Espartaco No. 37 |
Febrero de 2013 |
El nuevo periódico de masas del GI
De la idiotez de las Villas Potemkin a la lucha popular electoral
Hace casi 16 años escribimos en un artículo sobre el entonces flamante Grupo Internacionalista (GI):
“Con la intención de impresionar a la zarina Catalina por sus esfuerzos de autopromoción para desarrollar las estériles estepas rusas en el siglo XVIII, dicen que el príncipe Potemkin construyó fachadas de villas artificiales para que ella las viera a su paso en carruaje por la región. Una ‘Villa Potemkin’ es lo que nos viene a la mente cuando vemos el primer número del Internationalist (enero-febrero de 1997), una revista [en inglés] de 64 páginas a dos colores publicada recientemente por un puñado de desertores de nuestra organización que se llaman a sí mismos, ‘Grupo Internacionalista’”.
—“La idiotez de las Villas Potemkin”, Espartaco No. 9 (primavera-verano de 1997)
No pudimos evitar un sentimiento de déjà vu cuando el GI local se presentó en octubre pasado con un pretencioso tabloide a colores intitulado “Revolución Permanente”, que suponemos remplazará a El Internacionalista Edición México —del cual, hasta donde sabemos, aparecieron dos números en más de tres lustros—. Tras su fusión “de importancia capital” con los “Activistas Revolucionarios del Hip Hop”, entre otros, y su primera “Conferencia Nacional” —¡después de más de 16 años de existencia!—, el GI ha considerado apropiado lanzar “la publicación de un periódico de análisis y polémica marxistas, capaz de intersecar las luchas de clase”. Llama la atención que no lo hayan considerado antes.
El nuevo órgano del GI está diseñado para dar la impresión de una organización más grande; fuera de eso, es simplemente lo mismo que antes: una publicación dirigida a una audiencia “masiva” indistinta con sus interminables artículos descriptivos dedicados a ensalzar las luchas existentes y llena de llamados por “huelga nacional”, paros, marchas, bloqueos y “boicot activo” (¿?). El GI ha encontrado un eslabón al cual asirse en la cadena sifilítica seudoizquierdista como un vitoreador más de las luchas de la clase obrera y los oprimidos, adaptándose a la falsa conciencia de los trabajadores que ven el orden capitalista como algo permanente.
Confusionismo sobre el “frente popular”
En el nuevo periódico “de masas” del GI encontramos sus peroratas tradicionales sobre el “frente popular” perredista, incluyendo una estridente denuncia de nosotros por supuestamente haber “hecho las paces con las direcciones frentepopulistas”. Como hemos explicado antes, la política del “frente popular” es un refrito estalinista de la añeja política socialdemócrata de “colaboración” con el ala supuestamente “progresista” de la burguesía; se trata de la subordinación de partidos obreros de masas a la burguesía en una “coalición” generalmente destinada a la administración del estado capitalista. Históricamente, los estalinistas —respondiendo a los intereses empíricos de la burocracia soviética— recurrieron al “frente popular” para refrenar al proletariado en situaciones revolucionarias o prerrevolucionarias —España y Francia en los años 30 son ejemplos clásicos—, si bien hoy tenemos ejemplos de frentes populares que administran el capitalismo en tiempos de crisis para introducir medidas de austeridad y contener las luchas defensivas de la clase obrera —tal es el caso de Francia, gobernada por el Partido Socialista en coalición con los verdes y otras fuerzas burguesas—.
En México nunca ha habido un partido obrero de masas: la clase obrera mexicana no ha llegado al entendimiento de la necesidad de su propio partido, y el principal medio para oscurecer las líneas de clase y mantener al proletariado subordinado a la burguesía no ha sido en absoluto el frentepopulismo, sino el nacionalismo burgués: la noción de la comunidad de intereses entre explotadores y explotados para “hacer frente” al imperialismo. No existe, pues, tal “frente popular”; desde el PRM de Lázaro Cárdenas hasta el PRI, el PRD y el Morena, lo que ha existido son partidos burgueses nacional-populistas, cuya ideología domina la conciencia de la clase obrera. Pero el GI denuncia este entendimiento como idealismo liberal, minimizando así los obstáculos ideológicos a la lucha por el poder obrero y evitando el combate político directo y real.
¿“Revolución Permanente” o “lucha popular” perredista?
Hasta aquí hemos analizado la ya conocida cantaleta del GI pero, en medio de toda su tradicional demagogia sobre el “frente popular”, este grupo añade ahora un nuevo y revelador elemento:
“En casi un cuarto de siglo de existencia, el frente popular alrededor del PRD ha tenido poco éxito electoral... Después de la derrota de tres campañas presidenciales de Cárdenas hijo y dos de AMLO, uno podría pensar que se sienten como políticos derrotados, sin futuro. Pero no, y con razón. Al producir derrota tras derrota para las masas trabajadoras, los políticos frentepopulistas han cumplido exitosamente su tarea para la clase dominante de hundir las luchas populares. Así lo hizo con las disidencias sindicales en los años 80, nuevamente con el zapatismo en los 90, luego con la rebelión en Oaxaca en 2006 y reiteradamente en los comicios” (énfasis en el original).
—“Una vez más, fraude en la farsa electoral”, Revolución Permanente No. 1 (octubre de 2012)
El GI equipara las luchas sindicales proletarias no sólo con las de sectores pequeñoburgueses, sino con los esfuerzos electorales del PRD burgués mismo, todos como ejemplos de “luchas populares” conducidas a la derrota. Y el GI va aún más lejos: “Hay que entender: las derrotas del frente popular son victorias de la burguesía que representa”. Por más que el GI llame a renglón seguido por “romper con el frente popular”, la implicación evidente es que las victorias electorales del PRD han representado una derrota para la burguesía. ¿Y qué tal su referencia a Cuauhtémoc Cárdenas y AMLO como “políticos frentepopulistas”? No se trata de dirigentes obreros reformistas, sino de políticos burgueses surgidos de la vieja escuela del PRI. Estas afirmaciones del GI constituyen una adaptación grotesca al populismo burgués y demuestran, una vez más, que su línea sobre el supuesto “frente popular” en México es un esfuerzo por embellecer al PRD burgués sobre la base del oscurecimiento de la línea de clases.
Demagogia rompesindicatos
La línea del GI sobre los sindicatos está inextricablemente ligada a su posición sobre el “frente popular”, con el embellecimiento del PRD como elemento unificador: según ellos hay una diferencia de clase entre los sindicatos perredistas “independientes”, por un lado, y los que están atados al PRI (y el SNTE, con su propio PANAL), por el otro —no hace falta estudiar la alineación astral para adivinar que, para ellos, los primeros son organizaciones obreras, los demás son meros “policías laborales” integrados “al aparato estatal burgués”—. (Dado el reciente giro derechista del PRD, el GI quizá tenga que actualizar su programa para sostener que sólo los sindicatos que apoyen al Morena de AMLO serán “legítimos”.) Esta política del GI significa una negativa rompesindicatos a defender a las organizaciones obreras no perredistas ante el ataque estatal burgués; es una adaptación a la pequeña burguesía “r-r-radical” —al estilo del efímero #YoSoy132, hoy casi olvidado— que se une a la ofensiva antisindical capitalista en nombre de la sacrosanta “democracia”. Para el GI, el SNTE en particular “no es un sindicato obrero, sino un organismo del estado para controlar a los profesores”. Pero la burguesía y su estado —que tienen evidentemente más conciencia de clase que el GI— no parecen estar enterados. La nueva “reforma educativa” está dirigida explícitamente contra la “camarilla” sindical que supuestamente ha “secuestrado” la educación; la naturaleza de la ofensiva es tal, que incluso la siniestra “Maestra” Elba Esther se le opone.
Con base en el marxismo, los espartaquistas rechazamos tal distinción de clases: si bien unas burocracias son ciertamente más brutales y rastreras que otras, los sindicatos son las organizaciones elementales de defensa de la clase obrera, independientemente del partido burgués al que apoyen. Por ello, el GI nos fustiga:
“[El] GEM es incapaz de explicar por qué en los últimos doce años, la lealtad fundamental de gremios como el petrolero, el esquirol SUTERM o el SNTE de La Maestra, Elba Esther Gordillo, no ha sido para con el PRI, sino para quien encabeza el gobierno con el que hay que tratar: el federal para determinados asuntos, alguno de los estatales para otros”.
La lealtad fundamental de las burocracias sindicales, en México y en todo el mundo capitalista, está con el capitalismo y con sus propios privilegios; sólo al GI puede parecerle excepcional que los burócratas se vendan al mejor postor. Por otro lado, las burocracias perredistas no se han caracterizado precisamente por sus desafíos a las brutales políticas gubernamentales de los últimos tiempos. Todos los sindicatos están dirigidos por burocracias procapitalistas que deben ser remplazadas por dirigencias clasistas forjadas en la lucha por la revolución proletaria.
En un escrito inconcluso de 1940, León Trotsky escribió:
“Hay una característica común en el desarrollo, o para ser más exactos en la degeneración, de las modernas organizaciones sindicales de todo el mundo; su acercamiento y su vinculación cada vez más estrecha con el poder estatal”.
La base material de esta degeneración se encuentra en el desarrollo del capitalismo monopolista en la época del imperialismo y la imposibilidad de los sindicatos de aprovechar la competencia entre las diferentes empresas. En tanto que las dirigencias sindicales se adapten a la propiedad privada, necesitan adaptarse al estado. A cada paso confirmamos, desde Argentina hasta EE.UU., de Sudáfrica a Francia, la veracidad de esta afirmación. Pero sólo el GI podría concluir que los sindicatos han dejado de existir como organizaciones obreras —y, cosa peculiar, sólo en México a menos...a menos que apoyen al PRD—. Como Trotsky sostuvo, los sindicatos en nuestra era sólo pueden ser independientes en la medida en que sean órganos conscientes de la revolución proletaria. Dicha transformación requiere forjar direcciones sindicales clasistas como parte de la lucha, fuera y dentro de los sindicatos, por la construcción de partidos obreros revolucionarios basados en el programa bolchevique de Lenin y Trotsky.
Pequeñas mentirillas de mentirosos cínicos
En el pasado hemos denunciado ya el recurso a la mentira por parte del GI, derivado de sus apetitos oportunistas, incapacidad política y desesperación (ver “El Grupo Internacionalista: Mentiras peligrosas y calumnias cínicas”, suplemento de Espartaco, octubre de 2006). Como sucede con todos los centristas, hay una contradicción constante entre la práctica oportunista del GI y sus pretensiones al trotskismo ortodoxo. La mentira es pues su único medio para salvar esa brecha creciente.
Ahora nos acusan de que en Espartaco No. 36 (septiembre de 2012) hablamos “de la composición pequeñoburguesa del movimiento [#YoSoy132] sin señalar el carácter populista burgués de su política” (énfasis en el original). Veamos. Nuestro artículo en cuestión (“Nuevo espectáculo del circo electoral”) incluye toda una sección que caracteriza al populismo nacionalista como una política burguesa alternativa al neoliberalismo; escribimos que la política del #YoSoy132 era “electorerismo pequeñoburgués al servicio del PRD”; analizamos las “increíblemente estrechas y a menudo francamente ridículas” posiciones originales del movimiento y rematamos:
“A lo largo de estos meses...el 132 ha adquirido un perfil político más tradicionalmente populista, ‘antineoliberal’ y nacionalista...
“#YoSoy132 es un movimiento amorfo, electorero y pequeñoburgués, emparentado políticamente con los Indignados españoles y los Ocupa estadounidenses, que tiene por objetivo la ‘democratización del país’ mediante el ejercicio del voto...ha actuado en los hechos y desde un principio como un apéndice de la campaña electoral de AMLO y el PRD burgués...sin por ello cerrar la puerta al PAN”.
El GI podría haber intentado polemizar contra este análisis, pero en cambio optó por una “pequeña mentira sin importancia” que asume que sus lectores —y su propia membresía— son gente estúpida que jamás se molestará en verificar la veracidad de sus aseveraciones.
El GI escribe también que “la afirmación del GEM de que el Grupo Internacionalista supuestamente piensa que la Sección XXII [del SNTE] no es un sindicato es una bobada de mentirosos empedernidos...”. Cínico en verdad. No es por error que el GI evita citar lo que realmente escribimos, a saber: “el GI hace también referencia a la represión contra la huelga de la Sección XXII del SNTE en Oaxaca en 2006, pero no menciona que para ellos éste tampoco es un sindicato”. Cualquiera que sepa algo del español entenderá que “éste” (a diferencia de aquélla) se refiere al SNTE, no a la Sección XXII. Pero, ¿cómo es posible que el SNTE entero sea “un instrumento de represión estatal”, y al mismo tiempo las secciones del mismo controladas por la disidencia perredista de la CNTE son sindicatos genuinos? La respuesta quizá se encuentre en los escritos de Santo Tomás de Aquino —o de AMLO—, pero no en los clásicos del marxismo.
Política rompesindicatos, confusionismo, oscurecimiento de la línea de clases, mentira...Revolución Permanente es un digno sucesor de El Internacionalista. Caveat emptor—¡Que se cuide el comprador!