Espartaco No. 46 |
Octubre de 2016 |
Primero de Mayo en Barcelona
Trotskismo vs. reformismo sobre la cuestión nacional
¡Por la independencia de Cataluña y el País Vasco!
El siguiente artículo se basa en el informe de un camarada del GEM sobre la intervención de un equipo de la LCI en la marcha por el Día del Trabajo en Barcelona.
Al centro de las discusiones durante el viaje estuvo la cuestión nacional en España, donde catalanes, vascos y gallegos constituyen naciones distintas con sus propias lenguas y se encuentran oprimidas bajo el dominio de la nación castellana dominante; nosotros nos hemos declarado siempre por el derecho de estas naciones oprimidas a la autodeterminación, incluyendo su separación de España si así lo quisieran. En noviembre de 2014, desafiando al gobierno central español, 2.3 millones de catalanes acudieron a las urnas en un referéndum no oficial sobre la independencia de Cataluña, y más del 80 por ciento votaron por la independencia. Ésta fue una clara indicación de que el sentimiento nacional en Cataluña se dirige fuertemente hacia la separación de España, y no hacia la asimilación. Por otro lado, el pueblo vasco tiene un largo historial de lucha por la independencia, y el chovinismo castellano extremo dirigido contra ellos ha sido un obstáculo central a la unidad obrera en España. Es por ello que llamamos por la independencia de Cataluña y el País Vasco. Como escribimos el año pasado:
“La lucha por la independencia de Cataluña y el País Vasco proporciona una prueba ácida de la capacidad de cualquier organización obrera en España para oponerse a su propia burguesía. Los partidos que han traicionado al proletariado en el pasado, como el PSOE [Partido Socialista Obrero Español] y el PCE/IU [Partido Comunista de España/Izquierda Unida], de manera nada sorprendente se alinean ahora detrás de los capitalistas españoles para tratar de mantener la ‘unidad’ del estado burgués español, el cual se ha cubierto las manos muchas veces con la sangre de los obreros y las nacionalidades oprimidas.
“La terrible crisis económica que asola a los obreros y los pobres en España y otros lugares pide a gritos la revolución obrera y el establecimiento de una federación soviética de repúblicas obreras en la Península Ibérica, parte de los estados unidos socialistas de Europa. El instrumento crucial para realizar esta tarea es un partido leninista-trotskista, que debe construirse en la lucha por reforjar la IV Internacional”.
—“¡Por la independencia de Cataluña y el País Vasco!”, suplemento de Espartaco (agosto de 2015)
Las movilizaciones masivas y protestas callejeras han declinado tajantemente en España durante los últimos dos años, conforme la izquierda reformista, los populistas burgueses y los partidos nacionalistas capitalistas han canalizado el descontento de la clase obrera y las minorías nacionales hacia el callejón sin salida del electoralismo burgués. En Cataluña, desde mayo se ha evidenciado una impaciencia creciente ante la cautela de la burguesía catalana en cuanto a los pasos hacia la independencia. Hasta un millón de personas salieron a las calles de cinco ciudades el 11 de septiembre, en ocasión de la Diada (la fiesta nacional catalana) y en apoyo a la independencia. Hasta ahora, la Generalitat (gobierno catalán) ha ido detrás de lo que parece un sueño de opio: la autorización del gobierno central de Madrid para llevar a cabo un referéndum sobre la independencia siguiendo el modelo del que se llevó a cabo en Escocia en 2014 bajo la tutela del Reino Unido. Pero, a diferencia de la relación entre Escocia e Inglaterra, la economía catalana es muy importante para las ganancias de la clase dominante española. Recientemente, el presidente catalán Carles Puigdemont, respaldado por los partidos independentistas, declaró que en septiembre de 2017 se llevará a cabo un referéndum vinculante sobre la independencia de Cataluña, cuente o no con el aval de Madrid.
Cada paso de la Generalitat catalana y su parlamento hacia la independencia —sea titubeante o real— se ha estrellado con el inexpugnable muro jurídico de Madrid. Varios antiguos y actuales funcionarios catalanes enfrentan cargos ante los tribunales por su papel en el referéndum de 2014 y por haber aprobado resolutivos independentistas más recientemente. Algunos partidarios de la CUP (Candidatura d’Unitat Popular), una organización nacionalista pequeñoburguesa catalana, están bajo amenaza de acción legal por haber quemado la bandera española el 11 de septiembre. Mientras tanto, alrededor de 400 nacionalistas vascos siguen encarcelados a lo largo de España y Francia. Nos oponemos a la persecución por parte del gobierno de Madrid de quienes apoyan la independencia de las naciones oprimidas.
Las acciones legales del gobierno central español contra resolutivos y leyes catalanas son una muestra de la intersección del chovinismo castellano y el desdén clasista del PP (Partido Popular): entre las leyes impugnadas recientemente están la llamada “ley de desahucios”, que dificulta los desalojos de deudores y establece impuestos suplementarios a los dueños de viviendas vacías, y la “ley de pobreza energética”, que dificulta el corte de servicios a las personas de escasos recursos. Así mismo, el gobierno central está intentando que se declare nula la Comisión de Estudio de Proceso Constituyente catalana, uno de los cuerpos formados por el Parlament en el camino a la independencia.
Crisis en La Moncloa
Los años de crisis económica y brutal austeridad impuesta por la Unión Europea (UE) son el trasfondo de la actual crisis política en España. Fue el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (del PSOE, entre 2004 y 2011), el que inició las medidas de austeridad, continuadas con saña por Mariano Rajoy. En Cataluña, la Generalitat bajo Artur Mas, predecesor de Puigdemont, impuso sin chistar los salvajes recortes al tiempo que viraba del nacionalismo moderado al independentismo. El creciente descontento de los trabajadores españoles con la UE, probablemente reforzado por el Brexit —que ha estremecido a este consorcio imperialista—, ha pasado factura a los grandes partidos españoles.
Cada uno de estos partidos —desde el neofranquista Partido Popular y su verruga Ciudadanos, hasta los mal llamados “anticapitalistas” burgueses de Podemos y el socialdemócrata PSOE (un partido obrero reformista, u obrero-burgués, como definió Lenin este tipo de formaciones)— están comprometidos ante las masas por su apego irrestricto a la UE. Tras dos elecciones generales en medio año y el espectro de una tercera, ningún partido ha obtenido el apoyo suficiente para formar un nuevo gobierno de la España capitalista. Aunque el PP ha obtenido más votos que sus opositores, lejos está del triunfo electoral de 2011 que le otorgó mayoría absoluta. Las esperanzas de Podemos en sobrepasar al PSOE fueron vanas. El PSOE mismo ha obtenido este año los peores resultados electorales de su historia, y ahora parece estarse desgarrando a jirones. Mientras tanto, Rajoy se mantiene como “presidente en funciones”.
Los sindicatos ante la crisis
Las direcciones de las principales centrales obreras españolas —la Unión General de Trabajadores (UGT, asociada al PSOE) y las Comisiones Obreras (CCOO, en la que el PC tiene alguna influencia)— subrayaron que la manifestación del Primero de Mayo tenía una “clara intencionalidad política” y declararon su “rechazo a las políticas de ajuste y austeridad”, a la devaluación salarial y a las reformas laborales brutalmente antiobreras y antisindicales adoptadas en 2010 bajo el PSOE y en 2012 bajo el PP, que facilitan los despidos y los contratos temporales al tiempo que bloquean la representación sindical colectiva. Sin embargo, para la burocracia sindical procapitalista esto debía traducirse en una “llamada de atención a los partidos para que hagan una campaña electoral de debate político y no de reproches y culpas”, con vistas a las elecciones generales ocurridas el 26 de junio.
En Barcelona la marcha se dio en un ambiente de tensión entre los sindicatos y el gobierno de Cataluña. El secretario general de la UGT de Cataluña amenazó con una escalada de movilizaciones en un otoño caliente, sin descartar una nueva huelga general, si el gobierno que saliera de las elecciones —aunque no ha salido ninguno— frenase la derogación de las reformas laborales. Entre las principales reivindicaciones de las CCOO y la UGT para el Primero de Mayo estaba el establecimiento de un salario mínimo interprofesional de mil euros para los trabajadores de empresas que obtienen contratos del gobierno, además de abrir un debate sobre un salario mínimo propio de Cataluña. A través de tales medidas, los pérfidos dirigentes sindicales esperan, de manera conmovedora, que el gobierno de Carles Puigdemont “dé ejemplo en sus contrataciones de servicios”. También exigieron que se apruebe una “renta mínima de ciudadanía” (una prestación económica que se entrega para cubrir necesidades básicas a aquéllos que no tienen participación en otro programa de seguridad social), la cual el gobierno rechaza alegando la insuficiencia de recursos económicos.
Algunas impresiones y discusiones
Así las cosas, viajamos a Barcelona para intervenir en la manifestación del Primero de Mayo. Lo más notable fue observar por toda la ciudad banderas catalanas ondeando en los edificios. Realmente se percibe un sentimiento nacionalista fuerte. No obstante lo anterior, durante el viaje no encontramos hostilidad a nuestra utilización del castellano para comunicarnos. Todos lo hablaban. De hecho, lo único que recibimos fue una recriminación por haber dicho “centavo”, en lugar de “céntimo”, al contar el cambio por el pago de algunos Espartacos, término que parece herir a los puristas del castellano peninsular.
Durante el viaje tuvimos varias discusiones centradas en la cuestión nacional y nuestro llamado por la independencia de Cataluña y el País Vasco. Hubo quien argumentó que esa consigna era de la burguesía y que al usarla no nos distinguíamos en nada de ella, que el sentimiento nacionalista era pasajero, incluso una moda, que era esencialmente burgués y pequeñoburgués, y que la clase obrera no tenía tantas simpatías por ese objetivo. Nosotros argumentamos sobre la necesidad de llamar y luchar por la independencia, organizando de manera independiente al proletariado y sin darle apoyo político a la burguesía catalana; con ello quedaría claro para los obreros quiénes son sus verdaderos enemigos de clase. Nos respondieron que el llamado por la independencia tenía como efecto más bien dividir a la clase obrera cuando lo necesario era unificarla contra los ataques de la burguesía; que debíamos preguntarnos qué tipo de independencia estábamos buscando, ya que la única válida era la conseguida a través de una revolución socialista. Contrapusieron a nuestro llamado por la independencia el llamado por el derecho a la autodeterminación.
Explicamos que el punto de partida básico era que Cataluña es una nación oprimida y que cualquier intento, bajo la forma que fuese, de oponerse a la independencia en este contexto de creciente impulso hacia la separación era una capitulación a la burguesía castellana, al chovinismo anticatalán y un esfuerzo por mantener la unidad del sagrado estado español. Hicimos una analogía entre nuestra oposición principista a la Unión Europea y nuestra aproximación a la cuestión nacional en España. Explicamos que aún en el caso de una salida griega de la UE en el marco capitalista, asestar un golpe a este consorcio imperialista ayudaría a la clase obrera a luchar por sus propios intereses. Similarmente, nuestro llamado por la independencia de Cataluña y el País Vasco tiene por objetivo sacar la cuestión nacional del orden del día y poner al frente la lucha obrera contra la clase capitalista. Explicamos que justamente lo necesario es luchar contra las ilusiones en partidos nacionalistas —como la Esquerra Republicana, el Partit Demòcrata Català de Puigdemont y la CUP— y populistas —como Podemos o su calca griega, Syriza— y hacer claro su carácter de clase burgués para ganar a aquéllos que quieran luchar por una perspectiva marxista.
Pero nuestros oponentes en la izquierda se ponen a la cola de fuerzas populistas como Syriza y Podemos. En cuanto a la cuestión nacional, Pablo Iglesias, el líder de Podemos, dice defender el “derecho a decidir” de catalanes y vascos y dice estar por un referéndum para Cataluña, al tiempo que se opone a la “independencia unilateral” y le contrapone un “proceso constituyente” español. Como hemos explicado en nuestra prensa, esto equivale a negar a las naciones oprimidas el derecho a la autodeterminación, que no significa otra cosa más que el derecho de las propias naciones oprimidas —no de un constituyente español— a decidir por la secesión o no. En el curso de sus interminables e infructuosas insinuaciones al PSOE para formar un gobierno de coalición, Pablo Iglesias dejó claro que ni siquiera su posición formal por un referéndum catalán reconocido por Madrid era una “línea roja”, es decir, que estaba dispuesto a abandonarla a cambio de una cartera ministerial en un gobierno del PSOE.
Vale la pena mencionar que en noviembre de 2015, la coalición Catalunya Sí que es Pot, liderada por Podemos, votó en contra de una declaración independentista —anulada por el Tribunal Constitucional de España— en la que se declaraba “solemnemente el inicio del proceso de creación del Estado catalán independiente en forma de república”. El argumento de Catalunya Sí que es Pot fue que la declaración representaba un “choque de trenes”, es decir, un enfrentamiento con el estado español, y le contrapuso un referéndum avalado por Madrid. Así, estos supuestos defensores del “derecho a decidir” se colocaron, en los hechos, al lado del PP, los derechistas-chovinistas de Ciutadans y la filial del PSOE, el Partit dels Socialistes de Catalunya.
Seudomarxistas por la España “única e indivisible”
Las discusiones durante la marcha fueron muy ilustrativas. La conclusión más importante de las mismas es que mientras la mayoría de la gente está por la independencia de Cataluña, todos los grupos oponentes seudomarxistas con los que hablamos estaban opuestos a la misma, con lo cual —no importa los argumentos rojos con los que lo cubrieran— únicamente demostraban su capitulación abyecta al chovinismo castellano de la “España única e indivisible”.
Casi al principio de la marcha discutimos con unos miembros de las Juventudes Comunistas. El punto de la independencia fue muy controversial. Argumentaron que no luchaban por la independencia sino por la autodeterminación de Cataluña, lo cual únicamente se conseguiría con una revolución socialista. Dijeron que bajo el capitalismo la independencia no era posible y que, en todo caso, incluso dentro de España, Cataluña ya contaba con derechos como los de un estado, lo cual demostraba los límites hasta los que se podía llegar. Nos acusaron de ser seguidistas e indistinguibles de la burguesía catalana, la cual utilizaba ese llamado para pactar con el gobierno de Rajoy y dividir a los obreros. Después de refutar los argumentos estalinistas, les mencionamos que éramos trotskistas, lo que cambió de inmediato su actitud. Simplemente se negaron a seguir hablando con nosotros e hicieron señas para que nos alejáramos de ellos.
Estos jóvenes estalinistas procuran matizar su acomodación al chovinismo castellano tras palabrería seudorrevolucionaria hueca. A veces, sus camaradas mayores van incluso más lejos. Un manifiesto del Partit Socialista Unificat de Catalunya-Viu (partido hermano del PCE) ante la reciente Diada se lamentó de que con el crecimiento del sentimiento por la independencia “en Catalunya retroceden hoy la igualdad, la libertad y la fraternidad”, proponiendo en cambio un modelo “que recoja el ejercicio de la autodeterminación en el marco de una República Federal”, y sermoneó: “Cuando personas tan respetadas como el Abad de Montserrat alertan sobre el riesgo real de división y confrontación...sobran comentarios”. En efecto, cuando unos autoproclamados marxistas ocultan su rechazo a la genuina autodeterminación tras la sotana de un monje, sobran comentarios.
Después discutimos con un grantista (miembro de Izquierda Revolucionaria/El Militante, sección española de la Corriente Marxista Revolucionaria, una escisión de la tendencia fundada por Ted Grant), quien repitió casi en los mismos términos los argumentos vertidos por los estalinistas. La novedad era el giro “trotskista” de que el objetivo de la autodeterminación podía solamente lograrse a través de una federación socialista. Contraponen así la independencia a la lucha por el socialismo, haciendo caso omiso del hecho de que la unidad de clase entre los obreros catalanes y vascos, por un lado, y del resto de España, por el otro, requiere hoy la lucha por la independencia. Para apuntalar su negativa, en los hechos, a luchar por la autodeterminación de las naciones oprimidas, los grantistas procuran cubrirse con el manto del marxismo y escriben: “Marx, Engels, Lenin siempre subrayaron en sus escritos sobre la cuestión nacional la necesidad de que la clase obrera mantenga una posición de total y absoluta independencia política frente a la burguesía” (¡Por el derecho a la autodeterminación, por el socialismo!, folleto de El Militante, s/f). Es una burla grotesca el que los grantistas —que en México, por citar un ejemplo, desde su incepción fueron parte integral del nacionalista burgués Partido de la Revolución Democrática— hablen de “independencia política”, para defender el carácter “indivisible” de la pequeña prisión de pueblos ibérica.
Es interesante notar que, aunque los estalinistas y seudotrotskistas se odian mutuamente (de hecho la línea de sangre entre el genuino trotskismo y el estalinismo es muy nítida en España), ambos comparten el mismo programa de capitulación al estado español y al chovinismo castellano. Otra de las discusiones que tuvimos fue con un trabajador inmigrante peruano quien era miembro de las CCOO. Sobre la independencia de Cataluña dijo que, ya que era lo que la gente quería, estaba bien.
Como último punto quisiera mencionar que en las discusiones dijimos que era el deber de los obreros castellanos luchar contra “su propia” burguesía y luchar por la independencia de Cataluña, de lo contrario los sentimientos nacionalistas se exacerbarían a tal grado que la clase obrera acabaría envenenada de chovinismo y dividida a través de líneas nacionalistas tal como ocurre en el País Vasco. Neciamente, todos los oponentes se opusieron a este punto. Para ilustrar lo equivocados que están, basta señalar que la marcha del Primero de Mayo fue un mar de banderas catalanas. Cada contingente las llevaba, incluyendo versiones que la combinan con la de las centrales sindicales. De hecho, en septiembre de 2015 la UGT y las CCOO de Cataluña se desmarcaron de las declaraciones antiindependentistas de sus secretarios generales nacionales. Las filiales catalanas defendieron el llamado “derecho a decidir” de los catalanes. En un comunicado, las CCOO de Cataluña recordaron que el sindicato es “una confederación con unos estatutos propios y con voz propia” y que su compromiso con el derecho a decidir de los catalanes es “total”. Por su parte, la UGT de Cataluña reivindicó en un manifiesto su “posición soberana” y pidió que “más allá de discusiones numantinas se haga un debate sobre el modelo de país que queremos”. Y agregó: “Cataluña ha de ser lo que decidan libremente sus ciudadanos”. De esta forma, nuestra intervención confirmó poderosamente que la única posición correcta con respecto a Cataluña es la sostenida por la LCI, y se escuchó la voz verdadera del trotskismo en España.