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Espartaco No. 34 |
Otoņo de 2011 |
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La izquierda y el movimiento de Javier Sicilia
Seudotrotskistas a la cola del liberalismo burgués
¡Abajo la militarización de la guerra contra el narco!
“Surge un gran movimiento democrático”, entonaba la Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS, artículo en Internet, 10 de mayo), mientras que el Grupo de Acción Revolucionaria (GAR, artículo en Internet, 9 de mayo) declamaba que “La marcha pisoteó los discursos y la verborrea que justifica una guerra contra el pueblo en la defensa de los intereses del imperialismo estadounidense”. Al leer estas descripciones en la prensa de la izquierda, uno pensaría que se refieren, a lo menos, a una enorme y combativa marcha obrera en defensa de derechos democráticos. Pero no. Así celebraban eufóricos los seudotrotskistas la “marcha por la paz” del 8 de mayo pasado, convocada y encabezada por el poeta Javier Sicilia —un teólogo católico cuyo hijo fue asesinado en marzo pasado, presuntamente por el crimen organizado— y su “Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad”. Desde entonces, marchas y caravanas se han sucedido en diversos puntos del país, y virtualmente la izquierda entera —y algunos sindicatos supuestamente “independientes”— se ha postrado ante este movimiento, haciendo todo tipo de malabares para tratar de embellecerlo y presionarlo hacia la izquierda.
El de Sicilia es un movimiento liberal burgués cuyo propósito explícito es proporcionar al estado capitalista una “nueva estrategia de seguridad ciudadana” para “enfrentar de raíz al crimen organizado” (La Jornada, 9 de mayo). De hecho, Sicilia ha sido objeto de críticas dentro de su propio movimiento por haber denunciado como “irresponsable” el llamado por el retiro inmediato del ejército de las calles —una demanda que no va más allá del funcionamiento “normal” de la democracia burguesa, donde la policía está formalmente a cargo de la represión cotidiana contra los obreros y los pobres—. En contraste con el seguidismo de los seudotrotskistas, la lucha de los genuinos marxistas contra la militarización —incluyendo el retiro del ejército de las calles— se basa en el entendimiento de que el estado burgués consiste, en su núcleo, en destacamentos armados cuya tarea es mantener el régimen del capital mediante la represión sistemática contra los explotados y oprimidos. Este estado no puede ser reformado para servir a la clase obrera y a los pobres; debe ser destruido mediante una revolución proletaria y remplazado por un estado obrero. Es a este propósito fundamental —la revolución proletaria— que los espartaquistas dirigimos todos nuestros esfuerzos.
Como explicamos en Espartaco No. 32 (otoño de 2010):
“La movilización masiva del estado burgués...no tiene nada que ver con ‘proteger’ a la población; se trata de un despliegue de fuerza para lanzar una advertencia a las masas empobrecidas ante la brutal crisis económica...
“La Spartacist League/U.S. y el GEM, secciones de la Liga Comunista Internacional, llaman por la despenalización de las drogas... Al eliminar las enormes ganancias que derivan de la naturaleza ilegal y clandestina del narcotráfico, la despenalización reduciría también el crimen y otras patologías sociales asociadas con éste.
“Como marxistas, también nos oponemos a las medidas del estado burgués que restringen o impiden que la población porte armas... En México, donde el control de armas es mucho más estricto, la guerra contra el narcotráfico sirve como pretexto para limitar aún más los derechos de la población”.
La palabrería liberal sobre “perfeccionar la democracia” sólo sirve para engatusar a las masas, al reforzar las ilusiones suicidas entre los obreros y los jóvenes izquierdistas —que están genuinamente hartos de la “guerra contra el narco”— en la reforma “democrática” del estado burgués. Y la seudoizquierda simplemente va a la cola del liberalismo burgués, con todo y su meliflua retórica democratizante. De hecho, la LTS se jacta de ser parte integral de la COMECOM (Coordinadora Metropolitana Contra la Militarización y la Violencia del Estado), un amasijo pequeñoburgués que exige del estado capitalista, cuya razón de existir es propinar balas y palos al servicio de la burguesía, “¡Queremos más escuelas, más libros; no más balas!” (“Pronunciamiento contra la militarización”, s/f), entre otras cosas igualmente conmovedoras.
Aunque la LTS lanza taimadas críticas a la “política de presión al gobierno” y el llamado por un “pacto nacional” impulsados por Sicilia, les contrapone esencialmente lo mismo: “la construcción de un gran movimiento contra la militarización del país” que ponga “en pie comités contra la militarización, y un programa que denuncie la criminalización” (op. cit.), etc. En su lista de demandas “combativas” —que nunca trascienden el mismo marco de la “democracia” capitalista de Sicilia— la LTS incluye su añejo llamado reformista por la “disolución de los cuerpos represivos y grupos paramilitares”; en otras palabras, ¡la LTS exige al estado burgués que se disuelva a sí mismo!
La LTS y el GAR tratan por todos los medios de contraponer el movimiento de Sicilia a las llamadas “marchas blancas” de 2004 y 2008. Si bien éstas fueron movilizaciones brutalmente bonapartistas en las cuales era prominente el llamado por la pena de muerte, no hay ninguna barrera insalvable entre ellas y las de Sicilia —de hecho, comparten lo principal, el propósito de “mejorar” la estrategia del gobierno “contra el narco”—. Precisamente por ello, no es de sorprender que, además de AMLO y el PRD burgués, entre quienes han apoyado estas movilizaciones se encuentren algunos de los mismos personajes y organizaciones que encabezaron las “marchas blancas”, incluyendo a sectores empresariales, “México Unido Contra la Delincuencia” y la mismísima jerarquía católica. ¡Hasta Calderón manifestó su apoyo a la marcha del 8 de mayo!
La “ortodoxia” del GI
Por su parte, el Grupo Internacionalista (GI) se ha distanciado del movimiento y criticado a los autoproclamados trotskistas que lo apoyan. Sin embargo, el GI afirma ridículamente que el de Sicilia “es un movimiento frentepopulista ‘progresista’” (El Internacionalista en Internet, mayo de 2011). Esto sólo puede embellecer la política dominante —liberalismo burgués puro y simple— y la composición social abrumadoramente pequeñoburguesa de estas movilizaciones. La política del “frente popular” es en realidad un refrito estalinista del viejo programa socialdemócrata de colaboración de clases con el ala supuestamente progresista de la burguesía, cuya aplicación en el Tercer Mundo consiste generalmente en la construcción de un “frente único antiimperialista”. Esto no tiene nada que ver con el movimiento de Sicilia, en el cual la diminuta seudoizquierda y unos cuantos burócratas sindicales simplemente se han puesto a la cola del poeta místico para buscar una “nueva estrategia de seguridad ciudadana”.
De manera reveladora, el GI se “deslinda” también del grueso de la izquierda en estos términos: “En momentos de aguda lucha de clases los comunistas revolucionarios llaman a la formación de grupos de autodefensa obrera, consigna ausente en la propaganda de los izquierdistas oportunistas que integran el movimiento ‘contra la violencia’” (Ibíd.). ¡El GI parece considerar que el movimiento de Sicilia representa un estallido de “aguda lucha de clases”! Bajo las circunstancias actuales, el llamado del GI sólo puede significar una de dos cosas: a) en el mejor de los casos, un llamado aventurero a enfrentamientos con la policía y el ejército, que están armados hasta los dientes, o b) y más probablemente, un llamado reaccionario por grupos de vigilantes. De hecho, en el contexto actual, este llamado bien podría enmarcarse en el de Sicilia por “un modelo de seguridad alternativo que recupere experiencias comunitarias y de participación ciudadana” (La Jornada, 9 de mayo). Con esta “ortodoxia”, ¡quién necesita al reformismo!
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