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Declaración del Grupo Espartaquista de México

Calderón y los consorcios maiceros condenan a los pobres a la inanición

Contra el aumento inhumano a la tortilla: ¡Abajo el TLC! ¡Expropiar a los magnates del maíz!

¡Movilizar a la clase obrera contra el hambre y la represión! ¡Ninguna ilusión en el PRD burgués!

¡Forjar un partido obrero! ¡Por la revolución socialista del Yukón a Yucatán!

 “...basta con fijarse y reflexionar un poco para convencerse de que existen los medios necesarios para luchar contra la catástrofe y el hambre, de que las medidas que se requieren para combatirlas son muy claras, sencillas, perfectamente realizables y al alcance de las fuerzas del pueblo, y que si no se toman es sólo y exclusivamente porque su cumplimiento afectaría los beneficios fabulosos de un puñado de terratenientes y capitalistas.”

—V.I. Lenin, La catástrofe que nos amenaza y cómo luchar contra ella, septiembre de 1917

27 de enero—Los bolsillos de los capitalistas engordan en la misma proporción que los pobres adelgazan. Después de décadas de privatizaciones y la devastación del campo bajo el TLC, y frente a una situación volátil en el país con luchas combativas en defensa de los derechos básicos de la población, ahora los grandes magnates maiceros chupasangre, en contubernio con el gobierno derechista de Felipe Calderón, ¡quieren quitarle a los pobres incluso la tortilla! Se ha convertido en un artículo de lujo que se vende hasta a 30 pesos por kilo (¡un aumento de 400 por ciento!). Esta crisis es producto de la especulación rapaz por parte de magnates como la estadounidense Cargill y la monopolista mexicana MASECA. Mientras que el raquítico salario mínimo aumentó apenas en 3.9 por ciento, en un infame despliegue de ironía Calderón pactó con estos grandes consorcios un “precio límite” (que de por sí casi no se respeta) de 8.5 pesos por kilo de tortilla —¡un aumento de 40 por ciento!—. Calderón y sus compinches están condenando a los obreros, los campesinos y los pobres urbanos a la inanición.

Para combatir esta crisis, los obreros y los campesinos deben tomar en sus manos los alimentos que los capitalistas están acaparando. ¡Expropiar a los magnates maiceros sin compensación! ¡Por huelgas obreras que exijan subsidio a la tortilla para que todo mundo tenga acceso a ella! ¡Por la distribución de comida para todos bajo el control de los sindicatos, las organizaciones de los campesinos pobres y los pobres urbanos! La única manera de terminar con el hambre es arrebatarles los medios de producción a los capitalistas mediante la revolución proletaria y su extensión internacional. El capitalismo es un sistema basado en la explotación del trabajo para producir ganancias a los capitalistas, y la especulación, las crisis económicas, la miseria y la represión le son endémicas —y aún más catastróficas en los países semicoloniales como México—, independientemente de si gobierna el PAN, el PRI o el PRD —todos partidos de la patronal—. No se puede reformar el capitalismo para que sirva a los intereses de los obreros y los oprimidos; hay que derrocarlo.

La UNT, la CROC, el SME y su Frente Sindical Mexicano y el Congreso del Trabajo habían anunciado que marcharían juntos este 31 de enero contra el aumento a la tortilla y por un aumento de emergencia al salario mínimo, y apelaron a la CTM a unirse. El priista CT se retractó ante las declaraciones de que sería López Obrador quien encabezaría la marcha y ¡la CTM argumentó que hay que “darle tiempo” a Calderón para ver si sus medidas “funcionan”! Tanto los dirigentes de los sindicatos mal llamados “independientes” como los de los sindicatos priistas son en realidad falsos dirigentes de la clase obrera, que se subordinan a una u otra ala de la burguesía. ¡Por la independencia política de la clase obrera! ¡Por acciones huelguísticas contra la represión y la ofensiva hambreadora!

Con el pretexto de “aliviar” la crisis, Calderón ha decretado la apertura de la frontera a cientos de miles de toneladas de maíz estadounidense, poniendo en efecto el capítulo más explosivo del TLCAN que estaba previsto para entrar en vigor en enero de 2008. Al mismo tiempo, Calderón, al servicio de sus amos imperialistas, está sondeando las aguas para dar paso a la privatización total de las industrias estratégicas nacionales. ¡Abajo la privatización de las industrias petrolera y eléctrica! Ante el atraso del campo mexicano y su incapacidad de competir con los grandes agribusiness estadounidenses, el TLCAN ha ocasionado la peor crisis agrícola, condenando a millones de campesinos a la miseria, y a otros millones que busquen subsistir en EE.UU. o en las grandes ciudades mexicanas, sumándose al enorme ejército del “comercio informal”. El gran número de obreros mexicanos en el otro lado de la frontera sirven como puente humano para ayudar a movilizar a la clase obrera multirracial estadounidense, que comparte los mismos intereses históricos, a sumarse a la lucha contra el imperialismo. ¡Abajo el TLCAN, tratado de rapiña imperialista contra México! ¡Por la revolución socialista en toda América!

México ha visto una serie de luchas sociales convulsivas que señalan el grado de inestabilidad del régimen burgués mexicano. El año pasado la clase obrera industrial dio una probada de su fuerza: la combativa huelga de los mineros-metalúrgicos de Lázaro Cárdenas —el estallido de lucha de clases más importante en el país en muchos años— puso de rodillas a los patrones y dejó un ojo morado al estado burgués mismo. Millones marcharon en 2005 y 2006 en defensa de sus derechos electorales y en apoyo al populista burgués López Obrador. También se vieron luchas convulsivas de la pequeña burguesía empobrecida urbana y rural como en Oaxaca y Atenco. En la secuela del brutal aplastamiento de la APPO, el “tortillazo” bien podría ser la chispa que encienda la lucha obrera de masas. Consciente del descontento masivo contra su fraudulento gobierno y del carácter explosivo de sus medidas derechistas, Calderón ha lanzado una ofensiva represiva inusitada, reforzando enormemente todas las corporaciones policiacas y las fuerzas armadas y lanzando megaoperativos para sembrar el terror desde Guerrero hasta Chihuahua, haciendo blanco en particular de organizaciones guerrilleras como el EPR —Calderón seguramente tiene el ojo puesto en Chiapas y el EZLN—. Apenas el 22 de enero, Calderón impuso un nuevo virtual estado de sitio en torno al Zócalo capitalino, movilizando a unos 4 mil policías para proteger su discurso sobre “seguridad” contra manifestaciones y para arremeter contra partidarios del PRD. ¡Libertad a todos los activistas de la APPO y Atenco encarcelados! ¡Abajo todos los cargos!

Los espartaquistas nos guiamos por la perspectiva de la revolución permanente formulada por León Trotsky y vindicada por la Revolución de Octubre de 1917. La clase obrera es la única que tiene la fuerza, la cohesión y el interés de clase para ponerse a la cabeza de todos los oprimidos —los campesinos e indígenas, los pobres urbanos, las mujeres, los homosexuales— contra este sistema inhumano de explotación y opresión. En efecto, sólo la revolución proletaria —la destrucción del capitalismo y su estado y su remplazo con un estado obrero basado en la propiedad colectiva de los medios de producción— puede sentar las bases para la eliminación de la miseria, para sacar a los campesinos de su atraso ancestral, para conseguir derechos democráticos elementales como el derecho a la educación para todos o el aborto libre y gratuito; sólo ella puede lograr la genuina emancipación nacional frente a los imperialistas estadounidenses, luchando por su extensión al norte del Río Bravo. Sólo la revolución socialista puede garantizar los derechos políticos de los explotados y oprimidos a través de la democracia soviética, en la que ellos dirigirán los destinos del país a través de los soviets o consejos de obreros y campesinos pobres.

Los obreros necesitan su propio partido de clase —una dirección revolucionaria internacionalista como los bolcheviques de Lenin y Trotsky— para luchar por el poder mediante la revolución socialista. Parte fundamental de la lucha por un partido obrero revolucionario es el combate a la ideología del nacionalismo burgués que impregna a la clase obrera y es prominentemente impulsada por el PRD. El nacionalismo burgués pretende eliminar la división fundamental de la sociedad en clases, impulsando la patraña de la “unidad nacional” de todos los mexicanos y canalizando la genuina aspiración de las masas por la emancipación nacional frente a los imperialistas hacia el apoyo a sus lacayos, la burguesía mexicana. A la rapacidad imperialista y a las patrañas de la burguesía mexicana, los marxistas revolucionarios contraponemos el internacionalismo proletario, y luchamos por una división internacional del trabajo y una economía planificada internacionalmente bajo el régimen de la clase obrera.

Para librar una lucha exitosa contra los constantes ataques derechistas, es necesario romper con las ilusiones generalizadas en el PRD. Éste es un partido del capital, cuyas diferencias con el PAN se reducen a la manera de administrar la explotación capitalista. Al viejo estilo del PRI, mediante concesiones a los obreros y los pobres, el PRD procura desactivar el enorme descontento para mantenerlo dentro de los marcos de la política burguesa. El PRD es incapaz de romper con los imperialistas, a los cuales, como el resto de la burguesía mexicana, está atado por miles de lazos. De hecho, el PRD ni siquiera se opone al TLC, sino que quiere apenas “renegociarlo” —quiere renegociar la continuación de la subordinación de México a los imperialistas, dándole acaso una careta más “digna” y “democrática”—. La naturaleza del PRD también se ve en sus acciones. Fuerzas policiacas a las órdenes del PRD arremetieron, junto con otras a las órdenes del PAN y/o del PRI, contra los estudiantes huelguistas de la UNAM en 1999-2000 (hasta finalmente romper la huelga), contra los obreros de Lázaro Cárdenas, contra los campesinos de Atenco y un largo etcétera. Sólo derrotas pueden venir de la confianza en la burguesía. ¡Romper con AMLO y el PRD burgués!

Los espartaquistas luchamos contra la política de los capitalistas que intentan hacer caer sobre las espaldas de los obreros todo el peso de la crisis —producida no por la escasez material, sino por la avaricia y la explotación por parte de los capitalistas—. Decimos: ¡abran los libros contables! ¡Abajo el secreto comercial! Contra el desempleo crónico y exorbitante, para mantener la integridad de la clase obrera y movilizar a la enorme masa de los “ambulantes” a su lado, la clase obrera debe luchar por un extenso programa de obras públicas y una escala móvil de horas de trabajo para dividir todo el trabajo disponible. Contra la galopante carestía de la vida, llamamos por comités de vigilancia de los precios compuestos por delegados de las fábricas, los sindicatos, cooperativas, organizaciones campesinas y los pobres de la ciudad; por una escala móvil de salarios que asegure un aumento automático en proporción a la elevación de los precios de los bienes de consumo; en suma, empleo y condiciones de vida dignas para todos. Pero exigencias tan simples y racionales se contraponen al capitalismo —es necesario preparar su derrocamiento general mediante la construcción de un partido obrero revolucionario—.

Grupo Espartaquista de México