Workers Vanguard No. 1173

3 April 2020

 

Demócratas y republicanos: ¡más que culpables!

La anarquía capitalista aviva la pandemia de COVID-19

¡Por una economía planificada bajo un gobierno obrero!

We publish below a Spanish translation of an earlier Workers Vanguard article, “Capitalist Anarchy Fuels COVID-19 Pandemic” (No. 1172, 20 March).

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El siguiente artículo ha sido traducido de Workers Vanguard No. 1172, 20 de marzo.

16 DE MARZO—La pandemia de COVID-19 ha evidenciado claramente la patología del capitalismo estadounidense. Alrededor de 30 millones de trabajadores carecen de licencias por enfermedad. Un tercio de la población carece por completo de seguro médico o tiene uno inadecuado. Los hospitales ya no tienen camas de cuidado intensivo ni ventiladores para lidiar con la epidemia, y se niega el equipo de protección más básico al personal médico porque mantener los inventarios no deja ganancias. De quienes se han visto expuestos al virus, sólo una pequeña minoría ha sido sometida a pruebas, lo que ha hecho que se trasmita más rápidamente entre la población. El sistema de salud estadounidense, orientado enteramente al lucro, proporciona servicios de alta calidad solamente a los ricos, mientras que entrega a millones de obreros, las masas de los barrios y los guetos, y a los pobres rurales a enfermedades y muertes prevenibles. Es el epítome de un sistema económico basado en la explotación del trabajo y la opresión racial.

Para los partidos capitalistas Demócrata y Republicano, la gente que sufre por el coronavirus no es más que un instrumento de manipulación política en tiempos electorales. Los demócratas y sus lacayos de la burocracia sindical quieren hacernos creer que la expansión de la enfermedad se debe únicamente a la incompetencia y las mentiras de la Casa Blanca de Trump. Pero los demócratas son igual de culpables. Los dos partidos se alternan en la administración del gobierno: el comité ejecutivo de la clase capitalista en el poder. Ambos han librado una guerra contra la subsistencia de los trabajadores, atacando a los sindicatos y las prestaciones de salud que fueron conquistadas a través de arduas luchas. Ambos han supervisado el deterioro de los hospitales y del sistema de salud pública, al servicio de un sistema que jamás ha dado más que el mínimo indispensable para garantizar un suministro suficiente de obreros que explotar. Los partidos capitalistas tienen sus prioridades, y éstas están contrapuestas directamente a la salud y el bienestar de los trabajadores.

Al principio, cuando la cuarentena y otras medidas similares basadas en las pruebas necesarias hubieran podido contener el coronavirus, las autoridades pusieron un obstáculo tras otro. Ahora, tratan de aprovechar la situación para incrementar la represión estatal. Con el gobernador demócrata de Nueva York, Andrew Cuomo, a la cabeza, siete estados (hasta la fecha) han movilizado a la Guardia Nacional con el pretexto de limpiar los espacios públicos y repartir comida. En 2005, tras el huracán Katrina, la Guardia Nacional fue enviada a Nueva Orleáns, supuestamente para rescatar gente. Pero lo que en realidad hizo fue reprimir, junto con la policía local y estatal, a los miles de desesperados residentes mayoritariamente negros. En palabras de la gobernadora demócrata de Luisiana, Kathleen Blanco, la Guardia Nacional estaba preparada para “tirar a matar”. El día de ayer, Cuomo exigió a Trump que movilice al ejército a nivel nacional. El objetivo es acostumbrar a la población a la presencia militar en caso de haber descontento social. Nosotros decimos: ¡Fuera la Guardia Nacional ahora!

Trump ha declarado una emergencia nacional, poniendo a la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) a cargo de ayudar a las autoridades locales y estatales. Pero no se confundan: la FEMA, que es operada por el Departamento de Seguridad Nacional, no es una institución humanitaria, sino una agencia de represión creada en el contexto de los preparativos militares antisoviéticos de la década de 1980. Trump también ha anunciado la suspensión de vuelos desde Europa. Nos oponemos a las prohibiciones de viajar a EE.UU. En nuestro número anterior, señalamos que la opinión médica estaba dividida respecto a la utilidad de estas prohibiciones para limitar la transmisión en las primeras etapas y, por eso, no tomamos una posición a favor o en contra entonces (“China Mobilizes to Contain Coronavirus” [China se moviliza para contener el coronavirus], WV No. 1171, 6 de marzo). Ahora que el COVID-19 se ha extendido por todo EE.UU., no hay justificación médica para las prohibiciones. Por el contrario, sirven para buscar un chivo expiatorio con fines nacionalistas y chovinistas, como ya se ha visto en el incremento del rabioso racismo contra los asiáticos, que se ha expandido junto con el coronavirus.

Los trabajadores están furiosos y frustrados de tener que pagar el precio de la crisis del COVID, desde condiciones de trabajo inseguras en los hospitales hasta un número creciente de despidos en todo el país. La cuestión es cómo luchar. La clase obrera tiene un enorme poder social potencial porque es su trabajo lo que hace funcionar a la sociedad y porque es central para la producción, lo que le da la posibilidad de detener el flujo de ganancias. Ese poder debe usarse para luchar por las necesidades candentes de los explotados y los oprimidos, como parte de la lucha por arrancar la riqueza productiva de la sociedad de las manos de la clase explotadora. La clave es romper las cadenas políticas que mantienen a los obreros atados al estado capitalista y sus partidos políticos. Lo que se necesita es un partido obrero capaz de dirigir la lucha por una revolución socialista que barra con el estado capitalista y lleve a los obreros al poder. La construcción de una economía colectivizada y planificada permitiría a un gobierno obrero movilizar los recursos necesarios para satisfacer las necesidades de la gente, incluyendo medidas para disminuir el número de víctimas por enfermedades contagiosas.

Los obreros en la primera línea

El funcionamiento cotidiano del sistema capitalista de ganancias pone la atención médica decente fuera del alcance de la vasta mayoría. En Estados Unidos, decenas de miles mueren de influenza cada año porque el sistema no da atención médica a los más vulnerables ni asegura que todos estén vacunados. Si bien la gran mayoría de quienes contraigan el COVID-19 tendrán síntomas leves cuando mucho, los ancianos y la gente con condiciones subyacentes, como diabetes o enfermedades pulmonares, corren un riesgo severo. El virus representa un peligro particular para aquéllos que viven al fondo de la racista sociedad estadounidense —las masas de las zonas marginales, los indigentes y los presos—, donde las enfermedades proliferan como resultado de la pobreza y la opresión. La vasta mayoría de la población negra, cuya opresión es integral a los cimientos del capitalismo estadounidense, debe navegar a través de esta crisis mientras lidia con la ausencia casi total de atención médica y de ahorros, condiciones agravadas por su segregación forzada.

La misma clase dominante que ha estado diciéndole a la gente que trabaje desde casa a través del ciberespacio, no tiene más que desprecio por quienes realizan el trabajo presencial que mantiene las cosas funcionado. Los trabajadores del transporte, que lidian directamente con el público, nos han dicho que los patrones están acaparando equipo de seguridad y productos de limpieza. Las agencias de trasporte que siempre han pasado por alto la suciedad de los autobuses y los trenes, hoy se rehúsan a contratar más personal de limpieza que los desinfecte contra la transmisión del coronavirus. La preocupación de los patrones por las ganancias pone en riesgo tanto a los obreros como al público.

En el hospital EvergreenHealth de Kirkland, Washington, uno de los primeros epicentros de la enfermedad, se obligó a los enfermeros contagiados a romper la cuarentena para cuidar a los pacientes dada la falta de personal, que es producto de los brutales recortes previos. En todo el país, los enfermeros y los técnicos hospitalarios se quejan amargamente de no recibir la capacitación necesaria para tratar a pacientes que han dado positivo, así como del estricto racionamiento de los tapabocas N95 y demás equipo de protección. Clave para combatir las epidemias es proteger las vidas y la salud del personal médico. Esas vidas están en riesgo por la sed de ganancias de la industria médica.

Ante la criminal negligencia de los patrones, la respuesta de la burocracia sindical ha sido, como siempre, voltear hacia las agencias del estado burgués y los demócratas. El sindicato nacional de enfermeros, National Nurses United (NNU), organizó mítines este mes en protesta contra los Centros para el Control de Enfermedades por haber debilitado las normas de seguridad y por la falta de equipo de protección. La dirección del NNU vio estos mítines como parte de su esfuerzo para canalizar el descontento de los obreros hacia la trampa del Partido Demócrata.

Junto con otros burócratas sindicales, los líderes del NNU están impulsando un proyecto de ley demócrata en el congreso que pondría a la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA) a cargo de los protocolos de seguridad en los centros de trabajo. El propósito de esta agencia gubernamental es proteger a los patrones, por más jalones de orejas que ocasionalmente pueda darles a las compañías más asquerosamente negligentes. Lo que no hace es defender a los trabajadores. Esa labor le corresponde a los sindicatos. La misma ley supuestamente promete licencias por enfermedad. De hecho, lo que ofrece es temporal, limita el monto del pago y tiene tantas limitantes que deja fuera a la mayoría de los trabajadores. La prioridad del congreso es rescatar a las compañías y estabilizar los mercados financieros. Esto nos remonta directamente a la ayuda financiera que el gobierno de Obama concedió a los bancos y los gigantes automotrices tras la crisis económica de 2007-08.

Para los líderes sindicales, el principal punto del orden del día es remplazar a Trump por un demócrata. La última vez que los demócratas estuvieron en la Casa Blanca, las dirigencias sindicales apoyaron ávidamente la Affordable Care Act (ACA) de Barack Obama. Nosotros nos opusimos a esta fraudulenta “reforma”, cuyo objetivo era enriquecer más a las grandes compañías de atención médica y de seguros y facilitar a la patronal el ataque a los planes de salud sindicales. La carísima y precaria cobertura de la ACA condujo a la situación actual, en la que decenas de millones carecen totalmente de seguro o el que tienen es inadecuado, y así deben enfrentarse al COVID-19.

El movimiento obrero debe luchar, comenzando por establecer el control sindical de condiciones seguras de trabajo. Eso incluye una capacitación real para tratar el COVID-19, personal adicional para las operaciones de limpieza con salarios sindicales y suministros adecuados de equipo de protección. Los sindicatos deben exigir licencias de enfermedad totalmente pagadas y por el tiempo que sea necesario y pago completo a quienes se queden sin trabajo, incluyendo los maestros sustitutos, y a quienes tengan que quedarse en casa para cuidar a los niños, una necesidad acentuada por el cierre de las escuelas en todo el país. En las escuelas que continúen abiertas, los maestros y el personal deben tener acceso gratuito a las pruebas del virus, como debería tenerlo todo el mundo, y deben llevarse a cabo toda una gama de medidas de higiene y seguridad.

El movimiento obrero debe luchar por empleos sindicalizados para lidiar con el coronavirus y sus efectos en la sociedad. ¡Sindicalizar a los no sindicalizados! Los sindicatos se deben apoyar en su propio poder, incluyendo, de ser necesaria, la acción huelguística. Una ola de huelgas acaba de estallar en la muy golpeada Italia, que incluye a los obreros metalúrgicos de la planta Ilva de Puglia, muchas plantas de la Fiat Chrysler y los almacenes centrales de Amazon. Los obreros están protestando contra la falta de equipo de protección y llamando por medidas de seguridad e higiene, así como por un alto a toda la producción no esencial.

¡Luchemos por un futuro socialista!

Miles de trabajadores están perdiendo sus empleos, al mismo tiempo que hay una necesidad apremiante de construir instalaciones médicas y proveerlas de personal, así como de manufacturar equipo de seguridad, llevar a cabo operaciones masivas de limpieza y distribuir alimentos y otras mercancías. Estas tareas plantean una lucha más amplia contra el sistema capitalista que creó las condiciones subyacentes que hicieron del COVID-19 una crisis social. Para comenzar a reconstruir la devastada infraestructura del país, en particular los derruidos hospitales y las escuelas en mal estado, hace falta un programa masivo de obras públicas. El trabajo disponible debe repartirse equitativamente para responder a los despidos y al desempleo sistémico: ¡Semanas de treinta horas con salarios de cuarenta horas! Una lucha como ésa resonaría fuertemente entre los desposeídos de esta sociedad, principalmente entre la empobrecida población negra en los guetos. Para avanzar, la clase obrera debe luchar por la liberación de los negros, combatiendo las divisiones raciales que los gobernantes capitalistas fomentan para dividir a la clase obrera y debilitar su capacidad combativa.

La lucha por empleos bien pagados para todos y otras demandas vitales de los obreros y los desempleados desafiarían directamente al sistema de producción para la ganancia. También enfrentaría el obstáculo de la burocracia sindical, que apoya la rentabilidad y el “interés nacional” del capitalismo estadounidense. Los obreros necesitan una nueva dirección clasista que rompa la subordinación de los sindicatos al Partido Demócrata. Una dirección así tendría por consigna lo que León Trotsky escribió en el Programa de Transición de 1938, documento fundacional de la IV Internacional: “Si el capitalismo es incapaz de satisfacer las reivindicaciones que surgen infaliblemente de los males por él mismo engendrados, no le queda otra que morir”. Nuestro objetivo es construir un partido obrero revolucionario multirracial que conduzca a todos los explotados y los oprimidos a barrer con el dominio capitalista y establecer un estado obrero.

Un gobierno obrero expropiaría a la clase capitalista, particularmente las corporaciones de hospitales y las grandes farmacéuticas chupasangre. Inmediatamente establecería un sistema de salud socializado: atención médica de calidad para todos, gratuita en el punto de servicio. La atención médica universal y gratuita fue un gran logro del estado obrero que surgió de la Revolución de Octubre rusa de 1917 y que procedió a desarrollar una economía colectivizada y planificada. Pese a que la revolución degeneró bajo la burocracia estalinista, los trabajadores soviéticos tuvieron la atención médica, la vivienda y el empleo garantizados hasta que la contrarrevolución capitalista destruyó al estado obrero en 1991-92.

China, el más grande de los estados obreros burocráticamente deformados que subsisten, ha demostrado la superioridad de una economía colectivizada por sobre la anarquía capitalista en su manejo del COVID-19, pese a los errores y el encubrimiento iniciales de funcionarios estatales. En Wuhan se construyeron dos hospitales nuevos en dos semanas y se movilizó a más de 41 mil personas, entre médicos y personal de apoyo, de toda China. Con la propagación del virus bajo control y las fábricas comenzando a reabrirse, Beijing está enviando personal médico para ayudar a Italia.

Una economía internacionalmente planificada, basada en el poder de consejos obreros, liberaría las fuerzas productivas para hacer de este planeta un lugar decente para todos. Eso incluye especialmente a los países neocoloniales de hoy, donde el sistema capitalista-imperialista asegura que medidas básicas de salud pública como las vacunas y el agua potable estén fuera del alcance de cientos de millones. El propósito de la Spartacist League/U.S. y nuestros camaradas de la Liga Comunista Internacional es forjar los partidos de vanguardia necesarios para luchar por un futuro socialista.