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Workers Vanguard, suplemento en español No. 9

10 de agosto de 2018

El despiadado Trump y los demócratas hipócritas

¡No a las detenciones!
¡Plenos derechos de ciudadanía para los inmigrantes!

El siguiente artículo ha sido traducido de Workers Vanguard No. 1136, 29 de junio de 2018.

Las imágenes y los sonidos de niños aterrados, mientras son encerrados en jaulas de alambre y separados de sus padres por la fuertemente militarizada policía fronteriza y agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (I.C.E., por sus siglas en inglés), han suscitado horror e indignación tan ampliamente que incluso el “tuitero en jefe” fingió una retirada. Trump firmó una orden ejecutiva el 20 de junio que permite encarcelar a familias juntas indefinidamente. Los inmigrantes y los que buscan asilo, principalmente de Centroamérica, desaparecen en el inmenso mar de campos de concentración llamados “centros de detención de inmigrantes”, los cuales se multiplicaron bajo Barack Obama.

Los demócratas protestan cínicamente que la orden ejecutiva de Trump anula el acuerdo Flores de 1997, que prohíbe al gobierno federal detener a niños inmigrantes por más de 20 días. Aunque Trump llamó en un tuit el 24 de junio por deportaciones “inmediatas” y “sin jueces o procesos legales”, fue Obama, después de que se le impidiera el uso de la detención indefinida, quien usó el acuerdo Flores para acelerar la expulsión de inmigrantes sin el debido proceso. Obama deportó una cifra récord de 2.5 millones de personas. Éste es el precedente inmediato del secuestro por parte del gobierno de Trump de más de 2 mil niños desde mayo y la criminalización de los padres como “traficantes” por traer consigo a sus hijos cuando cruzan la frontera.

La pobreza extrema de las familias latinoamericanas que viven bajo la bota de la subyugación neocolonial estadounidense les obliga a arriesgarlo todo en el peligroso recorrido hasta la frontera con EE.UU. Marco Antonio Muñoz, un hondureño de 39 años de edad, quien pidió asilo en la frontera y después fue separado de su familia, se suicidó en una cárcel de Texas el mes pasado. Éste es un ejemplo de la desesperación que enfrentan los inmigrantes.

Algunos activistas han organizado protestas en solidaridad para “Ocupar la I.C.E.”, que buscan detener las deportaciones mediante el bloqueo de autobuses que transportan inmigrantes, así como del acceso a las instalaciones de la I.C.E. Lo que se necesita es que el movimiento obrero estadounidense se movilice en oposición a la clase capitalista dominante, la cual explota a los obreros en casa, para poner un alto a las deportaciones y luchar por plenos derechos de ciudadanía para todos aquéllos que han logrado llegar a EE.UU. Aunque varios locales sindicales, compuestos mayoritariamente por minorías, se han movilizado correctamente para defender a sus miembros inmigrantes y sus familias contra la deportación, la amarga verdad es que el movimiento sindical está paralizado como resultado de una dirección que ondea la bandera imperialista y que está comprometida con el mantenimiento del orden capitalista estadounidense. El grito proteccionista de “trabajos estadounidenses para trabajadores estadounidenses” que impulsa la dirigencia de la AFL-CIO fomenta el fanatismo antiinmigrante. El apoyo de los burócratas al Partido Demócrata sirve para atar a los trabajadores, incluyendo a activistas sindicales que luchan por los derechos de inmigrantes, al otro partido racista del capitalismo estadounidense.

Los inmigrantes han sido acorralados y desaparecidos en las redadas más grandes de los últimos años en sus lugares de trabajo. Agentes de la I.C.E. bloquearon las salidas y apuntaron sus armas a 97 obreros en una planta empacadora de carne en Tennessee; otros 114 fueron acorralados en las instalaciones de una compañía en Ohio que diseña jardines. Encomiablemente, los asistentes de vuelo de American Airlines sacaron a la luz que niños aterrados, tras ser separados de sus padres, eran subidos a sus aviones; publicaron en Facebook que se rehusaban a ser cómplices de tales acciones una vez más. Como consecuencia, varios patrones de las aerolíneas (quienes tienen contratos lucrativos con el gobierno precisamente para esta clase de trabajo sucio) anunciaron que sus compañías ya no transportarían a niños que hubieran sido separados de sus padres. Mientras tanto, los falsos dirigentes de la Association of Flight Attendants-CWA [sindicato de asistentes aéreos] les dijeron a estos valientes y compasivos trabajadores que se callaran, que dejaran de usar las redes sociales y que presentaran “informes sobre incidentes” al sindicato.

Impulsados por una ira visceral contra el barbarismo antiinmigrante de Trump, muchos trabajadores, jóvenes activistas y otros planean asistir a protestas a nivel nacional el 30 de junio. Pero el propósito de los organizadores de estas protestas y de los líderes sindicales es contener la ira creciente y desviarla hacia el callejón sin salida del apoyo al Partido Demócrata, el cual está manipulando cínicamente la compasión por los niños inmigrantes para impulsar sus intereses en las próximas elecciones legislativas. El Partido Republicano de Trump se deleita fomentando abiertamente el miedo, la aversión y la violencia antiinmigrantes y supremacistas blancos, tal como hizo George W. Bush contra los inmigrantes musulmanes tras los ataques terroristas del 11 de septiembre. Continuando con esa tradición, el 26 de junio la Suprema Corte confirmó la racista prohibición antimusulmana de Trump.

Los demócratas derraman lágrimas de cocodrilo mientras implementan fundamentalmente la misma política. Ellos también hicieron blanco de los inmigrantes como terroristas y criminales, despedazaron los derechos democráticos y reforzaron la maquinaria de represión estatal; en lugar de prohibir la entrada de musulmanes al país, los demócratas como Obama los bombardean en el Medio Oriente, África y Asia. Antes de que el predecesor de Trump asumiera el cargo de deportador en jefe, Bill Clinton lanzó la “Operación Guardián” para militarizar la frontera e intensificar las deportaciones.

La fabricación de amenazas externas es el viejo método para desviar el descontento en casa e inculcar la conformidad a través del fanatismo patriótico. La invención de una amenaza extranjera es reforzada enérgicamente con el control policiaco en casa. Nada ata tan eficazmente a los oprimidos dentro de una nación a sus dirigentes capitalistas como una campaña por la ley y el orden contra el criminal “otro” que tiene que ser aniquilado.

El abuelito de los liberales del Partido Demócrata, Franklin Delano Roosevelt, encerró a japoneses-estadounidenses en campos de concentración y se rehusó a permitir la entrada a EE.UU. a refugiados judíos (incluyendo niños) que huían de la Alemania nazi. El New Deal de Roosevelt, con toda su mitología, fue un pacto con los racistas dixiecrats del sur, que explícitamente excluyó a los trabajadores agrícolas, en su mayoría negros y latinos, del derecho a formar sindicatos o recibir prestaciones del Seguro Social y exentó a las empresas agrícolas de las leyes contra el trabajo infantil. Hoy día, casi medio millón de niños inmigrantes, algunos tan jóvenes como de nueve años de edad, todavía están legalmente esclavizados en los campos de cultivo. Los demócratas ni siquiera susurran sobre “salvar a estos niños” porque, como partido capitalista, su labor es maximizar la explotación de los obreros para generar ganancias. En cuanto a los republicanos de Trump, parece ser que los únicos “niños” con derechos son los óvulos fertilizados que aún no nacen.

La retórica de Trump, que equipara mentirosamente a los mexicanos con criminales, sirve para movilizar a su base y avivar las llamas de la supremacía blanca. El 22 de junio, Trump fue anfitrión de una cena para “familias de ángeles” en la Casa Blanca y de forma grotesca puso su autógrafo en fotos de niños que supuestamente fueron asesinados por inmigrantes. Incluso los ciudadanos por naturalización están en la mira del gobierno. Hay una fuerza especial siniestra establecida por el Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos que se encarga de identificar estadounidenses nacidos en el extranjero quienes serían despojados de la ciudadanía si se encuentran irregularidades en sus papeles.

El fiscal general, Jefferson Beauregard Sessions III, citó Romanos 13:1 de la Biblia en defensa de la separación de niños, afirmando que la ley se debe obedecer “porque no hay autoridad sino aquélla que por dios ha sido establecida”. Seguramente estaba muy consciente este monumento ambulante de la Confederación que éste es el mismo verso de la Biblia citada por los esclavistas contra los abolicionistas para defender la esclavitud de los negros, la piedra angular del capitalismo estadounidense. Sessions también afirmó que la maquinaria de muerte de los campos nazis fue meramente para “impedir que los judíos se fueran del país”, equiparando a los campos donde doce millones de judíos, gitanos, comunistas, homosexuales y otros fueron exterminados con una política migratoria.

Los demócratas y liberales denuncian la política de separación de niños como “no estadounidense”. De hecho, es tan “estadounidense” como la tarta de manzana. Las familias negras han sido brutalmente separadas durante cientos de años, desde los esclavos que eran vendidos para ser enviados más al sur y separados de sus parejas e hijos hasta el encarcelamiento masivo de hombres negros hoy día. Este país fue fundado en la exterminación casi total de la población indígena, su historia, su cultura y su identidad. El gobierno estadounidense separó sistemáticamente a niños indígenas estadounidenses de sus familias, les quitaron sus nombres y suprimieron el derecho a hablar su propio idioma.

El imperialismo estadounidense extiende su dominio por todo el planeta y, en la medida en que la necesidad económica lo exige, introduce nuevas fuentes de mano de obra barata en los estratos más pobres del proletariado. Los capitalistas utilizan el chovinismo antiinmigrante y el racismo antinegro para oscurecer quiénes son los verdaderos enemigos de los obreros. El objetivo es reducir los sueldos y prestaciones y deteriorar las condiciones de trabajo de todos los trabajadores. Es así que el sistema capitalista divide a la clase obrera en distintas capas al mismo tiempo que crea a su propio sepulturero: el proletariado. Los inmigrantes no son simples víctimas. Forman un componente clave y dinámico de la multirracial clase obrera estadounidense, y muchas veces traen consigo un entendimiento de las depredaciones del imperialismo estadounidense en sus propios países, así como experiencia en duras luchas de clase. La lucha por movilizar el movimiento obrero en defensa de los inmigrantes debe verse como parte de la lucha por forjar una dirección clasista de los sindicatos, que esté comprometida con el entendimiento de que los obreros y los capitalistas no tienen intereses en común.

Hoy el fanatismo antiinmigrante define la política racista y derechista no sólo en EE.UU., sino a lo largo de Europa y otros lugares, y es una prueba de fuego para el movimiento obrero y la izquierda. La Spartacist League/U.S., sección de la Liga Comunista Internacional, lucha contra las deportaciones y por plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes. Nuestro programa revolucionario e internacionalista y nuestro compromiso por forjar un partido obrero revolucionario —70 por ciento negro, latino y de otras minorías— que luchará por un futuro socialista son verdaderamente la última y mejor esperanza para EE.UU.