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Espartaco No. 52

Diciembre de 2019

Mujer y Revolución

¡Abajo la satanización de Michael Jackson!

El siguiente artículo ha sido traducido de Workers Vanguard No. 1153 (19 de abril)

“La cantaleta en torno a Michael Jackson es fascinante por cuanto no se trata en absoluto de Michael Jackson... Todo el ruido se trata de Estados Unidos, como el custodio deshonesto de la vida y la riqueza negras; se trata de los negros, y especialmente de los varones negros, en Estados Unidos; se trata de la culpa, candente y soterrada, de Estados Unidos; se trata del sexo, los roles sexuales y el pánico sexual; se trata del dinero, el éxito y la desesperación”.

—James Baldwin (1985)

Haciendo recordar a los zombis del aclamado video musical “Thriller”, hoy parece resurgir un frenesí devorador en torno al fallecido Rey del Pop. La película de HBO Leaving Neverland [Dejando Nunca Jamás], una pieza sensacionalista de cuatro horas dirigida por Dan Reed, presenta a Wade Robson y James Safechuck acusando a Michael Jackson de haberlos sometido a años de abuso sexual cuando eran niños. Anunciada falsamente como un “documental”, Leaving Neverland se basa exclusivamente en los testimonios espurios y no corroborados de Robson y Safechuck, dos hombres que por décadas defendieron a Jackson de los cargos de abuso sexual, de los que el cantante fue totalmente exonerado. Ahora los buitres de las noticias, con la bendición de la “reina de todos los medios”, Oprah Winfrey, han resucitado la vieja campaña de calumnias y la cacería de brujas racista, antisexo y antigay que cercaron a la celebridad mientras vivía y que lo persiguieron hasta la muerte. Como marxistas, rechazamos categóricamente tales cacerías de brujas y el marco moralista burgués detrás de ellas, que criminalizan todo contacto entre adultos y menores que se perciba como sexual, retratando a los adultos como depredadores y a los niños como víctimas.

La obra maliciosa de Dan Reed no presenta ninguna evidencia, omite deliberadamente todo lo que fácilmente podría refutar los alegatos y oculta las motivaciones financieras de los acusadores. Tanto en la carta del 7 de febrero dirigida al CEO de HBO, Richard Plepler, como en su demanda del 21 de febrero contra esa compañía, Howard Weitzman, abogado de los herederos de Jackson, detalla la falta de credibilidad de los acusadores. Entre 2013 y 2017, Safechuck y Robson (quien se describe a sí mismo como un “maestro del engaño”) exigieron sin derecho millones de dólares de la herencia. Sus múltiples demandas civiles por supuesto abuso fueron descartadas con prejuicio. Aún tratando de cobrar grandes sumas por daños, los abogados de los dos hombres intentaron un nuevo método: usar el tribunal de la opinión pública para darle peso a su apelación.

Caracterizando el ataque de la televisora como una “difamación póstuma”, la demanda del juicio sucesorio de Jackson observa con razón:

“A diez años de su muerte [de Jackson], aún hay quien quiere lucrar con su enorme éxito mundial y aprovecharse de sus excentricidades. Michael es un blanco fácil porque ya no está aquí para defenderse, y porque la ley no protege a los muertos de la difamación, sin importar cuán extremas sean las mentiras. Puede que Michael no haya vivido de acuerdo a las normas de la sociedad, pero el genio y la excentricidad no son crímenes. Nada ni nadie podrá reescribir los hechos que prueban que Michael Jackson fue realmente inocente de los cargos que se levantaron contra él”.

Y el hecho es que en su juicio criminal de 2005, Michael Jackson fue hallado no culpable de los catorce cargos relacionados con el supuesto abuso sexual de Gavin Arvizo de trece años de edad. En esa época, Wade Robson, quien testificó por la defensa, juró tanto en su declaración como en el banquillo que Jackson nunca lo tocó ni a ningún otro niño. El fallo también exoneró a Jackson de las acusaciones de abuso infantil de 1993 contra otro muchacho de trece años. Del mismo modo, por más de una década, entre 1992 y 2005, el FBI estuvo investigando y vigilando minuciosamente a Jackson. Ni los federales ni los fiscales, igualmente interesados en encontrar cualquier cosa que les permitiera culpar a un hombre negro de abusar de niños blancos, pudieron producir la más mínima evidencia, incluso de las 300 páginas de documentación del FBI publicadas en línea.

Leaving Neverland empezó a recibir críticas debido a las múltiples incoherencias que aparecen en los turbios relatos de Robson y Safechuck, quienes claramente ensayaron el guion de sus entrevistas, filmadas en múltiples tomas. El director Dan Reed ha defendido furiosamente su incendiaria obra de ficción, comparando a los defensores de Michael Jackson con los fanáticos religiosos, llamándolos “el estado islámico de los fans”. Entre estos defensores se encuentran varios amigos de toda la vida de Jackson, como Macaulay Culkin, Brett Barnes y Diana Ross. Barnes, a quien, según implica la película, pronto le “llegaría el turno” de sufrir el abuso de Jackson, denunció la película en un mensaje en línea: “No sólo debemos lidiar con esas mentiras, sino también con que la gente las perpetúe”.

Una de esas mentiras la dice Safechuck, quien afirma que pasó su “luna de miel” sexual con Jackson en la estación de tren de Neverland empezando en 1988. Y, sin embargo, la estación no se construyó sino hasta 1994, cuando Safechuck ya había dejado atrás la infancia (uno de los alegatos es que Jackson dejaba de interesarse en los niños cuando éstos llegaban a la pubertad) y cuando Jackson, entonces casado, ¡ni siquiera vivía ahí! Por su parte, Robson afirma que su primer encuentro sexual con Jackson tuvo lugar en 1990, cuando sus familiares lo dejaron en el rancho de Neverland mientras se iban de vacaciones al Gran Cañón. Pero, según la declaración jurada de su madre, Robson acompañó a su familia en aquel viaje. La línea del tiempo de los “abusos” de Robson y Safechuck es tan ilógica que sólo podría ser inventada.

Los medios liberales-burgueses estadounidenses, como el New York Times, han publicado encabezados sesgados sobre el “depredador” Jackson mientras silencian toda crítica de Leaving Neverland. Mientras tanto, incontables blogueros, comentaristas de YouTube y comunidades en línea (así como un par de noticieros extranjeros) han ido reuniendo meticulosamente la historia real. El presentador televisivo conservador John Ziegler, quien no es ningún admirador de Jackson, fue uno de los primeros en entrevistar a la sobrina de Michael, Brandi, y a su sobrino Taj en busca de la verdad. Éstos mostraron a Robson y Safechuck, a quienes conocían bien, como dos oportunistas profesionales cuyas familias se colgaron de Jackson, se aprovecharon de su amistad y generosidad, y sólo se volvieron contra él cuando su propia fama y fortuna empezaron a declinar varios años después de la muerte de Jackson. Demoliendo las pretensiones de Robson de haber sido un adolescente ingenuo y casto a quien Michael convenció de odiar a las mujeres, Brandi señala que en los siete años de sus relaciones juveniles con Robson, éste tuvo encuentros sexuales con múltiples mujeres.

En 2009, Robson, entonces de 27 años, asistió al funeral de Jackson y escribió en un tributo que éste era “una de las razones principales por las que creo en la bondad del género humano. Fue mi amigo íntimo por más de 20 años. Su música, su movimiento, sus palabras personales de inspiración y aliento, y su amor incondicional vivirán en mí para siempre. Lo extrañaré inconmensurablemente”. Apenas dos años después de que Robson no lograra obtener el trabajo coreográfico del Cirque du Soleil “Michael Jackson ONE” y de que su carrera se enfriara, de repente se “dio cuenta” mediante la terapia que había sido abusado. Por su parte, Safechuck “descubrió” su abuso cuando vio a Robson en el programa de televisión Today, justo cuando su propia familia pasaba por una crisis financiera.

Frenesí moral y justicia de la turba

En un reflexivo artículo titulado “El nuevo linchamiento de Michael Jackson” (medium.com, 27 de febrero), Linda Raven-Woods observó: “El que tantos periodistas y locutores prominentes se hayan mostrado dispuestos a aceptar ciegamente esta película sin cuestionarla, sin plantear las preguntas indispensables respecto a su veracidad, es un escándalo imperdonable más grande que la película misma”. Después procede a señalar cómo los partidarios de Leaving Neverland confían en que “el actual zeitgeist [espíritu de la época] del MeToo y su mentalidad de ‘no cuestionar a las víctimas’ creará la visión de túnel necesaria para que los espectadores se cieguen a sí mismos”. En una atmósfera que se ha desentendido de la presunción de inocencia y el debido proceso de los acusados de abuso sexual, esta narración halla un terreno fértil.

Hasta su muerte, Michael Jackson sostuvo firmemente que sus relaciones con niños habían sido platónicas, una afirmación respaldada por forenses y testigos. Pero en el clima del #MeToo de “creerle a todos los sobrevivientes”, el amarillista guion de HBO fue “prueba” suficiente para enardecer a la multitud de las antorchas. Varias estaciones de radio de todo el mundo retiraron la música de Michael Jackson, las líneas de ropa retiraron sus prendas, y Los Simpson retiraron de su catálogo el episodio donde aparece su voz.

Incluso si en algún punto de su vida Jackson sostuvo algún tipo de relación romántica con un menor de edad, eso no es para nosotros un crimen. Se le acusa de haber infringido leyes que prohíben toda actividad sexual, aun si es consensual, antes de cierta edad arbitraria. Como defensores intransigentes de la privacidad y la libertad sexual, en la Spartacist League siempre nos hemos opuesto a las leyes de “edad de consentimiento”, que buscan estigmatizar y castigar toda relación íntima entre adultos y jóvenes. Al etiquetar como violación toda relación que involucre a un menor, estas leyes son inherentemente represivas y promueven la interferencia del estado en la vida íntima de las personas.

La actividad sexual es natural en los humanos de todas las edades. El único criterio de toda relación sexual debe ser el consentimiento efectivo, es decir, el acuerdo y el entendimiento mutuos de todas las partes involucradas, sin importar la edad, el género o la preferencia sexual. Bajo esa luz, siempre hemos sido únicos en nuestra defensa de los derechos de la North American Man/Boy Love Association (Asociación Norteamericana de Amor entre Hombres y Muchachos, NAMBLA), que aboga por la legalización del sexo consensual entre hombres y muchachos. También nos oponemos a toda legislación contra los “crímenes sin víctimas” como la pornografía, que no es sino imágenes y palabras destinadas a provocar placer.

En las cacerías de brujas antisexo “al estilo estadounidense”, la histeria de masas y el escándalo moral son ingredientes cruciales para promover el miedo e imponer el conformismo con las normas burguesas. El coco del “depredador” le es socialmente útil a los gobernantes capitalistas, que pueden mostrarse hipócritamente como los “defensores de los niños” y desviar la atención del sistema social que defienden, que regularmente les niega a los niños necesidades básicas como el alimento, la vivienda y la educación. La histeria en torno al “abuso infantil” no hace nada para enfrentar la verdadera violencia, pero sí refuerza la institución de la familia. La familia, principal fuente de la opresión de las mujeres y los jóvenes, es clave bajo el capitalismo para imponer los roles de comportamiento y la obediencia de la siguiente generación.

Durante el pánico de la “red de sexo satánico” de mediados de los ochenta y principios de los noventa, cientos de personas inocentes, especialmente empleados de guarderías, fueron culpados de cargos fantasiosos de violar y torturar niños. Los sicólogos infantiles, que implantaron “recuerdos recobrados” falsos durante la terapia, ayudaron en la cruzada. El trasfondo ideológico era la promoción de las “buenas” madres que se quedaban en casa, en contraste con los supuestos males de las guarderías. Un eco (no tan) sutil de este esquema de paternidad “correcta vs. incorrecta” resuena en Leaving Neverland, con sus advertencias respecto de dejar a los hijos con extraños o permitirles dormir con un adulto. La implicación es que sólo la familia ofrece un lugar seguro. Sin embargo, es en el seno de la familia donde los niños, atados a la horrible camisa de fuerza del moralismo y la culpa religiosa, suelen sufrir abusos criminales.

Las gráficas descripciones sexuales de Leaving Neverland, que terminan siendo bastante suaves e inocuas, se presentan de manera manipuladora como el proceso de “preparación” con el que Jackson seducía a los niños para que lo amaran. La intención de la película es equiparar el afecto enteramente inofensivo de los adultos con la agresión sexual y el trauma. Ése es el truco de Dan Reed, un autoproclamado “pistolero a sueldo” que se hizo célebre con películas amarillistas como The Paedophile Hunter [El cazador de pedófilos], que sensacionaliza el vigilantismo sanguinario. Su narración de los “preparativos” es el foco de la secuela de HBO, After Neverland [Después de Nunca Jamás], presentada por la multimillonaria Oprah. Posando como una autoridad en abuso sexual infantil, ella invita a toda una audiencia de “sobrevivientes” a participar de “este momento” que “va más allá de Michael Jackson”.

Hay otra intención oculta aquí, no sólo en términos de aumentar las ganancias y la audiencia, sino también en desviar la atención de Harvey Weinstein, a quien ella consideraba un amigo cercano durante los muchos años de sus supuestas violaciones seriales de mujeres. El ardid de Oprah en HBO le ha valido la merecida hostilidad de críticos negros, que la han llamado vendida y traicionera por haber arrojado el cadáver de Jackson a los lobos, con hashtags como #NOprah y #CancelOprah. En una entrevista con Trevor Noah en The Daily Show, la semana pasada Oprah afirmó que tanta “hateration” [palabra de reciente invención que se refiere a un odio intenso] no la hará desistir en su defensa de Robson y Safechuck, sosteniendo que el abuso llega a ser un “patrón” de seducción sexual. En realidad, el único “patrón” de toda esta saga es el de unos estafadores tratando continuamente de sacarle dinero a un hombre inocente.

El hombre en el espejo

El legado de Michael Jackson abarca un periodo que va desde sus orígenes como el hijo de una familia trabajadora y negra de Indiana hasta sus 45 años como un artista exitoso, a lo largo de los cuales cambió el rostro de la música pop, rompió récords, trascendió las barreras raciales y se convirtió en una superestrella mundialmente aclamada. Pero, lejos de encarnar el “sueño americano”, su vida reflejó la crueldad racista estadounidense. En nuestro obituario (WVNo. 940, 31 de julio de 2009) comentamos:

“La tragedia de la muerte de Jackson es que una carrera musical inmensamente influyente fue conducida al borde de la destrucción por una cacería de brujas salvajemente racista y puritana que duró más de una década. La histeria de masas azuzada contra Jackson con acusaciones de ‘abuso infantil’ fue una condena de esta sociedad capitalista prejuiciosa y antisexo, donde ser una celebridad negra y excéntrica basta para que el estado intente inculparte de algo”.

Desde sus primeros años con los Jackson 5, Michael Jackson fue convirtiéndose en un ícono global, poco después de las luchas del movimiento por los derechos civiles. A pesar del “aclaramiento” de su aspecto físico, en un país donde la naturaleza de la opresión de los negros como casta de color se impone mediante la norma de “una sola gota de sangre negra”, Jackson siempre fue un hombre negro y estaba condenado por eso. Desde los días de la esclavitud, en EE.UU. la piel negra ha sido la marca de una servidumbre permanente, el aislamiento social y la “inferioridad”, pese al estatus social o el éxito, y a veces debido a ellos. La opresión de los negros es la piedra angular del capitalismo estadounidense, impuesta por la costumbre y la ley y expresada en la segregación, la violencia policiaca y el terror extralegal.

Décadas después del linchamiento racista de Emmett Till, las acusaciones de agresión sexual siguen usándose como pretexto para perseguir a los hombres negros, incluyendo a aquéllos como Michael Jackson quien no se conformó con los estereotipos de la tóxica sexualidad masculina negra. A lo largo de la historia, los frenesís antisexo —así como su actual variante del #MeToo— han avivado las llamas de los prejuicios raciales y sexuales, conjurando la supuesta virtud de la femineidad blanca y la pureza de la niñez blanca. Quizás no sea una coincidencia que el libro favorito de Jackson era Matar a un ruiseñor, la historia de un hombre negro arruinado por una falsa acusación de violación.

Como artista, Michael Jackson ayudó a definir la cultura pop estadounidense en su conjunto, y por eso sigue siendo celebrado y crucificado. Su comportamiento puede ser un enigma para muchos, pero sus letras reflejaban su propia lucha para superar la discriminación y el acoso que enfrentó a lo largo de su carrera. Cualquiera que haya conocido personalmente a Jackson puede dar testimonio de su “síndrome de Peter Pan”, que no tenía nada de fingido, y su amable ternura por los niños, que probablemente se derivó de su propia falta de infancia. Era exageradamente generoso con su tiempo y su dinero, como lo muestra el empeño que puso en ayudar a Robson y Safechuck a que desarrollaran sus carreras. Pero en esta sociedad insensible ningún buen acto pasa sin ser castigado.

Nuestra defensa de muchos años de Jackson es una expresión de nuestra dedicación por la liberación socialista de la humanidad. Como comunistas que abanderan la causa de todas las víctimas de este orden social decadente, buscamos construir un partido revolucionario basado en la vanguardia de la clase obrera, un partido que pueda actuar como “tribuno del pueblo” contra cada forma de opresión y fanatismo. Un partido así dirigirá la lucha por la completa reorganización política y económica de la sociedad mediante la revolución obrera, que abrirá la puerta para superar las divisiones raciales y sexuales y vencer la escasez material. El mundo comunista gozará de una libertad sexual y una abundancia material completas, en el que cada niño negro, como cualquier otro, pueda crecer y desarrollar sus talentos, y cada persona pueda expresarse cabalmente, impulsando a la civilización humana a alturas inimaginables.

 

Espartaco No. 52

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