Espartaco No. 49 |
Abril de 2018 |
République ouvrière y Workers Tribune: ¡Icemos la bandera del leninismo!
¡Por la independencia y el socialismo!
A continuación publicamos un artículo de République ouvrière No. 2 (primavera-verano de 2018), periódico de la Ligue trotskyste au Québec et au Canada. Esta versión en español está ligeramente editada: el artículo original hacía referencias a varios documentos que se publicaron también en RO, los cuales hemos omitido para Espartaco.
El artículo menciona la Revolución Tranquila; así se conoce a un periodo de los años 60 caracterizado por la lucha social tumultuosa y por reformas modernizadoras, incluyendo la secularización de escuelas y hospitales y un marcado declive en la influencia de la Iglesia Católica.
Tras el lanzamiento de République ouvrière (RO) el verano pasado, la Ligue trotskyste au Québec et au Canada se apresta a lanzar una nueva publicación anglófona, Workers Tribune (WT). Estos dos periódicos son producto directo de nuestra lucha internacional contra una añeja perversión del leninismo sobre la cuestión nacional, la cual había minado ciertos aspectos del programa revolucionario de la Liga Comunista Internacional (LCI; ver Spartacist [Edición en español] No. 40, septiembre de 2017). Dicha perversión era particularmente flagrante en Canadá —un país definido por la opresión de una nación a manos de otra—, donde nuestra sección, basada en el Canadá inglés, capituló por mucho tiempo al chovinismo antiquebequense de su propia burguesía.
Al romper decisivamente con esa política, sentamos las bases para la construcción de un partido verdaderamente leninista que coloca la lucha contra la opresión nacional al centro de su programa. Los grupos que se reclaman marxistas en Canadá nunca pusieron en práctica esta perspectiva. La historia de la izquierda canadiense está cubierta con los restos de las organizaciones que se estrellaron con la cuestión nacional. Procuramos aprender del pasado y aplicar correctamente las lecciones de la Revolución Rusa de octubre de 1917 en el contexto de Quebec y de Canadá. Nuestras dos publicaciones serán nuestras herramientas para ello, y a través de sus páginas nos esforzaremos para poner en práctica nuestro programa revolucionario.
La publicación de dos periódicos separados, uno para el Canadá anglófono y otro para Quebec, fluye de nuestra comprensión de que la vanguardia leninista enfrenta tareas específicas en la nación dominante y en la nación oprimida. Quebec fue conquistado por la fuerza y ocupado militarmente por el Imperio Británico en 1759-1760. El lugar de los franco-canadienses como minoría nacional oprimida se consolidó posteriormente con la sangrienta represión de la revolución democrática de los Patriotas en 1837-1838. La sangre de los Patriotas y la opresión de los francófonos conforman el mortero con el cual se construyó el estado canadiense moderno. Este entendimiento debe ser la piedra angular de toda perspectiva revolucionaria en este estado reaccionario, cuya unidad se mantiene gracias a la opresión de Quebec y a la corona británica.
Nuestros dos periódicos reflejan nuestra perspectiva de construir dos partidos distintos en dos estados separados. A falta de un Quebec independiente, nuestra tarea actual es construir un partido revolucionario binacional que luche por la liberación nacional y por el socialismo. La construcción de ese partido no puede disociarse de la lucha de la LCI por reforjar la IV Internacional. El movimiento comunista es por definición internacionalista, y es esencial que el proletariado se dote de un partido internacional que unifique a los trabajadores por encima de las divisiones nacionales y coordine las luchas interdependientes de los obreros de todos los países.
¡Por la república obrera de Quebec!
Retomando el nombre del periódico del célebre revolucionario irlandés James Connolly, République ouvrière aspira a ser el portavoz del leninismo en Quebec. La independencia de Quebec es una causa justa que defendemos sin ninguna condición previa, sea bajo el capitalismo o como un estado obrero. Como dijo en una entrevista el intelectual nacionalista de izquierda Pierre Falardeau:
“La libertad es un valor por sí misma. La liberación de la mujer no es un medio para conseguir alguna otra cosa: es positiva en sí misma. Ése es el caso con la libertad de los pueblos [...] Para mí, si le pones condiciones, no eres un progresista; eres un ojete”.
A diferencia de los nacionalistas, no pensamos que el proletariado y la burguesía de una nación dada compartan intereses comunes, y procuramos canalizar la lucha contra la opresión nacional sobre líneas de clase. Desde los años 70, la burocracia sindical ha desviado una y otra vez las duras batallas del proletariado quebequense hacia el apoyo al Parti québécois [PQ]. Los obreros de Quebec tienen intereses totalmente opuestos a los de los partidos de la burguesía quebequense, ya sea el PQ, el Parti libéral o la CAQ [Coalition Avenir Québec, un partido de derecha]. RO librará una lucha encarnizada por romper las cadenas que atan aún a los obreros a la burguesía nacionalista, cadenas que los han arrastrado a innumerables derrotas.
Contrariamente a la mayoría de la izquierda quebequense, sabemos que nada bueno se puede esperar de los populistas de Québec solidaire [QS, partido basado en la pequeñaburguesía]. QS no es el “mal menor” en comparación a los partidos de la burguesía; comparte fundamentalmente el mismo programa, sin procurar más que la aplicación de algunas medidas cosméticas a este sistema capitalista putrefacto. Es necesario exponer el callejón sin salida que representa QS, así como a sus aguadores seudomarxistas. Los obreros quebequenses no serán verdaderamente libres en un Quebec capitalista “de izquierda”. Lo que se necesita es una república en la que los obreros tengan el poder. Ésta es la perspectiva que expresamos con nuestra consigna: ¡por la independencia y el socialismo!
Workers Tribune: Marxista, anglófono y defensor de Quebec
Además de Spartacist, nuestra revista internacional, Spartacist Canada (SC) era el órgano principal de nuestra tendencia en Canadá desde 1975. Por ello, representaba un vínculo importante con la continuidad revolucionaria sobre toda una gama de cuestiones clave para el proletariado internacional. De manera única en Canadá, SC luchó contra la restauración capitalista en la URSS y por la defensa de las conquistas de los estados obreros deformados que aún quedan (China, Cuba, Corea del Norte, Vietnam y Laos). SC luchó contra las ilusiones en el NPD [Nuevo Partido Democrático] socialdemócrata, expuso el racismo y la hipocresía de la burguesía canadiense respecto a los inmigrantes y denunció sus intervenciones militares en el extranjero. Defendemos orgullosamente ese aspecto de nuestro legado y lo reivindicamos. Sin embargo, no podemos mantener un periódico que a lo largo de toda su existencia fue incapaz de sostener una política leninista consecuente sobre la cuestión estratégica en Canadá: la cuestión nacional quebequense. Hasta 1995, sus artículos sobre Quebec capitularon abiertamente al chovinismo de la burguesía anglófona e impulsaron una política asimilacionista en defensa de la opresión de Quebec.
Adoptamos finalmente una línea a favor de la independencia en 1995, tras una lucha librada por el camarada Robertson, fundador de nuestra tendencia internacional. Aunque ese cambio representó una mejora cualitativa de nuestro programa, las conclusiones de la batalla no habían sido jamás puestas en práctica realmente, y la sección no había roto de manera definitiva con su marco anglochovinista. Spartacist Canada no es tampoco un nombre apropiado para un periódico que sostenga la perspectiva de desmantelar la unidad de Canadá mediante la independencia de Quebec. Lanzamos pues Workers Tribune con el propósito de restablecer el leninismo y romper decisivamente con ese pasado anglochovinista. WT se fundará en el principio de que “no puede ser libre el pueblo que oprime a otros pueblos”. Esta frase, pronunciada por Friedrich Engels en 1847 durante un discurso contra la opresión de Polonia, de aquí en adelante se enunciará orgullosamente en el rótulo de WT.
La burguesía canadiense mantiene su control ideológico sobre los obreros del Canadá inglés mediante la sacrosanta unidad chovinista canadiense. La socialdemocracia del NPD y la burocracia sindical inyectan fielmente este veneno a la clase obrera. El proletariado del Canadá inglés debe defender a toda costa los derechos de Quebec y convertirse en el campeón de su independencia, si ha de separarse políticamente de su propia burguesía y librar una lucha victoriosa por su propia liberación. Como dijo Lenin:
“El proletariado de las naciones opresoras no puede limitarse a frases generales y estereotipadas, repetidas por cualquier burgués pacifista, contra las anexiones y a favor de la igualdad de derechos de las naciones en abstracto... El proletariado debe reivindicar la libertad de separación política para las colonias y naciones oprimidas por ‘su’ nación. En caso contrario, el internacionalismo del proletariado quedará en un concepto huero y verbal”.
—“La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación” (1916)
La opresión nacional de Quebec va de la mano con la monarquía británica: son los dos elementos que hacen de Canadá lo que es hoy día, y sin los cuales este país no tendría mayor razón de existir. Ello no impide que la izquierda reformista haga suya la mentira del Canadá “progresista” y borre el hecho de que el jefe de estado es (según su título oficial) “Isabel II, por la gracia de Dios, Soberana del Reino Unido, de Canadá y de sus otros reinos y territorios, Cabeza de la Mancomunidad, Defensora de la Fe” (y cuyo fiel representante es el gobernador general). WT hará su deber de resaltar el papel reaccionario de las instituciones monárquicas y hará todo lo que esté en su poder por dirigir la lucha de la clase obrera para librarse de estas excrecencias medievales. El poder monárquico está lejos de ser simplemente simbólico, y dispone de todo un arsenal de medidas antidemocráticas. En especial, el gobernador general tiene el poder de echar abajo un gobierno elegido y de disolver el parlamento, así como el poder de decretar medidas de urgencia para suspender las libertades democráticas. Estos poderes fueron invocados durante la Crisis de Octubre de 1970 para reprimir al movimiento obrero quebequense, a los independentistas y a los valerosos militantes del Front de libération du Québec. ¡Por la abolición de la monarquía!
WT se da también la tarea de exponer la mentira trudeauista [de Pierre Elliot Trudeau, federalista enemigo de la liberación nacional de Quebec, antiguo primer ministro canadiense y padre del actual] del multiculturalismo que, bajo cubierta de un gran mosaico supuestamente abierto e incluyente, en realidad tiene por objetivo la asimilación de Quebec, al tiempo que oculta la opresión brutal de los inmigrantes en este país. Los medios de la burguesía anglófona continuamente tratan de retratar al movimiento por la independencia y los derechos nacionales de Quebec como algo intrínsecamente racista. Las páginas de nuestros periódicos denunciarán este vituperio antiquebequense mientras se oponen al atraso racista, que es muy real tanto en Quebec como en Canadá, como en toda sociedad capitalista. Nuestros artículos estarán en la vanguardia de la lucha por flexionar los músculos del movimiento obrero en defensa de las minorías étnicas. ¡Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes!
Workers Tribune y République ouvrière encarnarán también la concepción de los comunistas como tribunos del pueblo. Lenin estableció:
“...el ideal del socialdemócrata no debe ser el secretario de tradeunión [sindicato], sino el tribuno popular, que sabe reaccionar contra toda manifestación de arbitrariedad y de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera que sea la capa o la clase social a que afecte; que sabe sintetizar todos estos hechos para trazar un cuadro de conjunto de la brutalidad policiaca y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar el menor detalle para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas, para explicar a todos y cada uno la importancia histórico-mundial de la lucha emancipadora del proletariado”.
—¿Qué hacer? (1902)
El capitalismo canadiense, basado en la opresión brutal de toda la clase obrera, se caracteriza también por la opresión específica de la nación quebequense, de los pueblos indígenas, de los inmigrantes y de la mujer. La tarea intermedia de construir un partido binacional va de la mano con la de construir una dirigencia compuesta en un 70 por ciento de quebequenses y de minorías oprimidas.
La batalla contra el anglochovinismo
Si tenemos hoy las bases para construir una organización binacional, y fuimos capaces de corregir nuestras lagunas programáticas, ello se debe a que por vez primera tenemos una existencia real en Quebec. Tras la huelga estudiantil de 2012, la Ligue trotskyste reclutó a un grupo de militantes estudiantiles al programa revolucionario de la LCI. Se ganó a los camaradas de Montreal a nuestro programa deficiente sobre la cuestión nacional, pero se les ocultaron los escritos de la sección canadiense sobre Quebec antes de nuestro cambio de línea de 1995. Durante el verano y otoño de 2016, la sección canadiense se vio sacudida por una lucha interna importante. Con ayuda internacional, los camaradas de Montreal leyeron por primera ocasión ciertos artículos anteriores a 1995, especialmente “Disputa sobre el control del tráfico aéreo bilingüe sacude a Canadá” (SC No. 8, septiembre de 1976). Este artículo era bien conocido en la LCI y hacía mucho que se le consideraba un modelo por su manera de abordar la cuestión nacional quebequense.
En 1976, los controladores de tráfico aéreo y los pilotos anglófonos de CATCA y CALPA (Asociación Canadiense de Control de Tráfico Aéreo y Asociación Canadiense de Pilotos de Aerolíneas) estallaron una huelga contra la introducción del bilingüismo en las comunicaciones aéreas. Los obreros francófonos (organizados en la Asociación de Gente del Aire) se rehusaron a unirse a la huelga y militaron a favor del bilingüismo en el tráfico aéreo. Aquí se intersecaron dos cuestiones: la seguridad y la opresión lingüística de los francófonos. La lucha por el derecho de hablar francés en el trabajo fue una de las fuerzas motrices de la Revolución Tranquila, y el derecho de los obreros del control de tráfico aéreo a hablar francés entre ellos (fuera de las comunicaciones aéreas) es elemental. Pero en este caso, esta lucha legítima se confrontaba también a una cuestión de seguridad, dado que es en efecto más seguro y racional tener una sola lengua para el control aéreo. En lugar de explicar el problema con la oposición a la opresión nacional como punto de partida, el artículo desprecia totalmente las aspiraciones lingüísticas de los quebequenses y capitula al chovinismo anglófono:
“La exigencia de los nacionalistas quebequenses del monolingüismo francófono en Quebec demuestra su disposición a sacrificar la lucha contra la opresión de los francófonos en todo Canadá por el ‘derecho’ de imponer el francés en una sola provincia. Esta posición tiene consecuencias profundamente reaccionarias, al hacer de Quebec un gueto lingüístico en la práctica y privar a los francófonos de la provincia de cualquier acceso al inglés, la lengua predominante en la economía política norteamericana”.
Este artículo provocó la indignación de los camaradas quebequenses, quienes escribieron un documento denunciando su anglochovinismo y defendiendo, sin embargo, el bilingüismo en el control aéreo. Los camaradas no disociaron las cuestiones de la lengua y de la seguridad, pero tuvieron razón respecto al punto central, es decir, la insensibilidad extrema del artículo. Al reconocer el chovinismo del artículo, los camaradas de la Internacional, Coelho y Robertson, lograron convencer a los camaradas de que se necesitaba una sola lengua en el control del tráfico aéreo. Esta convergencia, así como el haber ganado a ciertos cuadros anglófonos, permitió sentar las bases para reforjar una sección auténticamente binacional en Quebec y en Canadá. Esta fusión principista fue el punto de apoyo para luego extender a la Internacional la lucha sobre la cuestión nacional.
Un punto de contención importante fue que, aunque la LCI no estaba a favor de la independencia antes de 1995, había de todas maneras defendido siempre el derecho de Quebec a la autodeterminación, una idea que defendieron varios cuadros históricos de la Internacional. En realidad, en cada momento clave, nos opusimos al ejercicio de ese derecho. Cuando en 1976 el camarada Robertson planteó por primera vez que había que estar por la independencia de Quebec, esta posición fue unánimemente rechazada por el resto de la dirigencia internacional. En 1977 publicamos las conclusiones de esa discusión reafirmando nuestra línea contra la independencia. Posteriormente, cuando la cuestión se planteó en lo concreto con el referéndum de 1980, la Ligue trotskyste llamó por el boicot. Para los marxistas, el boicot es una táctica activa que procura invalidar el resultado de una votación. En 1907, Lenin explicó:
“El boicot es un medio de lucha de lo más decidido, un medio de lucha que no niega las formas orgánicas de una institución determinada, sino la existencia misma de tal institución. El boicot es una franca declaración de guerra al viejo poder, un ataque directo contra él”.
—“Contra el boicot”
Con esta línea no sólo defendimos el que Quebec se mantuviera dentro del marco opresivo canadiense, sino que fue también un llamado por la movilización de la clase obrera anglocanadiense detrás de su propia burguesía para aplastar el referéndum quebequense. La Ligue trotskyste “defendía” la autodeterminación tanto como Trudeau. Desde la Conquista, la única posición principista para los revolucionarios ha sido el llamar por la independencia de Quebec. En el referéndum de 1980 era imperativo llamar por la victoria del “sí”.
La negativa a defender el derecho de la nación quebequense a la existencia se expresó muy claramente en nuestros artículos anteriores sobre la cuestión lingüística, en los que nos opusimos vehementemente a la Ley 101 [que establece el francés, formalmente, como el único idioma oficial para los asuntos públicos, aunque sin afectar en la práctica los privilegios de los anglófonos]. Al defender el “bilingüismo”, SC defendía en realidad los privilegios del inglés y aceptaba la inevitabilidad de la asimilación forzosa de los quebequenses. Esta posición política se mantuvo intacta a pesar de nuestro cambio de línea en favor de la independencia en 1995; no fue sino en el curso de la lucha internacional que rompimos decisivamente con ese programa.
El francés siempre ha sido una lengua sucia a los ojos de la clase gobernante anglófona. Por mucho tiempo era impensable hablarla en el gobierno o en el medio empresarial: “Speak White!” [“¡habla la lengua de los blancos!”]. La élite anglófona tenía una política explícitamente asimilacionista hacia Quebec y procuraba reducir el peso de los francófonos mediante la integración de los inmigrantes a través del inglés. Con los francófonos en minoría, no habría riesgo de separación. La Ley 101 adoptada por el gobierno quebequense permite mantener una mayoría francófona dentro del marco de la Confederación canadiense. Como leninistas, entendemos que la igualdad de los idiomas pasa por la lucha contra los privilegios de la lengua dominante. Hasta el día de hoy, el inglés no ha perdido jamás su estatus como lengua del opresor en Quebec. Así, defendemos la Ley 101 y estamos por que los inmigrantes se integren en Quebec mediante el aprendizaje del francés, exigiendo el acceso a cursos de francés gratuitos y de calidad. La Ley 101 no es más que una expresión parcial del derecho a la autodeterminación. La única solución viable sigue siendo la independencia.
Restableciendo la continuidad leninista
Quebec es una gota de agua francófona en un océano anglófono. No obstante, el proletariado quebequense es uno de los más combativos del continente. En tanto que la tasa de sindicalización es de alrededor del 10 por ciento en EE.UU. y de cerca del 30 por ciento en el Canadá inglés, en Quebec alcanza casi el 40 por ciento. La historia de la lucha de clases muestra que Quebec bien podría ser el eslabón más débil del capitalismo en Norteamérica. Pero, para desencadenar el potencial revolucionario de la clase obrera, hace falta, indispensablemente, un partido de vanguardia. La batalla contra la hidra chovinista en la LCI y la publicación de nuestros nuevos periódicos preparan el terreno programático para construir tales partidos revolucionarios en Quebec y Canadá. Las tareas que enfrenta nuestro limitado núcleo son inmensas, y debemos comenzar el trabajo que debió haberse hecho al principio de los 40 años de existencia de nuestra sección: estudiar y aplicar a Quebec los principios del marxismo en torno a cuestiones esenciales como la de un partido obrero, la opresión de la mujer y la naturaleza del estado canadiense.
El primer número de Iskra (1900) fue una declaración clara de la razón de ser del grupo de Lenin, de la necesidad de un partido marxista sólido compuesto de revolucionarios profesionales, delimitado en contraposición a las ideas revisionistas y reformistas, especialmente el economicismo común en aquella época. El primer número de The Militant (1928) pone al frente la defensa tajante del programa de la Oposición de Izquierda de Trotsky contra el oportunismo y el burocratismo estalinista, y por un partido leninista. Prácticamente todo el primer número de Spartacist (1964) es una defensa del marxismo sobre la cuestión cubana y la cuestión negra y, a fin de cuentas, de la necesidad de una dirigencia genuinamente trotskista contra el Socialist Workers Party estadounidense, en plena degeneración, cuya dirigencia acababa de expulsarnos debido a nuestra lucha principista por mantener el programa leninista. Cada uno de esos periódicos se comprometía a defender la continuidad del marxismo auténtico.
RO y WT reclaman ese legado. Sin embargo, en RO No. 1 la presentación de nuestro periódico quedó relegada detrás de otros artículos —programáticamente correctos en sí mismos— que consideramos en aquel entonces de mayor actualidad. Esta decisión mostró una debilidad en nuestra comprensión de la importancia central del partido leninista de vanguardia: para los marxistas en Canadá, no había nada más importante que la aparición de un periódico trotskista francófono que se bate por hacer de la lucha por la liberación nacional de los quebequenses una fuerza motriz de la revolución obrera. Con este número, corregimos ese error. Como nuestros predecesores, procuraremos reunir en torno a nuestro programa un núcleo de cuadros dedicados a la liberación nacional, a la revolución socialista y a la lucha por reforjar la IV Internacional.