Spartacist (edición en español) Número 39

Agosto de 2015

 

Carta de la LCI a Revolutionary History en 1991

Contra los apologistas reformistas del fascismo ucraniano

La carta que publicamos a continuación apareció originalmente en la prensa de la Spartacist League/Britain, sección británica de la Liga Comunista Internacional, bajo el encabezado “ICL Withdraws from Revolutionary History Editorial Board” (La LCI se retira del Comité de Redacción de Revolutionary History, en Workers Hammer No. 122, abril de 1991). El Comité de Redacción de la revista “apartidista” Revolutionary History (RH), con sede en Gran Bretaña, consiste hoy en una colección de elementos laboristas y estalinófobos. Cuando se lanzó RH en 1988, un representante de la LCI fue parte del Comité de Redacción fundador. Nuestro propósito era colaborar en la investigación documental marxista, una tarea que la Prometheus Research Library (Biblioteca de Investigación Prometeo), sede de los archivos del Comité Central de la Spartacist League/U.S., sigue llevando a cabo hasta el presente. Como documenta la carta, nuestros socios revisionistas en la revista trataron incesantemente de transformarla en un bloque de propaganda sin principios para promover la política antisoviética y proimperialista, lo cual nos obligó a renunciar finalmente del Comité de Redacción en marzo de 1991.

Uno de los factores que precipitaron nuestra ruptura con Revolutionary History fue el entusiasmo de los revisionistas, impulsados por su odio al estado obrero degenerado soviético, con los fascistas ucranianos de Stepan Bandera de la época de la Segunda Guerra Mundial. Envalentonados por la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética en 1991-1992, los banderistas resurgieron en la Ucrania ya capitalista y crecieron a tal grado que se convirtieron en las tropas de choque de las protestas de “Euromaidán” antirrusas, pro-OTAN y pro-Unión Europea (UE) de fines de 2013 y principios de 2014. Advertimos desde el principio contra la presencia ominosa de estos fascistas, organizados en Svoboda y Sector Derecho, y nos opusimos al golpe de estado de febrero de 2014, patrocinado por EE.UU. y la UE, en el que actuaron como punta de lanza.

Hemos defendido los derechos lingüísticos y otros derechos nacionales de los rusos étnicos y la población de habla rusa concentrados en Crimea y en las áreas étnicamente más mezcladas del sur y el oriente de Ucrania. Sobre esta base, apoyamos la presencia militar rusa que permitió a Crimea ejercer el derecho a votar para volver a unirse a Rusia. (Para más información sobre esta cuestión, ver “El golpe en Ucrania: Encabezado por fascistas y respaldado por los imperialistas de EE.UU. y la UE—Crimea es rusa”, suplemento de Espartaco, abril de 2014, y “El régimen de Kiev desata el terror fascista—¡Por el derecho al autogobierno en Donetsk y Luhansk!”, Espartaco No. 41, junio de 2014.) Similarmente, apoyamos la independencia nacional de Chechenia contra los regímenes chovinistas granrusos, primero el de Boris Yeltsin y ahora el de Vladímir Putin.

Habiendo puesto su granito de arena en la promoción de una sangría nacionalista como ariete de la restauración capitalista en la Unión Soviética y los estados obreros deformados de Europa Oriental y Central hace más de dos décadas, ahora los reformistas se alínean detrás de los esfuerzos de los imperialistas de EE.UU. y la OTAN para cercar, aislar y satanizar a Rusia, ahora capitalista. La constante en este historial es la acomodación de los oportunistas a los intereses de sus “propias” clases capitalistas gobernantes.

*   *   *

Londres
22 de marzo de 1991

Al Comité de Redacción de Revolutionary History:

Por medio de la presente les informamos de la decisión de la Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista) de retirarnos del Comité de Redacción de Revolutionary History. La divergencia política entre nosotros y otros miembros del Comité de Redacción, los cuales han sido incapaces de resistirse a utilizar la revista como un vehículo para la política actual, ha llegado al punto de excluir la posibilidad de una participación editorial legítima de nuestra parte. No tenemos intención de actuar como una especie de “conciencia” revolucionaria de elementos cuya pretensión al trotskismo no es más que un barniz superficial que encubre un núcleo capitulador y socialdemócrata moldeado por décadas de desmoralización.

El catalizador inmediato de nuestra decisión es la propuesta de proyecto de nota editorial para el número próximo (Volumen 3, No. 4). El artículo, un intento patético y fatuo de ligar el contenido propuesto (sobre los trotskistas en la Segunda Guerra Mundial) con los sucesos recientes en el Golfo Pérsico (la intentona estadounidense por agarrar reservas petroleras y la subsecuente guerra), ni siquiera menciona el término imperialista, mucho menos distingue entre un conflicto interimperialista y una guerra imperialista de depredación contra una neocolonia. Mientras tanto, la nota define ridículamente la “innovación tecnológica” desde los tiempos de Trotsky como...¡“el misil y el avión caza”!

También se encuentran ustedes profundamente desorientados. Cualquier persona racional (para no decir un marxista) que se preocupe seriamente por el futuro de nuestra especie en el planeta piensa en las armas nucleares y el desastre ecológico, al considerar, por ejemplo, a la clase dominante imperialista estadounidense —que se ha vuelto socialmente sicótica debido al subyacente declive económico del país—, a los sionistas dementes que gobiernan Israel y la inminente amenaza del desmembramiento capitalista de la URSS, con sus muchos miles de misiles nucleares. La serie de preguntas insinceras de la nota editorial tiene el tufo de querer justificar la guerra sucia contra Irak; sus quejas contra el “pacifismo categórico” y la “condena total desde una posición marginal” reflejan la pérdida de la voluntad revolucionaria, la desesperación y la desmoralización ante las muy reales amenazas al futuro de la humanidad. Y por supuesto cierran vituperando contra el estalinismo como la “agencia del sistema dentro del movimiento”, sin siquiera mencionar al principal agente procapitalista dentro del movimiento obrero británico: el Partido Laborista, en cuya estela los estalinistas británicos se han estado arremolinando, con apenas algunas interrupciones breves, desde 1935.

La continua desintegración y el colapso de los regímenes estalinistas en Europa Oriental es lo que condiciona la divergencia política cada vez más amplia entre nosotros y el resto del Comité de Redacción. La caricatura grotescamente anticomunista de Stalin echando una mirada lasciva a Europa Oriental que apareció en la portada de Revolutionary History Volumen 3, No. 1 (el cual nos negamos a distribuir públicamente), el deseo de una buena parte del Comité de Redacción de publicar material nacionalista ucraniano patentemente fascistoide en el mismo número, el intento del editor de encubrir el historial del muy dudoso “antiestalinista” húngaro Michel Varga, también en el mismo número (ver nuestra “Declaración de la LCI” sobre Varga, RH Volumen 3, No. 1, pp. 27-28): éstas son las acciones de quienes hoy aúllan al lado de los lobos imperialistas, vitoreando a los movimientos nacionalistas antidemocráticos que abiertamente amenazan con la contrarrevolución en los estados del Báltico. Semejante “antiestalinismo” no tiene nada en común con el trotskismo, el cual procura movilizar a las clases obreras de Europa Oriental y la Unión Soviética en defensa de las formas de propiedad colectivizada y por su extensión internacional.

Como señalamos en nuestra carta del 10 de julio de 1990 (editada sin nuestro consentimiento y publicada sin fecha en RH Volumen 3, No. 3), el material del Partido Democrático Revolucionario Ucraniano (URDP) propuesto para su publicación en RH era claramente fascistoide sobre la base de la evidencia interna. El uso del término “desorientación” sería demasiado amable para individuos tan cegados por su estalinofobia que no pueden ver que la oración con que cerraba el artículo “Bonapartismo bolchevique” de A. Babenko [Iván Maistrenko] (“¿Encontrará Europa la fuerza y sabiduría internas para defender su derecho de primogenitura y su prioridad contra el Moscú semiasiático?”) exhibe una mentalidad fascista occidental clásica. Pero nos parece increíble que se defienda tal diatriba por medio de referencias a los escritos de Marx y Engels, como hace Chris Ford en su carta en Revolutionary History Volumen 3, No. 3 (primavera de 1991). La Rusia de la que escribieron Marx y Engels había sido gobernada por el zarismo durante siglos; unos cuantos años más tarde quedó claro, al menos para Lenin, que Rusia había sido lanzada al camino del desarrollo capitalista, y para Trotsky que ello significaría la empresa capitalista en su forma más avanzada. Las revoluciones de febrero y octubre de 1917 emergieron de la contradicción entre una Rusia atrasada y autocrática y las nuevas economía y clases sociales en desarrollo. La mayoría del Comité de Redacción parece conformarse con dejar que Chris Ford diga la última palabra sobre el tema; no queremos ser parte de un Comité de Redacción en el que lo anterior tenga que debatirse.

Entre 1949 y 1953, el Workers Party (WP, Partido Obrero) estadounidense de Max Shachtman y (durante un breve periodo en 1950-1951) el Socialist Workers Party (SWP, Partido Obrero Socialista) estadounidense de James Cannon actuaron como agentes de publicidad del URDP, para su vergüenza y posterior bochorno. Lo más que puede decirse del Workers Party en este sentido es que el haber publicado artículos que saludaban el asesinato del general soviético Vatutin en medio de la Segunda Guerra Mundial (uno de los cuales se propuso para publicación en Revolutionary History) al menos era consecuente con su negativa a defender a la Unión Soviética contra Hitler. Más aún, el apoyo de los shachtmanistas a los nacionalistas ucranianos presagió su liquidación en el Partido Socialista de la Guerra Fría en 1958. En cualquier caso, ni el WP ni el SWP hicieron distinción alguna entre el URDP y el Ejército Ucraniano Insurgente (UPA), distinción en la que Chris Ford insiste. Ambos presentaron al UPA como una especie de brazo clandestino del URDP y ambos saludaron acríticamente la guerra de guerrillas del UPA contra el régimen estalinista. El periódico del WP, Labor Action, publicó informes regulares de la actividad del UPA; la edición del 6 de noviembre de 1950, por ejemplo, expresó su duelo por la muerte del general del UPA Taras Chuprinka (Roman Shujevich).

El UPA se fundó en 1940 en el occidente de Ucrania recién ocupado por los soviéticos; su fundación se dio en colaboración con la Wehrmacht explícitamente para combatir al Ejército Rojo. Es bien sabido que todas las alas del nacionalismo burgués ucraniano colaboraron con Hitler cuando éste invadió Ucrania en 1941. Los nazis pronto dejaron claro que no tenían mucha consideración por los eslavos, a quienes consideraban subhumanos, y menos aún por la independencia de Ucrania; el sentimiento nacionalista rápidamente se volvió contra ellos. No obstante, el UPA pasó más tiempo combatiendo a los partisanos rojos antifascistas soviéticos que a los alemanes, incluso según la servil apología de los nacionalistas escrita por John Armstrong, Ukrainian Nationalism (Nacionalismo ucraniano, Columbia University Press, 1963). Armstrong dice que el ala de Stepan Bandera en la Organización de Nacionalistas Ucranianos (la OUN-B) dominaba el UPA para el otoño de 1942; suponemos que las fuerzas de Bandera son la presunta ala “izquierda” del nacionalismo ucraniano a la que se refiere Chris Ford. Antes de que los banderistas tomaran control del UPA, este último había estado colaborando con los remanentes del gobierno ucraniano en el exilio de S. Petliura.

Armstrong nunca menciona el hecho de que el fanatismo antijudío y los pogromos contra los judíos eran característicos de las fuerzas blancas nacionalistas ucranianas de Petliura, las cuales masacraron a decenas de miles de judíos durante la Guerra Civil Rusa. Petliura ha sido el héroe del nacionalismo burgués ucraniano desde entonces, y Armstrong no puede evitar el uso de una cita que dice mucho acerca del nacionalismo ucraniano después de 1941:

“Independientemente de nuestra actitud negativa respecto a los judíos, que son un arma del imperialismo moscovita-bolchevique, nos parece inoportuno en la etapa actual de la situación internacional tomar parte en acciones antijudías, para no convertirnos en una herramienta ciega en manos extranjeras y para no desviar la atención de las masas respecto de quiénes son los enemigos principales”.

—Conferencia de la OUN-B, 1942

También les pareció inoportuno a los nacionalistas ucranianos mencionar la restauración capitalista después de que las masas ucranianas pasaron por la experiencia del asesinato en masa y el saqueo durante la ocupación nazi. Después de 1942, la mayoría de las organizaciones nacionalistas ucranianas (con la posible excepción de los monarquistas) cambiaron la tonada para evitar perder todo rastro de credibilidad; el UPA empezó a hablar de propiedad socializada e incluso de una “sociedad sin clases”. Chris Ford proporciona todas las citas.

Pero el carácter social de las fuerzas de Bandera nunca dejó de ser fascista. Mijaíl Baitalsky, un trotskista ucraniano judío encarcelado en Vorkuta con algunas de las fuerzas de Bandera a principios de los años 50, describe ese ubicuo fanatismo antijudío en la entrega de sus memorias que acaba de aparecer en el número de marzo del Bulletin in Defense of Marxism (Boletín en defensa del marxismo). También escribe de lo que se enteró respecto a las actividades de los “partisanos” de Bandera:

“En los meses en los que estuvimos en los alrededores de Kovel, me enteré de la suerte de varios pueblitos y asentamientos cercanos. No hablaré de lo que aconteció a los judíos locales; pueden imaginárselo. Pero ahí vivían también polacos. Las fuerzas de Bandera descuartizaron, una tras otra, a todas las familias polacas que no lograron esconderse. Las masacraron no con armas de fuego, sino con sables. Obtenían placer al despedazar niños ajenos con sus propias manos y masacrar mujeres. Las ucranianas que vivían en esas aldeas me lo contaron”.

El UPA colaboró con los alemanes hasta el final de la guerra, y uno sólo puede sentir escalofríos al imaginar la probable naturaleza de su actividad guerrillera antisoviética después de la guerra. Armstrong informa que hicieron un blanco especial de los presidentes de las nuevas granjas colectivas. Huelga decir que tenían escaso apoyo popular. Para 1947, la mayor parte de las unidades del UPA habían escapado hacia los brazos expectantes de las fuerzas de inteligencia occidentales. Para 1950 a duras penas tenían fuerzas operativas en Ucrania. Kim Philby informa (en My Silent War [Mi guerra silenciosa]) que el mantener el apoyo a Bandera era fuente de controversia entre el MI6 [el servicio de inteligencia británico] y la CIA a principios de los años 50; afortunadamente, Philby estuvo en posición de echar a perder los intentos, tanto de la CIA como del MI6, de proporcionar ayuda concreta a las bandas de Bandera.

En lo que concierne a Iván Maistrenko, fue parte de la tendencia borotbista del nacionalismo de izquierda ucraniano, la cual fue ganada al Partido Bolchevique a principios de los años 20. Maistrenko quizá haya sido un comunista genuino alguna vez, pero tras haber unido fuerzas con el UPA, no era más que un insignificante agente de publicidad y rabo de izquierda del fascismo banderista. En 1948 su URDP se unió al Consejo General Ucraniano (la Rada) formado en Múnich, sede de las agencias de inteligencia occidentales antisoviéticas y de todos sus parásitos de las “naciones cautivas”. La delgada capa ideológica marxista del URDP nunca engañó a nadie, excepto a unos cuantos otrora trotskistas, cegados por su propia estalinofobia.

Mijaíl Baitalsky no saludó a los banderistas como compañeros de lucha contra Stalin; no podemos ser parte de un Comité de Redacción que se alía con los virtuales equivalentes de Bandera en la Unión Soviética hoy día.

Sin embargo, naturalmente nuestros miembros al nivel internacional querrán leer el material documental de interés que ustedes lleguen a producir, lo cual fue la razón de nuestra participación inicial en el Comité de Redacción de Revolutionary History.

Fraternalmente,
Alastair Green
por la Liga Comunista Internacional