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Espartaco No. 43

Marzo de 2015

Orgía de “unidad nacional” tras las masacres en París

Francia: ¡Abajo la represión de la “guerra contra el terrorismo”!

El siguiente artículo fue publicado originalmente como volante, fechado el 17 de enero, por nuestros camaradas de la Ligue trotskyste de France.

Los atentados criminales perpetrados en París por fundamentalistas islámicos contra el periódico satírico Charlie Hebdo y durante una toma de rehenes —civiles escogidos y ultimados en una tienda por el solo hecho de ser judíos— en un supermercado kosher en Porte de Vincennes son actos horrorosos que condenamos categóricamente. Mas ello no nos impide oponernos vigorosamente también a la cínica campaña de “unidad nacional” atizada por el gobierno capitalista para promover su “guerra contra el terrorismo” y reforzar el aparato policiaco y militar del imperialismo francés. Nos oponemos al plan de seguridad Vigipirate [patrullas policiaco-militares en estaciones de trenes, del metro y en aeropuertos] y a la atmósfera de guerra difundida por el aparato de propaganda burguesa, así como a todas las medidas de reforzamiento del arsenal policiaco y a las nuevas aventuras militares “antiterroristas” ya anunciadas o en preparación. Los llamados a la “unidad” de clases, apoyados por los traicioneros dirigentes de las federaciones sindicales, sólo sirven para encadenar a la clase obrera y los oprimidos a sus opresores. ¡Abajo el Vigipirate!

Esta campaña de “unidad nacional” va a seguir alimentando la atmósfera de pogromos antimusulmanes en todo el país y reforzando el ascenso de los fascistas [del Frente Nacional] de [Marine] Le Pen y los de su calaña. Durante los días que siguieron al atentado contra Charlie Hebdo tuvo lugar una serie de ataques contra la comunidad musulmana en una decena de ciudades por toda Francia —disparos, granadas, profanaciones con grafiti o cabezas de cerdo depositadas en las puertas de las mezquitas—. En este sentido, los atentados terroristas de París son también un golpe contra la población musulmana, que ya estaba en la mira del estado capitalista.

La manifestación del 11 de enero en París, organizada por el gobierno del Partido Socialista, fue una expresión obscena de la arrogancia y la hipocresía imperialistas. Se vio desfilar a los jefes de estado capitalistas quienes están entre los criminales más brutales y bárbaros del mundo de hoy, desde [la alemana Angela] Merkel y [el británico David] Cameron hasta Netanyahu, primer ministro israelí. Y al centro estaba Hollande, quien en Francia lleva a cabo una política brutal de austeridad y de ataques contra la clase obrera, al tiempo que expulsa romaníes y otros inmigrantes por millares. La historia del imperialismo francés —dirigido hoy por Hollande— consiste en más de cien años de opresión y de masacres de millones de súbditos coloniales, y hoy día lanza intervenciones asesinas en Irak, Libia, la República Centroafricana y Malí.

Las múltiples intervenciones militares de Francia y otras potencias imperialistas, con su legado de destrucción y masacres, han desempeñado un papel directo en el auge de los islamistas en el Medio Oriente y en la propia Francia. Del Magreb al Levante Mediterráneo, la burguesía francesa y sus gobiernos sucesivos, al lado de otras potencias imperialistas como EE.UU. y Gran Bretaña, siguen hoy una política que se remonta a la época colonial: saquean los recursos naturales y retardan el desarrollo económico de sus antiguas colonias; transforman en escombros regiones enteras y atizan asesinas divisiones étnicas y religiosas.

La Asamblea Nacional acaba de decidir, de manera casi unánime, la prolongación de la intervención militar francesa en Irak contra el Estado Islámico (EI). Los imperialistas nunca han tenido el menor escrúpulo para apoyar a ese tipo de fuerzas reaccionarias cuando estiman que ello pueda servir a sus sórdidos intereses: Francia, en particular, apoyó durante tres años la “revolución siria”, incluso mientras ésta contaba con números siempre crecientes de reaccionarios yihadistas. Ahora los gobernantes franceses se vuelven cínicamente contra el monstruo que ellos mismos ayudaron a crear.

Son los imperialistas los culpables del caos sangriento en el que está sumida esa región del mundo. Ellos son los peores enemigos de la humanidad, y cualquier golpe asestado a las fuerzas imperialistas y a sus peones locales, incluso por parte de fuerzas tan repugnantes como el EI, servirá a los intereses de la clase obrera internacional. Los marxistas nos colocamos militarmente del lado del EI contra el imperialismo, sin otorgar el menor apoyo político a esos reaccionarios, de los cuales somos enemigos resueltos. ¡Abajo la intervención imperialista estadounidense y francesa en Irak! ¡Tropas francesas fuera del Medio Oriente y de África!

Los dirigentes capitalistas se aprovechan de esa atrocidad [los atentados de París] para hacerse pasar por defensores de los judíos. ¡Qué hipocresía! La historia sórdida de la burguesía francesa respecto a los judíos incluye el caso Dreyfus y la deportación de más de 75 mil judíos —hombres, mujeres, niños y ancianos— a los campos de la muerte nazis.

Desde que Mohamed Merah mató, en 2012, a tres niños judíos y sus profesores, ha habido un fuerte aumento del número de judíos que se van de Francia. Y la burguesía saca provecho una vez más de la situación para hacer pasar a todos los habitantes de las banlieues [guetos suburbanos] por repugnantes antijudíos, al tiempo que apoya las acciones terroristas del estado sionista contra los palestinos. Los predicadores fundamentalistas y la canallada fascistoide a la Dieudonné/Soral utilizan y alimentan todo ello, procurando elevar los prejuicios reaccionarios antijudíos en las banlieues al identificar a todos los judíos con los gobernantes sionistas asesinos.

De todos los países de Europa, es en Francia donde se encuentran las poblaciones más importantes de judíos y musulmanes. La burguesía francesa utiliza la táctica de “divide y vencerás” para aprovechar el conflicto entre judíos y árabes en el Medio Oriente, así como para sembrar divisiones aquí en Francia dentro de la clase obrera entre sus diversos componentes: franceses “de origen”, judíos, trabajadores de origen magrebino o del África Subsahariana. El movimiento obrero debe defender a los judíos, los musulmanes, los homosexuales, las mujeres y todos los oprimidos contra los ataques de los reaccionarios y los fascistas y contra la ofensiva del gobierno capitalista.

La manifestación de París fue un mar de pancartas que decían “yo soy Charlie”. El atentado contra Charlie Hebdo fue un acto criminal atroz. Sin embargo, nosotros no somos “Charlie”. Desde el 11 de septiembre de 2001, Charlie Hebdo se había hecho un nicho en la prensa burguesa antimusulmana. En un contexto de campaña racista creciente contra la población de origen norafricano y subsahariano, y bajo la cobertura de luchar contra el fundamentalismo islámico, Charlie Hebdo publicaba regularmente caricaturas y artículos antimusulmanes. El número que apareció el día de los atentados promocionaba en primera página la última diatriba racista y antimusulmana del escritor Michel Houellebecq. Charlie Hebdo había también publicado de manera provocadora las caricaturas danesas racistas en 2006, incluyendo aquélla en la que el turbante del profeta Mahoma escondía una bomba. Nosotros protestamos contra esas caricaturas que no pueden servir sino para alimentar ataques del estado y los fascistas contra los oprimidos.

Mientras la burguesía francesa y su gobierno ponen el grito en el cielo en defensa de la libertad de expresión para las provocaciones antimusulmanas, ese derecho se le niega a cualquiera que exprese una opinión —incluso en el contexto de una conversación privada o en Facebook— que no vaya en el sentido de los “valores republicanos” gubernamentales; la ley Cazeneuve aprobada en noviembre pasado permite, en efecto, echar en prisión al que se atreva. Se ha reportado a 200 alumnos del sistema de educación pública por no respetar el minuto de silencio nacional el 8 de enero y por otros incidentes; alrededor de 40 casos han sido denunciados a la policía. Ya más de 70 personas han sido arrestadas, incluyendo el demagogo antijudío Dieudonné, por “apología de actos de terrorismo”, por simplemente haber expresado una opinión. En Lille, tres personas están en riesgo de ser despedidas del servicio público por no haber guardado el minuto de silencio. Se han agilizado las audiencias y los juicios, y varias personas han sido ya condenadas —una fue sentenciada a cuatro años de prisión—. Los acusados pueden recibir fuertes multas, hasta cinco años de prisión por un delito verbal y hasta siete años por un mensaje puesto en Internet. ¡Exigimos el levantamiento de esos cargos! ¡Libertad a los encarcelados!

En la secuela de los atentados, [el primer ministro Manuel] Valls prepara un incremento de los poderes de la policía, enormes ya desde hace varios años, que permitiría, entre otras cosas, que el estado siga monitoreando datos de Internet (a partir de ahora de manera totalmente legal). Se ha desplegado a 10 mil 500 soldados y a más de 100 mil gendarmes y policías. Incontables manifestantes aplaudieron a los policías el domingo [11 de enero]. Pero los policías son los guardianes del capital: su papel es proteger el orden capitalista racista. Son los enemigos de la clase obrera y de los oprimidos; van tras los jóvenes de piel oscura, hacen redadas contra los indocumentados, ayudan a los patrones a romper huelgas. Son parte del núcleo del estado, el cual defiende a la clase capitalista en el poder, como lo muestra, por ejemplo, el asesinato por parte de la policía de varios cientos de obreros argelinos en París el 17 de octubre de 1961.

El Islam en Francia es una religión minoritaria en un país en el que la burguesía y su cultura siguen siendo fundamentalmente católicas. Como marxistas, somos partidarios firmes de la separación entre la reaccionaria Iglesia Católica y el estado. Eso es la laicidad, pero en Francia se ha vuelto hoy una palabra clave para estigmatizar a los musulmanes.

La aparición de fundamentalistas islámicos asesinos en las ciudades francesas, desde Merah hasta Nemmouche y hoy los hermanos Kouachi y Amedy Coulibaly, es un producto directo de la segregación y de la enajenación de millones de personas, ciudadanos franceses de segunda clase, víctimas de la discriminación racista permanente. La influencia del fundamentalismo islámico se ha desarrollado en los barrios tras la destrucción contrarrevolucionaria del estado obrero degenerado soviético en 1991-92 y las múltiples traiciones llevadas a cabo por las dirigencias chovinistas del movimiento obrero desde hace décadas. En particular, los traicioneros dirigentes del movimiento obrero organizado se negaron a defender a los jóvenes de piel morena durante la revuelta de las banlieues de 2005, la cual fue una reacción desesperada ante la escalada del terror racista cotidiano y del desempleo.

Contra la “unidad nacional”, los marxistas decimos que sólo la clase obrera organizada, consciente de su papel histórico como libertadora de las masas oprimidas, podrá poner fin al dominio de la clase capitalista y de su estado. La clase obrera no puede avanzar en su lucha contra la explotación capitalista sin defender intransigentemente a los oprimidos y los derechos democráticos, y sin oponerse a cualquier atrocidad imperialista perpetrada por “su propia” clase dominante capitalista, aquí o donde sea. Nuestra tarea es construir un partido proletario revolucionario fundado sobre el entendimiento marxista de que todo el sistema capitalista podrido debe ser derrocado por la revolución obrera.■

 

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