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Spartacist (edición en español) Número 33

enero de 2005

Los orígenes del comunismo japonés, el debate sobre "la revolución por etapas" y la ocupación estadounidense

La Restauración Meiji: Una revolución proburguesa no democrática


TRADUCIDO DE SPARTACIST (EDICIÓN EN INGLÉS) NO. 58, PRIMAVERA DE 2004

El original en inglés fue publicado junto con tres documentos ("Manifiesto por el Comité Preparatorio para el Partido Comunista Japonés", abril de 1921; "Programa del Partido Comunista de Japón", septiembre de 1922; e "Informe sobre diferencias en el Congreso Especial del Partido Comunista Japonés" de Arahata Kanson, mayo de 1923) a manera de apéndices. Desafortunadamente, por razones de espacio hemos tenido que omitirlos en la presente traducción.

Este artículo sigue la práctica japonesa estándar de designar los nombres familiares antes de los nombres de pila. Con la excepción del Partido Comunista Japonés, que siempre se nombra en español, los nombres de las instituciones y organizaciones japonesas se presentan en transliteraciones romaji. Cuando un título transliterado aparece por primera vez, la traducción al español aparece en paréntesis.

Hoy en día, Alemania y Japón sólo son superados por Estados Unidos como las mayores potencias capitalistas imperialistas del mundo. A mediados del siglo XIX, en ambos países ocurrieron "revoluciones desde arriba" que hicieron a un lado los obstáculos feudales (en Japón) y derivados del feudalismo (en Alemania) a su desarrollo subsiguiente como sociedades y estados capitalistas modernos. En Alemania, el canciller prusiano Otto von Bismarck lanzó una serie de guerras en 1864-71, unificando el país bajo la monarquía de los Hohenzollern y modernizando la estructura estatal. Las acciones de Bismarck fortalecieron enormemente a una burguesía industrial, financiera y comercial que ya de por sí estaba ascendiendo económicamente. En Japón, un sector de la vieja casta guerrera, enarbolando la imagen del emperador Meiji, derrocó al régimen feudal en 1867-68 para fortalecer al ejército japonés y permitirle hacer frente a los avances territoriales de las potencias occidentales. En las siguientes décadas, este sector creó una burguesía industrial japonesa. Para principios del siglo XX, Alemania se había convertido en el estado capitalista industrial más fuerte de Europa y Japón en el único estado capitalista industrial de Asia.

Tanto los académicos occidentales como los japoneses han reconocido por mucho tiempo las importantes similitudes entre el curso del desarrollo de Alemania y Japón. Sin embargo, cuando el Partido Comunista Japonés (PCJ) se fundó en 1922, Japón estaba mucho más atrasado en todos los aspectos principales —social, económico y político— que Alemania, no sólo que la República de Weimar de la entreguerra, sino incluso que la Alemania anterior a 1918 de la monarquía Hohenzollern. El emperador no sólo gobernaba "por la gracia de dios", sino como descendiente de la diosa del sol, fundadora mítica de la nación japonesa. La mitad de la mano de obra japonesa seguía involucrada en la agricultura, utilizando en su mayor parte tecnología preindustrial.

Si bien los dirigentes de los primeros tiempos de la Internacional Comunista (IC o Comintern) se referían ocasionalmente a Japón como la "Prusia de Oriente", no había unanimidad sobre el carácter de Japón como una sociedad avanzada e industrial cualitativamente similar a Alemania. El principal dirigente de la IC asignado a ayudar al partido japonés, Nicolai Bujarin, insistía en que Japón seguía siendo "semifeudal". Comenzando en el otoño de 1922, la IC quiso imponer sobre los cuadros del PCJ el análisis de Bujarin acerca de Japón y, con él, el esquema de revolución por etapas que la IC estaba imponiendo entonces a todos los jóvenes partidos comunistas de Oriente. Se instruyó al PCJ a que luchara por una revolución democrático-burguesa en la que el Partido Comunista se uniría a la burguesía liberal y a los campesinos para derrocar a la monarquía; sólo con la culminación de la etapa democrático-burguesa podría el Partido Comunista empezar a luchar por el socialismo. Además, los responsables del PCJ en la dirección de la IC no aplicaron de forma estricta las lecciones de la organización bolchevique bajo la represión zarista: la necesidad de un centro de dirección estable en el exilio y una red de mensajeros que mantuvieran el contacto con las células del partido clandestinas en Japón y les suministraran propaganda. Así, la severa represión estatal destruyó al PCJ.

Bajo el impacto de la incipiente degeneración burocrática del estado y el partido soviéticos, en el otoño de 1922 la Internacional Comunista mostraba los primeros signos de abandono de su propósito internacionalista (ver: "Rearmando al bolchevismo: Una crítica trotskista de Alemania 1923 y la Comintern", Spartacist No. 31, agosto de 2001). El aislamiento de la Unión Soviética y el extremo atraso del viejo imperio zarista —empeorado por la destrucción que produjeron la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil de 1918-20— llevaron al desarrollo de una casta burocrática dentro del primer estado obrero del mundo. Esta burocracia usurpó el poder político del proletariado en la XIII Conferencia del partido de enero de 1924 y para finales de ese año Stalin enunció el dogma de construir el "socialismo en un solo país", la justificación teórica de esta capa conservadora y nacionalista.

A lo largo de la siguiente década, los zigzagueos y el cada vez mayor colaboracionismo de clases de las políticas de la Comintern, primero bajo Zinóviev y luego bajo Bujarin y Stalin, llevaron a un desastre tras otro conforme los partidos comunistas eran transformados gradualmente en guardias fronterizas de la Unión Soviética y en instrumentos de su política exterior. Trotsky combatió la dirección cada vez peor que la IC daba a las luchas revolucionarias. Apoyado en la herencia política de los cuatro primeros congresos de la Comintern, construyó la Oposición de Izquierda en la batalla contra el abandono de una perspectiva revolucionaria por parte de la IC, especialmente en China. Ahí el programa de la "revolución por etapas" suministró la cubierta a la subordinación de los intereses del proletariado chino a los del Guomindang de Chiang Kai-shek (con el que la Unión Soviética buscaba formar una alianza contra el imperialismo británico). El resultado fue el estrangulamiento de una naciente revolución proletaria en 1925-27: la "primera etapa" fue la liquidación política de los comunistas chinos en las fuerzas nacionalistas-burguesas, la "segunda etapa" fue el exterminio físico de los comunistas y los obreros avanzados a manos de esas mismas fuerzas burguesas, particularmente en la masacre de Shanghai de abril de 1927.

Forzado a exiliarse de la Unión Soviética en 1929, a lo largo de la siguiente década Trotsky construyó un movimiento que en 1938 resultó en la fundación de una nueva internacional comunista, la IV Internacional. La degeneración de la Comintern culminó en la adopción de un programa explícito de colaboración de clases (el "frente popular") en el VII Congreso de la IC de 1935. En 1943, Stalin disolvió la Comintern en interés de su alianza con los imperialismos británico, estadounidense y francés en la Segunda Guerra Mundial.

Trotsky no escribió específicamente sobre Japón sino hasta la década de 1930, y entonces sólo con poca frecuencia y principalmente en artículos sobre la situación militar en el Pacífico previa a la Segunda Guerra Mundial. Para entonces el PCJ había sido aplastado por la represión estatal. En un artículo de 1933, Trotsky comentó que la Restauración Meiji "no fue, como dicen algunos autores, una 'revolución burguesa', sino el intento burocrático de sobornar a esa revolución" ("Japón se encamina al desastre", 12 de julio de 1933). Sin embargo, Trotsky veía a Japón como un estado imperialista pleno, con un nivel de desarrollo económico y social cualitativamente más alto que las semicolonias como China. En la década de 1930, Trotsky defendió a China de la invasión imperialista japonesa. Una resolución adoptada en el Congreso de Fundación de la IV Internacional afirmaba respecto a Japón: "Las relaciones de propiedad burguesas y el sistema de explotación capitalista, que se extiende tanto sobre el proletariado como sobre el campesinado, exigen el derrocamiento revolucionario de la clase dominante y el establecimiento de la dictadura del proletariado como el único medio de salvación para los obreros y los campesinos" ("La guerra en el Lejano Oriente y las perspectivas revolucionarias", septiembre de 1938).

Partiendo del comentario de Trotsky de 1933, el Grupo Espartaquista de Japón (GEJ), sección japonesa de la Liga Comunista Internacional, tenía la posición de que la Restauración Meiji representaba una revolución democrático-burguesa "incompleta". Por ejemplo, el GEJ escribió que "la Restauración Meiji no fue una revolución burguesa, sino una medida defensiva que emprendió para sí la burocracia feudal" (Spartacist [Japón] No. 16, mayo de 1994).

El presente artículo es el resultado de una investigación y una discusión extensas en la LCI sobre el desarrollo del capitalismo japonés y sobre la historia de los primeros tiempos del PCJ, en el curso de las cuales los camaradas japoneses cambiaron su entendimiento de la Restauración Meiji y sus implicaciones. Sin embargo, reconocemos que nuestro artículo está limitado dado que la investigación se basó sobre todo en fuentes de lengua inglesa, así como en materiales recientemente publicados de los archivos de la Comintern (ver nota editorial al final).

Orígenes sociales de la Restauración Meiji

La revolución desde arriba que tuvo Japón a finales de la década de 1860 fue el producto de la intersección de dos acontecimientos históricos profundamente arraigados: la lenta decadencia del feudalismo japonés causada por sus propias contradicciones internas y la violenta intrusión del imperialismo occidental en el oriente asiático.

La forma de gobierno feudal japonesa estaba marcada por un curioso dualismo entre el emperador y el shogun (generalísimo o comandante). El emperador era universalmente reconocido como la autoridad suprema de la nación japonesa. Sin embargo, a lo largo de la historia del Japón medieval, el verdadero poder era sustentado por el shogun, que pertenecía a uno de los clanes feudales más poderosos. El emperador, una figura semimística no involucrada en el curso verdadero de los sucesos políticos, se mantenía recluido en Kyoto, a veces por la fuerza.

En 1600, Tokugawa Ieyasu derrotó a sus rivales en la famosa batalla de Sekigahara y estableció el shogunato Tokugawa (o bakufu), que gobernó Japón durante los siguientes dos siglos y medio. Mediante una política de rígido aislacionismo nacional, Japón conservó su independencia durante la primera fase de expansión imperialista occidental de la era del capitalismo mercantil. El bakufu también suprimió efectivamente la guerra entre los daimyo (señores feudales) que había sido endémica al Japón medieval. Sin embargo, el éxito y la estabilidad mismos del estado Tokugawa pusieron en movimiento las fuerzas sociales que con el tiempo llevarían a su derrocamiento.

Con el final del continuo estado de guerra, la casta guerrera hereditaria, los samurai, perdió su papel tradicional en la sociedad japonesa. Teniendo prohibido el comercio, muchos samurai quedaron empobrecidos y profundamente alienados del orden existente. Algunos se volvieron ronin (hombres errantes), o samurai sin amos, que no debían lealtad a ningún señor ni ejercían una ocupación fija.

La larga paz Tokugawa, la construcción por parte del bakufu de una red de caminos que conectaban las distintas partes del país y el desarrollo de la navegación costera favorecieron un incremento sustancial y constante de la producción agrícola y la manufactura artesanal (preindustrial). Los principales beneficiarios de este crecimiento económico fueron los shonin (mercaderes), especialmente los grandes comerciantes de arroz de Osaka, como la familia Mitsui. Muchos daimyo y samurai se vieron profundamente endeudados con las poderosas familias de mercaderes.

Sin embargo, el desarrollo subsiguiente del capital mercantil en Japón quedó bloqueado por las prohibiciones al comercio exterior, las restricciones en la compra y venta de tierra y la división del país en cientos de han (señoríos feudales), cada uno con su propia guardia fronteriza y su propia moneda. Para la primera década del siglo XIX, las ambiciones frustradas de las grandes casas mercantiles y sus aliados en las ciudades convergieron con el descontento de elementos nacionalistas y modernizadores entre los samurai. Los historiadores han llamado a esto la unión "del yen con la espada".

E. Herbert Norman escribió en 1940 un estudio pionero sobre los orígenes del Japón moderno, Japan's Emergence as a Modern State [El ascenso de Japón como estado moderno] (Toronto: UBC Press, 2000 [1940]), apoyándose fuertemente en el rico acervo de erudición histórica de los intelectuales marxistas japoneses. Norman explicó:

"Los chonin [aldeanos] sentían que su propia prosperidad estaba muy ligada a la de las clases guerrera y noble, sus clientes y deudores. Por esta razón los chonin nunca soñaron con lanzar un ataque frontal contra el feudalismo como sistema, aunque estaban dispuestos a financiar un movimiento político contra el bakufu en coordinación con elementos feudales rivales." (énfasis en el original)

Hijo de misioneros protestantes canadienses, Norman pasó su infancia en el Japón rural de las décadas de 1910 y 1920. Bajo el impacto del ascenso del fascismo en Alemania a principios de la década de 1930, fue atraído a la izquierda y militó brevemente en el Partido Comunista británico cuando era estudiante en la Universidad de Cambridge. Por eso, entre otras razones, el libro de Norman fue ignorado, principalmente por académicos estadounidenses, durante la Guerra Fría. Después, siendo miembro del cuerpo diplomático canadiense, Norman fue acosado hasta el final de sus días por los macartistas estadounidenses, hasta que finalmente se suicidó en 1957.

Según la jerarquía feudal tradicional, los campesinos estaban por debajo de los samurai, pero por encima de los artesanos y mercaderes. El crecimiento del comercio y de una economía monetaria minaron la estructura y estabilidad tradicionales de la aldea japonesa; unos cuantos campesinos se hicieron ricos y otros cayeron en la penuria. Una población creciente de trabajadores manuales urbanizados (sin propiedad) cobró existencia. El Japón de principios del siglo XIX vio la incidencia cada vez mayor de revueltas campesinas contra los tributos feudales y también disturbios por arroz en las ciudades dirigidos contra comerciantes especuladores y los funcionarios de gobierno que los protegían.

Las crecientes tensiones sociales del Japón feudal tardío llegaron a un punto crítico, que resultó en una guerra civil, por la amenaza directa de la conquista militar occidental. En la década de 1840, las clases dominantes japonesas vieron con sorpresa y horror cómo Gran Bretaña derrotaba y humillaba a China en la Guerra del Opio, se anexaba Hong Kong y reducía al "Reino Celestial" —que desde tiempos inmemoriales había sido el centro de la civilización en el oriente asiático— a la subyugación semicolonial. En 1853, una flota naval estadounidense bajo el mando del comodoro Perry se abrió camino hasta la Bahía de Tokio, exigiendo concesiones comerciales. Incapaz de resistir militarmente, el shogunato de Tokugawa accedió a acuerdos comerciales desiguales con Estados Unidos y las potencias europeas y concedió a los nacionales de Occidente derechos extraterritoriales en Japón.

Estas concesiones causaron una oposición organizada al bakufu expresada en la consigna "¡Venerar al emperador! ¡Expulsar al bárbaro!" En otras palabras, sólo un gobierno central fuerte dirigido directamente por el emperador podría conservar la independencia de Japón. Las fuerzas anti-bakufu se concentraban en los dominios de 86 tozama (señores "exteriores"), enemigos históricos de la dinastía Tokugawa. Estos han opositores cayeron bajo la dirección de facto de samurai modernizadores que construyeron su poderío militar sobre líneas occidentales.

Las maniobras y la lucha por el poder, que duraron toda una década, entre el bakufu y los tozama —dirigidos por los cuatro clanes de Satsuma, Choshu, Tosa y Hizen— culminaron en 1868 en una breve guerra civil que terminó con la derrota del bakufu. Rompiendo tajantemente con las tradiciones feudales japonesas, Choshu enrolaba campesinos y otras personas comunes en su ejército. Los triunfadores establecieron un nuevo gobierno en nombre de la suprema autoridad del emperador Meiji, de ahí que este suceso histórico sea conocido como la Meiji Ishin (Restauración Meiji). Sin embargo, los líderes del nuevo régimen gobernaban en gran medida independientemente del emperador, al que se consideraba por encima de las batallas políticas de su tiempo.

Durante los años que siguieron, este régimen introdujo una serie de medidas que constituyeron una transformación revolucionaria amplia: el reconocimiento de la igualdad legal de todas las clases, la abolición de la vestimenta feudal, el establecimiento de escuelas estatales, la reforma del calendario, la emancipación formal de los descendientes de los burakumin (considerados una casta de parias porque trabajaban con animales muertos y curtían cuero), la abolición de la prohibición feudal de la alienación y partición de tierra, el establecimiento de la libertad de escoger la ocupación propia, etc. Japón importó la industria y la tecnología más modernas. En la década de 1870, más de dos mil expertos — matemáticos, científicos, ingenieros— fueron reclutados para enseñar las ciencias básicas que hacen posible la industria moderna. Para el entrenamiento en la ingeniería, se establecieron escuelas técnicas estatales con instructores extranjeros, mientras los mejores estudiantes japoneses eran enviados al exterior para aprender las técnicas más modernas.

Si bien las fuerzas dirigentes de la Restauración Meiji eran internas de Japón, su éxito estuvo fuertemente condicionado por circunstancias internacionales favorables. Las principales potencias occidentales rivales no pudieron o no quisieron intervenir decisivamente en esta coyuntura crítica de la historia de Japón. La Rusia zarista, que ambicionaba las Islas Kuriles al norte de Japón, todavía se estaba recuperando de su derrota a manos de Gran Bretaña y Francia en la Guerra de Crimea de la década de 1850. Estados Unidos estaba internamente preocupado con las hondas fisuras políticas y las profundas dislocaciones socioeconómicas de su propia Guerra Civil gigantesca de unos pocos años antes. Las intervenciones de Francia y Gran Bretaña en Japón en cierto modo se cancelaron mutuamente, la primera apoyando al bakufu y la otra a las fuerzas anti-Tokugawa.

Más en general, para todos estos estados occidentales China era el blanco principal y el gran premio del Asia oriental, y Japón era considerado las sobras relativamente pobres. Como lo pone Norman, "El cadáver postrado y vasto de China sirvió como un escudo para Japón frente a la codicia mercantil y colonial de las potencias europeas." Así, en el corto plazo histórico, las clases dominantes japonesas tuvieron un amplio margen para reestructurar radicalmente su estado.

Hacia un entendimiento dialéctico de la Restauración Meiji

¿Cómo puede caracterizarse la Restauración Meiji como una revolución burguesa si no fue dirigida por la burguesía? La burguesía tampoco dirigió directamente la Revolución Francesa: los jacobinos estaban dirigidos por abogados como Robespierre y otros profesionistas pequeñoburgueses, apoyados por las masas de artesanos urbanos y campesinos sin tierra. Sin embargo, fue la burguesía comercial y financiera la que estaba en posición de beneficiarse del derrocamiento de la monarquía y la abolición de los impedimentos feudales al desarrollo económico nacional, sentando las bases para una naciente burguesía industrial dentro de las siguientes dos generaciones. Los samurai de bajo rango que dirigieron la Restauración Meiji pueden describirse legítimamente como una casta o estrato militar-burocrático. Para sobrevivir como clase dominante nacionalmente independiente, tuvieron que transformar a Japón en un país capitalista industrial moderno y con ello impulsar el desarrollo de una burguesía industrial. En dos generaciones, su política y sus acciones llevaron al desarrollo de una burguesía industrial-financiera como la clase social dominante de Japón.

Aquí es instructivo mirar la "revolución desde arriba" bismarckiana en Alemania. Al hacerlo es necesario reconocer ciertas diferencias fundamentales, así como importantes paralelismos, entre Alemania y Japón a fines del siglo XIX. Alemania estaba en un nivel cualitativamente más alto de desarrollo económico, con una industria substancial y una burguesía que ya era económicamente dominante y que sin embargo enfrentaba a un proletariado social y políticamente consciente que crecía rápidamente.

La extensión de los logros socioeconómicos de la Revolución Francesa a la Alemania occidental y meridional mediante la conquista militar durante el imperio napoleónico dio un poderoso ímpetu al desarrollo del capitalismo industrial y comercial. En vísperas de la Revolución de 1848, Engels escribió de la burguesía alemana:

"Aunque su avance en los últimos treinta años no ha sido ni de lejos tan grande como el de la burguesía inglesa o francesa, ha establecido sin embargo más ramas de industria moderna, ha suplantado en algunos distritos el patriarcalismo pequeñoburgués o campesino, ha concentrado capital hasta cierto punto, ha producido algún proletariado y ha construido vías de ferrocarril bastante largas. Por lo menos ha llegado al punto en el que tiene que ir más allá y convertirse en la clase dominante o renunciar a sus conquistas previas, al punto en que es la única clase que puede traer el progreso a Alemania, que por ahora puede gobernar Alemania."

—"La cuestión constitucional en Alemania" (junio de 1847)

Sin embargo, durante el levantamiento de 1848 el miedo de la burguesía de que una revolución democrática radical se transformara en una "revolución roja", basada centralmente en la clase obrera urbana, la llevó a aliarse con las fuerzas de la reacción monárquica. Marx y Engels concluyeron que la burguesía europea ya se había vuelto reaccionaria. Como resultado, Marx terminó su Mensaje del Comité Central de la Liga de los Comunistas de marzo de 1850 con el famoso grito por "la revolución permanente".

Con el subsecuente rápido desarrollo del capitalismo industrial, el sector principal de la burguesía alemana formó una alianza con la nobleza terrateniente prusiana (los Junkers), que sentó las bases para la "revolución desde arriba" de Bismarck de la década de 1860. Bismarck empezó como representante político de los Junkers y había sido un reaccionario extremo durante la Revolución de 1848-49. Pero representaba a esta clase derivada del feudalismo en la era del capitalismo industrial, en la que Prusia enfrentaba a estados burgueses más avanzados: Gran Bretaña y Francia. Bismarck llegó a entender que sólo la burguesía industrial-financiera podía transformar a Alemania en un estado comparablemente avanzado y con ello asegurar la supervivencia, e incluso la prosperidad, de las viejas clases terratenientes también.

A finales de la década de 1880, Engels escribió a este respecto:

"Un hombre en la situación de Bismarck y con el pasado de Bismarck debiera haberse dicho, al comprender en alguna medida el estado de las cosas, que los junkers, tal y como eran, no formaban una clase viable, que, de todas las clases poseedoras, sólo la burguesía podía pretender a un porvenir, y que, por consecuencia (hacemos abstracción de la clase obrera, pues no pensamos pedir a Bismarck que comprenda su misión histórica), su nuevo Imperio prometía tener una existencia tanto más segura cuanto más preparase su transformación paulatina en un Estado burgués moderno."

—Engels, El papel de la violencia en la historia (1887-88)

Los Junkers prusianos se volvieron capitalistas agrarios a gran escala y la monarquía Hohenzollern actuó en realidad libre del control parlamentario. Si bien el Reichstag (parlamento) tenía algún control sobre políticas nacionales, no tenía control efectivo sobre los asuntos exteriores ni sobre el ejército. Como escribió Engels en 1891: "El imperio alemán es una monarquía con instituciones semifeudales, pero dominada en última instancia por los intereses económicos de la burguesía" ("El socialismo en Alemania").

Considerándola dialécticamente, la Restauración Meiji fue dirigida por una burguesía en proceso de llegar a serlo. Este entendimiento fue expresado en uno de los primeros estudios soviéticos sobre la materia, escrito en 1920:

"Podemos concluir que Japón, habiendo cambiado su estructura económica, aún no poseía el tipo de burguesía que pudiera asumir el dominio del país. Fue la clase de los señores feudales la que mantuvo el poder. Ellos reconocieron los cambios que habían ocurrido en Japón, rechazaron todas las normas feudales ya condenadas y comenzaron el rápido desarrollo del capitalismo.... Así, el término 'revolución' puede aplicarse a la Restauración Meiji sólo de manera convencional. Puede llamarse 'burguesa' sólo desde el punto de vista de sus resultados, lo que no significa que la burguesía desempeñara el papel más importante en ese entonces."

—O.V. Pletner, The History of the Meiji Era [La historia de la era Meiji], citado en Julia Mikhailova, "Estudios soviéticos-japoneses sobre el problema de la Meiji Ishin y el desarrollo del capitalismo en Japón", en War, Revolution and Japan [Guerra, revolución y Japón] (1993)

Una revolución democrático-burguesa estaba excluida por la historia

Para los marxistas, una revolución democrático-burguesa se define centralmente por su contenido socio-económico (es decir, de clase), no por un cambio en la forma de gobierno. Las revoluciones democrático-burguesas clásicas de Inglaterra en la década de 1640 y de Francia en 1789-93 derrocaron a las monarquías absolutas que eran los órganos políticos de la nobleza terrateniente. Al movilizar a los campesinos y a las clases bajas urbanas, la burguesía mercantil (es decir, preindustrial) obtuvo el poder político mediante la Commonwealth cromwelliana en Inglaterra y el régimen jacobino seguido del imperio napoleónico en Francia.

Ver estas revoluciones democrático-burguesas como el molde para todo desarrollo capitalista subsiguiente —como hacían los mencheviques en su esquema etapista para la Rusia zarista y posteriormente Stalin y Bujarin en el caso de los países semicoloniales— es ahistórico y no dialéctico. Cuando en julio de 1789 los artesanos, tenderos y jornaleros de París tomaron por asalto la Bastilla, Francia era el estado absolutista (es decir, feudal tardío) más fuerte de Europa. La revolución amplió enormemente los recursos económicos y militares del estado francés, permitiendo a Napoleón Bonaparte —que alguna vez fuera protegido de Robespierre— conquistar y transformar la mayor parte de Europa. Las masas tuvieron que ser movilizadas para abrirle el camino al desarrollo capitalista en Francia (como antes en Inglaterra). Esto también fue parcialmente cierto en un periodo algo posterior en Estados Unidos e Italia, pero no fue el caso de Alemania ni de Japón. No hay una conexión necesaria entre la democracia y el desarrollo del capitalismo.

Las revoluciones burguesas "desde arriba" de finales del siglo XIX en Alemania y Japón no fueron excepciones a una "norma" histórica fijada por la Revolución Francesa, sino que fueron el resultado de la historia en el periodo posterior a la Revolución Francesa. El único modo en que las clases dominantes de Alemania y Japón podían evitar la invasión y la subyugación por parte de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos era una industrialización rápida. Estas clases pudieron impulsar a sus naciones a las filas de las potencias imperialistas al barrer todos los obstáculos al desarrollo capitalista desde arriba, en el proceso transformándose a sí mismas en capitalistas. Para 1900, con el mundo y sus mercados más o menos divididos entre las cinco potencias imperialistas existentes, ese camino fue cerrado a otras burguesías de desarrollo tardío.

A mediados del siglo XIX Japón era un estado feudal preindustrial (aunque en muchos aspectos relativamente avanzado) enfrentando estados capitalistas que estaban industrializándose y eran mucho más poderosos. Fue el bien fundamentado miedo a sucumbir al destino de China lo que galvanizó a sectores decisivos de la nobleza feudal japonesa, especialmente a los escalones más bajos de los samurai, a derrocar al viejo orden y a reestructurar la economía y el estado japoneses a lo largo de líneas occidentales. Aunque él mismo veía la Restauración Meiji como una revolución burguesa "incompleta", E. Herbert Norman también entendía que las condiciones que enfrentaban los gobernantes Meiji inmediatamente después de la revolución descartaban una vía democrático-burguesa:

"La velocidad con la que Japón tenía que, simultáneamente, establecer un estado moderno, preparar una fuerza de defensa actualizada para protegerse de una invasión (que el balance favorable de fuerzas mundiales y la barrera de China no iban a posponer por siempre), crear una industria sobre la cual basar esta fuerza armada y diseñar un sistema educativo adecuado a una nación industrial y modernizada, obligó a que estos cambios importantes fueran llevados a cabo por un grupo de burócratas autocráticos y no por la masa del pueblo operando mediante órganos democráticos de representación."

Op. cit.

¿Podría haberse conseguido esta transformación social mediante un levantamiento revolucionario? Supongamos que la guerra entre el bakufu y los tozama hubiera resultado en la mutua destrucción o desorganización de toda fuerza militar efectiva a manos de la nobleza feudal. Se hubiera formado un vacío de poder, lo que hubiera permitido una rebelión campesina de masas, la negativa a pagar tributo a los daimyo y también levantamientos de las clases bajas urbanas. En pocas palabras, Japón se hubiera visto inundado por la anarquía revolucionaria.

¿Cuál hubiera sido el resultado histórico? Los daimyo y shonin japoneses hubieran invitado o facilitado la intervención militar de las potencias occidentales para suprimir la rebelión campesina. En la secuela Japón hubiera sido reducido a la subyugación colonial o semicolonial. Un sector de la clase mercantil, los daimyo y los samurai hubiera sido transformado en una burguesía cliente como la que entonces existía en China, totalmente subordinada a los imperialistas occidentales.

Basta mirar a la rebelión Taiping de la década de 1850 y principios de la de 1860 en China. Esta revuelta campesina de masas, que duró más de una década, tomó la mayor parte del Valle Yangtze y estableció una capital en la gran ciudad de Nanjing. Dado que los decadentes gobernantes manchúes eran incapaces de suprimir la revuelta, la aristocracia menor china (la clase terrateniente) recurrió a las potencias occidentales. Un aventurero estadounidense, Frederick Townsend Ward, y un oficial británico, Charles Gordon "el Chino", entrenaron y dirigieron una fuerza selecta china que finalmente derrotó a los taipings.

Una rebelión campesina en el Japón de entonces, incluso si inicialmente hubiera tenido éxito, hubiera sufrido un destino similar. Esto no significa que tras la Restauración Meiji el curso futuro de la historia japonesa hubiera estado predeterminado por las siguientes décadas. Un grado mayor de igualitarismo social y liberalización política ciertamente hubiera sido posible en el Japón de finales del siglo XIX y principios del XX. Pero lo que no era posible era una revolución democrático-burguesa radical basada en el modelo francés.

El impuesto agrario de 1873

Los dirigentes de la Restauración Meiji expresaron su intención de modernizar Japón en consignas como "Nación próspera, ejército fuerte" y "Aumentar la producción, promover la industria." Pero ¿cómo fueron traducidas estas consignas a la realidad, dado que Japón estaba entonces mucho más atrasado económicamente que los estados capitalistas occidentales que amenazaban su independencia? En breve, manteniendo un nivel excepcionalmente alto de explotación del campesinado, pero ahora canalizando el excedente económico resultante a la rápida construcción de un complejo industrial-militar. El impuesto agrario de 1873 fue el principal mecanismo del Japón de finales del siglo XIX para lo que Marx llamó, refiriéndose a la Europa occidental (centralmente a Inglaterra) de los siglos XVII y XVIII, la "acumulación originaria del capital".

En 1871 el nuevo régimen Meiji, mediante una combinación de amenaza militar y estímulo financiero, presionó a los daimyo a que "restituyeran" sus han a la autoridad del gobierno central. Los daimyo fueron compensados con bonos gubernamentales a largo plazo. Al mismo tiempo, el gobierno se hizo cargo de los estipendios, si bien a una tasa decreciente, que los antiguos daimyo pagaban a sus samurai. El impuesto agrario suministró el grueso de los ingresos para el pago del interés y el capital de los bonos gubernamentales así como los estipendios de los antiguos samurai.

De este modo, la tesorería estatal se convirtió en el mecanismo de transmisión del excedente económico extraído del campesinado a una burguesía industrial-financiera en desarrollo salida de la antigua nobleza feudal y de la vieja clase mercantil. Para 1880, el 44 por ciento de las acciones de los bancos nacionales japoneses pertenecía a los antiguos daimyo, y casi una tercera parte a antiguos samurai. Estos bancos procedieron a financiar el rápido desarrollo de la industria japonesa.

El papel central que desempeñó la tesorería estatal en la industrialización inicial de Japón, paradójicamente, también fue un resultado de las restricciones que impusieron las potencias imperialistas occidentales sobre la política económica japonesa. Bajo la amenaza de la acción militar estadounidense y británica, a finales de la década de 1850 y principios de la de 1860 el shogunato Tokugawa firmó tratados comerciales desiguales que le prohibían a Japón cobrar tarifas de más del cinco por ciento del valor de las importaciones occidentales. El gobierno Meiji era, por lo tanto, incapaz de proteger sus industrias recién desarrolladas detrás de barreras arancelarias altas, como hicieron Estados Unidos y Alemania a finales del siglo XIX. En lugar de ello, la clase dominante japonesa tuvo que recurrir a la propiedad estatal directa y a los subsidios.

El historiador económico estadounidense G.C. Allen afirmó: "No hubo casi ninguna industria japonesa importante de tipo occidental durante las últimas décadas del siglo XIX que no debiera su establecimiento a la iniciativa estatal" (A Short Economic History of Modern Japan [Breve historia económica del Japón moderno], 1981). Para el fin del siglo, casi todas las empresas industriales y demás bienes de propiedad estatal habían sido vendidos, usualmente a precios nominales, a empresarios políticamente favorecidos. Los más exitosos de ellos formaron los zaibatsu, los grandes imperios industriales-financieros como Mitsubishi y Mitsui que terminaron por dominar la economía japonesa y siguen dominándola.

Así como el Japón Meiji vio el ascenso de una nueva clase de capitalistas industriales-financieros, también vio el ascenso de una nueva clase de explotadores agrarios. Conforme números cada vez mayores de campesinos eran incapaces de cumplir con el pago de impuestos o de pagar sus deudas con tasas de interés de usura, fueron forzados a vender una parte o la totalidad de su tierra, típicamente a campesinos ricos o a mercaderes-prestamistas de las aldeas. Muchos se vieron forzados a mandar a sus hijas a trabajar para los fabricantes textiles de las ciudades, suministrando así la mano de obra para la temprana industria japonesa. Un avance del salario de estas hijas era prestado a sus familias para que cumplieran con su carga de impuestos. El pago de estos préstamos y de sus intereses, junto con el sustento y alojamiento de las hijas, consumían la mayor parte de los salarios, si no es que más de la totalidad, forzando a las familias rurales a endeudarse aún más. Para 1903, el 44 por ciento de la tierra cultivable de Japón era laborada por campesinos arrendatarios que pagaban con más del 50 por ciento de su cosecha, usualmente en especie, como renta a los terratenientes.

Aquí debe enfatizarse que la clase terrateniente de principios del siglo XX en Japón no venía en su mayor parte de la vieja nobleza feudal. Una estudiosa estadounidense de la historia agraria japonesa explicó:

"Aunque muchos de los antiguos daimyo seguían siendo ricos y como miembros de la Cámara de los Pares obtuvieron una voz directa en el sistema político a partir de 1890, ya no eran una aristocracia terrateniente con el poder de controlar los asuntos locales.... Invertían en tierras forestales, en nuevas empresas industriales y, quizás más que nada, en la banca. Incluso si parte de su ingreso venía de la agricultura, en general era una parte pequeña, muy superada por sus otros intereses. Ya no ejercían el control político sobre la tierra que poseían, y aunque estaban representados en la Cámara de los Pares, este organismo nunca fue el centro del poder político."

—Ann Waswo, Japanese Landlords: The Decline of a Rural Elite [Terratenientes japoneses: El declive de una élite rural] (Berkeley: University of California Press, 1977)

La cámara baja de la Dieta, que aprobaba el presupuesto gubernamental, era elegida por los propietarios masculinos más ricos.

Una nueva clase terrateniente resultó de la diferenciación económica del campesinado y otros sectores de la pequeña burguesía rural. En la década de 1930, un académico estadounidense de visita en Japón describió desdeñosamente a los típicos terratenientes japoneses como "nuevos comerciantes, dueños de posadas y burdeles, amos de cuadrillas de reparación de caminos y personas de estatus similar" (citado en ibíd.). Además, los terratenientes más ricos reinvirtieron cada vez más las rentas recaudadas de los campesinos arrendatarios en depósitos bancarios, bonos gubernamentales y acciones de corporaciones. Para la década de 1920, las familias más ricas del Japón rural obtenían tanto o más ingreso de sus bienes financieros como de sus propiedades agrícolas.

Así, la clase terrateniente en el Japón de entreguerras no era en ningún sentido feudal ni semifeudal, sino que estaba totalmente integrada económicamente, y en muchos casos socialmente, en la economía urbana industrial dominante.

La Constitución Meiji de 1889

Si bien la Restauración Meiji fue una revolución desde arriba, necesariamente produjo profundas reverberaciones desde abajo, despertando entre los campesinos y jornaleros urbanos expectativas de una vida mejor y más libre. Las dos décadas siguientes fueron un periodo de gran turbulencia política y social.

Por primera vez en la historia japonesa, las mujeres se rebelaron contra su sometimiento tradicional y exigieron derechos democráticos. Muchas aldeas y municipalidades establecieron consejos locales, y se permitió que las mujeres fueran candidatas (siempre que tuvieran el permiso de sus esposos). Mujeres combativas recorrían el país dando discursos exigiendo el sufragio, el control natal y el derecho a la herencia.

Las fuerzas del radicalismo social encontraron su principal expresión organizada en el Movimiento de los Derechos del Pueblo, que exigía un gobierno democrático y representativo. La agitación rural en torno a este movimiento llegó a su clímax en 1884, en una rebelión en el distrito montañoso de Chichibu en el centro de Japón, al noroeste de Tokio. Los campesinos saquearon las casas de los prestamistas, tomaron por asalto las oficinas del gobierno para destruir los archivos de deudas e intimidaban a los ricos para que hicieran donaciones de ayuda a los pobres. El levantamiento fue aplastado por el ejército y poco después el Movimiento de los Derechos del Pueblo fue roto mediante una combinación de represión estatal y el éxito del gobierno en comprar a varios de sus dirigentes.

La consolidación de un aparato estatal represivo fuerte sentó la base política para la Constitución Meiji de 1889, basada en el modelo de la Alemania imperial. Los ministros de gobierno eran nombrados por el emperador (en realidad por los oligarcas Meiji que actuaban en nombre del emperador), no por el partido mayoritario en la Dieta.

Tomando el concepto de ie (sistema familiar doméstico) como base para una nueva estructura social jerarquizada, el Código Civil de 1898 adoptó como su fundamento los valores de base confuciana de la clase samurai. En la cima estaba el emperador como cabeza de la nación entera y, correspondientemente, el marido era el gobernante absoluto de su familia individual. La primogenitura era obligatoria para todas las clases. Las esposas eran tratadas como menores de edad, y el código insistía en que "los lisiados, los discapacitados y las esposas no pueden emprender ninguna acción legal." A las mujeres se les prohibía participar en actividades políticas. Sin embargo, las mujeres obreras constituían la columna vertebral de la economía industrial en desarrollo, especialmente en la industria textil, que producía 60 por ciento de las divisas en la última parte del siglo XIX y en la que las mujeres formaban entre el 60 y el 90 por ciento de la fuerza de trabajo.

El sistema imperial incorporado en la constitución no era una institución feudal remanente que representara los intereses de la nobleza terrateniente (que ya no existía en absoluto). En lugar de ello, la autoridad tradicional y el aura mística que rodeaban al emperador ahora eran usadas para legitimar un aparato estatal que actuaba en primer lugar para proteger y avanzar los intereses de los capitalistas industriales y financieros, representados en su cima por los zaibatsu.

La Primera Guerra Mundial y la industrialización

La Primera Guerra Mundial cambió la estructura de la economía y de la clase obrera japonesas, mientras que la Revolución Bolchevique de 1917 cambió el carácter político de la izquierda japonesa. Antes de 1914 el sector industrial pesado de Japón, estrechamente vinculado con el ejército, seguía dependiendo del apoyo financiero del gobierno. Japón exportaba bienes manufacturados ligeros — principalmente tejidos de algodón y seda— e importaba maquinaria industrial y la mayor parte de su acero de Europa y Estados Unidos.

La guerra alteró totalmente el patrón del comercio mundial, permitiendo a Japón ascender al primer rango de países capitalistas industriales. Como señaló el académico marxista japonés Takahashi Masao:

"Al estar las naciones europeas enteramente dedicadas al esfuerzo bélico, las arterias del intercambio de bienes de la economía mundial se detuvieron por completo....

"Aunque hubo una gran diferencia en el alcance y el grado de su industrialización, tanto Estados Unidos como Japón pudieron desarrollar sus economías rápida y extensamente. Estaban en una posición similar en tanto que ambos pudieron desarrollar el tipo de manufactura para la que antes habían dependido de Europa. Y así funcionaron como los proveedores de productos industriales en las áreas subdesarrolladas, así como de bienes diversos para las naciones beligerantes."

Modern Japanese Economy Since the Meiji Restoration [La economía japonesa moderna desde la Restauración Meiji] (1967)

Entre 1914 y 1921, la producción de acero japonés se duplicó; el valor de la producción de motores eléctricos aumentó de 9 a 34 millones de yenes. En general, ¡la producción industrial se multiplicó casi cinco veces!

Esto trajo consigo un cambio correspondiente en el peso social y el carácter de la clase obrera japonesa. La proporción de fuerza de trabajo manufacturera involucrada en la industria pesada, que se caracteriza por fábricas a gran escala, aumentó de un 13.6 por ciento en 1910 a un 24.2 al final de la guerra. Para principios de la década de 1920 había un vasto proletariado industrial permanentemente urbanizado, mayoritariamente masculino, empleado en acereras, astilleros, fábricas de químicos, fábricas de autos y tractores, etc. Sin embargo, Japón fue el único de los grandes países capitalistas industriales en el periodo de entreguerras en el que luchas campesinas contra los terratenientes fueron una arena importante de conflicto social.

Los cambios en la composición de la mano de obra, combinados con la inflación que acompañó la expansión industrial de la Primera Guerra Mundial, resultaron en un estallido de combatividad obrera y descontento social que culminó en los "disturbios del arroz" de 1918. El precio del arroz se duplicó de 1917 a 1918, y después de que las esposas de los pescadores de la prefectura de Toyama asaltaron las tiendas de arroz en agosto de 1918, los disturbios del arroz se extendieron a todo el país. El gobierno movilizó tropas para sofocar los motines, matando a más de 100 manifestantes. El aumento del descontento llevó a un movimiento de masas por el sufragio universal. El impuesto que se exigía de los votantes fue reducido en 1919 (lo que aumentó el padrón de electores de uno a tres millones), pero el gobierno se negó a conceder el sufragio universal. Las huelgas y el descontento laboral también se extendieron, y los socialistas japoneses empezaron a ganar influencia en algunos de los grandes sindicatos japoneses.

Los primeros comunistas japoneses

Los primeros socialistas japoneses eran cristianos en su mayoría y estaban confinados a pequeños grupos de propaganda. Después de 1906 se desarrolló una corriente anarcosindicalista, pero su militancia colaboraba periódicamente con el movimiento socialista de mentalidad más reformista. En 1910 el más prominente de los anarquistas, Kotoku Shusui, y 26 de sus partidarios fueron arrestados y acusados de conspirar para asesinar al emperador y su familia. Tras el llamado Juicio de la Gran Traición, Kotoku y otros once, incluyendo a su compañera Kanno Suga, fueron ejecutados en 1911. Después de esto la izquierda organizada prácticamente dejó de existir.

Katayama Sen, un dirigente del ala evolucionista y pacifista del socialismo japonés, había pasado un tiempo en Estados Unidos y regresó allá en 1914. Ahí trabajó con el Partido Socialista, tomó un interés especial en la lucha contra la opresión de los negros y con el tiempo fundó la Liga de Socialistas Japoneses. Ganado a la bandera del bolchevismo tras la Revolución Rusa, Katayama envió a varios miembros de la Liga de vuelta a Japón para ayudar a fundar el Partido Comunista Japonés. A finales de 1921 él mismo fue a Moscú, donde desempeñó un papel importante en los tratos de la Comintern con Japón a partir de 1922. Sin embargo, el grado en el que Katayama rompió con sus orígenes cristianos y pacifistas sigue siendo cuestionable. Durante la degeneración estalinista, apoyó cada giro y cada viraje de la burocracia con una lealtad incansable. En 1928, Trotsky escribió: "A decir verdad, Katayama es, por sí mismo, un malentendido total.... Sus concepciones forman un progresismo coloreado muy ligeramente de marxismo" ("¿Quién dirige hoy la Internacional Comunista?", septiembre de 1928). Pese a todo, los partidarios que ganó en Estados Unidos desempeñaron un papel importante en los primeros tiempos del movimiento comunista japonés.

Sin embargo, el núcleo de la dirección de los primeros tiempos del PCJ vino de anarcosindicalistas como Yamakawa Hitoshi, Sakai Toshihiko y Arahata Kanson, que empezaron a propagar el bolchevismo (como ellos lo entendían) ya en mayo de 1919. A ellos se unieron no sólo los seguidores de Katayama, sino también reclutas estudiantiles individuales que provenían de una corriente académica marxista que floreció tras la Primera Guerra Mundial y que el gobierno toleró durante la mayor parte de la década. Pese a la autoridad que habían ganado los anarcosindicalistas en el movimiento sindical después de la guerra, los primeros comunistas tenían raíces muy tenues en la clase obrera.

En abril de 1918, Japón fue el primer país imperialista que invadió al primer estado obrero del mundo. Sus tropas fueron las últimas en irse en noviembre de 1922, e incluso entonces Japón mantuvo el control de la Isla Sajalin; sólo accedió a retirar sus tropas del norte de Sajalin en 1925, cuando finalmente se establecieron relaciones diplomáticas con la Rusia soviética. Japón siguió controlando el sur de Sajalin hasta que sus tropas fueron expulsadas por el Ejército Rojo al final de la Segunda Guerra Mundial.

Aunque los bolcheviques se esforzaron por establecer contacto con los militantes japoneses atraídos a la bandera de la Revolución Rusa, la intervención militar extranjera y la Guerra Civil, que asolaban el lejano oriente ruso, hicieron este contacto extremadamente difícil. Además, originalmente Yamakawa y Sakai estaban reticentes a establecer contacto con la Comintern; temían atraer la atención de la muy eficiente policía secreta japonesa. No fue sino hasta abril de 1921 —cuando el comunista coreano Yi Chung-rim, que había estudiado en la Universidad Meiji, fue enviado a Tokio por la IC— que Yamakawa accedió a establecer un "Comité Preparatorio" para un Partido Comunista japonés. En ese momento, los comunistas japoneses constituían un círculo laxo que se entremezclaba con los anarcosindicalistas.

La apertura de los archivos de la Comintern en Moscú ha hecho accesible una abundancia de nuevo material sobre el Partido Comunista Japonés que esclarece los primeros años del partido, por ejemplo el Manifiesto del Comité Preparatorio del PCJ de abril de 1921, redactado por Yamakawa en colaboración con el protegido de Katayama, Kondo Eizo. El Manifiesto de 1921 deja claro que los primeros comunistas japoneses consideraban que la Restauración Meiji había sentado las bases para un Japón capitalista y no se adherían a un esquema etapista.

La primera delegación del medio socialista-anarquista japonés no llegó a Moscú sino hasta finales de 1921. Esta delegación acudió a participar en el I Congreso de Trabajadores del Lejano Oriente, que tuvo lugar en enero-febrero de 1922. El congreso incluía no sólo a comunistas, sino también a fuerzas nacionalistas burguesas (el Guomindang chino estaba presente), periodistas y otras fuerzas diversas. Una comisión compuesta por Bujarin, Zinóviev y Stalin fue nombrada por el Buró Político ruso para dirigir el congreso. Zinóviev presidió el evento y desempeñó en él un papel muy público. Bujarin ayudó a redactar y presentar la resolución sobre Japón. Stalin se reunió con la delegación japonesa y se le atribuye, al menos en un informe, el haber sido uno de los que ganaron a algunos de los anarcosindicalistas. Stalin conservó su interés en el Lejano Oriente por el resto de la década, y es claro que trabajó estrechamente con Bujarin al desarrollar el dogma de la "revolución por etapas" y en imponérselo a los partidos comunistas de Oriente.

El congreso se celebró en vísperas del primer ataque de apoplejía de Lenin y justo cuando Stalin, Zinóviev y Kámenev estaban empezando a establecer su alianza contra Trotsky. La escuela zinovievista de la política como grandilocuencia y maniobra estaba infectando a la Comintern. Sin embargo, aún no había triunfado. Las "Tareas de los comunistas japoneses" adoptadas en el congreso afirman claramente que "Una dictadura proletaria, el reemplazo de la monarquía militar-plutocrática con el poder de los soviets: ésa es la meta del Partido Comunista." Al mismo tiempo, la resolución afirmaba que "la configuración de las fuerzas de clase en Japón nos permite esperar el éxito de un derrocamiento radical democrático" y argumentaba que el PCJ se orientara de acuerdo a esto.

Las resoluciones y los procedimientos del I Congreso de Trabajadores del Lejano Oriente introdujeron cierta ambigüedad en cuanto a las tareas de los partidos comunistas de Asia, pero esto no significó de ningún modo el esquema completo de la "revolución por etapas". La dirección de la IC no reconoció que la disrupción del comercio con Europa durante la Primera Guerra Mundial había llevado no sólo a una expansión de la base industrial de Japón, sino también al desarrollo de un floreciente proletariado industrial en países coloniales y semicoloniales como China y la India. Así, el informe central sobre la cuestión nacional y colonial, a cargo de G. Safárov, se basaba en la premisa de que en la mayoría de los países orientales el proletariado no tenía el peso social para desempeñar un papel dirigente en un levantamiento revolucionario. Japón se reconocía como una excepción a este patrón: un país imperialista plenamente desarrollado cuyo proletariado era la clave para la liberación de todo el Oriente. Safárov insistió en que el proletariado japonés debía aliarse con las naciones que luchaban por liberarse del imperialismo japonés, y llamó por la absoluta independencia política del proletariado frente a las fuerzas nacionalistas-burguesas con las que podría colaborar.

El Partido Comunista Japonés y la "revolución por etapas"

El Partido Comunista Japonés se fundó formalmente en julio de 1922, unos seis meses después de que el Congreso de Trabajadores del Lejano Oriente completara su trabajo. Un mes después, en agosto de 1922, la Comintern decidió que el joven Partido Comunista de China debía entrar al Guomindang. Tres meses después, en noviembre, durante el IV Congreso de la Internacional Comunista, Bujarin redactó un proyecto de programa del partido japonés que no mencionaba la Restauración Meiji, ni mucho menos trataba de evaluar su importancia. Bujarin escribió:

"El capitalismo japonés todavía muestra características de relaciones feudales anteriores. La mayor parte de la tierra se encuentra hoy en manos de grandes terratenientes semifeudales....

"Se manifiestan remanentes de relaciones feudales en la estructura del estado, que es controlado por un bloque que consiste en una parte definida de los capitalistas mercantiles e industriales y de los grandes terratenientes. El carácter semifeudal del poder estatal se muestra claramente en el papel importante y dirigente de los pares y en las características básicas de la constitución. En estas condiciones, la oposición al poder estatal emana no sólo de la clase obrera, los campesinos y la pequeña burguesía, sino también de un gran segmento de la burguesía liberal, que se opone al gobierno existente."

—"Proyecto de plataforma del Partido Comunista Japonés", noviembre de 1922, publicado en George M. Beckmann y Okubo Genji, The Japanese Communist Party, 1922-1945 [El Partido Comunista Japonés, 1922-1945] (Stanford: Stanford University Press, 1969)

El programa luego insistía:

"El partido de la clase obrera no puede mantenerse indiferente a una lucha contra el gobierno imperial, aunque esta lucha sea conducida bajo consignas democráticas. La tarea del Partido Comunista es intensificar constantemente el movimiento general, enfatizar todas las consignas y ganar la posición dominante en el movimiento durante la lucha contra el gobierno existente.

"Sólo después de que esta primera tarea directa haya sido completada y algunos de los antiguos aliados hayan empezado a acercarse a la clase y los grupos derrotados deberá el Partido Comunista luchar por impulsar la revolución, profundizarla y realizar esfuerzos hacia la adquisición del poder por consejos de obreros y campesinos."

Ibíd.

Sin embargo, las historias estándares del comunismo japonés no mencionan que hubo otro proyecto de programa del PCJ escrito dos meses antes que el de Bujarin. Este proyecto (publicado como apéndice al presente artículo en Spartacist [edición en inglés] No. 58, primavera de 2004) fue redactado en Japón por Arahata y Sakai. Los autores llamaron a Japón "la Alemania de Oriente", y su programa empieza con una clara afirmación de que "El Partido Comunista de Japón, una sección de la III Internacional Comunista, es un partido político proletario ilegal cuyo objetivo es el derrocamiento del régimen Capitalista mediante el establecimiento de la Dictadura del Proletariado basada en el Poder Soviético." Aquí no hay ni rastro de etapismo.

El proyecto de Bujarin trata al programa democrático que promueve como un programa temporal para el Partido Comunista durante la lucha para derrocar al "gobierno existente". ¡Como si cubriéndose a sí mismo con ropajes democráticos el PCJ hubiera podido engañar a un ala de la rabiosamente anticomunista burguesía japonesa para que colaborara con él! El borrador de Arahata y Sakai, en cambio, correctamente (si bien de manera abstracta) llama por combinar la lucha por derechos democrático-burgueses con la lucha por la revolución proletaria para derrocar al sistema capitalista en su conjunto.

El proyecto de 1922 de Bujarin fue recibido con oposición significativa en el PCJ y nunca fue adoptado oficialmente por el partido. En mayo de 1923, Arahata preparó un informe para el III Pleno Ampliado del Comité Ejecutivo de la Comintern (CEIC) celebrado en junio, que describe la disputa que se desarrolló en el PCJ en torno al borrador de Bujarin. Este informe fue publicado en ruso en El VKP(b), la Comintern y Japón, 1917-1941 y, hasta donde sabemos, no ha estado disponible previamente para estudiosos del comunismo japonés.

Como es evidente del informe de Arahata, al menos parte de la oposición al borrador de Bujarin se debió a prejuicios anarcosindicalistas residuales. Habiendo participado activamente en una serie de huelgas cada vez más violentas en 1921 y 1922, el PCJ siguió colaborando con los anarcosindicalistas en la Sodomei, la principal federación sindical. Los cuadros que pasaron a formar al PCJ habían ignorado la lucha por el sufragio universal; la cuestión de si apoyar siquiera la demanda del sufragio estuvo en debate en el partido hasta finales de 1923 (cuando Yamakawa finalmente abandonó su oposición a dicha demanda). Aparentemente también había impulsos reformistas en acción: Sakai al menos no quería plantear la demanda por la abolición del sistema imperial por temor de que ello acarreara mayor represión estatal contra el joven partido.

Los documentos de la Comintern recientemente hechos disponibles dejan en claro que las heterogéneas fuerzas que se unieron para formar al PCJ jamás se cohesionaron en un colectivo real. El debate temprano entre elementos probolcheviques y anarcosindicalistas nunca se llevó a una conclusión; tampoco se resolvió jamás la disputa sobre el sufragio universal. La lección decisiva de la Revolución Rusa —la necesidad de un partido programáticamente homogéneo de revolucionarios profesionales— claramente no fue asimilada por los dirigentes del PCJ en sus inicios. El partido no tenía un órgano central que presentara la línea del partido; lo más cercano era Zen'ei (Vanguardia), que sólo publicaba artículos firmados y era visto como la responsabilidad personal de Yamakawa. Las enemistades personales a menudo se traslapaban con las disputas políticas y enturbiaban las cuestiones. El joven PCJ necesitaba desesperadamente educación y ayuda para librar las luchas para resolver las diferencias y forjar una línea política y a cuadros comprometidos con su ejecución. Pero en 1922-23 la IC ya estaba empezando su deslizamiento hacia la degeneración y no proporcionaba el tipo de claridad política que le había dado al joven y fraccionalista movimiento comunista estadounidense de 1919 a 1922 (ver James P. Cannon and the Early Years of American Communism: Selected Writings and Speeches, 1920-1928 [James P. Cannon y los primeros años del comunismo estadounidense: Escritos y discursos selectos], Nueva York: Prometheus Research Library, 1992).

Si bien Japón no era "semifeudal", la naturaleza no democrática de su transición del feudalismo al capitalismo siguió reverberando en una miríada de formas. El gobierno prometió introducir el sufragio universal masculino para finales de 1923; la ley no fue promulgada sino hasta 1925 y el voto sólo le fue concedido a los hombres mayores de 25 años. Al mismo tiempo hubo un aumento en las medidas represivas. La Ley de Preservación de la Paz de 1925 hizo ilegal participar en cualquier organización con el "objetivo de alterar la organización política nacional o la forma de gobierno, o negar el sistema de la propiedad privada" (citado en Beckmann y Okubo, op. cit.). Una resolución del Consejo Imperial motivó así la nueva ley: "Dado que la entrada en vigor del sufragio universal resultará en un empeoramiento de ideas peligrosas, el gobierno debe establecer y llevar a cabo leyes y reglamentos para el control rígido [de ideas peligrosas] y debe aplicarse para impedir abusos y prácticas malignos" (citado en Peter Duus, Party Rivalry and Political Change in Taisho Japan [Rivalidades partidistas y cambio político en el Japón Taisho], 1968). La Ley de Preservación de la Paz fue la base legal para la perversa represión contra el PCJ hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Dado que el legado feudal da forma a tantos aspectos del orden burgués japonés, el peso de las demandas democráticas es necesariamente mayor en el programa revolucionario proletario. Desde su formación en 1988, el Grupo Espartaquista de Japón ha llamado por la abolición del sistema imperial y el establecimiento de una república obrera en Japón (nuestra sección británica también llama por la abolición de la monarquía y una federación de repúblicas obreras en las Islas Británicas). Desafortunadamente, la idea de una república obrera, una consigna que había sido planteada por el revolucionario irlandés James Connolly tan temprano como 1898, parece haber estado ausente del léxico de la joven Internacional Comunista.

La orientación de la IC al "partido obrero y campesino" y la liquidación del PCJ

Las líneas políticas se enturbiaron todavía más en 1923 debido a la insistencia de la dirigencia de la IC sobre que el JCP formara un partido "obrero y campesino" legal, que debía incluir representantes de la burguesía liberal. Esto fue parte de una orientación general hacia tales partidos, incluso en Estados Unidos, impulsada por la Comintern bajo el liderazgo de Zinóviev. El modelo de este partido obrero y campesino era el Guomindang nacionalista burgués de Chiang Kai-shek (una versión del cual era propuesta por la dirigencia de la IC para Japón) que ahogó en sangre a la Revolución China de 1925-27.

Desde el principio Trotsky luchó contra la perspectiva del partido "de dos clases". En 1928 sometió a la mala dirigencia del movimiento comunista mundial a un ataque mordaz y extenso en su Crítica del Programa de la Internacional Comunista de Bujarin. La Crítica de Trotsky, un documento definitorio del trotskismo mundial ahora conocido como La Internacional Comunista después de Lenin o Stalin, el gran organizador de derrotas, contiene una sección importante, "Sobre la idea reaccionaria de los partidos obreros y campesinos bipartitos para Oriente":

"El marxismo siempre ha enseñado, y el bolchevismo ha confirmado esta enseñanza, que el proletariado y el campesinado son dos clases diferentes, que es incorrecto identificar sus intereses, de cualquier manera que sea, dentro de la sociedad capitalista, que un campesino no puede adherirse a un partido comunista más que en la medida en que pase del punto de vista del propietario al del proletariado....

"Cuanto más joven es el proletariado, cuanto más recientes e íntimos son sus 'lazos' de parentesco con el campesinado, cuanto más grande es la proporción de la población que constituye este último, más importancia cobra la lucha contra toda alquimia política 'bipartita'. En Occidente, la idea de un partido obrero y campesino es sencillamente ridícula. En Oriente, es funesta. En China, en la India, en el Japón, es el enemigo mortal no solamente de la hegemonía del proletariado en la revolución, sino también de la autonomía más elemental de la vanguardia proletaria."

Arahata intervino en el Pleno del CEIC de junio de 1923 contra la perspectiva de formar un partido obrero y campesino legal en Japón. Zinóviev respondió: "Insistiremos en que los camaradas japoneses aprendan una lección del Partido Comunista de Estados Unidos y traten de organizar un partido comunista legal en Japón." El movimiento comunista estadounidense había pasado a la clandestinidad en respuesta a una ola de arrestos y deportaciones en 1919-20 conocida como las "Redadas Palmer", pero las condiciones regresaron rápidamente a las normas de la democracia burguesa conforme la clase dominante estadounidense se dio cuenta de que su dominio no estaba amenazado fundamentalmente. El partido legal formado por los comunistas estadounidenses en diciembre de 1921 era el Partido Obrero, que tenía un programa abiertamente comunista. (El Partido Obrero estadounidense también pasó a seguir las directivas de la IC en 1923 y participó en la fundación de un efímero Partido Agricultor-Laborista [Farmer-Labor Party] sobre la base de un programa populista.)

Respondiendo a Zinóviev, Arahata argumentó correctamente: "El caso del partido estadounidense no es el mismo que el nuestro.... Nuestro partido es una organización secreta no porque queramos el trabajo clandestino, sino porque la situación nos obliga a serlo" (transcripción del discurso de Arahata del 14 de junio de 1923, en los archivos de la Comintern en el Archivo Estatal Ruso de Historia Sociopolítica). En 1923 Japón no era una democracia burguesa, ni estaba a punto de serlo. El gobierno prometió introducir el sufragio expandido ese año, pero la primera elección llevada a cabo bajo el sufragio universal (masculino) no ocurrió sino hasta 1928. Un Partido Comunista legal no era posible. En efecto, un partido legal ni siquiera podía llamar por la abolición del sistema imperial.

Como si se mofara de la fatua observación de Zinóviev, el gobierno japonés golpeó con una ola de arrestos de comunistas japoneses en junio de 1923, en la víspera de una reunión en Tokio entre el diplomático soviético Adolf Ioffe y representantes del gobierno japonés. La severa represión detuvo en seco la discusión del proyecto de programa de Bujarin. Ioffe había tenido cuidado de no involucrarse con el PCJ (la dirigencia bolchevique había desarrollado una separación correcta y necesaria entre las actividades revolucionarias de la Comintern y la diplomacia del estado soviético). Pero los arrestos claramente tenían por propósito enviar un mensaje de hostilidad a cualquier influencia roja en Japón. En ese entonces, poderosos círculos burgueses se oponían a toda negociación con el estado soviético. A pesar de que Ioffe permaneció en Tokio durante varios meses más, sus negociaciones fueron infructuosas.

Unos cuantos comunistas japoneses prominentes lograron escapar el arresto y salir de Japón; luego establecieron un Buró Japonés en Vladivostok en agosto de 1923 con la aprobación de la Comintern. De hecho, un centro en el exilio era una necesidad vital continua para el PCJ. El partido necesitaba una dirigencia colectiva fuera del alcance del estado japonés para producir un periódico regular en japonés, como los marxistas revolucionarios rusos habían hecho en un periodo anterior el periódico Iskra (Chispa) y la revista teórica Zarya (Amanecer) para meterlos de contrabando al imperio zarista desde el exilio europeo. Un centro estable del PCJ en el exilio habría podido organizar el debate político, reunir información y mantener contacto con quienes operaban clandestinamente en Japón. El debate político constante acerca del trabajo real del partido es un aspecto crucial del forjamiento de partidos comunistas revolucionarios.

Sin embargo, el Buró Japonés de la IC apenas había empezado a funcionar cuando un horrible terremoto devastó gran parte de Tokio el 1o de septiembre de 1923. En su secuela, el país fue sacudido por pogromos en los que más de 6 mil coreanos y cientos de chinos fueron masacrados. Los comunistas, anarquistas y dirigentes obreros fueron cazados y asesinados; algunos fueron asesinados en las estaciones de policía. Esto fue seguido por una ola de arrestos de dirigentes izquierdistas y obreros. Inmediatamente después, la Comintern tomó la criminal decisión de ordenar el regreso a Japón de la mayoría de los cuadros japoneses en Vladivostok, liquidando así al Buró Japonés y destruyendo cualquier posibilidad de establecer una base política y organizativa estable para el PCJ.

En ese entonces, toda la atención de los dirigentes de la IC estaba enfocada en una revolución proletaria potencial en Alemania. Quienes tomaron la decisión de liquidar al Buró Japonés, conociendo la magnitud de la carnicería y los arrestos en Japón, desatendieron cruelmente la necesidad de crear y preservar una dirigencia del PCJ programáticamente coherente, como la que había sido forjada en el exilio por los marxistas rusos, primero bajo Plejánov y después por los bolcheviques bajo Lenin. Más preocupado por las iniciativas diplomáticas soviéticas que por la preservación de la dirigencia del PCJ, G. Voitinsky del Buró Oriental de la IC envió una directiva al partido que concluía:

"El acercamiento de Japón y la Rusia soviética tras la catástrofe debe ser convertido en la consigna más popular entre las masas de Japón, puesto que sólo de la Rusia soviética puede llegar ayuda generosa en la forma de materias primas necesarias para la producción japonesa. El partido debe plantear el acercamiento de Japón y Rusia como la alternativa a la esclavitud económica y política de Japón bajo el capital anglo-estadounidense."

—"Telegrama de directiva de G. Voitinsky al PCJ", 14 de septiembre de 1923, publicado en El VKP(b), la Comintern y Japón, 1917-1941

Los cuadros japoneses fueron enviados de vuelta a Japón sin ninguna confianza en que podrían tener impacto alguno. El representante del CEIC al Buró Japonés, I.I. Feinberg, escribió:

"Creo que es mejor enviar a los activistas a trabajar al país que mantenerlos desocupados en Vladivostok.

"A partir de la información que sí tenemos, está claro que el terremoto trajo las más severas consecuencias económicas y pondrá al Japón bajo la dependencia del capital extranjero.... Necesitamos tomar este hecho en cuenta en nuestras políticas. Creo que las instrucciones que preparamos se dirigen hacia este fin. La única pregunta es cómo hacerlas realidad. Hablando francamente, no soy muy optimista. Nuestras fuerzas en Japón todavía son muy débiles e inexpertas, así que no tiene sentido esperar gran cosa de ellos."

— "Carta de I.I. Feinberg a G.N. Voitinsky", 20 de septiembre de 1923, publicada en Ibíd.

Esta decisión criminal expuso al PCJ a la destrucción mediante olas repetidas de represión estatal.

Los comunistas japoneses, muchos de los cuales salieron de prisión justo antes del terremoto, no estaban en posición de dirigir ningún tipo de campaña pública. Los arrestos habían devastado al pequeño partido; la destrucción causada por el terremoto empeoró los problemas (por ejemplo, la prensa ilegal del partido fue destruida).

En lugar de seguir las instrucciones de la IC de aumentar su actividad pública, los dirigentes comunistas japoneses tomaron la decisión de liquidar al PCJ para concentrar sus esfuerzos en la formación de un partido obrero y campesino legal. Yamakawa, que según parece había dado para entonces un giro político de 180 grados al abandonar los prejuicios anarcosindicalistas que le quedaban a favor de la lucha por el sufragio universal y un enfoque parlamentarista, fue el inspirador ideológico de la liquidación. El PCJ se liquidó formalmente en marzo de 1924; no fue reconstituido sino hasta diciembre de 1926. Durante ese periodo, el movimiento comunista japonés funcionó en círculos laxamente coordinados, traslapándose con el medio marxista académico pero bajo la supuesta dirección de un buró central.

La Comintern se opuso a la liquidación del PCJ desde el momento en que las noticias llegaron a Moscú. Katayama y otros dirigentes de la IC se movilizaron para organizar a los oponentes de Yamakawa (entre los que se contaba, al menos inicialmente, Arahata) para restablecer al PCJ. Pero la liquidación era simplemente la conclusión política lógica de la insistencia de Zinóviev en que el PCJ se concentrara en la actividad política legal en la forma de un partido obrero y campesino. Durante el periodo de la liquidación los comunistas japoneses —tanto los partidarios de Yamakawa como los de la IC— se unieron a la Unión Campesina de Japón y a la federación sindical Sodomei en la formación de dos partidos obreros y campesinos. El primero fue disuelto por el gobierno inmediatamente después de su fundación. El segundo, el Rodo Nominto (Partido Obrero y Campesino), fue formado en marzo de 1926. La dirigencia reformista de la Sodomei se retiró del Rodo Nominto unos meses después, rehusándose a cooperar más con los comunistas, y formó su propio partido obrero y campesino. Esto dejó al Rodo Nominto como un grupo pantalla legal y "democrático" de los comunistas. Yamakawa y Sakai eran activos en el Rodo Nominto, al mismo tiempo que se rehusaban a unirse a cualquier esfuerzo para reconstituir al PCJ.

Sigue la controversia sobre la Restauración Meiji y la "revolución por etapas"

La controversia sobre el proyecto de 1922 de Bujarin nunca fue formalmente resuelta; sin embargo, el esquema etapista fue formalmente adoptado como el programa oficial del PCJ. Aun así, la naturaleza de la Restauración Meiji y la revolución venidera en Japón siguieron siendo una fuente de controversia. Fukumoto Kazuo, que obtuvo la dirigencia del movimiento comunista japonés en 1926-27, argumentó que la Constitución japonesa de 1889 (no la Restauración Meiji) constituía la revolución democrático-burguesa de Japón, aunque este hecho "fue hábilmente ocultado de las masas". Fukumoto señaló correctamente que la burguesía japonesa se había vuelto reaccionaria, y afirmó que el estado japonés "hoy día ha desarrollado en su interior el germen de la dictadura fascista". Un intelecto demasiado independiente para los gustos de Moscú, Fukumoto fue depuesto bajo la acusación falsa de ser "trotskista".

En 1927 la Comintern adoptó nuevas tesis programáticas sobre Japón. Una vez más, Bujarin fue su autor. Este documento voluminoso y contradictorio argumentaba: "La revolución de 1868 abrió el camino para el desarrollo capitalista en Japón. El poder político, sin embargo, se mantuvo en las manos de los elementos feudales." Ahora Bujarin tuvo que admitir que el periodo desde la Restauración Meiji había visto "la transformación del viejo estado japonés en un estado burgués". En contraste con el proyecto de programa de 1922, escribió que "Japón está gobernado por un bloque de la burguesía y los terratenientes —un bloque bajo la hegemonía de la burguesía—. Siendo ése el caso, se debe abandonar las ilusiones en que la burguesía pueda ser utilizada en forma alguna como un factor revolucionario, incluso durante la primera etapa de la revolución democrático-burguesa" ("Tesis sobre Japón adoptadas en la sesión del Presidium del Comité Ejecutivo de la Comintern el 15 de julio de 1927", en Beckmann y Okubo, op. cit.). Sin embargo, ¡las tesis de 1927 todavía fijaban como meta del PCJ una revolución democrático-burguesa que "crecería rápidamente hacia una revolución socialista"!

Las tesis de 1927 provocaron una escisión abierta con los comunistas fundadores Yamakawa, Sakai y Arahata, que formaron la Rono-ha (Fracción Obrera-Campesina). Ellos se oponían al esquema etapista, insistiendo en que la revolución venidera en Japón sería proletaria. Pero lejos de ser una oposición de izquierda al oportunismo estalinista, la fracción Rono-ha insistía en que la actividad de los comunistas japoneses se limitara al trabajo legal bajo la cubierta de un partido obrero y campesino. El debate entre Rono-ha y lo que llegó a ser conocido como Koza-ha (el partido oficial pro-Moscú) sobre el desarrollo y la naturaleza del capitalismo japonés siguió durante años y llenó miles de páginas. Pero está claro que la insistencia de Rono-ha en que la burguesía gobernaba Japón, si bien correcta, era en gran medida una justificación teórica para su negativa a llamar por la abolición del sistema imperial o involucrarse en cualquier otra actividad ilegal. Reconociendo que Rono-ha estaba dispuesta a mantenerse dentro de los límites establecidos por la burguesía japonesa, el estado permitió a los partidarios de Rono-ha funcionar legalmente hasta 1937, mientras reprimía salvajemente al PCJ. Arahata y Yamakawa desempeñaron papeles dirigentes en la formación del Partido Socialista Japonés bajo la ocupación estadounidense en 1945 (Sakai murió en 1933).

Incluso después de la escisión con Rono-ha, la cuestión de una estrategia etapista no se resolvió dentro del PCJ. En 1931, después de que Stalin purgara a Bujarin de la dirigencia de la IC y se embarcara en el aventurerismo sectario y las posturas de izquierda del Tercer Periodo, el PCJ desarrolló unas nuevas tesis programáticas que describían a la Restauración Meiji como "una revolución democrático-burguesa que preparó el camino para el desarrollo del capitalismo" y argumentaba que la venidera revolución japonesa sería una "revolución proletaria que involucre extensas tareas democráticas burguesas" ("Las tesis políticas del Partido Comunista Japonés, abril-junio de 1931", Ibíd.).

Sin embargo, el rastro de claridad proporcionado por las tesis de 1931 no duró mucho. Asustados por la invasión japonesa de Manchuria, los burócratas estalinistas en el Kremlin se rehusaron a abandonar la ilusión de que podía darse un régimen burgués en Japón más amistoso hacia los soviéticos. La IC exigió que las tesis de 1931 fueran desechadas. Las nuevas tesis sobre Japón adoptadas en 1932 argumentaban por el "derrocamiento de la monarquía a manos de la revolución popular victoriosa", tras la cual "la principal tarea del Partido Comunista será la lucha por el rápido desarrollo de la revolución democrático-burguesa hacia una revolución socialista" ("Tesis sobre la situación en Japón y las tareas del Partido Comunista, mayo de 1932", Ibíd.). Para entonces, la persecución estatal había devastado al PCJ a tal grado que prácticamente había dejado de existir. El partido fue revivido sólo en la secuela de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial.

¿Llevó a cabo la ocupación estadounidense una "revolución burguesa suplementaria" en Japón?

El PCJ utilizó el esquema etapista como parte de su justificación para apoyar inicialmente la ocupación posterior a la Segunda Guerra Mundial dirigida por el imperialismo estadounidense, que había arrojado indiscriminadamente bombas incendiarias sobre la mayoría de las principales ciudades de Japón y había arrasado a Hiroshima y Nagasaki con bombas atómicas. El humillante esfuerzo del PCJ por congraciarse con las autoridades aliadas representó también la continuación del apoyo que los partidos pro-Moscú alrededor del mundo le habían dado a la campaña de guerra de los imperialistas llamados "democráticos" después de que Alemania invadiera la URSS en 1941. El Partido Comunista de EE.UU. condenó a los obreros estadounidenses que se declararon en huelga durante la guerra como aliados de Hitler y el Mikado (el emperador) y apoyó el internamiento de los japoneses estadounidenses [en campos de concentración]. ¡En 1945 el PC estadounidense celebró el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki!

El PCJ vitoreó a las autoridades de la ocupación por movilizarse contra los llamados "elementos feudales" de la élite gobernante japonesa. A fines de 1945, el veterano cuadro del PCJ Yamamoto Masami se regocijó de que bajo la ocupación "las camarillas militares fueron eliminadas, las camarillas burocráticas finalmente estaban perdiendo su relativa independencia,...los llamados zaibatsu familiares también estaban empezando a ser disueltos e incluso la propiedad de la tierra de los terratenientes parasitarios estaba siendo tocada" (citado en Germaine Hoston, Marxism and the Crisis of Development in Prewar Japan [El marxismo y la crisis de desarrollo en el Japón antes de la guerra], Princeton: Princeton University Press, 1986). El PCJ mantuvo un enfoque conciliador hacia el general Douglas MacArthur y sus fuerzas de ocupación incluso después del inicio pleno de la Guerra Fría en 1947. Los estalinistas japoneses no llamaron por el fin de la ocupación sino hasta que Moscú los denunció públicamente por no hacerlo en 1950, y entonces lo hicieron en el nombre del nacionalismo japonés. En los años 70 el PCJ rompió tanto con Moscú como con Beijing a favor de la socialdemocracia abierta.

La noción de la ocupación estadounidense como alguna especie de revolución "democrática" sigue siendo el punto de vista predominante en la izquierda reformista japonesa. Hace algunos años la revista del Instituto de Investigación Trotsky (IIT) escribió:

"Las reformas de la posguerra que fueron llevadas a cabo por el ejército de ocupación estadounidense fueron, por un lado, reformas burguesas casi a fondo en un país que tenía una estructura industrial atrasada y un estado fuerte que estaba hambriento de invasiones y simultáneamente se encontraba en un estado de tumulto revolucionario. Era una situación en la que [en el periodo anterior a la guerra] los terratenientes gobernaban aldeas semifeudales, los obreros fabriles recibían salarios muy bajos y había una ausencia de derechos. Por otro lado, el ejército de ocupación estadounidense retiró de golpe el sistema imperial dictatorial, desatando un movimiento floreciente desde abajo, que posteriormente tuvo que suprimir por la fuerza para regresarlo al marco de un estado burgués. Así, debido a que la Restauración Meiji fue una 'revolución burocrática semiburguesa desde arriba' que impidió una revolución burguesa desde abajo, las reformas de la posguerra llevadas a cabo por el ejército de ocupación estadounidense fueron una 'revolución burguesa suplementaria desde arriba' para impedir una revolución socialista desde abajo. Así, Japón estableció un raro precedente contra la prognosis de Trotsky de que los países capitalistas atrasados tendrían que pasar por la experiencia de la revolución permanente para unirse al grupo de los países capitalistas avanzados."

—Nishijima Sakae, Torotsukii Kenkyu (Estudios sobre Trotsky), verano de 2001

El Instituto de Investigación Trotsky fue formado en 1990 principalmente por miembros de la Liga Comunista Revolucionaria de Japón (LCRJ), parte de la tendencia internacional seudotrotskista entonces dirigida por Ernest Mandel. Los mandelistas atrajeron a su mal nombrado proyecto antitrotskista a algunos intelectuales del PCJ, como Nishijima Sakae, que escribió el artículo citado arriba.

Durante la vida de Trotsky no hubo en Japón ningún grupo que se reclamara trotskista. Fue sólo bajo el impacto de la revolución política húngara de 1956 que elementos heterogéneos del PCJ e intelectuales marxistas independientes que se inclinaban hacia el trotskismo se unieron para formar la heterogénea LCRJ en 1957. Surgidos en el contexto del rabioso antisovietismo del Japón de la década de 1950 y sin ningún vínculo histórico con la Oposición de Izquierda Internacional de Trotsky, los "trotskistas" japoneses rechazaron el análisis de Trotsky de la burocracia [soviética] como una casta contradictoria y se rehusaron a defender militarmente a la URSS. Así, estaban fundamentalmente limitados desde el principio. Identificando incorrectamente al trotskismo con una simple oposición democrática al estalinismo, la LCRJ y sus aliados del PCJ en el IIT se unieron a la rabiosamente antisoviética burguesía japonesa en su celebración de la destrucción de la Unión Soviética y los estados obreros deformados de Europa oriental.

Antes de considerar lo que realmente sucedió en Japón bajo el régimen de la ocupación estadounidense del general MacArthur, primero es necesario dirigirnos a una confusión frecuente al nivel teórico. Los liberales y los socialdemócratas a menudo asignan la etiqueta de "revolución democrático-burguesa" o simplemente "revolución democrática" a cualquier levantamiento político que resulte en un cambio a un sistema parlamentario, sea efectuado por fuerzas externas o internas. Pero el concepto de una revolución burguesa en un país capitalista avanzado es una contradicción en los términos. Así, el levantamiento dirigido por los socialdemócratas en Alemania en noviembre de 1918 que derrocó al káiser Wilhelm II en la secuela de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial no fue una revolución democrático-burguesa, sino una revolución proletaria incipiente. La clase obrera no sólo exigió el derrocamiento del káiser, sino que creó consejos de obreros y soldados —soviets— por todo el país. Sin embargo, la dirigencia socialdemócrata en alianza con el alto mando del ejército y fuerzas paramilitares derechistas suprimieron sangrientamente los órganos del poder dual proletario y decapitaron a la vanguardia revolucionaria de la clase obrera alemana con el asesinato de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht. En la secuela se estableció un gobierno parlamentario (la República de Weimar), que duró hasta ser remplazado por el régimen nazi de Adolf Hitler en 1933. Los gobiernos sucesivos del káiser Wilhelm II, del dirigente socialdemócrata Friedrich Ebert y del fascista Adolf Hitler, todos representaban políticamente a la burguesía financiera e industrial alemana personificada por Siemens y Krupp.

En Italia y Alemania Occidental, así como en Japón, la ocupación militar dirigida por Estados Unidos después de 1945 trajo consigo gobiernos parlamentarios. A diferencia del sistema imperial japonés, el carácter burgués de los regímenes fascistas italiano y alemán era manifiesto, ciertamente para los marxistas, aunque Italia mantenía una monarquía. Mussolini y Hitler originalmente llegaron al poder bajo condiciones de frágiles regímenes parlamentarios estremecidos por una turbulencia social masiva. Sectores decisivos de las burguesías italiana y alemana apoyaron al movimiento fascista por miedo a la "revolución roja". Así, el magnate capitalista alemán Alfred Hugenberg, un antiguo director del grupo industrial Krupp, desempeñó un papel clave para instalar a Hitler como canciller.

El sistema imperial de Hirohito obviamente tenía un carácter político distinto al de los regímenes fascistas de Mussolini y Hitler. No sólo era derivado de la época feudal, sino que Japón nunca había experimentado la democracia parlamentaria. Sin embargo, el gobierno de Hirohito y el general Tojo representaba políticamente a los sectores dominantes del capital financiero e industrial japonés.

Ni el dominio económico ni la composición del escalón superior de la burguesía japonesa cambiaron bajo la ocupación estadounidense. Las autoridades de EE.UU. inicialmente hablaron de romper los zaibatsu, como parte de un plan para destruir cualquier posibilidad de que Japón reemergiera como una potencia industrial. Al final no se hizo nada en este sentido. La identificación convencional actual del capitalismo japonés con los nombres Mitsubishi, Mitsui, Sumitomo y otros testifica la continuidad de la clase dominante japonesa desde la era Meiji hasta el presente.

El régimen de la ocupación estadounidense también preservó la continuidad de la élite política civil japonesa (a diferencia de la militar). Hirohito siguió siendo emperador, aunque fue forzado a abjurar públicamente el reclamo al linaje divino. Yoshida Shigeru, el primer ministro durante la mayor parte de la ocupación y también durante los primeros años posteriores a la misma, había sido un diplomático de alto rango en el Japón imperial anterior a 1945, sirviendo como embajador en Gran Bretaña entre otros puestos. Los demás principales funcionarios japoneses bajo la ocupación tenían currículos profesionales similares al de Yoshida, si bien menos elevados.

Debajo del nivel de los funcionarios de gobierno más importantes, la burocracia estatal civil, incluyendo a su extenso aparato policiaco, fue preservada intacta y sirvió como la agencia administrativa que implementó las políticas del Cuartel General (CG) de MacArthur. Incluso miembros de la nefasta Tokko (Policía Especial de Seguridad), comúnmente conocida como la policía del pensamiento, simplemente fueron reasignados a otros ministerios. Sin duda muchos de ellos fueron clave para efectuar la "purga roja" llevada a cabo por las autoridades estadounidenses en los últimos años de la ocupación.

En Italia y Alemania Occidental, los cambios efectuados durante la ocupación dirigida por los estadounidenses estuvieron limitados principalmente a la superestructura política. No hubo cambios sustanciales en la base económica de estas sociedades. En Japón, sin embargo, el régimen de ocupación estadounidense llevó a cabo una reforma agraria que transformó a la masa de campesinos arrendatarios en pequeños y medianos propietarios agrícolas. Anunciando esta reforma a fines de 1945, MacArthur, un militarista estadounidense de derecha, declaró que "destruiría la servidumbre económica que ha mantenido esclavizados a los agricultores japoneses durante siglos de opresión feudal" (citado en R.P. Dore, Land Reform in Japan [Reforma agraria en Japón], Londres: Oxford University Press, 1959).

Como hemos visto, la mayoría de los izquierdistas japoneses, representados por el PCJ, desde hacía mucho sostenían que las formas feudales de explotación seguían predominando en la agricultura. Para hacer una estimación de la importancia específica de la reforma agraria de MacArthur es necesario considerar las políticas generales del régimen de ocupación estadounidense, especialmente en su interacción con la creciente Guerra Fría en el oriente de Asia, marcada por la Revolución China de 1949 y la Guerra de Corea de 1950-53.

La radicalización obrera y la ocupación estadounidense

La ocupación puede ser dividida en tres fases. La primera, "liberal", vio un alza masiva de radicalismo obrero. Ésta fue seguida por un periodo, llamado el "curso en retroceso" por los historiadores, de reacción política y represión combinadas con la austeridad económica. El periodo final, precipitado por el inicio de la Guerra de Corea en junio de 1950, marcó la formación de la alianza entre el imperialismo estadounidense y el renaciente imperialismo japonés contra la Unión Soviética y China.

La radicalización obrera fue precipitada en septiembre de 1945 por una huelga de prisioneros de guerra chinos y trabajadores forzados coreanos en las minas de Hokkaido. El gobierno japonés y los dueños de las minas contrataron matones para instigar ataques racistas, pero sus intentos de incitar a los obreros japoneses contra sus hermanos de clase chinos y coreanos fueron derrotados. Las valientes acciones de los mineros de Hokkaido provocaron una amplia ola huelguística. Para diciembre de 1946, el 92 por ciento de los mineros en Japón estaba sindicalizado. Un año y medio después del fin de la guerra, casi 4.5 millones de obreros estaban enrolados en los sindicatos, comparados con medio millón en el punto máximo anterior a la guerra.

El Partido Comunista era la única organización política importante en el Japón imperial que se había opuesto a la campaña imperialista hacia la colonización y la guerra mundial. Consecuentemente, sus dirigentes y cuadros salieron de la prisión o regresaron del exilio con una enorme autoridad moral que se extendía mucho más allá de la anterior base de apoyo del partido. Un historiador liberal estadounidense recuenta en su importante estudio de la ocupación:

"El hecho de que la resistencia más principista a la guerra había sido la de comunistas dedicados les dio a estos individuos un estatus considerable. Cuando Tokuda Kyuichi y varios cientos más de comunistas fueron liberados de la prisión, se volvieron celebridades y héroes instantáneos en una sociedad cuyos viejos héroes habían sido todos repentinamente derribados. Similarmente, la llegada de Nosaka Sanzo [dirigente del PCJ] en enero de 1946 después de un largo viaje desde China atrajo a una gran multitud. Él también obtuvo la bienvenida de un héroe; incluso conservadores, se dijo, participaron."

—John Dower, Embracing Defeat, Japan in the Wake of World War II [Abrazando la derrota: Japón en la secuela de la Segunda Guerra Mundial] (Nueva York: W.W. Norton & Co., 1999)

Las reuniones públicas que celebraban la liberación de los dirigentes del PCJ atrajeron a grandes números de descendientes de coreanos. El dirigente coreano del PCJ Kim Ch'on-hae desempeñó un papel central en la formación de la combativa organización coreana Chouren; viajó por todo el país exhortando a los coreanos a que se unieran a la Chouren y al PCJ. Activistas del PCJ ganaron la dirección de la federación sindical más combativa, la Sanbetsu. La clase obrera estaba claramente a la ofensiva. El aspecto más dramático y significativo del radicalismo obrero en este periodo fue la formación de comités de "control de la producción" que tomaron fábricas y desafiaron la autoridad tradicional de la gerencia y los propietarios. Un publicista liberal de izquierda estadounidense que visitó Japón en ese entonces escribió:

"En los primeros días de la ocupación la mayoría de las disputas se resolvían rápidamente, y usualmente con una victoria del sindicato. Los patrones estaban estupefactos por la derrota, desorganizados y vacilantes, temerosos de provocar la enemistad de las fuerzas de ocupación y, en algunos casos, sin duda aprensivos de sucesos revolucionarios."

—Miriam S. Farley, Aspects of Japan's Labor Problems [Aspectos de los problemas laborales de Japón] (Nueva York: The John Day Company, 1950)

La reforma agraria y la derrota de la radicalización de la posguerra

El programa de reforma agraria implementado por MacArthur estaba diseñado explícitamente para impedir que las masas rurales unieran fuerzas con la radicalización de la clase obrera urbana. El Primero de Mayo de 1946 tres millones de obreros y campesinos participaron en manifestaciones a nivel nacional. Con una crisis alimenticia creciente, los Comités Ciudadanos de Control de Alimentos estaban surgiendo en varias partes del país. El 19 de mayo se llevó a cabo un Día del Trabajo Alimenticio en Tokio, en el que 300 mil obreros y campesinos pobres rodearon la oficina del primer ministro y exigieron su renuncia.

Estos sucesos atemorizaron a las fuerzas de ocupación, que en respuesta se apresuraron a proyectar un programa de reforma agraria, que finalmente fue anunciado en octubre de 1946. Un tercio de toda la tierra cultivable en Japón (apenas por debajo de dos millones de cho, alrededor de dos millones de hectáreas) fue transferido de los terratenientes a los campesinos arrendatarios. Se exigió a los terratenientes que vendieran esa tierra al gobierno, el cual a su vez la revendió, al mismo precio que la había comprado, a sus arrendatarios u otros campesinos activos. El lado financiero de esta operación fue ampliamente facilitado por la alta tasa de inflación de entonces. Tanto el gobierno como los campesinos que le compraron la tierra pudieron pagar con yenes que se depreciaban rápidamente. La mayoría de los arrendatarios no necesitaron recurrir a préstamos a largo plazo, sino que pudieron comprar fácilmente la tierra con efectivo en el curso de uno o dos años.

La proporción de tierra cultivada bajo alguna forma de arrendamiento disminuyó del 45 al 10 por ciento. Y el número de campesinos puramente arrendatarios (es decir, los que no poseían tierra en absoluto) disminuyó del 28 al 5 por ciento de todos los campesinos. Así, se dio un cambio sustancial en la estructura de la propiedad de la tierra y una reducción en la plusvalía (renta e interés) extraída a los trabajadores rurales. Esto desactivó el descontento en el campo y permitió a MacArthur concentrarse en derrotar a la clase obrera en las ciudades.

Mientras tanto, en las ciudades el movimiento obrero y el gobierno japonés se dirigían hacia una confrontación importante. La situación económica siguió desintegrándose, con los precios de las necesidades básicas casi cuadruplicándose. El descontento también se vio incrementado por la comprensión de que casi nada había cambiado en la estructura política del país. La Sanbetsu convocó a una huelga general para el 1o de febrero de 1947, exigiendo no sólo salarios más altos sino además la salida del gobierno derechista y muy ampliamente odiado de Yoshida y por el establecimiento de un "gobierno popular", demandas que fueron apoyadas con entusiasmo por las tres principales federaciones sindicales, que representaban a unos cuatro millones de obreros. Pero los estalinistas japoneses, como sus contrapartes en Europa occidental, no estaban dispuestos ni preparados para luchar por el poder político. Atemorizados, pero deseando mantener las apariencias, pidieron al cuartel general de MacArthur que emitiera una orden escrita prohibiendo la huelga, cosa que MacArthur hizo. Literalmente a la última hora, Ii Yashiro, jefe del comité de huelga, canceló la huelga en un anuncio por radio.

El PCJ le dio una gran derrota a la clase obrera, impactando negativamente al orden social de la posguerra. También perdió una enorme oportunidad de abrirse paso contra el rabioso nacionalismo japonés que había atado a la clase obrera a sus gobernantes. La Chouren había recolectado dinero y organizado comités de apoyo a la huelga, escribiendo en su periódico: "La huelga general de febrero planeada por la clase obrera japonesa, que sirve nuestro interés mutuo, debe ser nuestra lucha. Su victoria será nuestra victoria y su derrota será nuestra derrota." ¡La Chouren ni siquiera fue informada de que la huelga había sido cancelada! Los estalinistas pronto perdieron sus posiciones de fuerza y autoridad a lo largo y ancho del país.

El régimen de la ocupación estadounidense se movilizó a continuación para romper el movimiento obrero dirigido por izquierdistas. En 1948, el cuartel general de MacArthur prohibió todas las huelgas por parte de empleados de gobierno, quienes hasta entonces habían estado al frente de la combatividad obrera. Esto fue seguido por una "purga de rojos" a gran escala. Alrededor de 20 mil activistas del Partido Comunista y otros izquierdistas fueron despedidos de sus trabajos. Como resultado, la membresía de la Sanbetsu se desplomó de más de un millón a mediados de 1949 a menos de 300 mil un año después. Los sindicatos dirigidos por socialdemócratas también perdieron miembros en ese periodo.

Japón emergió de la ocupación con el movimiento obrero más débil de los países capitalistas avanzados. En 1953 una huelga en Nissan fue derrotada. En la secuela, los obreros del sector industrial privado fueron organizados en "sindicatos" financiados y controlados por las compañías. En esta forma, fueron las políticas represivas del "curso de retroceso", no las reformas "progresistas" del periodo anterior, las que contribuyeron en gran medida al "milagro económico" japonés de las décadas de 1950 y 1960.

La agricultura, la Guerra Fría y el "milagro económico" japonés

La afirmación de que la reforma agraria llevada a cabo bajo la ocupación estadounidense constituyó alguna especie de revolución burguesa está basada frecuentemente en el argumento de que el sistema agrario previo a 1945 bloqueaba la ulterior modernización de Japón. Este argumento tiene dos componentes. El primero es la creencia de que la condición paupérrima de los trabajadores rurales limitaba al mercado interno para productos industriales. El segundo es que el desarrollo de un sector agrícola moderno era esencial para el desarrollo japonés y que la pobreza de los campesinos arrendatarios antes de 1945 bloqueaba dicho desarrollo, dado que carecían tanto de los medios financieros como de los incentivos económicos para invertir en tecnología moderna.

A corto plazo histórico, el aumento de ingreso disponible entre familias granjeras como resultado de la reforma agraria se gastó, predeciblemente, casi enteramente en el consumo, no en la inversión. En gran medida el mayor consumo de antiguos campesinos arrendatarios y sus familias simplemente remplazó al de sus antiguos terratenientes. En cualquier caso, el aumento en la demanda de consumo de bienes manufacturados en las aldeas rurales fue a lo más un factor menor en cuanto a su contribución al rápido crecimiento industrial de Japón en la década de 1950.

El segundo componente del argumento tampoco resiste el escrutinio. Los dirigentes del Japón de Meiji siguieron una política de autosuficiencia agrícola por la misma razón que en los hechos prohibieron la inversión extranjera y construyeron un complejo militar-industrial moderno: para proteger la independencia de Japón ante la amenaza de los estados imperialistas occidentales. En la década de 1890, el prominente estadista Meiji, Tani Kanjo, que había sido ministro de agricultura y comercio, declaró que Japón tenía que ser capaz de alimentarse a sí mismo en caso de guerra, que la autosuficiencia en productos alimenticios básicos era incluso más importante que la autosuficiencia en el armamento moderno.

Sin embargo, era ineficiente y contrario a la dinámica del mercado capitalista mundial que Japón retuviera un sector agrícola significativo. Así, un motivo económico importante del expansionismo colonial japonés respecto al Asia oriental, entre 1890 y 1940, era obtener fuentes seguras de productos alimenticios básicos relativamente baratos, así como materias primas para la industria. Cuando a fines de 1941 Japón entró en guerra contra EE.UU. el 31 por ciento de su arroz y el 58 por ciento de su soya venían de Manchuria y otras regiones ocupadas de China, además de las más viejas colonias japonesas en Asia, Corea y Formosa (Taiwán).

El efecto más significativo de la reforma agraria patrocinada por las autoridades de la ocupación estadounidense se dio al nivel político, no al económico. En los años 20 y principios de los 30, los campesinos arrendatarios y otros campesinos minifundistas se habían involucrado en la lucha organizada de masas bajo la dirección de los comunistas y otros izquierdistas contra los terratenientes rapaces y los usureros de las aldeas. Cuando a mediados y fines de la década de 1940 los campesinos japoneses adquirieron su propia tierra, junto con préstamos subsidiados por el gobierno, se volvieron políticamente conservadores. Las aldeas rurales proporcionaron una gran fracción (aunque disminuyendo gradualmente) de los votos que han mantenido al derechista Partido Liberal Democrático (PLD) en el poder gubernamental en Tokio desde entonces, excepto por un breve periodo a mediados de la década de 1990. El PLD sigue reteniendo un sector granjero por razones políticas. Esto significa no sólo un alto nivel de proteccionismo, sino también subsidios económicos y programas de obras públicas masivos que son un lastre para la economía general.

La "purga de rojos" y la ofensiva rompesindicatos iniciadas en 1947 por el régimen de la ocupación estadounidense coincidieron inicialmente con un programa de austeridad económica y fueron reforzadas por éste. A esto se le conoció como la "línea Dodge" por su principal arquitecto, un banquero derechista de Detroit, Joseph Dodge. Bajo las órdenes de Dodge, el gobierno japonés tasajeó los egresos al tiempo que contrajo tajantemente el abasto de dinero y crédito. Como consecuencia, medio millón de obreros fueron despedidos tanto en el sector estatal como en el privado. Se estima que un tercio de los pequeños negocios quebraron.

Sin embargo, dos décadas después se había vuelto un lugar común hablar del "milagro económico" japonés. La causa de fondo del dramático cambio de la fortuna económica de Japón se encuentra en los sucesos de importancia histórico-mundial en el territorio continental asiático. Cuando en 1945 EE.UU. derrotó a Japón, los imperialistas estadounidenses creyeron que finalmente habían ganado el control de China, el gran premio que constituyó la principal razón por la que se libró la Guerra del Pacífico. Los círculos gobernantes estadounidenses veían al régimen de Chiang Kai-shek en Nanjing como su principal punto de apoyo en el oriente de Asia. Esto se indicó al nivel diplomático al hacer a China uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la recientemente formada Organización de las Naciones Unidas. Según la estrategia de Washington enfocada en China, había que mantener a raya a Japón; se le debía impedir convertirse una vez más en una potencia capitalista importante (y potencialmente rival) en el Lejano Oriente.

Sin embargo, cuando en 1949 el ejército basado en el campesinado de Mao Zedong, el Ejército Popular de Liberación, puso en fuga a las fuerzas de Chiang Kai-shek en la guerra civil china, los planes del imperialismo estadounidense para la dominación del Asia oriental se desmoronaron. Los gobernantes estadounidenses se movilizaron para reforzar a Japón como su principal aliado estratégico en la región, una maniobra acelerada en alto grado por la Guerra de Corea. Fue esta gran guerra entre el imperialismo estadounidense y los países comunistas asiáticos lo que finalmente sacó a Japón de su prolongada depresión económica posterior a 1945.

Mitsubishi, Toyota y otros se volvieron intendentes de las fuerzas expedicionarias estadounidenses en Corea, abasteciéndolas de una gran gama de materiales de guerra, desde camiones y municiones hasta uniformes y productos farmacéuticos. Durante los primeros ocho meses de la guerra, la producción de acero aumentó en casi 40 por ciento. La industria japonesa también fue movilizada para proporcionar instalaciones de reparaciones para los buques, aviones y tanques estadounidenses. El primer ministro Yoshida describió jubilosamente a la Guerra de Corea como un "regalo de los dioses".

Fue así como se inició el "milagro económico" japonés que duraría otras dos décadas. Durante los años 50 y 60 Japón consistentemente tuvo un gran balance de superávit comercial con EE.UU. Los jefes de Wall Street y Washington lo aceptaron entonces como parte de los costos generales de mantener su alianza estratégica con Japón contra los estados sino-soviéticos. No fue sino hasta mediados de los años 70 cuando EE.UU. se movilizó para detener la inundación de importaciones de manufacturas japonesas a través de diversos mecanismos proteccionistas. Esto señaló el principio del fin del "milagro económico" japonés. En la década desde la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética, Japón ha estado estancado en una prolongada depresión económica.

¡Hacia una república obrera japonesa!

Cuando el PCJ —bajo la presión de Moscú— finalmente comenzó a oponerse a la ocupación, arguyó que las tropas aliadas habían convertido a Japón en una dependencia, incluso una "semicolonia", del imperialismo estadounidense. ¡En 1950 el Secretario General del PCJ, Takuda Kyuichi, comparó a Japón con la China anterior a 1949 bajo el régimen de Chiang Kai-shek, un régimen títere de EE.UU.! Bajo el pretexto de que una revolución "antiimperialista" es necesaria para liberar a Japón de su estatus de dependencia, hasta hoy el PCJ sigue promoviendo el esquema etapista:

"El presente estado de Japón está marcado por su subordinación estatal a los Estados Unidos, lo cual es extraordinario no sólo entre los países capitalistas desarrollados sino en relaciones internacionales del mundo actual, en el que la colonización es historia. La dominación estadounidense sobre Japón claramente tiene un carácter imperialista porque pisotea la soberanía e independencia de Japón en interés de la estrategia global estadounidense y su capitalismo monopolista....

"Un cambio que la sociedad japonesa necesita en el presente es una revolución democrática en lugar de una revolución socialista. Es una revolución que ponga fin a la extraordinaria subordinación de Japón a los Estados Unidos y el dominio tiránico por parte de círculos de las grandes corporaciones y negocios, una revolución que asegure la genuina independencia de Japón y lleve a cabo cambios democráticos en la política, la economía y la sociedad."

Nihon Kyosan-to Koryo (Programa del Partido Comunista de Japón), adoptado en el XXIII Congreso, enero de 2004 (borrador de traducción al inglés del PCJ)

Un artículo de 1956 en el Rebelde, un precursor directo de la seudotrotskista LCRJ, describió a Japón usando un lenguaje similar al de los estalinistas como "una dependencia especial que se encuentra entre una colonia y una dependencia". Este punto de vista satura la izquierda reformista japonesa. Así, el grupo novoizquierdista Kakumaru, que se originó como una escisión rabiosamente estalinófoba de la LCRJ en 1958, fulmina:

"El régimen de Koizumi acepta todas las exigencias políticas, económicas y militares del régimen de Bush.... Aunque Koizumi pueda llevar puesta una banda con un hinomaru [sol naciente], sus prendas íntimas son calzoncillos con grandes estrellas y barras y sus zapatos son botas militares estadounidenses."

Kaiho (Liberación), 19 de enero de 2004

Con su abrumadora superioridad militar, EE.UU. sigue siendo la potencia imperialista predominante sobre la faz de la Tierra. Pero ante las crecientes tensiones con Estados Unidos, especialmente desde el colapso contrarrevolucionario de la Unión Soviética en 1991-92, la burguesía japonesa ha incrementado dramáticamente sus esfuerzos para fortalecer su ejército poniéndolo a la altura de su poder económico y para mostrar su determinación de proteger sus propios intereses imperialistas a través de Asia. En 2001, Japón despachó buques, aviones y un millar de personal militar al Océano Índico para ayudar en la invasión estadounidense de Afganistán. Japón tiene un contingente de aproximadamente 500 soldados participando en la ocupación de Irak. Al retratar a Japón como si estuviera bajo el yugo del imperialismo estadounidense, la izquierda seudosocialista se muestra empantanada en el nacionalismo japonés, haciendo el juego a los elementos revanchistas más extremistas de la burguesía japonesa.

En el I Congreso de Trabajadores del Lejano Oriente de enero-febrero de 1922, Zinóviev declaró correctamente: "El proletariado japonés tiene en sus manos la clave para la solución de la cuestión del Lejano Oriente." Aunque el proletariado tiene ahora verdadero peso social en otros países asiáticos, la clase obrera japonesa sigue siendo la central de fuerza de la región. Para que los obreros japoneses eviten ser lanzados al desempleo masivo o a nuevas aventuras imperialistas, deberán unirse a los obreros de Indonesia, Vietnam, Tailandia, China y la península de Corea en la lucha por un Asia socialista. Eso significa unirse, en particular, en torno a la defensa militar de los estados de Asia en los que el capitalismo ha sido abolido —China, Corea del Norte y Vietnam— a pesar de sus dirigencias estalinistas. Una revolución proletaria en Japón daría un poderoso ímpetu al proletariado chino para echar a los burócratas que están abriendo el país a la explotación imperialista y a la amenaza de contrarrevolución interna. Pero esto significa romper con el enconado nacionalismo que es la justificación ideológica del imperialismo japonés.

En su artículo de 1933 Trotsky señaló: "Esa combinación apresurada de Edison con Confucio ha dejado su marca en toda la cultura japonesa." Japón sigue hoy marcado en innumerables maneras por el pasado feudal. El Artículo 1o de la constitución de la posguerra declara que el emperador es "el símbolo del estado y de la unidad del pueblo" y sigue sirviendo como un poderoso punto de unión de todas las fuerzas reaccionarias de la sociedad japonesa. Todas las fechas oficiales, tanto gubernamentales como comerciales, se calculan en términos del año del reinado del emperador en turno. El estado sigue basándose en la mitología Shinto, con su noción racista de la superioridad de los pueblos yamato. La ciudadanía japonesa no se concede automáticamente ni siquiera a los de ascendencia coreana o china nacidos en Japón cuyas familias hayan vivido en ese país durante cuatro o cinco generaciones.

Sigue habiendo discriminación contra aquellos cuyo linaje es burakumin. Debido a que la mayoría de los burakumin son forzados a vivir en vecindarios segregados, la dirección en los documentos estatales de registro familiar inmediatamente los identifican. Los niños burakumin son objeto de abusos en las escuelas, a los adultos se les niegan empleos y en muchos casos los amantes son separados por familiares reaccionarios que todavía creen que los burakumin son infrahumanos.

Japón —hogar del tren bala, el PlayStation de Sony y la robótica así como desarrollador de la tecnología de precisión más avanzada— tiene la capacidad tecnológica, si se coloca en manos de la clase obrera mundial, de acelerar tremendamente la eliminación del hambre, la escasez y la enfermedad. Pero a las mujeres aún se les prohíbe entrar a túneles en construcción para trenes bala por temor a que la "diosa de la montaña" se ponga celosa. Tampoco pueden entrar a un sumo dojo (ring de lucha), porque son "impuras". El idioma japonés sigue teniendo una degradante estructura de cuatro capas que requiere diferentes niveles de sumisión dependiendo de la clase, la edad, el sexo y el estatus social de la persona a la que uno se dirija. Onna kotoba, un idioma hablado aparte para las mujeres, deliberadamente promueve la obediencia y la sumisión y es obligatorio para todas las funciones públicas y dentro de la familia cuando una mujer se dirige a sus familiares políticos. El GEJ lucha por la eliminación de la discriminación por estatus, edad y sexo, y de su concomitante reflejo en el lenguaje degradante.

En casi todos los índices sociales las mujeres japonesas se encuentran al fondo de los países industriales avanzados. Apenas más de la mitad de las mujeres japonesas trabajan, comparado con el 70 por ciento de sus contrapartes occidentales. La ideología de "buena esposa, mujer sabia" se codifica en la ley y prácticas corporativas. La mayoría de las compañías proporcionan a los trabajadores varones estipendios familiares si la mujer no trabaja; estos estipendios a menudo son más que lo que podría ganar una mujer casada que trabaja medio tiempo. El 77 por ciento de todos los trabajadores de medio tiempo en Japón son mujeres. En promedio, los salarios de las mujeres son apenas el 60 por ciento de los de los hombres, y este porcentaje se ha mantenido constante desde que las mujeres ingresaron por primera vez a la fuerza laboral como obreras textiles a finales del siglo XIX. La presión social ejercida sobre una mujer que llega a los 30 años de edad para que se case y asuma su "lugar apropiado" en la sociedad es inmensa. A menudo se hace referencia a las mujeres mayores solteras como makeinu (perros perdedores) y motenai onna (mujeres no deseadas).

La Liga Comunista Internacional se basa en la herencia de la IV Internacional de Trotsky, estudiando con un ojo crítico sus decisiones programáticas y políticas para armarnos para batallas futuras. Similarmente, un enfoque crítico a nuestro legado de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista nos ha conducido a tener reservas sobre algunas de las decisiones hechas durante el IV Congreso y alrededor de esas fechas. El Grupo Espartaquista de Japón continúa la lucha por forjar un partido auténticamente comunista en Japón. Ese partido sólo puede construirse sobre la base de la lucha inmisericorde contra el chovinismo japonés recrudescente, el resurgente militarismo y la horrible opresión de la mujer. Los obreros de los muelles de Sasebo, quienes se rehusaron a cargar pertrechos militares en buques militares japoneses dirigidos al Océano Índico en 2001, proporcionaron un ejemplo poderoso al proletariado internacional. ¡Abolir el sistema imperial! ¡Tropas japonesas fuera de Irak, el Océano Índico, Timor Oriental y los Altos del Golán! ¡Terminar la discriminación contra los burakumin y ainu! ¡El registro familiar a la basura! ¡Ciudadanía plena para los de etnia coreana y china y todos los que viven en Japón! ¡Destruir las tarjetas de gaijin (extranjero)! ¡Salario igual por trabajo igual! ¡Control de la natalidad gratuito y seguro, guarderías y asilos de ancianos gratuitos las 24 horas! El Grupo Espartaquista de Japón lucha por demandas como éstas como parte de su programa general para la revolución socialista. Sólo sobre la base de este programa se puede forjar un partido proletario revolucionario capaz de dirigir la lucha para derrocar al capitalismo en Japón. ¡Adelante, hacia una república obrera japonesa!

Nota

Se ha publicado en ruso una selección de documentos de los archivos de la Comintern sobre el PCJ en VKP(b), Komintern i Yaponiya 1917-1941 (El Partido Comunista de toda la Unión [bolchevique], la Comintern y Japón, 1917-1941 [Moscú: Enciclopedia Política Rusa, 2001]), que consultamos para este artículo. En 1998 y 1999, el profesor Kato Tetsuro, un historiador socialdemócrata y anticomunista, publicó los resultados de su investigación de los archivos en japonés de la Comintern sobre el PCJ en una serie de artículos, "1922.9 no Nihon Kyosan-to Koryo" [ue, shita]; "Dai Ichi-ji Kyosan-to no Mosukuwa Hokoku Sho" [ue, shita] (Ohara Shakai Mondai Kenkyujo Zasshi, Hosei Daigaku, Ohara Shakai Mondai Kenkyujo, 1998.12, 1999.1, 1999.8, 1999.11) ["Programa de 1922 del Partido Comunista de Japón", Partes I y II, e "Informe de Moscú del Primer Partido Comunista", Partes I y II, Revista del Instituto Ohara para la Investigacion Social, diciembre de 1998, enero, agosto y noviembre de 1999). La extensa colección de documentos en microfilm, Comintern Archives: Files of the Communist Party of Japan [Archivos de la Comintern: Documentos del Partido Comunista de Japón], publicada en la primavera de 2004 por la editorial IDC en Holanda, desafortunadamente no estaba aún disponible para la preparación de este artículo.

Spartacist (edición en español) No. 33

SpE No. 33

enero de 2004

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Los orígenes del comunismo japonés, el debate sobre "la revolución por etapas" y la ocupación estadounidense

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IV Conferencia Internacional de la LCI, otoño de 2003

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(Mujer y Revolución)