Espartaco No. 42 |
Octubre de 2014 |
¡Abajo las leyes secundarias!
¡Ninguna ilusión en el PRD/Morena/AMLO!
Envalentonado por la facilidad con que ha conseguido la aprobación del marco jurídico que permite la privatización de la industria petrolera, el gobierno de Enrique Peña Nieto ha lanzado un nuevo ataque contra los oprimidos del campo y la ciudad: las leyes secundarias en materia energética. Aprobada en agosto, dicha legislación es parte integral e indispensable en la implementación de la apertura del sector energético a la inversión privada nacional y extranjera.
Los trotskistas del Grupo Espartaquista de México nos hemos opuesto consistentemente a esta embestida privatizadora. Contra la noción impulsada por los nacionalistas populistas de que “el petróleo es de todos los mexicanos”, entendemos que Pemex siempre ha sido y servido a los intereses de la burguesía nacional. Sin embargo, defendemos la nacionalización petrolera como una medida básica de autodefensa del México semicolonial frente al imperialismo. Como explicamos en “¡Abajo la nueva embestida privatizadora!” (Espartaco No. 40, febrero de 2014):
“Al tener en sus manos el control de un recurso natural crucial en nuestra época y el futuro previsible, los magnates del petróleo no son capitalistas del montón. Con su poderío económico y apoyados por los ejércitos y flotas de sus países imperialistas, procuran establecer en los países sojuzgados un régimen de feudalismo imperialista”.
La servidumbre de los hidrocarburos
Como parte de los incentivos para que las empresas petroleras extranjeras se asienten en el país, las leyes secundarias en materia energética facultan a la Secretaría de Energía para ordenar la expropiación de los terrenos que se consideren necesarios para exploración y explotación de hidrocarburos, llevadas a cabo por empresas privadas nacionales y foráneas, a través de una nueva figura jurídica, la “servidumbre legal de los hidrocarburos”. De ahora en adelante, los pequeños propietarios rurales estarán obligados a “negociar” la venta de sus tierras a las gigantes petroleras; de no alcanzar un acuerdo serán expropiados de manera acelerada a petición de las empresas. Eso sí, recibirán una “indemnización” que puede ser pagada en especie o mediante su contratación por la empresa.
Incluso en el caso de infraestructura de utilidad pública, nos oponemos a la expropiación de tierras de campesinos pobres por parte del estado capitalista. Sus tierras sólo deben ser usadas con su consentimiento sobre la base de un pago abundante por parte del gobierno o de las empresas. En el caso actual, se trata simplemente de llenar aún más los bolsillos de capitalistas ya de por sí grotescamente ricos. Aunque han existido muchas protestas de diversas organizaciones campesinas en los últimos meses a lo largo del país, el elemento necesario para echar atrás la actual embestida es el gigantesco poder social de la clase obrera organizada, la única con la fuerza y el interés histórico para derribar al régimen capitalista y sustituirlo con su propio régimen de clase, emancipando así a todos los oprimidos. El movimiento obrero en su conjunto debe defender a los campesinos y sus tierras contra los ataques del gobierno.
A mediados de 2012, la sección 309 del poderoso sindicato minero estalló un paro en la mina La Platosa, en Durango, tanto por sus demandas como en defensa de los ejidatarios, quienes exigían que la empresa cumpliera con el “contrato de ocupación” que habían firmado años antes. El paro fue roto mes y medio después mediante un ataque masivo del ejército y diversas corporaciones policiacas; sin embargo, esta movilización local del poder social de la clase obrera en defensa de campesinos pobres apunta hacia el tipo de acciones necesarias para echar atrás esta ofensiva burguesa y mostrar ante todos los oprimidos el papel dirigente de la clase obrera en la lucha por su emancipación.
Atraso rural, populismo y ecologismo
Históricamente, un aspecto fundamental del populismo ha sido la glorificación de la agricultura de subsistencia y el aislamiento rural. Gran parte de la seudoizquierda —y, por supuesto, los ecologistas— hace suya esta perspectiva retrógrada y se opone a la industrialización del campo. En contraste, para nosotros la introducción a gran escala de la industria moderna en el medio rural sería no sólo un acontecimiento favorable ante las condiciones actuales de miseria y atraso, sino un suceso de importancia histórica. El campesinado no es una clase revolucionaria; es parte de la heterogénea pequeña burguesía, y su interés objetivo, como estrato social, está en la propiedad privada de la tierra. La proletarización del campesinado (y de los pobres urbanos) fortalece al proletariado y facilita una alianza revolucionaria entre éste y los pobres rurales para luchar por un gobierno obrero y campesino mediante la revolución socialista. Karl Kautsky, en su obra La cuestión agraria (la cual Lenin consideraba una contribución importante al marxismo), escribió:
“La fábrica unifica a las fuerzas de trabajo dispersas, facilita su comunicación recíproca, vincula más estrechamente la aldea de la fábrica al mundo exterior, desarrolla los medios de comunicación y hace venir a la aldea las fuerzas de trabajo más evolucionadas de la ciudad. La fábrica constituye, así, un medio de vincular una parte de la población rural al proletariado urbano, de despertar en aquélla, poco a poco, el interés y la comprensión hacia la lucha de emancipación que libra la clase obrera y, en fin, de inducirla a participar activamente en esta lucha cuando las circunstancias sean favorables”.
El desarrollo industrial es clave para el progreso social. Queremos eliminar el contraste entre la ciudad y el campo y hacer que los avances de la ciencia y la tecnología estén al alcance de la población rural, elevando su nivel de comodidad, productividad y cultura. Ello es imposible bajo el capitalismo: se requiere una economía colectivizada y planificada internacionalmente.
Por su parte, el seudotrotskista Movimiento de los Trabajadores Socialistas (MTS) se opone a la nueva legislación, en gran medida, porque abre la puerta a la utilización del fracking —y la contaminación consecuente— para la explotación de yacimientos de hidrocarburos (ver “Nueva fiebre del oro: las trasnacionales tras el shale gas en México”, ltscc.org.mx, 10 de septiembre). El fracking es la fractura hidráulica del subsuelo, inyectando agua además de otros químicos a alta presión a grandes profundidades.
Como marxistas no aconsejamos a la clase gobernante sobre cuál es la forma más efectiva de llevar su economía y no tomamos posición sobre el fracking como tal. Igual que toda industria o técnica industrial, el fracking contamina y plantea peligros para los obreros y las comunidades vecinas. La economía capitalista está avocada a la producción de ganancias y a la burguesía no podría importarle menos el medio ambiente y la salud de las masas. Sin embargo, sí nos oponemos a los despojos contra campesinos pobres, tanto de tierras como de agua, que en tan enormes cantidades se necesita para esta técnica.
Entendemos que el problema de la contaminación ambiental no es simplemente un problema técnico, sino que es sobre todo social. Nos oponemos a la ideología de los ecologistas que acepta la inmutabilidad del sistema capitalista de producción, y antepone la “salud del planeta” al bienestar de las masas. Luchamos por una sociedad que provea de más, y no de menos, a los trabajadores y las masas empobrecidas del mundo. Nuestra meta es eliminar la escasez material y mejorar cualitativamente los estándares de vida de todos. Cuando la clase obrera gobierne, la producción industrial será lo más racional, eficiente y segura posible. Sin embargo, aun así no descartamos de antemano el uso del fracking u otras técnicas por una economía planificada que busque el desarrollo industrial.
El callejón sin salida del nacionalismo burgués
El PRD tiene gran responsabilidad en la aprobación de las reformas estructurales en lo que va de este sexenio. Este partido burgués era uno de los partidos firmantes del infame Pacto por México, que tenía como uno de sus propósitos principales impulsar “las reformas necesarias para crear un entorno de competencia en los procesos económicos de refinación, petroquímica y transporte de hidrocarburos”. Tras romper con dicho pacto, el PRD ha buscado recuperar su papel histórico como válvula de escape del descontento de las masas.
El Morena de López Obrador también se opone a la privatización del sector energético, y se opuso desde el principio al Pacto por México. Pero Morena no es una alternativa para explotados y oprimidos, sino un partido burgués que busca presentarse como una opción de recambio ante el creciente desprestigio del antiguo partido de AMLO. El PRD y Morena representan a un ala nacionalista de la burguesía mexicana que procura regresar a alguna versión del viejo populismo priísta; quieren apoyarse en el proletariado para renegociar los términos de su propia subordinación al imperialismo.
No existe un ala de la burguesía nacional que pueda dar solución a las sentidas demandas democráticas de la población, como la emancipación nacional o el reparto agrario. La burguesía mexicana, atada por miles de lazos a sus amos imperialistas, teme aún más a la clase obrera en casa. Sólo mediante una revolución socialista, que derroque el dominio del capital e instaure un estado obrero, y su extensión internacional podrán satisfacerse tales aspiraciones.
Tanto el PRD como Morena están impulsando actualmente una consulta ciudadana sobre la reforma energética, y han recolectado varios millones de firmas para que ésta suceda en algún momento del próximo año, lo cual es dudoso que ocurra. Las propuestas para la consulta del PRD y Morena, respectivamente, leen hoy: “¿Estás de acuerdo en que se mantengan las reformas a los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución en materia energética?”; y, “¿Estás de acuerdo o no en que se otorguen contratos o concesiones a particulares, nacionales o extranjeros, para la explotación del petróleo, el gas, la refinación, la petroquímica y la industria eléctrica?”. Tal como están escritas las preguntas en ambas propuestas, la clase obrera debería votar NO y así expresar una posición inequívoca en oposición a la reforma privatizadora. Sin embargo, lo que puede cambiar la marea no son los votos de los obreros atomizados, sino su posición como los encargados de echar a andar los engranajes de la economía. La movilización de este poder requiere la independencia del proletariado con respecto a los capitalistas y sus partidos, que procuran, sobre todo, canalizar el enojo masivo a las urnas en 2015. ¡Romper con AMLO/Morena/PRD burgueses!
¡Manos fuera del sindicato petrolero!
En “¡Abajo la nueva embestida privatizadora!” advertimos que la privatización petrolera significaría “despidos masivos y la destrucción de conquistas históricas de este gremio [de los trabajadores petroleros]”. Las leyes secundarias de Peña Nieto, avaladas por la venal dirigencia del sindicato petrolero (STPRM), son la formalización de estos ataques antisindicales. Según un análisis elaborado por la Unión Nacional de Técnicos y Profesionistas Petroleros (UNTPP), la nueva legislación implica el desmantelamiento de todo el contrato colectivo, la virtual desaparición de prestaciones, jubilaciones y pensiones, así como la posibilidad de despidos masivos. El sindicato petrolero debe flexionar su poderoso músculo en acciones huelguísticas en defensa de las conquistas históricas que le han costado sudor y sangre.
Lo que ha pavimentado el camino para este ataque es la añeja campaña burguesa contra el sindicato petrolero, como supuesto responsable de la crisis financiera de Pemex —tratando a los trabajadores de “privilegiados”—, así como los prominentes llamados de PAN, PRD y Morena por acción gubernamental contra la dirigencia del STPRM por cargos de corrupción. Que Romero Deschamps, dirigente del sindicato y senador priísta, es un gángster profesional y un burócrata corrupto no es ningún secreto para nadie. Pero limpiar a los sindicatos de sus direcciones procapitalistas es el deber de los trabajadores mismos y no del estado burgués. Los obreros deben oponerse a cualquier intervención de éste en su sindicato, la cual sólo puede servir para atarlo más a la burguesía o para destruirlo de plano.
La oposición del PRD y Morena a las leyes secundarias se ha volcado a lo que llaman el Pemexproa —¡con este término equiparan el pago de jubilaciones y pensiones de los obreros con el rescate bancario salinista!—. Con la nueva legislación, los “pasivos laborales” (jubilaciones y pensiones) de la paraestatal pasarán a ser deuda pública, lo cual ha ocasionado que estos populistas pongan el grito en el cielo y redoblen su campaña contra el sindicato petrolero. A nosotros no nos importa de qué caja gubernamental salga ese dinero mientras las prestaciones sean cubiertas, lo cual parece no será el caso.
¡Forjar un partido obrero revolucionario!
La clase obrera se encuentra atada al populismo nacionalista burgués. Las burocracias sindicales, lugartenientes del capital en el movimiento obrero, han permitido que esta embestida lleve a sindicatos enteros al borde de la desaparición. El éxito o fracaso de la clase obrera en la defensa de sus sindicatos y, más en general, en la lucha por la liberación de todos los explotados y oprimidos depende de su organización y conciencia, es decir, de la dirección revolucionaria. Los espartaquistas luchamos por construir el partido leninista-trotskista necesario para conducir a la clase obrera a la victoria en la lucha por una revolución socialista.