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Grupo Espartaquista de México, 29 de abril de 2008

Declaración del Grupo Espartaquista de México

¡Abajo la campaña del PRI y el PAN para privatizar Pemex!

¡Sólo la revolución obrera puede romper el yugo imperialista!

¡Ninguna ilusión en AMLO y el PRD burgués!

¡Reforjar la IV Internacional, partido mundial de la revolución socialista!

El PAN de Felipe Calderón y el PRI se están movilizando para privatizar la industria energética nacionalizada en una maniobra al servicio del imperialismo estadounidense, que no ha quitado la vista del petróleo mexicano desde 1938. La privatización significaría despidos masivos, aún más recortes brutales al gasto social, ataques antisindicales, incluyendo contra el sindicato petrolero, y la agudización de la carestía de la vida. ¡La clase obrera debe movilizar su poder social contra esta ofensiva!

Las masas de obreros y pobres mexicanos perciben la expropiación petrolera como una conquista histórica derivada de la Revolución Mexicana, que toca lo más profundo de sus sentidas aspiraciones democráticas, particularmente en lo que respecta a la emancipación nacional. Así como León Trotsky —codirigente con Lenin de la Revolución Rusa de 1917— defendió la expropiación de las compañías petroleras anglo-estadounidenses en 1938, los espartaquistas defendemos la industria energética nacionalizada como una medida de autodefensa nacional del México semicolonial ante el imperialismo. Nuestra defensa de la industria energética nacionalizada no es un fin en sí mismo, sino parte integral de nuestra lucha por la revolución proletaria y su extensión internacional, a fin de cuentas la única manera de poner fin a la miseria y de alcanzar la emancipación nacional.

Esta ofensiva privatizadora burguesa viene tras más de dos décadas de ataques neoliberales contra los explotados y oprimidos. La devastación de la economía y el nivel de vida de las masas ha puesto el escenario para los estallidos de lucha social más importantes en décadas. Estas luchas defensivas —como la poderosa huelga de metalúrgicos en Lázaro Cárdenas o las luchas desesperadas, y al final derrotadas, de las masas oaxaqueñas y de Atenco en 2006— son un reflejo del descontento generalizado. Millones de campesinos han sido echados de la tierra y obligados a emigrar debido a la devastación del campo con el TLC, un tratado de rapiña imperialista contra México. La reciente entrada en vigor del capítulo agropecuario del TLC es el tiro de gracia contra los campesinos pobres. ¡Abajo el TLC, tratado de rapiña imperialista contra México!

La actual embestida neoliberal debe verse en el contexto de la contrarrevolución capitalista en la URSS,  una derrota histórico-mundial para el proletariado y los pueblos oprimidos que ocasionó un cambio en la correlación de fuerzas mundial a favor del imperialismo. La contrarrevolución ha traído consigo un retroceso en la conciencia; hoy, la percepción corriente entre obreros, campesinos y jóvenes es que el comunismo fue un experimento fallido, lo cual ha llevado al reforzamiento del populismo burgués. El populismo latinoamericano —representado hoy prominentemente por el PRD en México y Chávez en Venezuela, y en el pasado por Lázaro Cárdenas, entre otros— es una política burguesa que pretende borrar las distinciones de clase, diluyendo al proletariado en la masa del “pueblo”. El sobre para la presentación de esta política es el nacionalismo, que vende la mentira de que la clase obrera y los oprimidos tienen los mismos intereses que su enemigo de clase, la burguesía. Chávez y AMLO utilizan tanto la falsa retórica “antiimperialista” y democrática combinada con concesiones a los obreros, los pobres y los oprimidos, como la represión —desde la huelga de la UNAM de 1999-2000 hasta Lázaro Cárdenas y Atenco, PRD, PRI y PAN han sido socios en la represión capitalista—.

Advertimos contra cualquier ilusión en la burguesía, especialmente el populista PRD y AMLO, que están oponiendose a la privatización y tratando de reforzar sus falsas credenciales “antiimperialistas.” Los populistas burgueses, que defienden por completo el sistema capitalista, no son menos enemigos de la victoria del proletariado que los políticos más derechistas como los del PAN. AMLO basa su campaña en las extensas ilusiones de que la modernización de Pemex como empresa estatal conduce a la emancipación nacional o la salvaguarda y sería la base para satisfacer las necesidades de la población. Similarmente, existe la noción tan falsa como extendida de que Pemex pertenece al “pueblo” o a “la nación”. Todo esto es falso. Pemex pertenece a la burguesía, y los capitalistas mexicanos están divididos sobre cómo beneficiarse mejor de las enormes riquezas producidas por los actuales precios astronómicos del petróleo. Independientemente de lo que hagan con Pemex, de quién gobierne y bajo qué programa, el México capitalista seguirá siendo un productor de petróleo atrasado y subyugado por el imperialismo, sujeto a las crisis del mercado y las fluctuaciones enloquecidas de los precios del crudo. No se puede romper el yugo imperialista ni satisfacer las necesidades de la población bajo el capitalismo, menos cuando se basa principalmente en una industria extractiva en un país semicolonial.

En efecto, las burguesías de todos los países de desarrollo capitalista tardío son absolutamente incapaces de romper con el imperialismo. Como Lenin enseñó, el imperialismo no es una política coyuntural desechable, sino un sistema mundial de explotación y opresión dominado por los grandes monopolios financieros respaldados por sus respectivos estados-nación con sus ejércitos y flotas, que terminaron hace ya mucho de repartirse al mundo entero y  mantienen bajo su yugo a los países atrasados. Así, México es un país de desarrollo desigual y combinado, donde las técnicas modernas de la producción cohabitan con el miserable atraso en el campo. La abrumadora mayoría de la industria en México es de capital imperialista, que ha creado un proletariado poderoso. Los marxistas basamos nuestra estrategia entera en el proletariado industrial moderno, que no tiene ningún interés como clase en mantener el sistema de explotación capitalista, avocado a la producción de ganancias. La clase obrera tiene el poder social y el interés de dirigir a todos los oprimidos en el derrocamiento del capitalismo mediante la revolución socialista, aboliendo la propiedad privada de los medios de producción y el régimen de la burguesía —la clase de los dueños de los medios de producción, que explotan el trabajo asalariado—.

La enorme dependencia de la economía mexicana en el petróleo —que constituye el 40 por ciento de los ingresos del gobierno— es una muestra pasmosa del carácter atrasado de su desarrollo capitalista. Es imposible alcanzar un desarrollo industrial comparable al de los países avanzados dentro del marco del capitalismo. En su obra La revolución permanente, León Trotsky explicó:

“Con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el Poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas.”

Al llegar al poder, el proletariado no puede detenerse en las tareas democráticas, sino que debe pasar inmediatamente a las tareas socialistas —la expropiación de la burguesía como clase, es decir, la colectivización, y la planificación económica—. Así, las sentidas aspiraciones democráticas de las masas, como la emancipación nacional, la democracia política y la revolución agraria, son una fuerza motriz para la revolución proletaria, pues sólo se pueden lograr mediante una economía colectivizada. ¡Por un gobierno obrero y campesino! Luchamos por construir el partido de vanguardia del proletariado que procura arrancarle a la burguesía nacional-populista la lealtad de las masas, combatiendo las ilusiones en la reforma democrática del estado burgués y encaminando sus luchas hacia la toma del poder por el proletariado.

La revolución proletaria debe extenderse internacionalmente, especialmente a la bestia imperialista estadounidense. La supervivencia de la revolución en México y su ulterior desarrollo hacia el socialismo es impensable, económica y militarmente, sin la ayuda del proletariado multirracial de EE.UU., y una revolución obrera en México daría un formidable impulso a la revolución al norte del Río Bravo, especialmente entre los obreros negros y los millones de obreros inmigrantes. El proletariado multirracial estadounidense debe hacer oír su poderosa voz en lucha de clases conjunta con sus hermanos mexicanos contra los designios de los gobernantes capitalistas. A diferencia del resto de la izquierda, los comunistas del Grupo Espartaquista de México, al lado de nuestros camaradas de la LCI entera, genuinamente luchamos por una economía socialista internacional mediante nuevas revoluciones de Octubre alrededor del mundo, para acabar con el imperialismo, el racismo y toda forma de opresión. Si estás de acuerdo con nuestra perspectiva, ¡únete a nuestra lucha por la emancipación del proletariado, base fundamental para la emancipación humana universal!

—29 de abril de 2008