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Espartaco No. 39 |
Septiembre de 2013 |
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En boca cerrada no entran moscas
La contribución del GI a la campaña antisindical en México
El siguiente artículo, redactado por el Grupo Espartaquista de México, fue publicado originalmente en Workers Vanguard No. 1028 (9 de agosto de 2013).
Tal parece que la polémica “Al GI se le atraganta la defensa del SNTE” (Espartaco No. 38, junio de 2013) le pegó al Grupo Internacionalista donde más le duele. En respuesta, el GI redactó un artículo de quince páginas a espacio sencillo titulado “SL on Corporatism in Mexico: Games Centrists Play” [La SL sobre el corporativismo en México: A lo que juegan los centristas] (internationalist.org, 5 de julio), que hasta ahora se puede consultar en red solamente y en inglés [actualmente ya disponible en español, pero no en red]. Lleno de justificaciones, distorsiones y pequeñas mentiras mezcladas con una ración de calumnia, este ejercicio de demagogia tenía un solo propósito: intentar esconder el simple hecho de que el GI no sostiene el principio proletario elemental de defender a los sindicatos, sin importar cuán burocráticas o procapitalistas sean sus direcciones, del ataque del estado capitalista.
Al centro de la diatriba del GI se ubica nuestra respuesta al ataque del presidente Enrique Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), contra el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Impulsando una “reforma” educativa antisindical, en febrero el gobierno arrestó a Elba Esther Gordillo, una burócrata ampliamente odiada que por más de dos décadas había encabezado al SNTE. Asesina y corrupta hasta la extravagancia, Gordillo había cometido numerosos crímenes contra la clase obrera. Pero su arresto fue un ataque directo al sindicato magisterial y al movimiento obrero en su conjunto. En un volante del 4 de marzo, el Grupo Espartaquista de México exigió: “Gobierno, ¡manos fuera del SNTE!” y llamó por la “libertad inmediata de Gordillo y todos los funcionarios sindicales arrestados” (ver Espartaco No. 38, junio de 2013). En México como en todas partes, es la tarea de la clase obrera limpiar su propia casa.
En cambio, Revolución Permanente No. 2 (mayo de 2013) del GI se negó a defender al SNTE, descartándolo como “una agencia del estado, una policía laboral cuyo propósito es sustentar el poder y regimentar a los trabajadores”. Denunciando a nuestros camaradas por defender al sindicato, el GI recurrió al doble discurso centrista para ocultar su traición. El artículo de mayo de Revolución Permanente reconocía el punto obvio de que el arresto de Gordillo fue “para aplastar a toda resistencia magisterial”. Pero, aunque lanzaba la consigna “Peña Nieto, ¡manos fuera del magisterio!”, evitaba describir al SNTE como lo que es: un sindicato. Como dijimos en nuestra polémica, “Es una cosa o la otra: o se defiende al sindicato bajo ataque, pese a su brutal dirigencia procapitalista, o se lleva agua al molino de los rompesindicatos”.
Ahora el GI ha dejado aún más clara su postura antisindical, omitiendo de su gigantesca y sórdida respuesta la exigencia “manos fuera del magisterio”, así como cualquier indicación de que el arresto de Gordillo haya podido ser un ataque al movimiento obrero. Con una franqueza fuera de lo común, el GI escribió que el volante del GEM “dice que ‘El arresto de Gordillo es un ataque directo contra el sindicato de maestros y contra todo el movimiento obrero mexicano, parte del programa de la burguesía de desmantelar los sindicatos’. Sin embargo, Peña Nieto se ha esforzado en dejar claro que no está atacando al SNTE, que mantendrá ‘un diálogo respetuoso y constante con la dirigencia del SNTE’”. Y si el Comandante en Jefe lo dice, ¿quién es el GI para cuestionarlo?
Buscando encubrir su craso oportunismo, el GI se apoya en una “teoría” sacada de la manga, según la cual los sindicatos corporativistas como el SNTE no son “sindicatos obreros”, sino “el enemigo de clase” y, en última instancia, “escuadrones de la muerte”. Como explicamos en nuestra polémica, el corporativismo ha sido por mucho tiempo un distintivo del capitalismo mexicano, particularmente desde el régimen nacionalista de izquierda de Lázaro Cárdenas en los años treinta. A través de este sistema, los grandes sindicatos, primariamente agrupados en la Confederación de Trabajadores de México (CTM), han sido componentes integrales del PRI, y el gobierno instala y retira burócratas sindicales (“charros”) a voluntad. “A cambio —escribimos—, estos ‘charros’ vigilaban los sindicatos para el estado, purgando y a menudo asesinando a obreros disidentes y beneficiándose generosamente de la corrupción”. Pero incluso los sindicatos más integrados al aparato estatal se han visto forzados a librar algunas luchas contra la campaña capitalista para extraer más ganancia del trabajo de sus afiliados, particularmente en las últimas décadas, desde que la estructura corporativista empezó a agrietarse.
Tomando como criterio el grado de burocratismo y violencia, y no el análisis de clase, el GI descarta más o menos a la mitad de los sindicatos de México, negándose a defenderlos cuando son atacados. Buscando manipular la rabia de los obreros contra sus dirigentes sindicales para impulsar una línea rompesindicatos, el GI le pone una delgada capa de barniz rojo al extendido prejuicio pequeñoburgués contra los sindicatos en México y otras partes.
Lo que lleva al GI a tildar al GEM de “socialistas cetemistas” es su apetito de acomodarse al nacionalista burgués Partido de la Revolución Democrática (PRD). Ni toda su ofuscación puede ocultar el hecho de que los únicos sindicatos que el GI reconoce como genuinos son aquéllos cuyos líderes son leales al PRD, mientras que aquéllos más cercanos al PRI o afiliados a él son “el puño armado de la burguesía”.
Los dirigentes sindicales pro-PRD atan a los obreros a la burguesía mexicana impulsando la ideología nacionalista y sembrando ilusiones en la reforma del estado capitalista, recurriendo a sus propios métodos burocráticos para reforzar su control de los sindicatos. Para el GI, esto significa “una diferencia de clase entre los organismos laborales de carácter estatal y los nuevos sindicatos ‘independientes’” (énfasis en el original), como proclama en su respuesta. Aunque el GI admite que los líderes sindicales properredistas están políticamente atados a la burguesía, afirma que “no son funcionarios del estado o del partido gobernante, ni dirigentes que respondan al gobierno, y no a las bases sindicales”. Así, para el GI, el apoyo de los líderes al PRD evidencia que los afiliados controlan a su sindicato. Los militantes que desafíen la colaboración de clases de esos burócratas no tardarán en llegar a una conclusión diferente.
Desconcertados por la realidad
Las acciones del sindicato minero SNTMMSRM en particular pusieron al GI en un verdadero aprieto. El SNTMMSRM, que solía ser uno de los pilares más sólidos del viejo sistema corporativista, ha sido durante la última década uno de los sindicatos más combativos del país. El esquema del GI sencillamente no puede explicar ese hecho. En “Al GI se le atraganta…”, señalamos que en 2006 el gobierno del Partido Acción Nacional fue tras este sindicato para deponer y encarcelar a su líder, Napoleón Gómez Urrutia, detonando con ello una serie de poderosas huelgas. Entre ellas hubo una huelga nacional que el GI descarta por haber durado “no más de 72 horas”.
Más importante fue la combativa huelga de 2006 en Lázaro Cárdenas, Michoacán, que el GI no menciona más que de pasada. La huelga —que duró “no más de” 141 días— resistió el ataque de unos 800 policías, al costo de la vida de dos obreros, y obtuvo una victoria aplastante, incluyendo conquistas económicas y el reconocimiento del sindicato y de su líder. Como señalamos en el mismo artículo, “El GI se negó a defender a la dirección del SNTMMSRM o al sindicato mismo contra el estado, sin duda debido a la dirección charra del sindicato y su historia de afiliación al PRI”. El artículo continuaba:
“Prefigurando su línea de que el arresto de Gordillo fue ‘un ajuste de cuentas en las altas esferas del poder’, el GI afirmó que el ataque contra Gómez Urrutia fue un ‘ajuste de cuentas dentro del régimen’ (aun cuando el PRI no estaba en el poder). Aunque llamaba vagamente a ‘rechazar este golpe de fuerza del gobierno’, El Internacionalista/Edición México No. 2 del GI omitía cualquier llamado a la victoria de las huelgas o por el retiro de los cargos que enfrentaba el líder sindical”.
Afirmando que ésta no es sino otra de las “calumnias” de WV, la respuesta del GI cita con mayor amplitud su artículo de 2006, confirmando de paso que no llamó por la victoria de la huelga ni por el retiro de los cargos contra el líder sindical. Tras una serie de dolorosas contorsiones aparentemente diseñadas para dar la impresión de que también ellos defienden al sindicato minero, el GI cita un artículo, fechado en febrero de 2008, sobre la huelga de Cananea, Sonora, que había estallado el 30 de julio de 2007. Tras una serie de huelgas que el sindicato estalló por todo el país durante un periodo de dos años, el GI empezó a percibir que su línea no era muy popular que digamos entre los mineros combativos.
Sin atenerse a su posición, pero sin repudiarla tampoco
—pues el GI es tan infalible como propenso a girar según la dirección del viento—, balbuceó unas líneas diciendo que de hecho sí piden “que se retiren todos los cargos contra los líderes de las supuestas organizaciones obreras”. No sabemos cuántas huelgas tiene que estallar un sindicato para que el GI retire la calumniosa etiqueta de “supuestas”. Pero bastó con que el GEM y la Liga Comunista Internacional defendiéramos al sindicato minero, a sus huelgas y a sus líderes, ¡para que estos hipócritas nos acusaran de justificar a los “escuadrones de la muerte”!
Intentando reconciliar la demostrada combatividad de los mineros de Cananea con su línea de que su sindicato no es más que un nido de policías burgueses, ahora el GI declara, con un cinismo pasmoso, que la sección 65 de Cananea ha “roto parcialmente” con el sindicato nacional. Esto es una mentira que haría enfurecer a cualquiera de esos mineros. A tres años de que la policía rompiera su huelga, la sección 65 se niega a volver al trabajo. Todo este tiempo, los mineros han exigido que la compañía reconozca a su sindicato y el gobierno federal a Gómez Urrutia como su líder.
Cada vez más perdidos en su laberinto
El GI intenta mostrar que heredó su línea rompesindicatos de la LCI y que ahora la sostiene en contra de nuestra “degeneración”. Con este fin, su mamotreto reproduce trece citas de Espartaco y de WV de entre 1987 y 1996. Sólo quisiéramos que los lectores estudiaran esos artículos. No encontrarían una sola frase en el sentido de que los sindicatos afiliados al PRI sean meras agencias del estado burgués. Tampoco encontrarían la menor negativa a defender a sus líderes contra el estado burgués. Como escribió el GEM en “¡Romper con todos los partidos burgueses: PRI, PAN, PRD!” (Espartaco No. 14, otoño-invierno de 2000): “En concordancia con su concepción de sí mismos como caudillos infalibles, los dirigentes del GI Norden y Negrete imaginan que, dado que ellos sostenían tal o cual posición a espaldas del partido cuando ellos todavía eran miembros de la LCI, ésta tenía que ser ‘la línea’ de nuestra organización”.
Cuando se le confronta con la evidencia, el GI opta por una retirada subrepticia. Un ejemplo es el caso de Joaquín Hernández Galicia (“La Quina”), líder del sindicato petrolero SRTPRM, afiliado al PRI, de la compañía petrolera nacional Pemex. Cuando “La Quina” fue arrestado en enero de 1989, publicamos artículos en su defensa tanto en WV (cuando Norden era editor) como en la edición en español de Spartacist. En la polémica de WV No. 1025 citamos el punto central de esos artículos, en los que se hacía referencia a la Unión Soviética, que la contrarrevolución capitalista aún no destruía:
“Los trotskistas, que comprendemos el carácter de clase de la URSS como un estado obrero a pesar de su degeneración burocrática bajo el dominio estalinista, y por tanto la defendemos contra el imperialismo, defendemos de la misma manera a los sindicatos contra los patronos, a pesar de la burocracia entreguista que se asienta sobre estos reductos de poder obrero... Quienes no defienden a la Unión Soviética tampoco pueden defender al sindicato petrolero en México”.
—Spartacist No. 22, abril de 1989
Aquellos artículos también citaban la frase que escribió León Trotsky en su libro En defensa del marxismo (1939): “En el último análisis, un estado obrero es un sindicato que ha tomado el poder”.
A 17 años de que sus fundadores desertaran del trotskismo, el GI finalmente ha repudiado aquellos artículos programáticos. Pero incluso su repudio es deshonesto y políticamente cobarde. El GI escribe que aquel artículo, “aunque correctamente defendía a La Quina, equivocadamente ponía un signo de igualdad entre el STPRM [sic] y los sindicatos típicos de EE.UU.” y era “ambiguo y contradictorio” respecto al carácter de clase de los sindicatos corporativistas.
Como un calamar que se siente amenazado, el reflejo natural del GI es secretar una nube de tinta para cubrir su huida hacia un lugar seguro. Así, lanza las calumnias venenosas de que defendemos escuadrones de la muerte y de que hemos “ayudado y justificado” al estado en su represión del GI...sin siquiera molestarse en inventar cuándo, dónde y cómo tuvo lugar esa “ayuda”. La calumnia es el recurso clásico de quien está políticamente en quiebra. Los lectores concienzudos no serán engañados. Como escribió un suscriptor en una carta del 22 de julio a WV: “Lo que es más notable es que el GI evade completamente la cuestión rusa en su artículo”. El autor continúa:
“Si los líderes impuestos de los sindicatos corporativistas en México son, como escribe el GI, rompehuelgas violentos, asesinos y procapitalistas (y en verdad lo son), ¿por qué entonces no ubican a los estalinistas rusos, que asesinaron a Trotsky y al núcleo del Partido Bolchevique, que masacraron a muchísimos más obreros que “La Maestra” [Gordillo] ha conocido, en el mismo saco que a ella? Hasta donde se sabe, las acciones de los estalinistas, tanto en Rusia como internacionalmente, hicieron más daño al movimiento obrero que las de cualquier líder charro mexicano”.
¿Y qué hay de la analogía con los sindicatos estadounidenses? Como nacionalistas latinoamericanos comunes, el GI acusa de “gringa” a la LCI mientras les lava la cara a los burócratas sindicales estadounidenses comprados por el imperialismo. El GI escribe que “con suprema arrogancia (e ignorancia) imperialista, [los espartaquistas] sostienen que México no difiere de EE.UU., que los ‘sindicatos’ con escuadrones de la muerte que asesinan a decenas de sus miembros (más de 100 maestros tan sólo en Oaxaca) son lo mismo que los Teamsters bajo la dirección de Jimmy Hoffa”. Bueno, Jimmy Hoffa no era ningún santo. Más en general, para el GI la ayuda de la AFL-CIO para montar sangrientos golpes de estado a lo largo de América Latina, que resultaron en la muerte de cientos de miles de obreros y campesinos, no es nada comparado con la violencia asesina de los líderes del SNTE. Y además está la participación de la burocracia de la AFL-CIO en la promoción y fundación de “sindicatos libres” en Europa Oriental —centralmente la polaca Solidarność en los años ochenta, que sirvió como punta de lanza para la contrarrevolución capitalista en el bloque soviético—.
“Ambiguo y contradictorio”: Lo que queda
de las pretensiones trotskistas del GI
La afirmación de que la LCI alguna vez sostuvo la línea antisindical del GI es simplemente risible. La sección mexicana de la LCI se consolidó en julio de 1990 mediante la fusión del GEM con la Fracción Trotskista (FT), compuesta de antiguos dirigentes del Partido Obrero Socialista (POS, hoy Liga de Trabajadores por el Socialismo). Éstos habían sido expulsados de aquella organización morenista por su solidaridad con la intransigente defensa que la LCI daba a la URSS y a los estados obreros deformados contra las fuerzas en ascenso de la contrarrevolución capitalista y con nuestro llamado por la revolución política proletaria contra las burocracias estalinistas. Y la defensa de “La Quina” como una aplicación concreta de la postura proletaria de clase cumplió una función importante en el proceso de fusión y en el armamento político del GEM, en contraste con el grueso de la izquierda mexicana, que se negó a defenderlo usando esencialmente los mismos argumentos que hoy usa el GI.
El documento de mayo de 1990 “Principales puntos de acuerdo” entre la LCI y la FT —una declaración amplia— aportó una base concisa, junto con la plataforma de la propia FT, para proceder a la fusión. El punto nueve del documento dice:
“Defender a los sindicatos obreros contra el ataque del estado burgués, como en el caso del ‘bazukazo’ en contra de ‘La Quina’ y el sindicato de trabajadores de PEMEX (históricamente uno de los sindicatos más poderosos en México). Esto no significa ‘apoyo político’ a tales dirigentes burocráticos sino una posición de clase clara: completa independencia de los sindicatos respecto al estado burgués. Condenar la capitulación al gobierno mexicano por parte del PRT [mandelista] y el PTZ [predecesor del POS] durante estos eventos. Luchar por la dirección revolucionaria de los sindicatos; por fracciones sindicales sobre la base del Programa de Transición”.
Negrete, hoy del GI, desempeñó un papel clave en la redacción de este documento y en todo el proceso de fusión del GEM con la FT. Pero eso era entonces.
Ahora que ha repudiado la base de clase por la cual la LCI defendió a “La Quina”, ¿cómo puede el GI considerar correcta la defensa de aquel gángster priísta? Así lo aclara el GI: “Tras su arresto, era absolutamente necesario defender a La Quina y exigir su liberación, porque en el momento en que Salinas lo perseguía, era un líder que había roto parcialmente con el sistema corporativista y que de manera no muy discreta había apoyado a Cárdenas en las elecciones presidenciales de 1988”.
Así que eso es lo que hace falta para romper, al menos parcialmente, “con el sistema corporativista” y para pasar de ser una agencia policiaca a un sindicato (¿semi?) genuino: apoyar al PRD. Nosotros nos quedamos con Trotsky. En su ensayo de 1940 “Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista”, Trotsky resumió los principios guía en la lucha por transformar los sindicatos en instrumentos de lucha revolucionaria —en México y en otras sociedades capitalistas— como “independencia total e incondicional de los sindicatos respecto del estado capitalista” y “democracia sindical”. Con respecto a todos los sindicatos, esto significa luchar por deponer a los burócratas procapitalistas sobre la base de la oposición a todos los partidos burgueses.
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