Spartacist (edición en español) Número 35 |
Agosto de 2008 |
De los archivos del marxismo
El comunismo y las mujeres de Oriente
(Mujer y Revolución)
TRADUCIDO DE SPARTACIST (EDICIÓN EN INGLÉS) NO. 60, OTOÑO DE 2007
Publicamos a continuación un discurso dado en abril de 1924 por León Trotsky, codirigente con V.I. Lenin de la Revolución Bolchevique de 1917, en celebración del tercer aniversario de la fundación de la Universidad Comunista para los Trabajadores de Oriente en Moscú. Las masas de Asia vieron en la primera revolución proletaria del mundo un faro para sus propias luchas contra la subyugación imperialista y la opresión inescapable. La extensión del poder bolchevique al Asia Central —anteriormente bajo el dominio del imperio zarista y las tiranías islámicas locales— llevó a esta región sumida en la ignorancia la promesa de una transformación social masiva, especialmente la liberación de la mujer de una vida de extrema degradación, cubierta con el velo y comprada y vendida en matrimonio como esclava.
Incluso en los países capitalistas avanzados, donde la mujer ha alcanzado cierta medida de igualdad formal, la opresión de la mujer no puede ser erradicada mediante la legislación. La opresión de la mujer tiene origen en la sociedad de clases misma y sólo puede ser arrancada de raíz mediante la destrucción de la propiedad privada de los medios de producción. La familia, la principal fuente para la opresión de la mujer en la sociedad de clases, no puede ser abolida, debe ser remplazada por la socialización del cuidado de los niños y el trabajo doméstico. La abundancia material necesaria para desarraigar la sociedad de clases y liberar a la mujer y la juventud de los embrutecedores confines de la institución de la familia requiere los más altos niveles tecnológicos y científicos sobre la base de una sociedad socialista planificada al nivel internacional. Para desatar el potencial revolucionario de la lucha por la emancipación de la mujer es necesaria la dirección de un partido de vanguardia proletario armado con una visión amplia y nueva de un orden social de igualdad y libertad.
En los países de desarrollo capitalista atrasado, esta lucha es una fuerza motriz particularmente poderosa para la revolución social. En tales sociedades, la aguda opresión de la mujer está profundamente enraizada en la “tradición” precapitalista y el oscurantismo religioso, condiciones que son reforzadas por la subyugación imperialista. En áreas como el Asia Central, donde el proletariado era prácticamente inexistente, los bolcheviques creían que la mujer podría desempeñar un papel auxiliar como “proletariado sustituto” en la lucha del estado obrero por romper las cadenas del feudalismo y empezar la transformación del orden social primitivo, lo cual era posible sólo mediante la industrialización a gran escala. Los bolcheviques lucharon por extender la revolución proletaria al nivel internacional, especialmente hacia las avanzadas economías capitalistas de Europa.
Si bien los bolcheviques no podían abolir de golpe las opresivas instituciones musulmanas, emprendieron un trabajo sistemático entre las mujeres musulmanas. Las dedicadas y heroicas miembros del Zhenotdel (la comisión bolchevique para el trabajo entre las mujeres) vestían el velo para conocer mujeres musulmanas y explicarles las leyes y metas de la nueva república soviética. Este trabajo fluyó de la política de formar cuerpos especiales del partido para llevar a cabo trabajo entre las mujeres con el objetivo de ganarlas a la causa socialista.
Para cuando Trotsky dio su discurso, una casta burocrática conservadora, dirigida por Stalin, estaba ya empezando a consolidar su control sobre el Partido Bolchevique y la Internacional Comunista (IC), lo cual habría de encontrar expresión programática a finales de 1924, conforme la burocracia estalinista impulsaba el dogma antimarxista de construir el “socialismo en un solo país”. A través de su fútil búsqueda de acomodación al imperialismo y su oposición a la revolución internacional, la burocracia minó las conquistas de la revolución y, finalmente, abrió las puertas a la contrarrevolución capitalista. La destrucción final de la Revolución de Octubre en 1991-92 ha ocasionado enorme pobreza y desesperación por toda la antigua Unión Soviética, arrastrando a las repúblicas del Asia Central de regreso a su degradante pasado y alimentando el resurgimiento del fundamentalismo islámico ahí y en otras sociedades predominantemente musulmanas, así como la reacción política y religiosa en los países imperialistas. [Ver: “De Berlín Oriental a Tashkent: La contrarrevolución capitalista pisotea a las mujeres”, Espartaco No. 5, primavera de 1994, y Espartaco No. 7, invierno de 1995-96.]
La Revolución de Octubre verificó la teoría de la revolución permanente de Trotsky para Rusia: que sólo la dictadura del proletariado, apoyada en las masas campesinas y en lucha por extender el dominio proletario a los centros imperialistas, podría llevar a cabo las tareas históricas de las revoluciones burguesas de los siglos XVII y XVIII —por ejemplo, la revolución agraria y la democracia política—. En 1924, Trotsky aún no había generalizado este concepto de la Rusia zarista —una potencia imperialista económicamente atrasada— a países coloniales y semicoloniales incluso más atrasados económicamente, donde el proletariado había sólo empezado a emerger durante y después de la Primera Guerra Mundial. Así, si bien alertaba en su discurso contra el peligro de que los nacientes partidos comunistas de Oriente actuaran como correa de transmisión para el nacionalismo burgués, Trotsky hablaba también del papel progresista de algunos partidos nacionalistas burgueses, como el Guomindang chino.
Sin embargo, Trotsky se opuso a la entrada del Partido Comunista Chino (PCCh) al Guomindang —pues significaba subordinar la revolución proletaria a una formación burguesa— cuando la cuestión se planteó en el Buró Político del Partido Comunista Ruso en 1923. Cuando la IC, bajo la dirección de Stalin y Zinóviev, ordenó después al PCCh liquidarse totalmente en el Guomindang, Trotsky también luchó contra ello. La liquidación del PCCh preparó el camino para la desastrosa derrota de la Revolución China de 1925-27 (ver: “Los orígenes del trotskismo chino”, Spartacist No. 28, enero de 1998). Trotsky sacó las lecciones de esa derrota y generalizó a otros países atrasados su teoría de la revolución permanente en contraposición al esquema menchevique-estalinista de la “revolución por etapas”, el cual subordinaba el proletariado a la burguesía en la “etapa democrática”. Además, Trotsky categóricamente declaró que los partidos comunistas nunca deben entrar en partidos burgueses o pequeñoburgueses. La reevaluación que hizo el propio Trotsky de esta cuestión subraya la necesidad de valorar críticamente la historia del movimiento marxista. [Ver: “El desarrollo y la extensión de la teoría de la revolución permanente de León Trotsky”, Espartaco No. 29, primavera de 2008.]
La siguiente traducción es nuestra y se basa en la versión en inglés publicada en Spartacist (Edición en inglés) No. 60, otoño de 2007. Dicha versión en inglés es una reimpresión de la versión publicada por New Park Publications [Londres] en 1973 con el título Perspectives and Tasks in the East [Perspectivas y tareas en Oriente], con correcciones factuales, así como cambios de redacción de frases confusas para hacerlas corresponder al original ruso. Estas correcciones han sido reproducidas entre corchetes; los puntos suspensivos aparecen como en el original. Una traducción al español diferente y parcial fue publicada con el título “Perspectivas y tareas en el Lejano Oriente” en La era de la revolución permanente (antología de escritos básicos) (México: Juan Pablos Editor, 1973) y en La segunda revolución china (notas y escritos de 1919 a 1938) (Bogotá: Editorial Pluma, 1976).
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Camaradas, he recibido del buró de su célula documentos que esbozan el trabajo de su universidad durante tres años. A petición mía, los camaradas marcaron los puntos más esenciales con un lápiz rojo, facilitando así considerablemente la tarea de familiarizarme con los documentos porque —y no sé cómo decirlo— ya sea para mi vergüenza o en mi detrimento, no he tenido oportunidad de seguir de cerca el trabajo de su universidad ni día a día ni mes a mes, un trabajo que tiene una importancia excepcional e histórico-mundial —sin exagerar en absoluto, como es común en la ocasión de aniversarios—.
Camaradas, aunque en las celebraciones de aniversarios no se acostumbra meterse en discusiones teóricas, permítaseme, sin embargo, hacer unas cuantas observaciones generales para apoyar mi afirmación de que su universidad no es una mera institución educativa, aun siendo revolucionaria, sino que forma una palanca de importancia histórico-mundial.
Todo el movimiento político y cultural de hoy en día se apoya en el capitalismo; ha surgido, crece de él y lo ha superado. Pero, hablando esquemáticamente, el capitalismo tiene dos facetas: el capitalismo de las metrópolis y el capitalismo de las colonias. El modelo clásico de una metrópolis es la Gran Bretaña, que actualmente está encabezada por el llamado gobierno "laborista" de [Ramsay] MacDonald. En lo que se refiere a las colonias, dudaría en decir cuál de ellas es la más típica en cuanto a colonia: podría ser la India, una colonia en el sentido formal, o China, que preserva la apariencia de independencia y, sin embargo, tanto por su posición mundial como por el curso de su desarrollo, pertenece al tipo colonial. La Gran Bretaña es la sede del capitalismo clásico. Marx escribió su obra El capital en Londres, mediante su observación directa del desarrollo del país más avanzado del mundo; ustedes deben saber esto, aunque no recuerdo en qué año lo estudian... En las colonias, el capitalismo no se desarrolla a partir de sus propios fragmentos, sino como una intrusión del capital extranjero. Esto es lo que crea los dos tipos distintos. ¿Por qué es MacDonald, para ponerlo en términos no muy científicos pero sí bastante precisos, por qué es MacDonald tan conservador, tan limitado y tan estúpido?
Porque la Gran Bretaña es la tierra clásica del capitalismo; porque en ella el capitalismo se desarrolló orgánicamente a partir de la artesanía, pasando por la manufactura, hasta la industria moderna, paso a paso, por un camino "evolutivo"; y entonces los prejuicios de ayer y de anteayer, los prejuicios del pasado y de los siglos anteriores, toda la basura ideológica de las épocas se puede encontrar dentro del cráneo de MacDonald (aplausos). A primera vista, hay aquí algo de contradicción histórica: ¿por qué Marx apareció en Alemania, en el más atrasado de los grandes países de Europa en la primera mitad del siglo XIX, sin contar a Rusia por supuesto? ¿Por qué Marx apareció en Alemania y Lenin apareció en Rusia en la frontera de los siglos XIX y XX? ¡Una contradicción simple y llana! ¿Pero cuál es su naturaleza? Su naturaleza se explica mediante la llamada dialéctica del desarrollo histórico. En la forma de la maquinaria británica y en la forma de la tela de algodón británica, la historia creó el factor de desarrollo más revolucionario. Pero esta maquinaria y estos textiles se procesaron y se crearon mediante una transición histórica prolongada y lenta, paso a paso, mientras la conciencia humana permanecía en general terriblemente conservadora.
Cuando el desarrollo económico procede lenta y sistemáticamente le tiende a ser difícil penetrar los cráneos humanos. Los subjetivistas e idealistas generalmente dicen que la conciencia humana, el pensamiento crítico, etc., remolcan la historia, así como los remolcadores arrastran las barcazas. Esto no es cierto. Ustedes y yo somos marxistas y sabemos que la fuerza motriz de la historia la constituyen las fuerzas productivas, que hasta ahora han tomado forma a espaldas de la humanidad, y por lo cual tiende a encontrar mucha dificultad para abrirse paso a través de los cráneos conservadores de los seres humanos para encender la chispa de una nueva idea política, especialmente —permítaseme repetir— si el desarrollo sucede lenta, orgánica e imperceptiblemente. Pero cuando las fuerzas productivas de una metrópolis, de un país de capitalismo clásico, como la Gran Bretaña, invaden países más atrasados, como Alemania en la primera mitad del siglo XIX y en nuestro caso en la línea divisoria de los siglos XIX y XX y hoy día en Asia; cuando los factores económicos se imponen de un modo revolucionario, rompiendo el orden antiguo; cuando el desarrollo sucede de manera no gradual ni "orgánica" sino mediante terribles convulsiones y abruptos cambios en las viejas capas sociales, entonces el pensamiento crítico encuentra su expresión revolucionaria de manera incomparablemente más fácil y rápida, siempre y cuando existan previamente, por supuesto, los requisitos teóricos necesarios para ello. Por eso Marx apareció en Alemania en la primera mitad del siglo XIX; por eso Lenin apareció aquí y por eso podemos observar a primera vista el hecho paradójico de que en el país con el capitalismo más desarrollado, antiguo y reverenciado de Europa, la Gran Bretaña, tenemos el partido “laborista” más conservador. Mientras que, por otro lado, en nuestra Unión Soviética, un país extremadamente atrasado económica y culturalmente hablando, tenemos —y lo digo abiertamente, pues es un hecho— el mejor partido comunista del mundo (aplausos).
Debe señalarse que en cuanto a su desarrollo económico, Rusia está a medio camino entre una metrópolis clásica como la Gran Bretaña y un país colonial como la India o China; y lo que distingue a nuestra Unión Soviética de la Gran Bretaña en cuanto a vías y formas de desarrollo se muestra aún más nítidamente en el desarrollo de los países de Oriente. En estos últimos, el capitalismo invade en la forma de capital financiero extranjero. Arroja maquinaria en esos países, sacudiendo y socavando la antigua base económica, y sobre sus ruinas erige la Torre de Babel de una economía capitalista. La acción del capitalismo en los países de Oriente no es gradual ni lenta ni “evolutiva”, sino abrupta y catastrófica —en efecto, en muchos casos mucho más catastrófica de lo que fue aquí, en la Rusia zarista del ayer—.
Camaradas, es desde este punto de vista fundamental que debemos examinar el destino de Oriente en los próximos años y en las próximas décadas. Si toman libros tan prosaicos como los informes de los bancos británicos y estadounidenses de los años 1921, 1922 y 1923, leerán en las cifras del balance de los bancos de Londres y Nueva York el futuro destino revolucionario de Oriente. Una vez más, la Gran Bretaña ha restablecido su papel de usurera del mundo. Estados Unidos ha acumulado cantidades increíbles de oro: las bóvedas de su Banco Central contienen tres mil millones de dólares en oro, es decir, seis mil millones de rublos de oro. Esto inunda la economía de Estados Unidos. Si se preguntan, ¿a quiénes prestan su dinero la Gran Bretaña y Estados Unidos? —porque, como probablemente habrán escuchado, todavía no nos otorgan préstamos a nosotros, la Unión Soviética, ni a Alemania; a Francia le han dado unas cuantas migajas miserables para salvar el franco—. Entonces, ¿a quiénes les dan los préstamos? Se los dan principalmente a los países coloniales; se asignan al financiamiento del desarrollo industrial de Asia, Sudamérica y Sudáfrica. No citaré cifras; tengo algunas pero esto alargaría mi informe demasiado. Baste con decir que, hasta la reciente guerra imperialista, los países coloniales y semicoloniales recibían en créditos de Estados Unidos y la Gran Bretaña probablemente más o menos la mitad de lo que recibían los países capitalistas desarrollados; sin embargo, ahora las inversiones financieras en los países coloniales superan, y muy considerablemente, las inversiones en los viejos países capitalistas. ¿A qué se debe? Hay muchas razones, pero las dos más importantes son: la falta de confianza en la vieja Europa arruinada y desangrada, que alberga en su seno al rabioso militarismo francés —un militarismo que amenaza con nuevas convulsiones—; y, por otra parte, la necesidad de que los países coloniales suministren las materias primas y consuman la maquinaria y otros bienes manufacturados en la Gran Bretaña y Estados Unidos. Durante la guerra y hoy en día observamos la precipitada industrialización de los países coloniales, semicoloniales y de los países atrasados en general: Japón, la India, Sudamérica, Sudáfrica, etc. No hay ninguna duda de que si el partido chino del Guomindang logra unificar a dicho país bajo un régimen nacional-democrático, el desarrollo capitalista de China avanzará a pasos agigantados. Pero todo esto preparará la movilización de las incontables masas proletarias que de golpe emergerán de su estado prehistórico y semibárbaro, y se arrojarán al crisol de la industria: la fábrica. En consecuencia, no habrá tiempo para que los desechos de épocas pasadas se conserven y acumulen en la conciencia de los trabajadores. Una guillotina, por así decirlo, rebanará su conciencia, separando el pasado del futuro y forzándolos a buscar nuevas ideas, nuevas formas y nuevos caminos de vida y de lucha. En ese momento, en algunos países deberán aparecer en escena los partidos marxistas-leninistas de Oriente, y en otros deberán desarrollarse amplia y audazmente: los comunistas japoneses, los comunistas chinos, turcos, indios, etc.
¡Camaradas trabajadores de las tierras de Oriente! En 1883 se formó en Suiza el grupo ruso “Emancipación del Trabajo”. ¿Es tan remota esa fecha? De 1883 a 1900 transcurrieron 17 años, y de 1900 a 1917 otros 17 años, un total de 34 años, es decir, un tercio de siglo, una generación: ¡entre la organización del primer círculo teórico-propagandista de las ideas del marxismo durante el reinado de Alejandro III y la conquista de la Rusia zarista por el proletariado sólo ha mediado un tercio de siglo!
Para quienes lo vivimos parecerá un periodo largo y doloroso. Pero, desde el punto de vista de la escala histórica, dicho periodo siguió un ritmo furioso y salvaje sin precedentes. Pero en los países de Oriente el ritmo de desarrollo será, según todas las indicaciones, aun más rápido. Entonces, ¿qué es pues su Universidad Comunista para los Trabajadores de Oriente a la luz de las perspectivas que hemos trazado? Es el semillero de grupos "Emancipación del Trabajo" para los países de Oriente (aplausos tumultuosos).
Es cierto —y no debemos cerrar los ojos ante ello— que los peligros que enfrentan los jóvenes marxistas de Oriente son grandes. Sabemos, y ustedes sabrán, que el Partido Bolchevique se formó en ardua lucha externa, y también interna. Ustedes saben que el marxismo, castrado y falsificado, fue para nosotros, en la década de 1890, una escuela para el estudio político amplio de la intelectualidad burguesa, de los partidarios de Struve, que más tarde se convirtieron en kadetes, secuaces políticos de la burguesía, mientras que muchos otros se pasaron al lado de los octubristas e incluso se movieron más a la derecha. Económicamente atrasada, Rusia no era, en un sentido político, un país diferenciado ni completamente formado: el marxismo hablaba de la inevitabilidad del capitalismo, y los elementos burgueses progresistas, que querían el capitalismo no para el socialismo sino por sí mismo, aceptaron el “marxismo” habiéndole quitado su aguijón revolucionario. Lo mismo sucedió en Rumania. La mayoría de los actuales truhanes que gobiernan Rumania ha pasado algo de tiempo en la falsa escuela del marxismo; algunos de ellos se hicieron adherentes al guesdismo en Francia. En Serbia, muchos de los políticos conservadores y reaccionarios de hoy pasaron en su juventud por la escuela del marxismo o del bakuninismo.
Esto es menos observable en Bulgaria, pero en general esta explotación temporal del marxismo para los fines de una política burguesa-progresista caracteriza a los países del sureste de los Balcanes, como sucedió con nuestro propio país. ¿Amenaza tal peligro al marxismo en Oriente? En parte. ¿Por qué? Porque el movimiento nacional en Oriente es un factor progresista de la historia. La lucha por la independencia de la India es un movimiento profundamente progresista; pero ustedes y yo sabemos que, al mismo tiempo, esta lucha está confinada a tareas nacional-burguesas. La lucha por la liberación de China, la ideología de Sun Yat-sen, es una lucha democrática y una ideología progresista, pero burguesa. Estamos por que los comunistas apoyen al Guomindang en China empujándolo hacia delante. Esto es fundamental, pero aquí hay también el peligro de una degeneración nacional-democrática. Y lo mismo sucede en todos los países de Oriente que conforman la arena para la lucha nacional por la liberación de la esclavitud colonial. El joven proletariado de Oriente debe apoyarse en este movimiento progresista; pero es absolutamente claro que en el periodo venidero hay para los jóvenes marxistas de Oriente el peligro de ser arrancados de sus grupos de “Emancipación del Trabajo” y de que se disuelvan en la ideología nacionalista.
¿Dónde se encuentra, entonces, su ventaja? Su ventaja sobre las anteriores generaciones de marxistas rusos, rumanos y otros es que están viviendo y vivirán y trabajarán no sólo en la época posterior a Marx, sino también en la época posterior a Lenin. En su periódico, que me envió tan gentilmente la oficina de su célula, con anotaciones, leí una acalorada polémica sobre Marx y Lenin. Polemizan muy severamente entre ustedes; les digo esto, sin embargo, sin reproche. La cuestión estaba allí presentada como si, en la opinión de algunos, Marx fuera sólo un teórico; el lado opuesto así había representado la posición, y objetó: “No, Marx era un político revolucionario como lo fue Lenin y tanto para Marx como para Lenin la teoría y la práctica iban de la mano.” En una formulación tan abstracta de la cuestión esto es incuestionablemente cierto y más allá de toda duda; pero hay sin embargo una diferencia entre estas dos figuras históricas; una diferencia profunda que nació no sólo de la diferencia de personalidades sino de la diferencia de épocas también. El marxismo, desde luego, no es una doctrina académica, sino un instrumento para la acción revolucionaria; no por nada Marx dijo: “Los filósofos han interpretado el mundo suficientemente, pero ahora hay que cambiarlo.” Pero durante la vida de Marx, en la época de la I Internacional y más tarde durante la de la II Internacional, ¿existía la oportunidad de que el movimiento de la clase obrera utilizara el marxismo completamente y hasta el final? ¿Encontró entonces el marxismo una genuina personificación en la acción? No, no lo hizo. ¿Tuvo Marx la oportunidad y la suerte de guiar la aplicación de su teoría revolucionaria a la acción histórica decisiva: la conquista del poder por el proletariado? No, no la tuvo. Marx creó sus enseñanzas, desde luego, no como un académico; creció enteramente, como saben, de la revolución, de su valoración y crítica de la caída de la democracia burguesa, escribió su [Manifiesto] en 1847 y estuvo activo en el ala izquierda de la democracia burguesa en la revolución de 1848, evaluando de modo marxista, o más bien al modo de Marx, todos sus sucesos; en Londres escribió El capital; al mismo tiempo, era el creador de la I Internacional, el inspirador de la política de los grupos más avanzados en la clase obrera de todos los países; pero nunca estuvo a la cabeza de un partido que decidiera el destino del mundo, y ni siquiera el de un país. Cuando queremos responder brevemente la pregunta ¿quién era Marx?, decimos: “Marx fue el autor de El capital.” Y cuando nos preguntemos quién era Lenin diremos: “Lenin fue el autor de la Revolución de Octubre” (aplausos). Lenin enfatizaba más que nadie que no tenía intención de revisar, rehacer o reexaminar las enseñanzas de Marx; Lenin vino, para usar las antiguas palabras de los evangelios, no para alterar la ley de Marx sino para implementarla. Él mismo enfatizaba eso más que nadie; pero al mismo tiempo necesitaba desenterrar a Marx de los sedimentos de las generaciones que separaron a Lenin de Marx; de los sedimentos del kautskismo, del macdonaldismo, del conservadurismo de los jefes obreros y de la burocracia reformista y nacionalista y aplicar la herramienta del marxismo auténtico, una vez limpia de sedimentos, aditivos y falsificaciones, entera y totalmente a la gran acción histórica. Así, la mayor ventaja que tienen como la generación más joven es que han participado en este trabajo directa o indirectamente, que lo han observado, que están viviendo en el ambiente político e ideológico del leninismo y que están asimilando esta teoría que corresponde a la práctica en la Universidad para los Trabajadores de Oriente. Esto constituye una ventaja enorme e inestimable y deben entenderlo. Aunque Marx mismo podía abarcar el curso del desarrollo de décadas y siglos en su teoría, sus enseñanzas fueron, en la lucha cotidiana, reducidas a sus elementos separados, y sus partes fueron, además, asimiladas de modo distorsionado. Llegó Lenin, reunió al marxismo de nuevo y, bajo las nuevas condiciones, mostró estas enseñanzas a través de la acción en la mayor escala histórica. Ustedes han visto esta acción y se han unido a ella: esto los pone bajo una obligación y es sobre esta obligación que ha sido construida la Universidad Comunista para los Trabajadores de Oriente.
Por esto, camaradas, creo que el peligro de una degeneración nacional-democrática, que por supuesto existe y que hará presa y se llevará a algunas personas, ya que no puede ser de otro modo, que este peligro se ve en gran medida reducido por la existencia misma de la Unión Soviética y la III Internacional. Hay todas las bases para esperar que el núcleo básico que emergerá de la Universidad Comunista para los Trabajadores de Oriente ocupará su lugar correspondiente como una levadura de clase, una levadura marxista y una levadura leninista para el movimiento proletario en los países de Oriente. La necesidad de ustedes, camaradas, parece gigantesca y se manifiesta, como ya he dicho, no de manera gradual sino de golpe, también, a su modo, “catastróficamente”. Lean uno de los últimos artículos de Lenin, “Más vale poco y bueno”: aparentemente está dedicado a una cuestión organizativa específica, pero al mismo tiempo abarca las perspectivas para el desarrollo de los países de Oriente en conexión con el desarrollo de Europa. ¿Cuál es la idea principal detrás del artículo? La idea fundamental es que el desarrollo de la revolución en Occidente se puede detener. ¿Cómo se puede detener? Por el macdonaldismo, ya que el macdonaldismo es, de hecho, la fuerza más conservadora en Europa. Podemos ver cómo Turquía abolió el califato y MacDonald lo resucita. ¿No es éste un ejemplo asombroso que contrasta agudamente en la acción al menchevismo contrarrevolucionario en Occidente con la democracia nacional-burguesa progresista en Oriente?
En este momento en Afganistán están ocurriendo eventos verdaderamente dramáticos: la Gran Bretaña de MacDonald está derrocando al ala izquierda nacionalista burguesa que procura europeizar un Afganistán independiente, y está tratando de devolver al poder a los elementos más oscuros y reaccionarios imbuidos con los peores prejuicios del panislamismo, el califato y demás. Si ustedes evalúan ambas fuerzas en su conflicto vivo, quedará claro de golpe cómo el Oriente gravitará cada vez más hacia nosotros, la Unión Soviética y la III Internacional.
Podemos ver cómo Europa, que a lo largo de su desarrollo pasado preservó el monstruoso conservadurismo de los jefes de la clase obrera, está experimentando cada vez más una desintegración económica. No hay salida para ella, y esto encuentra su expresión particularmente en el hecho de que Estados Unidos no le da préstamos, desconfiando correctamente de su viabilidad económica. Por otra parte, podemos ver también que ese mismo Estados Unidos y esa misma Gran Bretaña se ven obligados a financiar el desarrollo económico de los países coloniales, empujándolos a un ritmo frenético por el camino de la revolución. Y si Europa va a quedarse en medio del estado actual de putrefacción del imbécil, parroquial, aristocrático y privilegiado macdonaldismo de los jefes obreros, entonces el centro de gravedad del movimiento revolucionario se transferirá entera y totalmente a Oriente. Y entonces emergerá que, aunque fueron necesarias algunas décadas del desarrollo capitalista de Gran Bretaña para actuar como un factor revolucionario para poner de pie a nuestra vieja Rusia y a nuestro viejo Oriente, ahora será necesario que la revolución en Oriente regrese a Gran Bretaña para abrirse paso a través de algunas cabezas duras o, de ser necesario, aplastarlas, y dar un impulso a la revolución del proletariado europeo (aplausos). Ésta es una de las posibilidades históricas; debemos tenerla en mente.
Leí en los documentos que me entregaron ustedes sobre la enorme impresión que una estudiante de su universidad, una joven turca, causó en Kazán, donde las mujeres, algunas viejas y analfabetas, se reunieron en torno a ella. Éste es un episodio pequeño, pero como indicador tiene un profundo significado histórico. El sentido, la fuerza y la esencia del bolchevismo yacen en que se dirige no a los jefes obreros sino a la plebe, a los de abajo, a los millones y a los más oprimidos de los oprimidos.
Es por ello que no es a través de su contenido teórico, que aún está muy lejos de ser asimilado o pensado totalmente, sino a través de su liberador respiro de vida que el bolchevismo se ha convertido en la enseñanza favorita para los países de Oriente. Es en su periódico que leemos la confirmación siempre fresca del hecho de que Lenin es bien conocido no sólo en las saklias [chozas de montañeses] del Cáucaso, sino también en las profundidades de la India. Sabemos que en China, trabajadores que probablemente no han leído en todas sus vidas ni uno solo de los artículos de Lenin, ardientemente gravitan hacia el bolchevismo; ¡ésa es la fuerza del aliento de la historia! Han percibido que hay aquí una enseñanza dirigida a los parias, a los oprimidos, a los pisoteados, a los millones y a las decenas y cientos de millones para los que no hay otra solución histórica, para los que no tienen otra salvación. Y hay una razón por la que el leninismo encuentra una respuesta tan ferviente en los corazones de las mujeres trabajadoras: ¡porque no hay estrato más oprimido en la tierra que la mujer trabajadora! Cuando leí cómo la estudiante de su universidad habló en Kazán y cómo las mujeres tártaras analfabetas se reunieron a su alrededor, recordé mi breve estancia reciente en Bakú, donde por primera vez vi y escuché a una joven comunista turca y donde pude observar en el auditorio a varias decenas y posiblemente cientos de jóvenes comunistas turcas y vi y escuché su entusiasmo, esta pasión de la esclava de esclavos de ayer que ha oído las nuevas palabras de liberación y se ha despertado a una nueva vida, y donde por primera vez llegué a una conclusión muy clara y me dije a mí mismo que en el movimiento de los pueblos de Oriente la mujer desempeñará un papel más grande que en Europa y aquí (aplausos). ¿Por qué? Precisamente porque la mujer oriental está incomparablemente más encadenada, aplastada y aturdida por los prejuicios que el hombre oriental, y porque las nuevas relaciones económicas y las nuevas corrientes históricas la arrancarán de las antiguas relaciones rígidas con más fuerza y de manera más abrupta que al hombre. Aún hoy podemos observar en Oriente el dominio del Islam, de los viejos prejuicios, creencias y costumbres, pero se convertirán cada vez más en polvo y cenizas. De igual modo que una pieza de tela podrida que, cuando se observa desde lejos, parece estar entera, todos los patrones están allí y los pliegues permanecen, pero un movimiento de la mano o un soplo de viento es suficiente para hacer que la tela entera se transforme en polvo. Así, en Oriente las viejas creencias, que parecen ser tan profundas, no son, de hecho, sino una sombra del pasado: en Turquía abolieron el califato y quienes lo violaron no perdieron ni un cabello; esto quiere decir que las antiguas creencias se han podrido y, con el movimiento histórico venidero de las masas trabajadoras, las viejas creencias no representarán un serio obstáculo. Esto, además, quiere decir que la mujer oriental, que es la más paralizada en su vida, sus hábitos y su creatividad, la esclava de los esclavos, que ella, habiéndose quitado el manto ante las exigencias de las nuevas relaciones económicas, se sentirá súbitamente libre de cualquier clase de puntal religioso; tendrá una sed apasionada de obtener nuevas ideas y una nueva conciencia para apreciar su nueva posición en la sociedad. Y no habrá mejor comunista en Oriente, ni mejor combatiente por las ideas de la revolución y del comunismo, que la mujer obrera que ha despertado (aplausos).
Camaradas, es por ello que su Universidad tiene una importancia universalmente histórica. Haciendo uso de la experiencia política e ideológica de Occidente, está preparando un gran fermento revolucionario para Oriente. Llegará pronto su hora. El capital financiero de Gran Bretaña y Estados Unidos está haciendo pedazos los fundamentos económicos de Oriente, arrojando a un estrato de la sociedad contra otro, rompiendo lo viejo y dando a luz una exigencia de lo nuevo. Ustedes serán los que planten las semillas de las ideas del comunismo y la productividad revolucionaria de su trabajo será inmensurablemente más alta que la productividad del trabajo de las viejas generaciones marxistas de Europa.
Pero, camaradas, no quisiera que sacaran conclusiones en el sentido de una suerte de arrogancia oriental por lo que he dicho (risas). Veo que ninguno de ustedes me ha tomado de este modo... Porque si alguno de ustedes estuviera sumido en tal arrogancia mesiánica y desprecio por Occidente, estaría en el camino más rápido y corto para disolverse en la ideología nacionalista democrática. No, los comunistas revolucionarios de Oriente deben aprender en su Universidad a estudiar el movimiento mundial [en su conjunto], yuxtaponiendo y conectando las fuerzas de [Oriente y Occidente] desde el punto de vista de un único y gran [objetivo]. Deben saber cómo conectar el levantamiento de los campesinos del Indo, la huelga de los culis en el puerto de China, la propaganda política de la democracia burguesa del Guomindang, la lucha de los coreanos por su independencia, el renacimiento democrático-burgués de Turquía y el trabajo económico, cultural y educativo en la república soviética de Transcaucasia; deben saber, tanto ideológica como prácticamente, vincular todo esto con el trabajo y la lucha de la Internacional Comunista en Europa y en particular en Gran Bretaña, donde el topo del comunismo británico lentamente —más lentamente de lo que muchos de nosotros quisiéramos— mina el bastión conservador de MacDonald (aplausos). Su tercer aniversario es ciertamente, por sí mismo, un aniversario muy modesto. Muchos de ustedes están apenas a las puertas del marxismo. Pero su ventaja sobre la generación anterior se encuentra, repito, en el hecho de que están estudiando el abecé del marxismo no en el interior de círculos en el exilio divorciados de los países dominados por el capitalismo, como fue nuestro caso, sino en la tierra conquistada por el leninismo, en la tierra alimentada con el leninismo y sobre la tierra envuelta por la atmósfera ideológica del leninismo. No sólo están estudiando el marxismo en folletos, sino que tienen la oportunidad de inhalarlo en la atmósfera política de este país. Esto no aplica sólo a los que han llegado aquí desde las repúblicas orientales que constituyen parte de la Unión Soviética, sino que aplica también a quienes —¡cuya importancia desde luego no es menor en modo alguno!— han venido desde los países coloniales oprimidos. No sabemos si el último año de la lucha revolucionaria contra el imperialismo se desarrollará en uno, dos, tres o cinco años; lo que sí sabemos es que cada año producirá una nueva cosecha en la Universidad Comunista de Oriente. Cada año otorgará un nuevo núcleo de comunistas que sabrán el abecé del leninismo y que habrán visto cómo se aplica este abecé en la práctica. Si pasa un año antes de los sucesos decisivos, tendremos una cosecha; si pasan dos años, tendremos dos; si pasan tres años tendremos tres cosechas. En el momento de estos sucesos decisivos los estudiantes de la Universidad Comunista para los Trabajadores de Oriente dirán: “Aquí estamos. Hemos aprendido una cosa: no sólo sabemos cómo traducir las ideas del marxismo y el leninismo al idioma de China, la India, Turquía y Corea, sino que además hemos aprendido a traducir el sufrimiento, las pasiones, las exigencias y las esperanzas de las masas trabajadoras de Oriente al lenguaje del marxismo.”
“¿Quién se lo ha enseñado?”, les preguntarán.
“La Universidad Comunista para los Trabajadores de Oriente nos lo ha enseñado.” Y entonces dirán lo que les diré ahora en ocasión de su tercer aniversario:
“Gloria, gloria y gloria a la Universidad Comunista de Oriente” (tumultuosa ovación y La Internacional).