de la sección alemana de la LCI, el SpAD, escrito en colaboración con camaradas del centro internacional. El volante tenía dos posiciones contrapuestas. Contra el intento de la burocracia sindical de excluir y segregar a los marineros extranjeros, exigía correctamente que el trabajo de cargar y descargar los barcos, sin importar quien lo realice, se pague al nivel de los salarios del sindicato del Puerto de Hamburgo, y así abrió una perspectiva de colaboración internacional entre los estibadores alemanes y los marineros extranjeros. Al mismo tiempo, el volante afirmaba que “la carga y descarga por el personal del barco significa la destrucción de los sindicatos de trabajadores portuarios e incluso peores condiciones laborales para los marineros”, ¡implicando que los marineros no deben hacer trabajo portuario! La conferencia nacional del SpAD de agosto de 2006 había votado corregir esta adaptación al proteccionismo chovinista de la burocracia obrera reformista, pero la cuestión no se resolvió plenamente sino con las discusiones en torno a la conferencia internacional.
La consigna “trabajo portuario para trabajadores portuarios” es nacionalista y proteccionista, y no sólo potencialmente, como había afirmado previamente nuestra propaganda. En el contexto en que se dio, significa “trabajo alemán para trabajadores alemanes”. Como señaló un orador en la conferencia, una perspectiva internacionalista tiene como punto de partida presentar a los marineros en gran parte filipinos nuestro programa revolucionario y procurar unirlos con sus hermanos de clase alemanes en la lucha contra los capitalistas. El documento de la conferencia reafirmó nuestra oposición al proteccionismo en los países imperialistas: “Para la burguesía, el proteccionismo y el ‘libre comercio’ son opciones que se pueden debatir. Para el proletariado, escoger el proteccionismo significa rechazar el internacionalismo, es decir, renunciar a la revolución. La solución a las crisis que produce el capitalismo sólo puede ser una economía socialista internacionalmente planificada.”
La adaptación al proteccionismo en torno al “paquete portuario” de Hamburgo fue otra expresión del aumento de las presiones del liberalismo burgués, en este caso refractado mediante el prisma del reformismo obrero. La restauración del capitalismo en Europa Oriental y la intensificación de la explotación imperialista en el mundo semicolonial han precipitado nuevas oleadas de migración a los centros metropolitanos de Occidente. Sectores de la burguesía y las burocracias sindicales, así como los socialdemócratas, promueven el nacionalismo económico como medio para canalizar el descontento debido al desempleo y al declive de los estándares de vida hacia la hostilidad contra los obreros extranjeros e inmigrantes. En Alemania, un exponente destacado del veneno proteccionista ha sido Oskar Lafontaine, líder de Alternativa Electoral por el Trabajo y la Justicia Social (WASG), un grupo socialdemócrata de izquierda que ahora se ha fusionado con el ex estalinista y socialdemócrata PDS para formar Die Linke (La Izquierda, conocida también como Partido de Izquierda). Gran parte de la izquierda seudotrotskista ha recibido con brazos abiertos tanto al WASG como al partido que lo sucedió.
Nosotros, en cambio, luchamos por un partido de vanguardia internacionalista que actúe como “tribuno del pueblo” al encabezar la defensa de los inmigrantes y las minorías étnicas y nacionales. Nuestro llamado por plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes es crucial para defender la integridad de la clase obrera y minar la capacidad de los capitalistas de sujetar a capas más vulnerables de la población a la superexplotación, y sirve como una medida de defensa de todos los trabajadores. Pero gran parte de las poblaciones minoritarias de Europa Occidental no son inmigrantes, sino hijos y nietos de obreros inmigrantes que fueron llevados a esos países para aliviar la escasez de mano de obra que resultó de la devastación de la Segunda Guerra Mundial. Hoy estos jóvenes cargan la mayor parte del peso del desempleo y la represión policiaca racista. Así, abordar la opresión de las minorías étnicas no es sólo cuestión de luchar por derechos democráticos sino de luchar por la supervivencia económica sobre la base del Programa de Transición —por ejemplo, sindicalizar a los no sindicalizados, por empleos decentes para todos mediante una escala móvil de horas y salarios—, lo que plantea una lucha contra el propio sistema capitalista.
La alternativa a esta perspectiva revolucionaria es una especie de reformismo vicario que busca redistribuir de alguna manera la miseria que la explotación capitalista le inflige a los que están al fondo de la sociedad. Lo anterior se refleja en el debate en el movimiento obrero estadounidense sobre si los trabajadores inmigrantes reducen los salarios de otros sectores de la clase obrera mal pagados y víctimas de opresión especial, en particular los negros. El documento principal de la conferencia señala: “Desde nuestra perspectiva, la cuestión de los derechos de los inmigrantes es política y no económica. Nuestras exigencias son negativas, encapsuladas en la demanda de plenos derechos de ciudadanía para todo el que haya podido llegar al país, en oposición a las políticas del estado burgués. No tenemos un programa positivo, es decir, no abogamos por un conjunto distinto de políticas de inmigración bajo el capitalismo... Nos preocuparemos por los flujos y reflujos de la economía mundial cuando la dirijamos.” El documento reafirmó “el papel progresista que desempeñan los obreros extranjeros al romper la insularidad nacional del movimiento obrero”.
Haciendo campaña para liberar a Mumia Abu-Jamal
La discusión de la Comisión Legal y de Defensa se centró en la urgente necesidad de redoblar nuestros esfuerzos internacionales para obtener la libertad de Mumia Abu-Jamal, cuyo caso está ahora, de manera ominosa, en la “vía rápida” judicial. Partidario de la organización MOVE, Mumia fue en su juventud un vocero del Partido Pantera Negra, y más tarde se convirtió en un elocuente periodista que habla poderosamente en nombre de los oprimidos. Fue víctima de un embuste por parte del racista sistema de “justicia” estadounidense por el asesinato de un policía de Filadelfia ocurrido en diciembre de 1981. Los gobernantes estadounidenses están determinados a matar a Mumia o a enterrarlo vivo en una prisión de por vida, como medio de enviar un mensaje de intimidación a cualquiera que ose desafiar su sistema.
Luchamos por una estrategia de defensa clasista, procurando movilizar el poder social que le es único al movimiento obrero y por llevar a los obreros el entendimiento de que la lucha de Mumia es su propia lucha, la cual debe estar dirigida contra el estado capitalista. Los camaradas enfatizaron que la clave para activar el movimiento de protestas de masas centrado en la clase obrera que es necesario para triunfar en esta pelea es combatir los esfuerzos de los liberales burgueses y los izquierdistas reformistas que promueven ilusiones en los tribunales capitalistas. Este tipo de gente subordina la lucha por la libertad de Mumia al llamado por un “nuevo juicio” llevado a cabo por el mismo sistema legal que lo arrastró a la antesala de la muerte. Este llamado es una ruptura deliberada con las generaciones de movimientos de protesta del pasado que exigían “Libertad a Sacco y Vanzetti”, “Libertad a los Muchachos de Scottsboro”, “Libertad a Angela Davis”, etc. Muchos de estos mismos grupos e individuos han tratado de denigrar y enterrar una prueba particularmente poderosa de la inocencia de Mumia Abu-Jamal, el testimonio jurado de Arnold Beverly de que fue él, y no Mumia, quien mató al policía de Filadelfia, y de que Mumia no tuvo nada que ver en el asesinato.
Los liberales y su séquito reformista procuran limpiar la imagen del sistema judicial estadounidense; así, necesariamente pintan la vendetta estatal contra Mumia como una aberración y un “error judicial”. Encuentran “increíble” la confesión de Beverly porque no quieren creer lo que a millones de personas en el mundo entero no les cuesta trabajo entender: que Mumia fue víctima de un embuste concertado por el gobierno. No puede haber un ejemplo más claro de cómo nuestros oponentes reformistas se han vuelto defensores abiertos de la democracia burguesa en este periodo, que trabajan para bloquear el desarrollo de la conciencia de clase anticapitalista que podría surgir de las movilizaciones para liberar a Mumia. Al fomentar las mortales ilusiones de que los tribunales capitalistas pueden hacer “justicia”, estas fuerzas desactivaron el movimiento masivo de protesta que ahora debe ser revitalizado.
La necesidad de combatir políticamente los esfuerzos desmovilizadores de los liberales y los reformistas ha estado planteada con urgencia al menos desde finales de la década de 1990. Pero fueron necesarias las luchas internas clarificadoras que siguieron a nuestra crisis partidista de 2003 para que la enfrentáramos eficazmente. La precondición para revigorizar nuestra campaña para liberar a Mumia era revertir la denigración previa de nuestro trabajo de defensa como algo inherentemente oportunista. Como señala el documento de la conferencia, lo anterior “requirió un nuevo análisis de nuestro trabajo desde 1987, cuando tomamos el caso de Mumia, en la conferencia de la SL/U.S. [de 2004]. Fuimos nosotros, y nadie más, quienes hicimos de su caso una causa internacional que se enfocaba no sólo en Mumia, sino en la barbarie de la racista pena de muerte en Estados Unidos.” Nuestros esfuerzos por galvanizar a fuerzas sociales más amplias en nombre de Mumia triunfaron: no es una exageración decir que nuestro trabajo, incluyendo la ayuda que prestamos a otros que retomaron el caso de Mumia, es responsable de haber prolongado su vida.
Al mismo tiempo, reconocimos que esas otras fuerzas eran hostiles a nuestra política comunista y a nuestra participación en el caso. Sin embargo, este entendimiento fue luego usado como justificación para retirarnos del combate político y polémico contra nuestros oponentes reformistas en torno al caso de Mumia. Hablando de varios ejemplos de esta retirada sectaria en los años que siguieron a la destrucción de la Unión Soviética, un camarada señaló hace algún tiempo que el partido se había estado “retirando de un mundo que se había vuelto ajeno, a su castillo, subiendo el puente levadizo para esconderse”. A esto le siguió, observó el camarada, una adaptación al oportunismo menchevique: “bajamos el puente levadizo y nos apresuramos a ir a mezclarnos con quien encontráramos afuera, dejando nuestras banderas en el castillo”.
Al rearmar políticamente al partido, nuestras luchas internas recientes nos han permitido realizar un avance importante en la campaña por liberar a Mumia. El Partisan Defense Committee y otras organizaciones de defensa fraternales asociadas con secciones de la LCI han iniciado manifestaciones para “liberar a Mumia” en EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, Alemania y otros países, presentando una gran variedad de oradores del movimiento obrero y otros sectores. Hemos producido folletos en inglés, francés y alemán documentando su inocencia y la añeja lucha por su libertad, incluyendo polémicas contra la confianza de nuestros oponentes en el estado burgués; hemos distribuido folletos sobre el caso de Mumia en una amplia gama de idiomas. El PDC y las otras organizaciones fraternales de defensa han obtenido muchos cientos de firmas, especialmente del movimiento obrero, para una declaración iniciada por el PDC, “Exigimos la libertad inmediata de Mumia Abu-Jamal, un hombre inocente”, que menciona la confesión de Beverly y ha aparecido como anuncio en publicaciones negras y liberales de varios países. Organizaciones obreras de masas como el Congreso de Sindicatos Sudafricanos y el Congreso Sindical Escocés han aprobado resolutivos en defensa de la inocencia de Mumia y que exigen que sea liberado.
Hemos organizado reuniones públicas para explicar cómo la lucha para liberar a Mumia es parte de nuestra lucha por la liberación de los negros mediante la revolución socialista en EE.UU. El caso de Mumia es un microcosmos del dominio de clase capitalista y de la opresión de los negros que le es intrínseca. En EE.UU., la barbárica pena de muerte es la herencia de la esclavitud, la soga de linchamiento legalizada. Mumia fue víctima de un embuste y sentenciado a muerte debido a su historia como luchador contra la injusticia racista y capitalista, incluso desde su adolescencia como miembro del Partido Pantera Negra.
Los panteras atrajeron a lo mejor de una generación de jóvenes militantes negros que estaban asqueados por la rastrera política conciliadora de los líderes oficiales pro Partido Demócrata del movimiento de los derechos civiles. Pero el nacionalismo negro de los panteras, que no tenía ninguna esperanza en la posibilidad de la lucha de clases racialmente integrada contra el racista capitalismo estadounidense, era un callejón sin salida tanto como el sueño de opio integracionista-liberal de que los negros pueden conseguir la igualdad social dentro de los confines de la sociedad capitalista estadounidense.
Los negros en EE.UU. no son una nación. Son una casta racial y de color oprimida: desde los primeros tiempos del sistema esclavista, han sido una parte integral de la sociedad de clases estadounidense, si bien segregados al fondo de ésta. El camino hacia la libertad negra yace en la lucha por el integracionismo revolucionario: la plena integración de los negros a unos Estados Unidos igualitarios y socialistas. Cuarenta años después del movimiento de los derechos civiles, los negros en EE.UU. enfrentan el encarcelamiento y empobrecimiento masivos, así como el empeoramiento del sistema de salud y escuelas cada vez más segregadas. Pero los obreros negros siguen siendo un componente clave del proletariado multirracial de EE.UU. La lucha por la libertad negra es la cuestión estratégica para la revolución proletaria estadounidense. No podrá haber una revolución socialista en EE.UU. a menos que el proletariado asuma la lucha por la libertad negra —oponiéndose a todas las manifestaciones de represión y discriminación racistas— y no podrá haber liberación de los negros sin el derrocamiento del racista sistema capitalista.
El documento de la conferencia señaló que nuestra lucha por liberar a Mumia “nos ha brindado una de las instancias poco comunes donde nuestra intervención puede cambiar el curso de los acontecimientos en una cuestión que grandes masas de personas ven como algo de gran relevancia”. Se enfatizó en la discusión durante la conferencia que se necesita mucho más en la lucha por obtener la libertad de Mumia. Nuestra tarea principal en el curso de este trabajo es señalar las lecciones políticas —desde la naturaleza del estado capitalista hasta la cuestión negra en EE.UU.— y ganar obreros, minorías y jóvenes a una perspectiva de defensa clasista y al programa más amplio de luchar por la revolución socialista para barrer con el sistema capitalista de injusticia y represión.
La lucha por la continuidad revolucionaria
La refundación de una sección polaca de la LCI fue un punto sobresaliente de la conferencia. Disolvimos la sección en 2001, y la corrección de las posiciones falsas que la dirección internacional había adoptado en esa época fue crucial para reforjar al grupo. Lo más importante fue aclarar la evolución del papel de Solidarność tras la restauración del capitalismo en Polonia como una organización política de derecha y también como un sindicato que ha dirigido luchas económicas. Otra discusión importante en la consolidación del grupo fue sobre la posición trotskista respecto a la Segunda Guerra Mundial: derrotismo revolucionario respecto a los contendientes imperialistas, y por extensión respecto a la Polonia aliada, combinado con la defensa militar incondicional de la URSS. La refundación de nuestro grupo polaco nos da un punto de apoyo crucial, si bien precario, en Europa Oriental.
La conferencia afirmó la centralidad de defender nuestra integridad programática marxista —mediante la intervención externa y el combate polémico, la lucha política y la clarificación internas y, no en menor medida, la educación sistemática de cuadros para infundir y examinar críticamente las lecciones de la experiencia histórica—. El documento principal señaló: “Dadas la naturaleza y las dificultades del periodo, por ahora no podemos anticipar un crecimiento sustancial. La LCI está muy sobreextendida.” Sin embargo, es importante mantener nuestra extensión geográfica, ya que no es posible saber dónde ocurrirán los estallidos de la lucha de clases. Ello subraya la necesidad de establecer prioridades y apegarse a ellas. En este aspecto, es crucial mantener la frecuencia quincenal de Workers Vanguard, periódico de la Spartacist League/U.S., que desempeña un papel importante en la cohesión política de toda la LCI.
Se estableció una Comisión de Nominaciones para considerar las propuestas de la dirigencia saliente y de los delegados para un nuevo CEI, que está a cargo de dirigir a la LCI hasta nuestra próxima conferencia. A diferencia de la conferencia de 2003, cuando la crisis del partido llevó a cambiar significativamente la composición del CEI, el que se eligió en esta reunión tuvo mucha más continuidad, lo cual refleja el progreso que se ha hecho en la reconstrucción del partido y su dirigencia. El nuevo CEI, elegido por votación secreta tras la discusión de la última sesión de la conferencia, incluye una capa de camaradas más jóvenes de secciones a lo largo de la LCI.
Desde la última conferencia de la LCI, hemos hecho avances en reconocer y combatir las presiones a adaptarse a la conciencia liberal-burguesa y en aplicar las normas del centralismo democrático a nuestras deliberaciones internas. Sin embargo, como señala sobriamente el documento principal: “Debemos mejorar mucho en lo que se refiere a infundir un sentido de propósito; de que nuestras pequeñas fuerzas, mediante el poder de nuestro programa, tienen un impacto en las luchas sociales, y de que somos los únicos con un programa para abolir el capitalismo, fuente de la explotación, las guerras imperialistas, la discriminación racista y la opresión de la mujer.” Durante varias décadas estuvimos buscando individuos o grupos con ideas afines entre los grupos autodenominados trotskistas, desde Francia hasta Sri Lanka, Grecia y otros países. Pero al final de este proceso nos dimos cuenta de que, en esencia, somos la única organización trotskista del mundo.
Internacionalmente, ganamos a muchos cuadros de mentalidad revolucionaria de las organizaciones centristas y reformistas y de sus periferias, lo que permitió a nuestra tendencia romper el aislamiento nacional en Estados Unidos, primero a Australia y Europa, y luego a Japón, Sudáfrica, México y otros lugares. Esta extensión internacional fue y sigue siendo absolutamente crucial para permitir que la LCI sobreviva políticamente contra las presiones deformantes que pesan sobre toda organización política nacionalmente limitada. Hoy, la LCI tiene cuadros internacionales, incluyendo a las capas más jóvenes que han salido adelante en el proceso de la reconstrucción del partido. El desafío es transmitir a quienes dirigirán nuestro partido en el futuro la experiencia programática acumulada de las generaciones previas del partido. Esto incluye la educación en los clásicos marxistas y en el estudio de nuestra propia historia, así como la lucha continua por seguir afilando y desarrollando nuestro programa marxista en este periodo de reacción postsoviética. En esto, como en todo el trabajo de la LCI, nuestro fin es nada menos que reforjar una IV Internacional auténticamente trotskista para dirigir al proletariado a barrer con la barbarie capitalista mediante nuevas revoluciones de Octubre alrededor del mundo.
Comentario
Tras la V Conferencia de la LCI en 2007, hubo mayor discusión y reconsideración de la evaluación a la que llegamos en dicha conferencia de que, como se informa en el artículo de arriba, México había sido testigo de “una gran convulsión popular contra el aumento de precios de los alimentos básicos”. En efecto, hubo protestas masivas y huelgas encarnizadas en México durante el año anterior a la Conferencia de la LCI. Pero, como señaló una reunión plenaria posterior del Comité Ejecutivo Internacional, la descripción de la respuesta a los aumentos de los precios fue “una exageración impresionista de la agitación política en México”. De hecho, sólo hubo una manifestación significativa contra los aumentos del precio de la tortilla y la situación se apaciguó.
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