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Espartaco No. 47

agosto de 2017

UNAM: ¡Abajo la cacería de brujas antisexo contra el MTS!

¡Reinstalación inmediata del prof. Sergio Moissen!

(Mujer y Revolución)

Las organizaciones feministas y las autoridades universitarias han logrado establecer un ambiente de histeria antisexo en la UNAM. Se ha vuelto común poner “tendederos” feministas, una práctica infame en la que acusadores anónimos cuelgan denuncias, incitando la paranoia y la ansiedad antisexo entre los jóvenes y abriendo la puerta a la intervención del estado burgués —al menos a través de sus representantes en el campus, las autoridades universitarias—. En uno de estos “tendederos”, en octubre pasado alguien acusó al autoproclamado trotskista Movimiento de los Trabajadores Socialistas (MTS) de “prostituir mujeres para reclutar integrantes”. Esta “denuncia” fue una vil y vulgar calumnia anticomunista y antimujer, que presenta a las mujeres políticamente activas y extrovertidas del MTS —y, por extensión, de todo el movimiento obrero— como “putas”. Fue también un aviso de lo que vendría.

El 8 de marzo —el Día Internacional de la Mujer, una fiesta proletaria—, algunas organizaciones feministas armaron otro “tendedero” para colgar más denuncias anónimas. Entre ellas, una ganó prominencia: “Sergio Moissen: tocar e intentar coger con alguien que está durmiendo, borracha y que al despertar se inmoviliza y llora, es ABUSO”. A finales de abril, la acusadora (una antigua estudiante de Moissen que ha permanecido en el anonimato) presentó una denuncia formal ante el jurídico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS). Poco después, las autoridades universitarias se habían deshecho de Sergio Méndez Moissen, hasta ese momento profesor de esa facultad y dirigente del MTS.

Desde entonces, la cuestión se ha convertido en un escándalo político en al menos cuatro países latinoamericanos: toda una gama de organizaciones feministas y seudotrotskistas (como el PSTU brasileño, el MST argentino y, de México, Izquierda Revolucionaria y el GAR), así como grupos estudiantiles de izquierda, han publicado declaraciones tomando lado con la acusadora. El MTS y su frente feminista, Pan y Rosas, sostienen la inocencia de Moissen contra la acusación de abuso y exigen su reinstalación.

A finales de mayo, nueve organizaciones feministas (Red No Están Solas, Colectiva Feminista de la NO-FCPyS, La que Arde, Lunas Lesbofeministas y otras) retomaron la denuncia contra Moissen y publicaron un “Pronunciamiento” en el que reprodujeron una declaración mucho más extensa de la acusadora. El núcleo de la declaración sostiene: “Sí es abuso, porque uno no desnuda ni toca a una persona que duerme y que sabes no se va a defender. Uno no toca a alguien que está llorando”. La estudiante declara también: “Sí, nos besamos. Sí, pensamos en salir. Sí, lo dejé dormir en mi cama. Sí, lo disculpé e incluso seguimos hablando después que me vio llorar en mi cama y me pidió que me vistiera”.

Moissen presentó su propia declaración (7 de junio) en el sitio web del MTS (laizquierdadiario.mx). De las declaraciones de ambos se desprende que Moissen y su ahora acusadora sostuvieron una relación de pareja de manera intermitente a lo largo de unos dos años. La acusadora no ha hecho jamás referencia alguna al uso de la violencia, de amenazas o de algún tipo de coerción por parte de Moissen. No hay pues evidencia de abuso sexual, ni de ningún otro crimen. Fue sólo varios meses después de terminada la relación cuando la acusadora concluyó que ésta había constituido un “abuso” por parte de Moissen.

Las relaciones interpersonales no se dan en un vacío idílico, sino que están influidas por la sociedad capitalista en que vivimos, y a menudo reflejan los prejuicios de clase y de raza, las actitudes sexistas, el intenso sentimiento de culpabilidad impulsado por los asfixiantes “valores familiares” y la religión católica predominante. Pero las experiencias sexuales incómodas, desagradables o incluso manipuladoras no son materia de los tribunales con la amenaza de ir a prisión. El principio guía en las relaciones sexuales entre las personas debería ser el consentimiento efectivo, es decir, nada más que el acuerdo mutuo y el entendimiento, independientemente de la edad, el género o la preferencia sexual. Debido a que son las circunstancias de un encuentro sexual las que determinan si se trata de un crimen o de un acto voluntario de relación sexual, ocurren ambigüedades con respecto a la consensualidad, especialmente cuando los individuos involucrados se conocen. Las relaciones pueden ser explotadoras y desiguales, pero llamarlas crímenes equivale a involucrar al estado burgués, trivializa crímenes horrendos como la violación e incluso el asesinato y desvía la atención de la verdadera opresión y explotación que sufre la vasta mayoría de las mujeres.

Feministas apuntalan la moral católica antimujer

En este ambiente de cacería de brujas antisexo, las acusaciones por sí solas —sin pruebas— son suficientes para arruinarle la vida a alguien. Cuestionar la denuncia de una presunta víctima equivale, según el feminismo, a “revictimizarla”. La idea subyacente es que, en tanto que todos los hombres son “depredadores sexuales” al menos en potencia, las mujeres son seres asexuales, débiles e indecisos que requieren protección; a fin de cuentas son víctimas perennes de la lujuria masculina —básicamente, modernas vírgenes María—. La lógica del feminismo implica (y a menudo sostiene explícitamente) que las mujeres son incapaces de consentir, es decir, de decidir tener relaciones sexuales. Para estas organizaciones, todo se reduce a la “asimetría de poder”, más aún si el hombre es mayor que la mujer (aunque, según Moissen, él y su ahora acusadora tienen la misma edad, alrededor de 30 años) y peor todavía si ella es estudiante y él es profesor.

Laura Kipnis, una autora feminista horrorizada por el actual ambiente de histeria antisexo en las universidades de Estados Unidos, recuenta con elocuencia:

“Cuando yo era estudiante universitaria, tener relaciones con profesores era más o menos parte del plan de estudios... No es que no haya cometido errores, o actuado de manera estúpida y rudimentaria, pero eran cosas bochornosas, no traumatizantes...

“Pero de alguna manera el poder parecía menos poderoso en aquel entonces. El golfo que separa a estudiantes y profesores no era un foso lleno de tiburones; un paso en falso no era fatal. Íbamos a fiestas juntos, tomábamos y nos drogábamos juntos, dormíamos juntos. Los maestros tal vez fueran mayores y tuvieran más logros, pero no sentías que por ello pudieran aprovecharse de ti. ¿Cómo podrían hacerlo?...

“Es la ficción del profesor todopoderoso en los nuevos códigos universitarios lo que me horroriza. Y la postración ante esa ficción, una postración envuelta en aires de rectitud vagamente feministas”.

—“Sexual Paranoia Strikes Academe” (La paranoia sexual golpea al medio académico, The Chronicle of Higher Education, 27 de febrero de 2015)

En efecto, el grueso de las organizaciones feministas de la UNAM se postra ante esa ficción, presentando a las estudiantes ineludiblemente como víctimas y en los hechos apelando a las autoridades universitarias para que éstas decidan, como el patriarca del campus, cuándo una relación sexual es “apropiada” —entre alumnos y profesores, ¡jamás!—. Así, los modernos inquisidores de la UNAM despidieron a Moissen por haber tenido una relación con una (antigua) alumna, acusándolo de haber incurrido en “faltas a la probidad y honradez” y de no haberse conducido con “la rectitud” propia de un profesor.

Hay algo siniestro en las peroratas feministas “radicales”. En el “Pronunciamiento” de finales de mayo citado arriba, las nueve organizaciones firmantes que respaldan la denuncia añadieron de su propia cosecha y sin presentar ninguna evidencia que Moissen ejerció “violencia sexual”. Esta acusación —jamás hecha por la denunciante misma— constituye un llamado abierto a la represión estatal. El estado capitalista —que ya ha hecho blanco de Moissen y su organización en el pasado— bien podría encontrar el pretexto perfecto, feminista, para encerrar de una vez por todas a un prominente activista de izquierda.

Marxismo vs. feminismo

Está de moda entre las organizaciones seudotrotskistas el tratar de efectuar una unión espuria entre marxismo y feminismo, como es el caso del MTS y Pan y Rosas, que se presentan como “feministas socialistas”. Pero en realidad, el marxismo y el feminismo están contrapuestos. El marxismo es una doctrina científica y una guía para la acción cuyo objetivo es eliminar toda forma de explotación y opresión mediante revoluciones socialistas alrededor del mundo centradas en el proletariado —la clase obrera industrial— a la cabeza de todos los oprimidos —campesinos, mujeres, indígenas, negros, etc.—. El feminismo, en cambio, es una ideología burguesa. Alrededor del mundo se ha vuelto común aplicar el término “feminista” a quienes piensan que hombres y mujeres deberían ser iguales. Sin embargo, al lidiar con la desigualdad, el feminismo acepta los confines de la sociedad capitalista existente. Pero la opresión de la mujer está arraigada en la propiedad privada y la sociedad dividida en clases. El núcleo del motivo por el cual el marxismo y el feminismo son mutuamente excluyentes y de hecho antagónicos es que los feministas consideran que la división básica de la sociedad es entre hombres y mujeres, mientras que los comunistas reconocemos que los obreros de ambos sexos deben luchar juntos para acabar con la opresión y la explotación que sufren por parte de la clase capitalista.

Los comunistas luchamos por el derecho al aborto libre y gratuito, por “salario igual por trabajo igual” y por plenos derechos democráticos para los gays —incluyendo al matrimonio, al divorcio, y a adoptar niños—, por ejemplo. Pero nuestra lucha contra la opresión de la mujer (y la cuestión relacionada de la opresión de los gays) no se detiene en la consecución de estos derechos democráticos básicos. Para los marxistas, la liberación de la mujer no puede ocurrir sin la liberación de toda la especie humana de la explotación y opresión que vive bajo el capitalismo. La emancipación de la mujer es fundamental para la revolución socialista e inseparable de ella, es un acto material, no de ideas. Sólo una revolución obrera puede comenzar a sentar las bases para remplazar a la institución de la familia, la principal fuente de la subordinación de la mujer en la sociedad de clases. El marxismo no tiene necesidad de tomar prestado nada del feminismo en la lucha por la liberación de la mujer.

La familia y la opresión de la mujer

En El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, Friedrich Engels describió cómo la invención de la agricultura creó un excedente social que permitió, por primera vez, el desarrollo de una clase dominante ociosa que vivía del trabajo ajeno. La antigua cultura comunista primitiva, en la cual el cuidado de los niños era colectivo, fue destruida por el surgimiento de las clases y del estado. La familia, específicamente la monogamia de la mujer, fue necesaria para asegurar la transmisión ordenada de la propiedad y el poder a los herederos del patriarca, la siguiente generación de la clase dominante. Engels concluyó que las mujeres podrían conquistar la igualdad con los hombres sólo cuando volvieran a participar en igual medida que ellos en la producción económica general. Si bien es mucho lo que se ha descubierto sobre las primeras etapas de la sociedad humana desde tiempos de Engels, su entendimiento fundamental ha resistido la prueba del tiempo.

La familia bajo el capitalismo es la principal institución de la opresión de la mujer y de la juventud. La familia, el estado y la religión organizada conforman un tripié de opresión en el que se sostiene el orden capitalista. Además del papel de la familia como unidad económica en la sociedad dividida en clases, la familia sirve para atomizar a la clase obrera y propagar el individualismo burgués como barrera a la solidaridad de clase. Los marxistas reconocemos que la familia no puede simplemente abolirse; sus funciones necesarias, especialmente la crianza de la siguiente generación, deben ser remplazadas por medios socializados de cuidado infantil y trabajo doméstico: la familia será remplazada por la más amplia libertad en las relaciones sexuales.

El feminismo a veces critica algunos aspectos de la familia, pero en general sólo para quejarse de los “roles de género”, como si el problema fuera una discusión sobre el estilo de vida respecto a quién debe lavar los platos o darle al bebé su mamila. El problema es la institución de la familia, invaluable a la burguesía como reserva de pequeña propiedad privada y en algunos casos de pequeña producción, operando como freno ideológico a la conciencia social. Tanto el fin último de una sociedad comunista como los medios básicos para lograrlo quedan fuera de los confines intelectuales del “feminismo socialista”.

¡Estado fuera de las recámaras!

Es la institución de la familia lo que ata el sexo y el amor a la propiedad; la Iglesia Católica —una horda infernal de cerca de 17 mil curas y 27 mil monjas, además de diáconos, “laicos”, misioneros, catequistas y su muy nutrido rebaño de cristeros por todo México— etiqueta todo lo que salga de la camisa de fuerza de la monogamia heterosexual como un “pecado”. Y cuando el púlpito no basta, el estado burgués, como el encargado de defender el régimen capitalista, se encarga también de imponer los valores morales de la burguesía. El estado —en cuyo núcleo se encuentran la policía, el ejército, los tribunales y las cárceles— sostiene en cada manera que puede a la inherentemente opresiva institución de la familia, incluyendo mediante la imposición de la represión sexual y el miedo, con resultados indecibles de mayor sufrimiento humano.

Reconocemos que, en muchos casos, llegar a las determinaciones más básicas de si algo sucedió realmente o de si tal o cual relación fue consensual, puede ser muy difícil. Y ciertamente hay muchos casos de abuso violento, violación u otros crímenes en los que las víctimas bien pueden acudir al estado. Al mismo tiempo, como observó alguna vez el dramaturgo irlandés Brendan Behan en un contexto distinto, “nunca he visto una situación tan funesta que un policía no pueda empeorarla”.

Cosas como el abuso infantil y la violación son crímenes horrendos; sin embargo, muchos encuentros sexuales “ilegales” son totalmente consensuales y no producen por sí mismos ningún daño. Nos oponemos a la legislación que establece edades arbitrarias antes de las cuales los jóvenes serían “incapaces” de consentir a las relaciones sexuales; estamos en contra de las leyes reaccionarias sobre la “corrupción de menores” y el “estupro”, cuyo único objetivo es reprimir la sexualidad de los jóvenes (ver, por ejemplo, “¡Abajo los cargos contra Trevi, Andrade y Mary Boquitas! ¡Abajo la campaña antisexo!”, Espartaco No. 18, primavera-verano de 2002). Nuestra organización, la Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista), se ha opuesto consistentemente a la intervención del gobierno en la vida privada y exige derogar todas las leyes contra los “crímenes sin víctimas” consensuales como la prostitución y la pornografía, o el consumo de drogas.

La mezcolanza deliberada de todo lo que vaya desde las relaciones consensuales entre hombres mayores y mujeres jóvenes hasta la violación horrenda de un niño pequeño por parte de un adulto crea un clima social de histeria antisexo en el que los perpetradores de la violencia real contra niños y mujeres a menudo quedan impunes. Gran parte de esta persecución procura fortalecer al estado burgués en su regulación de la población y difundir el pánico como una distracción de la verdadera brutalidad de la vida en esta sociedad retorcida, cruel, prejuiciosa, racista, militarizada y plagada de curas.

El feminismo devora a sus hijos “socialistas”

A través de sus añejos esfuerzos por hacer una mezcolanza entre su reformismo seudomarxista y el feminismo burgués, el MTS y Pan y Rosas han incitado diligentemente la histeria antisexo que ahora les muerde el trasero. Encontrándose en el ojo del huracán, hoy consideran que Moissen sostuvo una relación “de común acuerdo y consensuada” con su acusadora, lo cual nos parece justo con base en la evidencia disponible. Sin embargo, no puede uno dejar de señalar que hasta hace muy poco repudiaban en los hechos cualquier noción del consentimiento efectivo como guía para las relaciones sexuales. Durante años han tratado de hacer su marca registrada del azuzar la paranoia de “la trata”, según la cual la prostitución equivale a la esclavitud sexual —un tema central en su fallida campaña por llevar a Moissen a la asamblea constituyente de la Ciudad de México apenas el año pasado—. De hecho, sus diputados argentinos exigen la aplicación de leyes draconianas contra la prostitución que la igualan con la esclavitud, presentando al estado burgués como defensor de las prostitutas y de todas las mujeres (ver “El FIT argentino: Alquimia reformista y cretinismo parlamentario”, Espartaco No. 42, octubre de 2014). Se han sumado al movimiento en torno a los “feminicidios” —en el que la Iglesia Católica desempeña un papel de primer orden—, que procura fortalecer las fuerzas represivas del estado burgués y enaltecer los “valores familiares” burgueses (ver “Feminismo burgués y teorías de la conspiración en torno a las muertas de Juárez”, Espartaco No. 34, otoño de 2011). En infinidad de artículos de La Izquierda Diario, escandalizan indiscriminadamente contra “pederastas” y “pedófilos”, contra la “corrupción de menores” y el “estupro”.

Recientemente, los camaradas españoles y argentinos del MTS/Pan y Rosas han adoptado a la feminista española Ana de Miguel, quien sostiene nada menos que la “libre elección”, es decir, el consentimiento, es un “mito” (ver “Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección” en Ideas de Izquierda No. 28, abril de 2016). Esta filósofa de la mojigatería se alza contra la “pornificación cultural” y suena la alarma ante cosas tan horribles como el que haya mujeres a quienes les guste tomar clases de “pole dance”. No es de sorprender que el propio MTS denuncie la pornografía —una fantasía que por sí misma no hace daño a nadie— como “reproductora de la violencia”. El MTS ha (¿o había?) adoptado también la noción de que cuestionar jamás las acusaciones de una mujer o un menor presuntamente abusados equivale a “revictimizarlos”. En suma, han adoptado el programa reaccionario, antisexo, asfixiante, hipócrita y a fin de cuentas antimujer en el que coinciden el feminismo y la moral cristiana. Ahora cosechan lo que sembraron.

“No me defiendas compadre”

En su patética defensa de Moissen, el MTS sostiene:

“A partir de todo lo que hicimos para clarificar la situación, conocer todos los hechos y todas las voces, no identificamos acoso o abuso sexual por parte de Sergio. Sin embargo, el compañero asumió la existencia de una actitud de insensibilidad machista, particularmente en el último tramo de la relación, cuando ella le manifestó las consecuencias del trauma que había sufrido. Ante eso, consideramos que Sergio debería haber tomado en cuenta el contexto de su historia de vida y haber sostenido una relación únicamente de amistad, sin tener una relación íntima, más allá de que fuera de común acuerdo y consensuada”.

—“UNAM despide ‘fast track’ al profesor Sergio Moissen” (4 de junio, laizquierdadiario.mx)

La confesión del MTS de machismo por parte de su antiguo dirigente revela el marco moralista y antisexo del feminismo. No sabemos si Sergio Moissen es un macho en su vida privada. Pero el sostener una relación consensual con una mujer que sufrió un trauma previo no constituye por sí mismo una “actitud de insensibilidad machista”. La caracterización del MTS se basa en la idea de que una mujer que haya sufrido algún trauma se vuelve por ello incapaz de jamás decidir tener relaciones sexuales. Y es francamente horripilante el que la organización, a través de cualesquiera mecanismos internos, decida si sus miembros individuales pueden o no tener relaciones íntimas y con quién.

En nuestra organización, los espartaquistas evitamos cualquier interferencia en la vida personal de nuestros camaradas, al tiempo que la actividad política de los miembros está sujeta a la supervisión del partido. Sin duda, un partido revolucionario enfrenta constantemente las presiones de atraso social de la sociedad burguesa. Cualesquiera actitudes atrasadas hacia las mujeres (o los gays, las minorías raciales o étnicas, etc.) son combatidas y aplastadas políticamente, llegando a medidas disciplinarias cuando sea necesario.

El verdadero mundo macho de los feministas “socialistas”

El MTS y su antecesor, la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS), tienen un verdadero historial de atraso machista descarado que confluyó con su odio anticomunista al antiguo estado obrero degenerado soviético (y a los espartaquistas). La LTS surgió a finales de los años 80 de la corriente seudotrotskista del morenismo, basado en la Argentina. Entre sus posiciones históricas está el apoyo eufórico a los asesinos antimujer muyajedín afganos, apoyados por EE.UU., en su guerra santa contra el Ejército Rojo soviético (ver “¡Viva Ejército Rojo!”, Spartacist [Edición en español] No. 8, agosto de 1980). En cuanto al antiguo estado obrero deformado polaco, los morenistas dieron también su apoyo irrestricto al movimiento clerical-contrarrevolucionario de Solidarność, un “sindicato” virulentamente antimujer y antiaborto respaldado abiertamente por el imperialismo estadounidense y el papa Wojtyla (ver el folleto espartaquista “¡Alto a la contrarrevolución de Solidarność!”, octubre de 1981). A la LTS le importaba un bledo la opresión de la mujer. Hasta donde hemos podido comprobar, durante sus primeros quince años de existencia (1988-2002) la LTS no tuvo un solo artículo en su prensa (Alternativa Socialista, Estrategia Obrera) dedicado a esta cuestión ni otras relacionadas, donde llamaran por el derecho al aborto, por los derechos democráticos para los gays, etc.

En 2001, durante la marcha del 2 de Octubre, un vocero de la LTS —incapaz de responder a nuestras polémicas programáticas— atacó físicamente a uno de nuestros camaradas al grito de guerra de “¡puto!”. En aquel entonces, la LTS no hizo pública ninguna acción disciplinaria contra el violento macho en cuestión, a quien a menudo encontramos distribuyendo su prensa durante años. Al contrario, como escribimos hace 16 años, “la LTS, junto con el resto de la seudoizquierda mexicana, se adapta a los valores reaccionarios burgueses. El ejemplo más claro y patético de esto fue dado por el mismo aspirante a gángster que atacó a nuestro compañero, ‘justificando’ su homofobia...¡porque él es ‘de barrio’!” (“La LTS conmemora la masacre de Tlatelolco con epítetos antihomosexuales y puñetazos para los comunistas”, volante de la Juventud Espartaquista, octubre de 2001).

Ahora, en el ambiente de “corrección política” perredista (y ante los escándalos por el grotesco uso del mismo epíteto antigay en el futbol), hace tiempo que no escuchamos tales improperios de boca de los feministas neomorenistas. Y es que, en efecto, no fue sino hasta bien entrada la primera década de este siglo —cuando el gobierno del PRD burgués en la Ciudad de México despenalizó (parcialmente) el aborto en 2007— que la LTS, como todo buen oportunista, se dio cuenta de que había cambiado la dirección del viento. Careciendo de cualquier brújula marxista, dio entonces un giro de 180 grados para abrazar el feminismo burgués que inspira a un sector del propio PRD. De este modo, y con directrices venidas de su partido madre en la Argentina, lanzaron Pan y Rosas y se convirtieron en los campeones del falso “feminismo socialista”.

Los jóvenes militantes del MTS y Pan y Rosas deberían aprender la lección: nada bueno vendrá del feminismo burgués seudomarxista de sus organizaciones. La creación de relaciones interpersonales genuinamente libres e igualitarias en todas las esferas de la vida, incluyendo el sexo, requiere nada menos que la destrucción de este sistema clasista y el establecimiento de un mundo comunista. En una sociedad sin clases, las restricciones sociales y económicas en las relaciones sexuales dejarán de existir y, en palabras de Engels, ya no habrá “más causa determinante que la inclinación recíproca”.

En la lucha por la liberación de la mujer —una fuerza motriz de la revolución socialista—, los espartaquistas trabajamos para forjar un partido obrero revolucionario que actúe como el tribuno de todos los oprimidos. Un partido así es el instrumento indispensable para llevar al proletariado el entendimiento de su misión histórica y dirigirlo en el combate por la emancipación humana universal.

 

Espartaco No. 47

Espartaco No. 47

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