Espartaco No. 28

Verano de 2007

 

Contra la ofensiva oscurantista de la iglesia y el PAN:

¡Aborto libre y gratuito!

¡Ninguna ilusión en AMLO y el PRD burgués! ¡Liberación de la mujer mediante la revolución socialista!

El 24 de abril, la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México, dominada por el PRD, aprobó cambiar los códigos legales de la ciudad para permitir el aborto a quien lo solicite, un derecho democrático elemental, durante las primeras doce semanas del embarazo. Esto da al Distrito Federal no sólo las leyes sobre el aborto más liberales de América Latina fuera de Cuba y Puerto Rico, sino que, al proporcionarlo gratuitamente a los residentes de la ciudad en los hospitales públicos, hace al aborto mucho más accesible que en EE.UU. y la mayor parte de Europa. Algunos investigadores estiman que las complicaciones en abortos ilegales, que han matado a unas mil 500 mexicanas cada año, representan la principal causa de muerte para mujeres entre 15 y 39 años de edad en América Latina y el Caribe. La reforma del aborto es una conquista importante para todas las mujeres, pero tendrá un impacto particular en la vida de las obreras, las pobres y las jóvenes que no tenían los medios para obtener abortos seguros viajando a otros países o pagando un elevado precio para obtener uno ilegalmente en instalaciones decentes. Sin embargo, la ley incluye penas de tres a seis meses de prisión para las mujeres que reciban un aborto después de las primeras doce semanas, y de uno a tres años de prisión a quienes lo practiquen. Nosotros decimos: ¡Abajo todas las penas! ¡Aborto libre y gratuito en todo México! ¡Abajo el límite de doce semanas!

Como comunistas revolucionarios, el Grupo Espartaquista de México, sección de la Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista), apoya esta reforma y toda conquista obtenida para las mujeres, sin importar cuán parcial sea. El 19 de abril, la Juventud Espartaquista llevó a cabo un mitin en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM llamando por “¡Aborto libre y gratuito! ¡Liberación de la mujer mediante la revolución socialista!”, uno de los muy pocos eventos izquierdistas en favor de los derechos de aborto llevados a cabo en la universidad esta primavera. Nuestros camaradas explicaron la perspectiva marxista para acabar con la opresión de la mujer, llamaron a los estudiantes y obreros a movilizarse en apoyo de la reforma del aborto y advirtieron contra las ilusiones en el PRD.

La destrucción de la URSS, el primero y más poderoso estado obrero del mundo, ha traído una ofensiva global contra los estándares de vida y los derechos democráticos elementales de la clase obrera y los oprimidos, así como un clima ideológico dominado por la creencia generalizada en la “muerte del comunismo” y un resurgimiento del fanatismo religioso. Donde existen los derechos de aborto, como en EE.UU. —gobernado por la pandilla de fanáticos religiosos de Bush—, han estado bajo ataque constante tanto por parte de los republicanos como de los demócratas; cada vez es más difícil obtener un aborto, especialmente para las mujeres pobres.

México no ha sido, por supuesto, una excepción a esta ofensiva burguesa, con dos décadas de políticas antiobreras neoliberales que han devastado el nivel de vida de la clase obrera. Además, durante los últimos siete años, el gobierno del PAN ha combinado sus políticas privatizadoras y abiertamente a favor de los imperialistas estadounidenses con la ideología derechista religiosa. Recientemente, el país ha sido sacudido por huelgas poderosas y combativas, así como por movilizaciones masivas de la clase obrera, los pobres y los oprimidos por la satisfacción de sus necesidades más apremiantes y en defensa de conquistas ganadas a través de fuertes luchas. La burguesía misma está altamente polarizada, y la diferenciación se da respecto a cuestiones sociales tanto como económicas. El PRD nacionalista burgués de López Obrador trata de cooptar y desactivar el descontento obrero mediante concesiones. Es en este contexto que se ha dado la reforma del aborto, originalmente redactada por el PRI y aprobada gracias al apoyo del PRD.

El aborto, que da a las mujeres cierto control sobre la decisión de tener hijos o no, es una cuestión política explosiva. En México, con la segunda población católica más grande del mundo después de Brasil, la medieval Iglesia Católica ha desempeñado un papel político cada vez mayor, especialmente desde que Vicente Fox del PAN asumió la presidencia en el año 2000. Desde el momento en que fue propuesta, la reforma ha ocasionado un indignado tumulto entre las fuerzas oscurantistas y derechistas que alientan a las capas más violentamente atrasadas de la población y representan una amenaza mortal a las mujeres, los izquierdistas, los obreros, los homosexuales y los indígenas. El gobierno del PAN y la Iglesia Católica unieron fuerzas en una campaña reaccionaria y antimujer contra la propuesta. Despotricaron desde los púlpitos de la televisión nacional, curas y monjas se manifestaron por las calles de la Ciudad de México y el mismísimo Vaticano lanzó risibles amenazas de excomunión. Después de que la Asamblea Legislativa aprobó la reforma, hubo un ataque renovado, ahora con la grotescamente mal llamada Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y la Procuraduría General de la República (PGR) como punta de lanza para desafiar la nueva ley como anticonstitucional, ¡con la PGR argumentando que un embrión es sujeto de derecho! Nosotros decimos: ¡Por la separación de la iglesia y el estado!

Al apoyar esta reforma, no otorgamos ninguna confianza en absoluto al PRD ni al PRI, partidos del capital tanto como el PAN. Las reformas bajo el capitalismo no sólo son parciales sino también reversibles. La opresión de la mujer es un componente necesario del capitalismo, y no puede ser desenraizado mediante reformas sino sólo a través del derrocamiento revolucionario del sistema de explotación basado en la propiedad privada. Luchamos por construir un partido proletario leninista-trotskista para dirigir la lucha por una revolución socialista que comenzaría a sentar la base para la genuina emancipación de la mujer junto con la emancipación de la clase obrera y de todos los oprimidos.

La base material de la opresión de la mujer

Los marxistas consideramos que la institución de la familia, un componente necesario del régimen de la propiedad privada, es la principal fuente de la opresión especial de la mujer. La familia no es una institución inmutable y sempiterna, sino una relación social sujeta al cambio histórico. En la antigua sociedad de cazadores-recolectores existía la igualdad entre hombres y mujeres, donde la necesaria división del trabajo, basada en el papel de la mujer de procrear hijos, no involucraba subordinación alguna con base en el sexo, y el linaje se trazaba por la línea materna. En su obra clásica El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), Friedrich Engels (usando información disponible en aquel entonces) trazó el origen de la institución de la familia y del estado a la división de la sociedad en clases. El desarrollo de la tecnología —la agricultura, la metalurgia, la domesticación de los animales y otros avances revolucionarios— permitieron la existencia de un excedente allende lo necesario para la subsistencia mínima que caracterizaba a las sociedades de cazadores-recolectores, haciendo posible la existencia de una clase dominante ociosa. El estado surgió para asegurar el dominio de esa clase por la fuerza. La centralidad de la familia fluyó de su papel en la herencia de la propiedad sobre la línea paterna, que requirió la monogamia sexual de la mujer y su subordinación social. Engels describe la victoria de la propiedad privada sobre la propiedad comunal natural primitiva como “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”.

La sociedad capitalista está dividida en dos clases principales: la burguesía, que posee los medios de producción, y el proletariado, que vende su fuerza de trabajo para crear la riqueza y mantener a la sociedad funcionando. Para las masas obreras y los pobres, que no tienen riqueza alguna que legar a las nuevas generaciones, la familia sirve para alimentar y vestir a los obreros y criar a la siguiente generación. Engels señala: “La familia individual moderna se funda en la esclavitud doméstica franca o más o menos disimulada de la mujer, y la sociedad moderna es una masa cuyas moléculas son las familias individuales.” Aún hoy la institución de la familia desempeña un papel económico y social, y ésa es la base de la opresión de la mujer. Así, la lucha por la liberación de la mujer es una parte estratégica de la lucha por el socialismo y sólo puede llevarse a cabo mediante la revolución socialista.

Nuestra perspectiva no es la redivisión de las tareas domésticas dentro de la familia, sino la transferencia del trabajo doméstico entero a la esfera pública. Para liberar a la mujer, la institución de la familia como unidad económica de la sociedad no puede ser abolida, sino que ha de ser remplazada, con cocinas, guarderías y lavanderías comunales. La dictadura del proletariado, en la medida en que tenga suficientes recursos a su disposición, inmediatamente cambiará la condición concreta de la mujer en particular, más allá de los efectos liberadores generales de la revolución, y mucho más allá de hacer a la mujer y el hombre iguales ante la ley.

La opresión de la mujer no se reduce a una cuestión de ideología atrasada y la negación de derechos democráticos. La ideología machista es propagada para justificar la opresión económica y la subyugación concretas de la mujer. El aborto es restringido para afianzar la institución de la familia, cuyo papel social, junto con otras instituciones como la iglesia, es enseñar el respeto a la autoridad, actuar como una fuerza conservadora, controlar a la población (especialmente a la juventud) e imponer una moralidad que proscribe cualquier cosa que se desvíe del ideal de la familia —desde las relaciones sexuales premaritales hasta las homosexuales—. La sexualidad juvenil, aunque algunos no quieran admitirlo, es un hecho biológico. Las adolescentes se embarazarán y necesitarán abortos. ¡Por anticonceptivos y aborto libres y gratuitos! ¡Abajo los requisitos de consentimiento paterno! ¡Plenos derechos democráticos para los homosexuales! Nos oponemos a las leyes sobre la edad de consentimiento a través de las cuales el estado capitalista dicta a qué edad uno (típicamente la mujer) puede o no decidir tener relaciones sexuales. Estamos contra las leyes contra “crímenes sin víctimas”, como las relaciones sexuales consensuales, la pornografía y el uso de drogas.

En México, donde la mitad de la población vive en la pobreza incluso según cifras oficiales, la influencia embrutecedora de la familia adquiere una importancia aun mayor como un medio de supervivencia económica, especialmente para jóvenes adultos que no pueden conseguir un empleo decente, para los ancianos que tratan de sobrevivir con una pensión miserable —si es que la tienen— y para las mujeres que se ven forzadas a permanecer en matrimonios pese a su voluntad por la simple razón de que no podrían sobrevivir por sí solas, especialmente si tienen hijos. ¡Por guarderías gratuitas las 24 horas!

La mujer y la revolución permanente en México

En toda sociedad, el grado de la emancipación de la mujer es un indicador preciso de la emancipación general. Muchos aspectos de la naturaleza antimujer de la sociedad mexicana son conocidos en todo el mundo. Ciudad Juárez es tristemente célebre por los cientos de asesinatos de obreras; las víctimas son generalmente jóvenes y a menudo mutiladas sexualmente. En marzo, Ernestina Ascencio, una indígena de 73 años de edad, fue violada y matada por elementos del Ejército Mexicano en Veracruz, ¡y Calderón tuvo el descaro de declarar que había muerto de gastritis! La policía abusó sexualmente y violó a mujeres arrestadas durante la brutal ocupación del pueblo de Atenco en mayo de 2006.

Pero gran parte de las espantosas condiciones de la mujer en México no llegan a los encabezados porque son simplemente cosa de todos los días. La violencia contra la mujer ocurre en el 60 por ciento de los hogares. La discriminación abierta en las contrataciones es la norma. Las mujeres usualmente son relegadas a los trabajos más repetitivos y peligrosos de la industria, especialmente en las maquiladoras, son sometidas a procedimientos degradantes como pruebas de embarazo regulares y ganan menos que los hombres por el mismo trabajo. Al mismo tiempo, al integrarse a la industria, las mujeres obtienen cierta independencia económica y se han convertido en un componente poderoso y vibrante del proletariado. Nosotros decimos: ¡Salario igual por trabajo igual! ¡Sindicalizar a los no sindicalizados!

Las condiciones de la mujer indígena son particularmente brutales y degradantes, con la intersección de mayor pobreza y tradiciones atrasadas. En algunas regiones, ¡todavía se vende a las jóvenes en matrimonio! En algunos casos las mujeres no hablan a hombres que no pertenecen a la familia. Las mujeres indígenas típicamente viven en hogares campesinos pobres o en asentamientos urbanos miserables. El 34.5 por ciento de los hogares en municipios indígenas no tiene agua entubada y el 21.1 por ciento no tiene electricidad. La tasa de analfabetismo para las mujeres a partir de los quince años de edad que viven en hogares indígenas es un asombroso 32.2 por ciento, mientras que para los hombres es el 19.4 por ciento, y en hogares no indígenas es de 6.7 por ciento, con una mínima diferenciación entre sexos.

Especialmente en el Distrito Federal y otros grandes centros urbanos, un sector importante de la población, que viene principalmente de la pequeña burguesía, no hace suya la ideología fundamentalista católica del PAN. Encuestas recientes muestran que, a diferencia de lo que sucede a nivel nacional, son más los que apoyan la reforma que los que se oponen (aunque por un margen pequeño). En manifestaciones sindicales y del PRD, si bien algunos rechazan nuestro periódico cuando señalamos nuestra posición sobre el aborto, otros —especialmente estudiantes y jóvenes obreras— lo adquieren precisamente por esa posición. Encontramos una receptividad particularmente buena entre las enfermeras, probablemente bien enteradas de las consecuencias de los abortos ilegales, quienes se movilizaron contra el desmantelamiento del seguro social. En mayo, en una refrescante muestra de irreverencia, una gran parte de las 20 mil personas desnudas que posaban para la fotografía de Spencer Tunick en el Zócalo —justo enfrente de la Catedral Metropolitana en una mañana de domingo— corearon “¡Norberto Rivera, el pueblo se te encuera!”

Este sector socialmente más liberal representa una base importante de apoyo al PRD, y es a él que este partido apela a través de la reforma del aborto, las sociedades de convivencia (generalmente entendidas como matrimonios homosexuales) y las propuestas de legalizar la prostitución. Pero las ilusiones en el PRD como amigo de los trabajadores y de los oprimidos son suicidas. La clase capitalista en su conjunto, independientemente de sus posturas coyunturales, se opone al acceso gratuito y libre al aborto sin restricciones porque les da a las mujeres cierta libertad respecto a la subordinación total a la estructura familiar. Está en el interés de la clase obrera retomar la lucha contra la opresión de la mujer en contraposición a la burguesía.

El México neocolonial es un país de desarrollo desigual y combinado, donde los métodos más modernos de producción capitalista coexisten con los métodos agrícolas más arcaicos y la ausencia casi total de infraestructura, particular pero no exclusivamente en el campo. Un obstáculo fundamental para hacer realidad el aborto libre y gratuito, no sólo en la Ciudad de México sino a lo largo y ancho del país, es la escasez de instalaciones de atención médica de calidad y personal capacitado, ahora agravada por los ataques del gobierno federal del PAN al seguro social. Nosotros decimos: ¡Abajo la “reforma” al seguro social! ¡Atención médica gratuita y de calidad para todos!

Los recursos materiales para la plena integración de la mujer en el proceso productivo, para empezar a sentar la base de la emancipación de la mujer, para liberar a los campesinos y los indígenas de sus ancestrales miseria, aislamiento e ignorancia, simplemente no existen y no pueden obtenerse sino a través de una revolución socialista que se extienda internacionalmente. En nuestra lucha por la revolución socialista, nos guiamos por la perspectiva de la revolución permanente formulada por León Trotsky. En la época imperialista, las tareas asociadas con las revoluciones democrático-burguesas (como la Revolución Francesa de 1789), tales como la emancipación nacional, la revolución agraria y la democracia política, sólo pueden ser llevadas a cabo mediante la dictadura del proletariado apoyada por el campesinado y los pobres urbanos. Así, las aspiraciones democráticas de las masas —desde el derecho al voto (que fue pisoteado por el intento de desafuero contra López Obrador y el fraude electoral) hasta la igualdad legal de la mujer— son fuerzas motrices de la revolución socialista. Para México, el derrocamiento de la brutal burguesía imperialista estadounidense por parte de la poderosa clase obrera multirracial al norte del Río Bravo será una cuestión urgente de vida o muerte. ¡Por lucha de clases conjunta en EE.UU. y México!

El PRD procura conducir estas justas aspiraciones al callejón sin salida de la política capitalista, apenas velada con los harapos de la democracia burguesa. A través de la ideología nacionalista burguesa, también procura borrar la división de la sociedad en clases, impulsando la mentira de que todos los mexicanos deben “mantenerse unidos” por el bien del país. Esto es un vil engaño. No sólo son los intereses del proletariado y de la burguesía irreconciliables, sino que, además, las débiles burguesías tercermundistas están inextricablemente atadas a sus amos imperialistas y son totalmente incapaces de romper con ellos para desempeñar cualquier papel revolucionario. En el mejor de los casos, procuran renegociar los términos de su propia subordinación a los imperialistas y, en el proceso, desactivar las luchas del poderoso proletariado. Cuando la ideología nacionalista no basta, el PRD no duda en desatar la fuerza represiva entera del estado capitalista, como lo ha hecho tantas veces en el pasado.

La Revolución Rusa señaló el camino a la liberación de la mujer

La revolución permanente de Trotsky fue vindicada en la práctica por la Revolución Rusa. En octubre de 1917, los bolcheviques de Lenin y Trotsky dirigieron a la clase obrera al poder mediante una revolución socialista en el atrasado y abrumadoramente campesino imperio zarista, derrocando el capitalismo y estableciendo la dictadura del proletariado sobre la base de la propiedad colectiva. La economía —ya no centrada en la producción de ganancias— se administraba bajo la democracia obrera a través de los soviets, o consejos, de diputados obreros, soldados y campesinos. La Revolución Rusa dio pasos importantes hacia los objetivos liberadores del comunismo. Representó enormes conquistas para todos los oprimidos y especialmente para la mujer. La Rusia soviética legalizó el aborto y decretó leyes que hacían del matrimonio y el divorcio simples procedimientos civiles, aboliendo la categoría de “ilegitimidad” de los hijos y toda discriminación contra los homosexuales.

El estado dio pasos hacia el remplazo de la esclavitud doméstica de la mujer mediante el establecimiento de comedores, lavanderías y guarderías para permitir a todas las mujeres ingresar al empleo productivo. Estas medidas minaron la institución de la familia y señalaron el camino hacia la liberación de la mujer. Tras la revolución, la ya de por sí atrasada economía fue aún más devastada brutalmente por la Guerra Civil —incluyendo la invasión por parte de catorce potencias capitalistas—. La joven república soviética simplemente carecía de los recursos materiales para remplazar el papel económico de la familia y alcanzar la liberación de la mujer.

Las condiciones de pobreza extrema y aislamiento de la Rusia soviética, debidas a la derrota de oportunidades revolucionarias para extender el poder obrero a Europa Occidental, especialmente a Alemania en 1918 y de nuevo en 1923, dieron pie al ascenso de la casta burocrática dirigida por Stalin, que usurpó el poder político de la clase obrera en 1923-24 y traicionó el propósito revolucionario del Partido Bolchevique y la Internacional Comunista de Lenin y Trotsky. La burocracia estalinista convirtió el aislamiento de la Unión Soviética de una profunda derrota a una “victoria” retórica con la doctrina nacionalista y antimarxista del “socialismo en un solo país”. Similarmente, la nueva casta gobernante, en lugar de reconocer la incapacidad material del país de establecer relaciones socialistas, recogió los pedazos de la familia burguesa y la declaró el fundamento sagrado del “socialismo triunfante”, justificando así el revocamiento de muchas conquistas para las mujeres.

La usurpación estalinista del poder constituyó una contrarrevolución política y no social, y transformó a la URSS en un estado obrero burocráticamente degenerado. Mediante su economía colectivizada y planificada, la URSS mantuvo las conquistas fundamentales de la Revolución de Octubre que, a pesar de la mala administración burocrática, condujeron a la transformación de la Unión Soviética en una potencia económica y militar capaz de hacer un contrapeso al imperialismo estadounidense. Hace dos décadas, la URSS tenía guarderías financiadas por el estado, las mujeres tenían plenos derechos de aborto, acceso a una amplia gama de oficios y profesiones y un alto grado de igualdad económica con sus compañeros hombres. En suma, la mujer tenía un estatus que en muchos aspectos era mucho más avanzado que en las sociedades capitalistas actuales. Luchamos hasta en las últimas barricadas por la defensa militar incondicional de la Unión Soviética y los estados obreros burocráticamente deformados de Europa Oriental contra el ataque imperialista y la contrarrevolución interna, y llamábamos por revoluciones políticas proletarias para echar a las burocracias estalinistas y regresar al camino de Lenin y Trotsky.

La Unión Soviética, rodeada y golpeada por los imperialistas durante siete décadas, minada y finalmente vendida por los herederos de Stalin, fue destruida por la contrarrevolución capitalista en 1991-92, devastando la economía, lanzando a grandes masas a la calle en busca de medios de subsistencia —con las mujeres y los niños como las primeras víctimas de la contrarrevolución— y estimulando sangrientas guerras fratricidas entre los antiguos pueblos soviéticos. La destrucción final de la Unión Soviética condicionó un profundo retroceso en la conciencia del proletariado. El nuestro es el primer periodo desde la Comuna de París de 1871 en el que el grueso de los obreros en lucha no identifica sus sentidas necesidades inmediatas con los ideales y el programa de la revolución socialista.

¡Por un partido de vanguardia leninista-trotskista, el tribuno del pueblo!

Al carecer el proletariado de interés alguno en la preservación del orden burgués, su misión histórica es la emancipación universal. Sin embargo, en toda sociedad la ideología dominante es la ideología de la clase dominante. En los países de desarrollo capitalista atrasado, la aguda degradación de la mujer está profundamente enraizada en la “tradición” precapitalista y el oscurantismo religioso. El grueso del proletariado mexicano hoy día está imbuido en la ideología machista, el racismo antiindígena y antinegro y el antisemitismo, que los capitalistas usan para mantener a la clase obrera dividida e inconsciente de su poder social e intereses históricos.

Un partido leninista-trotskista de vanguardia —el instrumento fundamental para dirigir a la clase obrera en una revolución socialista— sólo puede forjarse en la lucha contra la influencia de la ideología burguesa. Luchamos por que la clase obrera retome la lucha por los derechos de la mujer y se erija como el caudillo de todos los oprimidos como una parte esencial de la batalla contra el capitalismo. No tenemos ilusiones en que esta tarea será fácil, pero es la única manera de liberar a la humanidad de las cadenas de la explotación y la opresión. La victoria del proletariado a escala mundial pondría una abundancia material inimaginable al servicio de las necesidades humanas, sentaría la base para la eliminación de las clases sociales y la erradicación de la desigualdad social basada en el sexo, la abolición del significado social de raza, nacionalidad o etnia. Por primera vez, la humanidad tomará las riendas de la historia y controlará su propia creación, la sociedad, liberando el potencial humano a un nivel nunca antes imaginado e impulsando una ola monumental de avance de la civilización.

Como los bolcheviques antes que nosotros, rechazamos el concepto degradante, abrazado por gran parte de la seudoizquierda mexicana, de que la liberación de la mujer es “trabajo de mujeres”; es una parte integral de nuestro programa, por la que lucha nuestra organización internacional entera. En tajante contraste, la izquierda se adapta a la sociedad machista y a menudo se regodea en repugnantes muestras de ideología burguesa atrasada. En nuestro mitin del 19 de abril polemizamos en contra de la práctica común de activistas de usar epítetos misóginos y homófobos como insultos contra funcionarios de gobierno o reaccionarios derechistas. Nuestra denuncia pública de esta práctica por parte del colectivo estudiantil de la UNAM, Rebeldía, entre otros, le puso furioso. En una reacción más violenta, un miembro de la seudotrotskista Liga de Trabajadores por el Socialismo-Contracorriente (LTS-CC) atacó físicamente a uno de nuestros camaradas que denunció su uso de un vil epíteto homófobo en la manifestación en Tlatelolco conmemorando el 2 de Octubre en 2001 (ver volante de la Juventud Espartaquista “La LTS conmemora la masacre de Tlatelolco con epítetos antihomosexuales y puñetazos para los comunistas”, octubre de 2001).

El populismo radical del EZLN: Ninguna respuesta para los oprimidos

Muchos jóvenes que sienten indignación ante la horrible opresión de los indígenas miran hacia los zapatistas en busca de dirección, pero no obtendrán de ellos la liberación de la mujer ni cualquier cosa que se parezca a una revolución. Cuando surgió el EZ en 1994, explícitamente rechazó la lucha por la revolución proletaria y Marcos regularmente rechaza el legado de Lenin. Su “Ley Revolucionaria de Mujeres” de 1993 afirma una serie de derechos democráticos elementales para las mujeres, pero según la propia opinión de los zapatistas durante su encuentro en Oventik en diciembre de 2006, publicada en su sitio de internet oficial, “no hay una política sobre el aborto en el territorio zapatista”. No es pues de sorprender que Marcos haya mantenido un conspicuo silencio en el calor de la presente polarización. El programa del EZLN está enteramente circunscrito en los marcos del capitalismo y la democracia burguesa; está por reformas, como una nueva constitución, sin tocar el régimen de la propiedad privada, que es la base de la opresión de la mujer. Los zapatistas son simplemente otra manifestación del nacionalismo populista tradicional latinoamericano con una cierta base entre el campesinado; necesariamente y a pesar de sus críticas coyunturales al PRD, se mantiene en la órbita de este partido.

La idealización de la cultura y la economía campesinas tradicionales, como en el caso de los “Caracoles” zapatistas, significa idealizar la miseria y el atraso y retener la estructura familiar. Para el campesinado, la familia es la unidad económica de la agricultura a pequeña escala. Los intereses de clase de los campesinos se basan en la propiedad privada de la tierra y el campesinado es incapaz de reorganizar la economía sobre una base colectivista. Su influencia conservadora sólo puede ser vencida mediante la dirección de los obreros que participan en la producción socializada en la industria.

Lo que se necesita para poner fin a la miseria de los indígenas y el campesinado en general es la introducción de tecnología moderna en el campo: tractores, fertilizantes e irrigación junto con escuelas, hospitales, caminos y transportes. Este objetivo sólo puede alcanzarse mediante la revolución socialista y la implementación de una economía colectivizada y planificada internacionalmente.

El feminismo y el seudomarxismo: Obstáculos para la liberación de la mujer

Cualquier lucha que no presente un reto a la base material de la opresión de la mujer no liberará a las mujeres. El feminismo es una ideología burguesa que plantea que la fuente de la opresión de la mujer está en las ideas, igualando la lucha por su liberación con la lucha por sus derechos democráticos, es decir, por la igualdad con los hombres bajo el capitalismo. Así, el feminismo se opone a la posibilidad de liberar a las masas de obreras en la realidad mediante el derrocamiento del sistema económico que es la base de su opresión, y en cambio presenta la división entre hombres y mujeres como la principal división en la sociedad. El objetivo del feminismo burgués es permitir a las mujeres burguesas y pequeñoburguesas ingresar al club masculino del poder y el privilegio, como un enemigo del proletariado.

Rechazando el aborto como un derecho democrático elemental, la popular feminista burguesa Marta Lamas escribe que “Todas las personas estamos a favor de que se acaben los abortos, el problema es que para que eso suceda hay quienes piensan que se tienen que penalizar y otras personas pensamos que se tiene [sic] que despenalizar” (citado en La Jornada, 12 de abril). Ante la ofensiva reaccionaria antiaborto, el PRD y los feministas burgueses abrazan moralista y defensivamente la idea diseñada para inducir miedo y sentimientos de culpa de que el aborto es peligroso y traumático. Llevado a cabo bajo condiciones sanitarias apropiadas y por personal capacitado, el aborto es, de hecho, un procedimiento médico muy sencillo y seguro. Gran parte de la susceptibilidad respecto al aborto viene de la idea, inventada por la Iglesia Católica, de que el feto es un ser humano dotado de alma, y por lo tanto el aborto está mal. Como materialistas, rechazamos la idea del alma.

La LTS-CC escribió un artículo significativamente titulado “Anticonceptivos para no abortar y aborto libre, seguro y gratuito para no morir” (Estrategia Obrera No. 59, 25 de abril de 2007). Escribe, de manera similar a Marta Lamas, que “el fondo del debate no es abortar por abortar, decisión a la que ninguna mujer quiere llegar...” La posición de la LTS-CC comparte la perspectiva política liberal entera del feminismo. Su artículo ni siquiera menciona la revolución socialista, implicando que la opresión de la mujer puede ser combatida exitosamente dentro de los marcos del capitalismo. Tampoco dice una sola palabra de crítica al PRD burgués. Su posición es fundamentalmente sectoralista, negando la posibilidad de que la conciencia trascienda la experiencia personal de la opresión, y renunciando a la lucha leninista-trotskista de unir a todas las capas oprimidas de la sociedad tras el poder de la clase obrera. Así, sus argumentos están dirigidos sólo a las mujeres, denunciando a la iglesia por impedir que “la mujer [sin mención alguna de los hombres] rompa con la ideología machista y opresora” y termina con un llamado por un Encuentro Nacional de Mujeres para discutir demandas de género y clase. Si bien sería absurdo pensar que las mujeres son inmunes a los efectos de la ideología burguesa en cualquiera de sus formas, incluyendo la ideología misógina, la tarea de una dirección revolucionaria es combatir la ideología racista, sexista, homófoba y antiinmigrante entre la clase obrera y la sociedad en general.

Ahora que los derechos de aborto se han convertido en una causa popular entre los intelectuales pro-PRD, el Grupo Internacionalista (GI), otra organización supuestamente trotskista, finalmente ha publicado un artículo sobre el tema en El Internacionalista, tras más de una década de existencia en México (“¡Por el aborto libre y gratuito!”, El Internacionalista No. 6, mayo de 2007). A través de su artículo —que pretende ser una exposición ortodoxa del marxismo sobre la cuestión de la mujer— ¡no hay una sola mención ni mucho menos una advertencia contra las ilusiones masivas en el PRD, ahora fortalecidas por el hecho de que este partido ha sido el principal responsable de la reforma del aborto en la Ciudad de México!

El GI se acomoda al populismo radical pequeñoburgués y, lógicamente, sus pretensiones de guiarse por la revolución permanente se reducen a una oración abstracta y carente de significado en el último párrafo de su escrito, totalmente divorciada del resto del artículo. En la práctica rechaza la aplicación concreta de esta teoría. La contradicción entre su adherencia formal al trotskismo y su práctica de ir a la cola del populismo lo lleva a zigzaguear. Así, durante el “tortillazo” de enero pasado rechazó la lucha por subsidios para poner las tortillas al alcance de todos, renunciando a la lucha por reformas parciales bajo el capitalismo y dando la espalda a las necesidades más elementales de las masas obreras y pobres. Ahora que sí apoya la reforma perredista del aborto, ¡virtualmente omite cualquier crítica de los populistas burgueses que están detrás de ella!

¡Por nuevas revoluciones de Octubre!

Lenin forjó el Partido Bolchevique con el entendimiento de que “El ideal del socialdemócrata no debe ser el secretario de trade-union [sindicato], sino el tribuno popular, que sabe reaccionar contra toda manifestación de arbitrariedad y de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera que sea la capa o la clase social a que afecte.” Los espartaquistas estamos comprometidos con el forjamiento de tales partidos internacionalmente, las palancas fundamentales para hacer realidad un futuro comunista mediante revoluciones socialistas alrededor del mundo. En la lucha por nuevas revoluciones de Octubre, las palabras de Trotsky de 1924, dirigidas a las mujeres de Oriente, son perfectamente aplicables a México y todo el mundo semicolonial: “No habrá mejor comunista en el Oriente, ni mejor luchador por las ideas de la revolución y por las ideas del comunismo, que una mujer obrera despertada.”