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Spartacist (edición en español) Número 31

agosto de 2001

Rearmando al bolchevismo

Una critica trotskista de Alemania 1923 y la Comintern

“No puede triunfar la revolución
proletaria sin el partido, aparte del
partido, al encuentro del partido
o por un sucedáneo del partido”

—León Trotsky, Lecciones de Octubre

TRADUCIDO DE SPARTACIST (EDICIÓN EN INGLÉS) NO. 56, PRIMAVERA DE 2001

La Revolución Alemana abortada de 1923 marcó un punto decisivo en la historia del movimiento obrero internacional después de la Revolución de Octubre rusa de 1917 y el final de la Primera Guerra Mundial. Aunque el descontento y los alzamientos proletarios habían barrido Europa en la secuela de la guerra, el poder estatal proletario seguía confinado al antiguo imperio zarista (excepto Finlandia, los estados bálticos y Polonia). La industria moderna creada en Rusia por la inversión extranjera en el periodo previo a la guerra había sido devastada por la Primera Guerra Mundial y la sangrienta guerra civil que ocurrió a continuación; el primer estado obrero del mundo se encontró suspendido por encima de una economía en gran medida rural y campesina.

Los bolcheviques lucharon con todos los medios y la determinación posibles para extender la revolución a los países industriales avanzados de Europa, fundando la III Internacional (Internacional Comunista, Comintern o IC) en 1919 como el instrumento necesario para alcanzar la revolución socialista mundial. En agosto de 1920, habiendo derrotado una invasión del ejército polaco bajo el nacionalista Josef Pilsudski, el Ejército Rojo siguió a los polacos en retirada a través de la frontera en una valiente maniobra por conseguir una frontera común con Alemania. La derrota de la Rusia soviética a las afueras de Varsovia marcó la marcha más lejana del bolchevismo hacia el oeste.

Alemania, con su gran proletariado prosocialista, parecía ofrecer la mejor oportunidad para extender la revolución. Desde la fundación del Partido Comunista Alemán (KPD), la dirección bolchevique, empezando con el mismo Lenin, intervino ampliamente en el KPD. Lenin estaba en extremo consciente de que el joven KPD había roto muy tarde con la socialdemocracia y había asimilado la política bolchevique sólo parcialmente.

Derrotada en la primera guerra interimperialista, Alemania estaba en un estado de crisis política y económica continua. Empezando con un levantamiento obrero que llevó al derrocamiento del káiser Wilhelm II en noviembre de 1918, el país era sacudido continuamente por protestas, huelgas y levantamientos semiinsurgentes. El Partido Socialdemócrata (SPD) de Scheidemann, Ebert y Noske, que apoyó a Alemania durante la carnicería imperialista, pasó a convertirse en el baluarte crucial de la República de Weimar que remplazó a la monarquía. El SPD desarmó y desmovilizó políticamente al proletariado revolucionario y después facilitó y encubrió la contrarrevolución burguesa en la sangrienta represión.

Proveyendo una cubierta de izquierda crucial para la traición abierta del SPD estaba el centrista y altamente heterogéneo Partido Socialista Independiente (USPD), que se escindió del SPD en abril de 1917 y que incluía inicialmente al Grupo Espartaquista de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht. El ala derecha del USPD, que incluía a Karl Kautsky, Rudolf Hilferding y Eduard Bernstein, fue socialpacifista durante la guerra. Kautsky, en particular, era bastante hábil en el uso de la retórica marxista para enmascarar su firme compromiso de reformar el orden burgués. Los espartaquistas se escindieron del USPD sólo en diciembre de 1918. El USPD se escindió de nuevo en octubre de 1920 cuando dos terceras partes de su militancia activa votaron a favor de unirse a la Internacional Comunista, dándole al KPD por primera vez una base de masas real en el proletariado. Pero la historia posterior mostraría cuán incompleta fue la escisión del KPD con el centrismo de Kautsky en el nivel del programa y la teoría.

La ocupación francesa del Ruhr en enero de 1923 provocó una crisis económica y política en la cual estaba de manifiesto el potencial para la revolución proletaria. Una indicación clara de esto fue que el SPD —aunque fortalecido por su reunificación con las sobras del USPD de Kautsky en 1922— perdió control sobre la masa de la clase obrera alemana. El principal mecanismo a través del cual la socialdemocracia encadenaba al proletariado al orden burgués era su dirección de los sindicatos. En medio de la severa dislocación económica y la hiperinflación en 1923, los sindicatos eran incapaces de funcionar; se paralizaron. Los obreros desertaron de ellos en grandes cantidades igual que del SPD mismo. Pero la dirección del KPD fracasó en la prueba de la revolución. Habiendo refrenado los esfuerzos revolucionarios de las masas obreras previamente en 1923, se rindió sin dar pelea en la víspera de una insurrección planeada en octubre.

En vez de organizar la lucha por el poder proletario, la dirección del KPD bajo Heinrich Brandler operaba bajo la falsa perspectiva de que la influencia del partido se incrementaría de manera lineal. En una situación revolucionaria, escoger el momento correcto es crucial. No hay situaciones “imposibles” para la burguesía; si un partido revolucionario no actúa, la burguesía retomará el control. Ese fue el resultado en 1923 en Alemania.

En el fondo, el KPD se apoyaba en la ilusión de que el ala izquierda de la socialdemocracia podía ser inducida a convertirse en un aliado “revolucionario”. Esta estrategia fue codificada en la utilización incorrecta de la consigna del “gobierno obrero”, que para el KPD había llegado a significar una cosa distinta a la dictadura del proletariado: con creciente frecuencia significaba un gobierno de coalición con el SPD sobre la base del parlamento burgués. Esta era una revisión oportunista y derrotista del entendimiento de los bolcheviques de Lenin y Trotsky de que un gobierno obrero sería alcanzado a través del derrocamiento del aparato estatal burgués y el forjamiento de un nuevo poder estatal fundado en los consejos obreros (soviets). El abuso por parte del KPD de la consigna del gobierno obrero fue apoyado por la Comintern bajo la dirección de Zinóviev, y llegó a su culminación en octubre de 1923 con la entrada del KPD en los gobiernos de coalición con el SPD en los estados de Sajonia y Turingia. Tal como resultó, los “bastiones rojos” en Sajonia y Turingia simplemente se esfumaron cuando se enfrentaron al ejército alemán; la entrada del KPD a estos gobiernos burgueses provinciales fue el preludio de la cancelación por parte del partido de una insurrección que la Comintern lo había empujado a planear.

La derrota tuvo consecuencias enormes, y no sólo en Alemania. Para los imperialistas significó una estabilización del orden burgués. En la Rusia soviética, los obreros habían mirado expectantes hacia la revolución obrera alemana; la catástrofe en octubre desató una ola de decepción y desmoralización que fue tomada por la burocracia soviética naciente para usurpar el poder político del proletariado en enero de 1924. Hacia el final de ese año, Stalin delineó su balance sobre los eventos alemanes, promulgando el dogma nacionalista de construir “el socialismo en un solo país”. Como declaró Trotsky unos años más tarde: “A partir de 1923 la situación se modifica radicalmente: no se trata ya solamente de derrotas del proletariado, sino de derrotas de la política de la Internacional Comunista” (La Internacional Comunista después de Lenin [1928]). La negligencia de la Comintern llevó a la larga a que Hitler ascendiera al poder en 1933 sin que fuera disparado un solo tiro.

Mientras se desarrollaban los eventos alemanes en 1923, Lenin ya estaba seriamente enfermo. Zinóviev, que en ese entonces dirigía la Comintern, vacilaba, en tanto que Stalin decía que el KPD debía ser contenido. No fue sino en agosto que Trotsky se dio cuenta de que existía una situación revolucionaria en Alemania, y fue él quien exigió que el KPD y la Comintern organizaran una lucha por el poder. Pero el enfoque de Trotsky en ese entonces era en gran medida administrativo, centrado en fijar una fecha para la insurrección. Aprobó la entrada del KPD en los gobiernos de Sajonia y Turingia, con la idea de que esto proveería un “campo de entrenamiento” para la revolución.

Trotsky no lidió con las razones políticas subyacentes para el fracaso sino hasta después. En una serie de escritos que comienza pocos meses después de la catástrofe de octubre, Trotsky llevó a cabo una evaluación crítica de los problemas políticos de los eventos alemanes, culminando con su trabajo de 1924, Lecciones de Octubre. Trotsky trazó una analogía entre los eventos alemanes y el Octubre ruso, notando que una sección de la dirección del Partido Bolchevique, incluyendo a Zinóviev y Kámenev, se negó a organizar la toma del poder en 1917. Trotsky detalló la serie de luchas que había librado Lenin después del estallido de la revolución en febrero de 1917 para rearmar al partido. Fueron sólo estas luchas las que hicieron posible la victoria en Octubre. La cuestión fundamental en disputa era “la de si se debía luchar por el poder y asumirlo, o no”. Trotsky afirmó:

“En mayor o menor escala ambas tendencias se manifestarán aún muchas veces en todos los países, durante los periodos revolucionarios, con las diferencias motivadas por cada situación. Si se conceptúa ‘bolchevismo’ una educación, un temple, una organización de la vanguardia proletaria capaz de tomar el poder por la fuerza; si se conceptúa ‘socialdemocracia’ el reformismo y la oposición dentro del marco de la sociedad burguesa, así como la adaptación a la legalidad de ésta, o sea la educación de las masas en la idea de la inconmovilidad del estado burgués, claro está que la lucha entre las tendencias socialdemócratas y el bolchevismo, incluso en un partido comunista que no surge armado de la forja de la historia, debe manifestarse de la manera más perentoria y franca cuando se plantea directamente la cuestión del poder en periodo revolucionario.”

— Trotsky, Lecciones de Octubre

Descubriendo las raíces de la derrota de 1923

Lecciones de Octubre fue parte del proceso a través del cual Trotsky rearmó al marxismo contra la perversión burocrática estalinista, comenzando con la Oposición Rusa de 1923 y profundizándose fundamentalmente con su crítica de 1928 al “Borrador de Programa de la Internacional Comunista” de Stalin y Bujarin, el elemento al centro de La Internacional Comunista después de Lenin.

Trotsky, sin embargo, lidia en Lecciones de Octubre sólo en términos generales con los eventos que ocurrieron en Alemania. No es un substituto para un análisis concreto de los eventos, como Trotsky mismo notó más tarde:

“[Los brandleristas] nos acusan de no haber realizado todavía un análisis concreto de la situación que vivía Alemania en 1923. Es cierto. Muchas veces les recordé a los camaradas alemanes la necesidad de encarar esta tarea.... Elaboré un panorama de la situación alemana como lo hice con la situación rusa en 1905 y en 1917. Por supuesto, ahora, después que las cosas pasaron, sobre todo en beneficio de la joven generación, hay que reconstruir teóricamente la situación, con los acontecimientos y las cifras en la mano. La Oposición de Izquierda debe hacer este trabajo, y lo hará.”

— Trotsky, “Problemas prácticos y de principios que debe enfrentar la Oposición de Izquierda”, 5 de junio de 1931 (Escritos 1930-31)

Han habido pocos esfuerzos serios para llevar esto a cabo, notablemente entre ellos un intercambio entre Walter Held y Marc Loris (Jan van Heijenoort) en la prensa trotskista estadounidense en 1942-43. Los verdaderos arquitectos de la derrota de 1923 se involucraron en un encubrimiento masivo. Zinóviev le echó la culpa de todo al líder del KPD, Brandler, mientras Brandler y sus partidarios buscaron darse una coartada afirmando que nunca había habido una situación revolucionaria. La coartada de Brandler fue retomada más tarde por el historiador y biógrafo de Trotsky, Isaac Deutscher, y subsecuentemente por la publicación laborista británica Revolutionary History y toda la variedad de reformistas de facto. Por lo que respecta a los oponentes fraccionales de Brandler, los “izquierdistas” del KPD organizados alrededor de Ruth Fischer y Arkady Maslow, quienes eran instrumentos de Zinóviev, fueron igualmente incapaces de trazar un curso revolucionario en 1923. La recolección posterior de Fischer en Stalin and German Communism [Stalin y el comunismo alemán] (1948) es tan interesada como (e incluso más embustera que) la de Brandler.

En un intento para llegar al fondo del aparente pandeo oportunista por parte de Trotsky al apoyar la entrada en los gobiernos de Sajonia y Turingia, la Liga Comunista Internacional se embarcó en una investigación y discusión de los eventos de Alemania. Un punto destacado de esta discusión fue una presentación educacional dada en 1999 por un líder de nuestra sección alemana, además de la discusión en dos reuniones del Comité Ejecutivo Internacional de la LCI y la publicación de dos boletines internacionales que incluían traducciones al inglés de documentación de fuentes en el idioma alemán.

Las fuentes en el idioma inglés para estudiar los eventos de 1923 son escasas. La documentación en alemán es mucho más abundante, pero no es tarea fácil extraer lo que es útil de entre montañas de encubrimiento. Muchas veces lo que no se dice es lo que resulta significativo. De ese modo, un camarada que buscó en los números del periódico del KPD Die Rote Fahne (La Bandera Roja) correspondientes a los primeros seis meses de 1923, ¡encontró exactamente una referencia a la revolución socialista —y eso fue en una resolución del Comité Ejecutivo de la Comintern (CEIC)— y ninguna a la dictadura del proletariado!

Nuestro estudio de los eventos de Alemania en 1923 indicó que lejos de actuar como un correctivo para los apetitos parlamentaristas de la dirección del KPD, el CEIC bajo Zinóviev fue profundamente cómplice de su curso. La entrada refrendada por la IC en los gobiernos burgueses de coalición con el SPD en Turingia y Sajonia fue preparada teóricamente por la discusión en el IV Congreso de la Internacional Comunista en 1922, que incluyó a tales gobiernos de coalición como variantes posibles de un “gobierno obrero”. La tendencia espartaquista siempre ha sido crítica de la confusionista resolución del IV Congreso; desde nuestro inicio hemos insistido que un gobierno obrero no puede ser nada distinto de la dictadura del proletariado. Nuestro estudio reciente mostró que la resolución del IV Congreso fue directamente inspirada por y constituyó una codificación implícita de un impulso revisionista que daría al traste con la Revolución Alemana.

Este artículo pretende ser una contribución a la reconstrucción teórica de los eventos de Alemania en 1923 que Trotsky apuntó como necesaria para rearmar a las futuras generaciones de revolucionarios. Ciertamente, con el paso de más de 75 años, algunos de los eventos son difíciles de reconstruir. Creemos que hemos destapado lo esencial, pero no tenemos ilusión alguna de tener el cuadro completo.

La Revolución Alemana abortada de 1923

A finales de 1922, el gobierno de Weimar no hizo los pagos de reparación a Francia, en la forma de requisiciones de carbón y otros bienes básicos, según lo dictaba el Tratado de Versalles de junio de 1919, que había sido diseñado por los imperialistas triunfantes en la Primera Guerra Mundial para arrancarle a su rival derrotado su fuerza económica y militar. Esto impulsó al gobierno francés de Poincaré a ocupar el Ruhr en enero de 1923. El gobierno alemán, entonces en manos del canciller Cuno, adoptó una política de “resistencia pasiva” —desobediencia civil hacia las autoridades de ocupación francesas y belgas—. Los grupos paramilitares de derecha, mantenidos por los industriales conservadores tanto con fondos privados como con fondos del gobierno desviados del presupuesto del ejército, infiltraron rápidamente el Ruhr. Allí llevaron a cabo una guerra de guerrillas provocativa, aunque en gran medida poco efectiva, contra las tropas francesas.

La ocupación desató un caos financiero masivo en Alemania, no sólo empobreciendo a la clase obrera sino además arruinando a las clases medias bajas. Bajo guardia armada, la burguesía francesa extrajo sus reparaciones chupasangre, paralizando al resto de la industria alemana. La inflación despegó en una escala que es difícil de creer. ¡El valor del marco alemán bajó de 48 mil por dólar estadounidense en mayo a una astronómica cifra de 4.6 millones en agosto! De 6 por ciento en agosto, el desempleo se incrementó dramáticamente a 23 por ciento en noviembre.

Hugo Stinnes y otros industriales del Ruhr organizaron una serie de protestas contra la ocupación, predicando la necesidad de unidad nacional contra los franceses. Un frente nacional de facto abarcaba desde los fascistas en la derecha hasta el SPD. El KPD, aunque al inicio era bastante contradictorio, gradualmente se conformó y alineó con el resto. Los socialdemócratas publicaron declaraciones de solidaridad con los empresarios del Ruhr arrestados por los franceses, en tanto que la propaganda del SPD buscaba utilizar el enojo por la ocupación francesa para justificar su apoyo criminal al imperialismo alemán en la Primera Guerra Mundial. Pero el proletariado no pasaba por alto que las apelaciones de Stinnes por el “sacrificio igual” eran hipocresía pura. El malestar económico fue manipulado por los capitalistas para atacar a los sindicatos. La rápida depreciación del marco hizo que los productos alemanes fueran extremadamente baratos en el mercado mundial y permitió que los industriales hicieran el negocio del siglo, mientras los sindicatos eran totalmente incapaces de defender el estándar de vida de los obreros frente a la hiperinflación. La intoxicación inicial de los obreros con la “unidad nacional” no duró mucho tiempo.

La Internacional Comunista entró en acción rápidamente para movilizar sus secciones europeas para responder a las provocaciones francesas en el espíritu del internacionalismo proletario. Unos cuantos días antes de la ocupación del Ruhr, una conferencia de delegados de los partidos comunistas de Europa Occidental reunida en Essen aprobó una resolución denunciando el Tratado de Versalles y la amenaza de ocupación.

En el Ruhr, la fraternización con las tropas francesas fue un componente importante al trazar una línea política contra los nacionalistas (y socialdemócratas) alemanes, y la juventud del KPD tuvo algún éxito en tales esfuerzos. Los comunistas franceses, trabajando con la Juventud Comunista Internacional, hicieron una vigorosa campaña contra la ocupación; se distribuyó propaganda a los soldados tanto en francés como en árabe. En un caso, las tropas francesas trataron de proteger a obreros alemanes en huelga contra los policías alemanes, y varios de los soldados franceses fueron baleados. Después de una masacre de obreros por parte de tropas francesas en Essen, Die Rote Fahne publicó una carta de solidaridad de soldados franceses que estaban recolectando dinero para las familias de los obreros asesinados. El KPD también dirigió una gran campaña de solidaridad cuando mineros franceses entraron en huelga.

La campaña iniciada por la IC endureció al partido alemán. Cuando Cuno llamó por un voto de confianza a su política de “resistencia pasiva” en el Reichstag el 13 de enero, la fracción parlamentaria del KPD se manifestó y votó contra él. El KPD publicó una proclama titulada “Golpeemos a Poincaré y a Cuno en el Ruhr y en el Spree [el río de Berlín]”, una declaración principista de oposición tanto al imperialismo francés como al alemán.

Pero el KPD hizo poco para organizar la resistencia proletaria independiente a la depredación del imperialismo francés. Las huelgas y las acciones de protesta en el Ruhr, apelando a sus compañeros proletarios en Francia y especialmente en el ejército de ocupación francés, muy bien pudieron haber conducido en una dirección revolucionaria y detonado una lucha obrera internacional más amplia. El KPD estaba lejos de tales intenciones insurgentes. Un manifiesto publicado por el VIII Congreso del partido a finales de enero y principios de febrero de 1923 reveló que ya estaba acomodándose a la defensa por parte del SPD del orden capitalista europeo de la posguerra dictado en Versalles. El KPD de hecho llamó por un “gobierno obrero” para pagar la deuda imperialista:

“El gobierno obrero le propondrá negociaciones a Francia; declarará honesta y abiertamente qué cantidad de las deudas que la burguesía les ha puesto encima pueden pagar los trabajadores. El gobierno obrero tomará bienes de los capitalistas como garantía necesaria para el pago de esas deudas, garantizando de ese modo que sus palabras corresponden a una voluntad honesta. De este modo el gobierno obrero asistirá a los obreros alemanes a sobrellevar las cargas que la burguesía imperialista en bancarrota les ha impuesto, hasta que el proletariado francés los asista en el rompimiento de las cadenas de Versalles.”

— Manifiesto sobre “La guerra en el Ruhr y la clase obrera internacional”, VIII Congreso del Partido, 28 de enero-1º de febrero de 1923, Dokumente und Materialien zur Geschichte der Deutschen Arbeiterbewegung [Documentos y materiales sobre la historia del movimiento obrero alemán], Dietz Verlag, 1966

Conforme se incrementaba la ira contra las fuerzas francesas de ocupación, el KPD se doblaba ante las presiones nacionalistas, describiendo a Alemania como una virtual colonia, y a Francia como el “enemigo principal”. En febrero de 1923, el lugarteniente de Brandler, Thalheimer, aseveró que la burguesía alemana había adquirido “un papel objetivamente revolucionario...a pesar de ella misma”. Deslizándose hacia una postura defensista hacia la burguesía alemana, Thalheimer afirmó: “La derrota del imperialismo francés en la guerra mundial no fue un objetivo comunista; su derrota en el conflicto del Ruhr, sí lo es” (citado en E.H. Carr, El interregno (1923-1924) [1954, Alianza Ed., 1974]). Quedó en manos de comunistas checos de mentalidad internacionalista como Neurath y Sommer refutar los argumentos patrióticos de Thalheimer. Escribiendo en Die Internationale del KPD (1º de abril de 1923), Sommer denunció las tesis de Thalheimer como una “magnífica flor del bolchevismo nacional” (citado en El interregno), refiriéndose a la bandera bajo la cual algunos izquierdistas alemanes habían abogado por una “guerra de liberación nacional” junto con la burguesía alemana contra las potencias de la Entente. En un discurso del 22 de septiembre de 1920 en la IX Conferencia del Partido en Moscú, Lenin había condenado fuertemente el “bolchevismo nacional” como un “bloque contra natura”, advirtiendo: “Si formas un bloque con los kornilovistas [militaristas de derecha] alemanes, van a engañarte”.

El 13 de mayo de 1923, comenzó una ola huelguística en la ciudad de Dortmund en el Ruhr, un centro industrial de primer orden. Empezando como una huelga salarial de los mineros en una mina, se extendió rápidamente hasta incluir probablemente unos 300 mil huelguistas, cerca de la mitad de los obreros mineros y metalúrgicos en el Ruhr. Hubieron intensas batallas con los policías y manifestaciones de más de 50 mil obreros. Las milicias obreras, las llamadas “Centurias Proletarias”, tomaron los mercados y las tiendas callejeras para las “comisiones de control”, que hacían cumplir reducciones de precios.

¡Pero el KPD que tenía una influencia real entre el proletariado del área, no hizo nada por cuatro días! Y cuando intervino fue para aconsejar a los obreros que no levantaran exigencias políticas sino que se conformaran con un aumento salarial del 52 por ciento, que fue rápidamente devorado por la inflación galopante. En un informe sobre la situación alemana a una reunión de los PCs ruso, alemán, francés y checoslovaco en Moscú, Brandler literalmente se jactó de que el KPD había mantenido las huelgas del Ruhr dentro de los límites de las demandas económicas. Afirmó que elementos fascistoides trabajaban en las Centurias Proletarias con el fin de convertir las luchas salariales en una lucha por el poder, supuestamente como una provocación para invitar a la represión por parte de la burguesía. Aunque había algunos fascistas operando en el Ruhr, éste era un baluarte proletario combativo. Brandler de hecho tildó a todo obrero que quisiera luchar por el poder como un agente de la reacción.

Justo cuando el proletariado estaba comenzando a romper con el nacionalismo, se hizo una apelación abierta a los elementos más atrasados y abiertamente fascistoides. El 29 de mayo, en una abierta apelación al nacionalismo, Die Rote Fahne publicó una declaración titulada “¡Abajo el gobierno de la vergüenza nacional y la traición contra el pueblo!” En junio, en una reunión ampliada del CEIC en Moscú, Karl Rádek dio su notorio discurso elogiando al fascista alemán Schlageter, que había sido ejecutado por los franceses en el Ruhr. Schlageter había luchado en contra de los bolcheviques en los países bálticos y después en contra de los obreros en el Ruhr. La adopción por parte del KPD de la “línea Schlageter”, refrendada por Zinóviev, desató una campaña de apelaciones a los nacionalistas alemanes, que incluyó reuniones públicas conjuntas y “debates” con los fascistas. Esta campaña sin duda tuvo un efecto estremecedor sobre las iniciativas hacia la confraternización con los soldados franceses, aunque la confraternización aparentemente continuó a lo largo de 1923.

El KPD se adaptaba tanto a la derecha nacionalista como a los socialdemócratas. En las universidades, los líderes del KPD confraternizaban con estudiantes nazis. Sin embargo, entre el proletariado, el KPD jugó la carta “antifascista”, cuyo impulso real era mirar hacia el SPD para formar un bloque contra el fascismo (que fue como se motivó más tarde la entrada en los gobiernos de Sajonia y de Turingia).

La “línea Schlageter” fue aceptada con entusiasmo por la “izquierda” del KPD; de hecho, Ruth Fischer era una oradora frecuente en estos “debates”, que continuaron hasta que los nazis se negaron a continuarlos. En una de esas reuniones Fischer declaró: “Quienquiera que grite contra el capital judío...ya es un luchador para su clase [Klasskämpfer] aunque pueda no saberlo” (citada en Werner Angress, Stillborn Revolution—The Communist Bid for Power in Germany, 1921-1923 [La revolución malograda: El intento comunista por tomar el poder en Alemania, 1921-1923] [1963]). A pesar de sus estridentes denuncias de la dirección del partido, los “izquierdistas” de Fischer y Maslow no tenían más interés que Brandler por luchar por el poder. Ambas fracciones estaban preocupadas fundamentalmente por hacer maniobras camarillistas para congraciarse con Zinóviev.

A pesar de los esfuerzos de la dirección del KPD por verter agua sobre las llamas de la lucha de clases, las masas trabajadoras estaban rompiendo por millares con la socialdemocracia hacia el KPD. Esto fue atestiguado en un recuento en 1936 por parte de Arthur Rosenberg, que había estado en el KPD en 1923 y fue electo a la Zentrale (el cuerpo residente de dirección) en 1924 como partidario del grupo de Fischer. Rosenberg anotó:

“En el curso del año de 1923 el poder del SPD decreció continuamente. El partido pasó por una crisis que recordaba a la de 1919. Los Sindicatos Independientes especialmente, que siempre habían sido el apoyo principal de la socialdemocracia, estaban en un estado de completa desintegración. La inflación destruyó el valor de las cuotas sindicales. Los sindicatos ya no podían pagarle adecuadamente a sus empleados ni darle ayuda a sus miembros. Los acuerdos salariales que los sindicatos estaban acostumbrados a concluir con los patrones se volvieron inservibles cuando la devaluación hizo que cualquier salario pagado una semana después careciera de valor alguno. De ese modo, el trabajo sindical del viejo estilo se volvió inútil. Millones de obreros alemanes no querían tener nada que ver con la antigua política sindical y abandonaron los sindicatos. La destrucción de los sindicatos causó simultáneamente la ruina del SPD....

“El KPD tampoco tenía una política revolucionaria, pero al menos criticaba al gobierno de Cuno estridente y tajantemente y señalaba al ejemplo de Rusia. Por tanto, las masas acudieron hacia él en tropel. Para fines de 1922 el recientemente unificado Partido Socialdemócrata todavía incluía a la gran mayoría de los obreros alemanes. Durante el siguiente medio año las condiciones cambiaron completamente. En el verano de 1923 el KPD sin duda tenía a la mayoría del proletariado alemán detrás de él.”

— Arthur Rosenberg, A History of the German Republic [Una historia de la república alemana]

Probablemente el libro más completo sobre este periodo en el idioma inglés sea Stillborn Revolution de Angress. Incluso Angress, que evidentemente no cree que una revolución obrera fuera posible en 1923, reconoce que el KPD estaba ganando fuerza y se refiere al “decreciente control que el Partido Socialdemócrata podía ejercer sobre su base”.

Si alguna vez hubo una situación revolucionaria, lo fue ésta. Pero aunque el KPD tenía varios cientos de miles de obreros con mentalidad revolucionaria en la base, la dirección carecía del apetito para movilizar al proletariado a tomar el poder. Cuando la situación estaba en su punto más candente, Brandler declaró en Die Rote Fahne (2 de agosto de 1923): “Debemos pelear las batallas a las cuales estamos destinados por la historia, pero siempre debemos tener en mente que por el momento somos aún los más débiles. No podemos ofrecer aún una batalla general, y debemos evitar todo lo que le permitiría al enemigo derrotarnos poco a poco” (citado en Angress).

Brandler mantuvo esta posición mucho después de los eventos de 1923. Hoy día, este retazo de “sabiduría” es la suma y sustancia de lo que los socialdemócratas británicos de Revolutionary History, una publicación “apartidista” apoyada por un espectro de individuos y grupos seudotrotskistas, tienen que decir acerca de 1923. En un número de Revolutionary History (primavera de 1994) dedicado a “Alemania 1918-23”, Mike Jones afirmó que el error fatal de Trotsky en 1923 era que supuestamente “subestimó el control del SPD sobre millones de obreros. Subestimó la fuerza material del reformismo, de la democracia burguesa, y demás, entre los obreros alemanes.” Esta, por supuesto, es la técnica consagrada de los oportunistas, que siempre echan la culpa de las derrotas a la “falta de madurez de las masas”, dándole una coartada a los falsos líderes.

Estando debilitado el control del SPD sobre las masas, el KPD hizo poco por exponer a los reformistas y aprovechar su propia ventaja política. Una de las expresiones más asquerosas de este conciliacionismo venía de un artículo en Die Rote Fahne del 21 de enero de 1923, que apelaba al SPD para lograr la “Burgfrieden” —paz civil— entre los obreros. ¡La “Burgfrieden” fue el llamado del káiser en 1914, exigiendo que no hubiera guerra de clases al interior de Alemania mientras la burguesía se iba a la guerra con sus rivales imperialistas! En Sajonia, el KPD le dio apoyo equívoco al gobierno del miembro de la izquierda del SPD, Erich Zeigner. Cuando los policías dispararon contra una manifestación de obreros y desempleados en Leipzig en junio, matando a varios, Brandler se negó a hacer algo al respecto y en cambio pidió...¡una comisión investigadora! De manera igualmente patética, del lado de la IC, Zinóviev y Rádek exigieron que el KPD le retirara su apoyo a Zeigner a menos de que...designara a un nuevo comisionado de la policía. Todos temían claramente una colisión política con los líderes de “izquierda” del SPD que administraban Sajonia.

De agosto a octubre

El gobierno fue derrocado en agosto por la “huelga de Cuno”, iniciada por los obreros berlineses de la imprenta que se negaron a imprimir más dinero. Los Betriebsräte, consejos de fábrica, influenciados por el KPD, empujaron esto hasta convertirlo en una virtual huelga general, a pesar de las objeciones de los líderes sindicales. Pero el partido carecía de política ofensiva alguna, nunca yendo más allá del marco de una huelga combativa. Los huelguistas habían exigido la renuncia de Cuno. Cuando esto sucedió, los obreros regresaron en masa a sus trabajos, contra los deseos del KPD. El KPD llamaba por un “gobierno obrero”, pero no llamaba por establecer los órganos del poder dual que servirían como un puente hacia el dominio proletario.

El gobierno de Cuno fue remplazado con la “gran coalición” de Gustav Stresemann, que incluía a cuatro ministros del SPD. Para Mike Jones y Revolutionary History, la coalición entre Stresemann y el SPD puso fin a cuantas posibilidades revolucionarias hubieran “podido” existir anteriormente ese año. Pero el gobierno de Stresemann no estabilizó la situación ni aproximadamente en la medida que Jones quisiera hacernos creer. El mismo Stresemann no estaba tan confiado al asumir el poder; de allí su declaración de que “somos el último gobierno parlamentario burgués”. Aún había un ánimo de expectación entre las masas alemanas en octubre de 1923, como testificó más tarde Victor Serge, que trabajaba en Berlín como periodista de la Comintern:

“¡En el umbral...Losschlagen! Losschlagen significa da el golpe que has estado guardando, desencadena la acción. Esta palabra está en los labios de todo el mundo, en este lado de la barricada. En el otro lado, también, creo. En Turingia, fuera de las reuniones semiclandestinas donde un comunista está programado para hablar, obreros —a los que no conoce— se paran frente a él. Un ferrocarrilero pregunta, yendo directo al punto: ‘¿Cuándo nos iremos a huelga? ¿Cuándo?’

“Este obrero, que ha viajado 50 millas de noche para hacer esta pregunta, entiende poco de cosas de tácticas y tiempos: ‘Mi gente’, dice, ‘está harta. ¡Dáte prisa con eso!’”

— Victor Serge, “A 50 Day Armed Vigil” [Una vigilia armada de 50 días] (febrero de 1924), reproducido en Witness to the German Revolution [Testigo de la Revolución Alemana] (2000)

A principios de octubre, el KPD entró en los gobiernos del SPD en Sajonia y Turingia como socio de coalición, supuestamente con el fin de utilizar sus puestos ministeriales para obtener armas. Naturalmente, no sucedió nada así. El general Müller marchó sobre Sajonia exigiendo que las Centurias Proletarias fueran dispersadas. Brandler, ahora él mismo un ministro, condicionó la organización de un levantamiento a ganar el apoyo de los socialdemócratas en una conferencia de organizaciones obreras sajonas llevada a cabo en Chemnitz el 21 de octubre. Brandler presentó una moción para la huelga general, que se suponía sería la chispa para la insurrección. Pero cuando los delegados del SPD objetaron, Brandler simplemente retrocedió. Y ese fue el fin de la Revolución Alemana, salvo por algunos combates en Hamburgo, donde varios cientos de comunistas tomaron varias estaciones de policía y se desempeñaron bien antes de ser obligados a retirarse.

¿Quién ha escuchado jamás de comunistas que organizan una revolución en la cual le dan poder de veto a los socialdemócratas? La historiadora Evelyn Anderson notó sagazmente:

“La posición comunista era manifiestamente absurda. Las dos políticas de aceptar responsabilidad de gobierno, por una parte, y prepararse para una revolución, por la otra, obviamente eran mutuamente excluyentes. Sin embargo los comunistas siguieron las dos al mismo tiempo, con el resultado inevitable del completo fracaso.”

— Evelyn Anderson, Hammer or Anvil: The Story of the German Working-Class Movement [Martillo o yunque: La historia del movimiento obrero alemán] (1945)

Rusia 1917 contra Alemania 1923

Trotsky nunca fundamentó su evaluación de las vacilaciones fatales del KPD en 1923 sobre la perspectiva de que el otoño representó el clímax de la revolución. Para el otoño ya era tarde. En mayo de 1924 Trotsky escribió:

“Es cierto que en octubre la política del partido había sufrido un cambio radical. Pero ya era demasiado tarde. En el curso de 1923 las masas trabajadoras se dieron cuenta o percibieron que el momento de la lucha decisiva se acercaba. Sin embargo, no veían en el Partido Comunista la resolución y confianza en sí mismo necesarias. Y cuando éste comenzó sus preparaciones febriles para la insurrección, inmediatamente perdió el equilibrio y también sus nexos con las masas.”

— Trotsky, Introducción a The First Five Years of the Communist International [Los cinco primeros años de la Internacional Comunista]

Dentro del Buró Político ruso era tarea de Lenin prestar atención al partido alemán; Trotsky tenía responsabilidad por el francés. Lenin sufrió un infarto debilitador en marzo de 1923. No fue sino hasta agosto que Trotsky se dio cuenta de que Alemania había entrado a una situación revolucionaria. El Buró Político ruso se reunió el 23 de ese mes, con Brandler entre los asistentes, para discutir las perspectivas del partido alemán. Zinóviev se encontraba vacilante y equívoco, igual que Rádek. Stalin, como Trotsky sólo lo descubriría unos años más tarde, había estado instando a que los alemanes fueran refrenados, escribiéndole a Zinóviev y Bujarin: “Por supuesto, los fascistas no están dormidos, pero está en nuestro interés que ellos ataquen primero.... En mi opinión, los alemanes deben ser refrenados, no azuzados” (citado en la introducción de Maurice Spector del 11 de enero de 1937 a Lecciones de Octubre). El BP designó un comité permanente para movilizar apoyo para una revolución alemana, e inició una campaña de solidaridad que tuvo un efecto electrizante sobre el Ejército Rojo y más ampliamente sobre la población soviética. Las escasas reservas de grano fueron acumuladas en las ciudades para ser enviadas a Alemania en el momento crítico. Pero el Buró Político continuaba vacilando acerca de si el KPD debía establecer el curso para una insurrección inmediata o no. Fischer y Maslow fueron llamados a Moscú y finalmente en septiembre se decidió que el KPD debía establecer la fecha para la toma del poder. Brandler fue honesto acerca de sus dudas sobre este curso y sus propias capacidades —específicamente dijo que no era Lenin y pidió que Trotsky fuera enviado a Alemania a dirigir la revolución—. Evidentemente Brandler estaba esperando que Trotsky pudiera conjurar soviets y una revolución de la nada.

Las consideraciones alemanas estaban cada vez más subordinadas a las vicisitudes de la lucha fraccional al interior del partido ruso. Para este punto, Trotsky estaba siendo marginado por la troika dirigente de Zinóviev, Kámenev y Stalin. Pero la troika difícilmente podía dejarse ver oponiéndose a la revolución proletaria en Alemania, y estuvo de acuerdo con Trotsky en planear la fecha. Zinóviev también cumplió a medias la exigencia de Trotsky de que Fischer y Maslow fueran retenidos en Moscú para amortiguar el potencial perjudicial de los “izquierdistas” alemanes durante la insurrección (Maslow se quedó en Moscú, en tanto que a Fischer se le permitió regresar). Pero la troika no podía arriesgarse a darle una oportunidad a Trotsky de dirigir la Revolución Alemana; insistieron que se requería la presencia de Trotsky en Moscú.

Detrás de Stalin, Kámenev y Zinóviev estaba el creciente aparato burocrático del partido y el estado rusos. En unos cuantos meses la troika aplastaría a la oposición antiburocrática y arrebataría el poder político para la burocracia en la conferencia del partido de enero de 1924. Pero en el verano y principios de otoño de 1923 aún estaba abierta la puerta para que Trotsky luchara por una intervención de la Comintern que habría sido la diferencia crucial al armar políticamente al KPD para tomar ventaja de la oportunidad revolucionaria. Desafortunadamente, Trotsky carecía del entendimiento político y la información acerca de la práctica real del KPD en Alemania. Su enfoque en ese momento era en gran medida administrativo.

Lo que se requería en 1923 era un rearme político de los comunistas alemanes, similar a lo que había llevado a cabo Lenin en el Partido Bolchevique después de su regreso de Suiza en abril de 1917. En el periodo inmediato después de la Revolución de Febrero, Stalin, Kámenev y otros elementos de la dirección bolchevique que regresaban del exilio interno habían revertido la decisión inicial del Buró del Comité Central y comprometido al partido a una política de extender apoyo crítico al Gobierno Provisional democrático burgués formado después de la abdicación del zar, “en tanto que luchase contra la reacción y la contrarrevolución”. En sus Tesis de Abril, Lenin argumentó fuertemente contra esta línea capituladora, oponiéndose a cualquier apoyo al gobierno provisional o acercamiento con los mencheviques socialdemócratas, y llamando por todo el poder a los soviets y por darle armas a los obreros. Sin esta lucha crucial, al igual que luchas posteriores contra aquéllos que como Kámenev y Zinóviev se negaron asustados a organizar la insurrección, la Revolución de Octubre nunca habría sucedido.

En particular, Lenin enfatizaba la necesidad de claridad cristalina sobre la naturaleza del estado. Incluso la república burguesa más “democrática” es un instrumento para mantener el dominio de una minoría de explotadores sobre las masas de explotados. La revolución socialista significa el aplastamiento del aparato estatal existente —cuyo núcleo son el ejército, la policía, los tribunales y las cárceles— y su remplazo con uno nuevo basado en los órganos del dominio proletario, los soviets, que reprimirían a la clase capitalista, constituyendo así la dictadura del proletariado. Esta perspectiva fue llevada a cabo en la Revolución de Octubre y a ella se opusieron incluso los mencheviques de izquierda como Mártov.

Después de la Revolución de Octubre, el socialdemócrata alemán de izquierda Karl Kautsky criticó a los bolcheviques por liquidar la Asamblea Constituyente en su polémica de 1918, La dictadura del proletariado. Kautsky afirmaba que este cuerpo parlamentario burgués era una forma de democracia más elevada que los soviets. Lenin, que había sido forzado a parar su trabajo sobre El estado y la revolución para dirigir la Revolución de Octubre, usó el material sobrante en su respuesta de 1918 al “renegado Kautsky”. Lenin aclaró que a pesar de las pretensiones “de izquierda” de Kautsky y su profesado entusiasmo por los soviets, la afinidad fundamental de Kautsky era con el menchevique Mártov y su horror ante la idea de los soviets como vehículo para el poder estatal proletario:

“El quid está precisamente en saber si los soviets deben tender a convertirse en organizaciones de estado...o bien los soviets no han de seguir esa tendencia, no han de tomar el poder en sus manos, no han de convertirse en organizaciones de estado, sino que deben seguir siendo ‘organizaciones de combate’ de una ‘clase’ (según dijo Mártov, adecentando con estos inocentes deseos el hecho de que, bajo la dirección menchevique, los soviets no eran más que un instrumento de subordinación de los obreros a la burguesía)....

“Por tanto [para Kautsky], la clase oprimida, la vanguardia de todos los trabajadores y de todos los explotados en la sociedad actual, debe lanzarse a ‘las batallas decisivas entre el capital y el trabajo’, ¡pero no debe tocar la máquina de la que se sirve el capital para oprimir al trabajo! —¡No debe romper esa máquina!— ¡No debe emplear su organización universal para reprimir a los explotadores!...

“Aquí es donde se hace patente la total ruptura de Kautsky tanto con el marxismo como con el socialismo. Esto es, de hecho, pasarse al lado de la burguesía, que se halla dispuesta a admitir todo lo que se quiera menos la transformación de las organizaciones de la clase que ella oprime en organizaciones de estado.”

— Lenin, La revolución proletaria y el renegado Kautsky, octubre-noviembre de 1918 (Obras Completas, Tomo 37)

Esta polémica entre Lenin y Kautsky sobre la Revolución de Octubre prefiguró lo que estaba a punto de ocurrir en Alemania. Cuando el káiser Wilhelm fue forzado a abdicar como resultado de la Revolución de Noviembre de 1918, las masas trabajadoras establecieron consejos de obreros y soldados en un intento por seguir el camino del proletariado de Rusia. El SPD estaba desesperado por liquidar estos consejos y remplazarlos con la Asamblea Nacional, un parlamento burgués. El recién formado KPD estaba por todo el poder para los consejos de obreros y soldados. Los independientes, el USPD, dirigido por gente como Kautsky y Rudolf Hilferding, afirmaba estar tanto por la Asamblea Nacional como por los consejos obreros, exigiendo que estos últimos fueran incorporados a la constitución de Weimar. El USPD resultó ser de gran utilidad para el SPD al hacer que se aceptara la Asamblea Nacional, tras de lo cual fue relativamente sencillo desmantelar los consejos.

Sin una organización comunista en existencia todavía, las masas trabajadoras radicalizadas por la guerra habían entrado en masa al USPD. Aunque era completamente reformista en los hechos, la fraseología marxista del USPD lo hacía aún más peligroso que el SPD, ya que servía para engañar a los obreros más avanzados que el SPD no engañaba. En medio de la revolución en ciernes, la Spartakusbund [Liga Espartaco] de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht finalmente abandonó el USPD y se unió a otros grupos más pequeños de radicales independientes para formar el KPD. El no haber roto antes con el centrismo de Kautsky hizo que naufragara la Revolución Alemana de 1918. Los comunistas alemanes nunca asimilaron realmente la importancia de la escisión política intransigente de los bolcheviques con todas las variedades de reformismo y centrismo.

En septiembre de 1918, dado que los ataques de Kautsky sobre la Revolución de Octubre no habían sido respondidos en Alemania, Lenin escribió a los embajadores soviéticos en Europa Occidental:

“La infame necedad, los balbuceos infantiles y el trivialísimo oportunismo de Kautsky me inducen a preguntar: ¿por qué nosotros no hacemos nada para combatir el envilecimiento teórico del marxismo por Kautsky?

“¿Podemos tolerar que incluso personas como Mehring y Zetkin se aparten de Kautsky más ‘moralmente’ (si cabe la expresión) que teóricamente?”

— Lenin, “A Y.A. Berzin, V.V. Vorovski y A.A. Ioffe”, 20 de septiembre de 1918 (Obras Completas, Tomo 50)

Lenin instó a los embajadores a “hablar detenidamente con la izquierda (los espartaquistas y otros), estimulándolos a hacer una declaración teórica, de principio en la prensa, de que en la cuestión de la dictadura, Kautsky no expone el marxismo, sino un vulgar bernsteinismo”. Fueron Lenin y Trotsky, y no alguno de los líderes alemanes, los que escribieron las principales polémicas contra Kautsky, desde El estado y la revolución (1917), El renegado Kautsky y La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo (1920) de Lenin, hasta Terrorismo y comunismo en 1920 y Social Democracy and the Wars of Intervention in Russia, 1918-1921 (Between Red and White) [La socialdemocracia y las guerras de intervención en Rusia, 1918-1921 (Entre rojo y blanco)] en 1922, ambos de Trotsky.

Los líderes comunistas alemanes no podían derrotar a Kautsky, el dirigente preeminente en la preguerra del “marxismo” alemán, porque nunca habían roto de forma decisiva con su concepción del “partido de toda la clase” y el parlamentarismo del viejo SPD. La socialdemocracia de la preguerra se había acomodado cada vez más a la estructura legal autocrática del Reich wilhelmino. Una expresión de eso fue la sumisión del SPD a una ley —que permaneció vigente hasta 1918— que ordenaba una presencia policiaca oficial en todas las reuniones públicamente anunciadas, que incluían reuniones de los locales e incluso congresos del partido. Como lo documentó Richard Reichard en Crippled from Birth—German Social Democracy 1844-1870 [Paralítica desde su nacimiento: La socialdemocracia alemana 1844-1870] (1969), esto significaba que los policías podían terminar instantáneamente cualquier reunión del SPD si escuchaban algo que no les gustaba.

Los marxistas revolucionarios luchan por el derecho de llevar a cabo sus actividades legalmente bajo el capitalismo. Pero acomodarse de antemano a lo que el estado burgués considera “legal” es abandonar la lucha por la revolución proletaria. Incluso en los países capitalistas más “democráticos”, se requirió de organizaciones partidistas y prensa ilegales para que los marxistas fueran capaces de decir la verdad acerca de sus propios gobiernos imperialistas durante la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, para la dirección del KPD de Brandler, la concepción leninista del partido de vanguardia y la experiencia entera de los bolcheviques, incluida la necesidad de conformar una organización ilegal paralela, no eran apropiadas para países “civilizados” como Alemania. La dirección del KPD oscilaba entre el oportunismo y el parlamentarismo de Brandler y el ultimatismo idiota de Fischer y Maslow, incapaz de organizar la lucha por el poder y de romper decisivamente el control del SPD sobre la clase obrera.

En 1923, el KPD oscureció las líneas que Lenin había marcado claramente entre un estado burgués y un estado obrero. No hubo ningún llamado por la construcción de soviets o consejos obreros que serían los órganos del dominio obrero. En cambio, la propaganda del KPD enfatizaba la construcción de un “gobierno obrero”, que según aclaró una resolución en el VIII Congreso del KPD a finales de enero y principios de febrero de 1923, “no era ni la dictadura del proletariado ni un paso parlamentario pacífico hacia la misma”, sino un “intento de la clase obrera, en el marco y empleando inicialmente los instrumentos de la democracia burguesa, de seguir políticas proletarias basadas en órganos del proletariado y movimientos de masas de los obreros” (Dokumente und Materialien). En mayo se preparó una resolución en una reunión con el CEIC, apoyada por los “izquierdistas” de Fischer, que en principio no era distinta, proyectando que “el gobierno obrero puede salir de las instituciones democráticas existentes”.

Esto era el quid del problema: la dirección del KPD —ambas alas— esperaba que el poder político le llegara a través del mecanismo del estado burgués. Lo que faltaba era todo el concepto de la toma del poder y la necesidad de órganos de dominio proletario que sirvieran como base de ese poder. Los soviets o algún cuerpo equivalente tendrían que remplazar al poder estatal existente en un proceso que inevitablemente conllevaría un conflicto militar.

El que los comunistas aceptaran carteras ministeriales en Sajonia y Turingia en octubre sólo reforzó los prejuicios parlamentaristas existentes. Si esto ya era de hecho un gobierno obrero, entonces presumiblemente la lucha revolucionaria extraparlamentaria y la formación de consejos obreros y milicias obreras armadas serían totalmente superfluas. La vasta mayoría de los obreros no tenía idea de que un levantamiento armado estaba a la vista. Ciertamente, ninguna dirección con pleno uso de sus facultades telegrafiaría por adelantado la fecha de una insurrección. Pero en Rusia en 1917 el proletariado entendía claramente que el programa bolchevique era la toma del poder basada en los soviets.

En Lecciones de Octubre, Trotsky defendió el consejo de la IC en 1923 de no llamar por soviets y en cambio basarse en los consejos de fábrica. Trotsky argumentaba que los consejos de fábrica “ya se habían convertido...en puntos efectivos de concentración de las masas revolucionarias” y que los soviets formados en ese punto de la lucha serían organizativamente redundantes. Más aún, como explicó Trotsky al revisar esta cuestión en su artículo de 1931 “El control obrero de la producción”, después de 1917-18 la palabra “soviet” se había convertido en “sinónimo de la dictadura de los bolcheviques, y por lo tanto una pesadilla en los labios de la socialdemocracia.... A los ojos del estado burgués, en especial de su guardia fascista, el que los comunistas pongan manos a la obra en la creación de soviets será equivalente a una declaración directa de guerra civil por parte del proletariado” (La lucha contra el fascismo, 1980).

Los Betriebsräte (consejos de fábrica) fueron establecidos por el gobierno del SPD bajo una ley de febrero de 1920 como un sustituto para los consejos de obreros y soldados que habían sido desmantelados. El SPD quería mantener a los consejos de fábrica —que serían electos en todas las empresas con más de 50 empleados— bajo el control de la burocracia sindical, de modo que fueran encargados de hacer cumplir las provisiones de los contratos negociados por los sindicatos. El mes anterior a que la legislación fuera aprobada, decenas de miles se manifestaron contra ella; la policía de Berlín disparó contra la protesta, matando a 42.

Sin embargo, en los años subsecuentes los Betriebsräte se convirtieron cada vez más en el foco de la lucha combativa. Las llamadas conferencias “no autorizadas” —sin sanción oficial— de consejos de fábrica tomaron lugar a nivel regional e incluso nacional. Eran dominadas por el KPD y generalmente boicoteadas por el SPD. Nuestra propia investigación sobre la medida en la que las masas aceptaban los consejos de fábrica no da resultados completamente definitivos, aunque hay evidencia considerable de que estaban convirtiéndose en un factor mucho más importante en 1923. El argumento de Trotsky de los consejos de fábrica como instrumentos de una insurrección proletaria era una perspectiva revolucionaria realista en 1923. Estaban volviéndose potencialmente bastante más representativos que organizaciones simplemente basadas en las fábricas: los consejos de fábrica estaban uniéndose entre sí y también trabajaban con las Centurias Proletarias y las comisiones de control que regulaban la distribución y los precios de la comida y que estaban bastante extendidas en el Ruhr.

El problema es que el KPD no buscó investir con contenido revolucionario estas formas embrionarias de poder dual proletario. Incluso después de que la Comintern había empujado a la dirección del KPD a que acordara organizar una insurrección armada, no hay evidencia alguna de que los consejos de fábrica fueran algo más que comités de huelga combativos. Ese pudo haber sido un punto de partida —de hecho, los soviets rusos emergieron originalmente de comités de huelga en 1905— pero el KPD nunca buscó imbuir al proletariado con la conciencia de que necesitaba crear órganos de poder obrero. No había nada del estilo de “Todo el poder a los Betriebsräte”. La dirección del KPD tampoco concebía a las Centurias Proletarias como instrumentos para derrocar y suplantar al estado burgués, sino más bien como accesorios de ese estado. En Gelsenkirchen, una ciudad del Ruhr controlada en efecto por el KPD, ¡los comunistas le pidieron al gobierno local que nombrara a un agente de policía para instruir a las milicias obreras! En Sajonia, el KPD propuso que el gobierno del SPD integrara a la milicia obrera a la policía. De forma similar, la estrategia del KPD hacia las comisiones de control era tratar de que fueran “legalizadas” por los gobiernos locales.

La cuestión militar

Como reza el dicho: la victoria tiene muchos padres, la derrota siempre es huérfana. En Lecciones de Octubre, Trotsky observó que si Lenin no hubiera estado presente para llevar a la Revolución Rusa hacia la victoria: “A no dudar, los historiadores oficiales hubiesen representado la situación de modo que mostrara hasta qué punto habría sido una locura la insurrección en Octubre de 1917, sirviendo al lector estadísticas fantásticas sobre el número de junkers, cosacos, destacamentos de choque, artillería ‘dispuesta en abanico’ y cuerpos de ejército procedentes del frente.”

Cualquier número de escritores, algunos de tendencia izquierdista, afirman demostrar que la revolución era imposible en Alemania en 1923. El historiador Helmut Gruber, argumentando que “las centurias proletarias no estaban pensadas como un rival para el ejército o la policía sino como un contrapeso a las unidades paramilitares derechistas”, concluye que una “fuerza de 250 mil hombres bien entrenados y fuertemente armados vencería a un levantamiento incluso con una amplia base popular. En este caso, como en otros, los rusos oscurecieron el peligro descubriendo homólogos a su Revolución de Octubre” (Gruber, International Communism in the Era of Lenin [El comunismo internacional en la era de Lenin][1967]).

De ese modo, según dice este cuento, los obreros alemanes se encontraban superados en armas y número de forma irremediable; el sensato líder del KPD, Brandler, lo entendía, pero se dejó intimidar por los rusos, cuyo error era creer que la experiencia de la Revolución de Octubre era relevante. Y si la revolución era imposible, entonces la lógica dictaba que la única alternativa era el cambio a través de la reforma parlamentaria, a lo cual supuestamente la masa del proletariado alemán se había resignado.

Sin embargo, el proletariado alemán estaba movilizado por millares con las armas en mano en 1923, listo para tomar el poder. Los obreros tenían acceso a decenas de miles de armas pequeñas que habían enterrado en los campos después de la guerra, mientras que sus milicias estaban compuestas de veteranos del frente de la Primera Guerra Mundial que eran combatientes bastante experimentados. Pero la idea de que una insurrección requería unidades disciplinadas de hombres armados no sólo con rifles sino con metralletas y armamento pesado resultó ser incomprensible para la dirección del KPD.

El Reichswehr era una fuerza altamente motivada compuesta sólo de voluntarios, muchos de ellos reclutados de las filas de los Freikorps, unidades paramilitares fascistoides financiadas por los grandes industriales y experimentadas en la carnicería contrarrevolucionaria —cuyo nombre fue más tarde cambiado eufemísticamente a “asociaciones de defensa”—. El ejército excluía cuidadosamente a los comunistas, los socialistas y los judíos y prefería reclutar de áreas rurales. El ejército no podía ser escindido fácilmente, pero su pequeño tamaño —limitado a 100 mil hombres bajo los términos del Tratado de Versalles— hacía de él poco más que una fuerza policiaca de buen tamaño. No habría sido adecuado para aplacar una resuelta insurrección proletaria nacional.

Para 1923 muchos de los Freikorps habían sido integrados al ejército regular. También estaban los “Reischswehr negros” —unidades reclutadas ilegalmente y adjuntas al ejército, generalmente de dudosa capacidad de combate— y las bandas fascistas. Como señaló Trotsky, las fuerzas de los fascistas fueron exageradas monstruosamente y en gran medida existían sólo en el papel, como lo demostró la facilidad con la que fue dispersado el “golpe de estado de la cervecería” de Hitler en noviembre en Bavaria. Stalin y Rádek habían exagerado la fuerza de los fascistas como excusa para evitar organizar una insurrección. Esto no quiere decir que los fascistas eran insignificantes, pero tampoco era 1931, cuando Hitler tenía 100 mil tropas de asalto.

Conmoción insurgente en la República de Weimar

La República de Weimar había traído no una mítica democracia parlamentaria estable, sino cinco años de movimientos insurreccionales y semiinsurreccionales, con enfrentamientos considerables entre los obreros armados y el estado. En enero de 1919 y de nuevo en la primavera, hubieron confrontaciones masivas entre los obreros insurgentes y el gobierno del SPD, que actuó en nombre de la burguesía para aplastar la amenaza de revolución. El USPD jugó un papel crucial en el primer mes después de la abdicación del káiser, uniéndose al gobierno y por tanto ayudando a adormilar al proletariado mientras los contrarrevolucionarios reagrupaban sus fuerzas. Los obreros lucharon valientemente en estas primeras insurgencias, pero carecían de un partido revolucionario con autoridad para coordinar la lucha a nivel nacional. El gobierno fue capaz de aislar estas luchas al nivel local y acabar con ellas una por una.

Tropas del Reichswehr y de los Freikorps ocuparon Berlín en enero de 1919 y de nuevo en febrero. Una expedición punitiva fue despachada para deponer al consejo de obreros y soldados en Bremen, donde había sido declarada una república obrera. Luego fue el turno de Alemania central, donde tropas gubernamentales ocuparon un pueblo tras otro, en muchos casos después de intensos combates. Varios miles fueron muertos durante las batallas callejeras. Cuando estalló una huelga de cinco días en Berlín el 3 de marzo, el ministro de defensa del SPD, Noske, dio órdenes al ejército, que estaba equipado con aeronaves y artillería, de tirar a matar. Unas mil 200 personas fueron muertas. También se enviaron tropas a Halle esa primavera para romper una huelga general. En el Ruhr había combativas huelgas en las minas, abarcando en su cúspide a tres cuartos de la fuerza laboral, que levantaban no sólo demandas económicas sino que además llamaban por la aceptación de los consejos obreros, por armar a los obreros contra los Freikorps, y por el reconocimiento de la Unión Soviética. La última batalla importante en 1919 fue la supresión de la comuna de Bavaria, donde un millar fueron muertos en el combate y bastante más de 100 revolucionarios fueron asesinados.

El nuevo Partido Comunista tenía poca idea de cómo operar en una situación volátil donde había rápidas oleadas de fuerzas revolucionarias y contrarrevolucionarias. Mientras que los bolcheviques tomaron la medida necesaria de esconder a Lenin durante las reaccionarias Jornadas de Julio en Rusia en 1917, cuando el gobierno del SPD lanzó al ataque a los Freikorps en 1918-19, el KPD no tomó suficientes precauciones para proteger a su dirección. A los pocos meses de la fundación del KPD, Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht y Leo Jogiches fueron asesinados. En junio un escuadrón de fusilamiento mató a Eugen Leviné por dirigir la defensa de la República Soviética de Bavaria.

El 13 de marzo de 1920, un general de nombre Von Lüttwitz marchó con tropas de los Freikorps sobre Berlín y buscó instaurar un gobierno militar de derecha bajo el funcionario público prusiano Kapp. Los oficiales del ejército detrás del golpe de estado de Kapp, el Putsch de Kapp, culpaban a los socialdemócratas por las humillaciones nacionales del Tratado de Versalles, particularmente su estipulación que limitaba el tamaño del ejército. El gobierno del SPD huyó de Berlín y apeló al mando del Reichswehr para que interviniera. De manera nada sorprendente, el ejército no hizo nada para oponerse al Putsch de Kapp. Finalmente, el conservador líder socialdemócrata de los sindicatos, Karl Legien, llamó a una huelga general.

Las poderosas acciones del proletariado aplastaron completamente el intento de golpe. Después de dos días, el gobierno de Kapp carecía de poder y, después de dos días más, había desaparecido. Legien trató de cancelar la huelga, pero las secciones más combativas del proletariado no se dejaban refrenar. Los obreros desenterraron las armas que habían escondido después de la supresión de los levantamientos de 1919. Brotaron milicias obreras, con frecuencia bajo la dirección de la izquierda del USPD o bajo el KPD, y fue formado un “Ejército Rojo” de 50 mil hombres en el Ruhr. Altamente descentralizado e improvisado, éste fue sin embargo capaz de dispersar brigadas de Freikorps e incluso unidades del Reichswehr. Esto subrayó el potencial de un proletariado para equiparse con armas y superar al ejército. Como lo describió un escritor:

“Mientras tanto, las unidades del Reichswehr en el área (mayoritariamente Freikorps inalterados), dieron la bienvenida ostentosamente al nuevo régimen; y el general von Watter, comandante regional en Münster, juzgando mal la situación, puso en movimiento a algunas de sus unidades hacia áreas donde se sospechaba un espíritu insurreccional. Los obreros armados respondieron de forma enérgica. En el pueblo de Wetter el 15 de marzo, un destacamento de los Freikorps fue rodeado (mayoritariamente por obreros de Hagen) y, después de varias horas de batalla, fue obligado a rendirse. La misma noche, fuerzas insurgentes rodearon a otro destacamento de los mismos Freikorps en otro pueblo, recibiendo su rendición a la mañana siguiente. A través de victorias como esa, y desarmando las guardias ciudadanas de pueblos más pequeños, las fuerzas obreras pronto adquirieron un arsenal adecuado de armas pequeñas. El ejemplo fue seguido en otras partes. El 16 de marzo una unidad más grande de los Freikorps fue fuertemente dañada por un ejército obrero mientras trataba de marchar fuera del distrito; dos días más tarde, la parte westfaliana del Ruhr estaba completamente libre de tropas del Reichswehr, habiendo sido todas desarmadas por los obreros o retiradas del área. Quedaban tropas en la parte renana del Ruhr y un gran cuerpo de policía de seguridad en Essen; pero cuando esta última ciudad cayó el 20 de marzo después de una batalla de tres días, no quedaron fuerzas armadas regulares en el distrito.”

— David Morgan, The Socialist Left and the German Revolution [La izquierda socialista y la Revolución Alemana] (1975)

El resultado de la supresión del Putsch de Kapp por parte de los obreros fueron los Acuerdos de Bielefeld firmados el 24 de marzo de 1920 por políticos burgueses, los sindicatos, los dos partidos socialdemócratas y dos representantes del KPD. Estos acuerdos incluían un llamado al estado a que desarmara y liquidara a las bandas contrarrevolucionarias y purgara a los funcionarios públicos “desleales” a la república. El Ejército Rojo entregaría sus armas, excepto por algunos obreros que supuestamente serían incorporados a la policía local. A cambio, se suponía que el Reichswehr se mantendría fuera del Ruhr. Pero cuando los obreros entregaron sus armas, las fuerzas gubernamentales marcharon hacia el Ruhr, junto con las unidades de los Freikorps —que habían sido disueltas...¡en el ejército!—. Un virtual terror blanco tuvo lugar a continuación; a lo largo de Renania-Westfalia, los barrios obreros fueron saqueados y quemados y mataron a familias enteras. Fue una lección sangrienta de lo que resulta de confiar en la “neutralidad” e “imparcialidad” del estado burgués.

Aunque el KPD afirmó más tarde que sus dos representantes no tenían la autorización de votar por los Acuerdos de Bielefeld, la propaganda del KPD a principios de los años 20 estaba saturada de similares apelaciones a que el estado burgués prohibiera a los grupos fascistas y monárquicos, purgara a la burocracia gubernamental de reaccionarios, constituyera una fuerza policiaca a partir de “obreros organizados en sindicatos”, etc. Este fue un conmovedor despliegue de confianza en el estado burgués. La Ley para la Protección de la República —aprobada en 1922 después de que un escuadrón de matones de extrema derecha asesinó al Ministro de Asuntos Exteriores, Walther Rathenau, un prominente político judío— fue utilizada abrumadoramente contra la izquierda. El falso concepto de que el estado de algún modo puede ser convertido en “neutral” mediante leyes “progresistas” minó el entendimiento necesario por parte de la clase obrera de que tiene que tomar su defensa en sus propias manos y que el estado debe ser derrocado por el proletariado armado mismo.

La Acción de Marzo y la “teoría de la ofensiva”

Para cuando estalló la Acción de Marzo en 1921, el KPD se había convertido en un partido de masas. En octubre de 1920, el USPD se había escindido en su Congreso de Halle en torno a la aceptación de las famosas 21 condiciones de la Comintern, que habían sido diseñadas para trazar una línea tajante contra los centristas y que llamaban específicamente por la exclusión de Kautsky y Hilferding. Hilferding y Mártov hablaron contra la afiliación; Zinóviev le contestó a Hilferding, y su apasionado discurso de cuatro horas ganó el día. Brandler, notablemente, se opuso a la escisión del USPD. El ala izquierda del USPD, alrededor de dos terceras partes de la militancia activa, se fusionó con el KPD para formar el Partido Comunista Unido (VKPD), aunque el partido regresó al nombre de KPD después de varios meses.

En marzo de 1921, huelgas, reuniones que detenían el trabajo y ocupaciones de planta tuvieron lugar a lo largo de las minas de carbón de Mansfeld en Alemania central en respuesta a las provocaciones de la policía en las minas, y los mineros se unieron en masa bajo las banderas del VKPD. El 16 de marzo el socialdemócrata Hörsing, gobernador de Sajonia, y Severing, ministro del interior prusiano, enviaron tropas y policías a suprimir a los obreros. Lo que era pertinente eran tácticas defensivas, que si hubieran resultado exitosas le habrían podido permitir al proletariado pasar entonces a la ofensiva. Pero la dirección del VKPD respondió a la provocación del gobierno con un llamado por resistencia armada. En algunas áreas, los obreros hicieron caso del llamado y lucharon heroicamente pero incluso los combates eran esporádicos y no estaban de ningún modo generalizados. Fuera de allí, el llamado no recibió respuesta. Un llamado por una huelga general una semana más tarde fue igualmente infructuoso, llevando a peleas físicas en muchos lugares entre la minoría comunista y los obreros bajo la influencia de los socialdemócratas.

El VKPD eventualmente canceló la acción. Las bajas eran severas y miles fueron arrestados. En Stillborn Revolution, Angress estima que el VKPD probablemente perdió a la mitad de su militancia, y de acuerdo a cifras oficiales del partido, nunca se recuperó plenamente de las pérdidas, incluso con el rápido reclutamiento en 1923. De manera más importante, su base sindical fue debilitada significativamente.

Durante la Acción de Marzo el KPD estaba dirigido por Ernst Meyer, que había remplazado a Paul Levi en febrero. Levi, un diletante brillante pero oportunista, había renunciado de la presidencia del VKPD después de que la Zentrale se negó a refrendar sus acciones en una conferencia de enero del Partido Socialista Italiano. Aunque se adhería a la Comintern, la dirección italiana bajo Serrati se había negado a aceptar la vigésimoprimera condición de militancia, la necesidad de romper con los reformistas. Levi había estado del lado de Serrati. Ahora, en su folleto Nuestro camino: contra el putschismo (3 de abril de 1921), Levi afirmaba calumniosamente que la Acción de Marzo era un “golpe de estado”. En realidad, los obreros en Mansfeld habían respondido en masa a la clara provocación del policía del SPD Hörsing. Aunque muchas de las demás críticas de Levi a la Acción de Marzo eran correctas, éste hizo públicos sus ataques contra los líderes del VKPD —llegando al extremo de compararlos con el compinche de Hitler, el general Ludendorff— en un momento en el que el partido estaba bajo el fuego del enemigo de clase. Mostrando que no tenía ningún sentido de solidaridad con el partido, como señaló Lenin, Levi llevó a cabo “una trituración cruel del partido” (Clara Zetkin, Recuerdos sobre Lenin [1934, Ed. Grijalbo, 1969]). Por este cobarde y malicioso acto de indisciplina, Levi fue correctamente expulsado del partido. Por un periodo tuvo su propia organización, pero sólo fue una breve estación de paso en el camino de regreso al SPD vía el USPD.

Justo antes de la Acción de Marzo, la Comintern había enviado al comunista húngaro Béla Kun a Alemania. Sólo dos años antes la desastrosa liquidación por parte de Kun de los comunistas húngaros en un partido común con los socialdemócratas ayudó a condenar al fracaso a la República Soviética Húngara. Ahora Kun era un prominente partidario de la “teoría de la ofensiva”, insistiendo que un partido comunista debe estar siempre a la ofensiva contra la burguesía. Esta supuesta teoría era sostenida por la dirección del VKPD de Meyer, Brandler y Thalheimer y por los “izquierdistas” como Fischer y Maslow.

El Buró Político ruso estaba dividido por la mitad en la discusión sobre la Acción de Marzo. Esta ocasión marcó un reacercamiento político creciente entre Lenin y Trotsky después de la profunda ruptura que se había desarrollado entre ellos en torno a la disputa sobre los sindicatos en el X Congreso del Partido de 1921. Convencieron a Kámenev, ganando así la mayoría en el Buró Político. Zinóviev y Bujarin (entonces miembro candidato del BP) apoyaron la Acción de Marzo, igual que Karl Rádek, el representante de la IC a Alemania. Por un periodo de tiempo, ambas partes se reunieron en sesiones separadas, indicando una situación prefraccional.

Eventualmente la delegación rusa al III Congreso de la Comintern de 1921 llegó a un acuerdo sobre una moción de compromiso. En el Congreso Lenin y Trotsky derrotaron intentos de los izquierdistas alemanes y otros de diluir la moción con enmiendas dirigidas a eliminar de la resolución cualquier crítica de la Acción de Marzo. La consigna central del III Congreso, “¡Hacia el poder mediante la conquista previa de las masas!”, marcaba el reconocimiento de que los recursos políticos y organizativos de los partidos comunistas no eran aún suficientes para la conquista inmediata del poder. Lenin dedicó mucho tiempo y atención a la Resolución Organizativa, que buscaba destilar la esencia de la manera en que funcionaba el Partido Bolchevique y transmitírsela a los jóvenes partidos de la IC. Lenin estaba particularmente preocupado de que estos puntos fueran asimilados en el partido alemán, insistiendo en que el informe fuera escrito en alemán y que un camarada alemán fuera asignado para que hiciera la presentación en el Congreso.

Un interesante recuento de este periodo, que expone lo absurdo de las afirmaciones hechas más tarde de que para obtener armas el KPD tenía que entrar al gobierno sajón, está contenido en From White Cross to Red Flag, the Autobiography of Max Hoelz: Waiter, Soldier, Revolutionary Leader [De la Cruz Blanca a la Bandera Roja, la autobiografía de Max Hoelz: mesero, soldado, líder revolucionario] (1930). Un obrero autodidacta, Hoelz organizó un Ejército Rojo en el área de Vogtland en la frontera con Checoslovaquia durante el Putsch de Kapp y estableció un ejército de 2 mil 500 partisanos en Alemania central durante la Acción de Marzo. Aunque en pequeña escala, Hoelz y su milicia se armaron valientemente desarmando policías y soldados y decomisando municiones de fábricas locales. Hoelz era un comunista impulsivo y primitivo que generalmente no esperaba instrucciones antes de actuar, pero una dirección inteligente habría buscado utilizarlo por su obvio talento como líder militar.

Después de la Acción de Marzo, Hoelz fue sentenciado a cadena perpetua, cumpliendo siete años antes de ser liberado bajo los términos de una ley de amnistía. Haciendo campaña por su libertad, la Comintern saludó a Hoelz en una resolución del 25 de junio de 1921 como “uno de los más valientes rebeldes que se alzan contra la sociedad capitalista”, mientras señalaba: “Los actos de Max Hoelz no correspondían con el objetivo perseguido. El terror blanco sólo podrá ser eliminado luego del levantamiento de las masas obreras, cuando el proletariado obtenga la victoria. Pero esos actos le fueron dictados por su amor al proletariado, por su odio a la burguesía.”

En su juicio, Hoelz le volteó el juego a sus acusadores, diciendo que la verdadera acusada era la sociedad burguesa. Hoelz se había convertido en pacifista después de cuatro años en el ejército durante la guerra, pero sus experiencias lo convencieron rápidamente de que no se puede cambiar nada a través de palabras o vanas apelaciones por justicia a la burguesía. Por supuesto había recurrido a la fuerza, dijo, pero eso no era nada comparado con la orgía de violencia cruel y gratuita llevada a cabo por los perpetradores del Terror Blanco. Las crueldades ejecutadas por la burguesía endurecerían a los obreros y los harían menos ingenuos. Hoelz se burló ante la afirmación del fiscal de que el cambio podría llegar a través de las elecciones, afirmando: “¡Lo que sucedió en Alemania en 1918 no fue ninguna revolución! Yo sólo reconozco dos revoluciones: la francesa y la rusa” (Hölz’ Anklagerede gegen die bürgerliche Gesellschaft [El discurso de acusación de Hoelz contra la sociedad burguesa] [1921]).

Brandler fue enjuiciado un par de semanas antes que Hoelz. El contraste fue dramático: con cobardía y falta de solidaridad condenables, Brandler negó haber tenido nada que ver con los llamados a un levantamiento armado y buscó salvar su propio pellejo echándole la culpa de la violencia a Hoelz y a los miembros del ultraizquierdista Partido Obrero Comunista (KAPD). Brandler aseguró al fiscal que el dominio obrero era compatible con la constitución burguesa: “Yo digo: ¡la dictadura del proletariado es posible incluso bajo la constitución alemana!” Y añadió: “Desde 1918 la posibilidad de determinar el destino de Alemania a través de levantamientos armados ha disminuido cada vez más.” Deslindándose completamente de otros blancos de la represión estatal, Brandler le dijo a la corte: “En el KAPD, muchos creen que este prolongado método de tomar el poder puede ser logrado mediante el sabotaje y el terror individual. Los expulsamos del partido en 1919” (Der Hochverratsprozess gegen Heinrich Brandler vor dem ausserordentlichen Gericht am 6. Juni 1921 in Berlin [El juicio por alta traición de Heinrich Brandler ante la Corte Especial el 6 de junio de 1921 en Berlín] [1921]).

Esto clarifica la mentalidad de la dirección del KPD después de la Acción de Marzo. Habiéndose quemado los dedos, los entusiastas de ayer por la “ofensiva permanente” como Brandler, Thalheimer y Meyer ahora se arrodillaban frente al legalismo y la respetabilidad burguesas. En una reunión de agosto de 1923 del Buró Político ruso, Trotsky dijo mordazmente de la dirección alemana: “Lo que tienen allí es la mentalidad de un perro fustigado después de la experiencia del fracaso de su [Acción de] Marzo” (Grabación de una discusión “Sobre la situación internacional” en la sesión del 21 de agosto de 1923 del Buró Político del CC del PCR(b), Istochnik, mayo de 1995).

En 1919 y 1920 no había un partido comunista de masas que pudiera aprovechar las oportunidades revolucionarias. En 1921 los comunistas confundieron una explosión de lucha de clases muy poderosa, pero limitada a una sección, con una situación insurreccional. Pero la radicalización generalizada precipitada por la Ocupación del Ruhr y un Partido Comunista de masas presentaron una oportunidad preeminente para luchar por el poder. Como señaló Anderson:

“En 1923 se había desarrollado una situación en Alemania en la cual ‘todo era posible’. En 1923 el pueblo —y de ninguna manera sólo la clase obrera industrial— se había vuelto insurgente y había llegado el momento de la verdad para esa ‘estrategia ofensiva’ que dos años antes había fallado tan miserablemente. La situación había cambiado decididamente.

“Pero el Partido Comunista también había cambiado. Desafortunadamente este cambio había funcionado exactamente en la dirección opuesta. Por miedo de repetir los errores ‘ultraizquierdistas’ de 1921, los comunistas habían revertido su política tan profundamente que eran totalmente incapaces de actuar cuando llegó por fin el momento de hacerlo.”

Hammer or Anvil

Los orígenes de la consigna del “gobierno obrero”

El opacamiento por parte del KPD de la línea entre la dictadura del proletariado y una coalición parlamentaria de partidos obreros data al menos de la época del Putsch de Kapp, descrito por Lenin como “el equivalente alemán de la revuelta de Kornílov”, el intento de derrocamiento militar del Gobierno Provisional de Kerensky en Rusia en agosto de 1917. Los bolcheviques hicieron un bloque militar con las fuerzas de Kerensky, pero se opusieron a cualquier apoyo político al gobierno. Después de rechazar a Kornílov, Lenin, igual que había hecho antes de las Jornadas de Julio, retó a los partidos de la democracia pequeñoburguesa, los mencheviques y los socialrevolucionarios, a romper con sus socios de bloque liberales y tomar el poder sobre la base de la mayoría que gozaban en los soviets. Lenin explicó:

“El compromiso consistiría en que los bolcheviques, sin pretender participar en el gobierno (cosa imposible para un internacionalista si no se realizan efectivamente las condiciones de la dictadura del proletariado y de los campesinos pobres), renunciaran al paso inmediato del poder al proletariado y a los campesinos pobres y a los métodos revolucionarios de lucha por esa reivindicación.”

— Lenin, “Acerca de los compromisos”, 3 de septiembre de 1917 (Obras Completas, Tomo 34)

El punto de Lenin era éste: dado que los bolcheviques eran entonces una minoría del proletariado, desistirían de la violencia revolucionaria para derrocar a un gobierno formado solamente por los partidos reformistas. Pero Lenin no implicaba que ese gobierno fuera un gobierno obrero, ni le ofreció darle apoyo político, mucho menos unírsele.

La táctica bolchevique de bloque militar pero sin apoyo político también era la indicada en respuesta al Putsch de Kapp. Sin embargo, el KPD inicialmente se rehusó a unirse a la huelga general contra el putsch y cuando revirtió su línea sectaria un día después, giró a una postura oportunista hacia los reformistas. De ese modo, cuando Legien propuso un gobierno basado en la federación sindical ADGB, el SPD y el USPD después de que colapsó el golpe de estado, el KPD anunció que sería una “oposición leal” hacia tal “gobierno socialista” si excluía a los “partidos burgueses capitalistas”. Afirmó:

“Para que el comunismo siga ganando a las masas proletarias tiene magna importancia, desde el punto de vista del desarrollo de la dictadura del proletariado, una situación en la que la libertad política pueda ser utilizada de modo ilimitado y la democracia burguesa no pueda actuar como dictadura del capital.”

Citando este pasaje en un apéndice a La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo (abril y mayo de 1920), Lenin afirmó que la táctica de la “oposición leal” era justa en lo fundamental, explicándola como un “compromiso, que es verdaderamente necesario y debe consistir en renunciar durante cierto tiempo a las tentativas de derrocar por la violencia a un gobierno que cuenta con la confianza de la mayoría de los obreros urbanos”. Pero Lenin también notó:

“Es imposible, empero, silenciar que no se puede llamar ‘socialista’ (en una declaración oficial del Partido Comunista) a un gobierno de socialtraidores; que no se puede hablar de exclusión de ‘los partidos burgueses capitalistas’, cuando los partidos de los Scheidemann y de los señores Kautsky y Crispien son democráticos pequeñoburgueses.”

Lenin insistió en que estaba totalmente equivocado pretender que estafadores reformistas como los líderes del SPD y el USPD pudieran “rebasar los límites de la democracia burguesa, que, a su vez, no puede dejar de ser la dictadura del capital”.

Esta lección nunca fue asimilada por los líderes del KPD. La propuesta de Legien fue de cualquier modo echada por tierra debido a la oposición del ala izquierda del USPD (que ya estaba acercándose al KPD). Pero es evidente que la idea de la dirección del KPD de la táctica de “oposición leal” difería de la de Lenin y era más similar a la línea de Stalin y Kámenev en marzo de 1917 de apoyo político al Gobierno Provisional burgués “en tanto que luchase contra la reacción y la contrarrevolución”.

Cuando el líder del USPD Ernst Daümig (que más tarde se unió al KPD) denunció la propuesta de Legien en una reunión masiva del 23 de marzo de los consejos de fábrica de Berlín, rechazando la cooperación con el “comprometido y derechista” SPD, fue Wilhelm Pieck, un dirigente del KPD, quien habló y rebatió a Daümig desde la derecha:

“La situación actual no está lo suficientemente madura para una república de consejos, pero lo está para un gobierno puramente de obreros. Como obreros revolucionarios, un gobierno puramente de obreros es altamente deseable. Pero sólo puede ser un fenómeno de transición.... El USPD ha rechazado el gobierno de obreros, y por tanto ha fracasado en la proteción de los intereses de la clase obrera en un momento políticamente ventajoso”.

— citado en Arthur Rosenberg, “The Kapp Putsch and the Working Class” [El Putsch de Kapp y la clase obrera] (extraído y traducido por Mike Jones de Geschichte der Weimarer Republik [Historia de la República de Weimar] [1961])

Claramente, ya desde la primavera de 1920 al menos algunos dirigentes del KPD veían a un gobierno parlamentario socialdemócrata como una parada de medio camino hacia el dominio obrero.

Después de la fusión con el ala izquierda del USPD, el VKPD se encontró a sí mismo sosteniendo el equilibrio político entre el SPD y el USPD, por una parte, y los partidos burgueses de derecha por la otra, en parlamentos regionales (Landtags) en Sajonia y Turingia. Después de las elecciones de noviembre de 1920 al Landtag sajón, el KPD decidió apoyar la formación de un gobierno del SPD y el USPD y votó a favor del presupuesto, que obviamente incluía financiamiento para la policía, las cortes y las prisiones. El voto a favor del presupuesto constituyó un voto de confianza política en este gobierno capitalista.

La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo ha sido conscientemente malinterpretado y mal utilizado a través de los años por falsos izquierdistas para justificar sus maniobras oportunistas. Pero en esta obra, al igual que en su intervención en la discusión del III Congreso sobre el frente unido, Lenin buscaba imbuir a los jóvenes partidos comunistas de occidente con el entendimiento de que la conquista del poder tenía que ser preparada a través de una lucha paciente y metódica para ganar al proletariado al programa del comunismo, incluso a través de la utilización de tácticas inteligentes dirigidas a desenmascarar a los falsos líderes socialdemócratas.

A pesar de las tajantes críticas de Lenin contra el KPD en La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, en noviembre de 1921 Die Rote Fahne publicó las “Tesis sobre la relación con los gobiernos socialistas”. Estas tesis afirmaban que tales “gobiernos socialistas” eran “el resultado directo” de luchas proletarias de masas “en un punto en el cual el proletariado carece de la conciencia y el poder para establecer su dictadura”. El KPD prometió facilitar tales gobiernos y “defenderlos contra los derechistas burgueses, tan activamente como defiende a la república burguesa contra la monarquía”. Esta declaración de “mal menor” encubre toda distinción entre un bloque militar con los demócratas burgueses contra los reaccionarios de derecha y el apoyo político a los demócratas burgueses en la forma de la socialdemocracia. Estas tesis no llegaban a abogar por la entrada del KPD en un gobierno regional. Pero había una lógica inexorable planteada aquí: si uno podía apoyar a un gobierno capitalista desde afuera, ¿entonces porque no unírsele para “empujarlo a la izquierda”? No pasó mucho tiempo antes de que estallaran debates precisamente sobre esta cuestión al interior del KPD.

La Comintern, notablemente Zinóviev y Rádek, desempeñó un papel en esto, no sólo aprobando las decisiones del KPD sino además impulsando activamente esta perspectiva. En una carta del 10 de noviembre de 1921 expresando “serias reservas” acerca de las tesis del KPD, Rádek explícitamente dejó abierta la posibilidad de entrar en un gobierno del SPD:

“El Partido Comunista puede unirse a todo gobierno que tenga la voluntad de luchar en serio contra el capitalismo.... El Partido Comunista no se opone en principio a la participación en un gobierno obrero. Está por un gobierno soviético, pero de ninguna manera especifica cómo lo alcanzará la clase obrera. Es igualmente posible que un gobierno soviético sea ganado por la fuerza en una revolución contra un gobierno burgués como que surja del avance de la lucha de la clase obrera en defensa de un gobierno socialista democráticamente electo que honestamente defiende a la clase obrera contra el capital.”

— citado por Arnold Reisberg, An den Quellen der Einheitsfrontpolitik: Der Kampf der KPD um die Aktionseinheit in Deutschland 1921-1922 [En el origen de la política del frente unido: La lucha del KPD por la unidad en la acción en Alemania 1921-22] (1971)

El punto esencial de esto fue incorporado como era de esperar en las declaraciones del KPD. Una circular del 8 de diciembre de 1921 afirmó que: “El KPD debe decirle a los obreros que está dispuesto a facilitar, por todos los medios parlamentarios y extraparlamentarios, la formación de un gobierno obrero socialista, y que también está dispuesto a unirse a un gobierno tal si tiene la garantía de que este gobierno representará los intereses y las demandas de la clase obrera en la lucha contra la burguesía, expropiará bienes materiales, enjuiciará a los criminales de Kapp, liberará a los obreros revolucionarios de la prisión, etc.” (Circular Política No. 12, 8 de diciembre de 1921).

El mismo mes una resolución de la IC, más tarde añadida como apéndice a las “Tesis sobre la táctica de la Internacional Comunista” adoptada en el IV Congreso de la IC en 1922, refrendaba la decisión del KPD de “apoyar a un gobierno obrero homogéneo que está inclinado a tomar con algún grado de seriedad la lucha contra el poder de los capitalistas” (Protokoll des Vierten Kongresses der Kommunistischen Internationale [Actas del IV Congreso de la Internacional Comunista], Verlag der Kommunistischen Internationale [1923] reimpreso por Karl Liebknecht Verlag [1972]). En enero de 1922, el CEIC recomendó al KPD expresar públicamente su voluntad de entrar a un “gobierno obrero de lucha contra la burguesía” (Reisberg). El cambio en terminología de “gobierno obrero socialista” a “gobierno obrero”, ¡tenía como fin dejar abierta la posibilidad de incorporar a los sindicatos católicos!

El KPD presentó su política oportunista hacia los gobiernos del SPD-USPD como una aplicación de “la táctica del frente unido”. Pero la verdadera cuestión aquí era que los líderes del KPD no estaban preparados para tomar el poder dirigiendo al proletariado al aplastamiento del estado burgués y remplazándolo con órganos de poder obrero. Los líderes del KPD (igual que Zinóviev y Rádek) veían a los líderes reformistas y centristas no como obstáculos —la última línea de defensa del orden capitalista en desintegración— sino como potenciales (aunque vacilantes) aliados revolucionarios. Su política era, en esencia, “¡Hacer que luche la izquierda del SPD!” Esto se refleja en un artículo de August Kleine (Guralski), un representante de la Comintern al KPD que era conocido como un “hombre de Zinóviev”:

“Superar al ala derecha del SPD y el USPD, el fortalecimiento de su ala izquierda y el control del gobierno socialista por la clase obrera organizada son el prerrequisito para la lucha de las masas por reformas vitales.

“Estas son al mismo tiempo las precondiciones que ponemos para nuestra entrada en el gobierno socialista. Pero llevar a cabo estas demandas significa la creación de un gobierno obrero.”

— “Der Kampf um die Arbeiterregierung” [La lucha por un gobierno obrero], Die Internationale, 27 de junio de 1922

Tales perspectivas no pasaron sin críticas al interior del KPD. Un ejemplo fue Martha Heller, una corresponsal de Kiel, que fue citada como sigue en un artículo del líder derechista del KPD Paul Böttcher:

“De repente todo lo que anteriormente habíamos mantenido como creencia común de todos los comunistas ha desaparecido. La revolución, la lucha de masas para aplastar al aparato burgués de poder económico y político es desaparecida por arte de magia, y obtenemos gobiernos de clase del proletariado simplemente emitiendo votos, aceptando puestos ministeriales”.

— “Falsche Schlussfolgerungen: Eine Replik zur sächsischen Frage” [Conclusiones equivocadas: Una respuesta a la cuestión de Sajonia], Die Internationale, 18 de junio de 1922

En el verano y otoño de 1922, un debate de gran importancia hacía estruendo al interior del KPD en torno al Landtag sajón, donde el KPD mantenía el equilibrio del poder. En julio, la Zentrale tomó la posición de votar a favor del presupuesto provincial. La Zentrale revirtió subsecuentemente su posición cuando el SPD se rehusó a aprobar una ley de amnistía que guardaba las apariencias, pero la fracción parlamentaria del KPD se demoró, alargando las cosas. No fue sino hasta finales de agosto que cayó el gobierno provincial del SPD.

Pero incluso al tiempo que el KPD votaba para echar abajo al gobierno, veía en las nuevas elecciones programadas para noviembre la posibilidad de incrementar el número de diputados del KPD y crear “la posibilidad de expandir la base del gobierno a través de la entrada del Partido Comunista en el gobierno”. El KPD hizo un borrador de propuesta presentando “diez condiciones” para la entrada a un “gobierno obrero” con el SPD, que más tarde se convirtió en la base para las negociaciones. Los resultados de las elecciones de noviembre fueron 10 diputados para el KPD, 42 para el SPD y 45 para los partidos derechistas. Poco después, el SPD le envió una carta al KPD invitándolo a “unirse al gobierno, al tiempo que reconoce las constituciones del Reich y del estado” (Reisberg, citando a Vorwärts No. 535, 11 de noviembre de 1922). Esta propuesta precipitó una escisión en la dirección del KPD; el asunto fue entonces puesto en manos de la Comintern en el IV Congreso de 1922.

Mientras que las graves diferencias al interior del partido alemán habían sido combatidas abiertamente en el III Congreso, ese no fue el caso en 1922. En el ínterin, Lenin había sufrido su primera apoplejía, y Rádek y Zinóviev se convirtieron en los principales agentes de la Comintern en Alemania, para detrimento del KPD. La mala salud de Lenin le impidió desempeñar nada más que un papel limitado en el IV Congreso. No había un punto en el orden del día para abordar la disputa sobre Sajonia y más ampliamente las tácticas parlamentarias del KPD. Sólo se hicieron referencias indirectas a estas cuestiones en las sesiones del Congreso.

La cuestión de la entrada en el Landtag regional fue retomada en una consulta entre delegados alemanes y rusos (que aparentemente incluía a Lenin, Trotsky, Zinóviev, Bujarin y Rádek). De acuerdo con el historiador germano oriental Arnold Reisberg, no se han preservado informes sobre la conversación. Sin embargo, si nos basamos en las memorias de algunos participantes y lo que se reveló después de la debacle de octubre de 1923, parece evidente que la delegación rusa echó por tierra la propuesta de entrada al gobierno sajón, por la que se inclinaba la mayoría de la dirección del KPD. Una carta del 5 de abril de 1924 de Zinóviev a Clara Zetkin señala que los camaradas rusos estaban unánimemente opuestos a la entrada. Zinóviev y otros hicieron declaraciones similares al CEIC en el post mortem de 1924 sobre los eventos alemanes. Sin embargo, no conocemos los parámetros políticos de la intervención rusa, aunque sin duda salvó al KPD de cruzar abiertamente la línea de clase en ese momento. No se informó acerca de la reunión al IV Congreso. Nunca hubo una discusión real al interior del KPD (o la IC) para corregir la inquietante desviación parlamentarista del partido alemán y el KPD entró a los eventos críticos de 1923 políticamente desarmado.

El IV Congreso de la Comintern en 1922

La decapitación de la dirección del partido alemán en 1919 sacó a relucir todas sus debilidades. El KPD tendía a polarizarse entre los tradicionales y anquilosados parlamentaristas como Meyer, Zetkin, Brandler y Thalheimer por una parte y los demagogos pequeñoburgueses como Fischer y Maslow por otra. Los recuerdos de Zetkin sobre Lenin de este periodo son particularmente interesantes, ya que sus memorias (a diferencia de las de la embustera Ruth Fischer) no pretenden que Lenin estaba de acuerdo con ella en todo. Según Zetkin, Lenin le daba poca utilidad a los Fischers y los Maslows: “Esos ‘izquierdistas’ son como los Borbones, que no aprenden nada ni olvidan nada. Según mis informes, detrás de la crítica ‘izquierdista’ de los errores deslizados en la aplicación de la táctica de frente único, se esconde el deseo de mandar al diablo esa táctica.” Le dijo a Zetkin que consideraba al “izquierdismo” de Fischer “‘un azar personal’, falto de todo rumbo político”. Pero si gente así encontraba una recepción favorable entre los obreros revolucionarios al interior del KPD, dijo Lenin, era culpa de la dirección del partido:

“Pero, lo digo francamente, tampoco me imponen ese Comité central, que no acierta, que no despliega la energía necesaria para acabar con esos demagogos de vía estrecha. Por fuerza tiene que ser fácil liquidar a esa gentecilla, separar de ella y educar políticamente a los obreros de temple revolucionario. Precisamente por ser obreros de temple revolucionario, pues los radicales de esa casta no son, en el fondo, más que oportunistas de la peor especie.”

— Zetkin, Recuerdos sobre Lenin (1968)

En su único discurso al IV Congreso, Lenin enfatizó la importancia de la Resolución Organizativa del III Congreso. Le preocupaba que la resolución fuera “demasiado rusa”, con lo cual no quería decir (como ha sido frecuentemente tergiversado) que fuera irrelevante para Europa Occidental sino en cambio que era difícil de comprender para los jóvenes partidos comunistas. Los instó a “estudiar”, notando que “los estudios de ellos deben tener un carácter especial para que lleguen a comprender realmente la organización, la estructura, el método y el contenido de la labor revolucionaria”. Lenin creía que los partidos comunistas —el alemán en particular— no habían asimilado aún la experiencia revolucionaria bolchevique. Trágicamente, se demostró que estaba en lo correcto.

La discusión sobre los “gobiernos obreros”

La discusión en el IV Congreso sobre la consigna del “gobierno obrero” tomó lugar principalmente bajo el informe sobre el CEIC de Zinóviev. Ni Lenin ni Trotsky estaban en la sesión. En su presentación de apertura, Zinóviev reafirmó su declaración en un plenario ampliado del CEIC, llevado a cabo varios meses antes, de que el gobierno obrero era simplemente una denominación popular de la dictadura del proletariado. Pero cuando fue criticado por Rádek y Ernst Meyer, Zinóviev se batió en retirada. La codificación subsecuente en las “Tesis sobre la táctica de la Internacional Comunista” es deliberadamente confusionista y a ratos autocontradictoria, incorporando impulsos políticos distintos. Las tesis reconocen cinco variedades posibles de “gobiernos obreros”, agrupadas en dos categorías:

“I. Gobiernos supuestamente obreros:

“1) Gobierno obrero liberal, como el que existía en Australia y que es posible también en el futuro cercano en Inglaterra.

“2) Gobierno obrero socialdemócrata (Alemania).

“II. Gobiernos obreros genuinos

“3) Gobierno de los obreros y los campesinos más pobres. Esta posibilidad existe en los Balcanes, Checoslovaquia, etc.

“4) Gobierno obrero con la participación de los comunistas.

“5) Gobierno obrero genuinamente revolucionario y proletario, que, en su forma pura, sólo puede ser encarnado a través del Partido Comunista.”

Protokoll des Vierten Kongresses der Kommunistischen Internationale

(Esta es nuestra traducción. Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista en español [Cuadernos de Pasado y Presente, 1973] no es confiable; aquí, por ejemplo, omite la clasificación de los gobiernos obreros en dos categorías.)

El esquema de una escala móvil de “gobiernos obreros” que va de los no muy buenos a los verdaderamente muy buenos fue tomada por la dirección del KPD como una refrendación para su conciliación y su servilismo hacia los socialdemócratas de izquierda. Estas tesis también declaran que “Los comunistas bajo ciertas circunstancias deben declarar su voluntad de formar un gobierno obrero con los partidos obreros y las organizaciones obreras no comunistas. Sin embargo, pueden hacerlo sólo si hay garantías de que el gobierno obrero realmente va a llevar a cabo una lucha contra la burguesía”.

Zinóviev trató de delimitar las condiciones bajo las cuales el gobierno obrero puede ser realizado: “Sólo puede ser adoptado en aquellos países donde las relaciones de poder hagan su adopción oportuna, donde el problema del poder, el problema del gobierno, tanto en el campo parlamentario como en el extraparlamentario, haya quedado al frente.” Pero en situaciones donde la cuestión del poder está siendo levantada en las calles —es decir, en una situación prerrevolucionaria— el error más fatal es confundir a los obreros respecto de la naturaleza de clase del estado.

Lo que realmente preocupaba a los delegados era si los comunistas podían unirse a un gobierno de coalición con la socialdemocracia. En ese sentido, Zinóviev afirmó:

“Un tercer tipo es el llamado gobierno de coalición; es decir, un gobierno en el cual los socialdemócratas, los líderes sindicales y tal vez incluso los comunistas, tomen parte. Uno puede imaginarse una posibilidad así. Un gobierno tal no es todavía la dictadura del proletariado, pero tal vez es un punto de inicio para la dictadura. Cuando todo vaya bien, podemos echar del gobierno a patadas a un socialdemócrata tras otro hasta que el poder quede en manos de los comunistas. Es una posibilidad histórica.”

Fourth Congress of the Communist International, Abridged Report of Meetings Held at Petrograd and Moscow, Nov. 7-Dec. 3, 1922 [IV Congreso de la Internacional Comunista, informe abreviado de reuniones en Petrogrado y Moscú, 7 de noviembre a 3 de diciembre de 1922] (Londres, CPGB, sin fecha)

Esta tontería es una negación flagrante de las lecciones de la Revolución de Octubre. La concepción entera de Zinóviev asume que el otro lado —los socialdemócratas y la burguesía— es incapaz de pensar. En la práctica, las cosas resultaron de un modo bastante distinto en Alemania un año más tarde, como tenía que suceder. Tan pronto como el KPD anunció su coalición con el SPD en octubre de 1923, el gobierno del Reich tomó medidas inmediatas para suprimirla militarmente. Igualmente, la idea de que existe una parada a medio camino entre la dictadura del proletariado y la de la burguesía constituye una revisión del entendimiento marxista-leninista del estado. La clase obrera no puede simplemente “tomar control” de la maquinaria estatal existente y operarla en sus propios intereses de clase. El estado burgués debe ser derrocado mediante la revolución obrera y un nuevo estado —la dictadura del proletariado— debe ser erigido en su lugar.

No se necesitaban los acontecimientos alemanes en octubre de 1923 para demostrar los peligros de la coalición con los socialdemócratas; la Comintern ya había experimentado varios desastres así. En Finlandia en 1918, una minoría probolchevique en el partido socialdemócrata proclamó una dictadura del proletariado incluso antes de haber formado su propia organización comunista. Lo que tuvo lugar a continuación fue un baño de sangre masivo del proletariado finlandés por las fuerzas del general Mannerheim en liga con el imperialismo alemán. En la primavera de 1919, repúblicas soviéticas fueron proclamadas en Hungría y Bavaria. La República Soviética Húngara fue formada sobre la base de la reunificación de las pequeñas fuerzas comunistas de Béla Kun con la socialdemocracia. En Bavaria, el gobierno incluía a los independientes e incluso a una sección del SPD, algunos de cuyos ministros organizaron a continuación una expedición punitiva para aplastar al gobierno revolucionario. Eugen Leviné dirigió heroicamente la defensa contra la reaccionaria masacre. Pero tanto la República Soviética de Bavaria como la húngara fueron pronto ahogadas en sangre.

Mucha de la discusión del IV Congreso adolecía de tratar de basar generalizaciones programáticas en especulaciones históricas. Pero la táctica es concreta y depende de las circunstancias particulares. Dos delegados polacos, Marchlewski y Domski (un “izquierdista” polaco que estaba alineado con Ruth Fischer) hablaron particularmente bien sobre este punto. Marchlewski dijo:

“Quisiera decir unas cuantas palabras sobre la consigna del Gobierno Obrero. Creo que ha habido demasiada especulación filosófica sobre el asunto. (‘Muy cierto’, de la bancada alemana). La crítica a esta consigna está dirigida en tres líneas: el Gobierno Obrero es o un gobierno de los Scheidemann o un gobierno de coalición de los comunistas con los socialtraidores. Encuentra apoyo o en el Parlamento o en los Consejos de Fábrica. O es la expresión de la dictadura del proletariado, o no lo es. Creo que la especulación filosófica está fuera de lugar —ya que tenemos experiencia histórica práctica—. ¿Qué hicieron los bolcheviques en 1917 antes de conquistar el poder? Exigieron ‘Todo el poder a los soviets’. ¿Qué significaba esto entonces? Significaba darle el poder a los mencheviques y a los socialrevolucionarios que eran la mayoría en los soviets. Significaba en ese punto un Gobierno Obrero en el que participaban los socialtraidores, y que estaba dirigido contra la dictadura del proletariado. Pero esta consigna era una buena arma de agitación en manos de los bolcheviques.”

Domski observó:

“El camarada Rádek me ha consolado en una conversación privada al decirme que un gobierno tal no está contemplado para Polonia (Camarada Rádek: Yo nunca dije eso). Oh, entonces Polonia también tendrá que sufrir el castigo de esta clase de gobierno. Es de ese modo un problema internacional. El camarada Rádek dice que el gobierno obrero no es una necesidad sino una posibilidad, y que sería una locura rechazar esas posibilidades. La pregunta es si al inscribir todas las posibilidades en nuestra bandera tratamos de acelerar la realización de esas posibilidades. Creo que es bastante posible que en el último minuto pueda ocurrir un supuesto gobierno obrero que no sea la dictadura del proletariado. Pero creo que cuando un gobierno así llegue, será el resultado de varias fuerzas como nuestra lucha a favor de la dictadura del proletariado, la lucha de los socialdemócratas contra ella y demás. ¿Es correcto hacer nuestros planes basados en esa creencia? Creo que no, porque creo que debemos insistir en nuestra lucha por la dictadura proletaria.”

Fourth Congress Abridged Report

Como rezaba el antiguo dicho de la Comintern, el partido alemán era el más grande, pero el partido polaco era el mejor.

Trotsky sacó las lecciones

En un informe de diciembre de 1922 al IV Congreso, Trotsky, al introducir la cuestión de Sajonia, hizo la siguiente analogía:

“Bajo ciertas condiciones la consigna de un gobierno obrero puede hacerse realidad en Europa. Esto quiere decir que puede llegar un punto en el que los comunistas junto con los elementos de izquierda de la socialdemocracia establecerán un gobierno obrero de forma similar a la nuestra en Rusia cuando creamos un gobierno obrero y campesino junto con los socialrevolucionarios de izquierda. Una fase tal constituiría una transición a la dictadura proletaria, total y completa.”

The First Five Years of the Communist International, Tomo II

Esta analogía no es apropiada en absoluto. ¡Los socialrevolucionarios de izquierda entraron al gobierno después de la toma del poder proletaria y sobre las bases del poder soviético, mientras que en Alemania la cuestión involucraba un parlamento burgués regional en un estado capitalista! Trotsky explicó que la IC se había opuesto a que el KPD entrara al Landtag sajón en ese momento. Pero añadió:

“En la Comintern dimos la siguiente respuesta: si ustedes, nuestros camaradas comunistas alemanes, son de la opinión de que una revolución es posible en los próximos meses en Alemania, entonces les recomendaríamos participar en Sajonia en un gobierno de coalición y utilizar sus puestos ministeriales en Sajonia para profundizar en las tareas políticas y organizativas y para transformar a Sajonia en un cierto sentido en un campo de entrenamiento comunista para tener un baluarte revolucionario ya reforzado en un periodo de preparación para el estallido de la revolución que se acerca.”

La concepción de “campo de entrenamiento” de Trotsky asumía que los principales batallones del proletariado alemán estaban listos a romper de forma decisiva con el orden burgués y embarcarse en el curso de la insurrección bajo dirección comunista. En otras palabras, asumía exactamente lo que aún tenía que ser forjado, probado y templado. Cuando el KPD en efecto entró a los gobiernos de Sajonia y Turingia el siguiente octubre, Trotsky defendió este hecho en varios discursos, incluso en un informe del 19 de octubre a la Unión de Obreros Metalúrgicos de Toda Rusia y otro dos días más tarde en la Conferencia de Obreros Políticos en el Ejército Rojo y la Marina Roja (The Military Writings and Speeches of Leon Trotsky, How the Revolution Armed [Los escritos y discursos militares de León Trotsky, cómo se armó la revolución], Vol. V [New Park Publications, 1981]). Trotsky podía no estar consciente del grado en el que el KPD se había hundido en el parlamentarismo, pero la táctica que defendió sólo podía haber reforzado esos apetitos.

Trotsky comenzó a evaluar las razones de la derrota casi inmediatamente. Aunque los eventos alemanes no figuraran como una cuestión central en la lucha de la Oposición de 1923, Trotsky hizo una declaración preliminar en un artículo de diciembre:

“Si el partido comunista hubiese modificado bruscamente la orientación de su trabajo y hubiese consagrado los cinco o seis meses que le concedía la historia a una preparación directa política, organizativa, técnica de la toma del poder, el desenlace de los acontecimientos habría sido muy distinto.... En ese momento hacía falta una nueva orientación, un nuevo tono, una nueva forma de abordar a las masas, una nueva interpretación y una nueva aplicación del frente único....

“Si el partido cedió sin resistencia posiciones excepcionales, ello ocurrió principalmente porque no supo, a comienzos de la nueva fase (mayo-julio 1923), liberarse del automatismo de su política anterior, establecida como si debiese durar muchos años, y plantear directamente, en la agitación, la acción, la organización y la técnica, el problema de la toma del poder.”

— León Trotsky, “Tradición y política revolucionaria” (diciembre de 1923, publicado más tarde como parte de El nuevo curso)

Trotsky trazó una comparación entre el rutinismo de la dirección del KPD y el conservadurismo de la nueva capa burocrática en cristalización en la Unión Soviética. Tachado como un “chico nuevo” debido a su adherencia más reciente al Partido Bolchevique, Trotsky ridiculizaba a los “viejos bolcheviques” (como Kámenev) que estaban en el campo de lo que Lenin llamaba la “anticuada” fórmula de la “dictadura revolucionaria democrática del proletariado y el campesinado” para oponerse a las Tesis de Abril de Lenin en 1917.

La reevaluación que hizo Trotsky de los eventos alemanes lo llevó a hacer una autocrítica implícita de su énfasis administrativo anterior sobre la necesidad de establecer una fecha para la insurrección. En junio de 1924, escribió que “un giro táctico agudo era necesario” desde el momento de la ocupación del Ruhr:

“La cuestión de fijar la fecha para la insurrección sólo puede tener significado en conexión con esto y con esta perspectiva. La insurrección es un arte. Un arte presupone un objetivo claro, un plan preciso, y por tanto un calendario.

“Lo más importante, sin embargo, era esto: asegurar en buen tiempo el giro táctico decisivo hacia la toma del poder. Y esto no se hizo. Esta fue la principal y fatal omisión. De aquí salió la contradicción básica. Por una parte, el partido esperaba una revolución, mientras que por otra, ya que se había quemado los dedos en los eventos de marzo, evitó, hasta los últimos meses de 1923, la idea misma de organizar una revolución, es decir, de preparar una insurrección.”

— Trotsky, “Through What Stage Are We Passing?” [¿Por qué etapa estamos pasando?], 21 de junio de 1924 (Challenge of the Left Opposition, 1923-25 [El reto de la Oposición de Izquierda, 1923-25])

La importancia de un giro tal y la necesidad de combatir y superar políticamente la resistencia conservadora y menchevique a este giro en el partido es desarrollada con total profundidad en Lecciones de Octubre.

Mientras Trotsky trataba de abordar la causa fundamental de la derrota alemana, para Zinóviev el punto principal del plenario del CEIC de enero de 1924 para discutir la debacle de octubre era amnistiar su propio papel y usar a Brandler como chivo expiatorio. (Los comunistas polacos entregaron una carta criticando tajantemente el que el CEIC no tomara ninguna responsabilidad por el desastre alemán.) En su folleto Probleme der deutschen Revolution [Problemas de la Revolución Alemana] (Hamburgo, 1923) y de nuevo en ese plenario, el infinitamente flexible Zinóviev otra vez afirmó que el gobierno obrero significaba la dictadura del proletariado y atacó cínicamente a los brandleristas por negarlo. Habiendo firmado personalmente la orden de que el KPD entrara a los gobiernos de Sajonia y Turingia, Zinóviev no podía realmente criticar a Brandler por esto. En cambio insistió en que Brandler no se había comportado como debería un ministro comunista...¡en lo que era un gobierno burgués! Pronto la dirección del KPD fue dada a Fischer y Maslow. Y agravando la derrota de octubre, la línea de la mayoría en el CEIC empujada por Zinóviev argumentaba que el momento revolucionario no había pasado sino que al contrario era inminente, una posición que sólo podía desorientar.

Durante el pleno del CEIC de enero de 1924, Rádek presentó una serie de tesis cuyo propósito era en parte darle una coartada a la dirección de Brandler (y al mismo Rádek) en los eventos de 1923. Trotsky, enfermo entonces, no estaba en el pleno. Rádek se comunicó por teléfono en un esfuerzo por obtener su apoyo. Aunque más tarde reconoció que puso demasiada confianza en Rádek al aceptar que su nombre fuera añadido a un documento que nunca había leído, Trotsky explicó que había refrendado las tesis bajo la promesa de que reconocían que la situación revolucionaria había pasado. En una carta de marzo de 1926 al comunista italiano Amadeo Bordiga, Trotsky enfatizaba que “di mi firma porque las tesis afirmaban que el partido alemán había dejado pasar la situación revolucionaria y que en Alemania había empezado para nosotros una fase que no era favorable para la ofensiva inmediata, sino para la defensa y la preparación. Eso fue para mí el elemento decisivo entonces.”

Dado que Rádek había estado aliado con Brandler en Alemania, y que Trotsky estaba asociado con Rádek en la Oposición de 1923, la firma de Trotsky en las tesis de Rádek le hizo fácil a Zinóviev y más tarde a Stalin atacarlo por “brandlerista”. Esto era, por supuesto, una maniobra totalmente cínica. Trotsky se oponía a convertir a Brandler en un chivo expiatorio, no por solidaridad política, sino porque sabía que la dirección de la Comintern también era cómplice y que Fischer y Maslow no eran nada mejor. Las diferencias de Trotsky con Brandler habían sido detalladas en varios discursos y escritos. Esto era bien sabido en los círculos más elevados del partido ruso, pero menos entre los comunistas europeos. Trotsky se vio obligado varias veces a repetir la explicación que le había dado a Bordiga, incluyendo en una carta de septiembre de 1931 a Albert Treint y en una de junio de 1932 al comunista checo Neurath.

Los escritos posteriores de Trotsky

En sus escritos posteriores, Trotsky reconoció plenamente que la consigna de “gobierno obrero” (o de “gobierno obrero y campesino”) había sido, en las manos de la Comintern en degeneración, una apertura teórica para el oportunismo más monstruoso. En el Programa de Transición (1938), Trotsky escribió:

“La fórmula de ‘gobierno obrero y campesino’ apareció por primera vez en la agitación de los bolcheviques en 1917, y fue aceptada definitivamente después de la Revolución de Octubre. En este caso no representaba nada más que la denominación popular de la dictadura del proletariado ya establecida....

“La principal acusación que lanza la Cuarta Internacional contra las organizaciones tradicionales del proletariado es la de no querer desvincularse del semicadáver político de la burguesía. En estas condiciones, la exigencia, dirigida sistemáticamente a la vieja dirección: ‘¡Rompe con la burguesía, toma el poder!’ es un arma extremadamente importante para poner al descubierto el carácter traidor de los partidos y organizaciones de las Internacionales Segunda, Tercera y de Amsterdam. Así pues, la consigna de ‘gobierno obrero y campesino’ sólo es aceptable para nosotros en el mismo sentido que tenía para los bolcheviques en 1917, es decir, como consigna antiburguesa y anticapitalista, pero de ninguna manera con el sentido ‘democrático’ que después le han dado los epígonos, transformándola de un puente hacia la revolución socialista en el principal impedimento en su camino.”

Sin embargo, hasta donde sabemos, Trotsky nunca repudió explícitamente las formulaciones del IV Congreso sobre la consigna del “gobierno obrero”.

Esa resolución ha sido usada desde entonces como una oportunidad teórica para el revisionismo seudotrotskista de todos los colores. En una serie de artículos en Labor Action [Acción Obrera] de Max Shachtman en octubre y noviembre de 1953, Hal Draper citó la discusión del IV Congreso en un intento por argumentar que un “gobierno obrero” no tenía que ser un estado obrero. El propósito de esto era embellecer el gobierno laborista de Attlee electo en Gran Bretaña en 1945. A principios de los años 60, Joseph Hansen del Socialist Workers Party (SWP) estadounidense, utilizó de igual forma la discusión de 1922 en la IC para apuntalar su afirmación de que el régimen de Castro en Cuba era un “gobierno obrero y campesino”. Esto era para beneficio del entusiasmo acrítico del SWP con la dirección castrista del estado obrero deformado cubano. Hansen incluso extendió la etiqueta al gobierno neocolonial de Argelia bajo Ben Bella, utilizándola como la base teórica para extender apoyo político a regímenes populistas y nacionalistas burgueses.

Las apologías revisionistas de Hansen llenaron todo un boletín de Education for Socialists [Educación para socialistas] (abril de 1974) sobre el “Gobierno obrero y campesino”. Además de las tesis del IV Congreso, Hansen también se aprovechó de la siguiente especulación circunspecta de Trotsky en el Programa de Transición:

“Sin embargo, no se puede negar categóricamente, por anticipado, la posibilidad teórica de que, bajo la influencia de circunstancias completamente excepcionales (guerra, derrota, krach financiero, presión revolucionaria de las masas, etc.), los partidos pequeño-burgueses, incluyendo a los stalinistas, puedan ir más lejos de lo que ellos mismos quieren en la vía de una ruptura con la burguesía. En cualquier caso, una cosa es indudable: aunque esta variante, sumamente improbable, se realizara alguna vez en alguna parte, y el ‘gobierno obrero y campesino’, en el sentido arriba mencionado, se estableciera de hecho, representaría meramente un corto episodio en la vía hacia la verdadera dictadura del proletariado.”

Igual que los estalinistas (y otros oportunistas) abusaron de La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo de Lenin para justificar las traiciones colaboracionistas de clase más grotescas, revisionistas astutos como Hansen buscaron imputarle a Trotsky su propia capitulación reformista a fuerzas no proletarias.

La Tendencia Revolucionaria (RT) —predecesora de la Spartacist League— libró una lucha tajante al interior del SWP contra la capitulación de la dirección hacia Castro. En un documento del 11 de junio de 1961 titulado “A Note on the Current Discussion—Labels and Purposes” [Una nota sobre la discusión actual: etiquetas y propósitos] (SWP Discussion Bulletin [Boletín de discusión del SWP] vol. 22, No. 16 [junio de 1961]), James Robertson, uno de los líderes de la RT, señaló la relación entre la terminología y el apetito político:

“Y sobre la cuestión cubana se plantea el mismo asunto subyacente: ¿qué es lo que quieren, camaradas? Tomemos el uso de la demanda de transición: ‘el gobierno obrero y campesino’. Es ciertamente transicional; es decir, es un puente, pero los puentes van en dos direcciones. O es el gobierno obrero y campesino la demanda central de los trotskistas al instar a los obreros y campesinos a tomar el poder en sus propias manos a través de sus organizaciones de masas —es decir, la lucha por el poder soviético (ese es el uso que le dieron los trotskistas cubanos)—; o es una etiqueta para aplicar desde lejos a un gobierno existente y por tanto sirve, no por primera vez, como una fórmula de sonido ortodoxo para descarrilar la consumación de la revolución proletaria y justificar la revolución ‘desde arriba’ por líderes ‘una de cuyas dificultades principales es imbuir a los trabajadores con un sentido de responsabilidad social revolucionaria’.

“En breve, ¿va a cruzar la revolución cubana ese puente hacia adelante, hacia el poder soviético o va a ir la mayoría del SWP estadounidense hacia atrás?”

De hecho, la adaptación del SWP a Castro marcó su descenso al centrismo y, unos años más tarde, al reformismo.

En el curso de las discusiones de fusión con el Communist Working Collective (CWC) en 1971, que se había escindido del maoísmo hacia la izquierda, descubrimos que tenía recelos similares acerca del IV Congreso (ver Marxist Bulletin No. 10, “From Maoism to Trotskyism” [Del maoísmo al trotskismo]). Los camaradas en el CWC estaban ampliamente familiarizados con los escritos de Lenin sobre el estado. Sabían que en la época del imperialismo sólo existen dos clases de estado, la dictadura del proletariado y la dictadura de la burguesía, correspondientes a las dos clases fundamentales —¿qué era entonces este vago “gobierno obrero” en el medio?—. ¡La convergencia de perspectivas sobre esto fue un buen augurio de un sólido reagrupamiento revolucionario!

A principios de los años 30, Trotsky escribió bastante sobre la urgencia de aplicar la táctica de frente unido contra los fascistas hitlerianos. Sin embargo, el “gobierno obrero” a la Zinóviev, es decir, un gobierno del KPD y el SPD, nunca figura como un elemento en la propaganda de Trotsky. Sus formulaciones sobre el estado son de igual modo mucho más tajantes y claras que en 1923. Trotsky es categórico, por ejemplo, en que los policías son el enemigo de clase, incluso si están bajo influencia socialdemócrata:

“El hecho de que los policías hayan sido elegidos en una parte importante entre los obreros socialdemócratas no quiere decir absolutamente nada. Aquí, una vez más, es la existencia la que determina la conciencia. El obrero, convertido en policía al servicio del estado capitalista, es un policía burgués y no un obrero.”

— “¿Y ahora? Problemas vitales del proletariado alemán”, 27 de enero de 1932 (La lucha
contra el fascismo
)

Buscando justificar su invariable apoyo electoral a la socialdemocracia, centristas y reformistas posteriores aclaman al “gobierno obrero” como la forma más elevada de frente unido. En contraste, Trotsky escribió en “¿Y ahora?”:

“De la misma forma que el sindicato es la forma elemental del frente único en la lucha económica, el soviet es la forma más elevada del frente único cuando llega para el proletariado la época de la lucha por el poder.

“El soviet no posee en sí mismo ninguna fuerza milagrosa. No es más que el representante de clase del proletariado, con todos sus lados fuertes y sus puntos débiles. Pero es precisamente esto, y sólo esto, lo que hace que el soviet ofrezca la posibilidad organizativa a los obreros de diferentes tendencias políticas...de unir sus esfuerzos en la lucha revolucionaria por el poder.”

Pero contra los fetichistas del frente unido, Trotsky enfatizó que los soviets “por sí mismos” no son un sustituto para la vanguardia comunista al dirigir la lucha por el poder:

“De manera general, el frente único no puede sustituir a un potente partido revolucionario. Solamente puede ayudarle a reforzarse....

“Pero pensar que los soviets pueden ‘por sí mismos’ dirigir la lucha del proletariado por el poder, lleva a propagar un fetichismo grosero del soviet. Todo depende del partido que dirija los soviets.”

La lucha por nuevas revoluciones de Octubre

La última examinación seria de los eventos alemanes en el movimiento trotskista fue el intercambio en las páginas de Fourth International [IV Internacional] del SWP estadounidense en 1942 y 43 entre el trotskista alemán Walter Held (“Why the German Revolution Failed” [Por qué fracasó la Revolución Alemana], diciembre de 1942 y enero de 1943) y Jean van Heijenoort, usando el seudónimo Marc Loris (“The German Revolution in the Leninist Period” [La Revolución Alemana en el periodo leninista], marzo de 1943). El intercambio tiene el mérito de intentar situar los problemas del KPD en 1923 en las debilidades políticas que plagaban al partido alemán desde su origen. Held veía la expulsión absolutamente justificada de Paul Levi en 1921 como el error definitivo que condenó a la derrota la Revolución Alemana de 1923, incluso viendo en la expulsión de Levi las semillas de la degeneración burocrática estalinista de la Comintern. Van Heijenoort criticó severamente a Held por su apoyo a Levi. Al mismo tiempo, Van Heijenoort desdeñó equivocadamente la crítica correcta de Held hacia Trotsky por no haber llevado a cabo las instrucciones de Lenin para librar una batalla contra Stalin en el XII Congreso del partido ruso en 1923. Held creía que hubieron posibilidades revolucionarias en 1923, y despreciaba a Brandler. Held también condenó correctamente la entrada del KPD a los gobiernos de Sajonia y Turingia —aunque sin reconocer que Trotsky mismo la apoyó—.

La apreciación personal de la historia del movimiento obrero está en gran medida correlacionada con la perspectiva programática que se tenga. Todo tipo de falsos trotskistas ven los eventos de 1923 a través de un prisma distorsionado por la socialdemocracia. Révolution en Allemagne 1917-1923 [Revolución en Alemania 1917-1923] (1971) de Pierre Broué apoya acríticamente la línea del IV Congreso de la IC sobre el “gobierno obrero”. Un folleto publicado por el grupo alemán de Workers Power (Arbeitermacht) sobre la Revolución de Noviembre afirma que el régimen de Ebert-Scheidemann —asesinos de Liebknecht y Luxemburg— era un “gobierno obrero” sólo que de tipo “no genuino”. Pierre Frank, un líder de mucho tiempo del Secretariado Unificado (S.U.), escribió una polémica denunciando a Zinóviev por afirmar correctamente (en ciertas ocasiones) que un gobierno obrero significaba la dictadura del proletariado.

Estos grupos encubren el hecho de que un régimen parlamentario dirigido por un partido socialdemócrata es un gobierno capitalista, no un “gobierno obrero” ni un “gobierno reformista”. Esto está en línea con su propia política de operar como grupos de presión sobre los partidos reformistas de masas. La perfección de esta perspectiva socialdemócrata fue el gobierno de Unidad Popular de Allende en Chile a principios de los años 70 —una coalición burguesa de los socialistas de Allende, los comunistas y algunos partidos capitalistas más pequeños— que arrulló a las masas obreras con ilusiones suicidas en el ejército “constitucional” y preparó el camino para el sangriento golpe de Pinochet.

El mismo Brandler se alejó tajantemente del leninismo, convirtiéndose en un dirigente de la Oposición de Derecha Comunista y consolidando sus posiciones alrededor de la política socialdemócrata. En un intercambio con Isaac Deutscher, Brandler emanaba la engreída satisfacción de un socialdemócrata alemán provinciano que no tenía nada en absoluto que aprender de los bolcheviques:

“Sólo ahora me doy cuenta cuán tremendo era el tesoro de ideas que el movimiento obrero alemán adquirió por sí solo y bastante independientemente. Estábamos tan impresionados por los logros de los bolcheviques que se nos olvidaron los nuestros. Por ejemplo, el Imperialismo de Lenin, que es correctamente tomado como una obra estándar. Ya en el Congreso Internacional de Stuttgart en 1907, y en otras conferencias de finales del siglo pasado, la mayoría de las ideas que Lenin desarrolló en su Imperialismo ya estaban siendo debatidas, sobre todo por Kautsky.”

New Left Review No. 105, septiembre-octubre de 1977

El Imperialismo de Lenin era una polémica contra Kautsky cuya teoría del “superimperialismo” —hoy resucitada por los “globalofóbicos”— se basa en la mentira de que los antagonismos nacionales pueden ser trascendidos en el marco del capitalismo y que por tanto la guerra interimperialista no es inherente al sistema capitalista. ¡Fue en contraposición al socialpacifismo y al socialchovinismo tales que Lenin comenzó la lucha por la III Internacional!

Por lo que respecta a la Revolutionary History laborista británica, la editorial de su número de 1994 sobre Alemania formula sus tesis antirrevolucionarias en una serie de preguntas:

“¿Fue esta serie de eventos una oportunidad revolucionaria fracasada? ¿El levantamiento fue abortado hacia una república burguesa por la traición de la socialdemocracia y el fracaso de la izquierda revolucionaria? ¿Era una república burguesa liberal una posibilidad? ¿Fueron los flagrantes errores de los comunistas resultado de su propia ineptitud, o debidos a la intromisión de la Internacional Comunista? ¿Hasta qué punto fueron las políticas del Partido Comunista Alemán influenciadas por la preferencia soviética por una alianza con los militaristas alemanes de derecha, una coalición de los dos excluidos del sistema de Versalles? ¿Pudo haberse sacado más de la situación de lo que finalmente se obtuvo? ¿Fue el triunfo posterior de Hitler una consecuencia convertida en inevitable por los eventos de ese tiempo? ¿De no haberse establecido el Partido Comunista Alemán y de haberse mantenido la unidad organizativa de la clase obrera, podría haberse evitado la victoria de Hitler?”

Queda claro a dónde lleva la línea de razonamiento de Revolutionary History, incluso si es necesario leer entre líneas, como es frecuentemente el caso con esta revista “no partidista”. La línea va más o menos así: la revolución proletaria no triunfó en Alemania en 1918-23 y sólo los sectarios y los locos habrían podido creer que estaba a la vista; en la Unión Soviética, donde la revolución sí triunfó en 1917, la dirección bolchevique pronto demostró estar constituida en su mayoría por fanáticos y farsantes equivocados. ¿Qué queda para RH, entonces, excepto lamentar la escisión de las fuerzas proletarias revolucionarias de la II Internacional? A toda costa buscan negar el hecho de que el ascenso de Hitler al poder fue el resultado del cobarde apego del SPD a la República de Weimar, combinado con la incapacidad del Partido Comunista de ponerle fin decisivamente en 1923. El fascismo, la brutal opresión impuesta por el imperialismo sobre las masas coloniales, la guerra interimperialista, el racismo; a ojo de un socialdemócrata, estos no son productos necesarios del orden social burgués en descomposición sino aberraciones desafortunadas que ocasionalmente rompen la ordenada norma democrática burguesa.

En el fondo lo que todos ponen en duda es la validez de la Revolución de Octubre y el intento de los bolcheviques de extender esta revolución internacionalmente. La línea de Brandler siempre fue la del “excepcionalismo ruso”, es decir, tal vez el programa de Lenin funcionó en Rusia, pero no tenía aplicación alguna en Alemania, con su clase obrera supuestamente más “culta”, supuestamente aferrada al marco de la democracia parlamentaria. Con la destrucción de la Unión Soviética, los revisionistas han “descubierto” que el programa de Lenin tampoco funcionó en Rusia, que el estado obrero soviético fue un “experimento fallido”. Por eso es que todos los reformistas acaban hoy en el campo de la “campaña antiglobalización”, implorando que los imperialistas sean “responsables” y “humanitarios”.

Los falsos izquierdistas como Workers Power o el S.U. se movieron muy a la derecha a través de su apoyo a las fuerzas contrarrevolucionarias que destruyeron la Unión Soviética y los estados obreros deformados en Europa Oriental de 1989 a 1992. Defendiendo las credenciales “democráticas” de los imperialistas y los secuaces contrarrevolucionarios que escogieron, ayudaron a destruir al primer estado obrero del mundo, condenando al proletariado de Europa Oriental y la ex URSS a la miseria dictada por el dominio imperialista en el mercado mundial. Esto es lo que está detrás del compromiso en la práctica de estos falsos marxistas con el cajón de arena parlamentario reformista de la “democracia” burguesa, yendo a la cola de socialdemócratas de derecha como el laborista Tony Blair en Gran Bretaña o, en países como Italia o Francia, coaliciones de frente popular de partidos obreros reformistas y partidos abiertamente burgueses.

La Revolución de Octubre sigue siendo nuestra brújula. Demostró cómo un partido revolucionario arraigado en el proletariado puede arrancar a las masas obreras de los traidores de clase reformistas y encabezarlas hacia el poder. El factor crítico fue el elemento subjetivo: el partido revolucionario. Esa fue la diferencia entre Rusia en 1917 y Alemania en 1923.

La tarea estratégica planteada para los comunistas alemanes es hacer que el proletariado rompa con la socialdemocracia. Como concluyó correctamente Trotsky, eso pudo haberse hecho en 1923. El obstáculo no era ni la situación objetiva ni la “omnipotencia” de la socialdemocracia, sino la incapacidad de seguir una línea revolucionaria, particularmente en el periodo de tiempo crítico. Aquí las debilidades programáticas del partido alemán, reforzadas en vez de corregidas por una Comintern que estaba empezando a degenerar ella misma, resultaron ser decisivas. Buscamos asimilar críticamente las lecciones de 1923 para fortalecer nuestro partido internacional para las luchas revolucionarias venideras.

Spartacist (edición en español) No. 31

SpE No. 31

agosto de 2001

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Rearmando al bolchevismo

Una critica trotskista de Alemania 1923 y la Cointern

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Un balance crítice

Trotsky y la Oposición de Izquierda rusa

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Las mujeres y la Revolución Francesa

(Mujer y Revolución)

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Susan Adams, 1948-2001