Espartaco No. 38 |
Junio de 2013 |
Moralismo antisexo en la izquierda
Maoístas beatos
(Mujer y Revolución)
El siguiente artículo ha sido traducido de las páginas juveniles, Young Spartacus, de Workers Vanguard No. 1020 (22 de marzo), periódico de nuestros camaradas de la Spartacist League/U.S.
Bob Avakian, dirigente del Revolutionary Communist Party (RCP, Partido Comunista Revolucionario) ha ordenado a sus acólitos que vuelvan a emprender la carga contra Playboy, las tiendas de pornografía, los table dance, Xtube y Cincuenta sombras de Grey, todos ellos declarados anatema. Estos maoístas puritanos, cargados de moralismo reaccionario en nombre de los “valores familiares”, han dado un giro escandaloso con su campaña “End Pornography and Patriarchy: The Enslavement and Degradation of Women” [Poner fin a la pornografía y el patriarcado: La esclavitud y degradación de las mujeres].
Desde 2012, el RCP ha utilizado vilmente el Día Internacional de la Mujer, una celebración proletaria, como plataforma para marchar en Nueva York y otras ciudades, denunciando los espectaculares que “tratan a las mujeres como objetos” y protestando contra las sex shops y los table dance locales. Puede verse a los miembros del RCP, en estrecha competencia con los cristianos evangélicos, repartiendo tarjetitas en las esquinas y las universidades con la orden “DEJA DE VER PORNO” porque “corrompe la humanidad de los que lo ven”. Los evangelizadores del RCP son bien conocidos por instar a los hombres que luchan por los derechos de las mujeres (por ejemplo, en las guardias de las clínicas de aborto o en manifestaciones por el derecho al aborto) a que confiesen sus hábitos anteriores de consumo pornográfico y no vuelvan a pecar.
La esencia de la campaña, dirigida por la portavoz del RCP Sunsara Taylor, está detallada en un “Llamado a la acción” de 2011. En este llamado afirman absurdamente que las imágenes pornográficas son la causa de violaciones, asesinatos y otros crímenes violentos contra las mujeres. Afirman que existe una “cultura de violación y pornografía” que refuerza “la esclavitud y la degradación de las mujeres”.
Siempre al tanto de los últimos acontecimientos, afirman que la cultura estadounidense se ha “pornificado” recientemente, ¡como evidencian el fenómeno nacional del (¡gulp!) “sexting” entre los adolescentes y la popularidad entre las mujeres de las clases de baile de tubo (pole dancing) en los gimnasios! Debajo de esta estupidez condescendiente y su mentalidad puritana y moralizante se encuentra la vieja basura de que “las mujeres son víctimas y es imposible que disfruten del sexo” (o del porno). Para esta policía moral neovictoriana, las “nuevas” transgresiones del porno incluyen el depósito de fluido seminal en el rostro de una dama, la penetración de orificios en un orden que no es del agrado del RCP y otras prácticas sexuales que denuncian en escabroso detalle.
¿Cuán pirado hay que estar para determinar (con gran precisión, faltaba más) cuáles posiciones, órganos, orificios y/o intercambios de fluidos son degradantes y abusivos y cuáles están basados en cambio en “el amor y el respeto mutuos”? Bastante, sin duda. De hecho, lo verdaderamente obsceno de todo esto son las declaraciones de Bob Avakian acerca de qué es “normal” y qué no. Si lo mantuvieran entre ellos, en sus casas de oración mientras su membresía se arrodilla frente al altar embrutecedor de los documentales de más de seis horas con los sermones de Avakian, no sentiríamos necesidad de comentar al respecto. El proselitismo del RCP, sin embargo, le hace el juego directamente a la muy real cacería de brujas antisexo del muy real estado capitalista.
Despotricando contra la pornografía, Avakian trivializa no sólo el aterrador crimen de la violación, sino también la historia racista estadounidense de asesinatos de gente negra a manos del Ku Klux Klan. Refiriéndose a las postales fotográficas de linchamientos que los partidarios del KKK circulaban a principios del siglo XX, Avakian afirma escandalosamente que la pornografía es “el equivalente de las ‘Postales de la horca’. Es un medio para minimizar y degradar a todas las mujeres”. Estas palabras inspiraron a los partidarios de Avakian a producir un póster grotesco que traza un equivalente entre las imágenes de los linchamientos racistas y las fotos pornográficas ¡e incluso una publicidad de Dolce & Gabbana! Esto demuestra una indiferencia despectiva hacia el terror del KKK, y no hace falta ser un marxista para sentirse completamente asqueado.
La reaccionaria campaña antisexo, que argumenta que la opresión de la mujer se debe a los “pensamientos impuros” y no al sistema capitalista de explotación, no podría estar más lejos del objetivo de liberar a las mujeres. ¡Traten de decirles a las mujeres de Arabia Saudita e Irán —donde la pornografía es ilegal— que su opresión se deriva de videos y revistas porno! La pornografía simplemente consta de imágenes y palabras destinadas a entretener. Refleja, y no hace más que reflejar, una parte del comportamiento humano. En esta sociedad capitalista, violenta e irracional, algunos de esos reflejos no son nada agradables. Pero no se puede transformar la sociedad cambiando las imágenes en una pantalla. Sólo la revolución socialista puede sentar la base económica para remplazar la institución de la familia —la principal fuente de opresión de la mujer— y garantizar auténtica libertad para las mujeres.
El RCP capitula al extendido atraso religioso que obliga a los jóvenes a sentir vergüenza, humillación, desprecio contra sí mismos y terror traumatizante como consecuencia de actividades que de otro modo serían consideradas placenteras. Arremedando al Vaticano, durante años el RCP llamó por “relaciones monógamas estables entre hombres y mujeres”. Incluso ahora lamentan el que los hombres “eviten o retrasen el matrimonio” y “busquen en cambio...gratificación sexual sin obligaciones, en encuentros casuales o a través de la pornografía y la prostitución” (“A Declaration: For Women’s Liberation and the Emancipation of All Humanity” [Una declaración: Por la liberación de la mujer y la emancipación de la humanidad entera], Revolution, 8 de marzo de 2009).
El RCP acompaña sus diatribas contra el porno con la consigna “¡Aborto para quien lo solicite y sin disculpas!”. Pero, en los hechos, esta organización hace causa común con aquéllos cuyo máximo deseo es la destrucción de Roe vs. Wade [la resolución judicial que hizo legal el aborto en Estados Unidos]. La campaña antiporno del RCP es notoriamente similar a la promesa de Michele Bachmann (del Tea Party Republicano) en 2011 de otorgar “protección humanitaria a las mujeres y a los frutos inocentes de la intimidad conyugal...contra el tráfico de personas, la esclavitud sexual, la seducción de la promiscuidad y todas las formas de pornografía, prostitución, infanticidio, aborto y otras formas de coerción e inocencia robada... Que Dios nos proteja”.
¡Gobierno fuera de las recámaras!
La sexualidad es personal, no política. Los que politizan la sexualidad son los gobernantes capitalistas, victimizando a aquéllos que se apartan de sus mandatos. Al tiempo que hacen llover muerte sobre los jóvenes afganos y pakistaníes, los gobernantes de EE.UU. están desatados en casa tratando de reglamentar la vida sexual de las personas en nombre de “proteger a los niños”. Por ejemplo: deteniendo adolescentes por distribución de “pornografía infantil” y de “materiales obscenos a menores” cuando coquetean intercambiando imágenes de ellos mismos desnudos; arrestando a los adultos que tienen relaciones con adolescentes; encarcelando a miles de hombres que ven imágenes clasificadas como pornografía infantil o que intercambian mensajes sexuales en los chats con jóvenes (o policías encubiertos haciéndose pasar por tales). El porno no destruye vidas, pero formar parte de un registro de criminales sexuales de por vida seguramente sí. ¡Abajo con las reaccionarias leyes antisexo! ¡Gobierno fuera de las recámaras!
Como dice el dicho en inglés: “La perversión no es más que lo que a ti no te atrae”. No es asunto de nadie más cómo le hace la gente para disfrutar un poco del sexo en esta existencia capitalista por lo demás miserable. Nos oponemos a todos los intentos puritanos de censurar la pornografía. De igual modo, nos oponemos a todas las leyes contra los “crímenes sin víctimas”, como la prostitución, el uso de drogas y las leyes de “edad de consentimiento”. Abogamos por el concepto del consentimiento efectivo, es decir, que mientras todas las partes involucradas estén de acuerdo en participar en algo, nadie más, y mucho menos el estado, tiene derecho a decirles que no pueden hacerlo.
Y, según el RCP, ¿quién va a imponer su campaña de abstinencia antiporno? En su “Llamado a la acción” explican en letras chiquitas que (¡desde luego!) no buscan establecer nuevas leyes para prohibir la pornografía. Pero hablar no cuesta nada. Una organización que no sólo no combate la censura, sino que incluso la promueve, es un peón del estado. Después de protestar contra una tienda de pornografía, el RCP y sus partidarios no pueden regresar al día siguiente a protestar contra su clausura por parte del estado y la reacción religiosa. Ya tomaron lado.
El Presidente Bob la reconoce cuando la ve
¿Dónde está la línea de lo que es demasiado “obsceno” para ser permitido? Como Potter Stewart, el juez de la Suprema Corte de EE.UU. que emitió su opinión sobre la pornografía en un caso de 1964, el Presidente Bob la reconoce cuando la ve. Con respecto a la lencería femenina —en particular las tangas— su reacción fue similar; su prensa las describe como “símbolos horrendos y encarnaciones de la degradación de la mujer” en la misma línea que las burkas. ¡Las burkas! Hace unos años, el RCP organizó una gira de presentaciones con el título “De la burka a la tanga”, donde afirmaban que la burka, un símbolo de opresión e instrumento de la reacción religiosa, era igual a una delgada pieza de ropa interior que muchas mujeres (y de hecho algunos hombres) disfrutan usar.
Estas tonterías le deben mucho al feminismo que, desde hace décadas, viene haciendo causa común con la derecha religiosa en una variedad de campañas para censurar la pornografía. Con sus llamados a “Poner fin al patriarcado”, el RCP despreciablemente le hace el juego a los feministas, promoviendo la noción idealista de que el cambio social se obtiene con persuasión moral y no con la lucha de clases. Contrario a la impresión generalizada, el feminismo no significa la liberación de la mujer. En cambio, traza la línea divisoria de la sociedad entre los géneros y no entre las clases y busca que las mujeres avancen hasta tener una mayor participación en el gobierno y las corporaciones en la cima del represivo sistema capitalista. La ideología burguesa del feminismo es un obstáculo a la verdadera emancipación de las mujeres.
En línea con su deshonrosa herencia maoísta-estalinista, el RCP promueve la familia. En la década de 1970, el RCP, entonces llamado Revolutionary Union (RU), denunciaba la homosexualidad —junto con la pornografía y la promiscuidad— como una enfermedad de la sociedad capitalista y prohibía la entrada de gays y lesbianas a su organización. Los predecesores del RCP escribieron en su declaración de 1974, “Position Paper of the Revolutionary Union on Homosexuality and Gay Liberation” [Declaración de posición de la Revolutionary Union con respecto a la homosexualidad y la liberación gay]: “La liberación gay es antiobrera y contrarrevolucionaria. Sus ataques contra la familia despojarían a los pobres y la clase obrera de la unidad social más viable para su lucha revolucionaria contra el sistema imperialista” (ver “RU on Homosexuals: Malicious Maoist Bigotry” [El RU sobre los homosexuales: Maliciosa intolerancia maoísta], Young Spartacus No. 26, noviembre de 1974). A esto siguieron sus diatribas en la década de 1980 contra el supuesto “estilo de vida autoindulgente” de los hombres homosexuales, entre otras muchas prácticas contra las que objetaban fuertemente, incluidos el sexo casual y la pornografía.
Para principios del siglo XXI, el RCP parece haber descubierto que sería difícil reclutar jóvenes activistas si seguía sonando como el fanático Rick Santorum [precandidato presidencial republicano en 2012]. En consecuencia, el RCP repudió su prohibición contra los homosexuales. Como hicimos notar más tarde en nuestro artículo “RCP: Anti-Gay Moralists Then and Now” [El RCP: Moralistas antigay de ayer y hoy] (WV No. 947, 20 de noviembre de 2009): “El actual entusiasmo del RCP por el matrimonio homosexual parece tener más que ver con su entusiasmo por forzar a la gente a entrar en la institución atrofiante del matrimonio monógamo, que con cualquier tipo de oposición a la opresión de los homosexuales”.
La posición en su Nuevo Borrador de Programa de 2001 puede haber marcado un cambio de línea, pero no un cambio de opinión. Hoy en día no ven “a la orientación homosexual o a la práctica de la homosexualidad en sí como algo que impida la emancipación de la mujer”. Y agregan: “La cultura gay masculina en la sociedad burguesa no se desvía del derecho masculino —y de hecho hay elementos de ésta que lo concentran—”. Palabra de Nuestro Señor Avakian: las relaciones homosexuales entre hombres siguen siendo demostraciones de machismo.
Hoy día, el RCP participa en la forma socialmente aceptada de intolerancia fanática contra los homosexuales: difamar a la North American Man/Boy Love Association (NAMBLA) como “abusadores de niños”. NAMBLA es una organización que llama por la despenalización de las relaciones sexuales consensuales entre hombres adultos y menores de edad (por ejemplo, el romance entre el galán televisivo Brian Kinney y un estudiante de secundaria en la primera temporada de la serie “Queer as Folk”).
La histeria contra la pedofilia es utilizada por el estado para justificar las más grotescas intervenciones en la vida privada de la gente —y especialmente para reglamentar el comportamiento de la juventud—. De manera despreciable, la enorme mayoría de las organizaciones gay y los grupos de izquierda se rehúsan a defender a NAMBLA, dejándola a merced del estado capitalista. En la Spartacist League estamos orgullosos de nuestra historia de defensa de NAMBLA y de oposición a las leyes de “edad de consentimiento” y todas las leyes que limiten la privacidad y la libertad sexual de los individuos que consienten.
Como dice la estrella porno Nina Hartley: “El deseo sexual es, por su naturaleza, desordenado, caótico, transgresivo y rompe barreras”. Hace ya más de 50 años, el doctor Alfred C. Kinsey desacreditó el mito prevaleciente de que las relaciones monógamas heterosexuales eran la norma en la sociedad. Después de entrevistar a casi 18 mil personas, su equipo demostró con un detalle irrefutable que 19 de cada 20 estadounidenses habían roto al menos una ley (adulterio, sodomía, etc.) al tener sexo. Aunque ya no abarcan una serie tan amplia de prácticas, las leyes antisexo de la actualidad siguen teniendo el propósito de restringir la sexualidad de la gente y de castigar cruelmente las transgresiones (ver “En defensa del sexo y la ciencia”, Espartaco No. 24, verano de 2005).
La familia: Principal fuente de opresión de la mujer
El RCP sigue los preceptos del líder chino Mao Zedong, que no sólo impulsaba el dogma nacionalista de construir el “socialismo en un solo país” sino que además promovía a la familia como un instrumento ideológico para apuntalar el dominio de la casta burocrática. La Revolución de 1949 contra el capitalismo transformó vidas y proporcionó oportunidades sin precedentes para las mujeres chinas que, en los tiempos anteriores a la revolución, apenas eran consideradas seres humanos. Sin embargo, permaneció, como lo puso el dirigente bolchevique León Trotsky en La revolución traicionada (1937) al describir a la burocracia soviética, la “filosofía de cura que dispone, además, del puño del gendarme”. Bajo el régimen de Mao, el divorcio era difícil de obtener, el sexo premarital era un crimen, la homosexualidad era vista como una “enfermedad” y se advertía en contra de la masturbación en los manuales de higiene distribuidos masivamente (ver “Maoism and the Family” [El maoísmo y la familia], Women and Revolution No. 7, otoño de 1974).
La ideología maoísta es el legado del estalinismo en la antigua Unión Soviética. La URSS emergió de una revolución obrera victoriosa en 1917 (a diferencia de China, donde un ejército campesino bajo las órdenes de Mao dirigió la revolución). Después de la contrarrevolución política de 1924 que usurpó el poder de manos de la clase obrera, la burocracia estalinista mantuvo y reforzó su dominio de casta parasitaria promoviendo el conservadurismo social y el respeto a la autoridad. Los burócratas desenterraron la vieja ideología burguesa del chovinismo gran ruso y el culto a la familia.
La glorificación estalinista-maoísta de la familia está totalmente contrapuesta a la lucha de V.I. Lenin y los bolcheviques por la liberación de la mujer, y a la historia entera del movimiento marxista. En El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884), Friedrich Engels explica que la familia patrilineal monógama “Se funda en el predominio del hombre; su fin expreso es el de procrear hijos cuya paternidad sea indiscutible”. Bajo el capitalismo, la familia sigue siendo la principal fuente de opresión de la mujer y es crucial para asegurar que la propiedad burguesa sea transmitida de una generación a la siguiente a través de herederos “legítimos”.
Para la clase obrera, la familia nuclear implica procrear y criar a la siguiente generación de esclavos asalariados para la clase dominante, el tedio del trabajo doméstico, el cuidado de los ancianos y los enfermos, al igual que la impartición de la moral y la ideología burguesas necesarias para reforzar la obediencia a la autoridad. Es por eso que cualquier desviación, desde los derechos de los homosexuales hasta el derecho al aborto, es percibida como una amenaza contra la familia.
La opresiva institución de la familia no puede ser simplemente abolida. Es necesario remplazar a la familia como unidad económica y legal, como parte de la transición a una sociedad comunista sin clases. A través de la creación de instituciones alternativas que llevarían a cabo en forma colectiva el trabajo que actualmente hacen las mujeres en el hogar, aspiramos a emancipar a las mujeres del interminable tedio (como niñeras, cocineras, lavanderas, limpiadoras, etc., de tiempo completo) y del aislamiento social, cultural y político que les impone la estructura familiar. Para lograr esto, la clase obrera, con las mujeres como componente crucial, debe destruir el estado burgués y sentar las bases para una economía colectivizada y planificada. ¡Por la liberación de la mujer mediante la revolución socialista!
Tanto los obreros como las obreras sufren diariamente la violencia de la explotación capitalista: pobreza, hambre, enfermedades que no son atendidas, la falta de vivienda y el trabajo alienante. Pero el santurrón RCP quisiera hacernos creer que el principal problema que enfrenta la sociedad actualmente es la oposición entre mujeres “convertidas en objetos” y sus hermanos de clase que supuestamente “corrompen su humanidad” al disfrutar de imágenes que el Presidente Bob y Sunsara Taylor desaprueban.
Durante su (difunta) campaña World Can’t Wait [El mundo no puede esperar], la línea divisoria del RCP era entre el régimen supuestamente “fascista” de Bush y el mundo entero que no podía esperar a sacarlo de la presidencia para poner a los demócratas. Ahora tienen el mundo por el que lucharon: el dominio capitalista ejercido por el otro partido del enemigo de clase. ¿Y cuál es el resultado de los esfuerzos del RCP? Dos millones de personas que se pudren en las prisiones, 1.5 millones de inmigrantes deportados y miles de muertos en los ataques de los drones de Obama.
El denominador común es que el oportunista RCP, carente de cualquier tipo de brújula obrera, busca fuerzas de clase ajenas: por aquí el partido capitalista del enemigo de clase, por allá el ala antisexo de los feministas pequeñoburgueses, en todas partes la masa amorfa que llaman “el pueblo”. El RCP está listo para aceptar a quien sea o lo que sea excepto un eje proletario de clase. Mientras el RCP persiste con sus campañas reformistas y puritanas, la Spartacist League y sus auxiliares juveniles, los Spartacus Youth Clubs, llevan adelante la lucha programática por la liberación de la mujer mediante la revolución socialista.