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Espartaco No. 42

Octubre de 2014

Ferguson: El auténtico rostro del capitalismo racista en Estados Unidos

¡Romper con los demócratas!

¡Forjar un partido obrero revolucionario!

A continuación publicamos una traducción del volante de nuestros camaradas de la SL/U.S. del 20 de agosto.

Cualquier policía en Estados Unidos sabe que una placa es una licencia para matar negros. Michael Brown, un muchacho negro desarmado de 18 años, fue ejecutado por un policía blanco a plena luz del día por el “crimen” de caminar por la calle después de que se le había dicho que se moviera hacia la acera. Le dispararon seis veces, dos de ellas en la cabeza, y lo dejaron expuesto en la calle por horas, siendo su cuerpo tratado con menos respeto que un perro callejero. Como es habitual, la policía ha intentado calumniar desde entonces a la víctima como criminal. Cincuenta años después de la aprobación de la Ley de Derechos Civiles y de la abolición formal del sistema de segregación racial Jim Crow, esto es lo que aún significa ser negro en Estados Unidos.

Ferguson, Missouri, está ahora que arde. Cansados de escuchar “vete a la parte de atrás del autobús” —es decir, cállate, sal de la calle y entra a casa antes del toque de queda—, los manifestantes han salido desafiantes contra el terror policial y la injusticia racial, los cuales son inherentes a este sistema capitalista. En este suburbio de San Luis, de mayoría negra, los manifestantes continúan desafiando a un ejército de policías, en su mayoría blancos, que dispara gases lacrimógenos, balas de madera y de goma y granadas aturdidoras. Un matón policial en uniforme fue filmado gritando: “¡Vengan acá, jodidos animales!”. Ahora Ferguson se enfrenta a un despliegue de la Guardia Nacional, un ejército de ocupación. Exigimos: ¡Policía y Guardia Nacional fuera ahora! ¡Libertad a los manifestantes detenidos y retiro inmediato de todos los cargos!

La Guardia Nacional son tropas militares de reserva utilizadas contra sindicalistas, negros e izquierdistas que osan desafiar a las autoridades establecidas, desde la defensa de la segregación en Little Rock en 1957 y el aplastamiento del levantamiento de Watts de 1965, hasta la represión de conductores de camiones en Ohio y el asesinato de los estudiantes que protestaban contra la guerra de Vietnam en la Universidad Estatal de Kent [Ohio] en 1970. La policía, que ha usado siempre cualquier medio a su alcance para la defensa de “la ley y el orden” capitalistas, ha tenido acceso en los últimos años al material de guerra que les sobró de las ocupaciones imperialistas de Afganistán e Irak. Es la misma clase gobernante estadounidense que inflige terror sobre sus víctimas neocoloniales en el exterior y la que aplasta brutalmente a la clase obrera, las masas negras y los inmigrantes en casa. El mensaje es la exigencia de una total sumisión.

Espantados ante las escenas de vehículos blindados y policías apuntando con fusiles de asalto M-16 a los residentes de la zona de guerra en Ferguson (en donde los periodistas son también tratados como enemigos, gaseados y detenidos), los liberales se lamentan de una fuerza “excesiva”. Y dada la preocupación expresada por algunos funcionarios más previsores porque sus propios perros de presa se han soltado de la correa, un oficial negro de la policía de caminos, quien reside en la zona, ha sido puesto a cargo para pacificar a las masas. Pero no hace ninguna diferencia el que los policías sean negros, blancos o latinos, locales, estatales o federales; sirven y protegen a un sistema basado en la opresión racista, desde el régimen esclavista a la esclavitud asalariada. La labor de toda policía es proteger la propiedad capitalista y el dominio de los pocos que se aprovechan de la explotación de la mayoría.

Lo ocurrido en Ferguson no es ninguna aberración. La proliferación de fuerzas especiales, las ocupaciones policiales de barrios y guetos a lo largo de Estados Unidos y los encarcelamientos masivos promovidos por la denominada “guerra contra las drogas” han sido durante décadas parte de la vida cotidiana de los negros. Durante ese mismo periodo, los capitalistas han ido progresivamente desindustrializando la economía, abandonando las plantas siderúrgicas y automotrices que solían proporcionar empleo, encerrando aún más la desesperación en los páramos de los guetos. En su búsqueda de ganancias, han llevado a la ruina a la sociedad y se lo hacen pagar a todos los demás. Sin oferta de trabajo para los jóvenes de la clase obrera y las minorías, los capitalistas no ven mucha necesidad de gastar dinero para la educación, y mucho menos en proporcionar ningún programa social. Lo que está en oferta es la represión desenfrenada del estado.

Desafiando las circunstancias, Michael Brown consiguió librarse de las fauces del sistema penitenciario, al graduarse de la preparatoria y haber estado próximo a entrar a la universidad. Su madre dice una amarga verdad: “¿Saben ustedes lo difícil que fue para mí conseguir que siguiera en la escuela y se graduara? ¿Saben ustedes cuántos jóvenes negros se gradúan? No muchos. Porque los rebajan a ese nivel, en donde sienten que no vale la pena vivir por algo: ‘Van a intentar quitarme de en medio de todas maneras’”. Este infierno racista estadounidense llevó a Trayvon Martin, Oscar Grant y a tantos otros a un destino similar.

Haciendo eco de los sheriffs sureños que denunciaban a los Freedom Riders [que participaron en los años 60 en la campaña por los derechos de los negros], el gobierno y los medios burgueses vociferan sobre “agitadores externos” en Ferguson. Mientras tanto, desde la Casa Blanca de Obama hasta los demócratas y clérigos negros se continúa llamando a los manifestantes a la calma, a no mezclarse con los elementos que están “fuera de la ley”, y a volver a casa. Esta vez, muchos manifestantes no aceptan esas recomendaciones.

El asesinato de Michael Brown ha tocado un nervio entre quienes se resisten a contemplar silenciosamente otro asesinato de un negro a manos de la policía. Están hartos de las promesas de “esperanza” y “cambio”, hartos de los consejos paternalistas de que lo que les falta es ambición, hartos de ser culpados por las enfermedades de la sociedad, hartos de las ilusiones de igualdad que envuelven la dura realidad de la opresión racial sistemática. Un estudiante de la Universidad Howard señaló: “La cuestión es que este país no ha dejado atrás el racismo, este país no es justo, este país no es libre”.

Las autoridades quieren desviar la rabia masiva hacia la urna electoral, mientras el demócrata Al Sharpton interviene regañando a los residentes de Ferguson por su abstencionismo. No debe depositarse ninguna ilusión en los demócratas ni en el gobierno federal que dirigen este podrido sistema al que los policías “sirven y protegen”. La idea de que los federales aplicarán la ley frenando a los racistas locales es una mentira. Agentes del FBI han formado parte del Ku Klux Klan y han estado relacionados con atroces crímenes, como la bomba detonada en la iglesia de Birmingham en 1963 y la matanza de izquierdistas y sindicalistas en 1979 en Greensboro. Mientras muchos en Ferguson esperan una rectificación con la investigación del Departamento de Justicia, nosotros advertimos que el Procurador General Eric Holder y cía. son los mandos policiales que tratan de retirar a la gente de la calle con la promesa de que la justicia puede llegar a la larga, a lo mucho, presentando unas reformas cosméticas.

Las manifestaciones espontáneas de rabia por los trabajadores y los desposeídos de Ferguson están justificadas y son esenciales. Pero a menos que el movimiento sindical se movilice en defensa de los oprimidos, estas expresiones aisladas serán impotentes contra los capitalistas y sus fuerzas represivas, llevando a una mayor desesperanza. En un hecho significativo, algunos sindicatos en Nueva York han convocado para el 23 de agosto protestas en solidaridad con las víctimas de la brutalidad policial, como Eric Garner, asesinado por la policía el pasado mes de julio. Pero la intención de Sharpton al organizar esta protesta es presionar por una intervención federal que traiga “justicia”.

Las armas más poderosas del movimiento obrero organizado (sus números, su composición multirracial y su capacidad de detener el engranaje de la producción capitalista) son desperdiciadas por las direcciones sindicales que encadenan políticamente a los obreros al enemigo de clase. Los falsos dirigentes sindicales son servilmente leales al Partido Demócrata y promueven la mentira de que el gobierno puede ser presionado para promover los intereses de los obreros y los pobres. El mismo estado capitalista que aterroriza a los negros, irá en contra de la clase obrera cuando ésta se enfrasque en una lucha combativa. Los derechos laborales y de los negros avanzarán juntos o retrocederán separados. Para que la clase obrera flexione su músculo en propia defensa y en defensa de los oprimidos, una nueva dirección clasista debe ser forjada, una dirección que no juegue según las reglas de la patronal.

No decimos que esto vaya a ser fácil, especialmente cuando el movimiento obrero está perdiendo esa guerra unilateral llevada a cabo por los patrones. Pero es el único camino hacia delante. No habrá liberación de los negros en esta sociedad sin una revolución socialista que rompa los grilletes del racista capitalismo estadounidense. Y no habrá revolución socialista que en sus banderas no reivindique la lucha por la liberación de los negros.

Missouri fue un estado esclavista, y Ferguson se encuentra justo al norte de la ciudad de San Luis, en donde la segregación es muy intensa. En 1857, la infame decisión Dred Scott de que un “hombre negro no tenía ningún derecho que el hombre blanco estuviera obligado a respetar” sancionó la influencia en el Norte de los esclavistas sureños. La tumba del antiguo esclavo Dred Scott en West Florissant Avenue está solamente a unas pocas millas de donde las protestas de Ferguson han despertado la atención del mundo.

Se requirió una guerra civil, la segunda Revolución Estadounidense, para derribar el sistema esclavista. Pero la promesa de liberación de los negros fue traicionada por la alianza entre el capital del Norte y las clases propietarias sureñas en contra de las aspiraciones de los negros liberados. Se requerirá una tercera revolución estadounidense, una revolución proletaria socialista, para completar la Guerra Civil, erradicar la opresión capitalista racista y establecer una sociedad igualitaria y socialista. La Spartacist League está dedicada a construir el partido obrero revolucionario y multirracial necesario para conseguir estos objetivos.

 

Espartaco No. 42

Espartaco No. 42

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