Spartacist (edición en español) Número 37 |
Febrero de 2012 |
Prefacio a la Declaración de principios de la LCI
Traducido de Spartacist (Edición en inglés) No. 62, primavera de 2011.
La VI Conferencia de la Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista), llevada a cabo a finales de 2010, votó hacer varias enmiendas a la “Declaración de principios y algunos elementos de programa” de la LCI adoptada en la III Conferencia de la LCI en 1998. Al presentarlas en forma de prefacio en vez de una edición revisada de la Declaración, seguimos la práctica de nuestros predecesores marxistas al abordar extensiones o adiciones necesarias de documentos históricos del movimiento obrero revolucionario.
La principal de las enmiendas es la posición adoptada en la V Conferencia de la LCI en 2007 de oponernos por principio a postular candidatos para puestos ejecutivos en el estado capitalista. Ésta es una extensión lógica de la posición expresada en el Punto 11 de la Declaración de principios: “Gobiernos parlamentarios formados por partidos obreros reformistas (‘partidos obreros burgueses’, como los definió Lenin) son gobiernos capitalistas que administran el dominio capitalista”. La línea divisoria fundamental entre reforma y revolución es la actitud hacia el estado burgués, es decir, la posición reformista de que se puede tomar el aparato estatal existente y administrarlo en interés de los obreros, contra el entendimiento leninista de que el aparato del estado capitalista debe ser aplastado a través de la revolución proletaria. Si bien los marxistas pueden contender por curules en cuerpos parlamentarios burgueses y servir en ellos como oposicionistas, procurando usar sus puestos como tribuna para la propaganda revolucionaria, el problema con contender por puestos ejecutivos —aun cuando se afirme de antemano que no se aceptarían tales puestos en caso de ser elegidos, como hacíamos antes de 2007— es que da legitimidad a las concepciones reformistas predominantes acerca del estado. Nuestro artículo “¡Abajo los puestos ejecutivos del estado capitalista! Los principios marxistas y las tácticas electorales” (Spartacist No. 36, noviembre de 2009) elaboró el desarrollo histórico de este entendimiento, indicando cómo se diferencia de la práctica de nuestros predecesores leninistas y trotskistas, una práctica que resultó, en cierta medida, de una discusión parcial y confusa sobre la cuestión del parlamentarismo en el II Congreso de la Internacional Comunista (IC) en 1920. Como el documento de la V Conferencia de la LCI señaló: “Al adoptar la posición contra postularnos para puestos ejecutivos, estamos reconociendo y codificando lo que debe verse como un corolario a El estado y la revolución y La revolución proletaria y el renegado Kautsky de Lenin, que en realidad son los documentos de fundación de la III Internacional… Así, seguimos completando el trabajo teórico y programático de los cuatro primeros congresos de la IC”.
Una segunda adición a la Declaración es la inclusión de Laos como uno de los estados obreros burocráticamente deformados que quedan, junto con China, Corea del Norte, Vietnam y Cuba. Durante la Guerra de Vietnam, en contraposición a todas las variantes del pacifismo pequeñoburgués, el colaboracionismo de clases y el nacionalismo estalinista, levantamos el llamado: “¡Toda Indochina debe volverse comunista!” La toma de Saigón el 30 de abril de 1975 por las fuerzas de la República Democrática de Vietnam (del Norte) y el Frente Nacional de Liberación sudvietnamita significó la victoria de la Revolución Vietnamita contra el imperialismo estadounidense y su régimen títere burgués-terrateniente en el sur de Vietnam. Cuando la insurgencia guerrillera Pathet Lao, dirigida por estalinistas y basada en el campesinado, ganó el poder estatal en Laos varias semanas después, escribimos en la prensa de la juventud de la Spartacist League/U.S.: “Con sus relaciones de producción tribales predominantemente feudales y hasta prefeudales, un estado laosiano establecido por los estalinistas tendería a apoyarse en el carácter social de los vecinos y más avanzados estados obreros deformados de Vietnam y China, y a adoptar dicho carácter” (Young Spartacus No. 33, junio de 1975). Sin embargo, en los años subsecuentes, no codificamos el entendimiento de que Laos es, y ha sido desde la victoria de la Revolución Indochina, un estado obrero deformado. Los comunistas laosianos siempre tuvieron vínculos estrechos con los de Vietnam. Una vez en el poder, los estalinistas laosianos procedieron a establecer un régimen basado en formas proletarias de propiedad, en conjunción con el relativamente más poderoso y económicamente avanzado estado obrero deformado de Vietnam y bajo la influencia de éste.
Enfatizando correctamente la importancia central de la lucha contra la contrarrevolución capitalista en la Unión Soviética, la tierra natal de la Revolución de Octubre, el Punto 3 de la Declaración señala “nuestra intervención activa por la reunificación revolucionaria de Alemania” en 1989-90. Nuestra lucha por una revolución política proletaria contra las fuerzas finalmente ascendentes de la reunificación capitalista con Alemania Occidental representó la mayor y más sustancial intervención en la historia de nuestra tendencia. Como señalamos en nuestra evaluación de la intervención en la RDA [Alemania Oriental] en el documento de la II Conferencia de la LCI de 1992 (Spartacist No. 25, julio de 1993): “Aunque condicionada por la desproporción de las fuerzas, había de hecho una competencia entre el programa de revolución política de la LCI y el programa estalinista de capitulación y contrarrevolución”.
También aprovechamos esta oportunidad para resumir correcciones previamente codificadas de varias afirmaciones impresionistas en la Declaración de principios. La referencia a “la contrarrevolución de las ‘reformas de mercado’ en China” en el Punto 3 confunde la introducción de tales medidas con la inminencia de la contrarrevolución capitalista. Similarmente, argumentamos que la burocracia estalinista china “se orienta a la destrucción total de la industria estatal, planteando así el desmantelamiento de lo que queda de la economía planificada del estado obrero deformado”. De hecho, a pesar de las incursiones masivas de propiedad capitalista, China sigue siendo un estado obrero deformado cuyo núcleo económico industrial y financiero se basa en la propiedad colectivizada estatal. Siendo una casta frágil y parasitaria que descansa sobre la propiedad socializada, la burocracia estalinista es incapaz de llevar a cabo una restauración del capitalismo fría y gradual desde arriba. Sin embargo, tarde o temprano la burocracia se fracturará, planteando a quemarropa las alternativas de restauración capitalista o revolución política proletaria.
La Declaración (en el Punto 7) también exagera la importancia de las corrientes centristas, anarquistas y sindicalistas en el periodo postsoviético. Cuando Trotsky escribió “El centrismo y la IV Internacional” en 1934, la radicalización dentro del movimiento obrero, resultado de la Gran Depresión, y la bancarrota de la Comintern estalinizada ante el ascenso de Hitler al poder en 1933 generaron corrientes centristas de izquierda significativas en los partidos socialdemócratas. En contraste, hay poco en el espectro político actual que sea clásicamente centrista, es decir, organizaciones en movimiento político que rompen con el reformismo hacia la izquierda o con la política revolucionaria hacia la derecha en dirección al reformismo. La aplastante mayoría de nuestros oponentes en la izquierda son hoy reformistas comprobados, oponentes del movimiento obrero revolucionario internacionalista. Asimismo, el sello político de los anarquistas de hoy, quienes son de hecho pequeñoburgueses liberales, no es el asco provocado por las traiciones parlamentaristas y colaboracionistas de clases del estalinismo y la socialdemocracia, sino el anticomunismo ferviente. Tampoco hay en el movimiento obrero de hoy algo parecido a una corriente sindicalista genuinamente antiparlamentaria y revolucionaria, como sí lo había en la época de la Revolución Rusa.
Finalmente, señalamos que es un tanto desorientador y ahistórico decir que “el que el Partido Bolchevique no reconociera explícitamente la confirmación de la teoría de la revolución permanente de Trotsky con la Revolución de Octubre y el que no repudiara explícitamente la ‘dictadura democrática del proletariado y el campesinado’ se convirtió después en un instrumento de las fuerzas que habrían de posar como la ‘vieja guardia’ bolchevique (ej., Stalin) para atacar a Trotsky” (Punto 10). En primer lugar, en el Partido Bolchevique, durante el periodo de la dirigencia de Lenin, generalmente se reconocía que la revolución se había ajustado a la teoría de la revolución permanente de Trotsky y la perspectiva acorde que impulsó Lenin en sus “Tesis de abril” de 1917. Más aún, es idealista suponer que los revolucionarios pueden, simplemente a través de la codificación de una teoría correcta, cerrar un “conducto” para el revisionismo en un periodo reaccionario posterior. Como Trotsky subsecuentemente explicó en La revolución desfigurada, al lanzar un ataque contra el “trotskismo” (es decir, los principios internacionalistas de Octubre) en 1924, nada que él o Lenin habían escrito o hecho en 1917 restringió a la conservadora y burocrática “vieja guardia”. Trotsky señaló después que la reacción termidoriana “ha vencido a todos sus adversarios —la oposición, el partido de Lenin—, no por medio de argumentos y de ideas, sino aplastándolos bajo su propio peso social. El último vagón fue más pesado que la cabeza de la revolución” (La revolución traicionada [1936]).
A diferencia de los antiguos estalinistas y otros revisionistas —a quienes hoy se unen numerosos diletantes y bandidos políticos que se ocultan tras la realidad virtual del ciberespacio— que alternan posiciones programáticas contradictorias e incluso supuestos principios para acomodarse a apetitos oportunistas cambiantes, los marxistas auténticos valoramos la continuidad revolucionaria y la consistencia programática. Por eso, de manera única entre las organizaciones de izquierda, la LCI hace disponibles tomos empastados de nuestras publicaciones anteriores. Nos esforzamos por indicar franca y explícitamente cuando hemos refinado o rechazado, a la luz de la experiencia subsecuente o una nueva investigación, posiciones anteriores como inadecuadas o incorrectas. Este enfoque es central a nuestra responsabilidad de actuar como guardianes de la memoria colectiva del proletariado internacional.
—Diciembre de 2010