Documents in: Bahasa Indonesia Deutsch Español Français Italiano Japanese Polski Português Russian Chinese Tagalog
International Communist League
Home Spartacist Workers Vanguard ICL Directory ICL Declaration of Principles Other Literature Events

Suscríbete a Espartaco

Archivos

27 de abril de 2010

 

Declaración del Comité Ejecutivo Internacional de la Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista)

Repudiando nuestra posición sobre el terremoto de Haití:

Una capitulación al imperialismo de EE.UU.

En sus artículos sobre el terremoto de Haití, Workers Vanguard, el periódico de la Spartacist League/U.S., cometió una traición del principio fundamental de oposición a los gobernantes imperialistas “propios”. Además de justificar a las tropas del imperialismo estadounidense como esenciales para el esfuerzo de ayuda, estos artículos polemizaban contra la posición principista y correcta de exigir el retiro inmediato de las tropas. Esta línea fue publicada en la prensa de varias otras secciones de la LCI, convirtiéndose así en la línea de facto de la Liga Comunista Internacional. Sin una explicación y corrección públicas habríamos avanzado un gran trecho por el camino hacia nuestra destrucción como partido revolucionario. Desde el inicio, la única posición revolucionaria e internacionalista era exigir que todas las tropas de EE.UU. y la ONU salieran de Haití.

En nuestro artículo de WV No. 951 (29 de enero), y en números posteriores del periódico, declaramos llanamente:

“Las fuerzas armadas estadounidenses son la única fuerza en el terreno con la capacidad —por ejemplo, camiones, aviones, barcos— de organizar el transporte de la comida, agua y provisiones médicas y de otra naturaleza que están llegando a la población haitiana. Y lo está haciendo de la manera típicamente puerca del imperialismo estadounidense. Siempre nos hemos opuesto a las ocupaciones de Haití o cualquier otro país por parte de EE.UU. y la ONU —y tal vez sea necesario llamar por la salida de EE.UU. y la ONU de Haití en el futuro cercano—, pero no vamos a llamar por poner fin a la ayuda que puedan obtener las desesperadas masas haitianas”.

El Comité Ejecutivo Internacional de la LCI repudia esta traición de nuestro programa revolucionario. Como dice la Declaración programática de la SL/U.S.: “Nos oponemos incondicionalmente a toda intervención militar estadounidense —y a toda base militar estadounidense— en el extranjero, y defendemos a los países coloniales, semicoloniales y otros más pequeños y menos desarrollados ante el ataque o bloqueo por parte de EE.UU. o la ONU”.

Incluso cuando muy tardíamente levantamos el llamado por “¡Todas las tropas de EE.UU. y la ONU fuera de Haití ahora!” en WV No. 955 (26 de marzo), seguimos evadiendo y rechazando el principio de oposición a la ocupación del Haití neocolonial por parte del imperialismo estadounidense. Además, este artículo declaraba: “como dejamos claro en nuestro artículo, ‘El horror del terremoto en Haití: Imperialismo, racismo e inanición’ (WV No. 951, 29 de enero), si bien no estábamos por que las fuerzas armadas estadounidenses entraran a Haití, tampoco íbamos a exigir, en la secuela inmediata de ese desastre natural horroroso, el retiro inmediato de cualesquiera fuerzas que estuvieran suministrando la ayuda que estaba llegando a las masas haitianas”. En realidad, en el artículo previo no habíamos declarado claramente que no estábamos por que entraran las tropas estadounidenses, ni siquiera llamamos por su nombre a la toma militar estadounidense.

La invasión militar estadounidense estaba diseñada para proporcionar un remozamiento “humanitario” a este sangriento imperialismo y tenía el propósito de asegurar su control militar en Haití y reafirmar su dominación sobre el Caribe, incluyendo en contra de rivales imperialistas como Francia. Al no oponernos a la invasión, también hicimos caso omiso del peligro particular que esto representaba para el estado obrero deformado cubano (así como para el régimen nacional-populista burgués de Hugo Chávez en Venezuela). Aceptamos la línea de Washington de que el suministro de ayuda estaba inextricablemente ligado a la toma militar por parte de EE.UU., y por ende ayudamos a vender el mito propagado por el gobierno de Obama y el Partido Demócrata de que ésta fue una misión “humanitaria”. Nuestra declaración de que “tal vez sea necesario llamar por la salida de EE.UU. y la ONU de Haití en el futuro cercano” (énfasis añadido) equivalía a dar apoyo condicional a la intervención militar estadounidense. Como argumentó un camarada dirigente, la única diferencia entre la posición que tomamos y el 4 de agosto de 1914, cuando los socialdemócratas alemanes votaron créditos de guerra para los gobernantes imperialistas alemanes al inicio de la Primera Guerra Mundial, es que esto no era una guerra.

Así, eliminamos la esencia internacionalista revolucionaria de la teoría de la revolución permanente de Trotsky que vincula la lucha por la liberación social y nacional a la lucha por el poder estatal proletario en países neocoloniales y países más avanzados. Esto significa educar al proletariado en Norteamérica, e internacionalmente, en el entendimiento de que sus intereses de clase se encuentran en abogar activamente por la lucha contra la dominación imperialista de Haití. Pero nuestros artículos hicieron lo opuesto: promovieron ilusiones en la “democracia” imperialista estadounidense como la salvación de los haitianos. Casi repetimos lo que dijo Barack Obama al enviar tropas imperialistas de combate, incluyendo elementos de la 82a División Aerotransportada y un cuerpo expedicionario de la infantería de marina. Uno duda que podríamos haber tomado tal posición tan fácilmente si el gobierno republicano de Bush estuviera todavía en la Casa Blanca.

En su último artículo, “The SL Twists and Turns on Haiti” [La SL se contorsiona respecto a Haití] (Internationalist, 9 de abril), el centrista Grupo Internacionalista (GI) escribe: “Si bien el apoyo a la ocupación imperialista es un pequeño paso para los reformistas, quienes sólo procuran modificar las políticas imperialistas en vez de derrocar al sistema imperialista, en el caso de la SL/LCI ello debería ser más difícil de digerir”. Lo es en verdad. Por su parte, el GI trató al terremoto como una apertura para la revolución en Haití, declarando: “Este pequeño pero combativo proletariado puede ponerse a la cabeza de las empobrecidas masas urbanas y rurales buscando organizar su propio poder, sobre todo en este momento en que el aparato del estado capitalista ha sido reducido a escombros y apenas hay unas cuantas patrullas policiacas que merodean por la ciudad” (“Haití: ¡Solidaridad obrera, sí! ¡Ocupación imperialista, no!”, El Internacionalista en línea, enero).

En vez de simplemente exponer las fantasías tercermundistas del GI, en nuestras polémicas nos concentramos en apologías fervientes de la intervención militar imperialista, una posición a la derecha de la del GI. Estos centristas apologistas del nacionalismo tercermundista estuvieron totalmente en lo correcto al caracterizar nuestra posición como “socialimperialista” —socialismo en palabras, apoyo a los imperialistas en los hechos—. Éste es un trago amargo. Sólo a través de una muy dura censura de nuestra línea podremos evitar el camino que llevó a los fundadores del GI a desertar de nuestra organización en búsqueda de fuerzas distintas del proletariado. En su caso, éstas han variado desde remanentes de la burocracia estalinista que se vendieron a la contrarrevolución imperialista en la RDA, hasta nacionalistas latinoamericanos y burócratas sindicales de retórica izquierdista.

En el contexto de las polémicas con el GI, Workers Vanguard abusó de la autoridad del dirigente revolucionario León Trotsky para justificar el apoyo a una ocupación imperialista. En su artículo de 1938, “Aprendan a pensar”, Trotsky argumentó que uno no debe siempre poner un menos donde la burguesía pone un más. Hacía referencia no a una fuerza de ocupación militar, sino a ejemplos en los que un gobierno imperialista podría enviar ayuda militar a combatientes anticolonialistas. Además, la referencia de Trotsky en este artículo a obreros que fraternizan con un ejército enviado a sofocar un incendio manifiestamente no aludía a una situación como la de Haití, donde tropas imperialistas estadounidenses estaban invadiendo a un país neocolonial, un acto al cual los leninistas se oponen incondicionalmente por principio.

Sin embargo, los revolucionarios tampoco fomentan ilusiones en la ayuda no militar que los gobiernos capitalistas puedan proporcionar. Al responder a la invasión imperialista estadounidense de Haití en la secuela del terremoto, habríamos hecho bien en revisar la posición de nuestra sección australiana en 2005 en respuesta a la intervención de “ayuda” imperialista en Indonesia, en particular en la provincia secesionista de Aceh, después del tsunami. Un artículo en Australasian Spartacist (No. 190, otoño de 2005) con el título “Australian Imperialists Seize on Tsunami Catastrophe” [Imperialistas australianos se aprovechan de la catástrofe del tsunami] exigía “Fuerzas armadas y policías australianos y demás imperialistas: ¡fuera de Aceh ahora!” y censuraba los programas de ayuda imperialistas. El artículo señaló que “a pesar de los beneficios a corto plazo que una parte de éstos pudiera proporcionar a unas pocas personas oprimidas”, tal ayuda “siempre va dirigida a reforzar la subyugación neocolonial de las masas del Tercer Mundo”.

La “política de lo posible”

Desde la época de los orígenes de nuestra tendencia como una oposición de izquierda en el Socialist Workers Party [SWP, Partido Obrero Socialista] a principios de los años 60, hemos reconocido que el aislamiento nacional debe destruir en poco tiempo a cualquier formación subjetivamente revolucionaria, especialmente una sujeta a las presiones de operar en el corazón del imperialismo mundial, Estados Unidos. El genuino internacionalismo proletario significa la colaboración internacional disciplinada, sin la cual no podemos contrarrestar exitosamente la poderosa fuerza de atracción del oportunismo nacionalista.

La abrogación del centralismo democrático internacional sirvió a nuestro embellecimiento de la intervención imperialista estadounidense. El papel de la propaganda como el andamiaje de un partido revolucionario consiste en publicar la línea del partido como ha sido decidida mediante la discusión y mociones de la dirección del mismo. Antes de haber publicado la oposición al llamado por “tropas fuera de Haití” en WV No. 951, el Buró Político de la SL/U.S. y el Secretariado Internacional (el cuerpo administrativo residente del CEI) abdicaron responsabilidad al no llevar a cabo una discusión organizada y votar, estableciendo en cambio nuestra línea mediante una consulta informal. Sin embargo, una vez que la línea se publicó en Workers Vanguard, ésta fue retomada por muchos de los periódicos de otras secciones de la LCI, indicando que había poco desacuerdo inicial.

Una reunión del S.I. del 18 de marzo votó finalmente llamar por el retiro inmediato de las tropas de EE.UU. y la ONU. Sin embargo, las mociones adoptadas en esa reunión, que se convirtieron en la base para el artículo en WV No. 955, reafirmaron que “estábamos en lo correcto al no llamar por el retiro de las tropas estadounidenses en la secuela inmediata del terremoto”. Mediante la afirmación de que “las circunstancias particulares excepcionales de hace dos meses no existen ya”, las mociones también siguieron insistiendo en que la defensa condicional de la invasión militar estadounidense había sido correcta en la coyuntura inmediata de un desastre natural. Más aún, si bien criticaban la formulación de que las fuerzas armadas estadounidenses eran la única fuerza en el terreno con los recursos para proporcionar ayuda, las mociones del S.I. no ordenaron una corrección pública de esta afirmación. Este tipo de deshonestidad fue condenado por James P. Cannon, fundador del trotskismo estadounidense. Abordando una situación en la cual el SWP trotskista, en su convención de 1954, necesitaba reconocer errores, señaló: “Saben, los estalinistas hacen más cambios —más rápidos y más drásticos— que ningún otro partido en la historia. Pero jamás dicen: ‘Cometimos un error’. Siempre dicen: ‘La situación ha cambiado’. Deberíamos ser más precisos y más honestos”.

El menchevismo a menudo se disfraza de “realismo” y “celeridad”. Tratando de obtener una “solución concreta” en una situación en la que no había tal solución desde un punto de vista proletario y revolucionario, capitulamos. Lo que nuestro pequeño partido revolucionario tenía que plantear era una perspectiva proletaria internacionalista para la liberación de Haití, sobre todo mediante la oposición a nuestros “propios” gobernantes imperialistas. En la situación inmediata, la única expresión concreta de tal programa era negativa: exigir que se permitiera la entrada a EE.UU., con plenos derechos de ciudadanía, a todos los refugiados haitianos, oponerse a las deportaciones de haitianos que hubiesen llegado a EE.UU. y exigir, sobre todo, la salida de las tropas de EE.UU. y la ONU.

Nuestros artículos distorsionaron la realidad para justificar la presencia militar estadounidense. Criticamos correctamente a los reformistas por difundir ilusiones en los gobiernos imperialistas al exigir que proporcionaran “ayuda, no tropas”, pero nuestra propia respuesta fue peor. Nuestros artículos presentaron la intervención militar de EE.UU. como la única manera “realista” de que las masas haitianas recibieran “ayuda” y sostuvimos demagógicamente que el retiro de las tropas de combate estadounidenses “resultaría en muerte masiva por inanición”. Esto significó tratar la cuestión no desde el punto de vista del programa marxista, sino a través de la lente liberal del “socorro en casos de desastre”. Michael Harrington —antiguo dirigente de los Democratic Socialists of America [Socialistas Democráticos de EE.UU.] y consejero en los programas de “guerra contra la pobreza” del gobierno del Partido Demócrata bajo Lyndon B. Johnson— capturó la esencia de esa perspectiva mundial socialdemócrata en la expresión “el ala izquierda de lo posible”.

La “política de lo posible” es una presión palpable en el periodo de reacción postsoviética, en el que la revolución —o incluso, especialmente en EE.UU., la lucha de clases combativa— parece remota y hay una ausencia abrumadora de resonancia para nuestra perspectiva política. Hay un gran abismo entre nuestros objetivos y la conciencia de la clase obrera y los jóvenes radicales, incluso de quienes se dicen socialistas. Como hemos señalado, ha sido muy difícil mantener nuestra continuidad revolucionaria y es muy fácil destruirla.

La lucha por mantener una perspectiva revolucionaria

En la lucha contra la oposición cochranista en el entonces revolucionario Socialist Workers Party estadounidense a principios de los años 50, James P. Cannon argumentó:

“El movimiento revolucionario, bajo las mejores condiciones, es una lucha ardua, y desgasta mucho material humano. No por nada se ha dicho mil veces en el pasado: ‘La revolución es una devoradora de hombres’. El movimiento en éste, el país más rico y más conservador del mundo, es quizás el más voraz de todos.

“No es fácil persistir en la lucha, sostenerse, mantenerse firme y luchar año tras año sin victoria e incluso, en épocas como la presente, sin progreso tangible. Para ello se requiere convicción teórica y perspectiva histórica, así como carácter. Y, además, se requiere la asociación con otros en un partido común”.

—“Sindicalistas y revolucionarios”, 11 de mayo de 1953

Es instructivo el ejemplo de la degeneración del SWP de un partido revolucionario al reformismo abyecto pasando por el centrismo. El partido soportó más de una década de estancamiento y aislamiento durante la cacería de brujas anticomunista. Al ver su papel reducido esencialmente a una operación de aferramiento en la ciudadela del imperialismo estadounidense, algunos cuadros de edad avanzada en el partido, como los del ala de Cochran, renunciaron a una perspectiva revolucionaria. La mayoría del SWP bajo Cannon y Farrell Dobbs luchó por preservar la continuidad revolucionaria del trotskismo contra este liquidacionismo. Pero ellos mismos no eran inmunes a las presiones deformantes que condujeron a los cochranistas a escindirse.

Cuatro años más tarde, en 1957, el SWP apoyó la introducción de tropas federales a Little Rock, Arkansas —cuyo resultado final fue el aplastamiento de los esfuerzos locales de autodefensa negra contra las frenéticas turbas racistas que luchaban contra la integración racial escolar—. El haber representado a las tropas estadounidenses como defensoras fidedignas de la gente negra engendró oposición significativa dentro del partido en los años 50, especialmente de parte de Richard Fraser, cuyo programa de integracionismo racial revolucionario como el camino a la liberación de los negros en EE.UU. hacemos nuestro. Pero la línea equivocada jamás fue corregida, y se profundizó la perspectiva del ejército imperialista estadounidense como la única fuerza “realista” para defender a los manifestantes pro derechos civiles en el Sur [bajo el sistema de segregación racial] de Jim Crow contra el terror racista. Para 1964 el SWP había adoptado la grotesca consigna de campaña de “¡Retiren a las tropas de Vietnam y envíenlas a Mississippi!”. Para 1965 el SWP había echado por la borda los últimos remanentes de oposición revolucionaria al imperialismo, promoviendo la mentira reformista de que un movimiento aclasista por la paz podría detener la guerra sucia del imperialismo estadounidense contra los obreros y campesinos vietnamitas.

Los jóvenes cuadros del SWP en la Revolutionary Tendency [Tendencia Revolucionaria] que lucharon contra la degeneración del partido fueron los dirigentes fundadores de nuestra organización. Parte de nuestra lucha por preservar esta continuidad con el partido revolucionario de Cannon, que se extiende hasta los bolcheviques de Lenin y Trotsky, es reconocer dónde acabó el SWP, y sostener esa imagen como un espejo que nos muestra dónde podríamos acabar si no corregimos nuestros errores y la traición de plano de nuestro programa revolucionario internacionalista en respuesta al terremoto de Haití.

Pero la capacidad de hacer dicha corrección a duras penas es causa de celebración. Simplemente establece la base para la rectificación política. Cruzamos la línea de clases, y la necesidad urgente es reafirmar el programa proletario internacionalista del leninismo y luchar por mantenerlo.

—27 de abril de 2010