Espartaco No. 38 |
Junio de 2013 |
Estalinistas chinos: Paleros de la campaña imperialista
¡Defender a Corea del Norte!
¡Por la reunificación revolucionaria de Corea!
Editado de Workers Vanguard No. 1020 (22 de marzo de 2013), periódico de nuestros camaradas de la Spartacist League/U.S.
Cuando Corea del Norte concluyó con éxito su tercera prueba nuclear en febrero pasado, Estados Unidos respondió como era de esperarse: desenvainando el sable y más aún. El nuevo secretario de defensa estadounidense, Chuck Hagel, anunció que se desplegarían baterías de “misiles defensivos” a lo largo de la Costa Oeste de EE.UU. para enfrentar la “amenaza” norcoreana, y ya están teniendo lugar ejercicios conjuntos con la participación de miles de tropas estadounidenses y surcoreanas en operaciones especiales de simulacro en tierra, aire y mar. Los imperialistas también impulsaron una nueva ronda de sanciones económicas de la ONU para sumarlas a las medidas anteriores que ya tienen sumida en el hambre a gran parte de la población norcoreana. De manera traidora, el régimen del Partido Comunista Chino (PCCh) ha apoyado las sanciones anteriores y ha ayudado a gestionar las “pláticas” de las seis partes destinadas al desarme nuclear de Corea del Norte que, al igual que China, es un estado obrero burocráticamente deformado. En esta ocasión, Beijing ayudó a diseñar las sanciones en una abyecta expresión de la política estalinista de “coexistencia pacífica” con el imperialismo.
La resolución de la ONU obliga a los países miembros a emprender acciones para imponer el embargo contra Corea del Norte, en vez de simplemente pedirles que lo hagan. Haciendo un acto de equilibrismo, Beijing nunca ha emprendido semejantes acciones contra Pyongyang. China es el único socio comercial significativo de Corea del Norte, y ayuda a mantener una economía que fue echada muy atrás con la destrucción contrarrevolucionaria de la Unión Soviética —que fuera el salvavidas económico de Corea del Norte— en 1991-92. Sin embargo, dentro del PCCh hay voces que aconsejan a China deslindarse de su antiguo aliado. El Financial Times (27 de febrero) de Londres publicó un artículo de Deng Yuwen, editor adjunto del Study Times, el diario de la Escuela Central del PCCh, donde declaraba francamente: “Beijing debería abandonar a Pyongyang e impulsar la reunificación de la Península Coreana”. El nuevo ministro del exterior chino, Wang Yi, quien ayudó a dirigir las reuniones de desarme que colapsaron en 2008, es conocido por querer cortar los vínculos que atan a China y Corea del Norte.
El artículo de Deng Yuwen reconocía que la población china, en general, “considera su relación con Pyongyang a través de su sacrificio común durante la Guerra de Corea” de 1950-53. Esa guerra estalló en junio de 1950, cuando el ejército de Corea del Norte cruzó el paralelo 38 y llegó a Seúl en una semana. Los soldados norcoreanos fueron recibidos como libertadores en el sur. EE.UU. dirigió una invasión imperialista en un intento por aplastar la revolución social. Bajo la protección militar soviética, tras la Segunda Guerra Mundial, se creó en Corea del Norte un estado obrero siguiendo el modelo de la URSS bajo la burocracia estalinista, con la dirección de Kim Il Sung, y en toda la península los obreros y campesinos iniciaron una lucha por aplastar a los capitalistas y terratenientes. Estados Unidos, en su papel de postguerra como el principal gendarme imperialista, usó a las Naciones Unidas como hoja de parra para desatar su maquinaria bélica contra las masas coreanas, conforme la península se convertía en la línea de frente en la Guerra Fría contra la Unión Soviética. Aunque inicialmente Corea del Norte logró grandes avances, al final, la aplanadora estadounidense logró hacerla retroceder casi hasta la frontera con China, el río Yalu.
Fue la intervención masiva del Ejército de Liberación Popular (ELP) chino lo que hizo que cambiara la marea. En un esfuerzo heroico que costó un millón de vidas chinas, una serie de asaltos de oleadas humanas lograron hacer que las fuerzas imperialistas se replegaran hasta más allá del paralelo 38. El régimen del PCCh de Mao Zedong, que había tomado el poder un año antes, se dio cuenta de que los imperialistas buscaban revertir la revolución social no sólo en Corea, sino también en China. Y, en efecto, en ese entonces diversos representantes políticos y militares de Estados Unidos expresaron la posibilidad de arrojar bombas nucleares sobre China.
El armisticio de 1953 selló la división de la península coreana entre el estado obrero deformado del norte y el estado capitalista del sur. Los imperialistas habían dejado Corea reducida a escombros, con cuatro millones de coreanos muertos. Desde entonces, Estados Unidos ha mantenido una masiva presencia militar en el sur, de 28 mil 500 soldados actualmente. Durante décadas, esta fuerza sirvió de apoyo a odiadas dictaduras. En todo momento, el despliegue militar estadounidense ha sido una daga apuntando tanto a los estados obreros deformados de China y Corea del Norte como a la clase obrera surcoreana que lucha contra la explotación y la opresión.
La defensa de Corea del Norte y de China contra el imperialismo y la contrarrevolución capitalista es un deber del proletariado internacionalmente, en particular el estadounidense. Pero eso ciertamente no es lo que dice la International Socialist Organization (ISO, Organización Socialista Internacional), seguidora del fallecido Tony Cliff. En “Why Are Tensions Rising in Korea?” (¿Por qué están creciendo las tensiones en Corea?, socialistworker.org, 15 de marzo), David Whitehouse de la ISO admite que “la actual crisis está hecha en Estados Unidos”, pero también se esfuerza por denunciar a Corea del Norte como “una tiranía en que la mayoría de la gente vive en la pobreza”. El ahora retirado superestrella de básquetbol Dennis Rodman mostró un impulso mucho mejor, cuando participó junto al líder estalinista norcoreano Kim Jong Un en un partido de básquetbol de exhibición en Pyongyang y reportó que Kim tenía una cosa que decirle a Obama: llámeme. Por ese solo acto, Rodman fue vilipendiado, ridiculizado y calumniado por todo el mundo, desde el secretario de prensa de la Casa Blanca hasta los medios locales. Para su mérito, Rodman se mantiene desafiante.
El artículo de la ISO advierte de un posible plan de Estados Unidos y Corea del Sur para invadir el Norte por tierra. Interesante, pues la última vez que semejante invasión ocurrió, en 1950, Cliff y sus secuaces capitularon ante los imperialistas estadounidenses y británicos al negarse a defender a Corea del Norte, lo que marcó su ruptura definitiva con el trotskismo. Desde entonces, los cliffistas han apoyado a todo movimiento contrarrevolucionario financiado por el imperialismo que se dirigiera contra la antigua Unión Soviética, China y otros países no capitalistas. Los cliffistas surcoreanos, que operan más cerca de la Zona Desmilitarizada, dejan bien clara su postura anticomunista. Un artículo del 23 de febrero de Young-Ik Kim, publicado en el sitio web socialistworker.co.uk bajo el título “Corea del Norte: Un villano nuclear creado por Estados Unidos”, denuncia que las pruebas nucleares norcoreanas “no tienen nada que ver con el antiimperialismo o el socialismo”. El artículo continúa opinando que “el programa militar del Norte —que se lleva a cabo a expensas de las condiciones de vida de la gente— no hará sino incrementar las tensiones en la región”. Esa oración, palabra por palabra, podría haberla escrito el Wall Street Journal.
Aquéllos que, a diferencia de los lamebotas cliffistas, comprendan la necesidad de ponerse del lado de los estados obreros contra el enemigo de clase capitalista deben entender que ello incluye apoyar su desarrollo de armas nucleares con los necesarios sistemas de lanzamiento —un medio crucial de disuasión contra el ataque imperialista—. Los izquierdistas chinos harían bien en recordar la lucha que tuvo que librar la propia China para conseguir armas nucleares. Como señalamos en “Burocracy and Revolution in Moscow and Peking” [Burocracia y revolución en Moscú y Pekín] (Spartacist [Edición en inglés] No. 3, enero-febrero de 1965): “Todos los marxistas revolucionarios deben saludar el desarrollo de la bomba atómica por parte de China como un bienvenido fortalecimiento de defensas en un momento en que la Revolución China no sólo se ve agresivamente amenazada por el imperialismo estadounidense, sino también sistemáticamente traicionada por la burocracia soviética en su búsqueda de una ‘coexistencia pacífica’”.
Algunos pensarán que existe una discontinuidad fundamental entre la heroica lucha del ELP de 1950-53 y la actual lambisconería de Beijing ante los imperialistas con respecto a las bombas atómicas norcoreanas. En realidad, estos hechos muestran la naturaleza contradictoria de la parasitaria burocracia estalinista. Dado que obtiene sus privilegios de la economía colectivizada que se encuentra en el núcleo del estado obrero, la burocracia se ve obligada a defender por momentos a ese estado contra las fuerzas capitalistas. Al mismo tiempo, el dogma estalinista del “socialismo en un solo país” significa que lo importante son las necesidades del estado propio. Inevitablemente, esto conduce a la acomodación al imperialismo mundial, apuñalando por la espalda a otros estados obreros y vendiendo revoluciones en otras partes.
Cuando las burocracias soviética y china entraron en conflicto a finales de los años 50 y durante los 60, la China de Mao forjó una alianza contrarrevolucionaria con el imperialismo estadounidense contra la URSS. Oponiéndonos tajantemente a ambos regímenes, los trotskistas declaramos: ¡Por la unidad comunista contra el imperialismo! La continuidad entre el PCCh de Mao y el régimen actual, con su “economía de mercado socialista” radica en su oposición común al programa marxista de la revolución proletaria mundial. En última instancia, como señaló el líder bolchevique León Trotsky en La revolución traicionada (1937) y otras obras, hasta que los obreros barran a la casta estalinista, el privilegio burocrático, la supresión política de la clase obrera y el apaciguamiento del imperialismo amenazarán la existencia misma del estado obrero. Trágicamente, este pronóstico se cumplió en la Unión Soviética.
En Corea del Norte, el “socialismo en medio país” al estilo de los Kim ha sido particularmente vulgar en su nepotismo y su culto a la personalidad. Pese a su estridente retórica contra Estados Unidos y sus lacayos surcoreanos, el régimen de Pyongyang renuncia a toda perspectiva de derrocamiento revolucionario de la clase capitalista de Corea del Sur. Llamamos por la reunificación revolucionaria de Corea mediante la revolución política proletaria en el Norte y la revolución obrera socialista en el Sur. Esto es parte de la perspectiva de la Liga Comunista Internacional por un Asia socialista, que requiere también una revolución política que barra al régimen estalinista chino y, de manera crucial, el derrocamiento proletario del imperialismo japonés. La LCI se dedica a forjar partidos leninistas-trotskistas que dirijan estas luchas en todo el mundo.