Spartacist (edición en español) Número 33

enero de 2005

IV Conferencia Internacional de la LCI, otoño de 2003

La lucha por la continuidad revolucionaria en el mundo postsoviético


TRADUCIDO DE SPARTACIST (EDICIÓN EN INGLÉS) NO. 58, PRIMAVERA DE 2004

La Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista) tuvo su IV Conferencia Internacional en Europa a finales del otoño de 2003. Como el organismo más alto de nuestra organización internacional centralista-democrática, la conferencia de la LCI estaba encargada de planear nuestro curso para el próximo periodo. Esto, a su vez, requiere de una evaluación franca y crítica de lo que hemos hecho en el periodo anterior, en el espíritu de las palabras de V.I. Lenin:

"La actitud de un partido político ante sus errores es uno de los criterios más importantes y más seguros para juzgar de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes para con su clase y para con las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente un error, poner al desnudo sus causas, analizar la situación que lo ha engendrado y discutir atentamente los medios de corregirlo: eso es lo que caracteriza a un partido serio; en eso consiste el cumplimiento de sus deberes; eso es educar e instruir a la clase y, después, a las masas."

La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo (1920)

El debate preconferencia y las deliberaciones durante la conferencia estuvieron marcados, incluso más de lo usual, por una reevaluación intensa de nuestras intervenciones públicas y nuestro funcionamiento interno en el periodo reciente, poniendo bajo plena luz los problemas y retomando cuestiones en disputa o que no habían sido resueltas.

Continuamos en un periodo condicionado por la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética en 1991-92. La destrucción final del primer estado obrero del mundo marcó el inicio de una ofensiva global contra la clase obrera y los oprimidos y de un clima ideológico dominado por la muy extendida creencia en la "muerte del comunismo", en el que la conciencia proletaria ha sido arrojada hacia atrás. En el momento crucial, en tajante contraste con gran parte de la izquierda, la LCI mantuvo su puesto en defensa de las conquistas de la Revolución de Octubre de 1917. Sin embargo, el peso de esta derrota histórica mundial nos ha afectado también, erosionando el entendimiento de nuestro propósito revolucionario en la lucha por nuevas revoluciones de Octubre.

La discusión interna organizada fue inaugurada formalmente con un llamado emitido a nombre del Comité Ejecutivo Internacional (CEI) unos tres meses antes de la conferencia. A continuación, el Secretariado Internacional (S.I.), el subcomité del CEI residente en nuestro centro, elaboró un borrador del documento principal de la conferencia. El CEI, después de consultas y enmiendas, aprobó el borrador del documento para consideración de la conferencia y en todas nuestras secciones se eligieron delegados a ésta.

En realidad, para cuando fue emitido el llamado a la conferencia, una intensa discusión interna ya estaba bastante avanzada. Lo que la detonó fue la decisión por parte de algunos miembros del Comité de Redacción de Workers Vanguard, junto con camaradas en las direcciones residentes de la Spartacist League/U.S. y el S.I., de suprimir de la versión publicada de una carta del 12 de junio de 2003 de la Tendencia Bolchevique Internacional (TBI) una posdata que acusaba grotescamente de "chovinismo vulgar" a James Robertson, Presidente Nacional de la SL/U.S. (ver: WV No. 806, 4 de julio de 2003). Esta vil calumnia por parte de la TBI —un diminuto grupo fundado por renegados que abandonaron nuestra organización en los inicios de la Segunda Guerra Fría (los años de Carter y Reagan), cuyo propósito parece ser nuestra destrucción— tenía como objetivo invalidar varias décadas de nuestra historia, al igual que implicar que la militancia de la LCI no está compuesta de socialistas revolucionarios sino de meros instrumentos servilmente obedientes, tontos y tal vez racistas ellos mismos.

En flagrante violación de nuestra práctica centralista-democrática, la existencia de la "posdata" y la decisión de suprimirla fueron ocultadas del grueso del CEI y del propio camarada Robertson. En una declaración en el siguiente número de Workers Vanguard (ver Espartaco No. 21, otoño-invierno de 2003) el Comité de Redacción notó que esta supresión implicaba culpabilidad a través de un silencio evasivo y afirmó que estas acciones "podrían haber sido tomadas de las prácticas del centrismo, es decir, una divergencia entre lo que predicamos y lo que hacemos".

El hecho de que el Comité de Redacción de WV y elementos en el S.I. no hayan defendido a nuestro partido y a su integridad provocó un brote de furia por parte de cuadros a lo largo de la LCI. Los camaradas enfatizaron que esto era un golpe contra la continuidad programática que nos vincula a la Internacional Comunista de Lenin y Trotsky y al Socialist Workers Party (SWP) de James P. Cannon a través de la lucha de la Tendencia Revolucionaria (TR) a principios de los 60 contra la degeneración revisionista del SWP. La discusión preconferencia estuvo dominada por un intento de lidiar con la desviación política de nuestro propósito revolucionario que adquirió expresión gráfica en las acciones del Comité de Redacción de WV. Nuestro documento principal para la conferencia señaló con sobriedad: "La actual crisis en la LCI está enraizada en una incapacidad de lidiar con el mundo creado por la caída de la URSS y el consecuente retroceso en la conciencia."

El documento agregaba: "El no reconocer el periodo en el que estamos y la necesaria relación entre nuestra pequeña vanguardia revolucionaria y el proletariado, y la ausencia de la Unión Soviética como un factor activo y definitorio en la política, han conducido a la desorientación. La frustración y la impaciencia en torno a la disparidad entre nuestro pequeño tamaño y escasas raíces en el proletariado y nuestro propósito internacionalista proletario han conducido tanto a desviaciones oportunistas como al moralismo sectario." Paralelamente, tuvieron lugar una aproximación cada vez más abstracta y estéril a la política y un patrón de violaciones a nuestras normas organizativas leninistas por parte de cuadros centrales en el S.I.

Para la víspera de la conferencia se había desarrollado una aguda polarización interna. Sin embargo, quedó claro que las frustraciones y los antagonismos que se habían manifestado hacia los responsables de esas violaciones organizativas y de la desviación política más amplia que había conducido a la supresión de la posdata habían sido desviados hacia una lucha falsa: un intento de encontrar una desviación fundamental en el partido sobre la naturaleza del estalinismo. Requirió considerables esfuerzos establecer que no había diferencias programáticas fundamentales sobre esta cuestión y poner de nuevo a la conferencia sobre el camino correcto para lidiar con los verdaderos problemas que enfrenta la LCI. La lucha falsa tuvo el efecto de impedir que las auténticas desviaciones de nuestro propósito y nuestro programa, junto con sus causas y los medios para rectificarlas, fueran exploradas a profundidad.

La conferencia fue capaz de dar algunos pasos para aclarar y rectificar estos problemas a través de amplios debates y discusiones, y eligió a una nueva dirección internacional, significativamente más amplia. El documento principal, adoptado por unanimidad por los delegados después de discusiones y enmiendas sustanciales, insistía:

"Lo que está planteado hoy es si vamos a luchar por mantener nuestra continuidad revolucionaria o si vamos a participar de la perspectiva de nuestros oponentes y eventualmente rendirnos ante ella. Para estos oponentes, la cuestión de la revolución, la cuestión rusa, es una cuestión 'vieja' que ya no tiene lugar en su 'nueva realidad mundial'. Pero como afirmó elocuentemente Cannon en 1939: 'Somos, de hecho, el partido de la Revolución Rusa. Hemos sido la gente, y la única gente, que ha tenido a la Revolución Rusa en el programa y la sangre.'"

Antecedentes históricos de la LCI

En una de las primeras sesiones de la conferencia, James Robertson dio una plática sobre los antecedentes programáticos y de otro tipo de la LCI, hablando de un periodo anterior en el que enormes cambios en el mundo engendraron desorientación política. Robertson enfatizó la importancia de la cuestión rusa en la evolución política de los jóvenes que constituyeron el núcleo de la Tendencia Revolucionaria al interior del SWP. La caída del estalinismo en Europa oriental y la URSS ha comprobado claramente el análisis de Trotsky de la burocracia como una casta inestable, una excrecencia sobre las formas de propiedad colectivizadas que fueron la base de la URSS y los estados obreros deformados de Europa oriental. Pero en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, muchos supuestos trotskistas reaccionaron de forma impresionista a la expansión del estalinismo a Europa oriental, llegando a ver al estalinismo como una alternativa estable al capitalismo y como la ola del futuro.

Robertson señaló que la izquierda antiestalinista en esa época estaba dominada por dos revisionismos simétricos. Michel Pablo y sus partidarios insistían en que el estado obrero degenerado de la Unión Soviética y los estados obreros deformados en Europa oriental durarían "varios siglos" y que los trotskistas debían abandonar la lucha para derrocar a la burocracia estalinista por medio de la revolución política. Argumentaban que la única opción para los revolucionarios era entrar en los partidos comunistas y/o en otros partidos reformistas alrededor del mundo para empujarlos hacia una dirección revolucionaria. Con su liquidacionismo, los pablistas destruyeron la IV Internacional en 1951-53.

El líder de la otra tendencia revisionista era Max Shachtman, quien rompió con la IV Internacional en 1940 cuando abandonó la posición trotskista de defensa militar incondicional de la URSS. Los shachtmanistas comenzaron a ver al "colectivismo burocrático"estalinista —que definían como un nuevo tipo de sociedad de clases— como una oleada de horror que competía con el capitalismo imperialista por la dominación del mundo. Bajo el impacto de la Guerra Fría, los shachtmanistas evolucionaron hasta convertirse en reformistas socialdemócratas —y algunos de ellos en apologistas del imperialismo—, conforme llegaban a la conclusión de que el imperialismo "democrático" era una alternativa preferible al "totalitarismo estalinista".

Robertson habló de cuán difícil fue, con el supuesto trotskismo dominado por el liquidacionismo y la desmoralización producto del impresionismo, readquirir las lecciones de la Internacional Comunista temprana y de la lucha de la Oposición de Izquierda de Trotsky contra la degeneración burocrática de la Revolución Rusa. Robertson era parte de un ala izquierda en desarrollo al interior de la organización juvenil de Shachtman en los años 50. Esta ala izquierda fue impulsada hacia el SWP por la revolución política proletaria que se desarrolló en Hungría en 1956. Durante esta revolución (aplastada eventualmente por las tropas soviéticas), la burocracia húngara se escindió, pasándose muchos de ellos al lado de los consejos obreros insurgentes —confirmando vívidamente el análisis de Trotsky de la burocracia como una casta frágil y contradictoria, no una nueva clase social—.

El SWP había luchado por mantener el programa histórico del trotskismo, primero contra Shachtman y después contra Pablo. Pero la Guerra Fría también tuvo impacto sobre sus cuadros. Tan sólo unos pocos años después de que los jóvenes shachtmanistas en movimiento hacia la izquierda se unieran al partido, la mayoría de los cuadros del SWP adoptaron la metodología liquidacionista del pablismo bajo el impacto de la Revolución Cubana. Alabando a Fidel Castro diciendo que se trataba de un "trotskista inconsciente", el SWP abandonó la lucha por forjar partidos proletarios revolucionarios para dirigir revoluciones obreras alrededor del mundo. En la convención de 1961 del SWP, Morris Stein, un cuadro del partido de muchos años de militancia, exclamó que la Revolución Cubana era la única revolución que probablemente vería en su vida. El suyo fue un ejemplo emblemático de la desmoralización que condujo al descenso del SWP al centrismo y más tarde al reformismo. Por ello, quedó en manos de los cuadros más jóvenes que formaron la TR el retomar la lucha por la continuidad revolucionaria (ver: "40 años de Spartacist", página 2).

Robertson señaló que desafortunadamente es un hecho incontrovertible que los periodos de vida individuales no corresponden necesariamente a los ritmos de los acontecimientos políticos. En su autobiografía, Mi vida, Trotsky señaló que la Reforma Alemana y la Revolución Francesa, que representan dos etapas diferentes en la evolución de la sociedad burguesa, estuvieron separadas por casi tres siglos. El ritmo de los acontecimientos políticos ciertamente se ha acelerado durante el último siglo, una época de decadencia capitalista en la que la revolución proletaria ha estado en el orden del día. Sin embargo, como comentó Trotsky en Mi vida, no se puede "medir un proceso histórico con el rasero de las vicisitudes de una persona".

La impaciencia y el impresionismo, personificados por gente del tipo de Michel Pablo, son las debilidades características de cuadros que han sido entrenados en un solo periodo histórico. Desde sus orígenes como un pequeño grupo de marxistas revolucionarios en los Estados Unidos, la LCI ha luchado por cohesionar un colectivo históricamente evolucionado de cuadros internacionales como el único camino evidente hacia una IV Internacional reforjada. Un marxista individual no vivirá necesariamente hasta llegar a ver oportunidades revolucionarias proletarias durante su vida. Sin embargo, muchos cuadros de la LCI han vivido una de esas oportunidades: la naciente revolución política en Alemania Oriental (la República Democrática Alemana, RDA) en 1989-90.

La lucha por el trotskismo en la RDA, 1989-90

El punto principal en el orden del día de la conferencia se inició con tres presentaciones. El primer reporte repasó el trabajo de la LCI y de nuestro Secretariado Internacional, en particular desde nuestra última conferencia en 1998; el segundo estuvo dedicado a China y el tercero, dado por un miembro dirigente del Partido Obrero Espartaquista de Alemania (SpAD), abordó específicamente las recientes discusiones internas comparando nuestra experiencia en la RDA y la Unión Soviética con los acontecimientos en China hoy en día.

Pusimos todos nuestros recursos en la lucha para llevar a cabo una revolución política proletaria en Alemania Oriental como parte de la lucha por la reunificación revolucionaria de Alemania bajo el dominio de la clase obrera. Esta lucha definitoria de nuestro partido y nuestra lucha por movilizar a los trabajadores soviéticos contra la contrarrevolución respaldada por el imperialismo en 1991-92 informaron ampliamente las deliberaciones durante la conferencia.

La Revolución de Octubre fue el evento definitorio del siglo XX, abriendo una nueva época para la humanidad. Al arrancarle de las manos el poder a los capitalistas y los terratenientes, la clase obrera se levantó para volverse la libertadora de todos los oprimidos de Rusia y un faro para el proletariado internacionalmente. Durante gran parte del siglo XX, el marxismo-leninismo —aunque fuera sólo de nombre— fue la influencia dominante en el ala izquierda del movimiento obrero en gran parte del mundo. Pero para finales de los 70, los partidos "eurocomunistas" de Europa occidental ya repudiaban incluso las referencias rituales a la dictadura del proletariado, mientras que el grueso de la izquierda seudotrotskista se puso a la cola del antisovietismo imperialista estilo "derechos humanos". Poco más de una década después, la vasta mayoría de la izquierda, desde los partidos comunistas de Europa occidental hasta la mayoría de los supuestos trotskistas, o experimentó un colapso o se alineó abiertamente con las fuerzas de la contrarrevolución "democrática".

Mientras que gran parte de la izquierda cedió frente al imperialismo y la contrarrevolución, nosotros podemos estar orgullosos de aquello por lo que luchamos y lo que defendimos. Dijimos "¡Viva Ejército Rojo en Afganistán!" mientras las fuerzas soviéticas luchaban por derrotar una insurgencia de fundamentalistas islámicos antimujer respaldados por la CIA a finales de los años 80. Denunciamos el retiro soviético en 1988-89, ofreciendo organizar una brigada internacional para combatir en Afganistán y recolectando fondos en solidaridad con las víctimas civiles en la ciudad sitiada de Jalalabad. Contra la embestida contrarrevolucionaria dirigida por Boris Yeltsin en colaboración con la Casa Blanca de Bush padre en agosto de 1991, distribuimos más de 100 mil volantes en la Unión Soviética levantando el llamado: "Obreros soviéticos: ¡Derrotar la contrarrevolución de Yeltsin y Bush!"

Nuestra intervención en Alemania Oriental en 1989-90 fue la más grande y prolongada en la historia de nuestra internacional. Iniciamos un llamado, retomado por el partido estalinista gobernante, a una protesta de frente unido —contra la profanación fascista de un monumento de guerra soviético y en defensa del estado obrero de la RDA— que atrajo a unas 250 mil personas al Parque Treptow de Berlín Oriental el 3 de enero de 1990. Como demostró Treptow, el impacto de nuestro programa fue mucho mayor de lo que indicarían nuestros números por sí solos. Nuestra propaganda revolucionaria estaba adquiriendo recepción en las fábricas de Berlín Oriental y entre unidades del ejército de la RDA, algunas de las cuales retomaron nuestro llamado por consejos de obreros y soldados. Por primera vez en más de seis décadas, trotskistas tomaron la palabra frente a una audiencia de masas en un estado obrero deformado: nuestra oradora llamó por el forjamiento de un partido comunista igualitario y por un gobierno de consejos de obreros y soldados. La movilización de Treptow planteó la posibilidad de una resistencia obrera organizada a la campaña de los imperialistas para la anexión capitalista de la RDA. Diez años más tarde, justificando su decisión de dejar a su suerte al estado obrero deformado germano-oriental frente a una frenética avalancha anticomunista imperialista después de Treptow, el líder soviético Mijaíl Gorbachov admitió todo esto en la TV durante un panel de discusión sobre los eventos de 1989-90:

"Cambiamos nuestro punto de vista sobre el proceso de reunificación de Alemania bajo el impacto de eventos que se desarrollaron en la RDA. Y una situación especialmente crítica surgió en enero [de 1990]. En esencia, ocurrió un resquebrajamiento de estructuras. Se levantó una amenaza —una amenaza de desorganización, de una gran desestabilización—. Esto comenzó el 3 de enero y [avanzó] cada vez más lejos casi a diario."

Como escribimos en el documento de nuestra II Conferencia Internacional en 1992: "Los obreros del mundo, y nosotros entre ellos, sufrieron una grave derrota con el triunfo del IV Reich. Pero luchamos" (Spartacist No. 25, julio de 1993).

En la última década se ha visto una abundancia de publicaciones con nuevos documentos e historias sobre la caída del estalinismo en el bloque soviético. La LCI necesita revisar la lucha contra la contrarrevolución capitalista en la RDA y la Unión Soviética a la luz de esta nueva información, como parte del proceso para rearmarnos políticamente. La conferencia decidió organizar un proyecto educativo y una discusión sobre este tema al nivel internacional.

Los delegados a la conferencia también evaluaron algunas formulaciones equivocadas o unilaterales que han surgido en debates internos y artículos acerca de nuestra intervención en la RDA. Antes de su deserción de nuestras filas en 1996, el líder del Grupo Internacionalista (GI), Jan Norden, había propuesto una fraudulenta iniciativa de "reagrupamiento" dirigida hacia la supuesta ala izquierda del Partido del Socialismo Democrático (PDS), los remanentes de los estalinistas del SED (Partido de la Unidad Socialista) germano-oriental que vendieron a la RDA. En una plática pública en la Universidad de Humboldt de Berlín en enero de 1995, Norden le otorgó amnistía a estos traidores de clase afirmando que habían quedado "paralizados" en el momento de la contrarrevolución y no podían "concebir" una revolución política...que hubiera estado dirigida a su derrocamiento. Norden denigró y negó el papel de la LCI como la vanguardia revolucionaria consciente, afirmando repetidas veces que "faltaba el elemento clave, la dirección revolucionaria". En respuesta a Norden, un camarada dirigente replicó diciendo que "éramos la dirección revolucionaria" y que el SED-PDS, lejos de estar paralizado, "dirigió la contrarrevolución" haciendo todo lo que estaba en su poder para prevenir una revolución política proletaria.

Estas afirmaciones de nuestro propósito revolucionario contenían un importante núcleo de verdad contra el apuro de Norden por abandonar al trotskismo y a la LCI. Al mismo tiempo, fueron excesos polémicos al calor de la batalla. Como señaló un camarada en ese entonces, una forma más dialéctica de expresar nuestra intervención era: "éramos la dirección revolucionaria en la lucha por convertirnos en tal." Sin embargo, formulaciones tales como "el PDS dirigió la contrarrevolución" y "fuimos la dirección revolucionaria" fueron reafirmadas equivocadamente en nuestras polémicas contra el GI y en disputas internas subsecuentes. Una insistencia dogmática por parte del S.I. sobre estas formulaciones, en debates al interior de nuestra sección alemana y con ésta, dañó nuestro trabajo y sirvió para clausurar de antemano la evaluación crítica de nuestra intervención en 1989-90.

Un entendimiento de la contrarrevolución capitalista en Alemania Oriental no se presta a una consigna sucinta, ni puede ser separado del papel de los imperialistas germano-occidentales y los estalinistas del Kremlin. Gorbachov era quien mandaba en Alemania Oriental. Para cuando el régimen del SED colapsó en el otoño de 1989, el Kremlin ya no estaba comprometido a mantener la dominación soviética militar, y por tanto política, en la RDA. Cuando Treptow presentó el espectro de la resistencia obrera organizada a la contrarrevolución, Gorbachov rápidamente le dio luz verde a la anexión capitalista de la RDA. Treptow fue un punto decisivo; posteriormente el SED-PDS también aceptó la reunificación contrarrevolucionaria.

Después de considerable discusión, la siguiente enmienda al documento de la conferencia fue introducida y aceptada unánimemente:

"No es correcto decir 'el PDS dirigió la contrarrevolución en la RDA' y 'éramos la dirección revolucionaria' en la revolución política incipiente en la RDA en 1989-90. Estas formulaciones son mejores: 'Fuimos el único contendiente por la dirección revolucionaria de la clase obrera en la situación revolucionaria en la RDA en 1989-90. Podemos estar orgullosos de nuestra lucha por la dirección revolucionaria.' Y 'Cuando el Kremlin le vendió la RDA al capitalismo germano-occidental, los dirigentes del SED-PDS se adaptaron a esa traición y se convirtieron en el PDS.'"

La conferencia también reafirmó la declaración en nuestro documento de la conferencia de 1992 resumiendo nuestro papel en la RDA en 1989-90: "Aunque condicionada por la desproporción de las fuerzas, había de hecho una competencia entre el programa de revolución política de la LCI y el programa estalinista de capitulación y contrarrevolución."

La contrarrevolución en la URSS y en cada uno de los estados obreros deformados de Europa oriental debe ser analizada en concreto, como debe serlo también la amenaza creciente de contrarrevolución en los estados obreros deformados restantes, particularmente China. En Alemania había una poderosa clase capitalista imperialista en el occidente, pero en la URSS no había clase capitalista alguna. Allí, las fuerzas locales de la contrarrevolución emergieron de la burocracia (y elementos de la intelectualidad y del sector criminal) conforme ésta experimentaba su colapso terminal. En varios países de Europa oriental —vale subrayar Albania, Bulgaria y Rumania— la restauración capitalista fue llevada a cabo bajo la dirección de los diversos Partidos Comunistas en la ausencia de "reformas de mercado" y de amenaza militar imperialista inmediata alguna. Y en el caso de China todavía existe una burguesía en ultramar y en la región (Hong Kong y Taiwán), al igual que una clase capitalista en la China continental cuyo desarollo está siendo protegido y la cual, en alianza con el imperialismo extranjero, aspira a derrocar al estado obrero deformado.

China: La "cuestión rusa" hoy en día

Al abordar la cuestión china, una de las principales preocupaciones de los delegados fue la ausencia de propaganda de la LCI sobre esta cuestión desde mayo de 2002 hasta el periodo inmediatamente anterior a la conferencia —casi año y medio—. Los camaradas notaron que hubo una sentida incapacidad para abordar la situación históricamente nueva en China, y que el no lidiar con ésta expresaba un agnosticismo tácito respecto al destino del estado obrero deformado. China es la "cuestión rusa" hoy en día. Pero está planteada de una forma nueva y sin precedentes. Al llamar por la defensa militar incondicional de la Unión Soviética, teníamos que argumentar contra varias formas de anticomunismo burgués y de "izquierda". Al defender a China, confrontamos el punto de vista, común en la actualidad tanto entre los círculos burgueses como entre los de izquierda, de que China ya es capitalista o se encuentra irrevocablemente destinada a serlo. Y lo que subyace a esa perspectiva impresionista es la realidad de la incursión masiva que ha efectuado allí el capitalismo al nivel socioeconómico. Como enfatizó el camarada que dio el reporte sobre China:

"En 1992, cuando quedó claro que la Unión Soviética era cosa del pasado y no iba a regresar, ¿quién en nuestra tendencia podría haber predicho que más de una década después la República Popular China seguiría siendo un estado obrero burocráticamente deformado en el que el PCCh [Partido Comunista Chino] ejercería el monopolio del poder político y en el que habría incluso menos fraccionalismo y menos disidencia abierta de los que habíamos visto anteriormente? Vaya, si alguien en nuestra tendencia fue tan clarividente, él o ella debería estar dando este informe, no yo."

La LCI había sido tomada por sorpresa por la incipiente revolución política que tuvo lugar en China en junio de 1989. Desde nuestros inicios como tendencia nos enfocamos en los estados obreros deformados bajo amenaza militar directa del imperialismo estadounidense: Cuba y Vietnam. En los años 70 y 80, nuestra justificada repulsión hacia la alianza criminal de la burocracia de Beijing con el imperialismo estadounidense en contra de la Unión Soviética nos llevó a ponerle cualitativamente muy poca atención a los acontecimientos en China. A esto se añadió que a finales de los 80 nuestra atención se enfocó en el desmantelamiento del dominio estalinista en Europa oriental y la URSS. Contra los maoístas, los socialdemócratas y las diversas variantes de seudotrotskistas que eran, en el mejor de los casos, indiferentes al destino de la URSS, advertimos que si llegara a caer esta potencia militar e industrial, el estado obrero deformado chino no podría sobrevivir aislado por mucho tiempo. Como una declaración histórica general esta advertencia era y sigue siendo correcta. Pero traducir esto a una proyección a corto plazo tras el colapso de la URSS condujo a un entendimiento implícito de que China y los demás estados obreros deformados (Vietnam, Corea del Norte y Cuba) en breve sufrirían la misma suerte. El documento de la conferencia de la SL/U.S. de 1994 afirmaba: "Los estalinistas chinos, con el apoyo del imperialismo japonés y secciones importantes del imperialismo estadounidense, se están moviendo para intentar una restauración fría del capitalismo desde arriba" (Spartacist [Edición en inglés] No. 51, otoño de 1994).

¿Cuáles eran los principales factores que subyacían a este análisis y esta proyección? Con la destrucción de la Unión Soviética, el imperialismo estadounidense estaba incrementando su presión militar directa sobre China. El Pentágono empezó a trasladar el grueso de sus fuerzas de Europa al Lejano Oriente y a trabajar activamente en sus planes para desarrollar una capacidad efectiva para dar el primer golpe contra el pequeño arsenal nuclear chino. El régimen de Beijing estaba abriendo cada vez más la economía china a las presiones del mercado capitalista mundial, fortaleciendo así a las fuerzas sociales que darán origen a fracciones y partidos abiertamente contrarrevolucionarios respaldados por los imperialistas cuando el régimen bonapartista estalinista entre en crisis política. Sumado a esto, estaba la presión ideológica del triunfalismo imperialista ("la muerte del comunismo") a la que la burocracia estalinista y la intelectualidad chinas ciertamente no eran inmunes.

Viendo a China en parte a través del prisma del último periodo de la Unión Soviética, proyectamos la desintegración de la burocracia estalinista en un marco de tiempo comparable. Sin embargo, los estalinistas chinos también vieron lo que había sucedido en la Unión Soviética, sacaron sus propias lecciones y han actuado de acuerdo con ellas. A diferencia del régimen de Gorbachov, los estalinistas chinos no acompañaron la introducción de su variante de la perestroika (reformas de mercado) con el glasnost (liberalización política). Al mantener su monopolio del poder y la organización políticos, el régimen del PCCh ha sido capaz de llevar a cabo sus medidas económicas, más o menos, y de hacer cumplir las leyes y regulaciones que gobiernan la economía china.

A un nivel más fundamental, el régimen de Beijing aún está limitado en su implementación de las "reformas de mercado" por el miedo a ser derrocado por el descontento social — especialmente entre la clase obrera—. Esto estuvo cerca de suceder en 1989, cuando las protestas centradas en los estudiantes a favor de la liberalización política y en contra de la corrupción desataron una revuelta obrera espontánea. Su supresión por parte de unidades militares leales al régimen apenas si pudo ser llevada a cabo ya que más de una docena de comandantes de alto rango del Ejército de Liberación Popular inicialmente se negaron a cumplir sus órdenes de suprimir la protesta de Tiananmen. Además, a diferencia de lo que sucedió en la Unión Soviética bajo Gorbachov, los obreros chinos ya han experimentado una medida de la explotación capitalista —y no les gusta—.

Durante los últimos años han habido protestas populares y luchas obreras a gran escala y muy extendidas, especialmente contra los despidos masivos en las empresas industriales propiedad del estado. A la fecha, mediante una combinación de represión y concesiones, el régimen se las ha arreglado para mantenerlas al nivel de acciones económicas puramente locales. Sin embargo, al nivel de base, China es una sociedad profundamente inestable. Tarde o temprano, las explosivas tensiones sociales harán pedazos la estructura política de la casta burocrática dominante. Y cuando eso suceda, el destino del país más poblado de la tierra estará planteado claramente: la esclavitud capitalista y la subyugación imperialista o la revolución política proletaria para abrirle el camino al socialismo.

En este sentido, nuestra formulación de 1994 fue incorrecta al implicar que una restauración del capitalismo podría tomar lugar mientras el régimen estalinista permanece intacto. Corrigiendo esto, el actual documento de la conferencia señaló:

"La burocracia estalinista es incapaz de efectuar una restauración fría y gradual del capitalismo desde arriba. Una contrarrevolución capitalista en China estaría acompañada por el colapso del bonapartismo estalinista y la fractura política del Partido Comunista gobernante. Lo que emergería del colapso de un régimen estalinista bonapartista, es decir, la restauración capitalista o la revolución política proletaria, dependería del resultado de la lucha de las fuerzas contrapuestas."

Aunque afirmaba que "los errores al predecir el ritmo con el que los eventos se desarrollan no son en sí mismos fatales", el documento advertía en contra de una proclividad a aceptar los pronunciamientos jurídicos del régimen con relación a la privatización de la industria estatal, la entrada a la Organización Mundial de Comercio o la admisión de los capitalistas al PCCh como "la fase final". Esta proclividad había sido tajantemente criticada en una moción del S.I. en junio de 2000, que afirmaba que basar nuestras conclusiones exclusivamente en las acciones e intenciones de la burocracia "relega al proletariado de China al papel de un mero objeto pasivo ya sea de la burocracia estalinista o de la burguesía imperialista, no de una fuerza capaz de su propia acción independiente" contra la continua erosión de las conquistas de la Revolución China de 1949. La arena decisiva en la que la contrarrevolución capitalista tendrá que triunfar en China (como sucedió en Europa oriental y la ex URSS) es la arena política, no simplemente a través de la expansión económica cuantitativa del sector privado.

Algunos camaradas señalaron dificultades previas al escribir acerca de China. Un ejemplo fue una polémica contra la búsqueda oportunista del GI de un ala de la burocracia estalinista china que presuntamente estaría comprometida con la defensa del estado obrero y la lucha contra la restauración capitalista ("El IG y la cuestión china: Buscando a unos cuantos buenos burócratas estalinistas", Espartaco No. 13, otoño-invierno de 1999). Recordamos la declaración de Trotsky de que la burocracia defiende la economía colectivizada sólo en la medida en la que le teme al proletariado. Pero lo llevamos demasiado lejos y argumentamos que "la burocracia del PCCh está decidida a restaurar el capitalismo" y que "la principal fuerza que dirige la ofensiva para la contrarrevolución capitalista hoy en día es el mismo régimen estalinista", implicando que la burocracia de Beijing ya no estaba sujeta a las limitaciones de su posición parasitaria sobre las formas de propiedad colectivizadas y había adquirido los atributos de una clase dominante. En una polémica subsiguiente con el GI, de hecho corregimos nuestro artículo anterior, afirmando:

"En China hoy día, en tanto que está empujando 'reformas' orientadas al mercado, la conciliación con el imperialismo y la represión de las luchas obreras, la burocracia está dirigiendo la embestida por la contrarrevolución capitalista. Elementos superiores de la burocracia y su progenie han entrado a sociedades con el capital estadounidense, japonés y europeo, o con la burguesía china que no fue destruida como clase por la Revolución de 1949 sino que fue capaz de mantener su cohesión huyendo del área continental. Al mismo tiempo, hay una diferencia crucial entre el acto de la contrarrevolución mismo y el camino hacia él. En ese sentido, el régimen de Beijing no está comprometido con la restauración capitalista y sectores del mismo pueden detenerse ante las consecuencias, particularmente por miedo a la clase de devastación descargada sobre el poder industrial y militar de la antigua Unión Soviética y, en algunos casos, por una preocupación genuina por la condición actual y futura de los obreros y campesinos."

—"El GI: Aún buscando a unos cuantos buenos burócratas estalinistas", traducido en el suplemento de Espartaco, noviembre de 2000

Sin embargo, Workers Vanguard nunca dejó en claro, como debía haber hecho, que estábamos corrigiendo la polémica anterior. Y hubiera sido mejor afirmar que la burocracia de Beijing está "promoviendo y fortaleciendo enormemente las fuerzas de la restauración capitalista" en vez de "dirigiendo la embestida por la contrarrevolución capitalista".

El camarada que dio el informe sobre China apuntó que los problemas que enfrentamos hoy en día tienen su origen "en la complejidad objetiva de la situación y el contexto internacional postsoviético, que carece de precedentes históricos". Pero, advirtió, "tenemos que ser mucho más escrupulosos de lo que hemos sido en términos de probar nuestros pronósticos contra el curso real de los acontecimientos.... Aquí no debe haber ninguna subjetividad, porque de otro modo invariablemente distorsionaremos la realidad para que se adecúe a nuestros pronósticos, que es exactamente lo opuesto del materialismo histórico."

El activismo juvenil y la "muerte del comunismo"

Aunque éste es un periodo reaccionario, también es un periodo muy contradictorio. La guerra del imperialismo estadounidense contra Irak dio pie a las manifestaciones más grandes que hayan tenido lugar en años en América del Norte, Europa, el Medio Oriente y muchos países de Asia — impulsando a millones de jóvenes a la lucha política— e incluso a huelgas políticas y acciones obreras contra la guerra. Las victorias militares de EE.UU. en Afganistán e Irak fueron relativamente fáciles, pero la ocupación, particularmente de Irak, es un asunto distinto. Gran parte del mundo semicolonial está marcado por una inestabilidad significativa. En América Latina, el descontento con los regímenes neoliberales ha generado una oleada de populismo nacionalista. A lo largo de Europa, América del Norte y otras regiones ha habido un incremento significativo en el activismo juvenil, gran parte de éste asociado con el movimiento "contra la globalización". Las secciones de la LCI están reclutando, aunque en cantidades desiguales. Sin embargo, la perspectiva política de la generación que ha sido politizada por el odio al "capitalismo global" y la oposición a la guerra contra Irak está en su mayoría muy alejada del materialismo histórico y de una perspectiva proletaria, y estos jóvenes enfrentan un mundo en el que el marxismo es ampliamente presentado como una reliquia del pasado.

Marx y Engels señalaron en el Manifiesto Comunista que el capitalismo produce a sus propios sepultureros en el proletariado. El funcionamiento del imperialismo capitalista impulsa a millones de proletarios a la lucha en contra de la guerra, el desempleo y el racismo. Pero para forjar una "clase para sí", que pueda contender de manera exitosa por el poder estatal, se requiere la intervención de una vanguardia leninista para avanzar en la adquisición de la conciencia revolucionaria proletaria y para arrancar de raíz las fuerzas divisorias nacionales, raciales y religiosas. La destrucción de la URSS ha hecho esta tarea más difícil, como señaló el "Llamado a la IV Conferencia":

"Ya no tenemos un proletariado ni siquiera nominalmente marxista. Las revoluciones europeas de 1848, la Comuna de París de 1871 y de manera más importante la Revolución de Octubre de 1917 tomaron lugar hace mucho y parecen remotas en la experiencia y la conciencia actuales de la mayoría de los trabajadores. El peso de las derrotas y de las catástrofes sociales resultantes de la contrarrevolución capitalista limita el entendimiento de nuestros cuadros de que la LCI fue, y es, el partido de la campaña de Jalalabad, de Treptow, el partido de la Revolución Rusa y de nuevos Octubres, que abre el camino a la venidera transformación del mundo."

Un camarada señaló que podíamos proyectar que nuestra organización se convertiría en una dirección revolucionaria en Alemania en 1989-90 porque esto se adecuaba a la situación objetiva. En los años 60 y 70, cuando muchos de los cuadros dirigentes de la LCI se unieron a nuestra tendencia, los vietnamitas llevaron a cabo una revolución social victoriosa contra el imperialismo estadounidense, mientras que los imperialistas franceses fueron derrotados en Argelia. Las secciones más avanzadas del proletariado estaban motivadas por aspiraciones revolucionarias; el orden burgués francés sobrevivió la huelga general de mayo de 1968 sólo por la alevosa traición del Partido Comunista. Hoy en día, ciertamente hay combativas luchas obreras defensivas, pero los obreros en su mayoría no las conectan con el objetivo de una nueva Revolución de Octubre. Nuestros oponentes nominalmente marxistas son en gran medida socialdemócratas de izquierda. Por ejemplo, mientras que hace 30 años los miembros de la Ligue Communiste Révolutionnaire (LCR) francesa adulaban al líder del Partido Comunista vietnamita coreando "Ho, Ho, Ho Chi Minh", en 2002 la LCR le dio apoyo electoral al presidente francés de derecha Jacques Chirac.

El no haber tomado en cuenta los cambios en el terreno de la izquierda en el periodo postsoviético, que incluyen la proliferación de grupos anarcoides, contribuyó a una decisión sectaria de boicotear por principio la protesta de Seattle de noviembre de 1999 contra la Organización Mundial de Comercio. Una moción del Buró Político de la SL/U.S. motivó esto sobre la base de que la protesta estaría "dominada por el chovinismo nacional, el proteccionismo racista y ataques contrarrevolucionarios contra el estado obrero deformado chino" (WV No. 725, 10 de diciembre de 1999). Fue correcto haber marcado una línea de tajante oposición política contra la izquierda reformista que se entusiasmó con la "batalla de Seattle" y fue a la cola de la burocracia sindical anticomunista y pro Partido Demócrata. Sin embargo, la manera de hacerlo era intervenir con nuestra propaganda comunista dirigida a los activistas radicales y liberales de izquierda que fueron atraídos a Seattle por su deseo de protestar contra los peores excesos del capitalismo —no igualándolos con los dirigentes anticomunistas de la AFL-CIO—.

Esta política abstencionista fue revertida en la práctica a través del debate interno en la víspera de otra protesta "contra la globalización" en Washington, D.C. en abril del año siguiente. Nos hemos destacado por ser los marxistas revolucionarios que enfrentan polémicamente los prejuicios anarquistas y sindicalistas mientras defendemos con firmeza a los combativos jóvenes anarquistas contra la represión del estado burgués y las acusaciones de violencia que lanzan contra ellos las colas de "izquierda" de la burguesía. Pero el no haber corregido públicamente nuestra abstención por principio de la protesta de Seattle fue perjudicial y desorientador para nuestros cuadros y quienes siguen nuestro trabajo.

El documento de nuestra II Conferencia Internacional de 1992 previó el resurgimiento de tendencias anarquistas y anarcosindicalistas; subsecuentemente publicamos un folleto histórico, Marxismo contra anarquismo, dirigido a esos jóvenes. Sin embargo, no medimos el grado en el que el comunismo ha sido igualado con el fracasado estalinismo en el periodo postsoviético. Con el objetivo de armar a nuestros camaradas para abordar mejor este tipo de conciencia, la reciente conferencia de la LCI incluyó una estimulante presentación educativa sobre la Guerra Civil Española de los años 30 y el papel de los "Amigos de Durruti" —anarquistas de izquierda que eran críticos de la traición de la dirección anarquista española—. La presentación fue dada por un joven camarada de la Trotskyist League of Canada, que había sido ganado él mismo de antecedentes anarquistas.

La conferencia tomó nota de las desviaciones oportunistas que acompañaron el patrón de sectarismo. En la secuela de los ataques del 11 de septiembre, la intervención de cuadros dirigentes fuera de nuestro centro fue crucial para mantener nuestra capacidad de funcionar bajo condiciones extraordinariamente difíciles. Esto condujo a una lucha continua para combatir tanto las desviaciones oportunistas como bravatas vacías en nuestra propaganda. El ejemplo más pronunciado de lo primero fue el que durante todo un mes no afirmáramos públicamente que los marxistas trazamos una diferencia entre los ataques contra instituciones como el Pentágono —que representa directamente el poderío militar del imperialismo estadounidense— y el terrorismo aleatorio contra civiles inocentes, como es el caso del World Trade Center. Nuestra posición sobre esta cuestión ya había sido codificada en una reunión del grupo del Comité Central de la SL/U.S. en la Costa Oeste la noche del 11 de septiembre, donde un camarada señaló: "Si fuera sólo la Casa Blanca o el Pentágono, así es la vida (aunque también es estúpido, dado que uno de los problemas con el terrorismo es que siempre involucra a gente inocente —en este caso la gente en el avión comercial al igual que el personal de limpieza del Pentágono— )". El no afirmar públicamente que veíamos como cosas distintas el ataque al Pentágono y al World Trade Center fue especialmente notorio, dado que esta línea fue aprobada por una reunión del Buró Político de la SL/U.S. cuatro días más tarde. Como señaló el documento de la IV Conferencia de la LCI: "éste fue un caso de vacilación política frente a la oleada de patriotismo estadounidense tras los ataques del 11 de septiembre."

La impaciencia y la indiferencia frente a la realidad objetiva son frecuentemente las damas de compañía de las arremetidas oportunistas y los atajos para el crecimiento rápido. En este sentido, es útil tener en mente el consejo del camarada Trotsky: "Después de todo, el oportunismo no se expresa sólo en estados de ánimo gradualistas, sino también en la impaciencia política: frecuentemente busca cosechar donde no ha sembrado, obtener éxitos que no corresponden a su influencia" (introducción de 1924 a The First Five Years of the Communist International [Los primeros cinco años de la Internacional Comunista]). Nuestros éxitos lo han sido a través de la crítica inteligente y la intervención contra nuestros oponentes —no a través de la invención de una realidad falsa para evitar los obstáculos políticos—.

El muy cambiado terreno en la izquierda y entre los jóvenes activistas, y sus implicaciones para nuestro trabajo, fue resumido en una carta escrita por Joseph Seymour, cuadro de muchos años de la LCI, poco después de la conferencia:

"Predeciblemente, el periodo postsoviético ha dado origen a grupos, tendencias y medios de izquierda significativos que no hablan ni quieren aprender el lenguaje del 'marxismo-leninismo'. Esos grupos y tendencias se caracterizan por un eclecticismo teórico y/o una regresión a conceptos y modos de pensar premarxistas. Esto último es el caso de los anarquistas más ortodoxos, en tanto que el movimiento 'contra la globalización' más amplio se caracteriza por su eclecticismo....

"Es muy difícil abordar de forma efectiva a grupos, tendencias y medios de izquierda cuya visión del mundo, cuya metodología, es tan distinta y distante de la nuestra. Debido a que es difícil, creo que ha habido una tendencia a evitar esta tarea y a subestimar su importancia para la LCI en el periodo actual."

La conciencia política de los miembros de los grupos que continúan reclamando la tradición trotskista, al igual que la de los grupos estalinoides que quedan, también ha cambiado. Éste es el caso especialmente entre sus miembros más jóvenes, cuya conciencia se formó durante el periodo postsoviético. Seymour notó que una fuente de desorientación en el último periodo "ha sido ir en busca del mismo tipo de activistas de izquierda que reclutamos en EE.UU. a principios de los años 70 y en Europa occidental a mediados y finales de los 70 y principios de los 80", es decir, individuos que habían estudiado y aceptado, al menos formalmente, los principios doctrinarios del leninismo y que podían ser reclutados y asimilados a nuestra tendencia con bastante facilidad. Agregó:

"Al abordar a los grupos trotskoides en Europa debemos operar desde la premisa de que estamos lidiando con socialdemócratas de izquierda serios y reflexivos con valores humanistas racionales. No debemos esperar nada más. Con una diferencia importante, la misma aproximación debe operar con relación a los grupos trotskoides en países del Tercer Mundo (por ejemplo, Brasil y Sudáfrica). La diferencia es que muchos miembros de estos grupos están más cerca de ser populistas nacionalistas de izquierda en vez de socialdemócratas de izquierda."

El reformismo y el mundo postsoviético

Como parte de la discusión preconferencia, los camaradas revisaron documentos anteriores que servían como guía para nuestro trabajo internacional. La evaluación crítica del trabajo pasado es una tarea necesaria para una organización marxista; sólo los papas son infalibles. Un síntoma de nuestros problemas políticos era que quedaba mucho por hacer en este sentido.

Citando a Trotsky, un Memorándum del CEI de 1996 afirmaba que periodos reaccionarios como éste desintegran y debilitan a la clase obrera y su vanguardia, disminuyendo el nivel ideológico general del movimiento y arrojando hacia atrás el pensamiento político a etapas largamente superadas (ver: "El 'grupo' de Norden: vergonzosos desertores del trotskismo", Boletín Internacional No. 38 [primera edición en español], diciembre de 2000). Enfatizaba correctamente que la LCI debe nadar contra la corriente y mantener sus posiciones programáticas. Sin embargo, el memorándum subestimaba la fuerza de las tendencias reformistas. Haciendo referencia a los escritos de Trotsky sobre el centrismo en los años 30, afirmaba "que desenmascarar y destruir políticamente a nuestros oponentes centristas es la tarea clave en el trabajo hacia éstos". Al mismo tiempo el documento preveía erróneamente que las burguesías "están también deshaciéndose de los intermediarios y corredores (parlamentarios y sindicales) que anteriormente entretenían y cultivaban para contener y controlar mejor a la clase obrera".

La afirmación de que nuestras batallas claves actualmente son contra los centristas (como el GI de Norden) es un factor de desorientación y subestima el grado en el que ha retrocedido la conciencia política. Hoy en día existe muy poco que pueda considerarse centrista en el sentido clásico, es decir, organizaciones en movimiento político, rompiendo con el reformismo hacia la izquierda o con la política revolucionaria hacia la derecha y hacia el reformismo. Trotsky escribía durante la Gran Depresión, cuando la bancarrota de la Comintern estalinizada frente al ascenso de Hitler al poder generó significativas corrientes centristas de izquierda en los partidos socialdemócratas. Las formaciones centristas de los años 70 se han movido agudamente hacia la derecha, particularmente en el contexto de la Segunda Guerra Fría, cuando se sometieron ante la campaña de sus propias burguesías para reconquistar a la Unión Soviética para la explotación capitalista. Como un indicador de este desplazamiento hacia la derecha, es notorio que varias organizaciones supuestamente revolucionarias —incluyendo a la LCR francesa y a los grupos británicos Socialist Workers Party (SWP) y Workers Power— hayan firmado una petición a los jefes de estado europeos en el 2002 para que adoptaran una posición pública contra la inminente guerra contra Irak, tratando falsamente a las burguesías europeas como si fueran un contrapeso progresista al imperialismo estadounidense.

La tendencia a ver la desaparición de la socialdemocracia y el reformismo como una fuerza en Europa occidental fue en parte una respuesta impresionista a los esfuerzos muy reales de las burguesías de Europa occidental para desmantelar lo que queda de los benefactores" erigidos para desviar el descontento proletario en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Pero como señaló una camarada en una carta de marzo de 2002 al S.I.:

"La razón particular para el 'estado benefactor' fue eliminada con la caída de la Unión Soviética. Pero esto no significa que no hay límites para la pauperización de la clase obrera por parte de la burguesía. Mientras exista el capitalismo, la cuestión de las reformas o mejoras no está fuera del orden del día ni permanentemente ni a medio plazo. Las clases dominantes del mundo avanzado no están predispuestas a gastar dinero para mejorar las condiciones de las masas, pero la reforma no es como un interruptor de encendido y apagado con el cual antes no podías perder y ahora no puedes ganar."

La carta señalaba que la posición de que las bases materiales para la socialdemocracia habían sido eliminadas con la destrucción de la URSS era sectaria en última instancia: "O existen la Unión Soviética y los concomitantes 'estados benefactores' o no hay Unión Soviética, ni posibilidad de reformas o ajustes, ni ningún papel para la socialdemocracia; es decir, no hay nada fuera de nosotros."

El Memorándum del CEI de 1996 fue elaborado en un momento en el que la mayoría de los principales países europeos estaba siendo gobernada por partidos burgueses de derecha. Después de que los socialdemócratas empezaron a ser elegidos más tarde, el S.I. previó que el descontento con esos gobiernos y los partidos obreros reformistas de masas beneficiaría directamente a la LCI en un sentido organizativo. Se pensaba que nuestros oponentes en la izquierda quedarían fácilmente desacreditados por haber apoyado la elección de los socialdemócratas y que podríamos obtener conquistas organizativas sustanciales. Un Memorándum del S.I. de enero de 2000 exageraba lo que no eran sino luchas obreras defensivas y planteaba:

"En Europa y otras partes, las condiciones que han dado pie al crecimiento de los fascistas también pueden conducir a explosiones proletarias que sobrepasarían el marco del parlamentarismo burgués proporcionado por los falsos dirigentes actuales del movimiento obrero y sus colas centristas. Esto podría proporcionar oportunidades de crecimiento exponencial incluso para pequeños grupos de propaganda trotskistas, siempre y cuando busquemos activamente estas oportunidades e intervengamos de manera efectiva."

Este pronóstico sobreestimó sustancialmente la conciencia existente de la clase obrera e, inversamente, subestimó los obstáculos políticos reales que deben ser superados para ganar obreros y jóvenes a una perspectiva marxista. Pronósticos erróneos similares desorientaron también nuestro trabajo en EE.UU. Después de haber iniciado una enormemente exitosa movilización obrera y negra de frente unido que expulsó al [Ku Klux] Klan de Nueva York en octubre de 1999, extrapolamos esta poderosa lucha defensiva hasta prever un salto cualitativo en la conciencia de clase proletaria y planteamos equivocadamente que ésta era una oportunidad única para el reclutamiento masivo de jóvenes obreros negros.

Cuando los obreros en Europa empezaron a expresar su descontento con el frente popular francés de Jospin o con el gobierno de Blair en Gran Bretaña, nuestros oponentes de izquierda más grandes como Lutte Ouvrière y el SWP británico se adaptaron a esto volviéndose más críticos de los gobiernos en el poder sin alterar de modo alguno el contenido reformista fundamental de sus programas. Reclutar individuos requiere ganarlos políticamente de una perspectiva reformista o liberal de izquierda al marxismo genuino, un proceso mucho más difícil que desenmascarar a un partido socialdemócrata de derecha.

El pronóstico de "avances históricos" y crecimiento exponencial actuó como un factor de desorientación especialmente en las secciones europeas y condujo además a que los cuadros fueran falsamente criticados cuando eran incapaces de alcanzar esas expectativas irreales de reclutamiento. Fue en este contexto que la declaración "fuimos la dirección revolucionaria" —que había sido planteada de manera apropiada, aunque en forma exagerada, en la lucha contra el liquidacionismo de Norden en torno a 1989-90— fue reafirmada en una conferencia del SpAD de 1999 por representantes del S.I. e impuesta a nuestros camaradas alemanes como una fórmula sectaria fuera de todo contexto. Al mismo tiempo, el S.I. equivocadamente insistió en afirmar como consigna para nuestra intervención en Alemania (pero no en otras secciones de la LCI) la formulación parcial e incorrecta "el PDS dirigió la contrarrevolución", que sólo podía servir para esterilizar el combate político contra el reformista PDS.

La intervención marxista reflexiva requiere poner atención a los acontecimientos en una sociedad dada, no bravatas vacías de contenido. Gran Bretaña, por ejemplo, ha sido testigo de una división creciente entre la dirección del Partido Laborista bajo Tony Blair y la base sindical histórica del partido. Esta escisión no está siendo impulsada como esperábamos los leninistas, a través de una revuelta proletaria contra los líderes laboristas derechistas. Por el contrario, Blair y compañía procuran romper con la base obrera del laborismo e incluso con la burocracia sindical montada sobre esa base, con el objetivo de transformar al partido en una formación burguesa análoga al Partido Demócrata estadounidense. En este contexto, prestamos mucha atención a la creación del Socialist Labour Party (SLP) de Arthur Scargill. En las elecciones generales de 2001, la Spartacist League/Britain extendió apoyo crítico electoral al SLP, dándonos un vehículo activo para manifestar nuestra oposición al Nuevo Laborismo de Blair mientras contraponíamos el programa bolchevique al "Viejo Laborismo" de Scargill.

Decisiones de la conferencia

Un panel de discusión sobre las características específicas del sistema imperialista en este periodo incluyó informes por parte de camaradas de nuestras secciones estadounidense, británica, japonesa y sudafricana. Uno de los presentadores comentó sobre la pérdida de la hegemonía estadounidense en el mundo imperialista a principios de los años 70, conforme EE.UU. se estancaba en su guerra contrarrevolucionaria perdedora en Vietnam. Esto abrió un periodo en el que hubo un resurgimiento de la competencia interimperialista. Sin embargo, continuó, "las cosas no permanecen fijas en el mundo, y los capitalistas estadounidenses pelearon contra sus rivales económicos en Alemania Occidental y Japón, principalmente atacando a los sindicatos en EE.UU. e incrementando la tasa de explotación. Entran a escena los años de Carter, Reagan y Bush. Al final de este periodo, la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética le dio un ímpetu enorme a una segunda ronda de inversión capitalista mundial."

Nuestro Memorándum del CEI de 1996 preveía un aumento demasiado rápido en las tensiones diplomáticas y militares entre las potencias imperialistas, afirmando que la partición y ocupación de Yugoslavia en la secuela de las guerras civiles nacionalistas de principios de los años 90 "sientan la base para futuros conflictos y guerras, incluyendo el posible uso de armas nucleares". Acelerar de este modo el ritmo de los acontecimientos sólo puede conducir a la desorientación política. De hecho, pasó más de una década antes de que se diera una división importante al nivel diplomático entre Washington y las principales potencias europeas en torno a la invasión de Irak por parte de EE.UU. La relación entre las diversas potencias imperialistas es diferente a la del periodo anterior a la Primera Guerra Mundial y la Revolución de Octubre en tanto que ninguna potencia puede competir aún con EE.UU. en el plano militar. Sin embargo, la avasalladora hegemonía militar del imperialismo estadounidense no refleja una superioridad económica cualitativa similar, e inevitablemente sus rivales buscarán remediar el balance militar. Las crecientes tensiones interimperialistas ejercen distintas presiones sobre nuestras diversas secciones nacionales, y hay que lidiar con dichas presiones a través de evaluaciones y discusiones continuas.

Varios camaradas hablaron en torno a una discusión en la LCI acerca del carácter de los países capitalistas avanzados que desempeñan un papel independiente pequeño o nulo en el escenario mundial. Se adoptó una enmienda al principal documento de la conferencia que afirmaba: "Ni la exportación de capital ni la fuerza militar son en sí mismas suficientes para determinar el carácter imperialista de un país. La cuestión es determinada históricamente y de forma concreta. Gran Bretaña, Canadá, Australia y Suiza son parte de la división del trabajo imperialista —imperialistas que varían entre seniles, carroñeros y/o que actúan como socios menores—." Se dieron instrucciones para continuar con la discusión de ésta y otras cuestiones relacionadas, notablemente en torno al singular carácter de Sudáfrica.

La conferencia también discutió el asunto de contender por puestos ejecutivos en las elecciones burguesas. Los comunistas no aceptan posiciones que los hagan responsables de la administración del estado burgués, lo que necesariamente implica colaboración de clases. La decisión del Partido Comunista Alemán de entrar a los gobiernos regionales de Sajonia y Turingia en 1923 fue parte de la desorientación política del partido que condujo al descarrilamiento de una prometedora situación revolucionaria (ver: "Una crítica trotskista de Alemania 1923 y la Comintern", Spartacist No. 31, agosto de 2001). Sin embargo, el SWP de Cannon postuló candidatos a la presidencia de EE.UU. y a otros puestos ejecutivos, en tanto que la Spartacist League/U.S. ha contendido por puestos locales, como alcaldías. El documento de la conferencia afirmó:

"Es principista contender por esos puestos siempre que nuestros candidatos expliquen de antemano que no tienen intención alguna de asumirlos en caso de ser elegidos, y dejen claro por qué es necesario forjar un gobierno obrero para expropiar a los capitalistas y barrer con su maquinaria de opresión de clases. Un artículo en el número de enero de 1932 de Young Spartacus [Joven Espartaco], periódico del grupo juvenil de la Communist League of America [predecesor del SWP estadounidense], expresó la actitud de los trotskistas hacia la toma de puestos ejecutivos: '¿Puede, entonces, un comunista participar en un gobierno burgués en un puesto director? La respuesta es: no. Participar en la labor del gobierno, es decir, tomar un puesto en el gabinete o en el ministerio, significa sólo una cosa: auxiliar en la supresión de la clase obrera. El comunista no puede hacer eso.'"

Durante la conferencia se reunieron diversas comisiones de trabajo más pequeñas. Hubo una intensa discusión en la Comisión de la Mujer sobre nuestra evaluación de la prostitución en Europa en la secuela de la destrucción de la Unión Soviética, analizando nuestra oposición histórica a las leyes contra la prostitución que —como los juegos de azar, la pornografía, las drogas o el alcohol— es un "crimen sin víctimas" (ver: "Campaña en EE.UU. contra los inmigrantes, las mujeres y la sexualidad: Cruzada de EE.UU. y la ONU contra el 'tráfico sexual'," página 64). La mayoría de las secciones de la LCI publican periódicamente páginas de Mujer y Revolución en sus prensas seccionales. Los camaradas señalaron que los artículos sobre la cuestión de la mujer y cuestiones sociales más amplias son un vehículo particularmente apto para articular nuestra visión del futuro de la emancipación social basada en la conquista proletaria del poder. Como afirmó el documento de la conferencia: "Hemos luchado por ser un tribuno del pueblo, en el sentido leninista, defendiendo a los más oprimidos y vulnerables de la sociedad, sean éstos la North American Man/Boy Love Association (NAMBLA) o las mujeres inmigrantes musulmanas victimizadas por usar el hijab."

Señalando que actualmente no hay ningún medio políticamente definido que esté moviéndose hacia la izquierda y que no sabemos dónde estallarán las luchas, el documento reafirmó la importancia de tener una extensión geográfica tan amplia como nos permitan nuestros recursos y de echar raíces en el proletariado en donde estamos, para poder posicionar mejor de antemano a la LCI para influir sobre luchas futuras. El documento delineó elementos de nuestras tareas actuales y futuras, entre las que se encuentran la centralidad de la lucha por China y la necesidad de abordarla a través de propaganda más reflexiva; la elaboración de propaganda relevante para intersecar al medio anarquista, que es donde se encuentran muchos de los jóvenes más radicales; y continuar defendiendo la causa de los inmigrantes y las minorías oprimidas que son las primeras víctimas de la recesión económica mundial y la "guerra contra el terrorismo". La conferencia reafirmó que, dados nuestro tamaño, circunstancias y estructura en la actualidad, la principal tarea del S.I. es la producción de la propaganda literaria apropiada, necesaria y urgente, principalmente el Spartacist cuadrilingüe. Prevemos una producción más regular y frecuente de Spartacist, lo que deberá permitirle actuar como una guía para las prensas seccionales.

Más en general, en un periodo en donde uno no puede asumir que los activistas de mentalidad izquierdista aceptan el marxismo, necesitamos artículos que le den una exposición más amplia y profunda de nuestra perspectiva mundial a nuestra militancia y a nuestros lectores. El clima ideológico de la "muerte del comunismo" nos ha impuesto la importante tarea de defender no sólo los principios básicos del marxismo, sino también el racionalismo humanista de la Ilustración. Tenemos que defender esto último contra una amplia fracción de los que se autoproclaman de izquierda. Nuestras secciones sudafricana y mexicana, entre otras, tuvieron que desenmascarar a nacionalistas tercermundistas que aplaudieron el ataque criminal contra el World Trade Center como un acto "antiimperialista".

Al determinar nuestras tareas en el periodo venidero, nos guiamos por el entendimiento expuesto en la "Declaración de principios y algunos elementos de programa" de la LCI, que fue adoptada en nuestra III Conferencia Internacional en 1998:

"'El marxismo no es un dogma, sino una guía para la acción.' La Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista) está en la primera línea de la lucha por un futuro socialista. La LCI es la única organización internacional que actualmente tiene una concepción general correcta de la situación mundial y de las tareas que enfrenta el proletariado del mundo. La disparidad entre nuestros pequeños números y el poder de nuestro programa es inmensa. Actualmente las secciones de la LCI son, o buscan ser, grupos combativos de propaganda. Nuestra tarea inmediata es la educación y la formación de cuadros, reclutando a las capas más avanzadas de los obreros y la juventud al ganarlas a nuestro programa completo a través de la explicación de nuestras perspectivas en aguda contraposición de las de nuestros oponentes centristas. Los reagrupamientos revolucionarios con base en el programa del internacionalismo leninista son el medio para resolver la desproporción entre nuestras pequeñas fuerzas y nuestra tarea."

Spartacist No. 29, agosto de 1998

Varios camaradas a lo largo y ancho de la LCI dieron un paso adelante en el curso de las recientes luchas internas, demostrando que ciertamente tenemos verdaderos cuadros internacionales. Los delegados de la conferencia eligieron a un nuevo CEI para que sirva como el organismo político más alto de la LCI hasta que se convoque a otra conferencia. El ponente de la Comisión de Nominaciones, que tenía el encargo de proponer y presentar una planilla para el CEI entrante, señaló la advertencia de Cannon de que los cuadros dirigentes deben ser parte de una "selección inclusiva y no exclusiva" ("Lucha fraccional y dirección del partido", noviembre de 1953, reproducido en Spartacist No. 27, diciembre de 1996). El nuevo CEI contiene elementos de la dirección anterior —incluyendo camaradas que cometieron serios errores pero cuyos talentos deben ser utilizados como parte de un colectivo más amplio— al igual que camaradas elegidos a nuestro cuerpo dirigente por primera vez, particularmente de nuestras secciones europeas. Es más joven y tiene una extensión geográfica más amplia que el CEI saliente. La conferencia expresó su sentida posición de que el CEI debe desempeñar un papel más central en la dirección política de la LCI en el futuro; la labor del S.I., su brazo ejecutivo en nuestro centro, es organizar la discusión política necesaria a través del CEI. Reconociendo la necesidad de que nuestra dirección internacional le ponga más atención a nuestra sección estadounidense, dos miembros del CEI fueron nombrados representantes al Comité Central de la SL/U.S., del mismo modo que también hay representantes del CEI en algunos otros de los cuerpos de dirección seccionales.

Reafirmando enérgicamente nuestra determinación de mantener nuestra continuidad revolucionaria y avanzar hacia el reforjamiento de la IV Internacional, el documento de la IV Conferencia Internacional afirmaba:

"Lo que es crítico es que las futuras revoluciones obreras tengan un arsenal político bolchevique; sus cuadros deben ser educados en las experiencias de la Revolución Bolchevique, la Internacional Comunista en su primera época, la IV Internacional de Trotsky y nuestra propia LCI. Las nuevas conquistas sólo serán alcanzadas por quienes demuestren ser capaces de defender las viejas conquistas. La LCI lucha tenazmente por sostener en alto la bandera de nuevos Octubres."