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Enero de 2017

 

¡Abajo el gasolinazo!
¡Libertad inmediata a todos los detenidos!

¡Romper con el PRD y el Morena burgueses!
¡Por un partido obrero revolucionario!

El aumento de hasta 20 por ciento al precio de los combustibles impuesto por el odiado gobierno de Enrique Peña Nieto es un resultado de la privatización y una condena a la miseria y el hambre a las masas ya de por sí empobrecidas de México. El gobierno tuvo el apoyo del PAN y de la mayoría de los legisladores del PRD. La gasolina mexicana es ahora de las más caras del mundo si se le compara con el salario mínimo. Se espera que el precio de productos de la canasta básica aumente significativamente. Las tarifas del transporte público, de por sí exorbitantes especialmente fuera de la Ciudad de México, ya se han elevado, así como las tarifas eléctricas.

Aunado a la estrepitosa caída del peso frente al dólar, el gasolinazo parece haber sido la gota que derramó el vaso. Desde el 1° de enero la ira se ha extendido a lo largo y ancho del país. Han habido marchas multitudinarias en decenas de ciudades —por ejemplo, 20 mil personas en Monterrey el 5 de enero, 40 mil en Mexicali el 15 y 60 mil en Guadalajara el día 22—. También el 22 de enero más de 5 mil obreros, principalmente de la Sección 271 del sindicato minero-metalúrgico, marcharon en el puerto de Lázaro Cárdenas, Michoacán. Han sido bloqueadas terminales de Pemex en al menos nueve estados. El cruce del tren en la línea fronteriza Sonora-Arizona fue obstruido, impidiendo el paso de importaciones y exportaciones por varios días. El gobierno ha respondido con un gran despliegue de la policía, los perros guardianes de la burguesía. La brutal represión ha dejado un saldo de más de mil 500 detenidos y al menos cinco muertos. ¡Libertad inmediata a todos los detenidos!

Para combatir la crisis desatada por los capitalistas y sus patrones imperialistas, hay que movilizar el poder de la clase obrera a la cabeza de todos los oprimidos contra este sistema inhumano de explotación y opresión. La clase obrera, siendo la encargada de echar a andar toda la maquinaria del capitalismo industrial moderno, tiene un enorme poder social emanado de su relación con los medios de producción. El Grupo Espartaquista de México lucha por construir un partido obrero revolucionario como el Partido Bolchevique de V.I. Lenin y León Trotsky, el cual dirigió al proletariado al poder en Rusia en la Revolución de Octubre de 1917. Como parte de esta perspectiva, impulsamos hoy día un programa de acción proletaria basado en demandas dirigidas a vincular la lucha por las necesidades urgentes e inmediatas de las masas con la lucha por destruir todo el sistema capitalista mediante la revolución socialista.

En contra de la austeridad y el desempleo, los obreros deben luchar: ¡por una escala móvil de salarios que asegure un aumento salarial en proporción al aumento de precios! ¡Trabajo para todos mediante la reducción de la semana laboral sin pérdida de salario! En contra del gasolinazo y la carestía desatada, ¡por comités de vigilancia de los precios compuestos por delegados de las fábricas, los sindicatos, cooperativas, organizaciones campesinas y los pobres de la ciudad! Contra la rapiña imperialista, la clase obrera debe luchar por la nacionalización de industrias clave como la energética. ¡Expropiar los bancos, los servicios, el transporte y los puertos!

Enfrentada con semejante lucha, la burguesía dirá que no le es posible dar empleo a todos, o asegurar que toda familia tenga suficiente comida, hogar y condiciones de vida decentes, ya que esto dañaría sus ganancias. Esto demostrará a las masas que el sistema capitalista sólo merece perecer y que la imposición de estas medidas, tan simples y racionales, requiere la expropiación de los expropiadores, la burguesía entera. De este modo, tratamos de avanzar la conciencia revolucionaria entre los obreros y destruir las ilusiones promovidas por los populistas burgueses del PRD y el Morena de que el sistema capitalista puede ser reformado para servir a los intereses de los explotados y los oprimidos. Hay que abolir la propiedad privada de los medios de producción mediante la revolución socialista y establecer un gobierno obrero y campesino.

Trump y Peña Nieto: Cuando el amo repudia al lacayo

Durante décadas, la burguesía mexicana y su gobierno han seguido servilmente las directrices de los imperialistas, abriendo la economía mexicana al pillaje irrestricto por parte de la burguesía estadounidense mediante las privatizaciones masivas, la eliminación de subsidios al campo, ataques antisindicales y, sobre todo, mediante el TLCAN, un tratado de rapiña contra México. También un puñado de capitalistas mexicanos se ha enriquecido a la sombra de sus amos. Pero el resultado para las masas ha sido la devastación del campo y la creciente desesperación de los todavía millones de campesinos, muchos de ellos indígenas horriblemente miserables y oprimidos; un desempleo galopante mal escondido como la “economía informal”; una dependencia creciente de las importaciones de productos alimenticios básicos. El objetivo del TLCAN es fortalecer a los imperialistas norteamericanos frente a sus rivales europeos y japoneses. Y si en México ha traído miseria abyecta y generalizada, en EE.UU. y Canadá ha servido a las burguesías imperialistas para atacar el nivel de vida de la clase obrera, ocasionar despidos masivos y debilitar enormemente a los sindicatos.

No contentos, los amos imperialistas exigen más. El demagogo racista Trump ahora parece querer abandonar a su suerte a sus lacayos burgueses mexicanos al exigir la renegociación del TLCAN para hacerlo aún más provechoso para los imperialistas, sobre la base de un proteccionismo rabioso. Pero no hay que olvidar ni por un momento que fue el demócrata Bill Clinton quien impulsó y echó a andar el TLCAN. Su esposa Hillary fue quien urdió el plan para la privatización petrolera en México, como secretaria de estado de Obama. Y fue el propio Obama, el hasta hace poco “deportador en jefe”, quien rompió el récord de todos los tiempos de deportaciones para un presidente estadounidense, con más de dos millones. Tanto el Demócrata como el Republicano son partidos del imperialismo estadounidense.

En una declaración conjunta de la Spartacist League/U.S., la Trotskyist League of Canada y el Grupo Espartaquista de México, secciones de la Liga Comunista Internacional, explicamos que “la lucha contra el TLC es una batalla contra el dominio del imperialismo estadounidense sobre México” y “llamamos a los trabajadores mexicanos, estadounidenses y canadienses a oponerse conjuntamente a este pacto antiobrero” (ver Espartaco No. 2, verano-otoño de 1991). Un cuarto de siglo después, este llamado no sólo mantiene su vigencia, sino que es aún más urgente.

Los trotskistas no equiparamos el proteccionismo en los países neocoloniales —que constituye una medida de autodefensa nacional— con el proteccionismo de los imperialistas —que impulsa el chovinismo racista y procura reafirmar la preponderancia de tal o cual burguesía imperialista—. Nos oponemos a la privatización petrolera, legalmente ya efectuada hace tres años, aunque las inversiones imperialistas han tardado en llegar. Nosotros decimos: ¡Abajo la privatización energética! En el contexto de la expropiación petrolera de 1938, James P. Cannon, fundador del trotskismo estadounidense, dijo en un discurso dado en México el mismo año:

“Sabemos que no podemos derrocar a los imperialistas de EE.UU. sin la ayuda del pueblo latinoamericano, que es oprimido por el mismo imperialismo...

“La expropiación de las compañías petroleras es una acción que inspira a los obreros del mundo entero. Es una lástima que tengan ustedes que pagar a estos ladrones que le han estado robando a México sus recursos naturales. En principio, la IV Internacional está a favor de expropiar a los capitalistas sin compensación alguna. Si el pueblo mexicano ha de pagar una compensación, ello se debe a que no ha recibido aún suficiente apoyo de los obreros de EE.UU.”.

La burguesía y los imperialistas han estado tratando de romper al sindicato de petroleros a través de la privatización, a la cual dio su apoyo, criminalmente, la burocracia procapitalista que dirige el sindicato. Esto señala la urgencia de la lucha por una nueva dirección de los sindicatos, una dirección clasista, que mantenga su independencia de cualquier partido burgués, sea el PRI, el PRD o el Morena.

¡Por un gobierno obrero y campesino!

Las movilizaciones hoy día, y durante ya varios años, han tomado como consigna principal “¡Fuera Peña Nieto!”. EPN debería caer. Pero su remplazo por algún populista burgués como AMLO o sus antiguos colegas del PRD (por no hablar del cristero y neoliberal PAN) no traerá ninguna mejora sustancial a las masas explotadas y oprimidas. De hecho, la razón fundamental que dio Peña Nieto para el gasolinazo es que México, un exportador de petróleo, importa más de la mitad de la gasolina que consume. Éste es un ejemplo de la incapacidad inherente de la burguesía mexicana de desarrollar la capacidad industrial del país.

Independientemente de quién gobierne y bajo qué programa, el México capitalista seguirá siendo un país neocolonial subyugado por el imperialismo, sujeto a las crisis del mercado y las fluctuaciones enloquecidas de los precios del crudo. Como explicó Trotsky en su teoría de la revolución permanente, no se puede romper el yugo imperialista ni satisfacer las necesidades de la población bajo el capitalismo.

En efecto, las burguesías de todos los países de desarrollo capitalista tardío son absolutamente incapaces de romper con el imperialismo. Como Lenin enseñó, el imperialismo es un sistema mundial de explotación y opresión dominado por los grandes monopolios financieros respaldados por sus respectivos estados-nación con sus ejércitos y flotas. Debido a la penetración imperialista, México es un país de desarrollo desigual y combinado, donde las técnicas modernas de la producción cohabitan con el miserable atraso en el campo.

Independientemente de sus diferencias ideológicas, las burguesías tercermundistas están atadas a los imperialistas por miles de lazos y son demasiado débiles para romper su propia situación subordinada. El interés de la burguesía siempre está en la producción de ganancias —el sistema capitalista entero está destinado a engrosar los bolsillos de un puñado de ricachos—. La clase obrera es la única con el poder social y el interés de clase para destruir el capitalismo. Bajo la dirección de un partido leninista-trotskista de vanguardia y mediante la revolución socialista la clase obrera podrá remplazar el sistema capitalista con un régimen que procure la satisfacción de las necesidades de la población.

El estado burgués consiste centralmente en destacamentos armados (la policía, el ejército, los tribunales y las cárceles) para defender el régimen capitalista de explotación. Hace falta destruirlo y construir un poder estatal que defienda a la clase obrera como nueva clase dominante a la cabeza de todos los pobres rurales y urbanos. Sólo un gobierno de consejos de obreros y campesinos pobres puede satisfacer las aspiraciones de las masas a la emancipación social y nacional.

Como parte de nuestra perspectiva basada en la revolución permanente, entendemos que para defender estas conquistas y avanzar en el camino al socialismo, es necesario luchar por la extensión internacional de la revolución especialmente al coloso imperialista estadounidense. Una revolución en México, por otro lado, electrizaría al proletariado multirracial estadounidense. Y así como los obreros mexicanos necesitan romper con los pusilánimes nacionalistas burgueses connacionales y ver en el proletariado estadounidense a su hermano de clase, éste necesita entender que sus intereses coinciden con los del proletariado mexicano —y del mundo entero— y romper con la política de sus burocracias leales al Partido Demócrata imperialista.

¡Desatar el poder de la clase obrera bajo una dirección clasista!

El grueso de la industria avanzada y pesada en México —salvo, hasta ahora, el petróleo y la generación de electricidad— es producto de la inversión imperialista, y está destinada a la exportación, sobre todo a EE.UU. Como explicó Trotsky en “Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista” (1940): “Como el capital extranjero no importa obreros sino que proletariza a la población nativa, el proletariado nacional comienza muy rápidamente a jugar el rol más importante en la vida nacional”. La burguesía crea a su propio sepulturero: el TLCAN ha engrosado las filas del proletariado industrial —México es hoy día el cuarto exportador mundial de automóviles, por ejemplo—. Las economías mexicana y estadounidense están profundamente interpenetradas, lo cual es un hecho que la clase obrera mexicana puede usar en su provecho. Si los obreros automotrices mexicanos ejercieran su poder social, podrían paralizar todo el complejo automotriz en EE.UU.

Los sindicatos se encuentran debilitados por la larga ofensiva neoliberal, incluyendo derrotas históricas como la destrucción del SME y las privatizaciones masivas. Al mismo tiempo, las movilizaciones hoy día están políticamente dominadas por populistas burgueses y, sobre todo en la Ciudad de México, elementos elitistas pequeñoburgueses. Urge que los sindicatos se movilicen en defensa de sus propios intereses y de todos los pobres. Acciones huelguísticas de sectores poderosos del proletariado mexicano —como los sindicatos minero y petrolero— podrían poner a temblar a la débil burguesía mexicana, y desafiar la ofensiva hambreadora y represiva del estado burgués. Ello requiere una lucha política contra las burocracias procapitalistas que atan a los sindicatos a los partidos y caudillos burgueses y su remplazo con direcciones clasistas. ¡Por la independencia política del movimiento obrero! Para comenzar a paliar los ataques antisindicales, es necesario luchar por sindicalizar a los no sindicalizados, incluyendo a los subcontratados.

La patronal y el GI quieren destruir al sindicato petrolero

El presente ataque gubernamental, destinado a vender derechos de plataformas y liberar los controles del precio del petróleo, procura igualmente aumentar la rentabilidad de los bienes petroleros que está subastando: el gobierno necesita demostrar a sus amos imperialistas que podrán obtener suficientes réditos de la sangre, el sudor y las lágrimas de las masas mexicanas. Esto es también un ataque contra el sindicato petrolero. Carlos Loret de Mola, de Televisa, despotricó que detrás del “caos” ocasionado por “bloqueos y saqueos” estaba la mano oculta del sindicato petrolero. Para El Financiero (16 de enero), el sindicato “se ha convertido en un lastre para el desarrollo nacional”.

El Grupo Internacionalista (GI) se ha unido a los voceros burgueses que apoyan la campaña para destruir al sindicato petrolero. Lejos de tomar la defensa del sindicato contra la nueva arremetida patronal, en un volante reciente (enero de 2016 [sic]) el GI afirma “el carácter burgués de los ‘sindicatos’ charros, que no son otra cosa que frentes laborales integrados al estado capitalista que fungen como verdaderas policías laborales para reprimir todo intento de resistencia de parte de los trabajadores”. Retórica aparte, para el GI el carácter de clase de los sindicatos mexicanos está determinado por el partido burgués al que estén atados. Así, según ellos los sindicatos supuestamente “burgueses” son los que apoyan al PRI, en tanto que los que apoyan a los nacionalistas burgueses PRD y Morena son bien “genuinos”. Pero la burocracia del sindicato telefonista —por ejemplo—, dirigida hasta la fecha por el eterno Francisco Hernández Juárez, quien celebró la privatización de su respectiva industria hace 25 años, es tan charra como la petrolera. Sin embargo, para el GI el sindicato telefonista es un sindicato obrero “genuino”. ¿Cómo resolver esta cantinflada? El detalle está en que Hernández Juárez apoya al PRD; Romero Deschamps apoya al partido burgués equivocado (el PRI).

El GI tuvo que “corregir” subrepticiamente una versión previa de su volante, casi idéntica, mediante algunos cambios. Uno de éstos fue una referencia inadvertida a los sindicatos corporativistas como “sindicatos”, a los cuales subsecuentemente describió como meros “gremios”. A continuación el GI dice que “es preciso superar todo gremialismo”. Ésta es la forma políticamente cobarde que tiene el GI de decir que hay que destruir a los sindicatos corporativistas desde dentro, es decir, hacerle el trabajo sucio a la patronal. El GI también explicó en su volante revisado que “la Sección XXII del magisterio disidente puede ser instrumental para hacer realidad una lucha conjunta de diversos gremios de trabajadores contra la arremetida del gobierno”. La CNTE —a la cola de la cual ha ido el GI durante años— está atada al caudillo burgués AMLO a través de su propia burocracia. Por supuesto, el GI no menciona el apoyo de la CNTE al Morena y a AMLO cuando postula al magisterio disidente para ocupar la posición “instrumental” en la organización de los demás trabajadores. De modo que para el GI la “total independencia con respecto a la burguesía” se alcanzará una vez que los sectores obreros poderosos como los petroleros también se pongan a la cola de AMLO. Y entonces quizá el GI les otorgue su nihil obstat como sindicato obrero “genuino”.

A pesar del hecho de que los sindicatos están bajo una dirección procapitalista, la defensa de los sindicatos —las organizaciones elementales de la clase obrera— contra el ataque de la patronal y su estado es la condición mínima de la lucha por la independencia política del movimiento obrero. No identificamos a los obreros sindicalizados con la burocracia, ni a la burocracia con la burguesía. ¡La clase obrera debe limpiar su propia casa! Como Trotsky nos enseñó en “Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista”, la lucha por la democracia sindical “presupone para su realización la independencia total de los sindicatos del estado imperialista o colonial”. “En realidad, la independencia de clase de los sindicatos en cuanto a sus relaciones con el estado burgués, solamente puede garantizarla, en las condiciones actuales, una dirección de la IV Internacional”.

Histeria burguesa contra saqueos

En el marco de las protestas, hubo quienes aprovecharon para obtener gratis algunos artículos de consumo en tiendas departamentales como Elektra —propiedad del magnate Ricardo Salinas Pliego, dueño también de TV Azteca— y grandes cadenas de abarrotes como Aurrerá y Walmart. Algunos parecen haber logrado recuperar lo suyo de las infames casas de empeño usureras. Los hechos ocurrieron en algunas de las poblaciones más pobres del país, incluyendo en Veracruz, Hidalgo y los suburbios miserables de la Ciudad de México, como Ecatepec y Zumpango. Los medios masivos de comunicación y una miríada de pequeños burgueses en las redes sociales llevaron a cabo una campaña de linchamiento contra los “saqueadores”. AMLO salió con la posición reaccionaria de que los saqueos constituyen “una estrategia fascista”.

Como monaguillos del coro, el grueso de la izquierda ha aunado su voz a la gritería burguesa —por ejemplo, los seudotrotskistas de Izquierda Socialista y del Movimiento de los Trabajadores Socialistas, los cuales van a la cola de Morena y AMLO, hablan de infiltrados priístas y actos vandálicos—. Esta histeria no es más que indiferencia elitista a la miseria generalizada en que viven enormes sectores de la población. A las masas mexicanas se les ha quitado el pan, el trabajo, la tierra, la vivienda, y ahora están luchando por sobrevivir. Los escasos saqueos que ocurrieron en México a principios de enero no fueron ni una táctica radical ni un crimen desde el punto de vista del proletariado; fueron simplemente el reflejo de la desesperación de los pobres. Los verdaderos saqueadores son quienes han conducido al país a la miseria y la humillación. ¡Movilizar el poder social de la clase obrera contra la represión!

La atroz opresión imperialista sufrida por las masas mexicanas ha nutrido ilusiones nacionalistas basadas en la falsa unidad de explotados con explotadores sobre la base de un supuesto interés común en sacar a “la patria” adelante. El GEM lucha por construir el partido de vanguardia del proletariado que procure arrancar a la burguesía nacional-populista la lealtad de las masas, combatiendo las ilusiones en la reforma democrática del estado burgués y encaminando sus luchas hacia la toma del poder por el proletariado. Nuestra perspectiva, como la de Lenin y Trotsky, es internacionalista. Los espartaquistas de la Liga Comunista Internacional luchamos por reforjar la IV Internacional trotskista para llevar a cabo nuevas revoluciones de Octubre alrededor del mundo.