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Espartaco No. 31 |
Primavera de 2009 |
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El GI y el frente popular en torno al PRD: --¿Qué gigantes?-- dijo Sancho Panza
Para los genuinos trotskistas, el combate cotidiano a la falsa conciencia de la clase obrera es una premisa de la actividad revolucionaria. Éste no es el caso del Grupo Internacionalista (GI), cuyo núcleo fundador surgió de nuestra Liga Comunista Internacional hace más de una década. Incapaces de lidiar políticamente con la destrucción contrarrevolucionaria de la URSS en 1991-92 y el retroceso en la conciencia de la clase obrera que acompañó esta derrota, dieron media vuelta ante la ardua lucha por construir partidos leninistas-trotskistas de vanguardia. En cambio, van a la cola de fuerzas de clase ajenas al proletariado, embelleciendo la conciencia existente y adaptándose a ella. Así, ya desde la huelga de la UNAM el GI rechazaba el entendimiento de que es el nacionalismo burgués —la idea de la “unidad nacional” frente al imperialismo— el principal obstáculo ideológico a la conciencia revolucionaria en la clase obrera como “puro idealismo liberal”, sosteniendo que la razón por la que la clase obrera no reta al régimen burgués es porque está encadenada “organizativamente” a la burguesía. Esta minimización de los obstáculos ideológicos a la lucha por el poder obrero es una forma de adaptación al sistema capitalista y sirve para embellecer la conciencia burguesa que domina en el movimiento obrero hoy día y así evitar el combate directo a ella. La justificación “teórica” del GI ha sido la invención de un fantasmagórico “frente popular en torno al PRD”, concepto que definió su intervención en la huelga de la UNAM. El GI vacía el término “frente popular” de todo contenido. Para los genuinos trotskistas el “frente popular” no es sinónimo de todo tipo de colaboración de clases. Se trata de la subordinación de partidos obreros de masas a la burguesía en una “coalición” generalmente destinada a la administración del estado capitalista. No hay tal “frente popular” en México, donde nunca ha existido un partido obrero de masas.
Durante la huelga de la UNAM, el GI argumentaba:
“El frente popular es una coalición de colaboración de clases, a la cual recurre la burguesía en momentos de crisis social para atar a organizaciones obreras (partidos, sindicatos) a una alianza con los representantes políticos del capital. Así sirve de muro de contención para asegurar que las olas de rebeldía no se ‘desborden’ y para sujetar a los obreros, campesinos, jóvenes rebeldes y los pobres al enemigo de clase.”
—El Internacionalista, 3 de agosto de 1999
Desde entonces, el GI hablaba como si la revolución en México estuviera a la vuelta de la esquina. Más recientemente, han hecho este “análisis” aun más explícito, escribiendo que “la clase dominante mexicana (y sus patrones imperialistas norteamericanos) han necesitado de un frente popular que impida una revolución. Hoy esa necesidad es más apremiante que nunca” (El Internacionalista, octubre de 2006). Sin embargo, a lo largo de este periodo las luchas del proletariado no sólo han sido escasas, sino que han tenido un carácter defensivo. En los últimos años, la sociedad mexicana ha demostrado ser particularmente volátil; sin embargo, el problema fundamental es que el proletariado está fuertemente atado ideológicamente al PRD burgués, al cual ve como su dirección. Contrario a las implicaciones del GI, la clase obrera mexicana no ha presentado un reto al dominio de clase de la burguesía.
En México, la burguesía jamás ha necesitado del frente popular precisamente porque la clase obrera no ha llegado al entendimiento de la necesidad de su propio partido, y el movimiento sindical ha estado históricamente atado directamente a los explotadores mediante la ideología del nacionalismo. La estridencia del GI respecto al “frente popular” oscurece la naturaleza de clase del PRD, un partido burgués puro y simple. Sirve también para embellecer a las burocracias sindicales “independientes”: contrario a las implicaciones de la posición del GI, la ideología de las burocracias no es ninguna especie de reformismo obrero, sino mero nacionalismo burgués. Se ve la desesperación política del GI a la luz de tales invenciones; es mucho más fácil adaptarse a la conciencia de la clase obrera que intervenir para cambiarla en el curso de las luchas sociales, la clave para la construcción del partido obrero de vanguardia. Emulando al hidalgo de la Mancha, el GI pretende librar una “gran” batalla contra los gigantes. Mientras tanto, la realidad, y la posibilidad de cambiarla, se le escapa.■
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