Suplemento de Espartaco

Agosto de 2015

 

¡Por la independencia de Cataluña y el País Vasco!

¡Abajo la Unión Europea!
¡Por los estados unidos socialistas de Europa!

El siguiente artículo ha sido traducido de Workers Vanguard No. 1066 (17 de abril), periódico de nuestros camaradas de la Spartacist League/U.S.

En noviembre pasado, 2.3 millones de personas en Cataluña desafiaron al gobierno central de España al votar en un referéndum no oficial sobre la independencia. Más del 80 por ciento de los votantes respondieron sí a ambas preguntas: “¿Quiere que Cataluña sea un estado?” y, en caso afirmativo, “¿quiere que Cataluña sea un estado independiente?”. El voto fue la culminación de años de creciente sentimiento por la independencia en esta región de 7.5 millones de habitantes en el noreste de España. El rabioso chovinismo de la burguesía castellana, junto con la austeridad económica impuesta por la Unión Europea (UE), ha sacado a la superficie las centenarias divisiones entre el gobierno central y las nacionalidades oprimidas más pequeñas de España, como los catalanes.

La participación masiva en la votación del 9 de noviembre fue una respuesta poderosa a la decisión del parlamento español en abril de 2014 de proscribir un referéndum sobre la independencia. Fue también una clara indicación de que el sentimiento nacional en Cataluña se dirige fuertemente hacia la separación de España y no hacia la asimilación. Consecuentemente, la Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista) exige: ¡Independencia para Cataluña!

Como marxistas revolucionarios, nuestro llamado por la secesión de Cataluña de España tiene el objetivo de sacar del orden del día la cuestión de la opresión nacional para poner al frente la necesidad de la lucha obrera contra el enemigo de clase capitalista tanto en España como en Cataluña. Los gobernantes capitalistas, sean castellanos o catalanes, utilizan el nacionalismo para oscurecer el hecho de que los trabajadores no comparten un interés común con sus “propios” explotadores y para sembrar divisiones entre los obreros de nacionalidades distintas. Una Cataluña independiente demostraría más claramente a los obreros del lugar que los nacionalistas burgueses y pequeñoburgueses catalanes no son en absoluto combatientes por la liberación de las víctimas de la explotación y la opresión social. La independencia también estremecería el orden capitalista en el resto de España y daría una sacudida a la UE imperialista, lo cual ayudaría a abrir el camino a la lucha de clases.

Rechazamos la afirmación de la burguesía castellana y la monarquía de España de la “indisoluble unidad de la Nación española”, la cual quedó consagrada en la constitución democrático-burguesa adoptada en 1978, tres años después de la muerte del general Francisco Franco, cuya dictadura bonapartista dominó durante casi 40 años. La constitución española explícitamente niega el derecho democrático a la autodeterminación de los catalanes, vascos y gallegos, los cuales constituyen naciones distintas con sus propias lenguas. La LCI siempre ha sostenido el derecho a la autodeterminación de estas naciones oprimidas en España.

Un obstáculo central a la unidad obrera en España en el periodo posterior a Franco ha sido el chovinismo extremo dirigido contra el pueblo vasco. Ha habido una larga lucha por la independencia vasca. Cada gobierno “democrático”, incluyendo los del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), ha continuado la sangrienta campaña de terror de la dictadura de Franco contra el separatismo vasco. Las profundas divisiones entre los obreros de la región vasca y el resto de España se han reflejado en el predominio de sindicatos nacionalistas separados en el País Vasco. Ha sido evidente desde hace algún tiempo que estas divisiones no pueden ser superadas salvo mediante la lucha por la independencia de los vascos. Si bien la LCI ha sostenido desde hace mucho el derecho de los vascos a la secesión, y ha defendido vigorosamente a las víctimas vascas de la represión estatal capitalista, hemos sido negligentes al no llamar por la independencia hasta ahora. ¡Independencia para el País Vasco!

En la actualidad, no parece haber sentimiento masivo por la independencia en la parte del País Vasco en Francia, del otro lado de la frontera norte de España, ni en la Cataluña del Norte, en Francia, donde se habla el catalán. La Ligue trotskyste de France, sección de la LCI, sostiene sin embargo el derecho a la autodeterminación de vascos y catalanes, es decir, su derecho a separarse del estado francés. Esto incluye el derecho a unirse a una Cataluña o a un País Vasco independientes. La LCI también sostiene el derecho de otras regiones de habla catalana en España, como las Islas Baleares, a unirse a una Cataluña independiente. Nuestro llamado por la independencia de Cataluña y el País Vasco es una aplicación de la posición leninista que reconoce el derecho a la autodeterminación de todas las naciones. Como Lenin escribió en La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación (1916):

“El derecho de las naciones a la autodeterminación implica exclusivamente el derecho a la independencia en el sentido político, el derecho a la libre separación política respecto de la nación opresora. En términos concretos, esta exigencia de la democracia política significa una libertad total de propaganda por la separación y por un referéndum sobre la separación en la nación que se separa”.

Sólo mediante el apoyo a la independencia de Cataluña y el País Vasco podrá el proletariado en España demostrar que se opone al chovinismo nacional de su propia clase gobernante, permitiendo a la clase obrera española ganar la confianza y la solidaridad de clase de los obreros en las naciones oprimidas y eliminar la sospecha y la desconfianza. Al mismo tiempo, los obreros de las naciones oprimidas catalana y vasca deben luchar por la independencia política respecto de sus gobernantes capitalistas, quienes esgrimen el llamado por la “liberación nacional” como una herramienta para engañar y dividir a los obreros a lo largo de líneas nacionales.

Rivalidades burguesas en la España multinacional

La determinación de la burguesía castellana de impedir cualquier posibilidad de independencia para Cataluña y el País Vasco se debe en no poca medida al hecho de que se encuentran entre las regiones más industrializadas y económicamente productivas de España, con grandes concentraciones de capital financiero. Hoy Cataluña (con 16 por ciento de la población total) contribuye con alrededor del 20 por ciento del producto interno bruto de España. El segundo banco más grande de España es el vasco Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA), con grandes inversiones en América Latina. Un coronel retirado del ejército español despotricó en una entrevista de 2012: “¿La independencia de Cataluña? Por encima de mi cadáver y el de muchos”. Dada la sangrienta historia de España, estas amenazas deben tomarse en serio.

Tras el colapso de la burbuja inmobiliaria española en 2008 y la consiguiente crisis financiera, parte de la depresión económica mundial, los gobernantes imperialistas de la UE y la burguesía española han sometido a los trabajadores a despidos masivos y austeridad salvaje, con más de 5.4 millones de personas actualmente desempleadas. Esta situación ha avivado el nacionalismo burgués de todos los bandos.

El partido gobernante al nivel nacional, el Partido Popular (PP), desciende políticamente del franquismo y encarna a la reacción católica monárquica. El PP ha intensificado el sentimiento anticatalán en un intento transparente de desviar la atención de la responsabilidad burguesa por la crisis económica en curso. Durante años, el PP ha bloqueado los intentos de Cataluña de obtener mayor autonomía del gobierno central y se rehusó a renegociar los términos de la distribución de ingresos tributarios entre Madrid y Barcelona (la capital de Cataluña), así como de la parte del presupuesto nacional que se otorga a Cataluña. El PP —mercader de la indigencia y el hambre— ha promovido hipócritamente el estereotipo chovinista de los catalanes como gente avara que carece de “solidaridad” con las regiones más pobres de España.

El vil chovinismo que emana de Madrid ha provocado una fuerte reacción en Cataluña. Un catalizador de este encono fue la decisión tomada en 2010 por el Tribunal Constitucional español para anular numerosos artículos del estatuto de autonomía de Cataluña de 2006, incluyendo la sección que reconocía a Cataluña como una nación. Dicha decisión fue el resultado de la impugnación del PP contra no menos de 128 de los 233 artículos del estatuto. El día después de que el fallo del tribunal se diera a conocer, más de un millón de personas en Cataluña protestaron, con pancartas que decían: “¡Somos una nación!”.

La burguesía catalana, representada por la coalición Convergència i Unió [Convergència y Unió se escindieron en junio] y su cola de verborrea más izquierdista Esquerra Republicana —que juntos dominan el gobierno de la Generalitat catalana—, refleja la hipocresía burguesa castellana. Convenientemente ha culpado al resto de España de la crisis en Cataluña, señalando los términos desfavorables de la política fiscal y la falta de inversión en infraestructura por parte del gobierno central, lo cual lastima sus ganancias. Al mismo tiempo, la Generalitat ha impuesto la austeridad a los obreros y los pobres.

Tras el fin del régimen de Franco, la burguesía catalana consideró que su deber era tratar de ganar gradualmente más autonomía respecto al gobierno central. Los nacionalistas burgueses vascos y catalanes habían obtenido concesiones en distintos momentos mediante su apoyo a los gobiernos del PSOE y del PP cuando estos partidos no ganaban suficientes votos para formar un gobierno nacional por ellos mismos. Sin embargo, con el inicio de la crisis económica, el gobierno del PSOE encabezado por José Luis Rodríguez Zapatero lanzó la campaña de austeridad. Antes también había renegado de algunas de sus promesas a Cataluña. Cuando fue elegido en 2011, el PP logró formar un gobierno sin el apoyo de ninguno de los partidos regionales nacionalistas burgueses, lo cual le permitió dar rienda suelta a su hostilidad a las tendencias descentralizadoras, empujando así a la burguesía catalana cada vez más hacia la independencia.

Otro factor clave en el giro independentista de un sector de la burguesía catalana es el cada vez más débil vínculo de Cataluña con el mercado español; durante años ha vendido más de sus manufacturas en el mercado internacional que en el interno, y una gran parte de estas exportaciones van a países de la UE. El peso relativo de Cataluña en la economía española también declinó como resultado de una política consciente de la burguesía castellana de fortalecer los alrededores de Madrid como centro industrial en los años 60 y 70. Ello disminuyó el dominio económico relativo de Cataluña y el País Vasco y estableció una rivalidad económica más directa entre las distintas burguesías nacionales.

La UE aviva el chovinismo nacional

En tanto que la burguesía catalana está dividida en torno a la cuestión de la independencia, todos los bandos, incluso el de quienes están por la secesión, están comprometidos a sostener la UE imperialista y reaccionaria. La burguesía catalana se ha beneficiado de la UE y, pese a la devastación causada por la austeridad impuesta por ésta, muchos trabajadores en Cataluña que apoyan la independencia están a favor de mantenerse en la UE.

La LCI ha mantenido una oposición principista a la UE imperialista y a su instrumento monetario, el euro, desde el comienzo. La UE es un consorcio inestable de países capitalistas rivales, dominado por las principales potencias imperialistas, sobre todo Alemania. Estas potencias procuran aumentar su competitividad contra sus rivales imperialistas de EE.UU. y Japón; explotan a los obreros por toda Europa y subordinan a los países europeos más débiles como Grecia, Portugal, España e Irlanda, así como a los de Europa Oriental. Mediante el mecanismo de la eurozona, Alemania y otros países acreedores exigen que los países deudores se vuelvan más “competitivos” mediante el recorte de los salarios, las pensiones y el gasto social. Reconociendo que el euro sería un instrumento de los imperialistas de la UE, la LCI se opuso a su introducción. Afirmamos en aquel entonces que el capitalismo se organiza sobre una base nacional y que la moneda común europea no era viable.

Pese a toda la palabrería de la burguesía catalana de alcanzar la “soberanía fiscal” y oponerse a la austeridad impuesta por Madrid, sus votos por mantenerse en la UE significan ceder a Frankfurt y Bruselas el control de las tasas de interés, del gasto y la política monetaria. Y los amos imperialistas de la UE han dejado claro que no ven con buenos ojos los amagos secesionistas que podrían desestabilizar el orden capitalista en Europa. Así, en agosto de 2014, la canciller alemana Angela Merkel quiso hacer notar ostentosamente su apoyo al presidente del gobierno Mariano Rajoy contra cualquier medida hacia la independencia por parte de los catalanes.

Los gobernantes de la UE han avivado el nacionalismo, procurando enfrentar a los obreros de países como Alemania, Gran Bretaña o Francia a los de países más débiles. La negativa de los partidos obreros reformistas y los burócratas sindicales a oponerse a la UE ha estimulado el crecimiento de fuerzas reaccionarias y abiertamente fascistas que canalizan el descontento por la austeridad hacia el odio a los inmigrantes y los musulmanes en particular. El mantener vulnerables a ciertas capas de la clase obrera, con escasos derechos legales, ayuda a los capitalistas a reducir los salarios y condiciones de trabajo de todos. En oposición a estas estratagemas de “divide y vencerás”, los espartaquistas decimos: ¡Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes! ¡Abajo las deportaciones!

Oponiéndonos a todas las formas del nacionalismo, procuramos sentar las bases programáticas para construir partidos obreros revolucionarios como parte de una IV Internacional trotskista reforjada. Sólo partidos así pueden dirigir a la clase obrera en la toma de los medios de producción y la expropiación de la burguesía internacionalmente mediante una serie de revoluciones socialistas. En lugar de esto, los izquierdistas reformistas promueven la fantasía de construir una “Europa social” bajo el capitalismo. ¡Abajo la UE imperialista! ¡Por los estados unidos socialistas de Europa!

¡Libertad inmediata a todos los nacionalistas vascos!

El movimiento obrero en España y Francia debe oponerse de manera franca a la cruzada siniestra de los estados español y francés contra los nacionalistas pequeñoburgueses de Euskadi Ta Askatasuna (Tierra Vasca y Libertad, ETA) y sus simpatizantes. En cambio, los falsos dirigentes reformistas del PSOE y el Partido Comunista de España (PCE) han pasado años alineando a los obreros detrás de la burguesía castellana y contra los vascos. En la campaña antivasca, Madrid ha prohibido partidos políticos y protestas, clausurado periódicos y acorralado a simpatizantes de la independencia vasca —medidas represivas que han sido usadas a lo largo de la historia española para aplastar también las luchas obreras combativas—.

El 10 de enero, más de 75 mil personas marcharon en las calles de Bilbao para exigir el fin de la práctica del estado español de “dispersión” de los prisioneros nacionalistas vascos a lugares distantes; los manifestantes corearon consignas por la libertad y la “amnistía total” para los militantes vascos. Dos días después, el estado español llevó a cabo redadas en cuatro ciudades, usando acusaciones de lavado de dinero y evasión fiscal para arrestar a 16 personas dedicadas a la defensa legal de activistas vascos. Entre los detenidos estaban doce abogados, muchos de los cuales tenían que comparecer ante los tribunales en Madrid para el inicio de un juicio contra 35 personas acusadas de pertenecer a una organización terrorista.

Como parte de esta transparente cacería de brujas política, la Guardia Civil allanó las oficinas de organizaciones como el sindicato independentista vasco Langile Abertzaleen Batzordeak (Comisiones de Trabajadores y Trabajadoras Patriotas), que representa a decenas de miles de obreros vascos. De allí los policías se llevaron 90 mil euros en billetes y monedas de baja denominación que habían sido recolectados en la manifestación dos días antes. ¡Exigimos el retiro de todos los cargos! ¡Abajo la represión antivasca!

Si bien los marxistas nos oponemos a la perspectiva nacionalista de ETA y a la estrategia pequeñoburguesa de terrorismo individual que solía practicar (hoy día, ETA ha renunciado a la lucha armada), defendemos a ETA contra la represión estatal. Los actos de represalia contra representantes individuales del estado capitalista y la clase gobernante son un sustituto estéril y un obstáculo a la lucha necesaria para remplazar al podrido sistema capitalista entero mediante la movilización del poder social de la clase obrera a través de una revolución socialista. Aunque las acciones que los militantes vascos han llevado a cabo contra el estado capitalista y sus agentes no son un crimen desde el punto de vista de los trabajadores, la lógica reaccionaria del nacionalismo conduce también a actos atroces de terror indiscriminado, como el bombazo criminal que ETA perpetró en un supermercado en un suburbio obrero de Barcelona en 1987. Este tipo de crímenes sólo han servido para empujar a los obreros catalanes y españoles aún más a los brazos de sus propias burguesías chovinistas.

Orígenes y naturaleza del nacionalismo catalán

Por mucho tiempo Cataluña ha tenido un fuerte sentido de identidad regional, con su propio idioma, el catalán, hoy día la lengua de más de diez millones de personas en Cataluña, las Islas Baleares, Cataluña del Norte y Valencia. En su carácter de principado feudal bajo la corona española, Cataluña a menudo entró en conflicto con la monarquía. Fue muy simbólico el que el referéndum del 9 de noviembre haya ocurrido en torno al CCC aniversario de la derrota del principado de Cataluña en la Guerra de Sucesión española en 1714. Cataluña había respaldado el reclamo de los Habsburgo a la corona contra los Borbones, y fue castigada por los vencedores de la Casa de Borbón mediante la supresión de su parlamento y sus libertades tradicionales. (Como resultado de esta guerra, Luis XIV, un Borbón, consolidó el dominio francés en el Rosellón, la parte de Cataluña al norte de los Pirineos.) Conocido como la Diada, el día de la rendición catalana, 11 de septiembre de 1714, se conmemora hoy como el Día Nacional de Cataluña.

El nacimiento del nacionalismo catalán data no de aquella guerra por la sucesión real, sino de la era de la consolidación del capitalismo industrial en el siglo XIX. Una burguesía incipiente apareció por primera vez en España en el siglo XVIII mediante el surgimiento de la manufactura textil. El capitalismo catalán se desarrolló tras el levantamiento de las restricciones al comercio con las colonias españolas en 1780. La burguesía catalana se enriqueció especialmente mediante el saqueo colonial de Cuba, donde la esclavitud no fue abolida sino hasta 1886.

Para fines del siglo XIX, Cataluña y la región vasca se habían convertido en los principales centros industriales de España; la industria vasca se centraba en la metalurgia y la catalana en la manufactura ligera. Conforme la burguesía catalana se unía con el objetivo de presionar al gobierno central para que éste protegiera sus industrias, una élite intelectual catalana se vio a sí misma cada vez más como la voz dirigente de la modernización en España. El movimiento cultural del siglo XIX conocido como la “Renaixença”, que promovía la lengua y las artes catalanas, fue un reflejo de estos sucesos económicos y políticos.

Fuera de los centros industriales catalán y vasco, la mayor parte de España permaneció atrapada en el atraso hasta bien entrado el siglo XX. Desde el siglo XVI la monarquía española de los Habsburgo ayudó a suprimir el desarrollo hacia un estado-nación unificado y alentó las divisiones regionales. Mientras acumulaba oro y plata de las minas latinoamericanas, la corona era hostil al crecimiento del comercio y la manufactura dentro de los territorios de la Península Ibérica. La monarquía decadente y su oscurantista Iglesia Católica medieval dominaban a un enorme campesinado que trabajaba para una clase terrateniente derivada de la vieja nobleza feudal. Como el dirigente bolchevique León Trotsky señaló: “El retraso del desarrollo económico de España ha debilitado inevitablemente las tendencias centralistas inherentes al capitalismo... La pobreza de recursos de la economía nacional y el sentimiento de malestar en todas las partes del país no podían hacer otra cosa que alimentar las tendencias separatistas” (“La Revolución Española y la táctica de los comunistas”, enero de 1931).

Conforme una marea de obreros de diferentes partes de España inundaba las industrias vasca y catalana a finales del siglo XIX y principios del XX, Cataluña se fue convirtiendo en un centro de radicalismo obrero. Por ello, el nacionalismo catalán se caracterizó desde su origen tanto por una tímida lucha por la autonomía regional como por el apoyo a la supresión de las luchas obreras por parte del estado español. Las organizaciones nacionalistas de primera época como la Lliga Regionalista estaban por la represión de la convulsiva ola de luchas que arrasó Cataluña a principios del siglo XX, desde la Huelga General barcelonesa de 1902 y la revuelta antimilitarista y anticlerical conocida como la Semana Trágica de 1909, la Huelga General de 1917, hasta el cierre patronal de Barcelona de 1919-1920. El temor a una revuelta obrera condujo a la burguesía catalana a apoyar el golpe militar de Primo de Rivera de 1923. Su régimen procedió a reprimir el limitado autogobierno catalán, suprimir la lengua catalana, ¡e incluso a prohibir al FC Barcelona [en 1925, cuando los aficionados abuchearon la Marcha Real, el himno español]!

En 1930, tras el inicio de la Gran Depresión, cayó el régimen de Primo de Rivera, ya podrido desde dentro, lo cual dio pie a un periodo de luchas obreras masivas en España. Tras el colapso de la monarquía en 1931, se formó un gobierno capitalista republicano dirigido por una coalición de republicanos burgueses y socialistas. Bajo este régimen se formó la Generalitat, el gobierno regional autónomo de Cataluña, dirigido por la Esquerra Republicana nacionalista burguesa.

Pero el espectro de la revolución obrera impulsó al grueso de la burguesía catalana a apoyar a las fuerzas contrarrevolucionarias de Franco durante la Guerra Civil Española de 1936-1939. La burguesía catalana entendía muy bien que los obreros y campesinos españoles, inspirados por la Revolución Bolchevique de 1917, luchaban no simplemente por una forma más democrática de gobierno, sino por una revolución social para poner fin a la explotación y la opresión. De modo que los capitalistas catalanes pusieron sus intereses de clase por encima de sus aspiraciones nacionales, que de nuevo serían aplastadas bajo la bota de la represión franquista.

Dirigentes reformistas traicionan la lucha obrera

Los nacionalistas catalanes de hoy ponen en un pedestal de héroe y mártir al líder de la Esquerra, Lluís Companys, presidente del gobierno regional cuando cayó a manos de Franco. De hecho, Companys, junto con los estalinistas del PCE, socialistas y anarquistas, participaban en la Generalitat que reprimió a sangre y fuego la insurrección obrera de las Jornadas de Mayo de Barcelona en 1937. Los estalinistas dirigieron la carga contra los obreros, pero fueron los dirigentes anarquistas y del centrista Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM, que antes había tomado parte en el gobierno catalán) quienes desempeñaron un papel clave para persuadir a los obreros de desmantelar las barricadas. Éste fue un suceso crucial en la derrota de la Revolución Española.

La traición a la revolución obrera mostró vívidamente que la política de formar una alianza de frente popular con partidos burgueses como la Esquerra en Cataluña fue absolutamente suicida para la clase obrera. Como escribimos sobre las Jornadas de Mayo de Barcelona en “Trotskismo vs. frentepopulismo en la Guerra Civil Española” (Spartacist [Edición en español] No. 36, noviembre de 2009):

“El poder estaba en manos de los heroicos obreros de Barcelona. Sin embargo, para cuando llegó el fin de semana, los obreros habían sido desarmados y sus barricadas habían sido desmanteladas no como resultado de la derrota militar, sino del sabotaje, la confusión y el derrotismo que sembraron los falsos líderes obreros... La victoria en Barcelona pudo haber conducido a una España obrera y campesina e incendiado Europa en una lucha revolucionaria en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. La derrota le abrió el camino a una represión intensa, incluyendo la supresión del POUM y el asesinato o encarcelamiento de sus líderes. Habiendo desarmado de ese modo al proletariado, el frente popular abrió las puertas a las fuerzas de Franco y a un sangriento régimen de reacción derechista”.

Mientras que la clase obrera española pagó con sangre las traiciones frentepopulistas de sus dirigentes, los líderes reformistas nunca abandonaron la política de colaboración de clases. La rápida industrialización de España mediante la inversión extranjera masiva en los años 60 y principios de los 70 aumentó el tamaño y la autoconfianza de la clase obrera, que retó heroicamente al régimen de Franco en sus últimos días. Tras la muerte de Franco en 1975, España explotó en una ola de protestas y huelgas contra la brutal supresión de sindicatos, partidos de izquierda y minorías nacionales por parte del régimen. Sin embargo, los dirigentes del PSOE y el PCE procuraron contener estas luchas y las canalizaron hacia una transición “pacífica” a la democracia burguesa. En 1978, el PSOE y el PCE apoyaron la constitución que reconoció al sucesor escogido por Franco, el [hasta hace poco] rey Juan Carlos, como jefe de estado de la “nación” española. Hoy, los líderes vendidos del PCE tienen la desvergüenza de llamar por un referéndum para deshacerse de la corrupta monarquía española.

La situación hoy día es muy distinta de aquélla del periodo de la Guerra Civil y la insurgencia obrera de mediados y finales de los 70. Los marxistas debemos tener esto en cuenta al abordar la cuestión nacional concretamente. El reconocimiento del derecho a la secesión de una nación dada no significa necesariamente que uno llame por la secesión en un momento particular. Lenin a menudo recurría a la analogía con el reconocimiento del derecho al divorcio, lo cual por supuesto no quiere decir que uno llame por la disolución de todos y cada uno de los matrimonios.

Durante la Guerra Civil, el proletariado catalán y vasco se colocó a la cabeza de su clase en una situación revolucionaria que planteó a quemarropa la posibilidad de sobreponerse a las divisiones nacionales mediante la toma del poder por parte de la clase obrera. No habría tenido sentido llamar por la independencia en aquel momento. Pero durante ya algunos años ha sido evidente que las relaciones entre los obreros vascos y españoles han estado envenenadas. Y en Cataluña hoy día, el descontento dentro del proletariado se manifiesta cada vez más no en dirección a la asimilación —es decir, la consideración de que su destino está unido al del proletariado español—, sino en sentimientos separatistas pronunciados.

Socialdemócratas podridos y populistas burgueses

El PSOE demostró su odio por las nacionalidades oprimidas cuando desató a los escuadrones de la muerte llamados “Grupos Antiterroristas de Liberación”, los GAL, contra el pueblo vasco en los años 80. Hoy, el PSOE se une al PP gobernante en la oposición chovinista a un referéndum catalán. Llama por hacer de España una federación, en la cual Cataluña tendría supuestamente grandes poderes. En realidad, esto sería una modificación mínima del esquema actual de autonomía regional, con el punto fundamental de que Cataluña seguiría bajo el mando del chovinismo castellano. La coalición de Izquierda Unida (IU), dirigida por el PCE, sostiene una posición similar por un estado federado burgués.

El orden político español que resultó de 1978 está desbaratándose. Los partidos que han dominado la arena electoral, el PSOE y el PP, han sufrido bajas importantes en su apoyo, asociadas con su imposición de medidas de austeridad ampliamente odiadas. La presunción de una España unificada ha sido retada en Cataluña y otras partes.

Para llenar esta zanja y renovar la democracia burguesa española ha surgido el partido Podemos, una formación basada en la pequeña burguesía que emanó del movimiento de los Indignados de 2011. Podemos está totalmente comprometido a mantener la UE. Como el movimiento de los Indignados —y su contraparte griega, Syriza—, el populista Podemos dice representar a todo tipo de gente contra las élites política y empresarial, a las que han apodado como “la casta”. El populismo de Podemos está diseñado para oscurecer el entendimiento de que la división social fundamental se da entre las clases y de que sólo el proletariado, mediante la toma del poder y la destrucción del capitalismo en todos los países, puede eliminar la explotación. Como marxistas, nos oponemos a Podemos como una cuestión de principios, en tanto que se trata de una formación burguesa.

Aunque dice defender el “derecho a decidir” de Cataluña, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, declaró en una entrevista del 27 de diciembre de 2014 con El Periódico que una “declaración unilateral” de independencia no es posible y que Podemos propone por ello un “proceso constituyente”. Esto equivale a negar el derecho de Cataluña a la autodeterminación, que no significa otra cosa más que el derecho de los catalanes —no de un proceso constituyente español— a decidir por la secesión o no.

Predeciblemente, la popularidad de Podemos ha atraído a su órbita a una manada de oportunistas seudomarxistas. Como abogados desvergonzados de Podemos, el grupo En Lucha [En Lluita], afiliado con el Socialist Workers Party británico, declaró: “Pablo Iglesias no es Lenin, pero es mejor para todos luchar contra el capitalismo en un marco en el que Podemos es fuerte” (“El puzzle de la ruptura con un régimen...”, enlucha.org, 24 de enero). Mientras se ponen a la cola de Podemos, que está en contra de la independencia “unilateral” de Cataluña, En Lucha en Cataluña trabaja con la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), cuyo objetivo es un gobierno catalán independiente dirigido por los dos principales partidos burgueses de la región.

La cuestión del idioma

La cuestión de la política lingüística ha sido un detonante para la reacción chovinista castellana en España. Los idiomas minoritarios fueron reprimidos oficialmente por el estado bajo Franco. La constitución de 1978 impuso el castellano como la lengua oficial del estado, la cual todos tienen el deber de conocer. De tomar en serio la histeria chovinista, el español está supuestamente bajo amenaza y los hispanohablantes son víctimas de una terrible discriminación en Cataluña. El que esto es una mentira total lo confirma el hecho de que el 99 por ciento de la población de Cataluña mayor de quince años sabe hablar español (la tasa de alfabetización es de 95 por ciento). En Cataluña, la mayoría tiene facilidad para hablar el catalán; alrededor del 80 por ciento lo habla, y la alfabetización en catalán es del 60 por ciento.

El patrocinio del gobierno de Madrid de una reforma educativa de 2012 que pretende recentralizar el control sobre la educación, alentar la religión y “españolizar” a los alumnos catalanes propició protestas masivas. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña falló en 2014 que el 25 por ciento del programa de estudios debe enseñarse en castellano si un solo alumno lo pide. Esto equivale a un intento descarado de imponer la enseñanza en español en las escuelas catalanas. Se han impulsado políticas similares en las Islas Baleares.

La ley de 1983 de “normalización” lingüística de la región autónoma dio al catalán un estatus privilegiado en la educación, la administración estatal y los medios de comunicación. A mediados de los 90, Cataluña empezó a proporcionar instrucción primaria y secundaria exclusivamente en catalán, con un par de horas de lengua y literatura españolas a la semana. El estatuto de autonomía de 2006 estipuló “el derecho y el deber de conocer con suficiencia oral y escrita el catalán y el castellano al finalizar la enseñanza obligatoria”. El mismo estatuto afirmó que era el “deber” de los habitantes de Cataluña conocer ambas lenguas oficiales, catalán y castellano.

Una de las principales preocupaciones de la Generalitat catalana era asegurarse de que los hijos de inmigrantes aprendan catalán. Hubo dos grandes oleadas de inmigración a Cataluña en el periodo de la posguerra, primero en los años 50 y 60 de otras áreas de España y, décadas más tarde, de América Latina, Europa Oriental y el Norte de África.

Como marxistas, advertimos contra quienes quieren dividir a la clase obrera con el pretexto de defender una “cultura nacional” particular, lo cual en Cataluña inevitablemente discrimina a otras nacionalidades. Así, hoy día un requisito esencial para obtener empleo en el sector público en Cataluña es hablar catalán. Estamos en contra de la imposición de cualesquiera idiomas oficiales. Exigimos igualdad de derechos lingüísticos para todos. Estamos por un sistema educativo público, secular y étnicamente integrado con plenas disposiciones para la enseñanza en español, catalán y otras lenguas según las necesidades de la población local. Estos derechos se aplican a quienes hablan el árabe o el rumano tanto como a los que tienen el catalán o el español por lengua materna.

¡Forjar un partido leninista!

Lenin enfatizó que “el programa nacional de la democracia obrera es: ningún privilegio en absoluto para una nación o un idioma; solución del problema de la autodeterminación política de las naciones, o sea, de su separación como estados” (“Notas críticas sobre el problema nacional”, 1913). Al adherirse a este programa, los bolcheviques lograron reunir a los trabajadores —rusos, judíos, armenios, azerbaiyanos, ucranianos, etc.— para efectuar el derrocamiento del régimen de los capitalistas y los terratenientes en octubre de 1917.

La cuestión nacional se plantea hoy con gran intensidad en España. La lucha por la independencia de Cataluña y el País Vasco proporciona una prueba ácida de la capacidad de cualquier organización obrera en España para oponerse a su propia burguesía. Los partidos que han traicionado al proletariado en el pasado, como el PSOE y el PCE/IU, de manera nada sorprendente se alinean ahora detrás de los capitalistas españoles para tratar de mantener la “unidad” del estado burgués español, el cual se ha cubierto las manos muchas veces con la sangre de los obreros y las nacionalidades oprimidas.

La terrible crisis económica que asola a los obreros y los pobres en España y otros lugares pide a gritos la revolución obrera y el establecimiento de una federación soviética de repúblicas obreras en la Península Ibérica, parte de los estados unidos socialistas de Europa. El instrumento crucial para realizar esta tarea es un partido leninista-trotskista, que debe construirse en la lucha por reforjar la IV Internacional. Un partido así incorporaría las lecciones, obtenidas a tan alto precio, de la historia de España, especialmente las establecidas por Trotsky y sus camaradas en los años 30 sobre la necesidad de la independencia proletaria respecto a toda fuerza burguesa.