Espartaco No. 43 |
Marzo de 2015 |
Francia
¡Abajo las leyes racistas contra el velo islámico!
La laicidad antimusulmana y la seudoizquierda
(Mujer y Revolución)
El siguiente artículo ha sido traducido y abreviado de Le Bolchévik No. 204 (junio de 2013), periódico de nuestros camaradas de la Ligue trotskyste de France. Tras un largo vaivén legal, el caso de Fatima Afif llegó a su fin en junio de 2014, cuando la asamblea plenaria de la Corte de Casación rechazó definitivamente un recurso de Afif y, de este modo, sostuvo su despido por parte de la guardería Baby Loup.
Cuando la [Cámara Social de la] Corte de Casación francesa anuló en marzo de 2013 un fallo que autorizaba el despido, por parte de la guardería infantil Baby Loup [el lobito bebé], de una empleada [Fatima Afif] que vestía el velo islámico, el presidente François Hollande aprovechó la oportunidad para proclamar que quería una nueva ley para extender al sector privado las restricciones contra el uso del velo aplicables hoy en día en las escuelas públicas. Declaró que “en cuanto hay contacto con los niños en el llamado servicio público de primera infancia...debe haber cierta similitud con lo que existe en la escuela” pública.
Así que al tiempo que este gobierno y sus ayuntamientos cierran los hospitales maternos infantiles, tasajean los subsidios familiares, prohíben el acceso a los comedores escolares a los hijos de desempleados, etc., etc., Hollande y su ministro de educación, Vincent Peillon, nos reconfortan: los bebés y los niñitos podrán dormir tranquilos porque se les protegerá de las niñeras con velo. Hollande y compañía esperan que su nueva cruzada, que llevan a cabo en nombre de los sacrosantos principios de la “laicidad” y los “valores republicanos”, les procure una pequeña bocanada de aire fresco al desviar la atención del creciente desempleo y de sus programas de austeridad aunados a los ya existentes.
Hoy, entre los partidarios de Hollande en el caso Baby Loup, se encuentran las mismas figuras que ayer vociferaban las provocaciones antimusulmanas de Sarkozy: Alain Finkielkraut, Philippe Val [editor de Charlie Hebdo entre 2004 y 2009], Jeannette Bougrab, Elisabeth Badinter, etc. Pero detrás de esta gente, están el Parti de gauche (Partido de Izquierda) y la seudotrotskista Lutte ouvrière (LO) para dar una cobertura grotesca a este nuevo ataque racista del estado francés, uniéndose a la jauría en nombre de la lucha contra la opresión de la mujer. Así, el artículo de Lutte ouvrière sobre el fallo judicial en el caso Baby Loup llevaba por título: “Corte de Casación y guardería Baby Loup: Un ataque contra el derecho de las mujeres” (Lutte Ouvrière, 29 de marzo de 2013).
No hay duda de que una nueva ley que prohíba el velo en el sector privado sólo reforzaría el aislamiento en casa y la miseria económica de las mujeres que lo usan; son sus familias las que padecerán. Esta campaña se presta a la mentira racista que dice que supuestamente el verdadero problema en la sociedad no es el sistema capitalista racista sino las mujeres que visten el velo, los musulmanes y las minorías en general. Los ayatolas de la laicidad tienen la intención de ampliar su ofensiva. En nombre de la “neutralidad religiosa”, quieren ahora prohibir el uso del velo a las niñeras que trabajan en su propia casa. Una ley por el estilo ya había sido adoptada por el senado hace un año, y luego sacada de la agenda legislativa, resurgiendo ahora bajo la batuta de Roger-Gérard Schwarzenberg, presidente honorífico del partido Radicaux de gauche y miembro de la mayoría gubernamental.
Estas asistentes maternas, que a menudo son musulmanas, proporcionan un servicio que permite trabajar a decenas de miles de otras mujeres, dada la carencia de guarderías infantiles en Francia. Pero estos grandes defensores de la laicidad y de los derechos de la mujer no sólo prefieren que se cierre la guardería Baby Loup (una guardería que ofrece servicios 24 horas al día, 7 días a la semana en uno de los suburbios más desfavorecidos de París, lo cual es muy poco común) a que se emplee a una mujer con velo; están dispuestos a condenar al desempleo a innumerables mujeres más en caso de que su ley sobre las asistentes maternas sea adoptada. ¡Decimos no a las exclusiones racistas y a las leyes contra el velo! ¡Abajo la ofensiva antimusulmana del gobierno!
La campaña laica republicana: Una cobertura para los prejuicios antimusulmanes
La “laicidad”, que es una cobertura para los prejuicios antimusulmanes, no tiene nada que ver con el principio de laicidad tal como fue establecido durante la Gran Revolución Francesa de 1789. Como explicamos en nuestro artículo “La mujer y la inmigración en Francia” (Spartacist [Edición en español] No. 32, junio de 2003):
“...el estado francés deformó las metas y los valores de la Revolución Francesa. Bajo el ancien régime del rey francés, Francia era conocida como ‘la hija mayor de la iglesia’. El principio del secularismo en la Revolución Francesa surgió de la necesidad de proteger la libertad de expresar ideas y de liberar a la sociedad de las manos de la iglesia católica. El que ahora la mayoría católica utilice este principio para oprimir a la minoría musulmana en la sociedad francesa es una ironía cruel de la historia. Ello recalca hasta qué grado ha degenerado en la época de la decadencia capitalista la burguesía francesa que dirigió la Revolución de 1789, un parteaguas histórico en la lucha por la emancipación humana”.
La Ligue trotskyste se ha opuesto siempre a la mascada y el velo, que representan un programa social reaccionario para confinar a la mujer a su familia, a su hogar y a una posición de servidumbre. Asimismo, nos oponemos a los atavíos de otras religiones, pues todas promueven la institución de la familia, el fundamento de la opresión de la mujer. En Francia, la ley de 1905 instituyó cierta separación entre la iglesia y el estado, pero el catolicismo conserva un peso social considerable y la burguesía lo usa como un pilar del conservadurismo social y para consagrar la dominación de la clase capitalista. Lo hemos visto numerosas veces en los últimos seis meses cuando los curas y sus feligreses bien vestidos tomaron las calles para escupir su veneno reaccionario: rezaron y marcharon en contra de nuevos derechos democráticos para los homosexuales y para mantener su modelo de un hombre sobre una mujer para toda la vida.
Pero el Islam en Francia nunca será más que la religión del gueto, de los oprimidos, de los que a menudo han perdido la esperanza de combatir la segregación racista y la pobreza de las que son víctimas debido a la opresión capitalista francesa, y que se refugian en la religión pero que también desafían al estado francés que los excluye. Es lo que Marx llamaba “el alma de un mundo sin corazón”. Las mezquitas no se dan abasto en la ciudad de Chanteloup-les-Vignes, donde se encuentra la guardería Baby Loup, y en muchos suburbios del país donde las tasas de desempleo son al menos el doble del promedio nacional e incluso más altas entre los jóvenes.
No es de sorprender que, después de una licencia parental de cinco años, Fatima Afif, la trabajadora al centro del caso Baby Loup, quisiera usar el velo al regresar a la guardería en diciembre de 2008. Antes de su licencia, tomada en mayo de 2003, no había tenido ningún problema al ir al trabajo con velo. Pero en el verano de 2003, durante su ausencia, se decretaron nuevas reglas en su lugar de trabajo para imponer una obligación de “neutralidad filosófica, política y confesional”. Durante los cinco años de su licencia, las exclusiones racistas sirvieron para empujar cada vez más a las mujeres como Afif hacia el oscurantismo religioso.
¡Por un partido obrero revolucionario multiétnico!
Fue al principio de los años 90 que la cuestión de la laicidad empezó a utilizarse a gran escala como cobertura para los prejuicios antimusulmanes, culminando con la ley [del entonces presidente Jacques] Chirac de 2004 que prohibió el uso del velo en las escuelas públicas. El contexto para este ascenso de la reacción fue la contrarrevolución capitalista en la Unión Soviética y en Europa Oriental entre 1990 y 1992 —una inmensa derrota para la clase obrera y los oprimidos del mundo, que fue aclamada virtualmente por toda la “izquierda”—. La clase capitalista roba las riquezas producidas por los obreros y necesita un chivo expiatorio para desviar las luchas de clases que siguen estallando.
El Partido Comunista Francés (PCF), la Ligue communiste révolutionnaire (LCR, que finalmente se deshizo de la palabra “communiste” y se volvió el Nouveau Parti anticapitaliste, NPA) se tragaron la mentira de la burguesía sobre la supuesta “muerte del comunismo” y el fin de “la Gran Noche” [las aspiraciones revolucionarias], pero la burguesía sí sabía que debía seguir inventando cuentos para dividir y debilitar a la clase obrera; de ahí la “amenaza verde”. Ya en 1991, el [racista plan de seguridad] Vigipirate había sido desplegado por primera vez por [el presidente “socialista”] Mitterrand al principio de la primera Guerra del Golfo, lo que hizo recordar la ofensiva contra los musulmanes en París durante la Guerra de Argelia. Ello marcó también el principio de la “guerra contra el terrorismo” cuyo blanco es el Islam. Ya estaban sentadas las bases para un reforzamiento significativo del arsenal represivo del estado contra cualquiera que pudiera ser percibido como un adversario del dominio capitalista y, en última instancia, contra la clase obrera. ¡Abajo el Vigipirate! ¡Por movilizaciones obreras contra el terror racista del estado!
El aislamiento de los oprimidos hoy en día, su desesperanza en esta sociedad, es el fruto amargo de las traiciones de la izquierda. Desde Mitterrand hasta Jospin y hoy Hollande, para todos ellos los musulmanes eran la nueva “quinta columna”; todos multiplicaron las expulsiones y los ataques contra indocumentados e hicieron añicos el nivel de vida de las capas más pobres de la sociedad. La crisis económica sólo empeoró las cosas con el cierre de muchas fábricas que solían emplear a los padres y abuelos de los jóvenes pertenecientes a minorías. El cierre previsto de la fábrica automotriz de PSA Aulnay [hoy ya cerrada y en proceso de desmantelamiento], la supresión de 800 empleos temporales en Sochaux y el recorte anunciado de mil 200 empleos en Phone House, no son más que la punta del iceberg de un desempleo juvenil en constante aumento.
Son los padres y abuelos de estos jóvenes de las minorías y otros inmigrantes los que contribuyeron a crear la riqueza de Francia tras la Segunda Guerra Mundial, pero a sus descendientes se les trata en gran medida como una población excedente, buena, en el mejor de los casos, para trabajos ocasionales por tiempo determinado pero, con mayor frecuencia, destinados a las largas colas en las oficinas locales de desempleo o, peor, a la cárcel.
Sin embargo, hasta que el capitalismo sea derrocado, la burguesía necesitará de un proletariado que explotar y del cual extraer plusvalía para obtener ganancias y capital. Aunque los capitalistas busquen transferir en el extranjero una parte cada vez mayor de su aparato de producción industrial, esperando así sacar de los obreros extranjeros aún más ganancias, queda en este país una infraestructura industrial, y así será el caso. Basta con ver el enorme polo de empleos en torno al aeropuerto de París-Charles de Gaulle, las fábricas automotrices, los transportes públicos, la industria de la construcción, sin hablar de las empresas proveedoras de servicios de limpieza y de asistencia a las personas en los hogares para adultos mayores, etc.: los trabajadores pertenecientes a las “minorías visibles” constituyen un porcentaje desproporcionado de la mano de obra. Es su papel central en la producción lo que les confiere un poder social crucial para combatir la explotación capitalista, pero también lo que les convierte en una amenaza particular a los ojos de la burguesía.
Es necesario elevar el nivel de lucha más allá de las luchas económicas aisladas y a menudo derrotadas para salvar fábricas particulares o para defender condiciones de trabajo localmente. Ello requiere una dirección revolucionaria, un tribuno del pueblo. Tal dirección lucharía por empleo para todos y en particular para los jóvenes de origen inmigrante; combatiría el terror racista cotidiano en las banlieues [guetos suburbanos] y lucharía por los derechos de la mujer. Explicaría cómo se utiliza el veneno del racismo —una “conciencia falsa”— para dividir a la clase obrera, y buscaría ganar a la clase obrera a la lucha por defender a los jóvenes de las banlieues y a las mujeres con velo contra la represión. Al luchar contra estas maniobras divisorias, los obreros lograrán utilizar su poder social con mayor unidad y se fortalecerán frente a los patrones.
Un partido revolucionario también combatiría las mentiras diseminadas por la izquierda, como que el capitalismo puede hacerse más humano, bondadoso e incluyente. Sólo la revolución socialista, en la que los obreros derrocarán a sus explotadores, podrá empezar a sentar las bases de una nueva sociedad gracias a una economía centralizada y planificada. Habrá que extender esta lucha internacionalmente, pero será posible desde ese momento empezar a lidiar con las plagas del capitalismo —el desempleo, la escasez y la opresión social— así como con los prejuicios y la reacción que éstas ocasionan. Nuestro objetivo es construir esta dirección. Nuestro modelo es la experiencia del Partido Bolchevique y de la Revolución Rusa de octubre de 1917.
Lutte ouvrière por la prohibición de los despidos...¡excepto para las mujeres con velo!
En 2003-2004, Lutte ouvrière estaba en la primera línea de lucha para que se adoptara una ley que excluyera a las mujeres con velo de las escuelas. Hoy, otra vez, tras el caso Baby Loup, se presentan como los garantes de la nueva legislación que el “Observatorio de la laicidad” de Hollande recomiende. En un artículo de su periódico (29 de marzo de 2013), Lutte ouvrière declaró acerca del fallo judicial en favor de Fatima Afif: “Este fallo ha provocado con razón una ola de protestas, porque arma a los oscurantistas de todo tipo; y son muchos los que reclaman una revisión de las leyes existentes, pidiendo la extensión de la prohibición de los símbolos religiosos ostensibles en nombre de la laicidad”. Dadas las “protestas” de Lutte ouvrière contra el fallo, uno sólo puede suponer que LO se considera parte de estos “muchos” partidarios de una nueva ley. Y esto se da en un contexto de ataques racistas en aumento, de los que a menudo las mujeres son las principales víctimas: 94 por ciento de las víctimas de las agresiones antimusulmanas identificadas por el Colectivo Contra la Islamofobia en Francia (CCIF) son mujeres.
El colectivo Mamans toutes égales (MTE, Todas las Mamás Iguales) está organizando para el 18 de mayo [de 2013] una nueva manifestación para protestar no sólo contra toda nueva ley que impida a las mujeres con velo trabajar en el sector privado, sino también para reivindicar la abrogación de la circular Chatel de 2012 (bajo Sarkozy) que recomienda, en nombre de los principios de “laicidad y neutralidad del servicio público”, que las escuelas “impidan” a las mamás que vistan el velo acompañar a sus hijos en salidas escolares. El ministro socialista de los policías y “de cultos”, Manuel Valls [hoy primer ministro], por supuesto declaró que quiere mantener vigente la circular. El año pasado, durante la campaña para la elección presidencial, el colectivo MTE había escrito a los candidatos sobre el impacto de la ley de 2004, preguntando a los candidatos su posición respecto a la circular Chatel, a la prohibición para las mujeres con velo de trabajar en el sector público, etc. Nathalie Arthaud, dirigente de LO y candidata, respondió:
“La ley, lejos de excluir a las jóvenes, permite a todas asistir a la escuela y, a las que no quieren usar el velo, les permite conservar este espacio de libertad.
“Una cosa es que haya mujeres que quieran usar [el velo], y otra es que este hecho discriminatorio sea reconocido por la sociedad.
“No es ni en nombre de la laicidad, ni en nombre del combate a las religiones que criticamos vuestro proceder, sino en nombre del combate de las mujeres por su emancipación. Ésta no pasa por la autorización de llevar el velo en las estructuras públicas, sino por el contrario por la autorización de no llevarlo, para las que así lo desean...
“Así que nuestra solidaridad se dirige ante todo a las mujeres y las muchachas que tienen el valor de resistir estas presiones, las que quieren llevar su vida libremente, a cara descubierta y que ven su espacio de libertad encogerse”.
Arthaud se niega a “autorizar” el uso del velo en el sector público y se opone a que las madres con velo acompañen a sus hijos. Con todo eso y con su reacción ante el caso Baby Loup, parece que el grito de guerra de LO “contra el desempleo, prohibición de los despidos” tiene sus límites y que su “solidaridad” no se extiende a las mujeres que usan el velo, muchas de las cuales se encuentran entre las mujeres más pobres y más oprimidas en la sociedad francesa. ¡Como si se pudiera combatir la opresión de la mujer impidiendo a muchachas con velo asistir a la escuela o ir al trabajo y mandándolas de vuelta al hogar! Detrás de tales discriminación y exclusión está el griterío de Valls y compañía de que estas mujeres no se quieren integrar a su querida República.
El hecho de que LO llame al sistema público de educación un “espacio de libertad” es revelador de su reformismo sobre esta cuestión. También refleja que tiene una base social importante entre los maestros. La escuela es simplemente una institución crucial para el mantenimiento de la dominación capitalista: enseña a los hijos de la burguesía cómo reinar y a los hijos de los oprimidos que deben aceptar su subordinación a la autoridad burguesa o serán excluidos. Nathalie Arthaud enseña en Aubervilliers, una ciudad con una proporción importante de inmigrantes donde muchas mamás usan el velo. No es que Arthaud no vea la realidad, sino que se ciega voluntariamente (y, de manera más significativa, ciega a sus partidarios) con sus prejuicios laico-fanáticos.
Dado que LO se niega a entender la opresión específica —y el que las más oprimidas decidan llevar el velo—, considera a las mujeres con velo como ideólogas militantes que procuran islamizar Francia. En realidad, algunas de estas mujeres son inmigrantes que siguen las prácticas religiosas opresivas de sus países de origen donde el Islam es religión de estado. Otras deciden llevarlo, conscientemente o no, en desafío a la exclusión racista que sufren bajo el capitalismo francés, y para encontrar consuelo ante su difícil situación y la estigmatización de que son objeto. En todos estos casos, LO, al repetir como perico la campaña racista contra el “fascismo verde”, está lejos de siquiera abordar la cuestión de la opresión material de estas mujeres, o de sus opiniones religiosas atrasadas; sólo las refuerza.
La opresión de la mujer tiene sus raíces en la sociedad de clases. La función histórica de la familia bajo el capitalismo es trasmitir la propiedad privada a los herederos “legítimos” a través de la herencia (lo cual requiere la monogamia de las mujeres) e inculcar el respeto a la autoridad y la obediencia al código moral burgués. Es por eso que decimos que la liberación de la mujer requiere en última instancia de una revolución socialista. Un estado obrero buscaría establecer guarderías y parvularios abiertos las 24 horas, comedores y cocinas comunales, lavanderías, un sistema de salud gratuito y de calidad; todo esto remplazaría con el tiempo las funciones sociales de la familia y permitiría a las mujeres participar plenamente en la vida social.
Lecciones de la Revolución de Octubre de 1917 y de la intervención soviética en Afganistán
Nos inspiramos en el trabajo de los bolcheviques para la emancipación de la mujer. En un contexto muy diferente de la Francia imperialista y laico-fanática de hoy, algunas dirigentes bolcheviques —y por lo tanto ateas— se pusieron ellas mismas el velo, bajo la dirección del Zhenotdel (Departamento de Obreras y Campesinas), para irse a mezclar con las mujeres terriblemente oprimidas del Asia Central soviética para educarlas y liberarlas. Era un trabajo extremadamente peligroso y muchas organizadoras bolcheviques fueron asesinadas. Como escribimos en el mismo artículo de Spartacist citado arriba:
“La creación de una economía colectivizada y planificada permitió que el estado obrero invirtiera el excedente proveniente del occidente más avanzado en el oriente más atrasado, y así comenzó a sentar la base para la igualdad de los pueblos en la Unión Soviética. Esto se observa claramente cuando se ven las estadísticas demográficas en las repúblicas de la antigua Unión Soviética de un lado de la frontera y se las compara con las de Afganistán, del otro. Del lado soviético, ya no se encerraba a las mujeres bajo el velo y sabían leer y escribir; del lado afgano de la frontera, la mayoría eran analfabetas y las estadísticas de mortalidad infantil y de esperanza de vida eran drásticamente diferentes de un lado a otro de la frontera”.
Cuando el Ejército Rojo soviético entró en Afganistán en 1979, a petición del gobierno afgano, las mujeres recibieron una educación. Llegaban a ser maestras, enfermeras, soldados. Pero los imperialistas estaban en campaña para restaurar el capitalismo en la Unión Soviética; Estados Unidos armó a los islamistas reaccionarios que volvían a encerrar a las mujeres en la prisión de la burka [velo integral] y arrojaban ácido a los maestros que enseñaban a leer y escribir a las niñas (mientras que “Médicos sin fronteras” y otras organizaciones “humanitarias” francesas se vincularon con los servicios secretos para ayudar a la “resistencia” islamista). En Afganistán, la cuestión del velo era una cuestión de vida o muerte para las mujeres —y Lutte ouvrière condenó la intervención soviética comparando este acto progresista del Ejército Rojo con la violación de Vietnam por los imperialistas franceses y luego estadounidenses (una posición que siguen manteniendo hoy en día)—. ¡Ésos son los autoproclamados “campeones” de la lucha por los derechos de la mujer!
Pensamos que otro mundo es posible, pero aquí, no en el cielo ni mientras el sistema capitalista permanezca intacto. A diferencia de nuestros oponentes, nosotros decimos la verdad; aunque esta perspectiva parezca lejana hoy en día, es sólo mediante la revolución proletaria socialista que podremos empezar a construir una sociedad libre del hambre, de la guerra y del racismo. Un mundo donde los hombres y las mujeres ya no tendrán que refugiarse en las ilusiones de la religión para escapar de la dura realidad de esta sociedad capitalista de opresión y miseria. Para este fin, luchamos por mantener un programa revolucionario y por construir el partido mundial dedicado a llevar a la clase obrera al poder.■