Spartacist (edición en español) Número 35

Agosto de 2008

Discurso de James P. Cannon de 1922

“Queremos que la Comintern nos ayud”

TRADUCIDO DE SPARTACIST (EDICIÓN EN INGLÉS) NO. 60, OTOÑO DE 2007

Publicamos a continuación un discurso dado por James P. Cannon (usando el seudónimo Cook) en una reunión del 27 de noviembre de 1922 de la Comisión Estadounidense convocada en conjunción con el IV Congreso de la Internacional Comunista (IC). Hasta donde sabemos, el discurso y el documento adjunto aparecen aquí por primera vez en español. Esta traducción se basa en la transcripción original en inglés del Archivo Estatal Ruso de Historia Sociopolítica (RGASPI) y se publica con su permiso en Spartacist (Edición en inglés) No. 60, otoño de 2007.

El Workers Party (WP, Partido Obrero) se fundó en diciembre de 1921 con la aprobación de la Comintern para poner a prueba si era posible o no que los comunistas estadounidenses funcionaran abiertamente. En la formación del partido participaron tanto los comunistas clandestinos como el grupo Workers Council [Consejo Obrero], una escisión probolchevique del Partido Socialista que incluía a las importantes federaciones judía y finlandesa. Los antiguos militantes del Workers Council que se unieron al Workers Party no ingresaron al clandestino Communist Party of America (CPA, Partido Comunista de Estados Unidos) y fueron tachados de “centristas” por todos los oradores de la Comisión Estadounidense.

La formación del Workers Party había conducido a la escisión de aproximadamente la mitad de la militancia del clandestino CPA, concentrada entre las federaciones de lenguas extranjeras del partido, que formaron su propio partido legal, el United Toilers of America [Trabajadores Unidos de EE.UU.]. Para cuando se llevó a cabo el IV Congreso, la mayoría de los escindidos se habían reincorporado al clandestino CPA, debido en gran parte a los esfuerzos de un representante del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (CEIC), Henryk Walecki (Valetski), miembro fundador del Partido Comunista Polaco. En la Comisión Estadounidense, Sullivan, un letón de Boston, habló por la minoría de United Toilers que se negaba a reunificarse con el CPA.

Walecki había sido delegado por el CEIC para asistir a la famosa convención de Bridgman del CPA de agosto de 1922, en la que el FBI llevó a cabo una redada. Walecki trató de dirimir el furioso debate respecto al Workers Party que había estallado en el CPA, enfrentando a los “liquidadores” —quienes querían abolir el partido clandestino, dado que el Workers Party podía funcionar abierta y legalmente como Partido Comunista— con la llamada “Goose Caucus” [Tendencia Ganso], cuya posición estaba codificada en la tesis redactada por Israel Amter (J. Ford) y Abraham Jakira (A. Dubner). La tesis Ford-Dubner reconocía que el Workers Party podía convertirse, bajo ciertas circunstancias, en un Partido Comunista abierto, pero insistía en que el CPA clandestino seguiría siendo necesario como un cuerpo de “dirección y control”.

En una resolución preparada para la convención de Bridgman, Walecki llegó a una fórmula de compromiso evidentemente aceptada por ambas fracciones. El convenio ordenaba que la mayoría del trabajo comunista fuera llevado a cabo en nombre del Workers Party, pero insistía en mantener el partido clandestino. La Goose Caucus sacó la ventaja en Bridgman, y obtuvo la mayoría en el Comité Ejecutivo Central entrante, pero su victoria resultó efímera. El compromiso patrocinado por Walecki fue derrocado en el IV Congreso de la IC a favor de la posición de los liquidadores.

Cannon era delegado al IV Congreso y uno de los principales portavoces de los liquidadores. Ludwig E. Katterfeld (quien usaba el seudónimo Carr) habló por la Goose Caucus. El discurso de Cannon muestra impaciencia con el compromiso arreglado por Walecki.

Como un ejemplo del atraso de la clase obrera estadounidense, Cannon cita el hecho de que los sindicatos de la American Federation of Labor [Federación Estadounidense del Trabajo] se rehusaron incluso a unirse a “Amsterdam”, refiriéndose a la Federación Internacional de Sindicatos dirigida por socialdemócratas y creada en 1919 en una conferencia en Amsterdam. Los “spetzes”, a los que hace referencia Cannon, eran asesores técnico-militares burgueses que trabajaban bajo la dirección del estado soviético.

La victoria de Cannon y sus partidarios en el IV Congreso fue facilitada en gran medida por una reunión de una hora con León Trotsky que Max Eastman, un simpatizante del partido, arregló para Cannon y otro líder de los liquidadores, Max Bedacht. Trotsky acordó apoyar la posición de los liquidadores y conseguir el apoyo de otros dirigentes del partido ruso, para lo cual solicitó que Cannon y sus partidarios redactaran sus puntos de vista “en una hoja de papel, no más”. En la página 56 publicamos este documento, que Cannon leyó al finalizar su discurso.

La discusión acerca de los informes ocurrió en una sesión posterior de la Comisión Estadounidense el 30 de noviembre y el 1º de diciembre. Cannon después describió así la discusión:

“Entonces la artillería pesada abrió fuego. Primero Zinóviev, después Rádek, después Bujarin. La actitud reservada que previamente mostraron en nuestra conversación personal con ellos, que tanta aprensión nos había causado, fue desechada. Mostraron familiaridad con la cuestión, lo que indicaba que la habían discutido entre ellos a profundidad. Todos ellos hablaron enfática e incondicionalmente en apoyo a la posición de los liquidadores.”

— Cannon, The First Ten Years of American Communism

La decisión final del CEIC declaró: “El IV Congreso y el nuevo Ejecutivo de la Internacional Comunista son de la opinión de que los comunistas estadounidenses deben comenzar un nuevo capítulo en su trabajo. La ilegalidad por la ilegalidad misma debe cesar. Los mayores esfuerzos deben dedicarse a trabajar en el campo legal.” En abril de 1923, el CPA clandestino se disolvió formalmente.

El otro punto en disputa era la cuestión del partido laboral. El problema no era la actitud del partido con respecto a la consigna per se, sino su orientación hacia las corrientes existentes del movimiento obrero estadounidense que entonces coqueteaban con la idea de un partido laboral, incluyendo a John Fitzpatrick, el dirigente de la Chicago Federation of Labor (CFL, Federación del Trabajo de Chicago) y del Farmer-Labor Party (FLP, Partido Granjero-Laboral). En febrero de 1922, delegados del FLP y de la CFL se unieron a los esfuerzos patrocinados por algunos dirigentes de sindicatos ferroviarios para fundar la Conference of Progressive Political Action (CPPA, Conferencia de Acción Política Progresista) como vehículo para apoyar a candidatos “progresistas” de cualquier partido en elecciones locales o estatales.

En su informe, Walecki presentó erróneamente al FLP y a la CPPA como parte de un movimiento creciente en el ala izquierda de los sindicatos estadounidenses para fundar un “partido laboral independiente”. Walecki procuraba que los comunistas participaran en este movimiento y señaló que la Goose Caucus se opuso a ello en Bridgman. Walecki insistía: “Este partido laboral no es una idea teórica, sino que la fundación del partido es inminente. Éste sería inmediatamente un partido de millones” (traducido de la versión en Spartacist [Edición en inglés] No. 60, la cual se basa en la transcripción original en alemán). En su discurso, Cannon concuerda con Walecki y menciona una reunión de militantes sindicales en marzo en apoyo de un partido laboral —probablemente refiriéndose a la fundación de la CPPA en febrero—. Abordamos la disputa acerca del partido laboral con más detalle en otro artículo de este número (ver: “Una biografía de James P. Cannon”, página 28). Las palabras agregadas o cambiadas debido a que la transcripción original era confusa aparecieron entre corchetes en la versión en inglés y han sido reproducidas así también en esta traducción. Hemos añadido la traducción de los nombres de las organizaciones para esta publicación, que también aparecen entre corchetes.

* * *

Camaradas, lamento no poder unirme al festival de amor mutuo de los camaradas Walecki y Carr. Estoy aquí para decirles, camaradas, que hay una lucha seria y fundamental en el partido y que la ha habido por tres años, y lo que queremos que haga la Internacional Comunista es que nos dé instrucciones decisivas. Yo hablo aquí en nombre de la delegación minoritaria, en nombre de la delegación entera de la Trade Union Educational League [Liga Educativa Sindical], en nombre [de la delegación] de la Young Communist League [Liga Comunista Juvenil] a la Internacional Comunista de la Juventud.

No es necesario meternos a un análisis de las condiciones en Estados Unidos. Estoy seguro de que los camaradas las conocen suficientemente como para tener claro que no enfrentamos una situación revolucionaria. Los obreros estadounidenses no tienen conciencia de clase. Piensan y actúan como ciudadanos en la sociedad. La mayoría vota por los partidos capitalistas. Los sindicatos reflejan esta condición, son reaccionarios y numéricamente débiles. Nunca tuvieron la experiencia de una II Internacional. Rechazaron Amsterdam por las frases socialistas que empleaba. Su única indicación de revuelta son las rebeliones armadas a las que recurren de vez en cuando.

Ustedes leyeron acerca de Herrin, Illinois, donde una banda de mineros sindicalizados masacró a 18 ó 20 esquiroles, y piensan que quizá haya una situación revolucionaria. Pero esto es un error. Pelea en defensa de lo que considera su derecho, y cuando marcha a través del país a Mingo, cuando masacra esquiroles, lo hace en defensa de sus derechos, que cree le pertenecen como ciudadano estadounidense, y no por que esté comprometido en una lucha contra el gobierno. No hay duda de que hay un despertar y una de sus manifestaciones es este deseo de un partido laboral.

El camarada Carr se equivoca si cree que esto no comenzó sino con el mandato judicial Daugherty. ¿Van ustedes a pasar por alto que el pasado marzo se celebró en Chicago una convención para discutir la acción política? No tenía muy claras las ideas, pero no era un grupo pequeño. Estaban el sindicato minero, las hermandades ferrocarrileras, los impresores, los obreros textiles y los sindicatos de centrales obreras. Esto evidencia inequívocamente un primer intento de acción política por parte de los obreros. Yo suscribo la idea de un partido laboral, algo de naturaleza similar a la del Partido Laborista inglés. Lo que queremos que responda la Internacional es: ¿Qué debemos hacer a este respecto? ¿Cuáles deben ser nuestras tácticas? Tenemos una posición clara que les plantearemos para su aprobación. El que nuestro concepto no esté de acuerdo con el concepto del camarada Carr y su fracción en el partido es una de las razones de que estemos aquí en Moscú, decididos a luchar por nuestra posición.

Lo que decimos es esto: si nos mantenemos pasivos o inactivos en la cuestión del partido laboral, encontraremos que éste se habrá desarrollado gradualmente impulsado por otros elementos de la izquierda. El resultado será la cristalización del partido laboral. Será un proceso. En la ciudad de Chicago, la Federation of Labor planteará una postura independiente. Detroit, Seattle y Denver han apoyado esta maniobra. Esto va a extenderse, y de este proceso surgirá el partido laboral. Es una de las tareas más importantes de nuestro partido el involucrarse inmediatamente en este movimiento, ser uno de sus patrocinadores, tener núcleos en él y trabajar siempre por el partido laboral.

No podemos, de ninguna manera, robar los puestos antes de capturar los sindicatos. Hasta un niño podría ver que no podemos capturar los sindicatos. En Estados Unidos existe el peligro de que perdamos esta oportunidad como hemos perdido otras, debido a que tenemos que dedicar demasiado tiempo a luchar en torno a esta cuestión simple, obvia y fundamental. Existe el peligro de que, mientras seguimos tranquilamente sentados, el Partido Socialista y los diversos elementos radicales marginales del movimiento obrero sacarán ventaja de esta situación y tendrán éxito, si no ponemos manos a la obra. No queremos vernos en una posición como ésa o algo peor. Digamos que el partido laboral finalmente se funda y que se convierte en el principal factor en la vida política de los obreros —el nacimiento político de los obreros de Estados Unidos, como dijo el camarada Walecki— y que nuestro partido está fuera de ese movimiento, como el Partido Comunista en Inglaterra, y que estamos tratando de entrar para decir lo que tenemos que decir.

Si no actuamos ahora, nos pasará eso. Eso fue una de las cosas que el camarada Walecki tuvo que plantear a esa gente. ¿Qué grandes acontecimientos han ocurrido desde la convención [de Bridgman] de finales de agosto, para hacer cambiar de opinión a Carr y a los de su grupo, salvo el haberse dado cuenta de que nadie simpatizaba con su posición? El mandato judicial Daugherty y las grandes huelgas no eran nada nuevo. Ya estaban ocurriendo antes. Esto es lo que nos preocupa. Nos preocupa la idea de minimizar los asuntos que están haciendo pedazos a nuestro partido sin haber cambiado en modo alguno la actitud de nuestros oponentes. Hemos votado todo tipo de cuestiones, y nos damos cuenta de esto: ellos siempre cambian de posición, pero nunca cambian de opinión. Concordamos plenamente con el camarada Walecki sobre la cuestión del desarrollo del partido laboral.

Ahora llegamos al tema que está desgarrando a nuestro partido, lo que ha estado en disputa por casi tres años: la cuestión de la legalidad y la ilegalidad. La ilegalidad de nuestro partido es una enorme desventaja. Tenemos la desventaja de ser un partido nuevo. No hemos puesto a prueba a nuestros dirigentes en la lucha abierta. Nuestro partido fue clandestino durante su primer año de existencia y goza de muy poca confianza entre las masas obreras. La clase obrera de Estados Unidos tiene ilusiones democráticas. No entiende por qué somos clandestinos como partido, y no nos tiene la afinidad necesaria para que nuestro partido sea un factor en la vida de los obreros. Lo digo con gran pesar: nuestro partido clandestino, en lugar de tener la solidaridad y la atracción de los obreros, es visto por las masas en gran medida como una broma. Creen que es ilegal porque queremos que sea ilegal, y debo decir que esto es cierto en cuanto a la gran mayoría de los militantes del partido ilegal.

Nuestro partido no ha emprendido nunca una lucha por la legalidad. Hemos sido forzados a la clandestinidad durante el primer año de existencia de nuestro partido, y es debido a esa ilegalidad que tenemos los resultados que ya describí. En Estados Unidos ha habido persecución no sólo contra nuestro partido, sino contra los sindicatos y también contra la IWW. No hay una sola huelga en Estados Unidos donde no se dispare, se golpee y se encarcele a la gente, y aun así los sindicatos no han sido reducidos a la clandestinidad. La IWW no ha sido reducida a la clandestinidad. La IWW, a diferencia de nuestro partido, nunca estuvo dispuesta a aceptar la ilegalidad. Sus militantes regresaban una y otra vez a los locales sindicales de donde habían sido expulsados y daban una lucha por el derecho a mantenerlos abiertos, con el resultado de que siguen abiertos en muchas partes del país.

El terror blanco de Estados Unidos del que tanto se habla ciertamente no tiene la misma intensidad que el de los países europeos donde hay partidos clandestinos. El terror blanco del que tanto han oído aquí en Moscú es un terror blanco manufacturado en la mente de los camaradas para justificar las nociones románticas que tienen sobre el movimiento. Sin embargo, estas persecuciones ocurren. El partido es ilegal, es clandestino. No consideramos que la solución sea adoptar una resolución de que por ahora el partido siga siendo ilegal, porque eso no lo disputaría nadie, al menos no en nuestra fracción. Quiero un partido ilegal si no puede haber un partido legal. Pero eso es negativo. ¿Qué hay del futuro? Debe haber una lucha determinada por un Partido Comunista abierto, una lucha decidida por sacar el partido a la luz.

Además, la clase obrera estadounidense apoyará esta lucha, pero no apoyará una organización ilegal que no lleve a cabo esta lucha. El hecho mismo de que la democracia crea que todos en Estados Unidos tienen derecho a la libertad de expresión los hará apoyar tal cosa. Nunca, en ningún punto de su carrera, tuvo la IWW una influencia tan decisiva sobre el movimiento obrero en general como cuando era una pequeña organización luchando abierta y públicamente por la libertad de expresión y contra la represión en todas sus formas. Muchos de los aquí presentes participamos en ese movimiento. Sabemos que esto logrará una respuesta entre las masas trabajadoras. Obtendremos una audiencia en cada sindicato obrero. No sé si estos camaradas querrán acusarnos de ser liquidadores y legalistas en Estados Unidos, pero en nuestra fracción no hay un solo hombre con alguna influencia en la organización que lleve en su seno legalismo alguno o respeto por las leyes del país, o que tenga ilusiones en las posibilidades del movimiento legal. Son hombres que trabajan abiertamente en la lucha de clases, a la luz del día, que quieren aprovechar toda oportunidad que pueda lograrse o por la que pueda pelearse para llevar a cabo nuestro trabajo. No decimos que podamos tener un Partido Comunista legal. No lo garantizamos, pero vamos a luchar por un partido legal. Quiero que la Internacional Comunista diga qué hay de malo con este programa. No decimos que sea posible ni que vayamos a tener éxito.

Hay tres posibles resultados. No es de ningún modo imposible que, tras una dura lucha por convocar en nuestro apoyo a amplias masas de obreros, si tenemos las agallas, si tenemos el valor de luchar nosotros mismos, logremos por un tiempo una existencia legal. ¿Puede alguien medir lo que significaría eso para nosotros, aunque fuera sólo por un tiempo? No hay nada que el partido pudiera hacer que le hiciera mejor, o que le conquistara más amistades entre la clase obrera. Podemos perder esa lucha —existe esa posibilidad—; creo que el resultado más probable es que logremos una posición semilegal. Seremos una organización tolerada. En muchos lugares podremos operar bajo nuestro propio nombre. Eso es por sí mismo una gran ventaja en todos los aspectos. Nos libra de la necesidad de camuflarnos ante los obreros, y nos admite como un partido de combate que no acepta los decretos del capitalismo de que el partido debe ser clandestino. No es seguro que, como partido, tengamos que ir a la clandestinidad; pero si, tras una lucha dura y determinada, nuestro partido se ve forzado finalmente a ir a la clandestinidad y los obreros conocen a nuestra gente, empezarán entonces a tener alguna fe en el Partido Comunista. Dejará de ser el hazmerreír de los obreros estadounidenses, que no podrán decir que si somos clandestinos es por nuestra propia culpa.

En fin, no importa cuál sea el resultado de esa legalidad, todo está a favor de una lucha dura y determinada, y el camarada Carr no ha dicho ni una sola palabra en contra que tenga peso alguno. Ahora bien, estos camaradas que hace algunos meses estaban contra un partido legal como cuestión de principio, estos camaradas que no querían ni oír hablar de un partido legal porque, según ellos, si la revolución es ilegal, el partido debía ser ilegal, han cambiado de posiciones, pero no han cambiado de opinión. Siguen siendo ilegales por principio. Admiten que sería bueno tener un partido legal en Estados Unidos, y dicen: “¿Cómo van a luchar por un partido legal en Estados Unidos?”

Decimos claramente que proponemos hacerlo mediante el partido legal que ya hemos organizado. Le dijimos esto [al grupo Workers Council] en respuesta a los camaradas que entonces querían un Partido Comunista abierto. Queremos construirlo como un proceso. Queremos ver esto como un paso en el proceso de formar un Partido Comunista abierto. Decimos que, primero, hay que trasladarle a este partido todas las funciones que puedan llevarse a cabo abiertamente. Luego, aumentar los deberes y las responsabilidades de los militantes de este partido legal en todas las maneras posibles. Fortalecerlo y darle un carácter comunista en toda su estructura. Hacerlo aparecer ante los obreros cada vez más como exponente y defensor de la Internacional Comunista, atrayendo mediante este proceso, al mismo tiempo, a masas más amplias de obreros, haciendo de él un Partido Comunista que se convierta en una sección de la Internacional Comunista. El camarada Carr no tuvo nada que decir sobre la cuestión apremiante del movimiento, la cuestión de luchar por un partido legal en Estados Unidos. En sus conversaciones en el partido, sí dijeron esto: que lucharían por un partido legal mediante la construcción del partido clandestino, para luego hacerlo emerger como partido legal.

La Internacional debe decidir respecto a esta cuestión porque a nosotros nos lleva a pelear sobre cada cuestión. Tenemos muy presente cómo se desarrolló la lucha respecto a ir a las organizaciones obreras y a los sindicatos. Dijimos, sí, proponemos esto, porque queremos movilizar a cuantos militantes sea posible para fortalecer nuestra influencia en los sindicatos. En acuerdo con nuestra teoría, queremos desarrollar nuestras ideas de acción disciplinada en el movimiento sindical. Queremos enseñarles cómo ser comunistas en acción, hacer que lean nuestro programa. La acción disciplinada en los sindicatos es uno de los métodos. Estos camaradas responden con el argumento de que eso le quitará funciones al partido ilegal.

[Cuando] propusimos publicar un manifiesto sobre la insurrección de Mingo, cuando queríamos publicar este manifiesto en nombre del partido legal, ellos opusieron el argumento (el camarada Carr no estaba presente en esa ocasión) de que si no se le da al partido ilegal algo que hacer, el partido ilegal se irá muriendo; por tanto, hay que sacar este manifiesto ilegalmente para darle al partido ilegal algo que hacer. Esto puede parecer ridículo aquí en Moscú, pero no es ridículo en Estados Unidos.

La situación en el partido es intolerable. Tenemos al No. 1, que es el partido ilegal; al partido legal se le llama No. 2; y estos camaradas dicen que nos han arrebatado el No. 1, pero que ellos, el partido clandestino, son el verdadero Partido Comunista, los otros no son comunistas en absoluto, y no deben ser tratados como tales. Quieren poner una autoridad contra la otra. Carr revela esto en sus comentarios. Lo revelan al decir que el partido no es parte del movimiento comunista en Estados Unidos. Lo desaprueban en todo momento debido a su concepto de que no puede haber un partido legal en Estados Unidos. La hostilidad a la militancia del Workers Party puede verse en la propuesta, la estúpida propuesta, de excluir del debate a los militantes del Workers Party of America porque no son miembros del No. 1. Tomen esta sicología y véanla impregnando todo el partido estadounidense, y verán que el supuesto de que todo está resuelto en Estados Unidos, que la cuestión fue resuelta por la decisión de la convención, no es cierto.

Hace un rato dije que muchos obreros piensan que nuestro partido es ilegal porque quiere serlo. Nuestra convención de hace poco más de un año insistió en añadir a la constitución del partido la siguiente cláusula: “El nombre de esta organización es Partido Comunista de Estados Unidos. El Partido Comunista de Estados Unidos es una organización ilegal clandestina.” Y dicen que todo aquel que no suscriba esto es un menchevique, porque creen, naturalmente, que si el Partido Comunista dice que es ilegal, entonces es ilegal. Ven a los militantes del Workers Party que quieren trabajar en los sindicatos bajo la misma luz que a los líderes sindicales. No los ven como a verdaderos comunistas, los ven como “spetzes”.

Citaré las elecciones de Chicago. Es ahí donde tenemos en nuestra organización algunos verdaderos dirigentes del movimiento obrero —de todo el movimiento de izquierda—. Tenemos varios camaradas haciendo el trabajo industrial del partido, todos ellos capaces y que gozan de la confianza de amplias masas de obreros. Pero no son 100 por ciento comunistas, porque no son 100 por ciento ilegales, y deben estar sujetos al control de comunistas de un grado más alto, los que hacen lo que ellos llaman “trabajo de partido”. Estos “trabajadores del partido” pertenecen todos a un mismo círculo y controlan lo que ellos llaman el verdadero Partido Comunista. Nunca se ha oído hablar de ellos en el movimiento obrero estadounidense.

No necesito mencionar la tesis Ford-Dubner. La tesis Ford-Dubner [propone] este postulado de que la tarea más importante del Partido Comunista de Estados Unidos es llevar a cabo propaganda para la insurrección armada, y llega a la conclusión de que, en Estados Unidos, incluso si finalmente logramos un Partido Comunista legal, seguiríamos teniendo dentro de éste un partido ilegal que lo controlara. Estos camaradas han cambiado de posiciones, pero no de opinión. Van a tener la misma dificultad con ellos. Van a encontrar que cambiarán de posición, pero no de opinión. La crisis en nuestro partido ha resultado de dos conceptos opuestos: el concepto de un movimiento obrero de masas y el concepto de trabajar al margen de la lucha de clases.

Tomemos el caso de la contienda por un delegado de Minneapolis. Había dos delegados contendiendo por ser el delegado pleno: uno de nuestra fracción y otro de la otra fracción. El hombre a quien nosotros apoyábamos era nada menos que presidente del comité de huelga de la huelga ferroviaria de Minneapolis, un hombre ubicado al frente del movimiento obrero de esa ciudad. El otro hombre era un tendero, un trabajador del partido que dedicaba todo su tiempo al partido clandestino. El otro está activo meramente en la lucha de clases; el tendero es un hombre de partido, un comunista del No. 1. Multipliquen a este hombre de Minneapolis por una mayoría del partido, y verán a la organización en Estados Unidos.

Sí, hay algunas cosas que puedo decir sobre esto que pueden ser casi demasiado amargas para decirse, incluso entre nosotros. Después de tres años de luchar por la oportunidad de llevar a cabo nuestro trabajo, todavía tenemos que venir a Moscú a pelear aquí. No nos han hecho sufrir una escisión, camarada Walecki, sino cuatro, y nos harán sufrir otra más. Podría continuar ad infinitum contradiciendo esas predicciones color de rosa de que todo marcha bien en el partido. Hay un conflicto aquí que no se puede resolver más que yendo a su raíz.

Yo tengo mi propuesta, que presentaré ante ustedes. No queremos esta situación de dos partidos hostiles. Queremos un partido legal con un centro ilegal en él, luchando consciente y deliberadamente por el derecho a una existencia partidista abierta. No queremos hostilidad entre la organización legal y la ilegal, ni entre sus militantes. No queremos que en los distritos haya, como ahora, dos partidos, uno legal y otro ilegal, el uno controlando al otro. Quien esté a cargo en nuestro trabajo de distrito, como es natural, debe ser alguien capaz de hacer algo en la lucha de clases. Debe ser un orador, un luchador, un agitador. No se puede poner a alguien insignificante en esa posición. Pero, según la otra teoría, también en la organización ilegal debemos poner a alguien sin requerir que sea un agitador ni que sea conocido por nadie, pero aun así controlará al hombre que trabaja en la lucha de clases. La Comintern debe ayudarnos a rectificar esto. Queremos un partido que sea tan Partido Comunista como sea posible y que sea cada vez más comunista. No algo que pueda ser no comunista, sino algo que pueda ser convertido deliberadamente en un Partido Comunista. No queremos simplemente trabajo legal, como decía la convención, sino una organización legal, el desarrollo de un partido legal en todas sus actividades y funciones.

Algunos de ellos dicen que estamos en la organización legal porque es segura. Esto no es justo ni es cierto, porque, en Estados Unidos, si uno quiere hacer algo fácil, no debe ni acercarse a la lucha de clases. Es peligrosa. No tiene nada de segura. Es una tergiversación de los hechos decir que estas personas quieren algo fácil y seguro. Verán que estamos luchando por este punto de vista, que hemos luchado por él en el pasado y que lucharemos por él en el futuro. Nos oponemos a la política actual de lucha contra los centristas. Decimos que los centristas deben ser admitidos al partido legal y al ilegal si quieren entrar en igualdad con nosotros, y no los combatiremos.

CARR [Katterfeld]: Ésa es la posición del Ejecutivo del partido.

COOK [Cannon]: Me alegra oír eso. Es un secreto que no habían compartido conmigo.

Camaradas, ¿cuál es la razón básica de esta posición? Después de tres años es hora de ser francos y honestos. ¿Por qué hemos tenido cuatro escisiones en el partido? ¿Por qué hay un sector del partido propagando la escisión, como lo hace el camarada Sullivan? ¿Por qué tenemos esta incapacidad de hacer las cosas sencillas? La gran mayoría de nuestra militancia es de origen extranjero, especialmente ruso, ucraniano, letón, etc., que no se han asimilado. En su mayor parte, viven en colonias separadas y su vida es enteramente una vida rusa. Y la peculiaridad de la situación es que nuestro partido no enfrenta un nacionalismo estadounidense, sino un nacionalismo antiestadounidense. Enfrenta el prejuicio, por parte de estos camaradas, contra los obreros estadounidenses. Hay un decidido sentimiento antiestadounidense. Podría citar el ejemplo del camarada Sullivan en Boston. Les dije en el Congreso, en esas discusiones con el Comité Ejecutivo, que deberían convertirse en ciudadanos estadounidenses genuinos. Dijeron que eran ciudadanos de Rusia y que no querían ser ciudadanos de Estados Unidos, y desde luego dijeron que mi propuesta estaba inspirada por un móvil patriótico. Esto ha causado todas las escisiones en el partido, la actitud irreconciliable de estos camaradas, el hecho de que se rehúsan a actuar en términos de la vida estadounidense y de las condiciones estadounidenses.

Cada cuestión en el partido es en el fondo una lucha por el control entre estos dos elementos irreconciliables. Pasamos tres años en esta lucha estéril. Estamos hartos de estas luchas. Somos de la opinión de que la unidad no ayuda a resolver nuestras dificultades. Hemos logrado hacer más con estos elementos fuera del partido que lo que habíamos podido hacer antes jamás. Logramos organizar el partido y la Trade Union Educational League. Al menos hicimos un esfuerzo. El camarada Sullivan viene aquí a Moscú y demuestra concluyentemente la debilidad de la política del camarada Walecki. No disiento con nada de lo que propuso aquí el camarada Walecki, excepto que no es suficientemente conclusivo. Lamento que he tenido que diferir con su política de unidad. El camarada Sullivan demostró desde la tribuna de la Internacional Comunista que esa unidad es imposible. Me inclino a hablar del camarada Sullivan, más que de ningún otro de los presentes, como representante de una fracción. Sé que los camaradas de su fracción lo enviaron para que expusiera su caso por ellos aquí en Moscú.

Camaradas, estoy aquí para decirles seriamente que hay una revuelta creciente contra esta situación en nuestro partido. Una determinación creciente entre sus militantes de trabajar por el comunismo en la lucha de clases, quienes quieren construir un Partido Comunista de Estados Unidos para esa lucha. Queremos que la Comintern nos ayude, que nos guíe en el punto en disputa. Por nuestra parte no hay peligro de escisión. Nosotros no somos los escisionistas. Pero existe el peligro de que algunos de nuestros seguidores hagan eso. Hemos repelido a decenas de miles de hombres en el movimiento obrero. Ahora están regresando y se encuentran con esto, por lo que hay un gran peligro de un movimiento hacia fuera del partido. Lo que queremos de la Comintern no es diplomacia, sino verdadera dirección política, una declaración clara sobre esta cuestión. Eso nos dejará satisfechos. Lo que la Comintern diga será la luz por la que nos guiaremos. Aquí tengo una declaración por parte de nuestro grupo.