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Espartaco No. 42 |
Octubre de 2014 |
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Conforme los imperialistas estadounidenses aprietan el cerco a China Los estalinistas vietnamitas alimentan el frenesí antichino ¡Por la revolución política obrera de Hanoi a Beijing! Traducido de Workers Vanguard No. 1048, 13 de junio.
Durante varios días a mediados de mayo, más de 20 mil vietnamitas ondeando banderas y blandiendo barras de metal causaron destrozos por los parques industriales del centro y el sur de Vietnam. Dieron caza a obreros chinos e incendiaron fábricas de propiedad china y de otros países, gritando: “¡Somos vietnamitas!”. Estos desmanes fueron el punto álgido de una serie de protestas antichinas que abarcaron al menos 22 de las 63 provincias de Vietnam, dejando 20 muertos y casi 100 heridos. Beijing envió una pequeña flota para evacuar a sus connacionales. Tratando de impedir que los inversionistas extranjeros abandonaran el país, los burócratas estalinistas vietnamitas procedieron a jalar las riendas del frenesí antichino que habían desatado.
La razón expresa de estos sangrientos motines nacionalistas fue el despliegue por parte de China de una plataforma de perforación petrolera para aguas profundas, de mil millones de dólares, cerca de las Islas Paracelso, a medio camino entre Vietnam y China. Vietnam también movilizó a su armada y a su guardia costera para encarar a las cerca de 80 naves chinas que acompañaban a la plataforma, lo que resultó en choques y escaramuzas periódicas entre ambos países.
Lo que está detrás de esta confrontación es que el gobierno vietnamita se ha alineado directamente con Estados Unidos en la campaña de los imperialistas para cercar a China, el más poderoso de los países que quedan donde el dominio capitalista-imperialista fue derrocado. La burocracia estalinista china está tratando de echar atrás los intentos estadounidenses de dominar el Mar de China Meridional. Un componente crucial de la estrategia estadounidense es tender lazos más estrechos con Vietnam, que, al igual que China, es un estado obrero burocráticamente deformado. Hoy, la guardia costera vietnamita está parcialmente subvencionada por Estados Unidos, que junto con Japón también la entrena.
Las acciones vietnamitas tuvieron lugar tras la gira asiática de Obama que, como señaló CNN, no se trató más que de “China, China, China”. Aunque Obama no logró asegurar compromisos firmes de ingreso al Acuerdo Transpacífico —el intento estadounidense de crear un bloque económico asiático dirigido contra China—, el jefe imperialista sí tuvo éxito en el área militar. En Japón, expandió los parámetros del añejo tratado de seguridad japonés-estadounidense para incluir las islas Diaoyu/Senkaku del Mar de China Oriental, un vínculo de importancia estratégica en el perímetro militar de China. Apoyamos el reclamo de China de estas islas contra el Japón imperialista (ver “U.S., Japanese Provocations in East China Sea” [Provocaciones de Japón y EE.UU. en el Mar de China Oriental], WV No. 1041, 7 de marzo).
En las Filipinas, una neocolonia de EE.UU., el Comandante en Jefe estadounidense firmó un nuevo pacto militar de diez años que le permitirá a las tropas, naves y aviones estadounidenses un mayor acceso a las bases ahí. Con el gobierno malayo se estableció una nueva “colaboración amplia” que incluye el reforzamiento de la “seguridad” y la cooperación en áreas de “defensa”. Exigimos el retiro de todas las bases y de los 80 mil efectivos estadounidenses de toda la región del Pacífico asiático, como parte de la lucha por movilizar a la clase obrera estadounidense contra sus propios explotadores y las depredadoras aventuras militares imperialistas.
Vietnam se une al eje estadounidense
contra China
Hace cuatro décadas, los heroicos obreros y campesinos vietnamitas humillaron al imperialismo estadounidense en el campo de batalla en una revolución social victoriosa contra el dominio de los terratenientes y los capitalistas. El costo fue elevado: casi tres millones de vietnamitas murieron y muchos más quedaron lisiados. Hasta la fecha, Vietnam sufre de un alto índice de malformaciones congénitas debido a las millones de toneladas del defoliante Agente Naranja que arrojaron los aviones estadounidenses. Vengativo, Estados Unidos impuso un embargo hambreador que no se levantó sino hasta finales de los años 90.
Es una amarga ironía el que hoy Vietnam esté actuando de común acuerdo con el imperialismo estadounidense en contra de China. El reacercamiento diplomático de los estalinistas vietnamitas con Washington es producto del aislamiento del país tras la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética, así como de las constantes presiones de la pobreza y la histórica enemistad mutua entre Vietnam y China, su vecino mayor y más fuerte. Este reacercamiento comenzó con la visita del demócrata Bill Clinton a Vietnam en 2000, la primera de un presidente estadounidense desde la derrota imperialista. Siguiendo los pasos de su marido, diez años después Hillary Clinton declaró durante una reunión de los estados miembros de la ANSA (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), celebrada en Hanoi, que EE.UU. tiene un “interés nacional” en el Mar de China Meridional. Desde entonces, los lazos diplomáticos, económicos y militares de Estados Unidos con Vietnam han aumentado. Se informó que durante el motín antichino que ocurrió en el parque industrial Binh Duong, en las afueras de Ciudad Ho Chi Minh, una planta de electrónica en la que ondeaban las banderas estadunidense y vietnamita no fue tocada.
El primer ministro vietnamita Nguyen Tan Dung ha llamado a Estados Unidos a desempeñar un papel más contundente en la región. Altos mandos militares de ambos países se han reunido y los barcos de guerra estadounidenses ya tienen permiso de usar los puertos vietnamitas. En una visita a Washington en julio de 2013, el presidente vietnamita Truong Tan Sang y Obama anunciaron una asociación amplia estadunidense-vietnamita que, en palabras de East Asia Forum (6 de agosto de 2013), le dará a Vietnam “más confianza —y sin duda más opciones— al enfrentar a China en el Mar de China Meridional”.
Para cimentar el acuerdo, en diciembre John Kerry prometió 18 millones de dólares en nueva ayuda para ampliar la capacidad de las patrullas costeras, empezando con el entrenamiento y aprovisionamiento de cinco buques patrulla rápidos de la guardia costera vietnamita. El 20 de mayo, Vietnam se sumó a la Iniciativa de Seguridad Contra la Proliferación, creada por George W. Bush, que permite a los estados miembros detener cualquier embarcación que lleve carga “a un destinatario que pueda dañar a Estados Unidos u otro país”.
Las medidas estalinistas benefician al imperialismo
Caracterizar a China y a Vietnam como estados obreros deformados significa que la economía de ambos países se basa en formas de propiedad colectivizadas, que hicieron posible un tremendo salto en los estándares de vida y las condiciones sociales de las masas trabajadoras. Pero, al mismo tiempo, la clase obrera no posee el poder político, no controla la producción y no decide la política internacional. Estamos por la defensa militar incondicional de estos países contra el imperialismo y la contrarrevolución, mientras luchamos por una revolución política obrera que eche a las castas burocráticas parasitarias.
Formadas y organizadas sobre una base nacional, las burocracias de cada estado obrero deformado procuran maximizar sus propios privilegios económicos y su control político de la sociedad. El dogma antimarxista del “socialismo en un solo país”, que Stalin postuló originalmente en 1924 como la ideología de la burocracia conservadora que se consolidaba en la Unión Soviética, está en la raíz misma de las medidas nacionalistas de todos los regímenes estalinistas. Con la esperanza de aplacar a las potencias imperialistas, Stalin fue alejando a los partidos
comunistas en todo el mundo de cualquier lucha por derrocar a sus propios gobernantes y los condujo a presionar a esos mismos gobernantes a que “coexistieran” pacíficamente con la URSS. La misma política suicida la comparten hoy Beijing y Hanoi, y los lleva periódicamente a alinearse con potencias imperialistas conforme los burócratas procuran defender el “socialismo” de su propio país a expensas de otros estados obreros.
A finales de los años 50 y durante todos los 60, el antagonismo entre la Unión Soviética y Beijing creció hasta convertirse en una escisión total. Entre las traiciones que marcaron esta escisión estuvo la entrega por parte del Kremlin de aviones de combate MiG a la India capitalista durante la guerra fronteriza que ésta tuvo con China en 1962, así como el que China interrumpiera ocasionalmente el flujo de la ayuda soviética a Vietnam durante la guerra de éste con Estados Unidos. Mao declaró que el “socialimperialismo soviético” era su enemigo principal, lo cual le hacía el juego al objetivo estratégico de los gobernantes estadounidenses de destruir al estado obrero degenerado soviético, entonces el principal obstáculo a la dominación mundial por parte de EE.UU. La posición del Partido Comunista Chino lo llevó a una alianza antisoviética con el imperialismo estadounidense, sellada con la visita de Richard Nixon a China en 1972, durante la cual brindó éste con champaña con Mao mientras EE.UU. aumentaba sus bombardeos a Vietnam y sembraba de minas el puerto de Hai Phong.
En 1979, China invadió Vietnam, fungiendo como peón del imperialismo estadounidense. La invasión tuvo lugar
en la secuela de la visita del líder chino Deng Xiaoping a
Estados Unidos en busca de inversión extranjera. Recientemente los estalinistas chinos han trabajado mano a mano con los
imperialistas para fijar sanciones a Corea del Norte en castigo por haber puesto a prueba su sistema de armas nucleares. Con medidas como ésa, las burocracias estalinistas minan peligrosamente la defensa de las conquistas sociales de las revoluciones que derrocaron el dominio capitalista.
Un ejemplo de cómo la burocracia vietnamita promueve el reaccionario chovinismo antichino entre los obreros y campesinos fue una ceremonia celebrada por vez primera en Hanoi en enero para protestar por la toma de las Islas Paracelso por China en 1974. Tradicionalmente, este aniversario era conmemorado por los emigrados contrarrevolucionarios vietnamitas en ultramar, resentidos porque China le arrebató las islas al gobierno capitalista de Vietnam del Sur, un títere de Estados Unidos. Sin embargo, este año los manifestantes corearon en Hanoi consignas antichinas, mientras dejaban flores a los pies de la estatua del emperador del siglo XI Ly Thai To.
Tratando de explicar cómo es que dos países “comunistas” pueden enfrentarse en un conflicto militar, el 22 de mayo el Workers World Party (WWP, Partido Mundo Obrero) escribió una editorial completamente en línea con su tradición estalinoide y su liberalismo totalmente antimarxista. Sobre la base de que China es una “potencia” y Vietnam un “país relativamente pequeño y subdesarrollado”, llaman a China “a dar el primer paso para reducir esta crisis”. Aunque dice defender a ambos países contra el imperialismo y la contrarrevolución capitalista, el WWP no reconoce el hecho de que Vietnam le está tendiendo la mano a Estados Unidos conforme éste aprieta el nudo en torno a China. Usando un lenguaje común a todo el mundo, desde los derechistas neoconservadores hasta Obama y los socialdemócratas anticomunistas, el WWP le exige a China “borrar todo rastro de dominación de gran potencia”. Negándose a distinguir entre los estados obreros y sus gobernantes burocráticos que tratan de conciliarse con el imperialismo, el WWP no puede sino rogarle a los estalinistas que hagan lo correcto.
Si los imperialistas consiguen transformar nuevamente a China en una gran maquiladora mediante la contrarrevolución capitalista, ello le daría una inyección de adrenalina a todo el decadente sistema imperialista de ganancias. Tanto el cerco militar como la penetración económica desempeñan un papel en el cumplimiento de ese fin. El “socialismo con características chinas” de Beijing ha significado dar un impulso a las empresas avocadas a la producción de ganancias y la bienvenida a los inversionistas, tanto chinos de ultramar como imperialistas. Esas medidas han aumentado agudamente la desigualdad y favorecido el crecimiento de las fuerzas capitalistas al interior de China.
Sin embargo, el impacto de la inversión imperialista en China y Vietnam es contradictorio: el crecimiento económico ha aumentado el ingreso y ha producido el crecimiento significativo de un proletariado joven y urbano. Los burócratas de ambos países entienden que están sentados sobre un volcán de descontento social. Aunque no tiene la infraestructura ni la tecnología sofisticada de China, Vietnam cuenta con un proletariado vibrante y combativo que ha estado luchando contra los bajos salarios, la inflación, la creciente desigualdad y la corrupción de la burocracia, estallando más de 800 huelgas sólo en 2011. En muchos casos, sus explotadores son los mismos, como la manufacturera taiwanesa de zapatos deportivos Yue Yuen, que enfrentó la mayor huelga de China en décadas y que fabrica un tercio de su producción total en Vietnam.
Si en Beijing y Hanoi hubiera gobiernos obreros revolucionarios, el conflicto por las Paracelso se resolvería fácilmente; ambos países compartirían tecnología y cooperarían en el desarrollo de los recursos naturales del área, defendiéndose mutuamente del imperialismo. El programa trotskista de revolución política proletaria —el derrocamiento de las burocracias estalinistas y el establecimiento de gobiernos basados en consejos de obreros, campesinos y soldados— constituye la única defensa verdaderamente efectiva de estos estados y forma parte de la estrategia de revoluciones proletarias al nivel internacional para poner fin al orden imperialista.
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