Espartaco No. 31

Primavera de 2009

 

Tras cumplir infame condena, son liberados los hermanos Cerezo

¡No hay justicia en los tribunales capitalistas!

¡Por la revolución obrera para acabar con la represión capitalista!

El pasado 16 de febrero, Antonio y Héctor Cerezo Contreras fueron liberados de un penal de máxima seguridad, tras haber cumplido una infame condena de siete años y medio —durante los cuales estuvieron sometidos al aislamiento, la tortura física y sicológica, y fueron tratados como reos de alta peligrosidad— por el “crimen” de oponerse a las injusticias de esta sociedad. Su hermano Alejandro había sido liberado en 2005, después de que su defensa ganara un amparo.

Debido a su historial de lucha social y el de su familia, los hermanos Cerezo fueron víctimas de un burdo embuste estatal junto con Pablo Alvarado —un indígena de Hidalgo a quien ni siquiera conocían y que fue excarcelado en el verano de 2006—. Fueron acusados inicialmente de una ridícula letanía de delitos, como terrorismo, almacenamiento de armas de uso exclusivo del ejército y por supuestamente haber perpetrado tres petardazos contra sucursales de Banamex en agosto de 2001, sin nada de pruebas. Su defensa —en la que tomó parte Digna Ochoa— logró que fueran exonerados de la mayoría de los cargos. Sin embargo, el estado los encarceló de todas formas con el argumento de que “al colocarse los explosivos se pintaron las siglas FARP, grupo guerrillero al que sin duda estaban vinculados los acusados, al menos con su ideología”. Los Cerezo no fueron encarcelados por delito alguno, sino por su supuesta ideología. En el contexto de la ruptura policiaca de la huelga de la UNAM en febrero de 2000 y la subsecuente cacería de brujas contra estudiantes izquierdistas, la condena de los Cerezo envió un claro mensaje en contra de cualquiera que se atreviera a luchar y disentir. Como declaró Antonio Cerezo en una entrevista con Proceso: “Nosotros les servimos para mandar un mensaje de escarmiento hacia el sector estudiantil y principalmente hacia la misma UNAM.”

Los espartaquistas tomamos parte activa en la lucha por la liberación de los hermanos Cerezo; llamamos:

¡Abajo los cargos contra Héctor y Antonio Cerezo y Pablo Alvarado! ¡Libertad inmediata e incondicional!... Solamente la movilización más amplia del poder de la clase obrera, que deriva de su relación con los medios de producción, podrá lograr extender la victoria de la libertad de Alejandro Cerezo a los demás prisioneros de la guerra de clases, y no la supuesta ‘imparcialidad’ y ‘justicia’ de tal o cual órgano del estado burgués. Hacemos el más amplio llamado a los obreros, estudiantes, organizaciones de izquierda y jóvenes interesados en repudiar esta campaña rastrera de represión a nutrir las movilizaciones que luchan por la libertad de los hermanos Cerezo. ¡Un golpe contra uno es un golpe contra todos! ¡No hay justicia en los tribunales burgueses!

—“¡Libertad inmediata a Antonio y Héctor Cerezo y Pablo Alvarado!” (Espartaco No. 24, verano de 2005)

Hoy, esta lucha debe continuar para lograr la libertad de todos los luchadores sociales que nutren los calabozos capitalistas: desde Ignacio del Valle —el líder de los campesinos de Atenco que purga una condena de 112 años de prisión por el “crimen” de haber defendido las tierras de su comunidad contra la intentona de despojo del gobierno foxista, auxiliado por la policía tanto del PRI como del PRD burgués— hasta los jóvenes detenidos en la marcha del 2 de Octubre de 2008 a cuarenta años de la masacre —Didier Eduardo Salgado Ramos y Gonzalo Arturo Lartundo Sánchez, condenados a seis años y medio de prisión, y Karen Viridiana Urban Hernández y Armando Contreras Olvera, condenados a cinco años y medio—, los espartaquistas decimos: ¡Libertad inmediata a todos los prisioneros de la guerra de clases! ¡Romper con el PRD burgués!

Poco después de condenar a los que honran la memoria de las víctimas de Tlatelolco, el estado exoneró a Luis Echeverría, uno de los responsables de la masacre. El estado burgués —cuyo núcleo consiste en la policía, el ejército, los tribunales y las cárceles— no tiene nada que ver con justicia. Es una máquina para la represión sistemática de los obreros y los oprimidos con el propósito de perpetuar el sistema de explotación capitalista. El estado no puede ser reformado; debe ser destruido mediante una revolución socialista y remplazado con un estado obrero que defienda los intereses del proletariado. Para lograr ese objetivo no hay otro camino que el forjamiento de un partido proletario revolucionario, un tribuno popular, defensor de todos los oprimidos bajo el capitalismo, como el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky, que concretice el marxismo en la realidad.■