Spartacist (edición en español) Número 40

Septiembre de 2017

 

La batalla contra la hidra chovinista

Documento de la VII Conferencia Internacional de la Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista)

Traducido del francés

I. Introducción

El propósito de esta conferencia es restablecer un marco leninista sobre la cuestión nacional en la Liga Comunista Internacional y romper con el chovinismo de gran potencia que ha marcado ciertos aspectos de la política y el funcionamiento de la Internacional. Una lucha en Canadá que comenzó en el otoño de 2016 reveló que, desde su incepción, la sección canadiense tenía un programa anglochovinista de asimilación para Quebec. Esta lucha generó la fuerte oposición de una capa anglófona de cuadros históricos del Comité Ejecutivo Internacional que fueron la fuente de la línea sobre la cuestión nacional en Canadá y otros lados. Especialmente desde la caída de la Unión Soviética, parte de la dirección internacional se ha adaptado al imperialismo estadounidense, replicando actitudes de dominación hacia los países neocoloniales bajo su bota. El propósito de esta conferencia es efectuar una fusión con los camaradas quebequenses y elegir una nueva dirección internacional que marcará una ruptura tajante con la política del chovinismo del opresor.

Desde que fundaron nuestra tendencia, Jim Robertson y Geoff White buscaron su extensión internacional. Pero en 1974, al mismo tiempo que se firmaba la “Declaración para organizar una tendencia trotskista internacional” (ver Cuadernos Marxistas No. 1, 1975), algunos cuadros estadounidenses adoptaban una orientación chovinista sobre la cuestión nacional. Ésta fue una perversión del leninismo que la preponderancia de la sección estadounidense en la Internacional facilitó y exacerbó. Dicha línea fue establecida en oposición al camarada Robertson, quien ya en 1976 propuso llamar por la independencia de Quebec, una propuesta que fue unánimemente rechazada. Esta conferencia se compromete a restablecer la práctica leninista revolucionaria y a luchar por reforjar la IV Internacional.

Debido a los profundos trastornos que produjo esta lucha en la Internacional, esta conferencia tiene en realidad un carácter de emergencia, aunque formalmente se convocó de manera regular. Por lo tanto, este documento se enfoca en las conclusiones esenciales de los últimos meses, y no en los importantes cambios en la situación política mundial. Éstos se caracterizan por el ascenso de fuerzas populistas de derecha en varios países, la elección de Trump en EE.UU., la intensificación de las rivalidades interimperialistas y la posibilidad de conflictos militares importantes, notablemente con los estados obreros deformados. La cuestión primordial para nuestra organización es rearmarnos programáticamente y forjar una nueva dirección que sea capaz de enfrentar estos nuevos acontecimientos. A fin de cuentas, confrontamos la cuestión central del movimiento obrero: la dirección revolucionaria.

II. Por la construcción de una dirección leninista internacional

“Con base en una larga experiencia histórica, puede escribirse como ley que los cuadros revolucionarios, quienes se rebelan contra su entorno social y organizan partidos para dirigir una revolución, pueden —si la revolución tarda demasiado en llegar— degenerar ellos mismos bajo las continuas influencias y presiones de este entorno...

“Pero la misma experiencia histórica nos muestra que también hay excepciones a esta ley. Éstas son los marxistas que continúan siendo marxistas, los revolucionarios que se mantienen fieles a la causa. Las ideas básicas del marxismo, la única base sobre la cual se puede construir un partido revolucionario, son continuas en su aplicación y lo han sido por cien años. Las ideas del marxismo, que crean partidos revolucionarios, son más fuertes que los partidos que crean, y siempre sobreviven a su caída. Siempre encuentran representantes en las viejas organizaciones para dirigir el trabajo de reconstrucción”.

—James P. Cannon, The First Ten Years of American Communism (Los primeros diez años del comunismo estadounidense, Nueva York: Lyle Stuart, 1962)

Reconstruir a la LCI es, en efecto, la tarea que encara esta conferencia. Para poder romper verdaderamente con el anglochovinismo en el partido, es necesario recuperar nuestra propia continuidad programática sobre la cuestión nacional, es decir, las posiciones desarrolladas por Marx y Lenin. A través de esta batalla, procuramos retomar el programa revolucionario, proletario e internacionalista de la III Internacional en tiempos de Lenin, codificado en los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista (Comintern o IC).

Forjar una verdadera Internacional, una tarea de por sí difícil después de que los bolcheviques tomaron el poder, se volvió un reto todavía mayor para la vanguardia proletaria con la degeneración de la Revolución Rusa y la IC. Trotsky no pudo consolidar realmente un colectivo internacional ante su situación objetiva extremadamente difícil en el exilio, la falta de recursos materiales y el asesinato de cuadros trotskistas. Tras la muerte de Trotsky, el Socialist Workers Party (SWP, Partido Obrero Socialista, dirigido por James P. Cannon) era la sección mejor situada para tomar la dirección de la IV Internacional. En vez de asumir el reto y tomar la dirección de la Internacional, los trotskistas estadounidenses se retiraron a un aislamiento que no se les había impuesto realmente. El camarada Robertson señaló en 1974:

“Así que Cannon dio un paso atrás y nos cargó con el problema. Y nos lo hizo doblemente porque él era mucho mejor que nosotros; y cuando digo ‘él’ no sólo me refiero a Cannon personalmente, sino al grupo de trabajo conjunto que constituía el ‘régimen de Cannon’...

“Bueno, había un régimen cannonista, y funcionaba lo mejor que podía. Pero no aceptaron el desafío internacional que sin embargo era una obligación. En efecto, si sabes que no sabes nada, camina pacientemente, calladamente, de forma perseverante, lucha con la mayor paciencia y atención por conseguir colaboradores internacionales. Tenemos que ir de esa forma, y no replegarnos y esperar en el aislamiento nacional a que alguien dé un paso adelante y diga ‘yo puedo hacerlo’ para entonces decirle ‘muy bien, te daremos nuestra autoridad’. Tenemos que persistir, tenemos que intervenir”.

—Spartacist (Edición en español) No. 27, diciembre de 1996

Desde la incepción de la tendencia espartaquista, nuestros cuadros fundadores sacaron lecciones críticas del SWP y buscaron activamente salir de su aislamiento en EE.UU., pues entendieron que tal situación conduciría inevitablemente a deformaciones. Para ser un internacionalista se requiere un nivel de conciencia muy alto: es necesario entender las presiones asociadas con los orígenes social y nacional propios para poder combatirlas. El atraso de la clase obrera estadounidense y la fortaleza del imperialismo son factores que ejercen fuertes presiones sobre la SL/U.S. El camarada Robertson luchó encarnizadamente por concientizar a los camaradas anglófonos de la importancia de aprender otros idiomas y salir de su terreno nacional. De hecho, por mucho tiempo trató de mudar nuestro centro internacional de Nueva York a París, pero nunca consiguió hacerlo debido a la falta de recursos de la sección francesa. A pesar de todos los esfuerzos del camarada Robertson, parte de la dirección estadounidense desarrolló una línea chovinista antiinternacionalista en oposición a las luchas por la liberación nacional en estados multinacionales. Esta línea nos causó un daño incalculable, constituyendo un gran obstáculo a la posibilidad de extendernos internacionalmente, en especial a naciones oprimidas no anglófonas. Hubo un contraste marcado entre los lugares donde el camarada Robertson estaba activamente involucrado en el trabajo —como las Islas Británicas y Ceilán, donde adoptamos una posición leninista— y los lugares donde tuvo muy poco que ver, como Canadá y España, donde nuestra línea era abiertamente chovinista.

La posición trotskista sobre la Unión Soviética era un punto de referencia programático central para nuestra tendencia. La caída de la URSS marcó un punto de inflexión en la historia y también en la vida interna de nuestra organización. Este suceso ocurrió después de años de retirada de la clase obrera en los países occidentales, y estos acontecimientos objetivos coincidieron con la salida del centro del camarada Robertson, el principal arquitecto de nuestra política internacionalista. Esta suma de factores llevó a una capa de cuadros a una profunda desorientación y a poner en duda nuestro propósito revolucionario. La pérdida de una brújula proletaria revolucionaria llevó a regímenes partidistas sucesivos a buscar atajos a través de una serie de campañas oportunistas. Los sucesivos regímenes, hasta 2008, mostraron ser incapaces de proporcionar una dirección leninista e internacionalista genuina a la LCI. Dado que el oportunismo es siempre una adaptación al terreno nacional, esta trayectoria del partido dio rienda suelta a nuestra adaptación a las presiones de la sociedad estadounidense, ya expresada en nuestra línea chovinista.

Durante este periodo, la concepción leninista de la construcción del partido se subordinó pues en gran medida al oportunismo y a la adaptación al imperialismo estadounidense. Había resistencia a integrar a los cuadros no anglófonos en una auténtica dirección colectiva internacional, así como hostilidad a la construcción de secciones nacionales fuertes. El Secretariado Internacional tendió a utilizar a las secciones fuera de EE.UU. como satélites al servicio de campañas oportunistas, como el “Gran Salto Adelante” y la campaña de Mumia. Este abandono de la construcción de un partido de vanguardia tuvo un impacto en el trato a los camaradas más oprimidos por la sociedad: generalmente no se les veía ni se les entrenaba como cuadros marxistas y dirigentes de la Internacional. En vez de ello, se les desarrollaba como “buenos” activistas y se les usaba como soldados de infantería para el trabajo “de base”. Así, las relaciones sociales burguesas se reprodujeron dentro del partido y tendieron a reforzar la opresión sentida por estos camaradas.

La práctica de las últimas décadas está en flagrante contraste con la tentativa de fusionarnos con el grupo de Edmund Samarakkody (“Acuerdo sobre la unificación del Partido Obrero Revolucionario [RWP] de Sri Lanka con la tendencia espartaquista internacional”, 20 de junio de 1979):

“(2) participación real, plena, frecuente y regular en las reuniones del CEI de los cuadros experimentados del RWP elegidos al CEI;

“(3) que un cuadro capaz bilingüe (cingalés-inglés) del RWP sea colocado en el centro internacional y, si es un cuadro experimentado, que sea miembro del secretariado internacional;

“(4) que un representante internacional, miembro del CEI, ocupe un lugar en el Comité Central del RWP, o si no es miembro del CEI que tenga un papel consultivo en el RWP;

“(5) alentar a miembros del RWP a viajar y participar en la vida política activa de otras secciones y, correspondientemente, visitas extensas a Sri Lanka por parte de miembros de otras secciones”.

Con base en este modelo, la conferencia se fusiona con los camaradas quebequenses.

A pesar de todas las debilidades que nuestra organización pudiera haber tenido, cuando enfrentamos el colapso de las burocracias estalinistas en Alemania Oriental y en la URSS cumplimos nuestro deber revolucionario. En ese momento crucial de la historia, nuestra tendencia luchó con uñas y dientes contra la restauración capitalista y por la revolución política. Además, comenzando en el periodo del glasnost y después en el periodo postsoviético, hicimos importantes contribuciones a nuestra continuidad, como la publicación de dos libros con escritos de Cannon y los folletos de la Prometheus Research Series. Igualmente, fuimos capaces de extender las conclusiones de los cuatro primeros congresos de la IC a las cuestiones de los puestos ejecutivos del estado capitalista y la asamblea constituyente [ver Spartacist (Edición en español) No. 36, noviembre de 2009, y No. 38, diciembre de 2013].

La dirección elegida por esta conferencia deberá basarse en los camaradas que han sido centrales en esta lucha, especialmente camaradas de México, Grecia, Sudáfrica y los camaradas quebequenses. Como parte de los cambios que deben hacerse en el CEI, hay que reorganizar al S.I., integrando a camaradas de México y Quebec. Dada la crisis en la sección británica, el nuevo CEI tendrá la tarea de reconstruir un centro en Europa en torno a los camaradas más conscientes. Una tarea necesaria que hay que llevar a cabo es acordar estatus de miembros consultivos del CEI a los camaradas que son dirigentes históricos de nuestra tendencia pero que ya no pueden estar tan activos en la dirección del partido. El nuevo CEI necesita su experiencia pero, al mismo tiempo, como muestra el ejemplo del almirante Rickover [por fin obligado a jubilarse a los 82 años de edad], es mejor no arriesgarse a hundir el submarino.

Construir un verdadero colectivo internacional requiere direcciones nacionales fuertes. Su fundamento debe ser una base política común y debe construirse a través del establecimiento de lazos personales: es necesario conocer a los colaboradores de uno mediante el trabajo conjunto. Se comenzó a forjar un nuevo eje de colaboración internacional durante la batalla en Canadá. Este colectivo creció a medida que la lucha tomó una dimensión internacional, y se ha cristalizado con la redacción de este documento de conferencia. Construir una Internacional a través de varios países requiere considerables recursos materiales. Como muestra esta lucha, las contribuciones financieras de nuestros partidarios son esenciales para la existencia de la LCI. Una ventaja de nuestra tendencia respecto a la situación de Trotsky y Cannon es que actualmente disponemos de suficientes recursos para asegurar cierta estabilidad y para extendernos internacionalmente.

Nuestro partido está en un momento decisivo de su historia. Una dirección guiada por la camarada Coelho y motivada por nuestro programa, el reclutamiento de los camaradas de Montreal, así como el hecho de que el camarada Robertson todavía mantiene nuestra continuidad son factores que nos han permitido librar una lucha que ha sacudido profundamente a la Internacional. Esta lucha nos da la oportunidad de tener éxito donde el SWP fracasó y de regenerarnos como partido. Nos da la oportunidad de romper decisivamente con el chovinismo del opresor, sentando así las bases para una organización genuinamente internacionalista y mayoritariamente no anglófona. Como el camarada Robertson escribió al CEI en noviembre de 1995 (Boletín Internacional No. 38, edición en español, diciembre de 1996):

“¡El internacionalismo es letra muerta si...!

“Con pensarlo un instante se hace evidente que la cuestión de la capacidad lingüística es un prerrequisito necesario para movernos en el mundo entero. Sin embargo esta consideración es omitida frecuentemente de los cálculos formales...

“Sin la capacidad lingüística para construir puentes entre la gente del mundo, no solamente estamos perdidos, ni siquiera hemos empezado.

“¡Por un gobierno de soldadores y bilingües!”

III. Marco teórico del chovinismo

Distorsiones de Marx, Engels y Lenin en Workers Vanguard

La justificación teórica para nuestro programa chovinista sobre la cuestión nacional está codificada en dos artículos: “The National Question in the Marxist Movement 1848-1914” (La cuestión nacional en el movimiento marxista, 1848-1914, Workers Vanguard Nos. 123 y 125, 3 y 17 de septiembre de 1976), escrito por el camarada Seymour, y “Lenin vs. Luxemburg on the National Question” (Lenin contra Luxemburg sobre la cuestión nacional, WV No. 150, 25 de marzo de 1977). Hasta que la lucha actual estalló en la Internacional, estos artículos sirvieron para muchos cuadros como punto de referencia sobre la cuestión nacional. La conferencia repudia estos artículos con el fin de poner al partido de vuelta sobre una base programática leninista, es decir, como campeón de la lucha contra la opresión nacional.

El camarada Robertson señaló: “¿Qué da forma a la teoría? Los apetitos de los hombres moldean su intervención” (“Conversaciones con Wohlforth”, Marxist Bulletin No. 3, Parte IV). Robertson agregó:

“Hablas con frecuencia sobre ‘teoría’ y ‘método’ pero tus definiciones son débiles. Para emplear el método marxista es necesario entenderlo, no solamente referirse a él —‘teoría’ por sí misma es una palabra vacía—. La teoría es una simplificación suficiente de la realidad, de modo que uno pueda metérsela en la cabeza y obtener un entendimiento activo como participante de lo que sucede —es decir, lo que tenemos en la cabeza también es un factor—. El programa genera la teoría. Lo decisivo son las cuestiones programáticas”.

De hecho, la presentación original publicada en el artículo de WV Nos. 123 y 125 ocurrió en agosto de 1976, unas semanas después de la discusión sobre el control de tráfico aéreo en Canadá, que estableció la base para el artículo racista que se oponía a la lucha legítima por los derechos lingüísticos en Quebec (ver “Disputa sobre el control de tráfico aéreo bilingüe sacude a Canadá”, WV No. 119, 23 de julio de 1976, y Spartacist Canada No. 8, septiembre de 1976). Como señaló el camarada Robertson en una carta sobre 1976 (“Letter on 1976”, 30 de noviembre de 2016):

“Existe una razón por la que los camaradas canadienses en aquel entonces escogieron la huelga de los controladores de tráfico aéreo para escribir lo que escribieron. Había una oleada de luchas nacionales en Quebec y la entonces TLC [Trotskyist League of Canada] decidió escribir sobre el único exceso que pudo encontrar en esa oleada política. Los camaradas deberían haberla vitoreado, mientras señalaban también la única cuestión ajena a aquel movimiento político de liberación, legítimo y encomiable”.

El apetito que moldeó nuestra intervención en ese entonces representó una capitulación a las presiones anglonorteamericanas dominantes. De hecho, el artículo de WV Nos. 123 y 125 constituye una polémica contra la liberación de Quebec del yugo de la opresión anglófona, una perspectiva que también encontró eco en nuestra aproximación a otras cuestiones nacionales (como atestigua el signo de igual que se trazó en el artículo entre los pueblos oprimidos y opresores en el Líbano). El marco teórico que se desarrolló en estos artículos está muy lejos de la experiencia de la Revolución Rusa, que demostró vívidamente que la cuestión nacional puede ser una fuerza motriz para la lucha revolucionaria.

El artículo en WV Nos. 123 y 125 defiende la ridícula tesis de que “no existe un programa marxista sobre la cuestión nacional como tal”, rechazando en los hechos el programa marxista para la liberación de las naciones oprimidas. El artículo lleva a cabo este acto de prestidigitación sólo mediante la deformación grotesca de las posiciones políticas de Marx y Engels, primero argumentando falsamente que “Marx y Engels desarrollaron un programa que equivalía al genocidio nacional, si no físico, de los eslavos del occidente y del sur en el interés de los pueblos democráticos o progresistas”. La aproximación de Marx y Engels hacia los eslavos no se basaba en el prejuicio racial. Sólo puede comprenderse en el marco de su perspectiva de una revolución a escala europea. Los eslavos del sur desempeñaron un papel reaccionario en el aplastamiento de las revoluciones de 1848-1849, actuando como soldados de infantería de las grandes potencias reaccionarias de la época (Prusia, el Imperio Ruso). Lenin defendió la posición de Marx y Engels:

“Y desde entonces [1849] hasta la muerte de Marx, e incluso más tarde, hasta 1890, cuando se cernía la amenaza de una guerra reaccionaria del zarismo, en alianza con Francia, contra la Alemania no imperialista, sino nacionalmente independiente, Engels se mostraba partidario, ante todo y sobre todo, de la lucha contra el zarismo. Por eso, y solamente por eso, Marx y Engels se manifestaron contra el movimiento nacional de los checos y de los eslavos del Sur. La simple consulta de cuanto escribieron Marx y Engels en 1848-1849 demostrará a todos los que se interesen por el marxismo, no para renegar de él, que Marx y Engels contraponían a la sazón, de modo directo y concreto, ‘pueblos enteros reaccionarios’ que servían de ‘puestos de avanzada de Rusia’ en Europa a los ‘pueblos revolucionarios’: alemanes, polacos y magiares. Esto es un hecho. Y este hecho fue señalado entonces con indiscutible acierto: en 1848, los pueblos revolucionarios combatían por la libertad, cuyo principal enemigo era el zarismo, mientras que los checos y otros eran realmente pueblos reaccionarios, puestos de avanzada del zarismo”.

—“Balance de la discusión sobre la autodeterminación” (julio de 1916)

El artículo del camarada Seymour hace caso omiso de la evolución del pensamiento de Marx y Engels sobre las luchas de liberación nacional, pese a que su razonamiento, de hecho, había recibido una fuerte influencia de las luchas nacionales en la India (la Rebelión de los Cipayos, 1857), en Irlanda (Levantamiento Feniano, 1867) y en otros países. La experiencia les había enseñado que, lejos de disiparse con el desarrollo del capitalismo, la cuestión nacional se había vuelto aún más explosiva, pudiendo así convertirse en una palanca para la revolución. El artículo de WV Nos. 123 y 125 pasa por alto estos hechos para mantenerse en el marco del chovinismo opresor. Por ejemplo, la liberación irlandesa se presenta como una fuerza motriz únicamente para la revolución inglesa. De hecho, Marx y Engels lucharon por la independencia de Irlanda como un fin en sí mismo, y estaban estrechamente asociados con los fenianos en el plano político. Marx le escribió a Engels (30 de noviembre de 1867):

“Lo que los irlandeses necesitan es:

“1) Gobierno propio e independencia respecto de Inglaterra.

“2) Una revolución agraria. Con la mejor voluntad del mundo, los ingleses no se la pueden hacer, pero pueden darles los medios legales para que la realicen por sí mismos.

“3) Tarifas aduaneras proteccionistas contra Inglaterra. Entre 1783 y 1801 empezaron a florecer todas las ramas de la industria irlandesa. La Unión, que derogó los aranceles proteccionistas establecidos por el Parlamento irlandés, destruyó toda vida industrial en Irlanda”.

La marcada orientación de Marx y Engels hacia las luchas de los trabajadores irlandeses reflejaba su concepción en esa época de que en Irlanda “el pueblo es más revolucionario y está más exasperado que en Inglaterra” (“Del Consejo General al Consejo Federal de la Suiza románica”, 1° de enero de 1870). Ellos lucharon vigorosamente para organizar una sección irlandesa de la I Internacional y para defender a los fenianos dentro de la clase obrera inglesa.

Lenin explicó que en tiempos de Marx, en el periodo preimperialista, había que luchar “ante todo, ‘contra el zarismo’ (así como contra algunos movimientos de pequeñas naciones utilizados por él con una orientación antidemocrática) y a favor de los pueblos revolucionarios de Occidente”. Lenin fue más allá, explicando que en la época del imperialismo:

“El zarismo dejó de ser, manifiesta e indiscutiblemente, el baluarte principal de la reacción; primero, a consecuencia del apoyo que le prestó el capital financiero internacional, sobre todo el de Francia; segundo, como resultado del año 1905... En nuestros días se ha formado un sistema de un puñado de ‘grandes’ potencias imperialistas (5 ó 6), cada una de las cuales oprime a otras naciones... Ahora, la alianza del imperialismo zarista con el de los países capitalistas europeos más adelantados, basada en la opresión por todos ellos de una serie de naciones, se enfrenta con el proletariado socialista, dividido en dos campos: el chovinista, ‘socialimperialista’, y el revolucionario”.

—“Balance de la discusión sobre la autodeterminación”

Al contrario de lo que afirman los artículos de WV, claro que sí existe un programa marxista definido sobre la cuestión nacional, que es el programa bolchevique desarrollado por Lenin entre finales de 1912 y 1916:

“Completa igualdad de derechos de las naciones; derecho a la autodeterminación de las naciones; fusión de los obreros de todas las naciones: tal es el programa nacional que enseña a los obreros el marxismo, que enseña la experiencia del mundo entero y la experiencia de Rusia”.

—“El derecho de las naciones a la autodeterminación” (1914)

Rechazamos la afirmación en estos artículos de que la cuestión nacional tiene “históricamente un carácter mucho más coyuntural, y está mucho más determinada por circunstancias empíricas cambiantes”. Cuando el mundo cambia sustancialmente, el programa marxista debe cambiar también para confrontar la realidad; esto no significa que el programa sea “coyuntural”, sino que es necesario considerar el “cambio concreto en la aplicación de esos mismos principios socialistas” (Lenin). Respecto al programa sobre la cuestión nacional, Marx, Engels y Lenin compartían el mismo principio socialista elemental: “no puede ser libre el pueblo que oprime a otros pueblos”.

El artículo en WV Nos. 123 y 125 defiende la tesis, correcta en sí misma, de que no hay pueblos “reaccionarios” y “progresistas”, pero la esgrime para escamotear la diferencia entre las naciones oprimidas y las opresoras. De igual modo, el artículo “Lenin vs. Luxemburg on the National Question” (WV No. 150) hace mal uso de la autoridad de Marx, Engels y Lenin para defender una posición de indiferencia a la lucha por la liberación nacional:

“La ausencia de luchas proletarias revolucionarias prolongadas en los países capitalistas avanzados y la continua hegemonía en ellos de los partidos reformistas han tenido como consecuencia un extenso apoyo al nacionalismo pequeñoburgués por parte de la izquierda. Muchos izquierdistas, incluidos supuestos marxistas, perciben a grupos como la Organización para la Liberación de Palestina, el angoleño MPLA, el Ejército Republicano Irlandés y la vasca ETA como parte de la vanguardia de las fuerzas revolucionarias de nuestros días.

“Como parte de la lucha de la tendencia espartaquista internacional contra las muy difundidas desviaciones nacionalistas en la izquierda contemporánea, publicamos el año pasado un artículo en dos partes analizando la evolución de la posición marxista sobre la cuestión nacional, desde el concepto de ‘naciones progresistas’ de 1848 al principio leninista del ‘derecho a la autodeterminación’”.

Es correcto combatir el oportunismo de la izquierda y su seguidismo a fuerzas nacionalistas pequeñoburguesas; pero utilizar esto como cobertura para denigrar las justas aspiraciones de una nación que quiere liberarse de su retención forzosa por parte de otra nos pone en el lado incorrecto de la línea que separa a una organización revolucionaria de una socialchovinista. Estos artículos no expresan ni una pizca de solidaridad con las luchas por la liberación nacional, mucho menos con el derecho de las naciones oprimidas a liberarse de su opresión nacional. Se trataba pues de un rechazo total del internacionalismo.

El artículo en WV Nos. 123 y 125 introdujo una falsa dicotomía entre la simple “reivindicación de la independencia” en Lenin y su “consecución en los hechos” en Marx: “Para Lenin, la cuestión de si la independencia se conseguiría no era una cuestión fundamental, sino secundaria”. Esta falsa contraposición sirvió como una cubierta a nuestra descarada oposición a la independencia de Quebec, y equivalía en la práctica a negar el derecho a la autodeterminación. Lo anterior claramente contradice los escritos de Lenin sobre el Levantamiento de Pascua de 1916 en Dublín y la separación de Noruega en 1905:

“Este ejemplo [de Noruega] demuestra de hecho que los obreros conscientes tienen la obligación de desarrollar una labor constante de propaganda y preparación a fin de que los posibles choques motivados por la separación de naciones se ventilen sólo como se ventilaron en 1905 entre Noruega y Suecia y no ‘al modo ruso’”.

—“El derecho de las naciones a la autodeterminación”

He ahí la supuesta indiferencia de Lenin a la cuestión de la independencia.

Lenin dio una lucha contra los partidarios del economismo imperialista, incluyendo a los socialdemócratas polacos, quienes argumentaban que “la autodeterminación es imposible bajo el capitalismo y está de más en el socialismo” (“Sobre la caricatura del marxismo y el ‘economismo imperialista’”, 1916). El artículo en WV Nos. 123 y 125 socava las polémicas principistas de Lenin contra Luxemburg, al afirmar falsamente que, como Luxemburg, “Lenin se oponía al federalismo, y estaba a favor de la autonomía regional limitada para las naciones minoritarias en un estado unitario” (énfasis añadido). Además, el artículo apoya el que las naciones opresoras asimilen a las naciones oprimidas bajo el capitalismo imperialista: “Mientras que defendemos la igualdad de los idiomas y derechos democráticos relacionados, trabajamos por la asimilación gradual y orgánica de las diferentes naciones que constituyen la clase obrera”.

El articulo “Lenin vs. Luxemburg on the National Question” da a entender que el derecho a la autodeterminación no es aplicable después de la revolución proletaria: “El derecho de las naciones a la autodeterminación, como cualquier otro derecho democrático-burgués, sólo puede ser superado cuando el proletariado ejerza su dominio de clase y su democracia supere la democracia burguesa”. Ésta no era la posición de Lenin, sino la de sus adversarios como Bujarin y Piátakov, quienes preconizaban “la autodeterminación proletaria”. Esta posición fue derrotada en 1919, durante el debate sobre el programa del partido ruso, cuando la cuestión se planteó concretamente bajo el poder soviético. Este programa no sólo afirmaba que “los pueblos coloniales y demás naciones oprimidas o cuyos derechos están restringidos, deben liberarse totalmente, concediéndoles el derecho de separación”, sino que también enfatizaba: “Los obreros de las naciones que fueron opresoras bajo el capitalismo deben tener especial cuidado de no herir los sentimientos nacionales de las naciones oprimidas...coadyuvando no sólo a la igualdad efectiva de derechos, sino también al desarrollo de la lengua y la literatura de las masas trabajadoras de las naciones antes oprimidas, para desterrar todos los vestigios de desconfianza y recelos heredados de la época del capitalismo” (“Proyecto de programa del PC(b)R”). Lenin libró su última lucha contra la brutalidad chovinista granrusa de Stalin y Ordzhonikidze hacia los comunistas georgianos.

Lenin insistió en que las divisiones nacionales únicamente desaparecerían completamente en el futuro comunista:

“Transformando el capitalismo en socialismo, el proletariado abre la posibilidad de suprimir por completo la opresión nacional; esta posibilidad se convierte en realidad ‘sólo’ —‘¡sólo!’— con la aplicación completa de la democracia en todos los terrenos, comprendida la determinación de las fronteras del estado en consonancia con las ‘simpatías’ de la población, comprendida la plena libertad de separación. Sobre esta base se desarrollará, a su vez, la eliminación prácticamente absoluta de los más mínimos roces nacionales, de la más mínima desconfianza nacional; se producirán el acercamiento acelerado y la fusión de las naciones, que culminarán en la extinción del estado”.

—“Balance de la discusión sobre la autodeterminación”

En fin, el artículo “Lenin vs. Luxemburg on the National Question” afirma falsamente que Luxemburg “rechazaba el derecho a la autodeterminación y cualquier otro principio general”. Tanto Luxemburg como Lenin exigían vigorosamente que los imperialistas salieran de sus colonias, pero Lenin insistía en que el derecho a la autodeterminación también aplicaba a Europa. Lenin planteó claramente la cuestión en una polémica contra Luxemburg sobre la cuestión nacional: “¿Se puede contraponer las colonias a ‘Europa’ en esta cuestión?”. La respuesta de Lenin fue un rotundo “no” (“Balance de la discusión sobre la autodeterminación”). El ignorar deliberadamente la insistencia de Lenin en que era igualmente necesario combatir la opresión nacional en Europa va de la mano con las flagrantes manifestaciones de chovinismo en la LCI. Ello era particularmente evidente cuando se trataba de aplicar la autodeterminación a pueblos blancos oprimidos en países económicamente avanzados de Norteamérica y Europa: Quebec, Cataluña y el País Vasco.

Capitulación a la Nueva Izquierda

Aunque fingía polemizar contra la capitulación de la Nueva Izquierda al nacionalismo pequeñoburgués, los dos artículos de WV de 1976 y 1977 de hecho hacían eco de las distorsiones y calumnias de la Nueva Izquierda al marxismo. En ese entonces, era moneda corriente en este medio acusar a Marx y Engels de racismo genocida y chovinismo alemán y europeo de gran potencia. Sin embargo, en la medida en que el camarada Seymour admitió que Marx y Engels tenían un programa sobre la cuestión nacional, es el programa de “Deutschland über alles” [Alemania por encima de todo]:

“A partir de 1848, Marx y Engels fueron acusados frecuentemente por sus oponentes dentro de la izquierda de ser chovinistas alemanes. Ellos lo negaban, sosteniendo que su posición sobre la unificación de Alemania era objetiva, y que no reflejaba ningún prejuicio nacionalista subjetivo... Sin embargo, no fue sino hasta 1870 que tuvieron la oportunidad de demostrar fehacientemente que no eran chovinistas alemanes”.

—WV No. 123

El artículo reduce la posición de Marx sobre la emancipación de Polonia a la creación de “un amortiguador democrático contra la Rusia zarista”, mientras que Prusia se ocupaba de trazar sus nuevas fronteras en el Ostfront [frente oriental]. De hecho, Marx veía la reunificación polaca como la fuerza motriz para rehacer esas fronteras a expensas de los Hohenzollern, así como de los Habsburgo y los Romanov. Como Marx y Engels dijeron en una reunión en conmemoración del XII aniversario del levantamiento polaco de 1863-1864:

“La partición de Polonia es el cemento que une a los tres grandes despotismos militares: Rusia, Prusia y Austria. Sólo la reconstitución de Polonia puede romper estos lazos y así quitar el mayor obstáculo a la emancipación social de los pueblos de Europa”.

—“For Poland” (Por Polonia, 24 de marzo de 1875)

El artículo en dos partes trata de justificar su imagen de Marx y Engels como revanchistas alemanes atribuyéndoles una concepción objetivista de la revolución de 1848. El artículo intenta reducir la derrota de la revolución a una simple cuestión de “atraso económico objetivo”:

“Como resultado de la derrota de la democracia radical en las revoluciones de 1848, Marx modificó sustancialmente su programa. Culpó al atraso económico objetivo no sólo en Alemania y Austria, sino también en Francia, por la derrota de la democracia radical y de la vanguardia proletaria. Por lo tanto, el marxismo clásico posterior a 1848 ponía un gran énfasis programático en crear las condiciones objetivas que permitirían al proletariado tomar el poder”.

De hecho, Marx y Engels responsabilizaban a la burguesía y a sus aliados pequeñoburgueses por la derrota de la revolución de 1848. En su Circular del Comité Central de la Liga (marzo de 1850), dijeron:

“Ya en 1848 os dijimos, hermanos, que los burgueses liberales alemanes no tardarían en subir al gobierno y que inmediatamente volverían contra los obreros el poder recién conquistado. Los hechos, como habéis visto, nos han dado la razón. Fueron, en efecto, los burgueses quienes se adueñaron del poder público inmediatamente después del movimiento de marzo de 1848, utilizándolo para obligar a los obreros, sus aliados en la lucha, a retroceder en seguida a la anterior situación de clase oprimida”.

Marx y Engels insistían en que los obreros tenían que mantener sus propios intereses clasistas luchando sobre la base de la independencia de clase contra la burguesía y sus auxiliares pequeñoburgueses:

“Si los obreros alemanes no pueden llegar al poder y hacer valer sus intereses de clase sin pasar por una larga trayectoria revolucionaria, esta vez tienen por lo menos la certeza de que el primer acto de este drama revolucionario inminente coincide con la victoria directa de su propia clase en Francia, la cual lo acelerará considerablemente.

“Pero ellos mismos deberán contribuir más que nada a la victoria final viendo claros sus intereses de clase, adoptando lo antes posible una posición de partido independiente, no dejándose engañar un solo momento por las hipócritas frases de los demócratas pequeñoburgueses sin perder de vista la imperiosa necesidad de una organización independiente del partido del proletariado. Su grito de combate deberá ser: ‘La revolución permanente’”.

Leyes lingüísticas

Fundamentalmente, nuestro marco programático chovinista sobre la cuestión nacional equivalía a un programa para la asimilación forzosa de las naciones oprimidas. Este programa se expresaba en la defensa de los privilegios de los idiomas de las naciones opresoras y en la oposición a las leyes lingüísticas en Quebec y Cataluña. Esta conferencia reafirma que la igualdad de los idiomas pasa por la lucha contra los privilegios de la lengua dominante.

Luchamos por la independencia de Quebec. A falta de independencia, nuestra organización debió haber apoyado las leyes lingüísticas en Quebec (así como en Cataluña, donde la situación es cualitativamente similar), ya que constituyen medidas defensivas para la existencia misma de la nación oprimida. A pesar de tener un carácter de compromiso respecto a la lucha por la independencia, debimos haber apoyado esta expresión parcial de autodeterminación en defensa del francés en Quebec. La lucha contra los privilegios del inglés en Quebec representa la continuidad de la lucha de Lenin por la igualdad de los idiomas:

“El programa nacional de la democracia obrera es: ningún privilegio en absoluto para una nación o un idioma; solución del problema de la autodeterminación política de las naciones, o sea, de su separación como estados, por vía completamente libre y democrática; promulgación de una ley para todo el estado en virtud de la cual se declare ilegal e inválida cualquier medida (de los zemstvos, urbana o comunal, etc., etc.) que implante privilegios de cualquier tipo para una de las naciones y vulnere la igualdad de las naciones o los derechos de una minoría nacional, y en virtud de la cual cualquier ciudadano del estado tenga el derecho de pedir la anulación de tal medida por anticonstitucional, y el castigo penal para quienes intentaran aplicarla”.

—“Liberales y demócratas en el problema de los idiomas” (septiembre de 1913)

Desde la derrota de los franceses durante la Conquista [1759], el inglés ha sido impuesto en Quebec con el objetivo explícito de asimilar a esta nación. La Ley 101 establece al francés (formalmente) como el único idioma oficial del gobierno, los servicios y las grandes compañías. Decreta que todos los niños en Quebec deben ir a escuelas de habla francesa...excepto los anglófonos de Quebec, ¡y de todas las demás provincias canadienses! En realidad, los privilegios de los anglófonos nunca se han visto afectados: varios hospitales y la universidad de élite McGill son todavía de habla inglesa, el inglés sigue siendo el idioma del “business”, varios servicios y tiendas les hablan a los clientes sólo en inglés. En pocas palabras, es posible pasar la vida entera...¡in English! A pesar de la Ley 101, el inglés continúa siendo la lengua de la dominación y la opresión en Quebec.

La división del sistema escolar de Quebec entre el francés y el inglés hizo estallar luchas justificadas en defensa del francés en las décadas de 1960 y 1970. Dado el estatus deplorable del francés, los inmigrantes preferían que sus hijos fueran educados en el idioma dominante, el inglés, con el fin de darles una mejor oportunidad para ascender en la escala social. El idioma de la educación fue la cuestión más controvertida en ese entonces, ya que los francófonos sabían que se convertirían en una minoría en su propia provincia si los inmigrantes no se integraban a la sociedad de habla francesa. En Quebec, defender un sistema educativo que permite a los inmigrantes la “libre elección” entre el inglés y el francés como el idioma de la educación de sus hijos es defender la lengua privilegiada: el inglés.

La élite anglocanadiense tenía la política consciente de ahogar a la población francoparlante en un mar de anglófonos a través de la migración no francófona a Quebec. Así como nos oponemos al llamado por “abrir las fronteras”, nos oponemos a esta política reaccionaria que contraviene el derecho a la autodeterminación. Estamos a favor de que los inmigrantes en Quebec se integren a la sociedad mediante el aprendizaje del francés. Como con el inglés en EE.UU., exigimos programas bilingües gratuitos y de calidad como un método racional para ayudar a los estudiantes inmigrantes a hacer la transición de su lengua materna al francés. Los inmigrantes que dejan su país para establecerse permanentemente en un país más avanzado generalmente aceptan que se van a asimilar a esa sociedad en la medida en que se les permita. La naturaleza de esta población no es la misma que la de una nación oprimida en un estado multinacional porque los inmigrantes no constituyen una nación. Las naciones oprimidas que desean existir como naciones distintas luchan contra la asimilación. Éste es el contexto en el que debemos aplicar el programa leninista por la igualdad de los idiomas.

La imposición del bilingüismo por parte de la burguesía canadiense no tiene el fin de “salvar” al francés y defender la igualdad de los idiomas (como se presentaba en Spartacist Canada): se trata de imponer por la fuerza el inglés a los francófonos. Con esta política se espera que los francófonos hablen inglés, mientras que para los anglófonos el bilingüismo sólo abarca los “frascos de pepinillos”. Nos oponemos al bilingüismo “oficial” en Quebec, que representa una política de asimilación forzosa contra la nación quebequense. Por razones similares, Lenin se oponía a que se forzara a las minorías nacionales a aprender el ruso. ¡Abajo el “multiculturalismo” trudeauista!

Para defender su oposición a la Ley 101, Spartacist Canada (SC) deformaba a Lenin para convertirlo en un campeón del bilingüismo trudeauista, es decir, en un campeón de la opresión nacional y lingüística. He aquí una de las citas favoritas de SC para denunciar esta legislación defensiva:

“De ahí que los marxistas rusos consideremos preciso: que no haya una lengua oficial obligatoria, que se asegure a la población escuelas con enseñanza en todos los idiomas locales y que se incluya en la constitución una ley fundamental declarando abolidos todos los privilegios de una nación, cualesquiera que sean, y todas las infracciones de los derechos de la minoría nacional”.

—“¿Es necesaria una lengua oficial obligatoria?” (enero de 1914)

En el pasaje anterior, Lenin reafirma su oposición a imponer por la fuerza un idioma oficial: el ruso, el idioma del opresor. Ello queda muy claro en el siguiente pasaje:

“¿Qué significa la lengua oficial obligatoria? Significa, en la práctica, que la lengua de los rusos, que constituyen la minoría de la población de Rusia, es impuesta a toda la demás población del país. La enseñanza de la lengua oficial debe ser obligatoria en cada escuela. Todos los asuntos oficiales serán expedidos obligatoriamente en la lengua oficial, y no en el idioma de la población local”.

Ibíd.

El mundo está patas para arriba en SC. Se compara al ruso en el imperio zarista con el francés en Montreal: ¡la lengua de los oprimidos se convierte en la lengua de los opresores!

Fingiendo oponerse a la “fuerza” del estado en general, en realidad nuestro programa defendía la opresión lingüística de los quebequenses por parte del estado canadiense. Spartacist Canada No. 2 (noviembre-diciembre de 1975) dice:

“La única condición que Lenin agrega es que la asimilación de las naciones no debe llevarse a cabo ‘por la fuerza’ o basarse ‘en privilegios’...

“Este principio aplica a todos los ámbitos de la vida social. La igualdad del inglés con el francés debe reconocerse en el trabajo y en la escuela, con disposiciones dirigidas a los inmigrantes que no hablan ni francés ni inglés; se debe luchar por todo ello bajo el capitalismo, y en última instancia conseguirlo bajo un gobierno obrero”.

En 1975 SC exigía pues que los obreros quebequenses lucharan por el inglés de los mismos patrones que les gritaban en la cara “¡habla blanco!” [speak white!] —pero ni hablar de que los quebequenses lucharan por defender su propia existencia con la Ley 101—. Para SC, el “problema” era que los quebequenses usaban la “fuerza” de la Ley 101 para impedir que los anglocanadienses ejercieran su “derecho” a oprimir. Por su parte, Lenin apoyaba el uso de la fuerza por parte de los oprimidos para defender su existencia:

“Los socialistas entendieron siempre por guerra ‘defensiva’ la guerra ‘justa’ (expresión de W. Liebknecht) en este sentido. Sólo en este sentido los socialistas admitían y admiten hoy la legitimidad, el carácter progresivo y justo de la ‘defensa de la patria’ o de la guerra ‘defensiva’. Si, por ejemplo, mañana Marruecos declarase la guerra a Francia, la India a Inglaterra, Persia o China a Rusia, etc., estas guerras serían guerras ‘justas’, guerras ‘defensivas’, cualquiera que fuese el país que atacara primero, y todo socialista desearía la victoria de los estados oprimidos, dependientes, de derechos mermados, en la lucha contra las ‘grandes’ potencias opresoras, esclavizadoras, expoliadoras”.

El socialismo y la guerra (1915)

IV. La batalla en Canadá

La conferencia internacional apoya las conclusiones programáticas de la histórica conferencia de la Ligue trotskyste/Trotskyist League (LT/TL) de noviembre de 2016, así como las del pleno del Comité Central de diciembre del mismo año. Estas luchas marcaron un rompimiento con la política anglochovinista que caracterizaba a la sección y sentaron las bases para una aproximación auténticamente leninista de la cuestión nacional en Quebec. De 1975 a 1995, la sección tuvo un programa anglochovinista asimilacionista. La conferencia repudia todos los artículos sobre Quebec producidos antes de 1995, los cuales defienden abiertamente la opresión de Quebec por Canadá. En el momento mismo en que las luchas contra la opresión nacional alimentaban la lucha de clases, polemizamos contra nuestros oponentes denunciando sus consignas por un Quebec independiente bajo el socialismo, caracterizándolas como reaccionarias, utópicas y una capitulación al nacionalismo. Estamos por la independencia ya sea bajo el capitalismo o en un estado obrero. Nuestra perspectiva es desatar el potencial revolucionario de la lucha por la liberación nacional de Quebec: ¡Por una república obrera de Quebec!

Los camaradas de Montreal tuvieron razón al oponerse al artículo de 1976 sobre el control de tráfico aéreo. Como enfatizaron en su documento del 24 de octubre de 2016:

“Este artículo fue escrito para los obreros del Canadá inglés y alimenta el anglochovinismo en lugar de combatirlo. El marco entero del artículo capitula a las tendencias antiquebequenses en el movimiento obrero y se mofa de la justa lucha por que los quebequenses puedan hablar francés en el trabajo”.

Al mismo tiempo, esta oposición correcta al artículo debe separarse de la cuestión del idioma del control de tráfico aéreo. Sobre la base de la seguridad aérea, eran apoyables las huelgas de CALPA [Asociación Canadiense de Pilotos de Aerolíneas] y CATCA [Asociación Canadiense de Control de Tráfico Aéreo]. Para nosotros, como vanguardia, el punto esencial es que debe haber un solo idioma del aire. El más apropiado para el control del tráfico aéreo sería el español (mexicano). Su pronunciación y su gramática son coherentes, y el español se escribe como se pronuncia, lo cual lo hace relativamente fácil de aprender. Además, el español se usa a lo largo de América y en España, lo que le da una extensión geográfica significativa. En suma, es un idioma internacional.

La única posición marxista consecuente era apoyar la independencia de Quebec desde el momento en que se encontró bajo la opresión de otra nación, es decir, comenzando con la Conquista de 1759. El llamar por la independencia de Quebec a partir de 1995 fue una mejora cualitativa a nuestro programa sobre la cuestión nacional. Sin embargo, este cambio de línea tuvo un carácter centrista dado que seguía en un marco anglochovinista. Este aspecto fue la cuestión crucial que la batalla en Canadá sacó a la luz.

Esta conferencia rechaza los llamados “por la revolución socialista en Norteamérica” y “por la revolución socialista del Yukón a Yucatán”. Estas consignas borran las distinciones nacionales entre Quebec, la Norteamérica de habla inglesa y México. En nuestra prensa, estas consignas fueron usadas continuamente de forma asimilacionista, presentando la integración de los quebequenses al resto de la Norteamérica anglófona como la única manera de asegurar su emancipación nacional.

Tras su cambio nominal de línea en 1995, la LT/TL continuó capitulando a las presiones de la sociedad burguesa canadiense, y en particular al trudeauismo y su ideología del “multiculturalismo”, y minimizaba la importancia estratégica de la cuestión nacional. Por ejemplo, nuestro único camarada quebequense fue marginalizado y se sospechaba que era un nacionalista. El trabajo en Montreal no era una prioridad para la sección y por mucho tiempo estuvo centrado en las universidades anglófonas. Hasta el día de hoy, nunca se había intentado seriamente el desarrollo de un órgano de propaganda en francés que nos permitiera intervenir de manera efectiva en la sociedad quebequense, y no había ninguna perspectiva de aprendizaje del francés en la sección. Por último, la antigua dirigencia se opuso a la defensa de los quebequenses que fueron blanco específico de la represión durante las manifestaciones contra la cumbre del G-20 en 2010.

Fue a pesar de su capitulación al anglochovinismo que el partido pudo reclutar en 2014 a un grupo de cuadros quebequenses. En vez de considerar esta adquisición como una fusión crucial para la LT/TL —es decir, una fusión con un núcleo que nos permitiría establecer un partido revolucionario binacional, con la perspectiva de tener dos partidos en dos estados—, se trató a estos camaradas como un grupo juvenil y como el “tercer local” del Canadá inglés. Se sofocó a los camaradas con estúpidos detalles administrativos y activismo estéril, en vez de procurar el beneficio de sus obvias capacidades políticas. Dada la opresión histórica de la nación quebequense dentro de Canadá, la LT/TL debe aspirar a estar compuesta en un 70 por ciento de quebequenses y personas de origen minoritario. De hecho, los camaradas quebequenses emergieron como parte de los elementos más conscientes en esta lucha política y son el núcleo de la nueva dirección de la sección canadiense.

VI. El Secretariado Internacional

Desde la caída de la URSS, la política y el funcionamiento del S.I. han estado deformados por una adaptación al imperialismo estadounidense. El camarada Robertson alguna vez comparó este comportamiento con el “Estado Mayor de la Revolución Mundial” de Zinóviev. Un concepto de por sí arrogante y pretencioso cuando Zinóviev lo adoptó tras la Revolución Rusa, en el contexto de nuestra Internacional fue una expresión abierta de excepcionalismo angloestadounidense. Los agentes del S.I. enviados a México, Grecia, Quebec y Sudáfrica actuaron en general de manera condescendiente, como si su misión fuera “civilizar”. La actitud altanera de estos camaradas no provenía centralmente de sus debilidades personales, sino de una adaptación política a la arrogancia imperialista. En el curso de muchas campañas oportunistas, el S.I. sustituyó el trabajo bolchevique consciente con la hipertrofia administrativa. Como algunos camaradas de la sección griega enfatizaron (marzo de 2017): “Esto saca a la luz una percepción política completamente equivocada que se encapsula en la máxima ‘las reglas definen el programa’, en lugar de ‘el programa define las reglas’”. Los cuadros de las naciones oprimidas, reclutados al internacionalismo, tendían a interiorizar su propia opresión y a aceptar ese marco, ante la presión de que se les etiquetara de nacionalistas. Nuestra continuidad revolucionaria fluye de Lenin a Trotsky, de Cannon a Robertson, y así a través de EE.UU. Este hecho confería a los camaradas angloestadounidenses una autoridad a veces ilegítima e inmerecida. La conferencia repudia esa política antiinternacionalista. Una internacional trotskista digna del nombre no puede construirse sobre esa base. Tales abusos no se tolerarán más.

[...]

VIII. La Ligue trotskyste de France y la defensa chovinista del Hexágono

El programa chovinista made in USA sobre la cuestión nacional encontró terreno fértil en nuestra sección francesa. En su propaganda, la Ligue trotskyste de France (LTF) retomó la mentira de la Francia única e indivisible, escribiendo numerosos artículos que presentaban las luchas por la liberación nacional como reaccionarias y defendían la integridad del Hexágono [referencia a la forma de Francia]. Antes de 1998, la posición de la LTF era negar la existencia de naciones oprimidas en Francia, invocando el mito de que la Revolución Francesa había resuelto la cuestión nacional. Escribió: “en Francia, la Gran Revolución fortaleció el dominio de la burguesía sobre las viejas provincias feudales bajo la bandera jacobina de la nación, única e indivisible” (“Redada estilo Gestapo en el País Vasco”, le Bolchévik No. 78, noviembre-diciembre de 1987).

En 1997, bajo el impulso de algunos camaradas en Nueva York y Gran Bretaña (era más fácil denunciar el chovinismo francés desde ahí), la LTF corrigió parcialmente esta línea sobre el País Vasco. Pero lejos de erigirse como el campeón de las minorías nacionales en Francia, la sección nunca rompió realmente con el marco del chovinismo francés. Las cuestiones nacionales eran tratadas con indiferencia, lo cual en el fondo era una cobertura para su hostilidad a cualquier cambio en las fronteras del Hexágono. Después de 1998, la LTF continuó publicando artículos que abiertamente se oponían a la independencia de Córcega, el País Vasco y Guadalupe. Al mismo tiempo, presentaba el destino de estas naciones como si dependiera en gran medida del proletariado francés, negando la posibilidad de que la lucha contra la opresión nacional pudiera servir como una fuerza motriz para la revolución en esos países.

La LTF consideraba las cuestiones nacionales vasca y catalana esencialmente como cuestiones españolas. De hecho, éstas son las cuestiones nacionales de la LTF. En lugar de ayudar a la Internacional a impulsar un programa leninista sobre estas cuestiones, la LTF continuamente obstruyó este trabajo. En el curso de esta lucha, la dirección francesa ha abordado estos problemas de manera precipitada y superficial, en vez de llevar a cabo un estudio marxista serio de sus cuestiones nacionales. Este proceso sólo ha servido para introducir más desviaciones y confusión en la discusión. Una señal de la estrechez nacional de la sección es su aislamiento del resto de la Internacional. Con excepción del dirigente principal de la sección, los camaradas franceses tienen muy poco contacto directo con el resto de la LCI. La dirección de la sección francesa debe alentar conscientemente a sus miembros a salir de Francia de manera regular.

El País Vasco y Cataluña

Existe una sola nación vasca y una sola nación catalana, ambas divididas y oprimidas por dos estados capitalistas. Las diferencias entre las provincias septentrionales y meridionales del País Vasco y Cataluña en cuanto a la expresión de los sentimientos nacionalistas reflejan las diferencias en el desarrollo capitalista en Francia y España.

En España, los catalanes y los republicanos vascos tuvieron un papel de vanguardia en la Revolución Española en los años 30. Tras la derrota de ésta, el influjo de decenas de miles de refugiados dio vigor nuevamente al sentimiento nacional en la parte de estas naciones situada en Francia. El régimen de Franco prohibió todas las lenguas excepto el castellano, una proscripción plasmada en la divisa “una nación grande y libre”. Quedaron abolidos los estatutos de autonomía promulgados por la República en 1932. Franco llevó a cabo una dura y punitiva represión contra las naciones oprimidas, simbolizada durante la Guerra Civil por el arrasamiento de la ciudad vasca de Guernica en 1937 por parte de la aviación nazi a instancias de Franco. Como resultado de esta represión, tras la muerte de Franco en 1975 las luchas de las naciones oprimidas se expresaron en gran medida sobre líneas nacionales, en contraste con las de los años 30, cuando las clases obreras de estos mismos pueblos lucharon directamente por el poder.

La constitución española de 1978 mantuvo el reinado de la monarquía borbónica en España, restaurada por obra y gracia del Generalísimo Francisco Franco. La restauración de la monarquía era esencial para estabilizar el estado central castellano y retener por la fuerza a las naciones oprimidas dentro de España. Con el fin de estabilizar el estado español, se les otorgó mayor autonomía a Cataluña y el País Vasco, junto con otras regiones. Esto contrasta con la “gloriosa” Francia republicana (“el país de los derechos del hombre”), donde al día de hoy las naciones oprimidas carecen totalmente de derechos lingüísticos o legales. Especialmente en el País Vasco, la población encara una represión tan feroz como en España. Debido a la debilidad histórica de la burguesía castellana con relación a las burguesías vasca y catalana, la derrota de la Revolución Española y la resultante dictadura de Franco, el motor principal de los movimientos por la independencia en Cataluña y el País Vasco viene de las regiones retenidas a la fuerza por España. Así, el destino de las provincias que Francia también retiene a la fuerza depende de lo que suceda del lado español de la frontera. Llamamos por la independencia del País Vasco y Cataluña, en el norte y en el sur. Si las regiones vasca o catalana de España obtuvieran la independencia, es muy probable que las regiones en Francia querrían unírseles. Si quisieran continuar como parte de Francia, defenderíamos su derecho a ejercer su autodeterminación de esa forma.

Jan Norden, a la sazón editor de WV, fue centralmente responsable de nuestra línea en oposición a las luchas por la liberación nacional en Cataluña y el País Vasco del lado español. Por su parte, la LTF es centralmente responsable por nuestra línea chovinista sobre el País Vasco y Cataluña del lado francés. En los años alrededor de la muerte de Franco, España se vio sacudida por luchas obreras importantes que condujeron a una radicalización social. A pesar de que la lucha contra la opresión nacional desempeñó un papel central en estas movilizaciones, Workers Vanguard, que regularmente comentaba sobre estos acontecimientos, ignoró completamente la cuestión. Este silencio tuvo que haber sido consciente y muestra hostilidad al destino de las naciones oprimidas por el estado español. Lanzamos una polémica atroz en defensa de la opresión de Cataluña la primera vez que hablamos sobre la cuestión en 1979.

Esta conferencia repudia el artículo “La LCR española rinde homenaje al nacionalismo burgués catalán” (WV No. 233, 8 de junio de 1979). Este artículo es una cruda capitulación al chovinismo castellano y francés y prostituye al leninismo sobre la cuestión nacional. Citamos una polémica de Lenin contra “la autonomía nacional cultural” y escandalosamente usamos sus argumentos para oponernos no sólo a la independencia, es decir, la secesión, sino incluso a la autonomía:

“Como los leninistas siempre han sostenido, reconocer el derecho a la autodeterminación es muy distinto de llamar por su ejercicio, es decir, por la independencia. Y España es uno de los ejemplos más notables donde los comunistas lucharían intransigentemente por mantener la unidad de la clase obrera en el marco del estado actual”.

Este artículo grotesco es una declaración de lealtad en defensa de la unidad de España. WV actuó como aguador de la burguesía y la monarquía en la lucha contra la liberación nacional de catalanes y vascos.

Además, el artículo afirma también que:

“Las regiones vasca y catalana, aunque sufren discriminación (prohibiciones lingüísticas, distribución de los servicios estatales, represión) a manos del aparato estatal franquista, son las regiones más desarrolladas del país, conteniendo el núcleo de la industria española. Si se separaran, los dos más grandes, mejor organizados y más combativos sectores del proletariado serían sustraídos, lo cual debilitaría enormemente al movimiento obrero en el resto de España y representaría una derrota considerable para la revolución proletaria europea”.

De hecho, la independencia de Cataluña y el País Vasco habría sido un paso adelante para el movimiento obrero en Europa, lo cual es aún más cierto hoy, ya que el desmembramiento de España desestabilizaría profundamente a la Unión Europea, un bloque imperialista reaccionario.

El problema con la forma en que la LTF había abordado las cuestiones vasca y catalana puede resumirse en la siguiente declaración de un nacionalista vasco: “No existe un problema vasco en Francia, sino un problema francés en el País Vasco... La lucha del País Vasco continuará mientras haya vascos” (James E. Jacob, The Hills of Conflict: Basque Nationalism in France, Reno: The University of Nevada Press, 1994). En 1987, al mismo tiempo que el estado francés desataba una feroz represión contra los vascos, la LTF publicó un artículo que atacaba principalmente sus reivindicaciones de derechos nacionales. Escribimos: “En efecto, aunque no existe una cuestión nacional en el País Vasco francés, ¡la brutal arremetida de [los ministros de policía] Pasqua-Pandraud bien podría llevar a la creación de una!” (“Redada estilo Gestapo en el País Vasco”). El artículo continúa con una polémica contra un “Euskadi unido y socialista” y afirma que “la autodeterminación está fuera de discusión para la región vasca”. La asimilación forzosa de los vascos en Francia se presenta pues como una conquista de la Revolución Francesa.

Estos problemas sólo fueron corregidos muy parcialmente en 1998 cuando la LTF reconoció el derecho a la autodeterminación de los vascos en Francia. La Internacional y la LTF repudiaron la línea política previa, pero de un modo deshonesto que encubría el alcance del chovinismo del artículo de 1987. Además, nunca revisamos nuestra oposición al llamado por la independencia del País Vasco ni de ninguna otra nación retenida en el Hexágono.

Cuando se planteó la cuestión de la independencia de Cataluña en 2014, la LTF decidió no tomar posición a favor de ella. Cuando estalló la reciente lucha en la Internacional, la LTF no llevó a cabo una revisión de su aproximación, sino que se apresuró a producir un proyecto de artículo con una línea comparable a la posición anterior a 1998. En una carta a la LTF, el camarada Sacramento afirma:

“Su proyecto fundamentalmente equipara el nacionalismo de los oprimidos con el nacionalismo de los opresores, tergiversando a Lenin para denunciar salomónicamente al ‘agresivo nacionalismo burgués’. Decidieron enfatizar que están por la independencia de los vascos y los catalanes ‘en España’, mientras que en algún lugar del siguiente párrafo apenas mencionan que del otro lado de la frontera apoyamos ‘su derecho a unirse a un País Vasco independiente’. En esta formulación no mencionan explícitamente su derecho a separarse de Francia, sin importar lo que sus connacionales hagan en el lado sur de la frontera. Y, como siempre, encontraron la forma de ignorar a los catalanes en Francia”.

En 2014, el CEI adoptó la línea —contra las objeciones iniciales de la LTF— a favor de la independencia del País Vasco y Cataluña. Este cambio representó una mejora cualitativa de nuestro programa. Sin embargo, se hizo sin romper completamente con las debilidades de nuestra metodología anterior: las aspiraciones de los oprimidos por la liberación nacional eran consideradas todavía un obstáculo a la lucha de clases, por lo que necesitábamos “sacarlas del orden del día”. Estamos por la independencia —aquí y ahora— y luchamos conscientemente para dirigir la lucha por la liberación nacional hacia la revolución socialista. Nuestro programa está por repúblicas obreras en Cataluña y el País Vasco.

Al día de hoy, nuestro argumento principal por la independencia del País Vasco y Cataluña había sido que permitiría la unidad con la clase obrera castellana. Con respecto a Cataluña, nuestro llamado por la independencia estaba basado en una evaluación empírica y coyuntural en la secuela del referéndum de 2014. Vascos y catalanes han resistido la asimilación por cientos de años, expresando así su deseo de existir como naciones. Otra debilidad en nuestros artículos recientes es que no llaman explícitamente por la abolición de la monarquía. La lucha por la independencia también significa poner fin a esta excrecencia franquista. ¡Abajo la monarquía!

Córcega

Por más de dos siglos, Córcega se ha negado a que Francia la asimile. En marzo de 2017, la LTF se pronunció por la independencia de Córcega. Habiendo dicho lo anterior, la forma en que la sección había abordado esta cuestión hasta entonces exuda prejuicios chovinistas. Por ejemplo, un artículo que la LTF repudió recientemente declaraba:

“Más aún, la subdesarrollada Córcega está sujeta al régimen atrasado de los clanes —verdaderos parásitos que viven de la malversación semioficial de las prebendas del estado central y que se mantienen a través del clientelismo al estilo siciliano—. Todo mundo sabe a qué propósito sirven las famosas ‘subvenciones de continuidad territorial’: engordar a los clanes que se adornan con el manto ya sea de Radicales de Izquierda, de la RPR [Rassemblement pour la République, partido de derecha] o de otros ‘bonapartistas’ que mantienen a la isla en un lucrativo estado de atraso con apoyo estatal”.

—“Córcega: Huelga desafía al gobierno”, le Bolchévik No. 92, abril de 1989

Esta declaración hace eco de cada atrasado prejuicio anticorso que circula en Francia y desprecia las legítimas aspiraciones nacionales del pueblo corso. Además, el artículo dice: “Aunque no hay una ‘nación corsa’ hoy, existe sin embargo un problema nacional corso”, un plagio a la burguesía casi palabra por palabra: “No hay un problema corso, sino problemas en Córcega” (expresidente francés Valéry Giscard d’Estaing).

Más recientemente, en el artículo “Yvan Colonna, víctima de un embuste policiaco, es inocente—¡liberación inmediata!” (le Bolchévik No. 197, septiembre de 2011), la LTF tomó de facto una posición contra la independencia corsa al afirmar:

“Estamos opuestos a la visión y el programa nacionalistas, cuya ambición fundamental es consolidar un régimen capitalista en un marco nacional. A los ojos de los nacionalistas pequeñoburgueses, la nación dominante entera es considerada como el enemigo. Esta perspectiva siempre lleva a actos indiscriminados de violencia contra los obreros de la nación dominante”.

Esta declaración no sólo es una defensa chovinista de la unidad de Francia, sino que también es completamente falsa. Los camaradas de la LTF deben estudiar seriamente la cuestión nacional en Córcega.

IX. Bélgica

Nuestro punto de partida en cuanto a Bélgica tiene que ser la oposición a la unidad artificial de este país. En realidad, los flamencos y los valones nunca consintieron libremente a la unificación de sus naciones dentro de un estado único. La estructura federal actual es un obstáculo a la plena autodeterminación de los flamencos y los valones, ambos pueblos prisioneros en un marco opresivo. La burguesía ha explotado repetidamente las tensiones nacionales en su propio interés y para dividir al movimiento obrero. Llamamos por el desmembramiento de Bélgica y por el derecho a la autodeterminación tanto para los flamencos como para los valones. La minoría de habla alemana también debería tener el derecho a determinar su propio destino. Al mismo tiempo, el desmembramiento de Bélgica va de la mano con la lucha contra las instituciones imperialistas que mantienen artificialmente la unidad del país —la monarquía, la OTAN y la Unión Europea—. Nuestra perspectiva es construir un partido binacional, con la meta de construir dos partidos obreros, secciones de la Internacional.

En 1995, el camarada Robertson dio el ejemplo de la cuestión nacional en Bélgica para motivar la revaluación de nuestra línea sobre la independencia de Quebec. Aunque demoró en resolverla programáticamente, la LTF ha intentado abordar la cuestión en el pasado, pero el S.I. fue en gran medida indiferente a ella. En agosto de 2016, el CC de la LTF aprobó una moción recomendando al S.I. que llamáramos por la independencia de Flandes. Esta línea se motivó esencialmente a través de nuestra vieja metodología, es decir, para “sacar la cuestión del orden del día”, y en un marco empírico. Los camaradas que posteriormente trabajaron en esta cuestión y en el primer proyecto del presente documento de conferencia compartían, en mayor o menor grado, un marco equivocado, considerando la cuestión a través del prisma de Quebec y Canadá y buscando “qué nación oprimía a cuál”. La opresión histórica de los flamencos es innegable, pero las relaciones entre las dos naciones cambiaron cualitativamente a partir de los años 60. Además, llamar por la independencia de Flandes implica que Valonia continúa siendo, en cierto sentido, la “verdadera” Bélgica, pero la unidad misma del país es una construcción artificial. Es necesaria una aproximación histórica para entender las particularidades del caso belga.

La transición del sistema feudal al capitalista de los territorios que forman la Bélgica actual ocurrió casi exclusivamente bajo el dominio extranjero. Mientras que las provincias neerlandesas del norte, dominadas por los protestantes, adquirieron formalmente la independencia en 1648, las provincias todavía católicas del sur (las cuales forman la Bélgica contemporánea), se mantuvieron bajo el dominio de los Habsburgo de España hasta 1700, seguidos por los Habsburgo de Austria a partir de 1713. En 1789, estas provincias pasaron por una primera revolución abortada, la Revolución Brabanzona. Poco después, fueron anexadas a la fuerza por Francia. Después de la derrota de Napoleón en 1814, el destino de estas provincias se discutió entre las potencias de la Coalición dirigida por Gran Bretaña. Subsecuentemente, el rey de los Países Bajos se aprovechó del retorno de Napoleón y el estado de guerra en 1815 para ocupar militarmente el territorio. Un acuerdo entre las potencias europeas reunidas en el Congreso de Viena le permitió al rey de los Países Bajos anexar estas provincias a su reino —independientemente de la voluntad de éstas—. Gran Bretaña lo vio como un modo de formar un “estado amortiguador” entre Francia y las demás potencias europeas. No fue sino hasta 1830 que la población de estas provincias, bajo la influencia de la Revolución de Julio en Francia, tuvo su “propia” revolución de tipo burgués dirigida por francófonos, la cual se puede considerar una expresión parcial de su autodeterminación.

La Bélgica moderna es esencialmente el producto de la política y los compromisos entre las grandes potencias de la época. La posibilidad de dividir el territorio entre Gran Bretaña, Francia y Prusia se consideró seriamente en 1830, pero en ese momento Gran Bretaña era la principal potencia europea y de ningún modo le permitiría a Francia anexarse este territorio. Al mismo tiempo, Gran Bretaña deseaba evitar una nueva guerra europea y Francia estaba completamente opuesta a que Gran Bretaña se apropiara del más mínimo pedazo de tierra en el continente. La opción elegida en la Conferencia de Londres fue, por lo tanto, crear un estado independiente (en la práctica, un “estado cliente” británico). Amenazados por un lado por los Países Bajos, y por el otro con ser anexados y desgarrados entre Francia, Gran Bretaña y Prusia, los flamencos y los valones, por lo tanto, nunca verdaderamente eligieron unir sus naciones; fueron forzados a hacerlo por las circunstancias históricas.

Además, en 1830 las naciones flamenca y valona aún no se habían desarrollado del todo. En Flandes, el idioma era muy inconsistente y estaba fragmentado en varios dialectos, había un marcado particularismo en cada una de las ciudades principales y las élites de origen noble o burgués eran francófonas. Bajo estas condiciones, el amalgamamiento forzoso de estas dos naciones se dio necesariamente a costa de la nación flamenca. Ya desde 1840, los flamencos plantearon reivindicaciones lingüísticas contra la política asimilacionista de la élite francófona. Los obreros y campesinos flamencos fueron sometidos a una opresión doble, tanto económica como nacional, y al mismo tiempo relegados al peldaño más bajo de la escala social. Fue sólo a partir de la década de 1870 que los flamencos empezaron a obtener el reconocimiento formal de algunos de sus derechos lingüísticos en los ámbitos legal y educativo; además, no fue hasta 1967 que se reconoció una versión de la constitución en neerlandés. Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial la situación relativa de las dos naciones cambió, un cambio que se volvió cualitativo a partir de la década de 1960. Desde los años 50, importantes sumas de capital se movieron del sur al norte, y las vetustas industrias valonas fueron remplazadas por las más modernas en Flandes: el declive de la minería del carbón y de la industria pesada (centrada principalmente en Valonia) correspondió con el crecimiento de la industria petrolera y sectores relacionados como el petroquímico, el automotriz y el del acero, los cuales se desarrollaron en torno al puerto de Amberes y en la costa flamenca.

El desarrollo histórico de la cuestión nacional en Bélgica demuestra que la “unidad” de este país es artificial y que no está basada en la elección libre de las naciones que lo constituyen. La dinámica entre las grandes potencias europeas de la época y el hecho de que la Revolución Belga de 1830 llevó al poder a la burguesía dominante francófona, impidieron históricamente la posibilidad de una asociación libre entre las dos naciones. Hoy día, los flamencos están en una posición económica favorable, pero el marco unitario belga es opresivo para ambas naciones, ninguna de las cuales puede autodeterminarse plenamente. A la par con la ascendencia económica de los flamencos, en décadas posteriores el país puso en marcha una política de “autonomización” lingüística y cultural, hasta el punto que hoy, de hecho, flamencos y valones se consideran el uno al otro extranjeros dentro del mismo estado. Ante esta situación contradictoria donde la cuestión nacional divide profundamente al país, pero en la cual el destino de ambas naciones es ambiguo, nuestra respuesta es sencilla: ¡sepárense!

La influencia de Gran Bretaña en particular, y en menor medida de Francia, en la creación del país se refleja en el tipo de monarquía constitucional establecida en 1830. Los británicos escogieron un pariente cercano a su propia corona, Leopoldo de Sajonia-Coburgo, quien luego se casó con la hija del “rey de los franceses”, Luis Felipe. La monarquía no sólo sirve como bastión de las fuerzas reaccionarias, especialmente en una situación revolucionaria, sino que es también uno de los pilares que sostienen artificialmente hoy día la opresiva unidad belga. La ruptura de Bélgica probablemente derrocaría simultáneamente a esta reliquia feudal, y nuestra posición a favor del resquebrajamiento del país debe ir acompañada del llamado: ¡Abajo la monarquía!

Bruselas es un enclave francófono en territorio flamenco. La ciudad era mayoritariamente de habla neerlandesa cuando se formó Bélgica, y su afrancesamiento es el resultado de la política asimilacionista de la burguesía francófona. Hoy, la población de habla neerlandesa en la Región Bruselas-Capital es una minoría muy pequeña. Una porción significativa de la ciudad es de ascendencia inmigrante, y otra porción importante trabaja para la Unión Europea o en conexión con ella. El hecho es que Bruselas y sus alrededores tienen actualmente su propio gobierno regional y una población distinta a la del resto de Flandes. Es difícil predecir qué va a ocurrir con Bruselas si el país se desmembra, y es posible imaginar varios escenarios. Como afirmó correctamente el CC de la LTF en agosto de 2016, la población debería poder escoger libremente lo que pasará con la región, aunque su decisión estará influenciada por el modo en el cual se divida el país.

La cuestión nacional en Bélgica y el destino de Bruselas están estrechamente vinculados a las instituciones imperialistas ahí establecidas. Tanto la OTAN como la Comisión Europea instalaron sus sedes en la capital y los imperialistas temen la inestabilidad que traería consigo la fragmentación de Bélgica. La UE, en particular, desempeña un papel preponderante en el mantenimiento de la opresión nacional entre sus estados miembros. La independencia de Cataluña, del País Vasco, de Escocia o de los flamencos y valones amenazaría la existencia misma de la UE, recelosa de que las fronteras de sus estados miembros puedan ser trazadas nuevamente. Por lo tanto, en el caso de Bélgica, es aún más improbable que el desmembramiento del país ocurra en ausencia de un movimiento contra la UE. Nosotros decimos: ¡Flandes y Valonia, fuera de la Unión Europea! ¡Unión Europea, fuera de Bruselas! Nuestros titubeos en torno a esta cuestión no están desconectados de otros problemas de acomodación a la UE, los cuales hemos combatido dentro de nuestra organización.

X. Europa

Adaptación a la Unión Europea

La UE es un consorcio de estados capitalistas cuyo propósito es maximizar la explotación de la clase obrera, así como imponer la dominación económica de las potencias imperialistas, centralmente Alemania, subyugando a los países más pobres como Grecia, Portugal o España, incluyendo a través de la imposición de su instrumento financiero: la moneda común, el euro. La UE está concebida para aumentar la competitividad de los imperialistas europeos contra sus rivales en EE.UU. y Japón. No obstante las fantasías kautskianas de los Últimos Días sobre una Europa “supranacional” y “social”, la UE es una formación inestable sujeta a las tensiones continuas que surgen de los intereses nacionales divergentes de los imperialistas europeos, que constantemente amenazan con desgarrarla. Como Lenin nos enseñó:

“Desde el punto de vista de las condiciones económicas del imperialismo, es decir, de la exportación de capitales y del reparto del mundo por las potencias coloniales ‘avanzadas’ y ‘civilizadas’, los Estados Unidos de Europa son imposibles o son reaccionarios en el capitalismo...

“Desde luego, son posibles acuerdos temporales entre los capitalistas y entre las potencias. En este sentido son también posibles los Estados Unidos de Europa, como un acuerdo de los capitalistas europeos...¿sobre qué? Sólo sobre el modo de aplastar juntos el socialismo en Europa, de defender juntos las colonias robadas contra el Japón y Norteamérica”.

—“La consigna de los Estados Unidos de Europa” (agosto de 1915)

Sólo la unidad sobre una base socialista, conseguida a través de la revolución proletaria y la expropiación de la burguesía, puede instituir un desarrollo económico racional al nivel mundial sin explotación. ¡Por los estados unidos socialistas de Europa!

La UE es un enemigo mortal de los derechos nacionales, como atestiguan las masas griegas, cuya soberanía nacional ha sido estrangulada. La UE está resuelta a mantener intactas las actuales fronteras europeas. Angela Merkel misma lo dejó claro en 2015 cuando proclamó que si Cataluña se separaba de España automáticamente quedaría fuera de la UE. Mantener la opresión nacional de Cataluña es vital para los intereses de los imperialistas europeos, ya que la independencia inspiraría a otras naciones oprimidas y podría disparar un efecto dominó que pondría en tela de juicio la “integridad” territorial de Francia, Bélgica, etc. Más aún, la lucha por la liberación nacional bien podría llevar a una explosión de lucha de clases en el estado español y más allá.

Los problemas que hemos tenido respecto a la Unión Europea a lo largo de los años no están desvinculados con la actual lucha en el partido. Ha habido adaptaciones políticas a la UE, que al fondo reflejan una visión de que esta mafia imperialista es una fuerza “progresista”. Ya en 2011, el camarada Robertson expresó preocupación de que los camaradas vieran nuestra oposición a la UE como hipotética. Aunque continuábamos oponiéndonos formalmente a la UE, el punto de que una moneda común sin un estado común no es viable desapareció de nuestros artículos. Cuando la UE parecía florecer, antes de la gran crisis económica que comenzó en 2008, nos adaptamos a ella, mientras que es relativamente fácil oponérsele ahora, cuando la oposición a la UE es más popular. Sin embargo, nuestra oposición a la UE —en lo concreto— ha sido desafiada varias veces desde 2008. Ya para finales de 2011 y principios de 2012, hubo objeciones en la Internacional a la simple declaración de hechos de que: “El ejemplo de Argentina muestra gráficamente que Grecia estaría mucho mejor si se declarara incapaz de pagar y dejara la eurozona, reintroduciendo su propia moneda” (Espartaco No. 35, junio de 2012).

El Documento de la VI Conferencia de la LCI (2010) afirmaba que el Partido Comunista de Grecia “promueve un marco chovinista al oponerse a la UE y al Fondo Monetario Internacional sobre la base de que éstos interfieren con la soberanía nacional griega”. Esto está equivocado. En nuestra propaganda posterior, nos opusimos correctamente a que la UE (es decir, Alemania) pisotee la soberanía nacional griega. De hecho, la UE y el FMI hacen más que “interferir”: ¡Grecia tiene hoy menos soberanía nacional que el México neocolonial! En última instancia, la soberanía nacional significa el derecho del gobierno de un país dado a tomar decisiones sobre sus propias políticas internas —¡y el control de la moneda propia no carece de importancia!—. Algunos camaradas no entienden el vínculo entre la autodeterminación de las naciones oprimidas por el imperialismo y la defensa concreta de su soberanía nacional. No somos indiferentes a que las naciones imperialistas u opresoras pisoteen la soberanía nacional de las más débiles. Por ejemplo, Espartaco No. 36 (septiembre de 2012) levantó la consigna correcta: “¡FBI, DEA y todas las agencias policiacas y militares estadounidenses fuera de México!”.

Ha habido una confusión constante sobre cómo abordar la salida de la UE de estados miembros individuales desde una discusión del S.I. de febrero de 2012. La moción original propuesta para esa reunión decía: “Estamos a favor de que todos los estados miembros dejen la UE y el euro: el repudio a la moneda común y la destrucción de la UE misma deben ser objetivos centrales de las clases obreras a lo largo y ancho de Europa, como parte de nuestra perspectiva por los estados unidos socialistas de Europa”. Durante la reunión, esta parte de la moción fue criticada sobre la base falsa de que llamar por la salida de algún estado miembro específico era una exigencia dirigida a gobiernos burgueses. Cuando el referéndum griego de 2015, ciertos camaradas dirigentes usaron este argumento para oponerse al llamado “Grecia fuera de la UE”. Sin embargo, había un problema real con esa parte de la moción del S.I., porque no toma en cuenta la diferencia entre Alemania, la verdadera potencia en Europa, y los demás estados miembros, ni las diferencias entre los países imperialistas de la UE y los países miembros a los que éstos oprimen.

Se debe abordar la cuestión en el siguiente marco general: antes que nada, estamos por la destrucción de la Unión Europea desde un punto de partida internacionalista. Habiendo dicho eso, dado que, en el presente, su ruptura está siendo planteada a través de la salida de estados miembros individuales, no podemos ser neutrales cuando surge la cuestión. No hay una fórmula sobre cuándo y cómo lanzar el llamado para que un país miembro deje la Unión Europea; depende del país en cuestión y de las circunstancias concretas. Antes de la propuesta de un referéndum en Gran Bretaña, el llamado “Gran Bretaña fuera de la UE” sólo podría haber sido percibido como nacionalista: por una Inglaterra imperialista más fuerte, “liberada” de Alemania. Por el contrario, el llamado por que Grecia salga de la Unión Europea se puede entender ampliamente en ese país como una declaración de oposición a la opresión de Grecia a manos de la Unión Europea y Alemania. En cualquier caso, tales llamados deben inscribirse en el marco más amplio de nuestro programa por el rompimiento de la Unión Europea, poniendo al frente un eje clasista proletario.

En 2015, tuvimos dos olas de liberalismo expresadas en el llamado por “fronteras abiertas”. En mayo, los dos artículos de portada previstos para una edición de WV, escritos en colaboración con camaradas europeos y el S.I., fueron retirados después de que tres camaradas dirigentes objetaran a la línea tomada sobre las crisis de refugiados en Europa y el sureste asiático. El artículo sobre Europa llamaba por plenos derechos de ciudadanía para todos “los refugiados que soliciten asilo”, mientras que el del sureste asiático declaraba que “a los refugiados rohinyás se les debe permitir establecerse donde ellos quieran”. En mayo de 2015, el Buró Político de la SL/U.S. caracterizó el problema, sosteniendo que estos artículos contenían “una política liberal-burguesa y una línea reaccionaria y utópica de ‘fronteras abiertas’”. Unos cuantos meses después, tuvimos una segunda ola de liberalismo que se expresó en que algunos camaradas querían tomar una posición contra el reglamento Dublín III, que permite a los gobiernos decidir en dónde se procesarán las solicitudes de refugiados, es decir, qué país va a detener y/o deportar a los refugiados. Esta posición reflejaba el marco socialdemócrata de una Europa “social” y estaba impregnada del mito liberal de “fronteras abiertas” entre los estados que firmaron el acuerdo de Schengen. Como escribimos recientemente en una polémica contra el Grupo Internacionalista (GI), que disemina estas ilusiones:

“Como comunistas, no esperamos que los autores mismos de esta devastación tengan la buena voluntad de darle refugio a sus víctimas. Nuestro propósito es forjar partidos obreros revolucionarios e internacionalistas que puedan dirigir al proletariado mundial en la lucha por aplastar este sistema brutal de explotación, opresión racial y colonial/neocolonial, y guerra”.

Espartaco No. 47, agosto de 2017

La Spartacist League/Britain

La lucha actual sacó a la luz que en el curso de los últimos años, la Spartacist League/Britain ha seguido una trayectoria oportunista de adaptación al socialchovinismo laborista y, correspondientemente, de conciliación hacia la UE. Un ejemplo flagrante de esta capitulación apareció en Workers Hammer No. 237 (invierno de 2016-2017) donde la SL/B da una amnistía en retrospectiva a la línea de Jeremy Corbyn contra el Brexit en el referéndum sobre la UE de 2016. También embelleció a Corbyn al omitir el hecho de que está contra el derecho a la independencia de Escocia, igual que la previa dirección laborista pro-“Reino Unido”. La posición de Corbyn sobre la independencia, junto con su línea a favor de mantener a Gran Bretaña en la UE, ha contribuido a empujar a los obreros escoceses hacia los brazos del burgués Scottish National Party [Partido Nacional Escocés]. Además, su oposición al Brexit empujó a los obreros ingleses hacia el UK Independence Party [Partido de la Independencia del Reino Unido]. La SL/B no llevó a cabo correctamente la táctica de apoyo crítico a Corbyn en la contienda por la dirección laborista de 2016: el propósito del apoyo crítico no es la creación de un Partido Laborista corbynista, sino poner a las bases contra la dirigencia como parte del forjamiento de un partido revolucionario de vanguardia (leninista). En vez de eso, de manera semiclandestina, la SL/B se volvió pasiva, corriéndose rápidamente a la derecha sobre cuestiones programáticas de principios.

[...]

En algún momento después de 2010, la SL/B furtivamente abandonó la consigna por el retiro de las tropas británicas de Irlanda del Norte. El dejar de usar este llamado, que es central a nuestra oposición al imperialismo británico y precede a la fundación de la sección, no se codificó en ninguna reunión del CC ni se informó al S.I. El fraude de la “paz” imperialista de 1998 tenía como premisa que el ejército británico permaneciera en Irlanda del Norte. El abandono de nuestra línea significó una negación del hecho de que la población católica continúa sometida a la represión estatal británica directa; significó aceptar la mentira chovinista de que el dominio de Irlanda del Norte por parte del “Reino Unido” es legítimo. Esta conferencia reafirma las “Tesis sobre Irlanda”, especialmente el siguiente punto:

“2. Un elemento esencial de nuestro programa es el llamado por el retiro inmediato e incondicional del ejército británico. El imperialismo británico ha significado para la isla siglos de explotación, opresión y matanzas. Nada bueno puede venir de la presencia británica; el nexo existente entre Irlanda del Norte y el estado británico sólo puede ser opresivo para la población católica irlandesa; es un obstáculo para la movilización clasista del proletariado y para la consecución de una solución obrera. No ponemos precondiciones a esta exigencia por el retiro inmediato de todas las fuerzas armadas británicas ni atenuamos su carácter categórico sugiriendo ‘pasos’ hacia su cumplimiento (como simplemente exigir que el ejército se quede en sus barracas o se retire de los barrios obreros)”.

Spartacist (Edición en inglés) No. 24, otoño de 1977

El Spartakist-Arbeiterpartei Deutschlands

La sección alemana había tenido por algún tiempo la política de no traducir jamás artículos al turco, supuestamente porque todos los inmigrantes turcos son bilingües. Esto no sólo es falso sino que muestra desdén por la vasta población inmigrante (y descendiente de inmigrantes) turca en Alemania. Más aún, las traducciones al turco serían una declaración de internacionalismo y de solidaridad con esta población oprimida y podrían encontrar una ruta a Turquía, sobre todo cuando se publiquen en nuestro sitio web. Constatamos que el Spartakist-Arbeiterpartei Deutschlands (SpAD) ya ha tomado medidas para rectificar esta situación.

Los camaradas del SpAD deben restablecer una relación más estrecha con la Internacional y procurar viajar fuera de Alemania.

[...]

Chipre

Nuestra Declaración de principios internacional y el “Acuerdo para el trabajo común entre los camaradas griegos y la LCI (C)” (Spartacist [Edición en español] No. 34, noviembre de 2006) abordan la cuestión de Chipre como un caso de pueblos interpenetrados (el griego y el turco), en el que sólo la revolución socialista puede resolver la cuestión nacional. Por ejemplo, el “Acuerdo para el trabajo común” declara:

“Nuestra lucha es por una solución proletaria a la cuestión nacional, que necesariamente requiere el derrocamiento revolucionario de las burguesías nacionalistas de Nicosia/Lefkosa, Atenas y Ankara”.

Esta perspectiva no es apropiada para abordar la cuestión de Chipre. Hoy, la República de Chipre (sur) y la República Turca del Norte de Chipre son de hecho dos estados separados, con una mayoría abrumadora de griegos en el sur y una mayoría abrumadora de turcos en el norte. Las poblaciones griega y turca, anteriormente interpenetradas, fueron violentamente separadas en 1974 cuando la junta militar griega intentó anexarse Chipre a través de un golpe de estado dirigido por oficiales derechistas en la isla. Esto provocó una invasión por parte del ejército turco en respuesta, seguida por la separación de los dos pueblos y la formación de dos estados separados como resultado último.

Las tensiones nacionalistas entre los pueblos turco y griego se intensificaron y cristalizaron en gran medida gracias a los imperialistas británicos. Estos últimos mantuvieron su dominación colonial en Chipre a través de la represión sangrienta y usaron a la minoría turca para imponer su estrategia histórica de “divide y vencerás”. Otorgando algunos privilegios menores a un pueblo a expensas del otro, los británicos procuraron impedir el tipo de luchas comunes que habían tenido lugar contra la opresión colonial. Exigimos el retiro inmediato e incondicional de todas las tropas británicas y de la ONU. Gran Bretaña fue inicialmente la verdadera potencia en la isla, y después de la Segunda Guerra Mundial lo ha sido EE.UU. Estas potencias, así como las burguesías griega y turca, continúan alimentando el chovinismo en Chipre.

En el contexto actual, nuestro programa por el derecho democrático a la autodeterminación de los chipriotas griegos y turcos se expresa al reconocer que es legítimo que el lado griego se una a Grecia y que el lado turco se una a Turquía. También es legítimo que los chipriotas turcos y griegos formen sus propios pequeños estados independientes separados de sus “madres patrias”, si así lo desean. El ejercicio de cualquiera de estas soluciones no negaría el derecho a la autodeterminación de ninguna de estas naciones. Dicho eso, hace falta más discusión e investigación sobre la situación.

XI. ¡Por la revolución permanente en los países coloniales!

Guadalupe

En su artículo “Huelga general sacude a las colonias francesas” (le Bolchévik No. 187, marzo de 2009), la LTF se lanza a la defensa del imperialismo francés, argumentando:

“En Francia el deber de un partido revolucionario es movilizar a la clase obrera del lado de los antillanos en lucha, pero en Guadalupe y Martinica la tarea clave es romper la influencia de la falsa conciencia nacionalista. Bajo el imperialismo, las naciones no son iguales, y una Guadalupe capitalista independiente, cuyo derecho a la existencia defendemos, sólo podría conducir al empeoramiento del nivel de vida de los pobres”.

Según este artículo, el sentimiento por la liberación nacional es la “falsa conciencia nacionalista” que debe ser aplastada. ¡La LTF se oponía a la independencia sobre la base de que el imperialismo francés es benéfico para la población de la isla! Además, se presenta la liberación de Guadalupe y Martinica como dependiente del movimiento obrero francés; supuestamente, el proletariado local carece de la fuerza para luchar por su propia liberación. Esto está totalmente contrapuesto a la perspectiva de la revolución permanente. Como Trotsky señaló en el Programa de Transición (1938) con respecto a los países coloniales y semicoloniales:

“Pero estos países atrasados viven en las condiciones de la dominación mundial del imperialismo. Es por esto que su desarrollo tiene un carácter combinado: reúnen al mismo tiempo las formas económicas más primitivas y la última palabra de la técnica y de la civilización capitalistas. Esto es lo que determina la política del proletariado de los países atrasados: está obligado a combinar la lucha por las tareas más elementales de la independencia nacional y la democracia burguesa, con la lucha socialista contra el imperialismo mundial”.

Puerto Rico

La isla de Puerto Rico ha sido devastada por la crisis económica, una consecuencia directa de la dominación colonial. De hecho se encuentra en bancarrota, con una deuda de más de 70 mil millones de dólares provenientes de fondos de cobertura y otros instrumentos financieros. Esta enorme deuda está siendo usada por los imperialistas estadounidenses para estrangular a los obreros puertorriqueños. Los amos coloniales en Washington han impuesto una “Junta de Supervisión y Administración Financiera” que está exigiendo que el gobierno de Puerto Rico recorte 3 mil 200 millones de dólares de su presupuesto para 2021. Nos oponemos a la imposición de esta junta, que ha tomado el control de la economía puertorriqueña y sujeta al gobierno elegido de la isla aún más firmemente a la tutela imperialista. Llamamos por la cancelación de la deuda —una demanda que fue controversial en el partido en el pasado, pero que expresa en forma elemental nuestra oposición a la opresión colonial de la isla—.

Desde 1898, los imperialistas estadounidenses han mantenido a Puerto Rico en la servidumbre colonial. Incluso hoy, los derechos políticos mínimos y la irrisoria ayuda federal otorgada a los puertorriqueños no son más que un delgado velo para encubrir la explotación colonial. Además, Puerto Rico no es soberano y no puede devaluar su moneda. Las leyes estadounidenses prohíben cualquier cambio en el estatus colonial de Puerto Rico sin la aprobación del congreso estadounidense —una violación flagrante del derecho a la autodeterminación del pueblo puertorriqueño—. La principal respuesta a la pobreza es la migración masiva: la isla tiene ahora una población de 3.5 millones, contra 5 millones de puertorriqueños que viven en Estados Unidos.

En el contexto de la lucha actual, se ha hecho patente que a lo largo de los años hemos tenido problemas con nuestra línea sobre Puerto Rico como se elaboró en las páginas de WV. Esta conferencia ratifica la posición formulada por el camarada Robertson en 1998:

“Lo que queremos es muy claro. Ya que queremos combatir el chovinismo racial en EE.UU. y el nacionalismo en la isla, recomendamos fuertemente la independencia, pero lo hacemos conscientes de que la población es profundamente ambivalente. Por lo tanto, nuestra idea central es el derecho a la autodeterminación. Aunque aquí [en EE.UU.] ciertamente tenemos una posición por la autodeterminación, en Puerto Rico debería ser la lucha por el poder obrero. Los obreros victoriosos deben decidir cómo ejercer su autodeterminación obrera, dependiendo de las circunstancias en el mundo y en el Caribe en ese momento. Creo que en realidad es muy simple”.

Esta formulación codifica a la vez nuestra posición anticolonial, el sentimiento de la población puertorriqueña y nuestra perspectiva por la revolución permanente aplicada a Puerto Rico, es decir, la posibilidad de que las luchas nacionales en Puerto Rico podrían ser también una palanca para la revolución socialista en la isla y para la creación de una república obrera puertorriqueña.

El pleno del CC de la SL/U.S. de noviembre de 1998, en el que el camarada Robertson dio esta presentación, adoptó una moción acorde al espíritu de esta formulación que declaraba: “Desde el punto de vista de los comunistas, favoreceríamos la independencia de Puerto Rico...pero dadas las evidentes y justificadas contradicciones de los puertorriqueños sobre la cuestión, no propugnamos que se les imponga la independencia”. Sin embargo, el artículo “¡Por el derecho de Puerto Rico a la independencia!” (WV No. 704, 8 de enero de 1999; Espartaco No. 12, primavera-verano de 1999), requerido por ese pleno, es contradictorio. Por un lado, el artículo presenta adecuadamente el contenido central de los comentarios del camarada Robertson y de la moción adoptada en el pleno del CC. Por el otro, refleja la metodología falsa de “sacar la cuestión nacional del orden del día”.

Tras ese artículo inicial de 1999, la SL/U.S. distorsionó por años la línea adoptada en el pleno de noviembre de 1998. En 1999, un camarada dirigente de aquel entonces denunció nuestra línea como “enrevesada” y confusa. De hecho, fue él quien “enrevesó” la clara y tajante posición antiimperialista del camarada Robertson, volviéndola ambivalente respecto al colonialismo. Como resultado, ¡hasta 2010 WV había desaparecido de sus páginas la menor traza del argumento de que, desde el punto de vista de los revolucionarios en EE.UU., estamos a favor de la independencia de Puerto Rico! Esto significó una posición de neutralidad, llamando únicamente por el “derecho” a la autodeterminación. Después de este “correctivo”, un artículo del año 2000 (“¡EE.UU. fuera de Vieques!”, WV No. 736, 19 de mayo de 2000) afirma:

“Exigimos el derecho a la independencia de Puerto Rico. Al mismo tiempo, enfatizamos que la única solución a la opresión colonial de Puerto Rico es el derrocamiento del dominio capitalista, en la isla y aquí mismo en EE.UU.... Pero los nacionalistas puertorriqueños quieren descarrilar la lucha proletaria a través de una unidad falsa y peligrosa entre la clase obrera puertorriqueña y la burguesía local. En el mejor de los casos, llaman por alguna especie de ‘independencia’ neocolonial”.

Esta línea, publicada en nuestro periódico estadounidense, es lo opuesto a lo que sostuvo el camarada Robertson año y medio antes. Es cierto que la opresión imperialista de Puerto Rico —y de todo el Tercer Mundo— sólo puede ser destruida a través de la revolución socialista y su extensión internacional. Sin embargo, es falso que la opresión colonial sólo pueda acabar mediante la revolución socialista. Y denunciar la posibilidad de la independencia puertorriqueña bajo el capitalismo como “independencia neocolonial” es negar el derecho de Puerto Rico a la autodeterminación —es chovinismo—.

Ya sea que digamos que “recomendamos”, “favorecemos” o “favoreceríamos” la independencia, el punto central es que el colonialismo está contrapuesto a los intereses del proletariado: ¡todos los sujetos coloniales deben ser libres! Este punto de partida programático no está definido por el sentimiento de la población puertorriqueña, sino por nuestra oposición al imperialismo. Debemos expresar esto en nuestra propaganda, así como reconocer que la población puertorriqueña es entendiblemente ambivalente acerca de la independencia. Por un lado, la población de la isla posee un sentimiento muy fuerte de nacionalidad. Puerto Rico tiene una larga historia de lucha anticolonial que los imperialistas estadounidenses han aplastado brutalmente, incluso mediante el asesinato y el encarcelamiento de independentistas. Por el otro, muchos puertorriqueños temen perder el derecho de vivir y trabajar en EE.UU. y de hundirse al mismo nivel de pobreza de sus vecinos caribeños independientes. Por lo tanto, como leninistas no procuramos imponerles nuestro punto de vista al insistir en que se separen; enfatizamos en cambio el derecho a la autodeterminación.

Conforme a este entendimiento, es incorrecto que el artículo en WV No. 1075 (2 de octubre de 2015) implícitamente niega nuestra defensa del derecho de los puertorriqueños a decidir convertirse en un estado de EE.UU. Argumentamos:

“Al mismo tiempo, la categoría de estado o la anexión directa a EE.UU. agravaría la hostilidad racista nativista hacia los puertorriqueños. También aceleraría la tendencia a remplazar el español con el inglés en la isla, lo que en última instancia amenazaría la identidad nacional del pueblo puertorriqueño”.

Estos dos argumentos se oponen directamente al derecho de los puertorriqueños a decidir libremente anexarse. Aunque el sentimiento por convertirse en estado es el resultado del chantaje económico por parte de EE.UU., es un derecho que también defendemos.

Nuestra propaganda sobre Puerto Rico rara vez era traducida al español. De ahora en adelante, la sección estadounidense de la LCI debe traducir sistemáticamente estos artículos.

XII. La verdadera continuidad chovinista

El Grupo Internacionalista

Las denuncias histéricas del GI que calumnian a la LCI como “chovinista” e incluso racista reflejan la hipocresía liberal de estos socialdemócratas que capitulan a su propio imperialismo: defienden a la UE; se rehúsan a reconocer el derecho a la independencia de Cataluña; quieren mantener a Quebec en una “federación” de Norteamérica; tratan a su sección mexicana como a una neocolonia; se rehúsan a tomar lado consecuentemente contra el imperialismo estadounidense y sus lacayos en Siria; crean ilusiones en el Partido Demócrata y las “ciudades santuario”; y quieren imponer la independencia a los puertorriqueños “les guste o no”.

Cuando era editor de WV, Jan Norden —hoy líder máximo del GI— fue uno de los camaradas centralmente responsable de nuestras desviaciones chovinistas sobre la cuestión nacional. Norden sigue aplicándolas a su propaganda actual y al trato a su sección mexicana. Norden no dejaba siquiera que sus camaradas mexicanos escribieran El Internacionalista, su periódico en español otrora más frecuente, un órgano escrito en Nueva York (¡a duras penas han publicado nueve números de su periódico mexicano en 21 años!). Aunque posan como los más combativos defensores de los inmigrantes latinos en Estados Unidos, la composición de su comité de redacción, sin un solo miembro latino, muestra la verdadera cara del GI: #ComRedacGIBlanquísimo.

El GI se opone al desmembramiento de la UE imperialista, por ejemplo denunciando al Brexit. Su línea sobre Grecia es aún más grotesca, alegando que, a falta de la revolución socialista, Grecia debe seguir bajo el yugo de la UE y el Viertes Reich alemán. En efecto, el GI escribió: “Llamar a que Grecia salga de la UE y deje el euro a favor del dracma es...una demanda nacionalista burguesa” (“Grecia al filo de la navaja”, The Internationalist, diciembre de 2010). En el mismo orden de ideas, el GI en México parece haber abandonado el llamado por “¡Abajo el TLCAN!”, el cual no ha aparecido en su prensa por años.

Con respecto a Cataluña, el GI se opone abiertamente a la independencia, pretextando que Cataluña es “la parte más rica de España” y que “la independencia significaría separar a uno de los sectores más combativos de la clase obrera”. Además, el GI sostiene la mentira de que “gran parte, si no la mayoría, de sus obreros industriales no hablan catalán” (The Internationalist, verano de 2015). Según el GI, sería la independencia de Cataluña la que “discriminaría” a los españoles. El GI actúa pues como una herramienta de la burguesía castellana y la monarquía.

Con sus posiciones de “abrir las fronteras” y “combatir a la derecha” —en particular su entusiasmo con la superchería de las “ciudades santuario” del Partido Demócrata— el GI atribuye un carácter progresista a sus “propios” imperialistas estadounidenses y sus contrapartes europeas. Para el GI, el sufrimiento de los refugiados sirios no es sino una cubierta hipócrita de su línea socialimperialista. Respecto a Siria, el GI se ha negado a tomar una posición leninista consecuente de que una derrota militar de Washington, incluso a manos de los degolladores del Estado Islámico, coincidiría con los intereses de la clase obrera mundial. Cambiando de posición constantemente sin jamás reconocerlo, estos centristas viscosos se han vuelto los abogados de los agentes locales de Washington, como los nacionalistas kurdos del YPG/PYD.

Fiel a su centrismo, el Grupo Internacionalista llama por la independencia de Quebec, un legado que Norden sustrajo de nuestra organización. Pero establecen los límites de su “independencia”: “La Liga por la IV Internacional lucha por la independencia de Quebec en el marco de una federación de estados obreros de Norteamérica” (The Internationalist, mayo de 2012). En otras palabras: bajo el capitalismo nada de independencia, y nada de república obrera independiente tampoco. Además, aunque el GI argumenta como el buen Rey Salomón contra todos los privilegios nacionales en sus escasos artículos en francés sobre Quebec, se opone a la Ley 101, lo que equivale a defender la asimilación forzosa de los quebequenses.

En cuanto a Puerto Rico, están por la independencia “les guste o no” a las masas puertorriqueñas, como escribió Norden cuando era editor de WV. El desprecio del GI a la voluntad nacional de los puertorriqueños va de la mano con su política proimperialista condescendiente. Así, para el GI los estadounidenses imperialistas blancos pueden decidir el destino de los puertorriqueños sin preocupación alguna por la voluntad nacional de éstos.

En su polémica “Spartacist League: Agrimensores socialistas” (The Internationalist, enero de 2017), el GI nos denuncia como chovinistas respecto a los indígenas estadounidenses por nuestra posición sobre el oleoducto Dakota Access (DAPL): como marxistas no nos oponemos al DAPL ni lo apoyamos, ya que no aconsejamos a la burguesía sobre su política económica. El GI, en contraste, equipara la defensa de los indígenas estadounidenses con el apoyo a todas sus demandas respecto a sus tierras ancestrales, argumentando que sería razonable exigir que se les regrese la extensión entera de tierra que se menciona en el tratado de Fort Laramie de 1851 —una posición liberal y una utopía reaccionaria de regreso a “la madre tierra” que adoptan tanto los ecologistas antioleoducto como los tradicionalistas indígenas (actualmente en un bloque político)—. Es también una negación de la historia colonial de Norteamérica, que destruyó brutalmente la sociedad indígena preexistente y la remplazó con la economía capitalista.

Reconocemos que es imposible regresar al pasado, antes de la destrucción de las sociedades tribales, que estuvo marcada por siglos de violencia abominable, tratados hechos trizas, y el robo de tierras. Como escribió Engels en una carta de 1893:

“Pero la historia es casi la más cruel de las diosas, y conduce su carro triunfal por encima de montones de cadáveres, no sólo en la guerra sino también en el desarrollo económico ‘pacífico’. Y los hombres y las mujeres somos desgraciadamente tan estúpidos que nunca podemos tener valor para realizar un progreso real a menos que nos impulsen a hacerlo sufrimientos que parecen casi desproporcionados”.

—Marx y Engels, Correspondencia

La revolución obrera es necesaria para destrozar el racista sistema capitalista estadounidense y proporcionar las bases materiales necesarias para remediar la miseria de los pueblos indígenas y otras poblaciones oprimidas. Un gobierno obrero ofrecerá a la población indígena la opción entre una integración voluntaria en una sociedad igualitaria o, en la medida de lo posible, autonomía para quienes así lo deseen.

La Tendencia Bolchevique

Nuestra propaganda sobre Quebec mejoró considerablemente después de 1995. Sin embargo, como afirmó la moción de los camaradas de Montreal en la conferencia canadiense de noviembre de 2016: “Entre 1975 y 1995, la sección carecía de un programa leninista sobre la cuestión nacional”. Esta herencia anglochovinista es orgullosamente defendida por la “Tendencia Bolchevique” (TB), una dudosa organización que está obsesionada con la mentira grotesca de que tenemos un “culto al líder” en torno a Jim Robertson. Este grupo se formó con renegados de nuestra organización y lo dirigen el sociópata Bill Logan, quien tuvo un papel prominente en la elaboración de nuestro programa anglochovinista sobre Quebec, y Tom Riley, que se regodea en la defensa de ese chovinismo. Desde 1999 la TB había publicado ya un folleto (Marxism & the Quebec National Question [El marxismo y la cuestión nacional en Quebec]) reivindicando el manto de nuestra posición anterior a 1995 sobre Quebec —¡que se lo queden!—. Este grupo, que por cierto refleja los peores defectos de nuestra organización, representa la genuina continuidad de nuestra política anglochovinista. De hecho, una debilidad clave de nuestras polémicas contra la TB posteriores a 1995 fue la negativa a admitir que este programa era verdaderamente su herencia, creando una falsa distinción entre nuestra línea previa a 1995 y la de ellos. Haberlo admitido nos habría obligado a reconocer el carácter anglochovinista de nuestra política de entonces.

La TB es descaradamente reaccionaria en su defensa de la unidad del estado canadiense. Sus acusaciones de que nuestra línea a favor de la independencia equivale a una posición menchevique-estalinista de “revolución por etapas” no es sino una delgada cubierta al hecho de que, según la lógica de la TB, cualquier llamado por la independencia de una nación oprimida es una traición. De hecho, es la anglochovinista TB la que abraza a la burguesía racista anglófona y defiende la colaboración de clases.

A pesar de nuestra posición formalmente correcta sobre la independencia, los argumentos que afirmaban que la independencia permitiría “sacar la cuestión nacional del orden del día”, con el fin de avanzar la lucha por la “revolución socialista norteamericana”, implicaban que estábamos por la independencia sólo bajo el capitalismo, lo cual nos hizo vulnerables a los argumentos deshonestos de la TB. Ahora, tras esta lucha y nuestro cambio de línea sobre las leyes lingüísticas, seguramente estos charlatanes nos acusarán de capitular al nacionalismo quebequense. Por nuestra parte, estaremos felices de ocasionar a Logan, Riley y cía. una crisis nerviosa cuando los ataquemos con nuestros argumentos por la república obrera de Quebec.

XIII. Misceláneos

La cuestión agraria

Esta conferencia da la bienvenida a las críticas de un camarada respecto a la cuestión agraria en Colombia en el artículo de WV No. 1105 (10 de febrero de 2017). En los países neocoloniales, esta cuestión es central para la aplicación concreta de la revolución permanente, e interseca la cuestión nacional. En Colombia, los grandes terratenientes poseen más del 50 por ciento de la tierra productiva, mientras que los campesinos pobres, que representan el 75 por ciento de los propietarios de tierras, tienen sólo alrededor del 10 por ciento. Esta situación clama por una revolución agraria, pero el artículo desdeña la cuestión campesina.

La cuestión del campesinado es compleja y difiere de un país a otro; debe ser considerada concretamente en cada caso. Lo que es programáticamente apropiado en México no lo es necesariamente en Colombia. En este momento no estamos en condiciones de tomar posición sobre las cuestiones planteadas. Es necesario prestar más atención a esta cuestión en la Internacional y continuar la discusión.