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Espartaco No. 34

Otoņo de 2011

Las elecciones peruanas y la sombra de Fujimori

La izquierda reformista apoya al populista burgués Humala

A continuación publicamos un artículo de WV No. 984, 5 de agosto, con una corrección factual menor.

La segunda vuelta de las elecciones presidenciales peruanas del 5 de junio produjo una apretada victoria para el populista burgués Ollanta Humala, quien fuera oficial del ejército durante los días más negros de la guerra interna del país en los años 80 y principios de los 90. Con el apoyo de los sindicatos y los grupos de izquierda peruanos, Humala derrotó a Keiko Fujimori, hija del ex presidente Alberto Fujimori, caído en desgracia. Durante la década en que estuvo en el poder (1990-2000), Fujimori desató un terror brutal contra los obreros, los campesinos y los pobres, usando como pretexto la insurgencia campesina de Sendero Luminoso. Casi 70 mil personas fueron asesinadas en este sangriento conflicto. Mientras tanto, la “terapia de shock” económica de Fujimori aumentó marcadamente la pobreza de las masas rurales y urbanas. El ex presidente, que luego fue sentenciado a 25 años de prisión bajo cargos de homicidio, secuestro y corrupción, recibió regularmente las visitas de su hija en su exclusiva prisión en Lima durante la campaña presidencial.

Desde la caída de Fujimori, Perú ha presenciado un boom económico bajo la presidencia de Alejandro Toledo y Alan García. La exportación de minerales —entre ellos el cobre, el zinc, el oro y la plata— ha despegado, mientras el país firmaba acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea y China. Los rascacielos, los hoteles y restaurantes elegantes y los centros comerciales han proliferado en Lima. Sin embargo, poco o ningún progreso ha conseguido la vasta mayoría de los peruanos que vive en las villas miseria que rodean a la ciudad o en las áreas rurales del país. Para 2009, el 62 por ciento de la población intentaba sobrevivir con menos de tres dólares diarios.

El trasfondo de la elección de Humala fue un estallido de protestas entre los pobres rurales. Según reportó el periódico español El País (7 de junio), “Hay más de 230 conflictos sociales activos o latentes en Perú”, notablemente protestas de comunidades indígenas contra la incautación de tierras. En 2009, un choque entre la policía y los pueblos indígenas que habitan la provincia de Bagua, en el norte amazónico, dejó 33 muertos, 23 de ellos policías, y cientos de heridos. Esto se sumó a meses de protestas contra los decretos del gobierno que abrían el área a la inversión imperialista, y que el régimen de García tuvo que revocar. Este junio, los enfrentamientos entre el pueblo aimara y la policía por las concesiones otorgadas a la compañía minera canadiense Bear Creek dejaron al menos seis muertos y 30 heridos en la región meridional de Puno, cerca de la frontera con Bolivia. Una vez más, el gobierno tuvo que retroceder, cancelando la licencia minera a Bear Creek.

Fue en las áreas rurales mayoritariamente indígenas en donde Humala recibió más votos, mientras que Keiko Fujimori recibió la mayoría de sus votos en Lima y otras ciudades costeras. En la primera vuelta, en la que Humala obtuvo el 32 por ciento y Fujimori el 24, los principales candidatos del establishment gobernante fueron eliminados, incluyendo a un ex presidente, un ex ministro del gabinete y un antiguo alcalde de Lima. El candidato de la gobernante APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) declinó al principio de la campaña, y su partido obtuvo sólo cuatro de los 130 escaños del congreso.

Los votos por Humala y Fujimori no fueron tanto a favor de ellos sino en contra del otro. Muchos de quienes votaron por Humala en la segunda vuelta lo hicieron para impedir el regreso del “fujimorismo”. Entre las fuerzas burguesas que lo apoyaron estuvieron el ex presidente Toledo y el aclamado escritor de derecha (y alguna vez candidato presidencial) Mario Vargas Llosa, quien proclamó que Humala “defender[ía] la democracia en el Perú” e impediría “el escarnio de una nueva dictadura” (EFE, 19 de mayo). A su vez, muchos de los que votaron por Keiko Fujimori lo hicieron basándose en las persistentes imputaciones de que Humala era un izquierdista radical e incluso un comunista, con el fin de mantener más o menos el status quo.

Algunos comentaristas señalaron que Humala ganó probablemente porque Keiko Fujimori cometió más equivocaciones. Pasó de defender el gobierno de su padre como “el mejor que tuvo el Perú en toda su historia” a pedir perdón por sus crímenes. Entre los crímenes que recibieron mayor atención estuvieron los perpetrados por el tristemente célebre Grupo Colina, un escuadrón de la muerte ligado a los escalones más altos del régimen. Este grupo fue el responsable de atrocidades como la masacre de Barrios Altos de 1991, cuando quince personas acusadas de simpatizar con Sendero Luminoso fueron asesinadas en el centro de Lima, y la masacre de La Cantuta de 1992, en la que nueve estudiantes y un profesor universitario fueron secuestrados y asesinados. También en 1992, el Grupo Colina asesinó al líder sindical Pedro Huilca, secretario general de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), para luego inculpar a Sendero Luminoso por el asesinato.

Otro asunto que recibió una atención generalizada durante la campaña fue la esterilización forzosa de 300 mil mujeres de 1993 a 1999 como parte de una campaña gubernamental. Esto vino tras la “recomendación” del Fondo Monetario Internacional de controlar el crecimiento demográfico. El gobierno de Fujimori llevó a cabo diversos planes de esterilización, siendo particularmente agresivos en las áreas rurales indígenas. Muchos documentos salieron a la luz mostrando que las autoridades habían establecido cuotas mínimas de esterilizaciones por semana. Más de 25 mil hombres, otra vez principalmente indígenas, también fueron esterilizados. Se atrevieron a denunciar estos actos brutales muchas mujeres que sufrieron consecuencias no sólo físicas (dolores constantes y severos que les impidieron seguir trabajando la tierra), sino también sicológicas; muchas terminaron abandonadas por sus esposos.

¡Romper con el populismo burgués!

Humala, cuyo Partido Nacionalista es esencialmente un vehículo personal, se postuló al frente de una alianza llamada Gana Perú, que incluía grupos de izquierda reformistas como el Partido Comunista Peruano (PCP) y el Partido Socialista, entre otros. Estos reformistas continúan su política perpetua de atar a la clase obrera a fuerzas burguesas; por ejemplo, en 1990 apoyaron a Alberto Fujimori contra Vargas Llosa. Pero, en este caso, incluso formaban parte de la planilla electoral “de izquierda” triunfante, presentando sus propios candidatos al congreso bajo la bandera de Gana Perú. Cuando supuestos socialistas impulsan un programa de colaboración con fuerzas burguesas, es siempre y en todas partes una traición a los intereses del proletariado.

La burocracia sindical —incluyendo la de la CGTP, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), el sindicato magisterial SUTEP y otros sindicatos menores— también apoyó activamente a Humala, y algunos sindicatos postularon candidatos en su planilla. El PCP estalinista y los maoístas de Patria Roja-Movimiento Nueva Izquierda (PR-MNI) son la fuerza motriz tras los grandes sindicatos, aunque sean partidos más bien débiles. El año pasado, PR-MNI apoyó a la candidata triunfante a la alcaldía de Lima, Susana Villarán, de la coalición burguesa Fuerza Social. Animado por este éxito, el PR-MNI inicialmente se mantuvo distante de la alianza de Humala, sólo para terminar lanzándose con todo a apoyar al nuevo presidente.

Lejos de ser un radical, mucho menos un comunista, Humala ha hecho todo lo posible por mostrar que será un líder “responsable” del Perú capitalista. En las elecciones de 2006, que perdió contra García tras haber triunfado en la primera vuelta, Humala se presentó como aliado del caudillo populista burgués venezolano Hugo Chávez. Esto provocó la ira de los capitalistas peruanos y de sus amos imperialistas estadounidenses, que temían que procediera a nacionalizar sectores de la economía, como lo ha hecho Chávez en Venezuela, revirtiendo así la ola de privatizaciones que inició Fujimori.

En esta ocasión, Humala se esforzó mucho por distanciarse de Chávez, jurando que no llevaría a cabo nacionalizaciones y que mantendría una “economía de libre mercado” aunque con “una mejor distribución y más justa de los recursos”. Promovió el “modelo de Brasil”, donde un régimen de frente popular centrado en el Partido dos Trabalhadores (PT) ha supervisado el capitalismo durante los últimos nueve años. El PT envió a Luis Favre (antiguo seudotrotskista y hermano de Jorge Altamira, líder del Partido Obrero argentino) a ayudarle a Humala en su campaña. Por el otro lado, Keiko Fujimori se rodeó del círculo de su padre y contrató como asesor a Rudolph Giuliani, el antiguo alcalde de la ciudad de Nueva York, tristemente célebre por haber desatado el terror policiaco en los guetos y barrios.

Tras las elecciones, el bando perdedor especuló cómo pudo haber impedido la victoria de Humala, y los ganadores repitieron incesantemente que respetarían “a la inversión privada y a la propiedad privada”. Todos concordaban en que había que “tranquilizar a la Bolsa” y “reconciliar a la familia peruana”. La primera salida de Humala al exterior tras su victoria, antes de su toma de posesión el 28 de julio, fue a Brasil. En una reunión con la presidenta petista Dilma Rousseff, celebró el “modelo exitoso de crecimiento” del país. (Tras casi una década de gobierno del PT, Brasil sigue siendo uno de los países más inequitativos del mundo, con una brecha inmensa entre las condiciones de vida de la élite y las de las masas obreras y campesinas.) Después fue a Washington, donde sostuvo reuniones amistosas con Hillary Clinton y Barack Obama. Y ahora un conglomerado de capitalistas estadounidenses y peruanos ha anunciado la mayor inversión minera en la historia de Perú.

Entre las pequeñas organizaciones seudotrotskistas de Perú, el Nuevo PST (Nuevo Partido Socialista de los Trabajadores, seguidor del fallecido aventurero argentino Nahuel Moreno) apoyó a Humala descaradamente. En un artículo en Internet, llamó a “respetar las esperanzas que vastos sectores de los obreros y del pueblo han puesto en Ollanta Humala”, añadiendo: “estamos dispuestos a acompañarlos en su experiencia votando críticamente por él” (litci.org, 17 de mayo). La Corriente Marxista Revolucionaria, una escisión supuestamente de izquierda de la Tendencia Marxista Internacional de Alan Woods, aconsejó a Humala “adoptar un programa socialista en el que se llame abiertamente a eliminar la propiedad privada capitalista y a sustituir al Estado burgués por una democracia obrera” (militante.org, 9 de junio). Aunque a veces finge defender a las masas pobres e indígenas de Perú, Humala es un político burgués que necesariamente defenderá el sistema de ganancia brutal y explotador frente a todo lo que amenace el dominio capitalista.

El sangriento legado de Fujimori

Durante el mandato de Alberto Fujimori, la Liga Comunista Internacional denunció la sangrienta guerra del gobierno contra los obreros, los campesinos, los pobres y los grupos izquierdistas como las guerrillas del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). En abril de 1997, un escuadrón de la muerte ejecutó a sangre fría a catorce miembros del MRTA que habían ocupado la residencia del embajador japonés, donde retuvieron como rehenes a varios carniceros militares, empresarios de alto rango y funcionarios de gobierno, con el fin de obtener la libertad de 450 de sus camaradas en las prisiones de Fujimori. La LCI organizó protestas al nivel mundial contra esta masacre, llamando a “¡Liberar a todas las víctimas del terror de Fujimori!”

Si bien criticamos la estrategia guerrillera del MRTA como incapaz de eliminar la explotación y la opresión capitalistas, saludamos el valor de sus militantes, que habían obtenido una amplia simpatía entre los obreros y campesinos peruanos. Contrastamos al MRTA con Sendero Luminoso, cuyas actividades en general no merecían más que asco. Pese a la retórica izquierdista que utilizaba, Sendero era conocido por su violencia patológica, por ejecutar públicamente a prostitutas y asesinar a oponentes políticos, incluyendo partidarios del MRTA y organizadores sindicales. Como escribimos: “Este repulsivo grupo parece tener muchos paralelos con el genocida Khmer Rouge de Pol Pot en Camboya, con su ideología primitivista y antiurbana, su culto a la personalidad y sus operaciones gangsteriles” (“Peru: For Workers Revolution to Smash Fujimori Dictatorship!” [Perú: ¡Por la revolución obrera para aplastar la dictadura de Fujimori!] WV No. 659, 10 de enero de 1997).

En cuanto a los remanentes actuales de Sendero, el ala en torno al líder encarcelado Abimael Guzmán llama por la “reconciliación nacional”. Los abogados de Guzmán formaron un partido, el Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales, con la idea de participar en las elecciones. Al final, un par de sus partidarios fueron postulados como parte de la planilla del partido Justicia, Tecnología, Ecología. Las autoridades responsabilizaron a la otra ala de Sendero, que sigue siendo clandestina, por la muerte de cinco soldados durante la emboscada a una patrulla militar que se dirigía a vigilar las elecciones en el área del valle de los ríos Apurímac y Ene, al sureste de Perú. Ésta es una base histórica de Sendero y periódicamente es escenario de actividad rebelde.

¡Por la revolución socialista en toda América!

A la perspectiva de colaboración de clases de la izquierda peruana, los trotskistas contraponemos la lucha por la revolución proletaria como el único camino para liberar a las masas. Mientras los reformistas le dan una cubierta de izquierda al populismo burgués latinoamericano, nosotros buscamos la movilización independiente de la clase obrera contra todas las alas de los capitalistas en la lucha por un gobierno obrero y campesino. El venezolano Chávez, quien tiene la retórica más izquierdista entre estos populistas, ha usado los ingresos petroleros del país para llevar a cabo algunas modestas reformas sociales, así como algunos repartos de tierras y una mínima nacionalización de la industria. Pero, si bien defendemos esas nacionalizaciones contra el ataque imperialista, no se trata de medidas socialistas; más bien, son parte de un programa que ata a las masas obreras a los gobernantes burgueses locales.

Perú es un ejemplo extremo del desarrollo desigual y combinado. Enormes villas miseria colindan con mansiones coloniales de la venal burguesía; los ricos, en deuda con sus amos imperialistas estadounidenses, viven en el lujo, mientras que millones de pobres indígenas en el campo luchan por apenas sobrevivir. Como en el resto del mundo semicolonial, la burguesía nacional es totalmente incapaz, debido a su debilidad y dependencia respecto al imperialismo, de cumplir las tareas de las revoluciones burguesas clásicas de los siglos XVII y XVIII, que sentaron las bases de la modernización económica y la creación de sociedades industriales.

La única fuerza capaz de mostrar un camino hacia delante es la clase obrera, con su enorme poder social potencial, particularmente en las aceleradamente crecientes (e inmensamente lucrativas) industrias minera y de gas natural. El proletariado debe enarbolar la causa de todas las víctimas del capitalismo peruano, desde las masas indígenas hasta los pobres urbanos y las mujeres, cuya profunda opresión es reforzada por el yugo de la Iglesia Católica. Para romper las cadenas de la opresión imperialista se requiere forjar un partido leninista-trotskista dedicado al derrocamiento del orden capitalista y el establecimiento de un estado obrero. Semejante revolución debe tener la perspectiva de extenderse al resto de América Latina —sobre todo al dinamo industrial que representa Brasil— y, de manera crucial, a los países capitalistas avanzados de Norteamérica.

La LCI lucha por construir un partido obrero revolucionario internacional —una IV Internacional reforjada— que pueda vincular las luchas de los obreros de las semicolonias con las de sus hermanos en los centros imperialistas. En Latinoamérica, un partido así se construiría en oposición no sólo a la derecha “neoliberal” flagrantemente proimperialista, sino también a los nacionalistas burgueses y los políticos reformistas de todos los colores. La tarea de arrancar a Latinoamérica del atraso y la subyugación al imperialismo le corresponde al proletariado. Como escribieron los trotskistas peruanos del Grupo Obrero Marxista en 1946:

“Nuestra revolución, simultáneamente democrática y socialista, no puede desarrollarse y triunfar dentro del estrecho marco del estado nacional. No puede triunfar a menos que el imperialismo sea aplastado. No puede triunfar sin la ayuda de victorias revolucionarias en otros países latinoamericanos... Hacemos un llamado al proletariado peruano a luchar por sus objetivos históricos, por el comunismo mundial, con la confianza de que ‘las masas de los países atrasados, conducidas por el proletariado consciente de los países capitalistas desarrollados, accederán al comunismo sin pasar por los diferentes estadios del desarrollo capitalista’ (Tesis adicionales sobre los problemas nacional y colonial, adoptadas por el II Congreso Mundial de la IC [Internacional Comunista])”.

—“Manifiesto de los trotskistas peruanos” (1947, nuestra traducción del inglés)

 

Espartaco No. 34

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