Espartaco No. 30 |
Invierno de 2008-2009 |
Obama: Comandante en Jefe del racista imperialismo estadounidense
¡Romper con el Partido Demócrata capitalista!
¡Por un partido obrero revolucionario!
El siguiente artículo ha sido traducido de Workers Vanguard No. 925, 21 de noviembre de 2008.
La elección de Barack Obama como primer presidente negro de Estados Unidos ha generado grandes expectativas entre los trabajadores y los oprimidos alrededor del mundo. Los negros y otros celebraron en las calles de todo el país la elección del próximo Comandante en Jefe del sangriento imperialismo estadounidense. Michelle Obama, descendiente de esclavos, será la primera dama en una Casa Blanca cuyos cimientos fueron construidos por trabajo esclavo. Esto es algo que la mayoría de los estadounidenses nunca esperó ver en su vida. En medio del miedo a una nueva Gran Depresión, conforme millones de trabajadores están perdiendo sus hogares y el desempleo está creciendo, las esperanzas de un “cambio” se centran en el gobierno demócrata entrante de Obama. Estas esperanzas van a ser brutalmente destruidas.
Como el próximo policía supremo de Estados Unidos, Obama presidirá el racista sistema capitalista, que se basa en la explotación de los trabajadores en casa y en el extranjero. A diferencia de los reformistas, que explícita o implícitamente apoyaron a Obama, los marxistas luchamos por que los obreros y los oprimidos rompan con las ilusiones en el Partido Demócrata capitalista de la guerra y el racismo. Como cuestión de principios, no votamos por ningún político capitalista —ya sea demócrata, republicano, verde o “independiente”— ni le damos ningún otro tipo de apoyo político. Como enfatizaba el encabezado de primera plana de WV No. 923 (24 de octubre): “McCain y Obama: Enemigos de clase de los obreros y oprimidos”.
Los marxistas tampoco nos postulamos a puestos ejecutivos del estado burgués, como los de alcalde, gobernador o presidente. Esto se basa en nuestro entendimiento de que el estado capitalista —que en su núcleo está conformado por la policía, el ejército, los tribunales y las prisiones— existe para defender el dominio de clase y las ganancias de la burguesía. Asumir puestos ejecutivos significa administrar el estado capitalista. Nuestro objetivo es forjar un partido obrero revolucionario que dirija a la clase obrera multirracial, y detrás de ella a todos los oprimidos, en la lucha por derrocar el orden capitalista mediante la revolución obrera y establecer un estado obrero en el que quienes trabajen gobiernen.
Inmediatamente tras su victoria, Obama trató de diluir las expectativas que hay en su gobierno. Dejó en claro su agenda de patriotismo de “unidad nacional” al declarar, la noche de la elección, ante una multitud de 250 mil personas que celebraban su triunfo en Chicago, la necesidad de un “nuevo espíritu de sacrificio”. Al hacer esto, Obama está siguiendo los pasos de los demócratas negros que han sido empleados como alcaldes y jefes de policía en grandes áreas urbanas, desde Los Ángeles hasta Chicago, Detroit, Filadelfia y otros lugares. Su labor ha consistido en mantener sometidos a los obreros y los negros, en supervisar el terror policiaco descarado y administrar el recorte de los programas sociales; para los racistas gobernantes, el valor que tienen tales políticos negros quedó resumido en la declaración del antiguo alcalde negro de la ciudad de Nueva York, David Dinkins: “viniendo de mí, lo aceptarán”. Con la entrada de una profunda recesión económica en EE.UU., la labor de Obama será contener el potencial descontento social e imponerle a los trabajadores medidas de austeridad, y su actual popularidad bien puede permitírselo.
Con una tranquila arrogancia “pospartidista”, Obama —blandiendo su propia campaña de 660 millones de dólares, apoyada por sectores significativos de la burguesía— culpa a los oprimidos de su propia opresión. En su discurso triunfal en Chicago, Obama declaró: “si todavía queda alguien que aún cuestione el poder de nuestra democracia, esta noche es su respuesta.” Un mensaje similar apareció en el discurso en que McCain reconoció su derrota; dijo abiertamente: “ya no debe haber razón para que un estadounidense no aprecie su ciudadanía.” Como advertimos en “Obama ofrece una cirugía plástica al imperialismo estadounidense” (WV No. 920, 12 de septiembre): “Obama funciona como una muy poderosa arma propagandística para la burguesía, que dice a los negros y a los oprimidos que se callen y que dejen de quejarse, porque, como pueden ver, ¡‘el sueño americano’ funciona!”
Desde el punto de vista de la clase obrera internacional y de los oprimidos, no hay nada que celebrar en la victoria de Obama, y sí mucho que temer. El entusiasmo entre grandes sectores de la burguesía, por otra parte, está justificado. Después de casi ocho años de uno de los regímenes más incompetentes y ampliamente despreciados de la historia reciente de EE.UU., ahora tienen en Obama un rostro más racional que darle a su sistema brutal e irracional. Obama también ha inspirado ilusiones en los adornos de la democracia burguesa, el recurso a través del cual los capitalistas disfrazan su dominio con la apariencia de un mandato popular. En el extranjero, Obama proporciona una invaluable cirugía plástica al imperialismo estadounidense, principal enemigo de los trabajadores del mundo.
Obama llama por retirar “tropas de combate” de Irak (manteniendo una “fuerza residual”), para desplegar otros 10 mil soldados en Afganistán en apoyo de esa ocupación asesina. Está empecinado en otras maquinaciones contra Pakistán, que incluyen incursiones militares a ese país. En el discurso que dio en Berlín el 24 de julio ante una enorme multitud, invocó la Guerra Fría antisoviética para motivar los intereses del imperialismo estadounidense, incluyendo la restauración del domino capitalista en China. Es un férreo partidario de la “guerra contra el terrorismo”, incluyendo el espionaje telefónico irrestricto y la renovación de la Ley Patriota de EE.UU. Su círculo íntimo incluye a criminales de guerra de las eras de Carter y Clinton, como Zbigniew Brzezinski y Madeleine Albright, así como a firmes partidarios del Israel sionista, como el vicepresidente electo Joe Biden y Rahm Emanuel, quien está propuesto para ser el nuevo jefe del estado mayor. Obama está considerando a un tal John O. Brennan, que estuvo entre los creadores de los actuales programas de detención y tortura de la CIA, para director de la inteligencia nacional o para encabezar la CIA. En una entrevista en The NewsHour with Jim Lehrer de diciembre de 2005, Brennan defendió vehementemente el uso por parte del gobierno de la “rendición” [el secuestro y tortura de extranjeros en prisiones secretas], a la que llamó una “herramienta absolutamente vital”.
Nosotros decimos: de Afganistán a Irak y Guantánamo, ¡libertad a todos los detenidos! Como oponentes revolucionarios del imperialismo estadounidense, estuvimos por la defensa militar de Afganistán e Irak durante la preparación de la invasión del imperialismo estadounidense a esos países, sin dejar de oponernos políticamente al reaccionario Talibán y al brutal régimen capitalista de Saddam Hussein. Llamamos por lucha de clases contra los gobernantes capitalistas en casa. Estamos por la derrota de las fuerzas estadounidenses; cada revés que sufran sirve para ayudar a las luchas de los obreros y los oprimidos alrededor del mundo. ¡Exigimos el retiro inmediato e incondicional de todas las tropas y bases estadounidenses de Irak, Afganistán y el Asia Central! ¡EE.UU., manos fuera de Pakistán e Irán! A diferencia de la izquierda reformista, que se ha alineado con su “propia” burguesía, nosotros luchamos por la defensa militar incondicional de los estados en los que el capitalismo ha sido derrocado: China, Cuba, Vietnam y Corea del Norte.
Al interior de EE.UU., los trabajadores enfrentan deudas aplastantes y despidos masivos, y la burguesía no tiene solución alguna para la actual crisis económica y las inevitables crisis cíclicas del capitalismo. Con el colapso de las ventas automotrices, General Motors y Ford anunciaron recientemente que en los últimos tres meses han estado gastando efectivo a una tasa de más de 2 mil millones de dólares al mes; GM dijo que para fin de año podría ya no disponer del efectivo necesario para financiar sus negocios. Incluso si se logra evitar —o posponer— la bancarrota mediante subsidios gubernamentales, como algunos demócratas han exigido, los obreros automotrices enfrentan despidos masivos, recortes salariales y un ataque generalizado contra las pensiones y servicios de salud.
Mientras tanto, ante la crisis económica mundial, Obama y los demócratas han adoptado (con sólo unas pocas modificaciones leves) el plan del gobierno de Bush de transferir 700 mil millones de dólares del dinero de los contribuyentes a los bancos y otras instituciones financieras. Hasta ahora, este gigantesco rescate no ha logrado mucho en cuanto a descongelar los mercados de crédito. La semana pasada, el Departamento del Tesoro anunció que, incluso cuando cerca de 290 mil millones ya les fueron asignados, los bancos aún no quieren prestarle a los consumidores. Obama busca socializar las pérdidas de la burguesía sobre las espaldas de los trabajadores, mientras ayuda a los explotadores a apropiarse de las ganancias.
Nuestra oposición de clase a todos los candidatos burgueses —y al electoralismo burgués— se basa en el entendimiento marxista de que la sociedad capitalista está dividida en dos clases fundamentales, la burguesía y el proletariado, cuyos intereses son irreconciliables. El movimiento obrero necesita una dirección combativa que desate el poder de la clase obrera multirracial en lucha por los intereses económicos de los trabajadores y también por los derechos de los negros, en defensa de los inmigrantes y en oposición al imperialismo estadounidense. Pero las burocracias de las federaciones sindicales, tanto de la AFL-CIO como de Change to Win [Cambiar para Ganar], promueven al Partido Demócrata como el “mal menor” y gastaron cerca de 450 millones de dólares de las cuotas de los agremiados en las elecciones de 2008, en vez de construir un fondo de emergencia para la lucha que hace falta para defender los intereses obreros. En vez de lucha de clases y solidaridad obrera internacional, los líderes sindicales impulsan el patriotismo y proteccionismo chovinista de “primero Estados Unidos”, al promover la mentira de que los trabajadores del extranjero, y no los gobernantes capitalistas de EE.UU., son los enemigos del proletariado estadounidense.
Clase y raza en los Estados Unidos capitalistas
EE.UU. es un país definido históricamente por la esclavitud, una institución que sólo pudo ser aplastada a hierro y sangre en la Guerra Civil. Es un país que requirió un movimiento masivo de derechos civiles, con muchos mártires negros y blancos, para que la segregación tipo Jim Crow fuera finalmente derrotada. El orgullo que sienten los negros por la elección de Obama es, independientemente de su verdadera política, un legado de esta historia de opresión y de la exclusión forzosa del “proceso”.
Sin embargo, las condiciones actuales de las masas negras, particularmente de las que viven en los guetos, son de una pobreza desesperada, violencia policiaca y encarcelamiento masivo. El mito del “fin del racismo” de la campaña de Obama es un cruel engaño, como lo es la declaración de Obama de que el movimiento de los derechos civiles llevó a Estados Unidos “90 por ciento en el camino” hacia la igualdad racial. Como señalamos en nuestro primer artículo sobre la candidatura de Obama hace cerca de un año, “La campaña de Obama y el mito del ‘fin del racismo’” (WV No. 906, 18 de enero):
“La opresión de los negros sigue siendo el rasgo definitorio central de la sociedad estadounidense. Está materialmente enraizada en el capitalismo estadounidense y le es central. En contraste con los integracionistas liberales y los nacionalistas negros, nosotros basamos nuestra lucha por la liberación negra en el programa del integracionismo revolucionario. Mientras nos oponemos a toda manifestación de opresión racista, luchando en particular por movilizar el poder del movimiento obrero multirracial, subrayamos que la plena igualdad de las masas negras requiere que la clase obrera arranque la economía de las manos de los amos capitalistas y la reorganice sobre bases socialistas. Sólo entonces será posible eliminar las raíces materiales de la opresión negra mediante la integración de los negros a una sociedad socialista igualitaria basada en una economía colectivizada con empleos y vivienda de calidad, atención médica y educación para todos.”
Como también lo muestran los ejemplos de Colin Powell y Condoleezza Rice, hoy existe una enorme brecha de clase entre los profesionistas negros pequeñoburgueses, principales beneficiarios del movimiento de los derechos civiles dirigido por los liberales, y las masas negras de obreros y pobres de los guetos. Pero con presidente negro o sin él, Estados Unidos es Estados Unidos: racista, brutal y violento. Mientras tenía lugar la celebración de Obama en el parque Grant la noche de las elecciones, la policía de Chicago acosó a residentes negros que festejaban su victoria. Esa misma noche, en Staten Island, Nueva York, un joven negro de 17 años fue perseguido y golpeado por racistas que le gritaban “¡Obama!”. Cuatro días después de la elección, el inmigrante ecuatoriano Marcello Lucero fue mortalmente apuñalado cerca de la estación de tren de Patchogue, Long Island, por una banda de adolescentes racistas que, según se reporta, conducían por la zona en busca de un latino a quien atacar.
Con el pretexto de ser un unificador post-“guerras culturales”, Obama sostiene posiciones que están a un pelo de las de reaccionarios descarados como Joe Lieberman (y no estamos tan seguros de ese pelo). Obama se opone al matrimonio gay. Es un partidario de la pena de muerte, un legado de la esclavitud en EE.UU. El pasado julio, Obama declaró su oposición a que se hagan excepciones de salud mental a la prohibición del aborto “tardío”, con la declaración paternalista de que la motivación de una mujer para abortar no puede ser “meramente cuestión de sentirse triste”.
La obamamanía de los reformistas
La izquierda reformista de “cualquiera menos Bush” está vuelta loca con la elección de Obama. En oposición a la independencia política de la clase obrera frente a los gobernantes capitalistas, promueve la colaboración con el enemigo burgués como el camino a seguir. Workers World (14 de noviembre) declaró: “La victoria de Barack Obama en las elecciones pasará a la historia como un paso triunfante contra el racismo y la opresión nacional en EE.UU.” Esto estuvo precedido por un artículo del 6 de noviembre en el que el líder del Workers World Party [Partido Mundo Obrero], Larry Holmes, balbuceaba sobre el “júbilo” y el “sentimiento de liberación” desatados por el triunfo de Obama, sin molestarse en mencionar siquiera su endoso a la candidata del capitalista Partido Verde, Cynthia McKinney (cuya campaña fue, como dijimos, una máscara de los demócratas). Según Holmes, “el sentimiento en las calles de las ciudades grandes y pequeñas de EE.UU. la noche de las elecciones era de que ahora todo es posible, y así es.” Así que “sí se puede”...bajo el capitalismo.
La noche de las elecciones, la International Socialist Organization (ISO, Organización Socialista Internacional) dio una fiesta en Harlem para “festejar el fin de los demasiados años de gobierno republicano” y discutir “lo que deben hacer los activistas para impulsar sus demandas ante el nuevo gobierno”. El Socialist Worker (7 de noviembre) de la ISO, repitiendo la terminología liberal de moda, insiste en que la victoria de Obama fue “transformativa”. Si bien reconocía que muchas de las posiciones de Obama indican “una gran brecha entre las esperanzas y expectativas de los votantes de Obama y el programa cauteloso y moderado que ha planteado”, la ISO recita: “Nada de esto significa que el cambio no sea posible. Decenas de millones de personas quieren una nueva dirección. La cuestión es si pueden organizarse para luchar por ella.”
Por su parte el estalinista, reformista y excéntrico Progressive Labor Party (PL, Partido Laboral Progresista) escribió en su periódico Challenge (10 de noviembre) que Obama es un político capitalista, notando que el que PL “se oponga y denuncie a Obama y a la clase gobernante a la que sirve puede no ser ‘popular’ al principio”. Pero las acciones hablan más fuerte que las palabras: como reportamos anteriormente, PL declaró abiertamente que “participaría activamente en la campaña de Obama” (Challenge, 26 de marzo). Un “empadronador rojo” incluso se jactó, en una carta impresa sin comentario en Challenge (4 de octubre), ¡“ayudé a una campaña de empadronamiento en mi vecindario que encontré en BarackObama.com”! Estos reformistas perpetúan ilusiones mortales en que este gobierno de los capitalistas, por los capitalistas y para los capitalistas puede servir “al pueblo”.
Toda nuestra actividad está dirigida a forjar, entrenar y templar el partido proletario de vanguardia necesario para la toma del poder estatal. Por el contrario, la política de los reformistas consiste en una actividad opositora completamente definida en el marco de la sociedad burguesa. El dirigente bolchevique León Trotsky caracterizó esto tajantemente en su obra de 1924, Lecciones de Octubre, como “la educación de las masas en la idea de la inconmovilidad del estado burgués”.
Nosotros sostenemos lo que Trotsky escribió en La agonía mortal del capitalismo y las tareas de la IV Internacional (también conocido como el Programa de Transición), el documento programático básico adoptado en 1938 por la conferencia de fundación de la IV Internacional, partido mundial de la revolución socialista. Como lo puso Trotsky, la IV Internacional “combate irreductiblemente a todos los grupos políticos ligados a la burguesía. Su misión consiste en aniquilar la dominación del capital, su objetivo es el socialismo. Su método, la revolución proletaria.”