Espartaco No. 37

Febrero de 2013

 

¡Manos imperialistas fuera de Siria!

El siguiente artículo ha sido traducido de Workers Vanguard No. 1009 (28 de septiembre de 2012), periódico de nuestros camaradas de la Spartacist League/U.S.

Durante el último año y medio, la población siria se ha visto aplastada entre dos fuerzas reaccionarias que han destruido al país en una devastadora guerra civil. Enfrentado a una insurgencia dominada por fuerzas que pertenecen principalmente a la mayoritaria población musulmana sunita y respaldada por diversas potencias imperialistas y regionales, el asesino régimen del Partido Ba’ath de Bashar al-Assad ha intentado aplastar la rebelión mediante el uso masivo de su poder de fuego, incluyendo en áreas residenciales. También los insurgentes han llevado a cabo espantosas masacres de civiles. Dirigentes clave de la oposición siria han apelado a la intervención militar imperialista, haciendo eco de los “rebeldes” libios que el año pasado se prestaron a servir como herramientas voluntarias de la campaña de bombardeos de la OTAN. Si bien los imperialistas actualmente están enfocados en otorgarle apoyo material y logístico a las fuerzas anti-Assad, la Casa Blanca de Obama ha declarado que las opciones militares aún están “sobre la mesa”.

Los marxistas revolucionarios no apoyamos a ninguno de los dos bandos en esta guerra civil: los intereses de la clase obrera y los oprimidos no se verían beneficiados por la victoria de cualquiera de los dos bandos. Sin embargo, los obreros internacionalmente tienen un bando en oposición a la intervención militar imperialista. En caso de un ataque imperialista, estaríamos por la defensa de Siria, manteniendo al mismo tiempo oposición política proletaria al sangriento dominio de Assad.

La guerra civil comenzó a partir de una serie de manifestaciones en la ciudad provincial de Daraa, en la región sunita de la Siria meridional, en marzo de 2011, mientras las protestas de la “Primavera Árabe” barrían el norte de África y el Medio Oriente. Las manifestaciones se extendieron más allá de Daraa y el asesino gobierno de Assad desató tropas y tanques contra los civiles. Cada vez más soldados desertaron para formar el núcleo de un conglomerado de milicias antigubernamentales. Comandantes clave de este llamado Ejército Sirio Libre (ESL) formaron parte durante años de la maquinaria represiva del régimen de Assad.

Presentándose como la principal dirección política de la oposición está el Consejo Nacional Sirio (CNS), una coalición de grupos exiliados y oposicionistas. Varios de los principales voceros de este grupo tienen viejos vínculos con el Departamento de Estado y funcionarios de seguridad de EE.UU., según lo detalló el artículo publicado en el Guardian de Londres el 12 de julio “The Syrian Opposition: Who’s Doing the Talking?” [La oposición siria: ¿Quién está hablando?].

Hoy, el CNS está dominado por la reaccionaria Hermandad Musulmana, que controla la mayoría de los escaños del Consejo así como el comité que distribuye fondos y ayuda a las demás fuerzas anti-Assad en Siria. Además, los grupos yijadistas sunitas de otros países musulmanes se han integrado cada vez más a la rebelión armada. Estos hechos le han complicado las cosas a los gobernantes estadounidenses, que están conscientes de que quienes mataron a su embajador en Libia eran fundamentalistas que Washington había financiado y armado el año previo para ayudar a derrocar a Muammar Kadafi.

Siria es un entramado de grupos étnicos, nacionales y sectarios, donde el régimen dominado por la minoría alauita controla a la mayoría sunita, los kurdos, los cristianos, los drusos y demás, lo cual plantea el peligro de un conflicto que degenere en una guerra comunalista. Esta situación es el legado de las políticas de divide-y-vencerás de las potencias coloniales, que dividieron el Medio Oriente tras la Primera Guerra Mundial.

Aunque el gobierno de Obama vacila en intervenir militarmente en el conflicto, ya ha destinado cerca de 25 millones de dólares a los “rebeldes” sirios de acuerdo con una orden secreta que el presidente firmó en 2012. Mientras tanto, Washington mantiene la ficción de no estar enviando “armas letales”. Los agentes de inteligencia estadounidenses, trabajando junto a sus contrapartes de Turquía, Arabia Saudita y Qatar, están “utilizando las lecciones de su propia experiencia en Libia” para ayudar a enviar apoyo a las fuerzas anti-Assad (Wall Street Journal, 13 de junio). Han establecido un “centro neurálgico” secreto en Adana, una ciudad turca cercana a la frontera siria, donde también está Incirlik, la base aérea estadounidense. Según el New York Times (21 de junio), se están enviando armas a Siria “a través de una oscura red de intermediarios que incluyen a la Hermandad Musulmana de Siria”.

Los imperialistas le han impuesto a Siria toda una gama de sanciones económicas, y el mes pasado el gobierno de Obama endureció las medidas estadounidenses. Un golpe especialmente duro para Siria ha sido el embargo petrolero que le impuso el año pasado la Unión Europea (UE). Hasta entonces, las exportaciones petroleras, destinadas casi exclusivamente a países miembros de la UE, eran la base de la economía siria, que se ha visto seriamente contraída por el embargo. Las principales víctimas han sido los trabajadores de la ciudad y del campo, especialmente los más pobres y vulnerables, que enfrentan una inflación desorbitante, despidos masivos y escasez de gasolina y otros productos petroleros refinados, así como de los productos alimentarios básicos. La oposición por parte de Rusia, país que también provee de armas e inteligencia al régimen de Assad, y de China ha impedido que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas le imponga sanciones.

Detrás de la búsqueda de Washington de un “cambio de régimen” en Damasco está la determinación de los gobernantes imperialistas estadounidenses de perpetuar y extender su dominación mundial. Siria ha ocupado históricamente una posición esencial en el Medio Oriente rico en petróleo. El país ejerce una influencia clave sobre Líbano, particularmente mediante su apoyo al fundamentalista chiíta Hezbollah, y constituye el aliado árabe más importante de Irán. La influencia de Teherán en la región se vio incrementada de manera importante por la invasión estadounidense del Irak de Saddam Hussein en 2003 y la imposición de un régimen mayoritariamente chiíta en Bagdad. Durante años, los gobernantes estadounidenses han sido hostiles a Irán, al igual que los monarcas sunitas de Arabia Saudita y los estados del Golfo [Pérsico], que han sido proveedores importantes de armas para las fuerzas anti-Assad, y en especial para los yijadistas sunitas. Lo que Estados Unidos consiguió mediante su ocupación asesina de Irak fue un régimen amistoso a Irán.

El imperialismo francés, ahora bajo el presidente François Hollande del Partido Socialista, ha estado batiendo los tambores por una “coalición internacional” que imponga una “zona de exclusión aérea” sobre parte de Siria. Sin embargo, la Casa Blanca se ha resistido a dar semejante paso, incluso cuando el coro de personajes influyentes de Washington que piden una intervención militar directa de Estados Unidos ya no incluye sólo a republicanos de derecha como John McCain, sino también a gente como William Perry y Madeleine Albright. Éstos sirvieron, respectivamente, como secretario de defensa y como secretaria de estado en el gobierno del demócrata Bill Clinton durante la segunda mitad de los años 90, cuando las bombas estadounidenses llovían sobre Irak y la antigua Yugoslavia.

Así como el New York Times repitió las mentiras de Washington respecto a las “armas de destrucción masiva” de Hussein durante los preparativos de la invasión estadounidense de Irak en 2003, la prensa burguesa de hoy imprime cualquier mentira venida de la oposición siria. Así, la prensa internacional reportó que el 25 de agosto el ejército sirio había masacrado a 245 hombres, mujeres y niños en Daraya, cerca de Damasco. Sin embargo, una investigación en el terreno por parte del veterano periodista Robert Fisk mostró el asesinato de civiles por parte de insurgentes (Independent, 29 de agosto). Un residente de la zona dijo a Fisk: “Uno de los muertos era un cartero; lo incluyeron porque era un empleado gubernamental”.

Fue un grupo, financiado por Estados Unidos, de iraquíes exiliados, el Congreso Nacional Iraquí de Ahmed Chabali, el que generó los reportes embusteros de las armas de destrucción masiva de Hussein. Este verano, fue la oposición siria respaldada por Estados Unidos la que produjo reportes manifiestamente falsos que aseguraban que Assad estaba sacando armas químicas de sus almacenes y se preparaba a usarlas. Cuando en agosto Obama amenazó con “enormes consecuencias”, el gobierno sirio respondió que sólo usaría armas químicas “en caso de agresión externa”.

Entre las principales minorías en Siria, los kurdos son los únicos que constituyen una nación, que se extiende hasta Turquía, Irán e Irak. Pero su lucha contra la opresión nacional ha sido traicionada una y otra vez por líderes nacionalistas en competencia que actúan como lacayos de los imperialistas o de uno u otro régimen burgués local. Conseguir la autodeterminación kurda requiere el derrocamiento proletario revolucionario de los cuatro estados capitalistas y la formación de una república socialista del Kurdistán unido.

Durante los levantamientos populares del año 2011 en Túnez y Egipto, señalamos a la clase obrera, cuyas huelgas desempeñaron un papel importante en la caída de ambos regímenes despóticos, como el potencial sepulturero del orden burgués. Subrayamos la urgente necesidad de que el proletariado actúe como el dirigente de todas las masas oprimidas. Sin embargo, si bien el proletariado sigue librando luchas económicas, está políticamente subordinado a los islamistas y otras fuerzas burguesas.

Para que el proletariado surja como contendiente por el poder, es necesario forjar partidos obreros de vanguardia que se opongan a los imperialistas y a todas las fuerzas burguesas locales: desde los bonapartistas militares y las figuras políticas liberales hasta el reaccionario Islam político. No terminará la opresión étnica ni nacional, no habrá emancipación de la mujer ni acabará la explotación de los trabajadores si no hay una revolución proletaria que abra el camino al establecimiento de una federación socialista del Medio Oriente, parte de la lucha por la revolución proletaria mundial.