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Espartaco No. 39 |
Septiembre de 2013 |
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¡Abajo la Propuesta de Ley sobre los Tribunales Tradicionales!
¡Por la liberación de la mujer mediante la revolución socialista!
(Mujer y Revolución)
Traducido de Spartacist South Africa No. 9 (invierno de 2013), publicación de la sección sudafricana de la Liga Comunista Internacional.
En diciembre de 2011, el gobierno presentó una nueva Propuesta de Ley sobre los Tribunales Tradicionales. Esta ley otorgaría a los dirigentes tradicionales, encabezados por los jefes tribales, un poder legal sin frenos sobre 17 millones de habitantes negros de las áreas rurales, balcanizadas en torno al origen tribal sobre las mismas líneas promovidas durante el apartheid. Los jefes adquirirían el poder adicional de crear leyes, juzgar casos y dictar castigos —incluyendo desalojos y trabajo forzado sin paga—, frecuentemente sin posibilidad de apelación.
Las mujeres negras, las “esclavas de los esclavos”, son las que tienen más que perder con esta propuesta de ley, que se sumaría al sufrimiento causado por la abrumadora pobreza y la triple opresión. Las atrasadas prácticas tradicionales que oprimen a la mujer son muy extendidas: desde el lobola [precio de novia], la poligamia forzada y el ukuthwala (matromonio por rapto), hasta las pruebas de virginidad, todas ellas reforzadas por los líderes tradicionales. Con frecuencia, las mujeres no tienen el derecho de representarse a sí mismas en los tribunales tradicionales. En cambio, se les obliga a ser representadas por sus maridos u otros hombres de su familia.
Después de que el parlamento burgués discutió la Propuesta de Ley sobre los Tribunales Tradicionales a finales de 2012, el Congreso Nacional Africano (CNA) y el gobierno esparcieron la falsa idea de que la propuesta había sido retirada. Este método es frecuentemente utilizado para apaciguar la rabia en contra de las nuevas leyes que resultan particularmente impopulares (trucos similares fueron utilizados con la Propuesta de Ley para la Protección de la Información del Estado, que ya ha sido aprobada). La verdad es que la Propuesta de Ley sobre los Tribunales Tradicionales está actualmente siendo analizada por los gobiernos provinciales y aprobarla sigue siendo sin duda uno de los objetivos del gobierno de la Alianza Tripartita del CNA, el Partido Comunista de Sudáfrica (PCS) y el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU).
La propuesta de ley es parte del recrudecimiento de la represión estatal en respuesta al creciente descontento social. Para administrar el sistema capitalista del neoapartheid, los dirigentes de la Alianza se vieron obligados a recurrir a las mismas armas utilizadas por sus propios carniceros durante el apartheid. El gobierno encabezado por el presidente Jacob Zuma, en particular, ha optado por exacerbar los venenosos sentimientos tribales y el chovinismo contra los inmigrantes, refinando al mismo tiempo las herramientas más represivas del estado: masacres de huelguistas, brutalidad policiaca, estados de emergencia de facto, etc. El fortalecimiento de los jefes, de las divisiones tribales y de las atrasadas tradiciones es parte del paquete del dominio del neoapartheid.
La propuesta de ley también subraya una lección fundamental: las luchas de liberación nacional encabezadas por nacionalistas burgueses y pequeñoburgueses son incapaces de garantizar derechos reales y duraderos para las mujeres. A lo largo de sus 101 años de historia, el programa y la política del CNA han estado guiados por el objetivo de engendrar una capa de capitalistas negros que pudiera participar en la explotación de “su propio pueblo” —una tarea que no querían dejar exclusivamente en las manos de los capitalistas blancos y extranjeros—. La interpenetración de los líderes del CNA con los jefes tribales y otros dirigentes tradicionales ha sido una parte integral de su programa, así como una indicación clara de que este partido representa al enemigo de clase de la liberación de los obreros, las mujeres y la mayoría negra oprimida en general.
Basta con ver el caso de Mandla Mandela, nieto de Nelson Mandela y miembro del CNA en el parlamento. Como jefe del consejo tradicional de Mvezo en la provincia de Eastern Cape se ha vuelto notorio por utilizar su puesto para enriquecer a su familia y suprimir críticas y desafíos, al tiempo que promueve el atraso más terrible para apuntalar su régimen despótico. En 2010, por ejemplo, defendió oficialmente la bárbara práctica “cultural” de secuestrar mujeres (particularmente las jóvenes) conocida como ukuthwala, declarando frente a un comité parlamentario sobre el desarrollo rural y la reforma agraria que: “para que una mujer sea desposada a través del ukuthwala, el proceso no tiene nada que ver con la edad. Si quieren discutir sobre la cultura, no traten siquiera de mencionar nociones blancas porque eso pondría todo de cabeza”. En 2011, tres de los “súbditos” de Mandela en Mvezo lo llevaron a juicio después de que ordenó que fueran desalojados de su tierra ancestral, en la que enterraban a sus muertos, para dar paso a que los desarrolladores capitalistas construyeran un hotel y un estadio.
La ideología nacionalista burguesa ha relegado siempre a las mujeres al papel de “productoras de bebés” y sirvientes de los hombres. Los capitalistas y sus lacayos son enemigos de la liberación de la mujer. Como marxistas revolucionarios, ateos y combatientes por la liberación de la mujer, nos oponemos fervientemente a la Propuesta de Ley sobre los Tribunales Tradicionales y tratamos de unir la lucha contra esta propuesta reaccionaria con la lucha necesaria más amplia en contra del sistema capitalista de explotación entero. La lucha por la liberación de la mujer es inseparable de la lucha por la revolución socialista, y ambas requieren un combate por que la clase obrera rompa con la influencia del nacionalismo burgués en el proceso de forjar un partido leninista que actúe como tribuno del pueblo. La clase obrera en su conjunto tiene un interés vital en detener esta reaccionaria propuesta de ley, que también será utilizada para sofocar aún más cualquier lucha en contra del régimen del neoapartheid.
Los jefes tribales: Herramientas de la racista opresión capitalista
La vida para las masas negras en los antiguos bantustanes es un infierno, particularmente para las mujeres; los dirigentes tradicionales desempeñan un papel central en imponer esta miseria y mantener a la población a raya. Estudios realizados por el Rural Women’s Movement [Movimiento de Mujeres Rurales] han descubierto casos en pueblos rurales de KwaZulu-Natal en los que los padres de mujeres embarazadas fuera del matrimonio son obligados a pagar multas a los jefes tribales de hasta mil rands o una vaca. Cuando no se pagan las multas, los jefes tribales les quitan a las familias el “derecho” de enterrar a sus seres queridos. Hay un desenfreno de abusos despóticos de todo tipo, incluida la continua imposición de “impuestos” arbitrarios para financiar el estilo de vida parasitario de los dirigentes tradicionales.
Una de las prácticas más brutalmente opresivas y atrasadas llevadas a cabo contra las mujeres en nombre de la tradición es la mutilación genital femenina (MGF), también conocida como la circuncisión femenina. Frecuentemente acompaña a la circuncisión masculina en sociedades donde la cultura busca marcar una aguda distinción entre sexos/géneros cuando los niños alcanzan la pubertad, y continúa siendo practicada en partes de la Sudáfrica rural, aunque el gobierno no reconoce su existencia. La MGF es un crimen horrendo contra las mujeres, que debe ser rechazado de forma categórica e incondicional. En contraste, la circuncisión masculina, cuando es realizada bajo condiciones médicas adecuadas, deja deformaciones infinitamente menos serias. Sin embargo, decenas de niños sudafricanos mueren cada año como resultado de circuncisiones mal realizadas en las escuelas de iniciación tradicionales. Esto subraya la férrea hostilidad de los líderes tradicionales a los avances tecnológicos occidentales en la medicina y la poca importancia que le dan a la vida de los negros. En mayo de este año, más de 20 niños murieron en tan sólo una semana en la provincia de Mpumalanga. La ministro provincial de “salud” Matshego Dlamini, del CNA, ¡justificó grotescamente esta situación y explicó su negativa a intervenir al decir: “Esta es una tradición; como mujer, yo no puedo ir. Muertos o no, es una tradición”!
El puesto de jefe tribal es bastión de la reacción, remanente de una sociedad precapitalista, que sobrevivió gracias a la amplia colaboración con los antiguos gobernantes coloniales y del apartheid. A lo largo del sur de África, los jefes luchan a capa y espada para negarle a las mujeres el derecho al aborto y otros derechos democráticos esenciales. Entre los jefes tribales y el gobierno del CNA hay una interpenetración importante. Esto ayuda a los jefes a incrementar su poder y riqueza, y éstos, a su vez, desempeñan un papel muy importante reprimiendo a la población rural negra y llevándola como ganado a votar por el CNA.
En un discurso de 2012 en la Cámara Nacional de Líderes Tradicionales en defensa de la Propuesta de Ley sobre los Tribunales Tradicionales, Zuma arremetió contra los intelectuales negros que han criticado la propuesta: “Hay africanos que se han vuelto muy listos y toman una posición (en la que) se vuelven de lo más elocuentes criticándose a sí mismos por sus tradiciones y todo lo demás”. Zuma, cuyo gobierno había masacrado 34 mineros negros en huelga tan sólo unos meses atrás para defender las ganancias de la británica Lonmin Platinum, continuó demagógicamente: “Resolvamos los problemas africanos a la manera africana, no a la manera del hombre blanco”. De hecho, la Propuesta de Ley sobre los Tribunales Tradicionales le debe mucho a la tradición de los gobernantes blancos —desde los imperialistas británicos en el periodo colonial hasta los nacionalistas afrikaner durante el apartheid— que aprovecharon y reforzaron los aspectos más retrógrados de la cultura tribal y tradicional para apuntalar sus regímenes y acumular ganancias gracias al sudor y la sangre de las masas negras.
Un ejemplo perfecto es la Ley de Administración Nativa de 1927, que creó tribunales supremos, civiles, de divorcio y de apelación bajo control de los jefes y líderes tribales, reforzando e imponiendo divisiones tribales sobre la población negra. Esa ley codificó el estatus de menor de edad asignado a las mujeres por las costumbres tradicionales, decretando: “Una mujer negra...que forma parte de una unión tradicional y que vive con su marido será considerada una menor y su marido será considerado su guardián”. Esta ley fue parte de una serie implementada por los gobernantes británicos en su campaña por arraigar el sistema de trabajadores migrantes: la Ley de Amos y Sirvientes, las Leyes de Tierras Nativas a partir de 1913, la Ley de Áreas Urbanas y diversas Leyes de Pases e Impuestos Comunitarios, utilizadas todas para arrebatarle a los negros su tierra y crear una fuente de mano de obra negra barata y sin derechos.
Después de llegar al poder en las elecciones de 1948, el gobierno del Partido Nacional refinaría este sistema racista y lo llevaría a nuevos extremos bajo el apartheid. Como señala “‘One Chief, one vote’: The revival of traditional authorities in post-apartheid South Africa” (“Un jefe, un voto”: el resurgimiento de las autoridades tradicionales en la Sudáfrica del postapartheid, African Affairs, 1997): “Las reservas africanas en el campo desempeñaron un papel crucial en los intentos del gobierno por establecer un control más estrecho sobre la mano de obra africana... En los pueblos africanos, la administración de los pases y de las oficinas laborales, donde había que renovar anualmente los permisos, era responsabilidad del jefe tribal”.
El sistema de trabajadores migrantes era el corazón del
apartheid: los negros sudafricanos fueron reducidos al nivel de extranjeros desposeídos en su propio país y los estados negros vecinos a colonias laborales para las minas, las fábricas y las granjas de Sudáfrica. Miles de obreros, mutilados de por vida mientras trabajaban para la clase dominante blanca, eran arrojados de vuelta a los bantustanes. La peor parte de este sistema se la llevaban las mujeres relegadas a las “patrias”, sumergidas en niveles inenarrables de pobreza.
El sistema de trabajadores migrantes y la superexplotación de la fuerza de trabajo mayoritariamente negra siguen en la base del sistema capitalista de la “nueva Sudáfrica”, sólo que ahora la Alianza Tripartita dirigida por el CNA es la que desempeña el papel de supervisor negro al servicio de la clase dominante, que sigue siendo predominantemente blanca. Este hecho, así como el papel de los dirigentes tradicionales en este sistema, fue subrayado por David van Wyk, un investigador de la Bench Marks Foundation que señaló en entrevista con Amandla! (septiembre de 2012): “Un gerente de personal de Angloplats me dijo que están utilizando concejales y jefes locales como encargados de reclutamiento. Una mujer me dice que fue a cinco entrevistas y en todas le pidieron sexo, y en todas se negó y en ninguna obtuvo el trabajo. [Es como] lo que decían de la Kenya post-colonial, que ‘los contratos son firmados sobre los muslos de las mujeres’”.
Como comunistas, buscamos erradicar el sistema inherentemente racista de trabajadores migrantes. Esto implicaría, por una parte, inversiones masivas para promover el desarrollo económico y social de las áreas rurales aquí y en los países vecinos. También implicaría un importante programa para proporcionar vivienda accesible y de calidad para todos en las ciudades y otras áreas en las que la industria actualmente está concentrada, incluidas viviendas decentes para que los trabajadores y sus familias vivan cómodamente. Los capitalistas y su gobierno no van a hacer nada por el estilo, porque no sirve a sus intereses de clase. Lo que se necesita es un gobierno obrero centrado en los negros, parte de una federación socialista del sur de África, para construir una economía socialista planificada en la que la producción esté organizada para servir a los intereses de la mayoría y no a las ganancias de una minoría asquerosamente rica.
Los dirigentes del COSATU nunca han combatido en lo fundamental el sistema de trabajadores migrantes o su contraparte, el “servicio doméstico” en Sudáfrica para las mujeres africanas que han logrado salir de la desolación de las áreas rurales. No es accidental; al contrario, es la conclusión lógica de su traicionera política de colaboración de clases, que ata a la clase obrera al CNA nacionalista burgués a través de la Alianza Tripartita. En la lucha contra el sistema de trabajadores migrantes es indispensable combatir políticamente a los jefes sindicales colaboracionistas de clase.
La erradicación del sistema de trabajadores migrantes está también íntimamente relacionada con la cuestión de la tierra, un tema candente al centro de la desposesión de la mayoría no blanca. A un siglo de la Ley de Tierras Nativas de 1913, la minoría blanca todavía posee más del 70 por ciento de la tierra rural arable y de la urbana. Nosotros luchamos por la expropiación de las grandes granjas en manos blancas y por su transformación en granjas colectivas y estatales bajo dominio obrero. Gran parte de la tierra restante en las áreas rurales está ahora bajo control de los jefes tribales, como resultado de la Ley de Derechos sobre la Tierra Comunitaria de 2004, que les otorgó control sobre la tierra de sus súbditos. Un gobierno obrero centrado en los negros pondría fin a los privilegios y el poder de estos déspotas rurales.
Durante la fundación en 1912 del CNA (llamado inicialmente Congreso Nacional Nativo de Sudáfrica), un número considerable de delegados eran jefes tribales, lo que llevó a la creación de una “Cámara Alta” para acomodar a los líderes tradicionales que se habían unido a la organización. Junto con los intelectuales, los abogados y otros representantes de la pequeña burguesía negra que formó el CNA, los jefes tribales tenían como principal objetivo rogar a los gobernantes coloniales británicos que les dieran la posición privilegiada de aristocracia negra dentro del sistema de dominio capitalista blanco. Por ejemplo, durante su fundación en 1912, ¡el CNA trazó como uno de sus cinco objetivos básicos “promover el entendimiento entre los jefes, lealtad a la corona británica y a todas las autoridades legales y promover el entendimiento entre los sudafricanos blancos y negros”!
Posteriormente, el CNA adoptaría una fachada más populista para atraer el apoyo de las masas, ejemplificada por el Freedom Charter [Carta de la Libertad] de 1955, un programa populista burgués. Esto se debió en gran medida a la negativa por parte de los gobernantes blancos de conceder siquiera las concesiones más limitadas, incrementando en cambio la represión contra cualquier forma de actividad política negra independiente, incluyendo, para inicios de la década de 1960, declarar al CNA y otras organizaciones nacionalistas negras como ilegales. Al mismo tiempo, los gobernantes del apartheid buscaron cooptar a los jefes tribales y utilizarlos para vigilar a la población negra a través del odiado sistema de los bantustanes. En su enorme mayoría, los jefes colaboraron voluntariamente, un hecho que produjo considerable hostilidad contra los jefes entre las bases del movimiento del Congreso dirigido por el CNA y otras alas del movimiento contra el apartheid.
Algunas de las expresiones más agudas de esta hostilidad tuvieron lugar en la década de 1980, al tiempo que huelgas masivas de sindicatos negros y revueltas en los townships sacudían al país. Sin embargo, los llamados de los dirigentes del CNA a “hacer ingobernable el país” nunca tuvieron como objetivo lanzar una lucha para derrocar a los odiados gobernantes del apartheid; por el contrario, los dirigentes nacionalistas estaban explotando cínicamente la combatividad de las masas para intentar presionar a los gobernantes blancos a negociar un acuerdo. Al mismo tiempo, buscaron restablecer los lazos con los líderes tradicionales que habían colaborado con el gobierno del Partido Nacional, intentando proporcionarles credenciales “liberadoras” a través de la creación de una mitología sobre la resistencia de los líderes tribales al apartheid. En 1987, el CNA lanzó CONTRALESA (Congreso de Líderes Tradicionales) como una organización de jefes tribales “progresistas”, anunciada como “los jefes de vuelta entre el pueblo”. Desde que llegó al poder en 1994 tras el acuerdo con los gobernantes blancos, el gobierno de la Alianza Tripartita ha estado a cargo de administrar el mismo sistema de extracción de ganancias de antes. Simplemente heredaron las estructuras que existían bajo el apartheid.
La opresión de la mujer, la tradición
y la familia
Como administradores de la miseria capitalista del neo-apartheid, el CNA y otros dirigentes de la Alianza idealizan también las sociedades tribales, conciliando y promoviendo, por ejemplo, a los izangoma (médicos brujos) y a otros charlatanes eufemísticamente denominados “sanadores tradicionales”. El desastroso estado del sistema de salud pública —con hospitales públicos crónicamente atestados, cortos de personal y en un estado decrépito, a los que llegar siquiera es una ventaja— significa que, para muchos, los curanderos tradicionales son el único “servicio de salud” al que tendrán acceso jamás. Algunas mujeres acuden a ellos para abortar porque los abortos legales en los hospitales son inaccesibles. Estamos por el derecho de las mujeres al aborto gratuito y seguro para quien lo solicite. En oposición a la “medicina tradicional” muti y otras formas de la denominada “medicina alternativa”, defendemos la ciencia y la medicina científica, y nos oponemos a que los gobiernos subsidien o promuevan de cualquier otra manera a los curanderos tradicionales.
La promoción del atraso tradicionalista por parte del CNA ha tenido resultados desastrosos, como demuestra horripilantemente la política “negacionista del SIDA” del gobierno de Thabo Mbeki (una política que durante años contó con la complicidad de Zuma, segundo de Mbeki hasta 2005, al igual que de los dirigentes del PCS y el COSATU, hasta que finalmente se distanciaron de ésta). Un estudio de la Harvard School of Public Health demostró que unos 330 mil sudafricanos murieron de SIDA entre 2000 y 2005 porque no fue implementado un programa de tratamiento con antirretrovirales (ARV) a tiempo. La miserable ración de ayuda que destinó el sistema imperialista ávido de ganancias a Sudáfrica fue obstruida adicionalmente cuando Mbeki y otros líderes del CNA rechazaron la ciencia médica y bloquearon activamente la implementación de un programa basado en los ARV, promoviendo en cambio a los curanderos tradicionales y otros mercaderes de la muerte que empujan curas herbales y “naturales”. Como el VIH/SIDA es una enfermedad de transmisión sexual, su expansión ha sido impulsada desde siempre por el papel de subordinación de las mujeres. Siempre nos hemos opuesto a la charlatanería “negacionista” y seguimos exigiendo ARV gratuitos para todos los que los necesiten como parte de una lucha por servicios de salud gratuitos y de calidad para todos.
Además de promover la ignorancia y los prejuicios y supersticiones anticientíficos, los curanderos tradicionales son parte de la represiva estructura política que abarca desde el sangoma [chamán] en la comunidad hasta la Cámara de Líderes Tradicionales, parte del estado burgués. Una función primordial de esta estructura represiva es imponer la subordinación de la mujer frente al hombre, a través de la promoción y legitimación de prácticas patriarcales antimujer. Junto con el lobola y el ukuthwala, éstas incluyen pruebas de virginidad y ceremonias de iniciación como el uMemolo, en donde las mujeres jóvenes son enseñadas a servir a los hombres y entrenadas para transmitir la cultura tradicional a la siguiente generación.
Estas atrasadas prácticas tradicionales, remanentes de una cultura agrícola y esclavista, son un factor importante en la legitimación y promoción de la violencia contra las mujeres, que incluye uno de los más altos índices de violaciones reportadas en el mundo. Las mujeres más vulnerables son las que sufren más estas prácticas. Por ejemplo, los matones que practican el ukuthwala generalmente secuestran mujeres huérfanas o provenientes de familias pobres. Como sucede siempre en la sociedad de clases, las tradiciones y la cultura que son defendidas más aguerridamente son aquéllas que le son aceptables y beneficiosas a los ricos.
Fortalecer los tribunales tradicionales significa fortalecer esta represión de las mujeres. En muchos sistemas legales basados en las costumbres, las mujeres africanas tienen como guardianes a sus padres y, después del matrimonio, a sus maridos. No tienen capacidad de contratar nada sin el consentimiento de su guardián y no pueden presentarse en los tribunales sin la asistencia de éste. Están excluidas de los procesos políticos de las tribus y en ocasiones tampoco pueden acceder a la propiedad de la tierra. Tradicionalmente, las mujeres no son incluidas en las negociaciones del lobola: el consentimiento al sexo y otros derechos sexuales no están en manos de las mujeres mismas, sino de los miembros de su familia.
Comúnmente se piensa, de manera errónea, que la subordinación de la mujer al hombre, al igual que la familia patriarcal actual, existen desde siempre. Otra idea equivocada común, particularmente extendida entre los feministas y otros opositores de la opresión de la mujer desde el marco liberal burgués, es que la fuente de esta opresión son simplemente las ideas patriarcales atrasadas (particularmente las de los hombres). Por otro lado, los nacionalistas, en particular, hacen apología de la poligamia forzada, el lobola y otras prácticas antimujer presentándolas de manera idealizada como formas típicamente africanas de demostrar “respeto” entre las familias. Otra justificación para estas cosas argumenta que, dado que las mujeres con frecuencia tienen papeles importantes en las prácticas africanas tradicionales, éstas últimas no pueden resultar opresivas para las mujeres.
Como marxistas entendemos que la opresión de la mujer es material y que la idea de que las mujeres son inferiores a los hombres no es sino un reflejo de esa realidad material. Engels explicó que la opresión de la mujer tiene sus raíces en el desarrollo de la propiedad privada y la división de la sociedad en clases, ambas conectadas con el desarrollo de la familia. Las primeras sociedades humanas vivían una forma de “comunismo primitivo”. Esto significaba que los seres humanos cazaban y recolectaban apenas lo mínimo para sobrevivir y lo compartían de manera equitativa. La división del trabajo entre hombres y mujeres estaba basada en la realidad biológica del cuidado de los niños —es decir, las mujeres eran responsables de gestar y amamantar a los pequeños— y no implicaba un papel subordinado para las mujeres. La división del trabajo entre los sexos era igual y ambos producían para satisfacer sus necesidades vitales. Las funciones del hogar eran una responsabilidad común y colectiva.
Esta igualdad social primitiva desapareció cuando avances como el desarrollo de la agricultura le permitieron a los seres humanos producir más del mínimo para sobrevivir. Este excedente social se convirtió en propiedad de una minoría, formada por hombres, creando las primeras divisiones de clase en la sociedad. Esto llevó al desarrollo de la institución de la familia como un medio para transmitir la propiedad de una generación a otra. También ocasionó el surgimiento del estado, una organización de dominio utilizada por una clase para suprimir a otra.
La familia patriarcal decretó la monogamia para las mujeres, de modo que los hombres pudieran asegurarse que sus descendientes heredarían su propiedad. Esto dio fin a la familia comunal. De ese modo, las funciones de la familia, la crianza de los niños y el trabajo doméstico se volvieron actividades privadas y perdieron su carácter comunal. Las mujeres, confinadas al hogar individual, fueron aisladas de la producción social, que se volvió una esfera masculina. Como escribió Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884): “El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción”.
¿Cuál es, entonces, el papel de la familia para la gente que no tiene propiedad que transmitir? La familia bajo el capitalismo sirve además para criar a la siguiente generación para que trabaje en el campo, las fábricas y las minas, y para que sirva de carne de cañón en el ejército burgués. Sirve para entrenar a los jóvenes a obedecer a la autoridad, inculca el atraso religioso y actúa en general como freno de la conciencia social. De esta forma, la institución de la familia asegura que sea mantenido el dominio de clase de los capitalistas. La familia es la fuente principal de la opresión de la mujer, así como una unidad económica y social, baluarte de la reacción social junto con la religión organizada. Es, además, la fuente de la discriminación, la persecución legal y otras formas de opresión contra los homosexuales. A pesar de sus leyes liberales en el papel, Sudáfrica está plagada por un virulento fanatismo antigay, con frecuentes reportes de ataques asesinos contra gays y lesbianas, particularmente en los townships y las áreas rurales.
A diferencia de los feministas, que ven la liberación de la mujer exclusivamente como tarea de las mujeres, nosotros entendemos que la lucha por la igualdad de la mujer tiene que ser levantada como parte necesaria de la lucha por liberar a la clase obrera en su conjunto. Esto incluye la lucha por integrar a las mujeres a la producción social. Los sindicatos tienen que luchar por cuidado infantil gratuito disponible las 24 horas para todos; por la extensión de los derechos de licencia por maternidad para las trabajadoras; por anticonceptivos gratuitos y abortos seguros y gratuitos para quien los solicite; y por otras demandas para darle a las mujeres un mayor acceso a trabajos decentes y a la independencia financiera.
Luchar por estas demandas requiere de un combate político para remplazar a los actuales dirigentes sindicales procapitalistas —que, en el caso de los líderes del COSATU, subordinan directamente a la clase obrera a los capitalistas a través del frente popular nacionalista de la Alianza Tripartita— con una dirección clasista. El combate contra los falsos dirigentes procapitalistas en los sindicatos es una parte crucial de la lucha indispensable por forjar un partido revolucionario de vanguardia. Queremos abrir el camino para que las mujeres desempeñen un papel activo y dirigente en la clase obrera, que es la única con el poder social y el interés objetivo de derrocar el sistema capitalista.
La lucha por la liberación de la mujer, especialmente en los países de desarrollo capitalista atrasado como Sudáfrica, puede ser una importante fuerza motriz para la revolución socialista. Sudáfrica nunca experimentó una revolución democrático-burguesa. En cambio, la opresión capitalista fue impuesta por los colonizadores imperialistas sobre la estructura de las sociedades precapitalistas, dejando en su lugar y reforzando todo el atraso acumulado en esas sociedades, particularmente la brutal opresión de la mujer. Nos oponemos al “relativismo cultural” de los nacionalistas y otros que buscan justificar en nombre de la tradición prácticas barbáricas antimujer como la mutilación genital femenina y el matrimonio por secuestro, y buscamos poner fin a esas prácticas. No hay nada excepcionalmente africano en esas prácticas: por ejemplo, el lobola es una versión del precio de novia, practicado en sociedades de Asia y Europa en distintos periodos, y aun hoy en países como Afganistán.
Luchamos por la emancipación de la mujer a través de la revolución socialista. Buscamos deshacernos de la institución de la familia, fuente de la opresión de la mujer. Las funciones de la familia —el cuidado de los niños, el trabajo doméstico, etc.— no pueden ser simplemente abolidas, tienen que ser remplazadas por instituciones sociales. En una sociedad socialista, el estado obrero buscaría proporcionar cuidado infantil gratuito 24 horas al día, siete días a la semana, fácilmente accesible en casa o el trabajo, cocinas y lavanderías comunales y otras medidas que liberarían a las mujeres de la esclavitud doméstica y les permitirían participar en todos los niveles de la sociedad. Esto no es posible más que sobre la base de una economía socialista planificada, en la que la producción sea liberada de la anarquía y la irracionalidad, y sea organizada y operada para satisfacer las necesidades humanas y no la sed de ganancias.
“La revolución por etapas”: Traición contra las mujeres y el socialismo
El Partido Comunista de Sudáfrica dice oponerse a la Propuesta de Ley sobre los Tribunales Tradicionales. El año pasado, los delegados al XIII Congreso Nacional del Partido votaron por rechazarla categóricamente, tan sólo unos meses después de que el Comité Central del PCS emitiera una comedida declaración que llamaba a “discutirla más” y argumentaba: “Hay aspectos del sistema de Tribunales Tradicionales que son progresistas y deberían ser mantenidos, pero los aspectos que están en
conflicto con los objetivos no sexistas, democráticos y de construcción de la nación de la Revolución Democrática Nacional deberían ser rechazados”. No es para sorprenderse, sin embargo, que nada de esto parece haber causado disturbio alguno en la armoniosa relación entre los dirigentes del PCS y el gobierno capitalista que busca aprobar la reaccionaria propuesta de ley
—un gobierno del que son una parte prominente—. Por citar sólo un ejemplo, Yunus Carrim, miembro del politburó del PCS, es el asistente del ministro en el Departamento de Administración Corporativa y Asuntos Tradicionales, ¡precisamente el ministerio responsable de la propuesta de ley!
Los dirigentes del PCS tienen una larga historia de traicionar los intereses de la clase obrera en nombre del esquema menchevique/estalinista de la “revolución por etapas”, conocido en Sudáfrica como la “Revolución Democrática Nacional” (RDN). De acuerdo con este esquema, que sirve como justificación ideológica para la alianza histórica y la compenetración con el CNA, las condiciones actuales no están lo suficientemente maduras para el socialismo. Por eso, primero debe venir un bloque político con los nacionalistas burgueses “progresistas”. Después, en un futuro siempre lejano y jamás especificado, esto conducirá al socialismo. A través de la historia, la “segunda etapa” siempre ha sido en realidad el asesinato de los obreros y los comunistas a manos de los nacionalistas burgueses.
En 1964, el líder histórico del PCS Govan Mbeki escribió bonitas palabras denunciando a los líderes tradicionales: “Si los africanos han tenido jefes, es simplemente porque todas las sociedades humanas los han tenido en un punto u otro. Pero cuando un pueblo se ha desarrollado a tal grado que descarta a los jefes tribales, cuando su desarrollo social contradice la necesidad de una institución así, entonces obligarlo a mantenerla no es liberación sino esclavitud” (The Peasants’ Revolt [La revuelta de los campesinos]). Sin embargo, en nombre de la alianza de colaboración de clases con los nacionalistas “progresistas” del CNA, los dirigentes del PCS aceptaron toda clase de conciliaciones grotescas con los jefes tribales y aun ahora se encuentran entre los apologistas más rastreros del gobierno de la Propuesta de Ley sobre los Tribunales Tradicionales.
Para avanzar en su lucha, la clase obrera debe romper con la Alianza Tripartita y con la política reformista de colaboración de clases presentada bajo el nombre de Revolución Democrática Nacional. En oposición al esquema de la “revolución por etapas”, Spartacist/South Africa, sección de la Liga Comunista Internacional, está por el programa y la perspectiva de la revolución permanente desarrollados por el dirigente bolchevique León Trotsky. Ésta sostiene que, en los países de desarrollo capitalista atrasado, las tareas democráticas inconclusas, asociadas históricamente con las revoluciones burguesas, sólo pueden ser llevadas a cabo con la llegada al poder de la clase obrera. Una vez en el poder, la clase obrera deberá luchar por extender la revolución a los países capitalistas avanzados para asegurar la construcción exitosa del socialismo.
Sudáfrica es un caso particularmente dramático de la aplicabilidad de la revolución permanente de Trotsky: una sociedad única, en la que la colonización europea creó una fuerte superposición de las cuestiones raciales y de clase a través de la brutal superexplotación y supresión de la mayoría negra. Para enfatizar la conexión intrínseca entre la revolución socialista y la liberación nacional para la mayoría negra, y para combatir el dominio de la ideología nacionalista, lanzamos el llamado por un gobierno obrero centrado en los negros como una concretización de la revolución permanente. Un gobierno obrero centrado en los negros unificaría a los distintos grupos tribales y lingüísticos y le daría un papel activo y completos derechos democráticos a las minorías de color (coloured) e india, al igual que a los blancos que acepten un gobierno basado centralmente en
los obreros negros.
Las medidas necesarias para desmantelar el racista sistema de trabajadores migrantes y para liberar a las mujeres de la esclavitud doméstica subrayan la necesidad vital de una perspectiva internacionalista. El desarrollo de las áreas rurales, los programas para proporcionar vivienda y cuidado infantil para todos, etc., todo ello dependerá para su éxito de la conexión con una economía socialista planificada internacional, lo que implica la extensión de la revolución socialista a los países capitalistas avanzados (imperialistas) en Norteamérica, Europa Occidental y Japón. En la lucha por este objetivo, buscamos construir un partido leninista revolucionario de vanguardia de la clase obrera que defenderá la causa de las masas urbanas ampliamente desempleadas, los sin tierra, los inmigrantes, las mujeres, los trabajadores agrícolas y todos los demás oprimidos bajo el capitalismo del neoapartheid.
¡Por nuevas revoluciones de Octubre!
Las mujeres negras desempeñaron un papel heroico en la lucha contra el apartheid, pero como esa lucha estaba dominada políticamente por el nacionalismo burgués, la liberación que ansiaban nunca llegó. Nuestro modelo positivo en la lucha por la liberación de la mujer es el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky. La Revolución de Octubre de 1917, dirigida por los bolcheviques, fue una confirmación dramática de la teoría de Trotsky de la revolución permanente. El gobierno revolucionario del joven estado obrero luchó por llevar a cabo el programa marxista para la liberación de la mujer. Inmediatamente removieron todas las trabas a la igualdad legal, otorgando a las mujeres el derecho al voto, rompiendo el control de la iglesia sobre el matrimonio y el divorcio y haciendo de éstos simples asuntos del registro civil. Los bolcheviques legalizaron el aborto, abrieron escuelas para alfabetizar a las niñas, prohibieron la discriminación contra los homosexuales y abolieron el concepto de los niños ilegítimos nacidos fuera del matrimonio.
Pero como explicó Lenin, estos cambios legales son sólo el primer paso en la liberación de la mujer. El segundo paso, más complicado, es sentar las bases materiales necesarias para remplazar en los hechos las funciones sociales de la familia y liberar a las mujeres del arduo trabajo doméstico. Los bolcheviques lucharon, pese a la escasez de recursos, para proporcionar servicios domésticos socializados a gran escala como un primer paso (ver “La Revolución Rusa y la emancipación de la mujer”, Spartacist (Edición en español) No. 34, noviembre de 2006, para una presentación más amplia de lo que hicieron los bolcheviques). Sin embargo, Rusia era un país capitalista atrasado y después de la revolución, el joven estado obrero estaba económicamente devastado, aislado y rodeado de potencias imperialistas hostiles. Lenin y Trotsky entendían que la clave para construir el socialismo en Rusia era la extensión internacional de la revolución obrera a los países capitalistas más avanzados, particularmente Alemania.
Esta perspectiva internacionalista revolucionaria fue más tarde pisoteada por una casta burocrática conservadora y nacionalmente estrecha, representada por Stalin, que llegó al poder a través de una contrarrevolución política e impulsó el programa utópico antimarxista del “socialismo en un solo país”. A pesar de la degeneración burocrática subsecuente y del mal gobierno estalinista, las conquistas obtenidas por el estado obrero soviético fueron enormes, especialmente para las mujeres. Los trotskistas defendimos a la Unión Soviética contra el imperialismo y la contrarrevolución capitalista, y luchamos por la revolución política proletaria para derrocar a la burocracia y regresar al estado obrero al camino de Lenin y Trotsky. Ésta es nuestra perspectiva hacia los estados obreros deformados que quedan hoy en día: China, Cuba, Laos, Corea del Norte y Vietnam.
Uno de los lugares en los que la Revolución Rusa tuvo un profundo impacto sobre las condiciones de la mujer fue el Asia Central soviética. En la época de la Revolución de Octubre, esta región era incluso más atrasada que Rusia, teniendo todavía un modo precapitalista de producción y marcada por la opresión de la mujer bajo la ley tradicional islámica. Los bolcheviques emprendieron trabajo sistemático entre estas mujeres, buscando ganarlas como aliadas y demostrar el potencial liberador del programa comunista a los pueblos de Oriente. Esto fue capturado por Trotsky en un discurso dado en abril de 1924, en celebración del tercer aniversario de la fundación de la Universidad Comunista para los Trabajadores de Oriente en Moscú:
“El sentido, la fuerza y la esencia del bolchevismo yacen en que se dirige no a los jefes obreros sino a la plebe, a los de abajo, a los millones y a los más oprimidos de los oprimidos... Esto, además, quiere decir que la mujer oriental, que es la más paralizada en su vida, sus hábitos y su creatividad, la esclava de los esclavos, que ella, habiéndose quitado el manto ante las exigencias de las nuevas relaciones económicas, se sentirá súbitamente libre de cualquier clase de puntal religioso; tendrá una sed apasionada de obtener nuevas ideas y una nueva conciencia para apreciar su nueva posición en la sociedad. Y no habrá mejor comunista en Oriente, ni mejor combatiente por las ideas de la revolución y del comunismo, que la mujer obrera que ha despertado (aplausos)”.
—“El comunismo y las mujeres de Oriente”, reimpreso en Spartacist (Edición en español) No. 35, agosto de 2008
Nosotros luchamos, en ese espíritu, por construir el partido revolucionario internacionalista necesario para conquistar nuevos Octubres aquí y alrededor del mundo.
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