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Espartaco No. 27

Primavera de 2007

Contra el "tortillazo" de Calderón y los consorcios maiceros:

¡Abajo el TLC! ¡Expropiar a los magnates del maíz!

¡Por movilizaciones obreras contra el hambre y la represión!

¡Ninguna ilusión en el PRD burgués! ¡Forjar un partido obrero! ¡Por la revolución socialista en toda América!

México es una sociedad extremadamente explosiva. Las divisiones entre la clase gobernante se encuentran hoy a flor de piel. El derechista PAN de Felipe Calderón pretende continuar y profundizar las medidas neoliberales y antiobreras del régimen foxista, especialmente mediante la privatización de la industria petrolera, principal fuente de ingresos del país. El PRD nacional-populista se preocupa tanto por el descontento masivo como por las pretensiones excesivas de los imperialistas. Estas divisiones se han hecho evidentes desde que Fox lanzó la campaña del desafuero de AMLO en 2004, hasta la polarización poselectoral en 2006, con manifestaciones de millones de personas protestando el fraude. Los mineros-metalúrgicos de Lázaro Cárdenas, Michoacán, llevaron a cabo la huelga obrera más poderosa y combativa en décadas. Los maestros en huelga y las masas oprimidas de Oaxaca ocupaban la capital de ese estado. Ante el temor de mayores estallidos sociales, los gobernantes panistas han impulsado la creciente militarización del país, amenazando en ocasiones incluso a sus propios oponentes burgueses en el PRD.

En anticipación a la huelga del Sindicato Mexicano de Electricistas, emplazada para el 16 de marzo y al final conjurada apenas poco más de una hora antes, el gobierno envió en la víspera al ejército a rodear diversas instalaciones de Luz y Fuerza del Centro, amenazando a la clase obrera en su conjunto. El nuevo presidente ordenó operativos masivos por parte del ejército y corporaciones policiacas en estados como Michoacán, Guerrero y Baja California para sembrar el terror entre la población, haciendo blanco especialmente de las zonas rurales con presencia de guerrillas y las concentraciones obreras de la frontera norte. En febrero Calderón les otorgó a las tropas un aumento salarial de más del 45 por ciento —una bofetada a las masas trabajadoras que obtuvieron menos de cuatro por ciento— para asegurar su lealtad.

La base económica del viejo régimen del PRI ha sido minada por la creciente subyugación económica a EE.UU., simbolizada e impulsada por el TLC, el tratado de rapiña imperialista contra México. La estructura sindical corporativista está en una severa crisis y las prestaciones que el corporativismo ofrecía a algunos sectores sindicalizados —como vivienda barata, subsidios alimenticios y estabilidad laboral— se han convertido en una cosa del pasado. Con el PRI, el PAN está impulsando “reformas” a la ley del ISSSTE que atacan el sistema de pensiones y equivalen a su privatización —similares a las aprobadas para la ley del IMSS en 2004—, y tiene los ojos puestos en la privatización de la industria petrolera.

El más reciente ataque panista contra los pobres —que fue respondido con manifestaciones masivas— ha sido el aumento de más de 40 por ciento a la tortilla, base fundamental de la dieta de la mayoría de los mexicanos. El camino fue preparado por más de una década del TLC y se aprovechó el aumento internacional en los precios del maíz; sin embargo, la causa inmediata de la actual crisis fue la especulación por parte de los magnates del maíz tanto nacionales, especialmente GRUMA/Maseca, como estadounidenses, por ejemplo Cargill y Archer-Daniel Midlands, en contubernio con el gobierno federal. Con casi la mitad de la población rural viviendo debajo del nivel de pobreza oficial y un 20 por ciento en plena indigencia, este aumento, junto con el aumento a otros productos básicos como la leche y el huevo, amenaza a la población con la hambruna. Las luchas convulsivas desde Lázaro Cárdenas, a Oaxaca y Atenco han encontrado un elemento unificador en esta crisis. Las políticas de Bush y sus lacayos mexicanos están uniendo en la lucha a los obreros, los campesinos y otros sectores de la población.

En un volante del 27 de enero (“¡Movilizar a la clase obrera contra el hambre y la represión!”) exigimos la expropiación de los magnates del maíz sin compensación como un llamado a la clase obrera a luchar contra la clase capitalista en su conjunto. Llamamos por “huelgas obreras que exijan subsidio a la tortilla para que todo mundo tenga acceso a ella” que, junto con el llamado por “la distribución de comida para todos bajo el control de los sindicatos”, aseguraría la distribución de alimentos entre los trabajadores y la población pobre. Llamamos también por la apertura de los libros contables y la desaparición del secreto comercial.

Comités de vigilancia de precios, compuestos por delegados de las fábricas, los sindicatos, las cooperativas, las organizaciones campesinas y los pobres de la ciudad, podrían ser el germen de unidades de autodefensa obrera contra la represión que viene a la par con la crisis. Luchamos por una escala móvil de salarios que asegure un aumento de salario en proporción al aumento de precios y por una escala móvil de horas de trabajo para dividir el trabajo disponible, así como por un extenso programa de obras públicas, para combatir el masivo y crónico desempleo en las ciudades.

Nuestras consignas —que subrayan el carácter irreconciliable entre el modo de producción capitalista y un sistema que sirva a los intereses de los trabajadores y oprimidos— tienen como fin movilizar al proletariado a la cabeza de todos los pobres, mostrándole cómo los trabajadores y los campesinos podrían administrar la economía sobre una base equitativa, buscando la satisfacción de las necesidades de la población. La realización de consignas de lucha como éstas serviría como una escuela de planificación económica en preparación para la toma del poder político por parte de la clase obrera a través de la revolución socialista.

Nuestro programa contra la crisis actual se centra en la clase obrera, la cual debido a su relación con los medios de producción es la única clase con el interés histórico y el poder social para barrer con este sistema de explotación económica para siempre. La burguesía es la dueña de los medios de producción y así expropia los frutos del trabajo del proletariado. La tarea fundamental para los revolucionarios mexicanos hoy día es luchar por la independencia política del proletariado: combatir las ilusiones en el PRD que impregnan a la clase obrera y oponerse a la intromisión del estado burgués en el movimiento obrero, luchando por el forjamiento de un partido obrero revolucionario.

La destrucción contrarrevolucionaria de la URSS y el “nuevo orden mundial”

Esta actual crisis de precios está condicionada a nivel internacional por la contrarrevolución capitalista en los estados obreros deformados de Europa Oriental empezando en 1989 y en la Unión Soviética en 1991-92. La burocracia estalinista usurpó el poder político de la clase obrera en 1924; sin embargo, la destrucción de este estado obrero degenerado representó una derrota histórico-mundial para el proletariado internacional, ocasionando un retroceso general de la conciencia de la clase obrera y abriendo un nuevo periodo de redivisión de los mercados mundiales entre las potencias económicas a nivel global. El imperialismo, la fase superior del capitalismo, es el sistema económico en el que los mercados nacionales se han rebasado y las potencias imperialistas compiten por el control de los mercados internacionales, llevando así a guerras. Sin el contrapeso militar, ideológico y económico del primer y más grande estado obrero del mundo, el imperialismo estadounidense ha emergido como la única superpotencia, lo que significa guerras de ocupación semicolonial, como en Afganistán e Irak, y mayor subyugación de los países capitalistas subdesarrollados. En México, el colapso de la Unión Soviética tuvo como resultado la apertura indiscriminada de la economía interna al capital financiero monopólico imperialista, especialmente a través del TLC y privatizaciones masivas.

De manera única entre la izquierda, los espartaquistas luchamos por la defensa militar incondicional de la Unión Soviética, la RDA (el estado obrero deformado de Alemania Oriental), y los demás estados obreros, en contra de la contrarrevolución capitalista y luchamos por una revolución política proletaria que barriera con las burocracias estalinistas en el poder e instaurara la genuina democracia obrera de soviets y consejos de fábrica. Hoy hacemos lo mismo respecto a los estados obreros deformados restantes en el mundo: China, Cuba, Corea del Norte y Vietnam.

¡Romper con el PRD, partido del capital!

El PRD representa el ala de la burguesía que busca desactivar el descontento de los obreros y los oprimidos mediante concesiones, para así perpetuar el sistema de explotación capitalista. Las diferencias entre el PRD y el PAN se reducen a la manera de administrar el capitalismo —con la zanahoria o con el garrote—. Sin embargo, grandes masas de obreros, campesinos y jóvenes ven en el populismo burgués de AMLO y su PRD una alternativa viable a las políticas clericales y neoliberales del PAN. El PRD, surgido del PRI (como AMLO mismo), es un partido del capital, inherentemente antiobrero. El populismo nacionalista no es anticapitalista; en realidad refuerza el capitalismo al fortalecer los lazos de la clase obrera con su “propia” burguesía nacional.

Como sus oponentes burgueses, el PRD no duda en desatar la fuerza estatal contra las luchas de los obreros y los oprimidos, como en el ataque criminal a los huelguistas de Lázaro Cárdenas en abril de 2006 o en los ataques policiacos contra estudiantes que participaban en la huelga de la UNAM en 1999-2000, así como en la reciente ocupación brutal del barrio de Tepito por parte de la policía capitalina y el desalojo de decenas de familias.

Muchos obreros ven en AMLO una especie de reencarnación del general Lázaro Cárdenas del Río, quien a través de reformas democráticas y concesiones, logró ganar el apoyo de obreros y campesinos. El objetivo fundamental de Cárdenas era modernizar el país para beneficio de la burguesía nacional, y nunca poner en cuestión su dominio. Para ello requirió el apoyo de la clase obrera contra las fracciones burguesas opuestas a las reformas y contra las pretensiones excesivas de los imperialistas. Una vez logrado su objetivo, él mismo desató la fuerza represiva del estado contra los huelguistas de la refinería de Azcapotzalco en 1940, por ejemplo. El resultado de la confianza de la clase obrera en Cárdenas fue la atadura de los sindicatos al estado mediante la camisa de fuerza corporativista y siete décadas de priato brutal. Trotsky explicó en 1940, en el contexto del México de Lázaro Cárdenas:

“Como el capital extranjero no importa obreros sino que proletariza a la población nativa, el proletariado nacional comienza muy rápidamente a jugar el rol más importante en la vida nacional. Bajo tales condiciones, en la medida en que el gobierno nacional intenta ofrecer alguna resistencia al capital extranjero, se ve obligado en mayor o menor grado a apoyarse en el proletariado. En cambio, los gobiernos de países atrasados que consideran inevitable o más provechoso marchar mano a mano con el capital extranjero destruyen las organizaciones obreras e implantan un régimen más o menos totalitario.”

—“Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista”

Aunque bajo circunstancias históricas distintas (fundamentalmente condicionadas por la destrucción contrarrevolucionaria de la URSS), Cárdenas y AMLO encarnan fenómenos análogos: caudillos bonapartistas burgueses comprometidos con el desarrollo del capitalismo nacional y con impedir el desarrollo de un movimiento obrero independiente.

Muchos jóvenes se identifican con el venezolano Hugo Chávez y su “Revolución Bolivariana” y con el boliviano Evo Morales. Las nacionalizaciones en Venezuela y Bolivia —medidas de autodefensa nacional que los marxistas defendemos— no liberan a esas industrias de la dominación capitalista y lo que ocurre en estos países, a fin de cuentas, se decide en el ámbito internacional. Los capitalistas venezolanos están quitando su dinero del país y, en algunos casos, están acaparando sus productos, causando una inflación enorme y escasez de comida en los negocios. Los imperialistas sabotean y sacan sus inversiones. Esto muestra que es imposible resolver los problemas en el marco de un país.

Las reformas y las nacionalizaciones de ciertas ramas de la industria por parte de un estado burgués —que son reversibles bajo la presión del imperialismo— no llevan al socialismo. Hay que parar el ciclo repetitivo de demagogia nacionalista burguesa y títeres neoliberales. La tarea de sacar a América Latina del atraso y la subyugación al imperialismo corresponde al proletariado de la región. Es clave forjar un partido obrero revolucionario e internacional, que pueda vincular las luchas de las masas pobres a la poderosa clase obrera que existe en el continente americano.

La revolución permanente y la defensa de la industria energética nacionalizada

México presenta un desarrollo desigual y combinado del capitalismo, en donde las técnicas más modernas de producción industrial conviven con el atraso ancestral del campo. La burguesía de los países subyugados por el imperialismo es incapaz siquiera de llevar a cabo tareas democrático-burguesas, tales como la emancipación nacional, la revolución agraria y la democracia política, históricamente asociadas con las revoluciones burguesas como la francesa de 1789. El revolucionario ruso León Trotsky describió la debilidad de esta clase:

“…la presión del imperialismo extranjero altera y distorsiona tanto la estructura económica y política de esos países que la burguesía nacional (aun en los países políticamente independientes de Sudamérica) no alcanza más que parcialmente el nivel de clase dominante. La presión del imperialismo en los países atrasados no cambia, es verdad, su carácter social básico, ya que opresor y oprimido no representan más que diferentes grados de desarrollo de una misma sociedad burguesa… La burguesía de los países coloniales y semicoloniales es una clase semioprimida, semidominante...”

—“Simultáneamente clase dominante y oprimida” (1937)

Los espartaquistas nos basamos en la perspectiva de la revolución permanente desarrollada por Trotsky y vindicada en la práctica por la Revolución Rusa de 1917. El cumplimiento cabal de las tareas democrático-burguesas sólo es posible, en nuestra época, bajo el dominio del proletariado. Pero, una vez en el poder, la clase obrera no podrá reducirse a la consecución de estas tareas, sino que pasaría inmediatamente a las tareas socialistas, colectivistas, de la revolución. De esta forma adquiere la revolución su carácter permanente. Así, las sentidas demandas democrático-burguesas de la población se convierten en una fuerza motriz de la revolución socialista.

Nos oponemos al TLC y defendemos la industria energética nacionalizada —especial pero no únicamente el petróleo— como medidas elementales de autodefensa de un país semicolonial contra los imperialistas. Las nacionalizaciones del sector energético fueron una conquista crucial para este país. Como grandes capas de la población se dan perfecta cuenta, la privatización del petróleo significaría incluso una mayor subyugación por parte de los imperialistas, en particular los estadounidenses.

Hasta marzo de 1938, la industria petrolera en México era propiedad de los imperialistas británicos, estadounidenses y holandeses. Tras la expropiación cardenista, los magnates petroleros —especialmente los británicos, que contaban con el respaldo de “Su Majestad”— impusieron un boicot al crudo mexicano y de hecho instigaron la rebelión derechista del general Cedillo contra Cárdenas. Trotsky apeló al internacionalismo proletario para movilizar a los obreros británicos en defensa de la expropiación mexicana contra sus propios gobernantes imperialistas. Como escribió Trotsky:

“La expropiación del petróleo no es ni comunismo ni socialismo: es una medida profundamente progresiva de autodefensa nacional…

“Sin abandonar su propia fisonomía, toda organización obrera del mundo entero, y ante todo de Gran Bretaña, tiene la obligación de atacar implacablemente a los bandidos imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus lacayos fascistas. La causa de México, como la de España, como la de China, es la causa de toda la clase obrera del mundo. La lucha planteada alrededor del petróleo mexicano es una de las escaramuzas de vanguardia de los combates futuros entre oprimidos y opresores.”

—“México y el imperialismo británico” (1938)

Hoy son los imperialistas estadounidenses quienes revolotean como aves de rapiña en torno a PEMEX. Una de las razones principales de la reciente visita de Bush a México era insistir en la apertura al “capital privado para expandir la producción de PEMEX” (La Jornada, 11 de marzo). Los obreros estadounidenses tienen el deber internacionalista de defender la industria petrolera nacionalizada mexicana contra los rapaces designios de Bush y su parvada imperialista.

¡Por un gobierno obrero y campesino!

El campesinado es una capa heterogénea de la pequeña burguesía que no puede desempeñar un papel político independiente como clase. Su actividad productiva es individual y se basa en la propiedad privada de una porción de tierra, y por tanto los campesinos compiten económicamente entre sí. El campesinado no cuenta con el interés objetivo de clase, ni con la cohesión ni con el poder social que tiene la clase obrera para derrocar a la burguesía e instaurar su propio gobierno. Especialmente a raíz de la entrada en vigor del TLC, el campo mexicano ha sido en gran medida devastado, con grandes masas de campesinos echados de sus tierras ante la incapacidad de competir con los grandes agribusinesses estadounidenses y mexicanos. Los campesinos pobres y las grandes masas urbanas depauperadas son el principal aliado potencial del proletariado en la revolución socialista.

La clase obrera industrial debe ponerse al frente de los demás sectores oprimidos de la sociedad y luchar, junto con comités de proletarios agrícolas y campesinos, por subsidios en forma de maquinaria, tractores, sistemas de riego, créditos agrícolas, así como granos de calidad. Empleos bien remunerados, educación bilingüe y de calidad a todos los niveles, un sistema de obras públicas para proporcionar servicios básicos y médicos en las regiones indígenas más atrasadas del campo deben ser demandas básicas del movimiento obrero.

La consigna por la llamada “soberanía alimentaria”, planteada especialmente por la UNT y una miríada de organizaciones campesinas, resuena por todos lados. Esta demanda tiene un carácter defensivo, pues se plantea en el contexto de la devastación del campo por el TLC y la creciente subyugación a los imperialistas. Sin embargo, nosotros no la levantamos. Según la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA), la soberanía alimentaria significa “la libre determinación de los pueblos para definir sus políticas agrícolas y silvícolas; luchando por sacar a la agricultura y la alimentación de la Organización Mundial del Comercio, así como de cualquier tratado comercial internacional que vulnere nuestra soberanía.” En el centro de sus demandas está “promover el desarrollo rural integral y sustentable con la implementación de nuevas Políticas Públicas, programas, instrumentos y reformas institucionales que fomenten y protejan la capacidad de producir, industrializar, distribuir y comercializar los productos estratégicos para la alimentación de los mexicanos, con base en los pequeños productores campesinos, como condición de la soberanía alimentaria.” Así, detrás de la demanda por “soberanía alimentaria” está un marco reaccionario y utópico de regresar a la agricultura campesina a pequeña escala dentro de los marcos del capitalismo nacional.

En contraposición a los nacional-populistas, los marxistas entendemos que el hambre sólo puede ser eliminada en el contexto de una división internacional del trabajo en una economía socialista planificada, lo cual requiere el derrocamiento global del capitalismo. Perpetuar la existencia de un campesinado miserable y cultural y técnicamente atrasado es reaccionario. Los marxistas luchamos por la modernización del campo. Un gobierno obrero y campesino —la dictadura del proletariado apoyada por el campesinado pobre, en la que juntos dirigirán los destinos del país a través de los soviets o consejos— se esforzaría por cumplir estas metas expropiando todos los modernos agribusinesses del norte y el Bajío, transformándolos en granjas estatales. Al mismo tiempo, procuraría convencer, mediante el ejemplo, a los campesinos pobres del sur y el centro de las ventajas de la gran explotación colectiva tecnificada sobre las pequeñas parcelas familiares. El destino de los campesinos pobres, es decir, su desaparición en medio de la opresión y la miseria capitalistas o su transformación en una clase de proletarios agrícolas en un campo modernizado, depende del triunfo de la revolución proletaria y su extensión internacional.

¡Por el internacionalismo proletario!

México, aun tras la revolución proletaria, no puede alcanzar solo los niveles de vida de un país del primer mundo. La modernización del campo, por ejemplo, requeriría un nivel científico y tecnológico mucho más alto del que México posee. La supervivencia inmediata misma de un México obrero dependerá de la ayuda de nuestros hermanos de clase estadounidenses. Al mismo tiempo, una revolución socialista en México resonaría por toda América y galvanizaría al poderoso proletariado multirracial estadounidense. Trotsky explicó en sus “Tesis fundamentales” de La revolución permanente (1931):

“El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del estado nacional. De aquí se originan las guerras imperialistas, de una parte, y la utopía burguesa de los Estados Unidos de Europa [hoy día, el bloque imperialista de la Unión Europea], de otra. La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta.”

Muchos ven incorrectamente a EE.UU. como una masa reaccionaria e imperialista homogénea —una visión basada en el nacionalismo burgués impulsado prominentemente por el PRD—. Pero los Estados Unidos son una sociedad dividida en clases. Las clases obreras y los oprimidos de México y los EE.UU. tienen un interés común en una revolución socialista en “el norte”. Nuestros camaradas estadounidenses luchan por movilizar a la poderosa y multirracial clase obrera estadounidense en oposición a los designios del imperialismo yanqui, oponiéndose tajantemente a la ocupación colonial de Irak, a la presencia de tropas imperialistas en el Medio Oriente y a la amenaza imperialista de EE.UU. sobre los estados obreros deformados chino y norcoreano. Nuestros camaradas en EE.UU. luchan por plenos derechos de ciudadanía para los inmigrantes como una forma concreta de crear vínculos de solidaridad entre ambos proletariados, todo bajo una perspectiva de lucha de clases independiente de los partidos burgueses republicano y demócrata.

En 1991 la Spartacist League/U.S., la Trotskyist League of Canada/Ligue trotskyste du Canada y el Grupo Espartaquista de México, todas secciones de la Liga Comunista Internacional, emitieron una declaración titulada: “Alto al TLC, rapiña de México por el imperialismo [de] EE.UU.” Ésta explica que “la lucha por la revolución obrera en México y Estados Unidos está directamente ligada, entre otras cosas, por el puente humano de millones de trabajadores mexicanos y centroamericanos que se han ido ‘pa’l norte’” y llama “a los trabajadores mexicanos, estadounidenses y canadienses a oponerse conjuntamente a este pacto antiobrero”. ¡Abajo el TLC! ¡Por lucha de clases conjunta en ambos lados de la frontera! ¡Por la revolución socialista en toda América!

¡Por una dirección clasista! ¡Forjar un partido obrero revolucionario, tribuno del pueblo!

Está claro que los obreros mexicanos quieren luchar. Pero sus actuales direcciones los subordinan a la burguesía, ya sea mediante la ideología nacionalista o la represión abierta. Como excusa para no movilizar a sus bases para la manifestación contra la carestía del 31 de enero, un vocero de los sindicatos corporativistas agrupados en la CTM e históricamente afiliados con el PRI argumentó que hay que “darle tiempo” a Calderón para ver si sus medidas económicas “funcionan”. La CTM y el CT se rehusaron a participar una vez confirmado que AMLO iba a marchar, y después propusieron un sistema de “crédito al salario”. Esta medida lo único que haría sería endeudar a los obreros con la patronal. Se requiere elevar el poder adquisitivo de los trabajadores, no encadenarlos de por vida a sus explotadores mediante préstamos chupasangre.

Por su parte, los sindicatos “independientes” de la UNT y el SME, políticamente alineados con el PRD, marcharon el 31 de enero bajo un pliego de nueve demandas codificadas en la “Declaración del Zócalo”, las cuales reflejan claramente el programa populista burgués del PRD. Además de exigir apoyos al campo, aumento salarial de emergencia, así como la creación de empleos formales —demandas que se dirigen a necesidades elementales y que apoyamos—, la declaración llama a “renegociar” y no a acabar con el TLC y apela a crear un “gran acuerdo nacional” sobre la base de la “unidad social”, como si no hubiera divisiones de clase en México. Las burocracias sindicales quieren unir a las masas empobrecidas con la gente que está tratando de matarlas de hambre. Esto es el nacionalismo burgués: ilusiones en la falsa unidad de explotados con explotadores sobre la base de un supuesto interés común en sacar a “la patria” adelante.

Los espartaquistas luchamos por remplazar a las burocracias procapitalistas con una dirección clasista y por transformar a los sindicatos en órganos del movimiento revolucionario proletario. Como León Trotsky explicó en 1940: “La primera consigna de esta lucha es: independencia total e incondicional de los sindicatos con respecto al estado capitalista.”

Esta lucha y la lucha por la democracia sindical no pueden separarse pues de la lucha por una dirección revolucionaria —un partido obrero revolucionario leninista-trotskista, parte de una IV Internacional reforjada, el partido mundial de la revolución socialista—. Un partido bolchevique es el instrumento fundamental para llevar la conciencia política al proletariado, la principal fuerza ofensiva y conductora a través de la cual la clase obrera puede realizar y consolidar la revolución socialista. Como explicó Trotsky: “No puede triunfar la revolución proletaria sin el partido, aparte del partido, al encuentro del partido o por un sucedáneo del partido” (Lecciones de Octubre, 1924).

El socialista utópico francés Fourier señaló que “el grado de emancipación de las mujeres es la medida natural de la emancipación general”. Las revoluciones burguesas, como la Revolución Francesa de 1789, limpiaron de instituciones feudales el camino del desarrollo capitalista, remplazaron las relaciones sociales basadas en obligaciones y privilegios con otras basadas en la igualdad contractual, y de ese modo tuvieron un profundo efecto en la familia. La condición de la mujer en los países capitalistas más avanzados muestra los limites de libertad y progreso social bajo el capitalismo. Por otro lado, el carácter atrasado del desarrollo capitalista en México, su pasado colonial y su subyugación al imperialismo se reflejan en enraizadas manifestaciones de atraso social. Perredistas y representantes de otros partidos en la Asamblea Legislativa del D.F. han presentado una propuesta para despenalizar el aborto hasta doce semanas de embarazo cuando la mujer interesada aduzca pobreza y para que pueda decidir cuántos hijos tener. En respuesta, la archirreaccionaria iglesia católica está convocando movilizaciones para impedir su aprobación. Los espartaquistas estamos a favor de esta reforma parcial y luchamos por el derecho al aborto libre y gratuito, por la liberación de la mujer mediante la revolución socialista y por plenos derechos para los homosexuales.

La ancestral opresión racista antiindígena deriva de la brutalidad colonial, cuando la decadente corona española se mantenía viva con base en los inmensos cargamentos de plata y oro obtenidos mediante la superexplotación de la población nativa. El machismo, la homofobia, el racismo antiindígena y el antisemitismo son ideologías burguesas que sirven para justificar la opresión concreta y dividir a los oprimidos. Un partido revolucionario actuaría, en palabras de Lenin, como “el tribuno del pueblo”. Al combatir toda muestra de opresión y atraso social, el partido proletario encarna el ideal del marxismo revolucionario: la emancipación de la humanidad entera a través de la emancipación del proletariado.

El populismo pequeñoburgués radical del EZLN y la APPO

En el contexto de la horrible miseria y la brutal opresión a la que están sujetos los indígenas del país, el EZLN ha sido muy atractivo para algunos que se oponen a la devastación capitalista. Además, sus críticas al PRD durante el circo electoral fueron un polo de atracción para muchos jóvenes. Así, la Sexta Declaración zapatista habla de que “el problema del país no es un partido, sino el sistema capitalista”, al cual “tenemos que transformar” (La Jornada, 15 de enero de 2006). Pero no hay nada en la Sexta dirigido a derrocar el capitalismo; sus demandas son por reformas democráticas como, principalmente, una nueva constitución “que reconozca los derechos y libertades del pueblo, y defienda al débil frente al poderoso”. Es utópico pensar que mediante nueva legislación se pueda reformar el estado capitalista para ponerlo al servicio de los explotados y oprimidos. Se requiere la revolución obrera que abola la propiedad privada.

Por otro lado, la combatividad de la APPO, surgida como la aliada de los maestros de la Sección 22 del SNTE que estuvieron en huelga por más de seis meses, también galvanizó a quienes quieren luchar contra este vil y corrupto régimen. Sus barricadas —que les daban control de una parte importante de la ciudad de Oaxaca— y sus constantes combates contra la policía eran una fuente de inspiración para muchos jóvenes que quieren algo más que las fraudulentas contiendas electorales y la farsa parlamentaria. Pero su lucha no iba más allá de la demanda por la destitución del gobernador-verdugo Ulises Ruiz. Así, aunque al principio habían llamado por un boicot electoral, los dirigentes de la APPO y de la Sección 22 terminaron por llamar por el voto a AMLO.

El populismo niega la división fundamental de la sociedad de clases entre el proletariado y la burguesía, sustituyéndola por una división simplista entre meros ricos y pobres y negando así el papel central de la clase obrera como el agente fundamental del cambio social. De hecho, los zapatistas surgieron en 1994 en rechazo explícito de la lucha por la revolución proletaria. Consecuentemente, los populistas reducen su programa a reformas democráticas dentro del marco capitalista y la estrechez nacionalista. Así, independientemente de su combatividad e intenciones, los populistas “radicales” como el EZ y la APPO terminan orbitando en torno al PRD burgués y tratando de presionarlo.

La cadena sifilítica del populismo pequeñoburgués

Nuestra perspectiva marxista revolucionaria está contrapuesta no sólo a todas las variantes del populismo, sino también a la de las demás organizaciones que, llamándose marxistas, van a la cola de fuerzas de clases distintas del proletariado y restringen su programa al terreno nacional. Quizás el ejemplo más grotesco lo dé la Tendencia Militante, que es parte integral del PRD burgués. Militante dice enternecedoramente que “AMLO debe luchar contra el capitalismo” (Militante No. 154, 2ª quincena de septiembre de 2006). Esto es equivalente a llamar por que el Papa luche por los derechos de los gays. Militante no hace sino fortalecer ilusiones suicidas en el PRD y su política pavimenta el camino hacia derrotas sangrientas de la clase obrera.

La Liga de Trabajadores por el Socialismo (LTS) lanza todo tipo de consignas contra la carestía de la vida, tales como “empleo para todos”, “aumento general de emergencia” (Estrategia Obrera No. 58, 24 de enero de 2007), etc., pero, sin siquiera una referencia a la lucha por la revolución socialista en su artículo, el programa de la LTS es un programa reformista, enteramente enmarcado en el capitalismo. La LTS escribe: “Lamentablemente, el PRD que se dice ser [sic] un partido ‘democrático’ y estar [sic] en contra de la represión, ha avalado este accionar” (Ibíd.), es decir, los recientes operativos federales masivos en Michoacán. ¡La LTS ni siquiera menciona la participación directa del PRD en el ataque sangriento contra los obreros de Lázaro Cárdenas en abril pasado! En cambio, invita “al conjunto de las organizaciones que se reclaman democráticas (como las que integran la CND)”, a unírsele en la constitución de una “Coordinadora Nacional contra la Represión”; en otras palabras, la LTS llama por un bloque político con el PRD burgués.

El Grupo Internacionalista fue formado hace once años por antiguos miembros desmoralizados de nuestra organización. Incapaces de lidiar con la destrucción contrarrevolucionaria de la URSS y el retroceso en la conciencia de la clase obrera que acompañó esta derrota, desertaron del trotskismo para ir a la cola de fuerzas de clases ajenas, embelleciendo la conciencia existente y adaptándose a ella.

El GI es incapaz de lidiar con las ilusiones masivas en el populismo y recurre a inventar su propia realidad. Así, hace todo tipo de contorsiones para presentar a AMLO como un mero “neoliberal con rostro humano”, minimiza los efectos devastadores del TLC y todas las políticas neoliberales de los últimos cuatro sexenios y le da la espalda a la lucha en defensa de derechos democráticos elementales y las necesidades más apremiantes de la población pobre.

En un artículo reciente (“Contra el tortillazo, ¡Imponer el control obrero! Crisis de la tortilla, producto del capitalismo”, El Internacionalista, enero de 2007), el GI esencialmente se dedica a poner un signo de igual entre el viejo régimen semibonapartista del PRI y las actuales políticas hambreadoras y abiertamente proimperialistas del PAN. Así, mientras hace una referencia de pasada al “desastre” ocasionado por el TLC, argumenta que “ni la pobreza de los pequeños campesinos ni la migración forzada empezaron hace 15 años”, minimizando la horrible miseria y creciente subyugación de México al imperialismo que este tratado de rapiña ha ocasionado. Finalmente, escribe:

“Además, al mantener artificialmente bajos los precios de la tortilla y altos los del maíz, lo que hacían era subsidiar a los industriales mexicanos al aminorar el costo de reproducción de ‘su’ fuerza laboral. En otras palabras, utilizaron su ‘soberanía alimentaria’ para mantener a los trabajadores sumidos en la pobreza por los bajos sueldos.”

¡El GI argumenta que no hay que luchar por comida barata porque significa mantener los salarios bajos! Esta posición es, simple y llanamente, reaccionaria.

El GI reniega de la defensa de conquistas parciales. Con esta lógica, debería oponerse a la defensa de la industria petrolera nacionalizada, y de hecho a toda demanda dirigida a mejorar la situación de los obreros y los oprimidos antes de la revolución socialista. Toda reforma, toda conquista para los obreros y los oprimidos será necesariamente parcial y en cualquier momento reversible mientras siga existiendo el capitalismo. Pero no por ello los revolucionarios renunciamos a la lucha por conquistas parciales; al contrario, nuestro propósito es movilizar a la clase obrera a la cabeza de todos los pobres y oprimidos en la lucha por sus necesidades más apremiantes en preparación para el derrocamiento general de la clase capitalista. Como Lenin explicó:

“Los marxistas, a diferencia de los anarquistas, admiten la lucha por las reformas, es decir, por medidas que mejoren la situación de los trabajadores sin destruir el poder de la clase dominante. Pero a la vez los marxistas sostienen la lucha más decidida contra los reformistas, quienes, directa o indirectamente, limitan los objetivos y las actividades de la clase obrera a la conquista de reformas. El reformismo es un engaño de que la burguesía hace víctimas a los obreros, quienes, pese a algunas mejoras aisladas, seguirán siendo esclavos asalariados mientras exista la dominación del capital.”

—“Marxismo y reformismo” (1913)

Lecciones de la Comuna de París de 1871

La lucha convulsiva de las masas oaxaqueñas ha infatuado a la izquierda supuestamente “trotskista”; este ejemplo muestra su crasa renuncia, en los hechos, a la revolución permanente de Trotsky. La LTS saluda esa lucha como “la comuna de Oaxaca”, equiparándola a la Comuna de París de 1871. Nada podría ser más falso. La Comuna de París fue una revolución social, el primer ejemplo en la historia de la dictadura del proletariado. ¡Pero, para empezar, la clase obrera industrial a duras penas existe en Oaxaca! En realidad, la lucha en Oaxaca se basó totalmente en profesores sindicalizados y las masas pequeñoburguesas depauperadas. Para los genuinos trotskistas, el punto no es pintar la realidad en colores más agradables, sino luchar por la movilización del proletariado urbano industrial a la cabeza de todos los oprimidos en la lucha por la revolución socialista.

Una de las principales lecciones de la Comuna de París —que al final fue aplastada por la reacción burguesa al costo de unas 30 mil vidas obreras— fue que el proletariado no puede tomar el aparato estatal existente y esgrimirlo en interés propio. Como nos enseñaron Marx y Engels, el estado burgués consiste en destacamentos de hombres armados cuya tarea es defender el modo de producción capitalista basado en la propiedad privada y la explotación del trabajo. Su núcleo es el ejército, la policía, los tribunales y las cárceles. La clase obrera debe destruir el estado burgués mediante la revolución socialista y erigir en su lugar un estado obrero para defender al proletariado como la nueva clase dirigente contra la burguesía recalcitrante. Las lecciones de la Comuna de París respecto al entendimiento marxista del estado —codificadas especialmente en El estado y la revolución de Lenin, una obra seminal del marxismo revolucionario— desempeñaron un papel crucial en la Revolución Rusa de 1917, la única revolución proletaria exitosa en la historia.

Sin embargo, la perspectiva entera de la APPO se basaba en ilusiones en la reforma democrática del estado capitalista, con el PRD como el instrumento para llevarla a cabo. La LTS comparte estas ilusiones; una de las demandas más recurrentes en su historia, dirigida al estado burgués mismo, es “por la disolución de las fuerzas represivas del estado”. No es sólo utópico, sino verdaderamente suicida, creer que la burguesía acordará jamás “disolver” su estado —ésta es una posición reformista contrapuesta a la esencia misma del marxismo—.

La renuncia del GI en los hechos a la revolución permanente los conduce por un lado, como hemos visto ya, a abstenerse de la lucha por derechos y necesidades elementales de la población; por el otro, los lleva directamente a glorificar el populismo de izquierda. Un caso ejemplífico es Oaxaca. El año pasado el GI afirmó que los maestros oaxaqueños “saben bien que ‘PRI, PAN y PRD son lo mismo’” (El Internacionalista/Edición México No. 2, agosto de 2006), una posición que tuvo que abandonar apenas unos días después, cuando los maestros y la APPO llamaron por un “voto de castigo” contra el PRI y el PAN, es decir, por el PRD. Más recientemente escribió que las masas de la APPO “carecían, sin embargo, de una perspectiva política explícitamente revolucionaria” (El Internacionalista, enero de 2007), dando a entender que tenían una implícita —¡y sólo el GI sabe qué significa tal cosa!—. Ahora, en un intento desesperado de pintar a la APPO en colores rojos, dice que “el apoyo de la APPO al candidato presidencial del PRD, Andrés Manuel López Obrador, en las elecciones del 2 de julio fue visto por muchos huelguistas en Oaxaca como una jugada ‘táctica’ en contra de Ulises Ruiz: votar por AMLO contra URO. Pero para los dirigentes de la APPO representó su estrategia.” El GI abandona el punto de partida de toda política revolucionaria: el apoyo político a la burguesía no es ninguna “táctica” astuta, sino una ilusión mortal que sólo puede conducir a derrotas.

No muy lejos de la LTS, el GI también abandona el entendimiento marxista del estado. Así, en un artículo reciente citan acríticamente —y de manera tan tierna— el discurso de un estudiante oaxaqueño dirigido a la policía: “‘las condiciones del país los hicieron elegir entre irse de su patria o enrolarse en esa corporación [la PFP] ante la falta de oportunidades’ pero que ‘deberían estar de este lado porque son igual que nosotros. Véanse la tez, las manos, son del mismo color que nosotros, también son huicholes, mixes, tarahumaras’” (El Internacionalista, noviembre de 2006). El GI de hecho aprueba tales afirmaciones, añadiendo que “Apelar a los policías invasores para que no repriman puede ser una táctica correcta en ciertas circunstancias, pero en otras podría ser suicida. Es una ilusión peligrosa pensar que la policía ‘también es pueblo’…”. Presentar tales apelaciones liberales a la policía como, otra vez, alguna especie de “táctica” astuta sólo puede significar precisamente sembrar ilusiones mortales en el estado burgués.

¡Por nuevas revoluciones de Octubre!

Las crisis económicas recurrentes y la represión son características endémicas del sistema capitalista. La única solución para acabar con ambas es el derrocamiento del capitalismo mediante la revolución obrera internacional. La victoria del proletariado a escala mundial pondría una abundancia material inimaginable al servicio de las necesidades humanas, sentaría las bases para la eliminación de las clases sociales y la erradicación de la desigualdad social basada en el sexo, y la abolición misma del significado social de raza, nacionalidad o etnia. Por primera vez, la humanidad tomará las riendas de la historia y controlará su propia creación, la sociedad, llevando a una emancipación jamás imaginada del potencial humano, y a una ola monumental de avance de la civilización. Sólo entonces será posible realizar el desarrollo libre de cada individuo como la condición para el desarrollo libre de todos. ¡Reforjar la IV Internacional de Trotsky, partido mundial de la revolución socialista!

 

Espartaco No. 27

Espartaco No. 27

Primavera de 2007

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Contra el "tortillazo" de Calderón y los consorcios maiceros:

¡Abajo el TLC! ¡Expropiar a los magnates del maíz! ¡Por movilizaciones obreras contra el hambre y la represión!

¡Ninguna ilusión en el PRD burgués! ¡Forjar un partido obrero! ¡Por la revolución socialista en toda América!

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Las "reformas de mercado" en China: Un análisis trotskista

¡Defender al estado obrero deformado chino! ¡Por la revolución política proletaria!

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¡Libertad inmediata a Mumia Abu-Jamal, un hombre inocente!

¡Abolir la racista pena de muerte!

(Joven Espartaco)

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¡Libertad inmediata a todos los detenidos abajo todos los cargos!

Oaxaca y la revolución permanente