Espartaco No. 49 |
Abril de 2018 |
Turquía ataca a las YPG kurdas: Socio de la OTAN contra herramientas de EE.UU.
¡EE.UU. fuera de Siria!
Traducido de Workers Vanguard No. 1127 (9 de febrero).
El 20 de enero Turquía lanzó un ataque militar a través de la frontera contra el distrito de Afrin controlado por los kurdos, en el noroeste de Siria. Mientras los tanques, la artillería y los aviones de guerra suministrados por EE.UU. bombardeaban sus hogares, miles de civiles desesperados se vieron atrapados, imposibilitados de cruzar la frontera hacia Turquía y con los retenes del gobierno sirio bloqueándoles la huida hacia la ciudad de Alepo en el sur. El objetivo declarado de Ankara es crear una zona neutral de 30 kilómetros haciendo retroceder a los nacionalistas kurdos del Partido de la Unión Democrática (PYD) y su brazo armado, las Unidades de Protección Popular (YPG), a las que Turquía considera un “ejército terrorista”. En la propia Turquía, el régimen bonapartista de Recep Tayyip Erdogan continúa su guerra contra el Partido Obrero del Kurdistán (PKK), organización madre del PYD.
Las YPG han servido como fuerzas en el terreno para la intervención militar estadounidense y su campaña de bombardeos en Siria, dirigida principalmente contra el Estado Islámico (EI), por ejemplo, señalando las coordenadas para los ataques aéreos dirigidos por EE.UU. que ayudaron a sacar al EI de Raqqa en octubre. Y, sin embargo, Washington dio luz verde a Turquía, su aliada en la OTAN, para atacar Afrin. El secretario de estado, Rex Tillerson, advirtió cínicamente a Ankara que “mostrara cierta contención”, enfatizando al mismo tiempo que las fuerzas estadounidenses no trabajan directamente con las YPG en esa franja del noroeste de Siria.
Moscú también aprobó la ofensiva de Turquía, retirando a su personal militar de Afrin y permitiendo vuelos turcos en el espacio aéreo controlado por Rusia. Si bien Turquía y Rusia tienen intereses divergentes respecto a Siria, pues la última respalda al régimen de Bashar al-Assad, ambas coinciden con EE.UU. en mantener la “integridad territorial” de Siria —es decir, se oponen a un estado kurdo independiente—.
Sin duda, Moscú se alegra de ver surgir tensiones entre Estados Unidos y Turquía, conforme el aliado estadounidense en la OTAN confronta militarmente a los representantes kurdos de Washington. El ataque turco sobre Afrin tuvo lugar apenas unos días después de que Washington anunciara sus planes de establecer una “fuerza de protección fronteriza” de 30 mil efectivos en un área del noreste de Siria controlada por las Fuerzas Democráticas Sirias (esencialmente las YPG, más algunas fuerzas árabes añadidas). Erdogan ha anunciado que, después de Afrin, quiere dirigir su fuego contra la ciudad de Manbij, la puerta de entrada a esa área, donde hay unos cuantos miles de soldados estadounidenses.
Detrás de la bravata de Erdogan hay un intento de presionar a EE.UU. para que abandone a sus representantes kurdos en Siria, una de las principales fuentes de tensión entre Ankara y Washington. Por su parte, Estados Unidos envía señales contradictorias respecto a sus intenciones. Luego de que Erdogan se enfureciera por la propuesta fronteriza, los funcionarios del gobierno de Trump empezaron a dar marcha atrás inmediatamente. Sin embargo, el Pentágono siguió respaldando el plan, y el New York Times (23 de enero) declaró que “lo más probable es que los kurdos en Siria constituyan la espina dorsal de las fuerzas aliadas en el terreno durante los próximos meses”.
El telón de fondo del despliegue militar de EE.UU. en Siria es la guerra civil que, desde su inicio en 2011, ha enfrentado a los islamistas y otras fuerzas opositoras contra la dictadura de Assad. La mayor parte de los grupos rebeldes ha sido armada por EE.UU., incluyendo el favorito de Turquía, el Ejército Sirio Libre, que actualmente combate a las YPG. Como marxistas, no tenemos lado en la guerra civil reaccionaria y comunalista que incluye los choques entre el (nominal) aliado turco de Washington y sus herramientas kurdas.
Donde sí tenemos un lado es en contra de EE.UU. y otras potencias imperialistas. El mes pasado, la Casa Blanca confirmó que Estados Unidos pretende mantener su presencia militar en Siria indefinidamente. EE.UU. ya ha establecido diez bases en el noreste de Siria y está desarrollando otra en el sur, cerca de la frontera con Irak y Jordania. Ésta última serviría como barrera para impedir que tanto Assad como Hezbollah en Líbano reciban apoyo por tierra por parte de Irán, así como un punto de presión sobre el gobierno iraquí, que le sirve tanto a EE.UU. como a Irán.
Los obreros en EE.UU. deben exigir: ¡Todas las tropas y bases estadounidenses fuera de Siria y el Medio Oriente ahora! Si bien nuestra principal oposición es al imperialismo estadounidense —la mayor fuerza de terror organizado del mundo—, también llamamos por la salida de todas las potencias regionales, como Turquía, Rusia e Irán.
La oposición al imperialismo: crucial para la liberación kurda
La liberación nacional de los kurdos, que son oprimidos y están divididos entre Turquía, Siria, Irak e Irán, es una causa históricamente justa. Llamamos por un Kurdistán unido e independiente que abarque a todos los kurdos, y también apoyaríamos la independencia kurda de cada uno de estos estados capitalistas individuales. La lucha por la autodeterminación kurda es una parte crucial de nuestra perspectiva de movilizar al proletariado de la región en la lucha revolucionaria por una federación socialista del Medio Oriente, que incluya una república socialista del Kurdistán unido. El prerrequisito necesario de semejante lucha es una oposición intransigente al imperialismo.
Tal como las fuerzas nacionalistas kurdas han hecho en Irak por muchos años, la dirección del PYD/YPG en Siria ha traicionado a las masas kurdas al subordinar su deseo por la liberación nacional al papel de las YPG como la infantería de Estados Unidos. Y hoy, los voceros de las YPG temen que EE.UU. abandone a los kurdos ante los ataques de Turquía. Ciertamente, una vez que los imperialistas decidan que ya no necesitan a sus títeres nacionalistas kurdos, se desharán de ellos, como lo han hecho antes en repetidas ocasiones.
Los imperialistas estadounidenses son enemigos comprometidos de la autodeterminación kurda. La situación del Kurdistán iraquí es un ejemplo de ello. Tras haber tomado lado con EE.UU. en su guerra de 1991 contra Irak, el Partido Democrático Kurdo (PDK) consolidó su gobierno autónomo en el norte de Irak, mientras los aviones de guerra estadounidenses imponían ahí una zona “libre de vuelos”. Durante la invasión y subsecuente ocupación de 2003, las fuerzas del PDK y la Unión Patriótica de Kurdistán le sirvieron a Washington como tropas en el terreno, ayudando a aplastar la resistencia a la ocupación imperialista. Entonces, las fuerzas kurdas se sumaron a los otros representantes estadounidenses —el ejército iraquí y las milicias chiítas— en la guerra contra el EI. Los marxistas enfatizamos que, en la guerra dirigida por Estados Unidos en Irak y Siria contra el EI, cada golpe que éste asesta contra EE.UU. y sus representantes está en el interés del proletariado estadounidense e internacional. Este entendimiento no atenúa en lo más mínimo nuestra oposición marxista a todo lo que representan esos asesinos archireaccionarios.
En septiembre pasado, con el EI derrotado en gran parte de Irak, el PDK celebró un referéndum sobre la independencia del Kurdistán iraquí, en el que los kurdos votaron por el “sí” casi unánimemente. Nosotros aplaudimos tanto el referéndum como su resultado, sin ceder por ello en nuestra oposición política a los nacionalistas burgueses. El PDK no tenía intención alguna de implementar el voto por la independencia. Pero eso no les importa a los patrones del PDK en Washington, quienes denunciaron el referéndum y, poco después, aprobaron la toma del ejército iraquí de la ciudad históricamente kurda de Kirkuk y su provincia rica en petróleo (ver “Iraqui Kurds Vote for Independence, Baghdad Seizes Kirkuk” [“Los kurdos de Irak votan por la independencia, Bagdad se apodera de Kirkuk”, WV No. 1120, 20 de octubre]). Decenas de miles de kurdos fueron expulsados subsecuentemente.
Ahora que el EI ya está contra las cuerdas en Siria, las YPG bien podrían haber perdido su utilidad para los imperialistas. Una indicación de lo que podría esperarles se refleja en un artículo del New York Times (25 de enero) titulado “Allies or Terrorists: Who Are the Kurdish Fighters in Syria?” [“Aliados o terroristas: ¿Quiénes son los combatientes kurdos en Siria?”]. Haciendo la grotesca y provocadora comparación de que el líder del PKK/PYD, Abdullah Öcalan, “es visto por los turcos del mismo modo en que los estadounidenses veían a Osama bin Laden”, el artículo reporta que “los funcionarios estadounidenses les han dicho a los kurdos que Estados Unidos no enfrentará a Turquía por ellos”. Recordemos que en julio de 2015, EE.UU. le dio luz verde a Ankara para que bombardeara al PKK en el norte de Irak a cambio del permiso turco para que EE.UU. usara la base aérea de Incirlik para lanzar bombardeos contra el EI. Mientras la guerra de todos contra todos en Siria entra a una nueva fase, los kurdos bien podrían estar entre los principales perdedores.
Los liberales de izquierda y los supuestos marxistas en Estados Unidos, Alemania y otros países han sido los principales porristas del PYD, presentando a la región autónoma kurda de Rojava como un bastión de la emancipación de la mujer, la democracia y el pluralismo religioso. Hay una ironía cruel en el hecho de que los nacionalistas de izquierda del PYD abracen al imperialismo estadounidense. En “Dark Victory in Raqqa” (“Victoria oscura en Raqqa”, New Yorker, 6 de noviembre), Luke Mogelson señaló como ejemplo de los “muchos compañeros de cama extraños” que la guerra civil siria produjo, el que “los kurdos de Rojava suelen referirse a Donald Trump como Bâvê şoreş—‘Padre de la Revolución’”. Señalando cómo las YPG “perdieron a miles de nuestros hermanos y hermanas en la guerra contra el Estado Islámico”, un artículo de opinión del New York Times (29 de enero) de Nujin Derik, dirigente de una unidad femenina de las YPG en Afrin, hoy llama a EE.UU. a imponer una “zona libre de vuelos sobre Afrin y el resto de Rojava”.
Las YPG han sido abiertas respecto a su alianza con el imperialismo estadounidense, no así sus admiradores en el reformista Comité por una Internacional de los Trabajadores (CIT, cuya filial estadounidense es Socialist Alternative [cuya filial mexicana es Izquierda Revolucionaria]). Muy recientemente, la sección británica del CIT publicó una declaración sosteniendo “el derecho a defenderse” de los kurdos en Siria frente a la intervención turca. En la declaración, el CIT habla tímidamente de las YPG que luchan “junto a los ataques aéreos de Rusia y Estados Unidos” contra el EI, ocultando así —y ciertamente no oponiéndose— el papel de las YPG como observadoras y tropas en el terreno de EE.UU. (“El régimen de Erdogan bombardea e inicia una invasión terrestre contra los kurdos”, 6 de febrero). El artículo elogia la guerra contra el EI por supuestamente haber generado “la posibilidad de romper las fronteras establecidas por el imperialismo” en Medio Oriente. De hecho, con la ayuda de las YPG, los imperialistas estadounidenses han extendido aún más su alcance en Medio Oriente, lo que promete un derramamiento de sangre aún más horrible.
El proletariado turco y la defensa de los kurdos
La línea del CIT de tomar lado con las YPG en Siria contra el ataque turco, contrasta tajantemente con su negativa a defender al PKK contra el ejército turco en Turquía. En el verano de 2015, cuando comenzó una ofensiva del gobierno turco contra el PKK que llevaría a la muerte de cientos de civiles y al desplazamiento de cerca de medio millón de personas, la sección británica del CIT publicó un artículo en el que condenaba las “acciones armadas individuales” del PKK como “contraproducentes”, sin la menor intención de dar a entender que el proletariado internacional tiene un lado en defensa del PKK en Turquía (socialistworld.net, 28 de julio de 2015).
¿Por qué defiende el CIT al PYD en Siria pero no al PKK en Turquía? Porque estos socialdemócratas apoyan a aquéllos a quienes los imperialistas “democráticos” apoyen. Como marxistas, defendemos al PKK frente al estado turco, como debería hacerlo el movimiento obrero de Turquía. Al mismo tiempo, nos oponemos al programa pequeñoburgués del PKK, que ni siquiera llama por la independencia kurda, sino que plantea cuando mucho un esquema de autonomía dentro del estado capitalista turco.
En Turquía, el régimen de Erdogan está reprimiendo a todo el que se oponga al ataque contra Afrin, arrestando a cientos de personas en nombre de la lucha contra el “terrorismo” del PKK. El chovinismo antikurdo es un elemento definitorio del nacionalismo turco y un soporte clave del dominio capitalista ahí. Si el proletariado de Turquía ha de liberarse alguna vez de la explotación capitalista, debe asumir la lucha por la autodeterminación kurda. La lucha de los kurdos en Irán podría sacudir la estructura de esa prisión teocrática de los pueblos; casi la mitad de la población no es persa, pero la gobierna un régimen chovinista persa.
La lucha por la liberación nacional kurda, combinada con la lucha contra la ocupación imperialista, podría ser la fuerza motriz de un levantamiento proletario en la región. Al enarbolar la autodeterminación nacional kurda, las masas trabajadoras del Medio Oriente estarían tomando una posición contra sus propios explotadores capitalistas y ayudando a minar la capacidad del imperialismo estadounidense de manipular las injusticias contra los kurdos para promover sus propios intereses. La tarea clave de los marxistas es construir partidos obreros revolucionarios que defiendan la causa del pueblo kurdo, de las mujeres y de todos los oprimidos en la lucha por derrocar el dominio capitalista. La perspectiva de la Liga Comunista Internacional es ganar a los militantes con conciencia de clase para construir partidos como secciones de una IV Internacional reforjada, partido mundial de la revolución socialista.
La lucha por la emancipación de los explotados y oprimidos en el Medio Oriente y en el resto del Tercer Mundo estaría incompleta y sería reversible sin la perspectiva de la revolución socialista proletaria en los centros imperialistas. En Alemania, tanto los kurdos como los turcos representan un componente importante de la clase obrera, y pueden constituir un puente entre las luchas de los obreros en Medio Oriente y aquéllas en los centros imperialistas. En EE.UU., la clase obrera multirracial tiene todo el interés en oponerse a las depredaciones de sus explotadores. El empeño de los gobernantes capitalistas por afirmar su dominio en el Medio Oriente rico en petróleo y en el resto del mundo va de la mano con su sed insaciable de extraer más y más ganancias del trabajo y las vidas de los obreros en casa. Como sección estadounidense de la LCI, la Spartacist League se dedica a construir un partido obrero revolucionario multirracial comprometido con el poder proletario.