Spartacist (edición en español) Número 38 |
Diciembre de 2013 |
Carta de Fiódor Dingelstedt
La siguiente carta a Trotsky se publica con la autorización de la Houghton Library, Universidad de Harvard (MS Russ 13 [T2755]). Esta versión en español se basa en la traducción del ruso publicada en Spartacist (Edición en inglés) No. 63, invierno de 2012-13.
11 de octubre de 1928
Estimado camarada Lev Davídovich:
Hace apenas unos días recibí el capítulo III, y luego (por otros medios) el capítulo I de la “Crítica”. Fue un gran placer. El capítulo III rebosa de argumentos preciosos contra las posiciones pequeñoburguesas sobre la experiencia de la Revolución China, lo cual nos gustó particularmente. Lo estamos estudiando en conexión con las críticas de los errores de Rádek. Además, en mi opinión este capítulo predetermina la respuesta a la cuestión de la asamblea constituyente en China. De hecho, en él leemos que:
1) La Revolución de Febrero había sucedido en China en 1911.
2) No ha habido ni habrá otra dictadura “democrática” que la dictadura del Guomindang en 1925.
3) Para avanzar hacia la genuina solución de las tareas democrático-burguesas de la revolución se requiere la concentración de todo el poder en las manos del proletariado.
4) Para ello (para la Revolución China), la fórmula de la dictadura democrática es definitivamente obsoleta.
5) La primera etapa de la inminente dictadura del proletariado y los pobres rurales chinos debe llenarse del contenido social de una revolución democrático-burguesa.
Estas brillantes y concisas tesis deben formar el fundamento de la sección pertinente del programa de la Comintern. Creo que usted también escribió todo esto con el mismo objetivo. Estas tesis no pueden mantenerse en reserva hasta el día en que llegue una situación revolucionaria, para entonces sacarlas y usarlas en la arena política.
Si ése es el caso, si en verdad no podemos, ni debemos, ocultar nuestras opiniones sobre las perspectivas de la Revolución China, ¿cuál es el propósito de la consigna de la asamblea constituyente?
¿Podemos dividir la atención del proletariado simultáneamente entre la lucha por una asamblea constituyente democrática de todas las clases y la lucha por la dictadura proletaria que en China se avista en el futuro inmediato?
¿Podemos aceptar la idea de que la consigna por una asamblea constituyente tendrá la más mínima importancia real en el sentido de neutralizar siquiera a una parte de la burguesía, cuando ésta no sólo ha pasado por su etapa de Febrero, sino que ha llevado a cabo ya su Octubre?1
¿Podemos contar con la idea de que el proletariado y los pobres rurales apoyarán esta consigna, dado que todo el periodo previo de lucha revolucionaria ha conducido lógicamente a la consigna de soviets, y dado que el sentido entero de esta lucha ha conducido al hecho de que la asamblea constituyente ya ha sido dispersada por adelantado?
Recibí hoy su postal del 27 de septiembre. En ella, plantea Ud. que en China hoy no hay revolución, que la revolución ha retrocedido en China más lejos que en la India2, y que las cuestiones “constitucionales” pasan inevitablemente al primer plano. Me temo que plantear así la cuestión puede conducirlo a las junglas de las ilusiones constitucionales. No cabe duda de que nuestros camaradas chinos, durante un periodo de tiempo transitorio, tendrán que encontrar consignas distintas de las que movilizan a las masas por la consecución de la meta final. También tienen que encontrar consignas que reflejen las exigencias cotidianas menores de las masas; de ser posible, deben incluso entrar al parlamento, sin desdeñar ningún marco legal.
Pero nada de esto incide en la consigna por una asamblea constituyente, porque no se trata de una consigna constitucional, sino de una revolucionaria (excepto que se la ha tomado de la época de las revoluciones burguesas). Sería ilusorio pensar que la consigna por la destrucción de un orden existente, parlamentario o de cualquier otro tipo, mediante una asamblea constituyente podría realizarse de modo pacífico, “constitucional”. El establecimiento de un nuevo orden sólo es posible tras una revolución y como resultado de la revolución. Por supuesto, puede señalarse que nos resultó útil convocar, en el momento oportuno, la Asamblea Constituyente en 1917, pero ello tuvo lugar precisamente en un contexto revolucionario.
Es por ello que la consigna de la asamblea constituyente en una época de reacción no tiene mayor significación política real que la consigna por soviets, sino que, al contrario, en las condiciones concretas de China, se reduce a nada e incluso debe de tener un valor negativo.
Éstas son las opiniones que quería exponer, además de lo que he dicho ya anteriormente.
En cuanto al primer capítulo de la “Crítica”, puede decirse ahora que Bujarin y Stalin, con todos sus “pupilos”, están contra la pared de una vez y para siempre: ningún prestidigitador que manipule citas podrá jamás decir algo inteligente en defensa de la teoría del socialismo en un solo país. Este capítulo contiene una clarificación definitiva de la cuestión, sobre la cual Zinóviev, en su momento, hizo más por confundir que por aclarar, incapaz de entender lo que Lenin había dicho al respecto.
No tenemos por ahora completo “¿Y ahora?”; lo recibimos por partes, entre largos intervalos. Esperamos impacientemente su balance completo del trabajo del Congreso.
Saludos a L.L. [León Sedov, el hijo de Trotsky]
Un firme apretón de manos.
Cordialmente,
F. Dingelstedt
1. No repetiré la pregunta relacionada que le envié en una de mis cartas previas: ¿es posible engañar a la burguesía mediante una asamblea constituyente?
2. De ninguna manera puedo estar de acuerdo con esto tampoco. ¿Podría haberse dicho pues que en Rusia, después de 1907, la revolución había retrocedido más allá que, digamos, en la China de entonces?