Espartaco No. 26 |
Septiembre de 2006 |
Los obreros de Lázaro Cárdenas le dieron duro a la patronal
¡Quienes trabajan deben gobernar!
PRI, PAN y PRD partidos capitalistas: ¡Forjar un partido obrero!
A continuación publicamos fragmentos de una plática de nuestro camarada Sacramento Talavera, dada el 12 de mayo de 2006 en el Museo Casa de León Trotsky. El lunes 21 de agosto, tras 141 días de lucha, los obreros de Sicartsa levantaron la huelga, habiendo conseguido aumento salarial, la totalidad de salarios caídos, el retiro de los cargos contra los huelguistas y el reconocimiento de Gómez Urrutia como su dirigente ante los patrones, entre otras cosas, dándole quince días al gobierno federal para reconocer a Gómez Urrutia.
La sociedad mexicana es altamente volátil. La lucha del sindicato minero, especialmente la huelga, todavía en curso, de los obreros de Sicartsa en Lázaro Cárdenas, Michoacán, es el estallido más importante de lucha de clases en al menos una década, y su resultado marcará una pauta para las luchas obreras en el futuro inmediato. El Grupo Espartaquista de México se solidariza plenamente con la lucha de los mineros y metalúrgicos. Nosotros decimos: ¡gobierno, manos fuera del sindicato minero! ¡Victoria a los paros mineros! Repudiamos el sangriento ataque policiaco contra los obreros de Sicartsa del 20 de abril, que cobró la vida de dos jóvenes obreros. Nos solidarizamos con sus familiares, amigos y compañeros, así como con los de los 65 mineros caídos en la tragedia de Pasta de Conchos, ocasionada por la insaciable sed de ganancias de los patrones chupasangre.
La lucha del SNTMMSRM (Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana) sucede en el contexto de la contienda electoral del 2 de julio. Los espartaquistas no tomamos parte en esta contienda, pues ninguno de los candidatos representa los intereses de la clase obrera. El PAN, el PRI y el PRD son partidos burgueses avocados a la perpetuación del brutal sistema de explotación capitalista. Luchamos por construir un partido obrero revolucionario, siguiendo el ejemplo de los bolcheviques de Lenin y Trotsky, para luchar por la revolución proletaria.
Para nadie es un secreto que el PAN es el partido histórico de la reacción católica, formado por neocristeros con una fuerte motivación ideológica abiertamente antiobrera. El PRD burgués, por su parte, posa como amigo de los obreros y los oprimidos. La sociedad mexicana está hoy altamente polarizada en torno a la disyuntiva entre el “neoliberalismo” cristero del PAN y el populismo nacionalista del PRD, con el PRI dividido entre ambas ideologías. La convulsiva lucha de los mineros refleja el hartazgo generalizado entre los obreros con las brutales políticas económicas hambreadoras y descaradamente antiobreras de las últimas dos décadas. Pero el “neoliberalismo” y el populismo no son más que dos formas alternativas de administrar el capitalismo. Independientemente de sus diferencias, cada una conlleva necesariamente la explotación y la represión de las masas.
La burguesía entera está preocupada por la amenaza de estallidos sociales ante la creciente polarización social en la víspera de la contienda electoral, y ha estado trabajando tiempo extra para eliminar los llamados “focos rojos”. Apenas dos semanas después del sangriento ataque a los obreros de Sicartsa, los tres principales partidos de la patronal volvieron a unirse en la salvaje represión por parte de al menos 3 mil 500 policías contra los campesinos de Atenco, con un saldo de dos jóvenes muertos, más de doscientos arrestados y decenas de heridos, muchos de gravedad, así como repugnantes casos de violación y otras vejaciones por parte de la policía contra los arrestados.
Los mineros le dan duro a la patronal
La lucha del sindicato minero comenzó cuando el gobierno y los patrones, enfrentando la ira de los familiares y compañeros de los mineros fallecidos en Pasta de Conchos, trataron de alejar la atención de sí mismos y fueron tras el sindicato, destituyendo a su dirigente, Napoleón Gómez Urrutia, e instalando a su propio títere, Elías Morales. La respuesta del sindicato fueron los paros escalonados de 40 horas a través de toda la república y, posteriormente, el paro iniciado el 2 de abril en Sicartsa y Mittal en Lázaro Cárdenas, junto con otras huelgas en Nacozari, Sombrerete, Taxco y otros lugares.
La Sección 271 del sindicato minero en Lázaro Cárdenas tiene ya una larga historia de combatividad. En 2001, por ejemplo, la empresa trató de desbandar la sección y formar un sindicato blanco. Los obreros eligieron un nuevo comité ejecutivo opuesto al apoyado por la empresa y realizaron plantones. La empresa envió a los granaderos a desalojar a los obreros y, como sucedió nuevamente hace poco, con el apoyo de la población los obreros hicieron que la policía terminara echándose a correr. Apenas el año pasado esta misma sección se fue a huelga en lucha por sus propias demandas económicas y por la sindicalización de sus compañeros en Apodaca, Nuevo León, bastión del “sindicalismo” blanco panista al que están acostumbrados los patrones Villarreal.
Lázaro Cárdenas es un puerto eminentemente industrial de unos cien mil habitantes, centrado en las plantas siderúrgicas y los muelles, principalmente relacionados con éstas. Además de Sicartsa hay otra planta metalúrgica, Mittal, de capital indio, ambas organizadas por la Sección 271 del SNTMMSRM. El complejo siderúrgico del Grupo Villacero, centrado en Monterrey y con plantas en diversas partes del país, incluyendo una aquí en Tultitlán, es el más importante de América Latina y el de más bajo costo de producción. Según nos dijo un obrero, estas plantas exportan diversos productos de acero a EE.UU., Corea del Sur, Japón y China. Otro obrero nos dijo que los Villarreal eran meros prestanombres de Salinas. Fue éste tipo quien privatizó Sicartsa, regalándosela a los Villarreal por 170 millones de dólares, siendo que los ingresos de la empresa suman unos 2 mil 500 millones de dólares al año. Aparentemente, los Villarreal ni siquiera han terminado de pagar la compra de la empresa.
La lucha de los mineros-metalúrgicos es un ejemplo nítido de por qué los comunistas basamos nuestra perspectiva en la clase obrera; es una muestra del antagonismo constante entre los intereses de la burguesía y del proletariado y de la fuerza social de éste último. La industria metalúrgica es una de las más estratégicas del país, junto con la petrolera y los servicios básicos como electricidad y transportes. Al momento del ataque policiaco contra los obreros de Sicartsa, las pérdidas por el paro en esa empresa se estimaban en unos 80 millones de dólares. 75 por ciento de las ramas industriales del país está relacionado con el sector acerero. Los estudiantes y los campesinos pobres son muy combativos, pero es obvio que simplemente no tienen poder social. La posición de la clase obrera como la encargada de echar a andar todas las ramas de la economía capitalista le da el poder de paralizarla.
Hicimos dos viajes a Lázaro Cárdenas el mes pasado. El primero fue una semana antes del ataque policiaco. De inmediato encontramos muchas ilusiones en el PRD burgués. Aun así, los obreros se mostraron muy abiertos e interesados en nuestra revista, de la cual distribuimos decenas de ejemplares junto con cientos de copias de nuestra declaración del 11 de marzo, “¡Gobierno, manos fuera del sindicato minero!” Uno de los obreros nos dijo que si había represión contra su paro, vendría del gobierno federal, pues Cárdenas Batel había prometido no enviar a la policía.
Regresamos a Lázaro Cárdenas unos días después del ataque policiaco. Las inmediaciones de Sicartsa asemejaban un campo de batalla. Al menos 800 elementos de varias corporaciones policiacas, incluyendo la estatal de Cárdenas Batel y la PFP, llegaron la mañana del jueves 20 de abril. Con armas de fuego, gas lacrimógeno y a macanazos lograron desalojar a los obreros. Unas dos horas después, todos los obreros (incluyendo de Mittal) junto con parte importante de la población local se concentraron en la entrada principal de la planta con trocas llenas de piedras. Algunos obreros se montaron en los diversos y gigantescos camiones de minería —palas mecánicas, pipas y camiones de volteo— para defenderse de la embestida policiaca. Tras algunas horas de batalla campal, lograron repeler a la policía y recuperar el control de la planta, con el costo de dos obreros muertos.
Los gobiernos federal y estatal habían dicho que los policías iban desarmados. Tras verse obligados a reconocer que iban armados, el gobierno afirmó que tenían órdenes de disparar “sólo a los pies”. Aun esta macabra burla fue refutada por los sangrientos hechos. Los obreros muertos recibieron balazos en la cabeza. Los obreros nos dijeron que llenaron una cubeta, de 19 litros de capacidad, con casquillos. El periódico de la sección sindical incluye una fotografía de numerosos casquillos de escopeta, pistolas de mano y rifles de asalto.
Había un cambio notable en la percepción del PRD. La mayoría de los obreros con los que hablamos ya no defendía al PRD contra nuestra oposición marxista a éste, sino que escuchaba en silencio. Muchos nos daban la razón. Tras explicarle la necesidad de la revolución socialista, uno respondió: “Sí, la burguesía sólo entiende a chingadazos.” La brutal represión llevada a cabo por el PRD y el PAN estremeció las ilusiones de los obreros en el PRD, pero sería iluso pensar que las destruyó. La conciencia de la mayoría de los obreros claramente se mantiene dentro del marco burgués del populismo.
El populismo nacionalista: Trampa mortal para los obreros
Los hechos en Atenco y Lázaro Cárdenas han mostrado que las ilusiones en los populistas burgueses son, literalmente, suicidas. Tras décadas de brutal “neoliberalismo”, en años recientes ha habido un viraje a través de América Latina de regreso al viejo populismo nacionalista que alguna vez representó prominentemente el PRI. Este viraje no es anticapitalista sino que, al contrario, refuerza las ataduras de la clase obrera a sus explotadores. El objetivo del PRD es estabilizar el evidentemente volátil régimen capitalista mexicano y renegociar los términos de su subordinación al imperialismo, tratando de obtener unas cuantas migajas más de la mesa de sus amos en la Casa Blanca.
Debido a la debilidad de la lacaya burguesía mexicana respecto a sus amos y la fuerza de la clase obrera, el ala de la burguesía mexicana representada por el PRD y en parte por el PRI requiere el apoyo de la clase obrera para alcanzar sus objetivos, y por ello trata de presentarse ocasionalmente como su amiga, otorgándole algunas concesiones. A pesar de las diferencias en la retórica que utilizan, AMLO, Hugo Chávez y Evo Morales son esencialmente lo mismo y persiguen el mismo fin: engatuzar a las masas (ver artículo en página 24).
¡Por la revolución permanente!
Basamos nuestro programa en la perspectiva de la revolución permanente formulada por el bolchevique León Trotsky. En la época del imperialismo, no existe ninguna ala “progresista” de la burguesía. Los gobernantes capitalistas de países industrialmente atrasados como México están totalmente subordinados a sus amos imperialistas y son incapaces de conseguir incluso las demandas democráticas burguesas elementales, como la emancipación nacional. Erigiéndose como el caudillo de todos los oprimidos, la clase obrera es la única capaz de romper el yugo imperialista, sacar a los campesinos del abismo de miseria e ignorancia en que se encuentran, sentar las bases para la emancipación de la mujer, otorgar plenos derechos democráticos a los homosexuales, etc. La forma de conseguirlo es la revolución socialista: la destrucción del estado burgués y la construcción de un estado obrero basado en la propiedad colectiva de los medios de producción y la planificación económica.
El instrumento esencial para lograr una revolución socialista es el partido de vanguardia leninista-trotskista, como el de los bolcheviques. Fusionando a los intelectuales desclasados dispuestos a luchar por la causa del proletariado con los obreros más avanzados, este partido debe componerse de revolucionarios profesionales que lleven la conciencia revolucionaria a la clase obrera; debe actuar como la memoria histórica de ésta, llevándole las lecciones de la historia de la lucha de clases mundial. Este partido debe construirse combatiendo todo tipo de influencia ideológica burguesa en la clase obrera, luchando, esencialmente, por su independencia política.
La posición marxista respecto a los sindicatos
En la época imperialista, los sindicatos se vinculan cada vez más estrechamente con el poder estatal y tienden a funcionar como organizaciones de subordinación y disciplina de la clase obrera, sirviendo como un instrumento auxiliar del capitalismo. Escribiendo en 1940, poco antes de ser asesinado por un esbirro de Stalin, Trotsky explicó este fenómeno en “Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista” (1940):
“Como el capitalismo imperialista crea en las colonias y semicolonias un estrato de aristócratas y burócratas obreros, éstos necesitan el apoyo de gobiernos coloniales y semicoloniales, que jueguen el rol de protectores, de patrocinantes y a veces de árbitros. Ésta es la base social más importante del carácter bonapartista y semibonapartista de los gobiernos de las colonias y de los países atrasados en general. Ésta es también la base de la dependencia de los sindicatos reformistas respecto al estado.”
Así, la lucha por la democracia interna y por la independencia de los sindicatos respecto al estado no pueden ser separadas de la lucha por una dirección revolucionaria —el forjamiento de un partido de vanguardia—.
Hoy día los sindicatos están dirigidos, sin excepción, por burocracias procapitalistas. Los dirigentes de la CTM y el CT han apoyado a Fox en el ataque contra el sindicato minero y respaldaron al esquirol Elías Morales. Los dirigentes sindicales obtienen sus privilegios de su posición al frente de las organizaciones obreras, y hoy algunos están viendo esta posición amenazada por el gobierno. Por primera vez, este Primero de Mayo marcharon los mal llamados sindicatos “independientes” con sindicatos afiliados al PRI, incluyendo al SNTMMSRM. Aunque los sindicatos mal llamados “independientes” son, de hecho, más democráticos, sus burócratas, casi siempre leales al PRD, atan a la clase obrera a los patrones sobre todo mediante la ideología nacionalista e ilusiones en la reforma “democrática” del estado capitalista. Los marxistas revolucionarios buscamos que la clase obrera sustituya a todas estas direcciones burocráticas y procapitalistas con direcciones basadas en un programa de independencia política proletaria y oposición a todos los partidos burgueses.
Nos oponemos a cualquier intromisión del estado en los sindicatos, aun los más burocráticos. El interés de los capitalistas y su estado es atarlos, debilitarlos y, si pueden, destruirlos de plano. La clase obrera debe limpiar su propia casa. Como parte de nuestra lucha por la completa independencia de los sindicatos respecto al estado capitalista, nos oponemos también a toda la legislación que los ata al estado: el arbitraje obligatorio, la “toma de nota”, el control de las cuotas de los afiliados por el estado. Llamamos por: ¡gobierno, manos fuera del sindicato minero! ¡Abajo los cargos contra Napoleón Gómez Urrutia! ¡Libertad inmediata a Indalecio Pérez Morones! ¡Abajo los cargos contra todos los obreros paristas!
Quisiera hacer un paréntesis para explicar una analogía clásica del marxismo que hizo Trotsky refiriéndose a los sindicatos y el estado obrero degenerado soviético. Como Trotsky escribió hace más de medio siglo, “En el último análisis, el estado obrero es un sindicato que ha tomado el poder” (En defensa del marxismo, 1939). Los trotskistas comprendimos siempre el carácter de clase de la URSS como un estado obrero y, por lo tanto, la defendíamos contra el imperialismo y la contrarrevolución a pesar de las políticas reaccionarias de la burocracia estalinista dirigente. Hoy defendemos a los estados obreros, nacidos deformados, que aún quedan: Cuba, China, Vietnam y Corea del Norte. Defender a estos estados es un deber del proletariado mundial, y el futuro de China en particular es de suma importancia para el porvenir de la lucha de clases al nivel global. De igual forma, defendemos a los sindicatos contra la patronal a pesar de las burocracias procapitalistas que los dirigen. Y así como luchamos por una dirigencia clasista y anticapitalista en los sindicatos, luchamos por revoluciones políticas proletarias en los estados obreros deformados que hoy siguen existiendo para echar a los burócratas estalinistas y remplazarlos con regímenes basados en la democracia obrera y el internacionalismo revolucionario.
En realidad no hace falta ser marxista para defender a los sindicatos contra el estado. Sólo se requiere una conciencia de clase elemental. Sin embargo, esta línea básica nos ha ganado vociferantes recriminaciones del Grupo Internacionalista (GI), que, como el “delegado zero”, refleja y busca explotar los prejuicios pequeñoburgueses antisindicales imperantes en el medio estudiantil y en el muy mal llamado “anticapitalista”. Según el GI, los sindicatos priistas, incluido el SNTMMSRM, no son organizaciones obreras, sino “el enemigo de clase” (El Internacionalista/Edición México No. 1, mayo de 2001). También sostiene que “El hecho es que las federaciones corporativistas del PRI son tan sindicatos obreros como los sindicatos blancos patrocinados por el derechista PAN; por el contrario, son aparatos para el control burgués de los trabajadores” (The Internationalist No. 11, verano de 2001). Así, el GI descarta con un movimiento de la mano a poderosísimos sindicatos como el minero-metalúrgico o el petrolero, identifica a las bases con sus dirigencias y se niega a defender a estos sindicatos contra los ataques del estado. La lucha de clases le ha dado una bofetada al GI, y no ha podido salir de su estupor.
En su publicación más reciente (suplemento especial de El Internacionalista, mayo de 2006), lo más que llega a decir es que esta lucha “se trata de un ajuste de cuentas dentro del régimen”, es decir, una pugna interburguesa, que de alguna manera extraordinaria “incide sobre los trabajadores, por lo que hay que movilizarse para rechazar este golpe de fuerza del gobierno”. La citada publicación del GI incluye dos artículos sobre el sindicato minero, en los que da un recuento de las traiciones de las burocracias priistas durante el último medio siglo y estúpidamente pone un signo de igual entre la empresa y el gobierno, por un lado, y el sindicato, por el otro. Mientras que lanza consignas pomposas como “¡Huelga nacional contra el gobierno asesino!”, conspicuamente ausente, en 10 páginas a dos columnas, está cualquier consigna elemental exigiendo que el estado saque las manos del sindicato minero, algún llamado por la victoria de los paros mineros, cualquier exigencia de que se retiren los cargos contra cualquiera de los paristas y dirigentes bajo acusaciones estatales, incluyendo a Gómez Urrutia. Si el GI fuera honesto, diría abiertamente que no defiende al sindicato ni sus paros. Huelga decir que la del GI es una posición rompesindicatos indigna ya no digamos de quien se reclama “marxista”, sino de cualquier militante sindical decente.
Como Trotsky explicó en “Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista”:
“Se trata esencialmente de luchar para ganar influencia sobre la clase obrera. Toda organización, todo partido, toda fracción que se permita tener una posición ultimatista respecto a los sindicatos, lo que implica volverle la espalda a la clase obrera sólo por no estar de acuerdo con su organización, está destinada a perecer. Y hay que señalar que merece perecer.”
La clase obrera necesita su propio partido para luchar por la revolución proletaria, pues ésta es la única solución a los problemas de las masas explotadas, pauperizadas y oprimidas. No hay atajos. Los espartaquistas nos basamos en la experiencia fundamental de toda la historia de la lucha de la clase obrera: la Revolución de Octubre. Y nuevos Octubres alrededor del mundo son nuestro objetivo. Los invitamos pues a estudiar nuestra prensa y los clásicos del marxismo y discutir con nosotros. Si están de acuerdo con esta perspectiva, únanse a nosotros en la lucha por la emancipación de la clase obrera, pues ésta significa la emancipación de la humanidad entera.