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Espartaco No. 47

agosto de 2017

Demócratas se unen en apoyo a Trump

¡Defender a Corea del Norte! ¡Estados Unidos fuera de Siria!

El siguiente artículo ha sido traducido de Workers Vanguard No. 1110 (21 de abril), periódico de nuestros camaradas de la Spartacist League/U.S.

Los gobernantes imperialistas estadounidenses están sedientos de sangre. El 6 de abril, el gobierno de Trump lanzó 59 misiles Tomahawk contra la base aérea de Al Shayrat en Siria, dirigidos directamente al régimen de Bashar al-Assad. El ataque sirvió como una advertencia a la Rusia de Putin de que EE.UU. es el mandamás en el Medio Oriente. Lanzado mientras Trump estaba cenando con el presidente chino Xi Jinping, el ataque también fue una señal para China de que su dirigencia debe respaldar a Estados Unidos contra Corea del Norte. En cuestión de días, la Casa Blanca anunció que el grupo de ataque de portaaviones liderado por el USS Carl Vinson estaba siendo redirigido a la península coreana, donde los buques de guerra japoneses están programados para unirse a él en una exhibición de descarada agresión imperialista. Luego, el 13 de abril, anticipando una prueba de misiles de Corea del Norte, EE.UU. dejó caer una bomba MOAB, la bomba no nuclear más poderosa del mundo, de casi 10 mil kilogramos, sobre Afganistán.

La pesadilla nuclear norcoreana evocada por el gobierno de EE.UU. y reproducida por los medios capitalistas sirve para ocultar el mayor peligro para las masas del mundo: el imperialismo estadounidense. No sólo Estados Unidos es el único país que ha utilizado armas atómicas, incinerando a 200 mil civiles japoneses en Hiroshima y Nagasaki en 1945, sino que estuvo cerca de usar armas nucleares varias veces en la Guerra de Corea de 1950-1953. En esa guerra, unas tres millones de personas fueron sacrificadas, la península fue devastada y la capital de Corea del Norte, Pyongyang, fue arrasada por los imperialistas.

Al igual que China, Corea del Norte es un estado obrero burocráticamente deformado, donde el capitalismo fue derrocado. El objetivo de los imperialistas es restaurar el dominio capitalista. El 17 de abril en Corea del Sur, el vicepresidente Mike Pence amenazó con un ataque militar contra Corea del Norte, declarando que “todas las opciones están sobre la mesa”. En un gesto contra Obama, también reiteró la línea del secretario de estado Rex Tillerson: “la era de la paciencia estratégica ha terminado”.

Esa era nunca existió. Ya sea bajo republicanos o demócratas, la única política del imperialismo estadounidense hacia Corea del Norte siempre ha sido fomentar la contrarrevolución con el objetivo de derrocar la Revolución China de 1949. La belicosidad de Trump y su imprevisibilidad plantean el panorama de un armagedón nuclear en el Lejano Oriente. Pero su predecesor, Obama, también amenazó con atacar a Corea del Norte, incluso con armas nucleares, habiendo enviado varias veces bombarderos B-2 sobre la península. El sistema Terminal de Defensa de Área a Gran Altitud (THAAD), que el gobierno de Trump provocativamente comenzó a instalar en Corea del Sur el mes pasado, había estado preparándose por meses desde la presidencia de Obama.

El derrocamiento y la expropiación del capitalismo en China y Corea del Norte son conquistas históricas para el proletariado internacional, a pesar del mal gobierno burocrático. Como trotskistas, estamos por la defensa militar incondicional de estos países contra el ataque imperialista y la contrarrevolución capitalista. Dicha defensa incluye apoyar el desarrollo de armas nucleares y sistemas efectivos de entrega para disuadir la agresión imperialista. Como dijo el comentarista político Mike Whitney en un artículo titulado “El problema es Washington, no Corea del Norte” (counterpunch.org, 17 de abril): “No hay país en el mundo que necesite más armas nucleares que Corea del Norte”.

Rechazando doblegarse ante las órdenes de Trump, el régimen norcoreano probó un misil balístico, que al parecer explotó en cuestión de segundos. Damos la bienvenida a que Corea del Norte haya avanzado en cierta medida en el desarrollo de un disuasivo nuclear, lo cual incluye misiles balísticos que cubren el noreste de Asia y progresos en el desarrollo de misiles que podrían llegar a la costa del Pacífico de EE.UU. Es debido a que Corea del Norte tiene cierta capacidad de defenderse que Estados Unidos no ha lanzado hasta ahora el tipo de ataque militar que llevó a cabo en Siria.

El ataque a la base aérea de Siria fue ampliamente vitoreado por el Partido Demócrata. De hecho, al invertir la política con respecto a Assad, Trump esencialmente llegó a la posición de los halcones del Partido Demócrata, como Hillary Clinton, que por mucho tiempo han presionado por una acción militar directa para quitar a Assad y una postura más belicosa hacia Rusia, el aliado de Siria. Los políticos demócratas y sus portavoces de prensa que denunciaron a Donald Trump como un impostor al trono presidencial, un mentiroso patológico, “el títere de Putin” y demasiado desquiciado para tener los códigos nucleares, de repente se unieron en un coro de “Viva el Jefe”. Fareed Zakaria de CNN proclamó que con el golpe a Siria “Donald Trump se convirtió en el presidente de Estados Unidos”. Tomando en cuenta la descripción del puesto de Comandante en Jefe: sí, lo hizo.

Notablemente, la respuesta del Partido Demócrata a la belicosidad de Trump contra Corea del Norte ha sido algo más cautelosa, debido principalmente al hecho de que Corea del Norte no sólo puede defenderse, sino también infligir grandes daños a Corea del Sur y Japón. El New York Times, que el 7 de abril celebró los ataques a Siria por haberle brindado un “sentimiento de satisfacción emocional”, publicó un artículo editorial el 17 de abril en el que sermonea: “Sería arriesgado que el Sr. Trump dejara que el exceso de confianza y la grandilocuencia en tweets y declaraciones públicas lo encierren en una especie de enfrentamiento” con Corea del Norte. Como observó astutamente un funcionario del gobierno norcoreano, el ataque a Siria “demuestra un millón de veces que nuestra decisión de fortalecer nuestra disuasión nuclear ha sido la elección correcta. Sólo nuestro poder militar nos protegerá de la agresión imperialista”.

Por su parte, el gobierno de Trump ha estado ejerciendo una enorme presión sobre el régimen de Beijing para que haga que Corea del Norte se arrodille. Si bien China sigue siendo el único aliado de Pyongyang, su política con respecto a Corea del Norte se basa en la premisa de una fútil búsqueda estalinista de “coexistencia pacífica” con el imperialismo mundial. China ha presionado repetidamente a Corea del Norte para que detenga su desarrollo de armas nucleares. En 2013 y nuevamente el año pasado, China ayudó a EE.UU. a elaborar resoluciones de la ONU que imponen sanciones a Corea del Norte tras los ensayos nucleares de esta última. Según los informes, China ha dejado de comprar carbón de Corea del Norte, y un importante periódico del gobierno dijo que podría frenar las ventas de petróleo a Corea del Norte en caso de que se produjeran otros ensayos, lo cual socavaría aún más la asediada economía norcoreana. Al mismo tiempo, no está claro si China implementará estas amenazas. El comercio chino con Corea del Norte se ha expandido en los últimos dos años.

La colaboración de Beijing con Washington contra Pyongyang daña la defensa del propio estado obrero chino: el objetivo final de los imperialistas estadounidenses. La contrarrevolución capitalista en Corea del Norte llevaría a las fuerzas estadounidenses directamente a la frontera china, intensificando enormemente la amenaza militar imperialista. La clave para la defensa de los estados obreros deformados es la lucha por la revolución política proletaria para barrer a las burocracias gobernantes nacionalistas. La lucha para reemplazar a los malos líderes estalinistas con gobiernos basados en la democracia obrera y el internacionalismo revolucionario debe vincularse con la extensión del poder proletario a los centros del imperialismo mundial: Europa Occidental, Japón y el coloso imperialista estadounidense. Vital para esta lucha es la creación de partidos leninistas-trotskistas como secciones de una IV Internacional reforjada.

¡Estados Unidos, manos fuera del mundo!

El pretexto para el ataque a Siria fue el presunto bombardeo con gas sarín del 4 de abril contra Khan Sheikhoun, un pueblo bajo control de los rebeldes, atribuido al régimen de Bashar al-Assad, que dejó decenas de muertos. No sabemos quién es el responsable, aunque hay muchas razones para sospechar que la explicación de Washington es otro conjunto de hechos alternativos. El gobierno sirio negó haber realizado algún ataque químico. Rusia culpó a la oposición, diciendo que un proyectil del gobierno golpeó un edificio donde los rebeldes estaban produciendo armas químicas. Ciertamente, los imperialistas estadounidenses son maestros en las mentiras para justificar sus guerras: desde el USS Maine (Cuba), pasando por el incidente del Golfo de Tonkin (Vietnam), hasta las “armas de destrucción masiva” (Irak).

Cuando se trata de matar civiles, los imperialistas estadounidenses son insuperables. Según el sitio web de Airwars, sólo en marzo, la coalición liderada por Estados Unidos mató al menos a mil 800 civiles en Siria e Irak. Desde finales de 2014, las fuerzas armadas estadounidenses han estado muy ocupadas en el atolladero sirio, con cerca de 900 elementos de operaciones especiales, comandos militares y marines estacionados allí. Trump ahora está considerando el envío de mil tropas adicionales para combatir al Estado Islámico (EI). Desde agosto de 2014, la coalición estadounidense ha llevado a cabo más de 19 mil ataques aéreos en Irak y Siria con más de 72 mil bombas y misiles. Mientras tanto, EE.UU. anunció recientemente que está enviando decenas de soldados de la 101° División Aerotransportada a Somalia.

Se necesita una alta dosis de desfachatez para que Washington derrame lágrimas por el uso de armas químicas. Durante su guerra sucia contra los obreros y los campesinos vietnamitas, Estados Unidos lanzó más de 41 millones de litros de agente naranja sobre hombres, mujeres y niños (así como soldados estadounidenses). EE.UU. utilizó el fósforo blanco como arma incendiaria contra los iraquíes durante el asalto a Falluja en 2004 y nuevamente el año pasado. El ataque de 2004, en el que murieron de 4 a 6 mil civiles, fue dirigido por el general de la Infantería de Marina James “Mad Dog” [Perro Loco] Mattis, el actual secretario de defensa.

Los marxistas no tenemos lado en la espantosa guerra civil siria. Pero tenemos un lado contra Estados Unidos y otros imperialistas. Por lo tanto, si bien somos enemigos implacables de todo aquello que los asesinos reaccionarios del EI defienden, reconocemos que cuando atacan a los invasores estadounidenses y a sus representantes —el ejército iraquí, las milicias chiítas y las fuerzas armadas kurdas en Irak y Siria— esos actos coinciden con los intereses de la clase obrera internacional, incluso en EE.UU. Al mismo tiempo, no conferimos credenciales “antiimperialistas” a las repugnantes fuerzas del EI. También nos oponemos a las potencias regionales capitalistas (como Rusia, Irán y Turquía) que se han involucrado en el conflicto y exigimos que ellos también salgan de Siria. No está claro si el gobierno de Trump iniciará una guerra total contra el régimen de Assad en la Siria neocolonial. En el caso de tal guerra, tendríamos un lado militar con las fuerzas de Assad, manteniendo nuestra oposición política a su brutal régimen capitalista.

Es el deber, y un interés vital del proletariado estadounidense, oponerse a las depredaciones del imperialismo de EE.UU. Los imperialistas estadounidenses que realizan agresiones militares en el extranjero también están librando una guerra de clases unilateral contra los trabajadores en casa. Sus policías matan a los negros y a los latinos en las calles, mientras que sus prisiones albergan a la cuarta parte de la población carcelaria del mundo. De Ferguson a Baltimore y Standing Rock, los que se atreven a protestar contra la opresión que soportan bajo el capitalismo han sido enfrentados con una brutal represión estatal, incluyendo balas de goma, gas pimienta y gases lacrimógenos.

La lucha contra el militarismo imperialista y la guerra debe estar ligada a un programa para el derrocamiento revolucionario del orden imperialista mundial por parte de la clase obrera. Esa perspectiva revolucionaria es rechazada por la izquierda reformista. El estalinoide Workers World Party (WWP, Partido Mundo Obrero) y el Party for Socialism and Liberation [Partido por el Socialismo y la Liberación] llevaron a cabo manifestaciones para protestar contra el ataque estadounidense a la base aérea de Siria. Pero, negando la posibilidad de la revolución proletaria internacional, ambos grupos van a la cola de los nacionalistas del Tercer Mundo. Son virtualmente acríticos del régimen burgués de Assad, pintando falsamente su dictadura como progresista y antiimperialista. En EE.UU., el hecho de que vayan a la cola de las fuerzas burguesas “progresistas” los ha puesto repetidamente en los brazos del Partido Demócrata, como la celebración del WWP de la victoria de Obama en 2008. La minúscula participación en las manifestaciones contra el ataque a Siria deja claro que la “resistencia” anti-Trump, cacareada por la izquierda reformista, no es más que un vehículo para los demócratas, que apoyaron la lluvia de misiles.

Por su parte, la totalmente despreciable International Socialist Organization (ISO, Organización Socialista Internacional), haciendo eco de Hillary Clinton, se quejó de que el golpe militar era insuficiente: “El ataque de misiles, dirigido a un solo campo de aviación, dañó poco la capacidad militar del régimen de Assad”; agregando “esto es consistente con el objetivo de la política exterior de Estados Unidos, heredado del gobierno de Obama, de permitir que el régimen de Assad se mantenga lo suficientemente fuerte como para evitar el cambio revolucionario” (“U.S. Missiles Won’t Liberate the Syrian People” [Los misiles estadounidenses no liberarán al pueblo sirio], socialistworker.org, 8 de abril). Una y otra vez, la ISO se ha quejado de que EE.UU. no apoya lo suficiente a los rebeldes en lo que engañosamente llama la “Revolución Siria” (ver “ISO on Syria: Pimps for US Imperialism [ISO sobre Siria: padrotes a favor del imperialismo estadounidense], WV No. 1097, 7 de octubre de 2016). Estar del lado de los imperialistas no es nada nuevo para la ISO. En la tradición de su padrino político, Tony Cliff —quien rompió con el movimiento trotskista en 1950, oponiéndose a la defensa de Corea del Norte y China durante la Guerra de Corea—, la ISO siempre ha defendido la contrarrevolución.

Lo que se necesita desesperadamente es la lucha de clases contra los gobernantes capitalistas, tanto para defender los intereses de los trabajadores y los oprimidos en casa como para oponerse al imperialismo estadounidense en el extranjero. La Spartacist League y nuestros camaradas de la Liga Comunista Internacional buscan que las capas más conscientes de la clase obrera comprendan que para poner fin a la explotación, la opresión racial y la masacre imperialista es necesario el derrocamiento del orden capitalista en EE.UU. e internacionalmente a través de la revolución socialista.

 

Espartaco No. 47

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