Ciudad Juárez: Capitalismo y terror misógino

Obreros: ¡Luchar por los derechos de la mujer!

Se adjunta una corrección

Reproducido de Espartaco No. 21, otoño-invierno de 2003.

En la última década y media, alrededor de 500 mujeres jóvenes han desaparecido en Ciudad Juárez, México; entre estos casos 370 son homicidios registrados que presentan un patrón donde se tortura, mutila, viola, quema y/o estrangula a la víctima. La mayoría eran morenas, delgadas, con cabello largo. Muchas trabajaban en maquiladoras. Varios grupos de familiares de las víctimas se han organizado para intentar encontrar a las desaparecidas y no dejar que sean olvidadas. El informe reciente de Amnistía Internacional, así como varios libros que se han publicado, han detallado la negligencia por parte del gobierno y la policía en la investigación de estos crímenes. Por fin, después de ser aclamado en Europa y en partes de América, el poderoso documental Señorita Extraviada producido por Lourdes Portillo en 2001 se pudo ver por la televisión mexicana en septiembre.

La fronteriza Ciudad Juárez, en el estado de Chihuahua, es conocida por estos brutales crímenes antimujer, pero desgraciadamente lo que ocurre ahí no es singular. Artículos en distintos periódicos locales de las zonas maquiladoras en el norte del país e incluso en urbes como Monterrey testifican que se han presentado varios casos semejantes a los que comenzaron y siguen registrándose en Juárez. El 15 de septiembre La Jornada informó que "los homicidios de mujeres jóvenes y pobres, con rastros de violación sexual, se multiplican en Argentina, el sur de España y Guatemala. La impunidad es norma y las respuestas oficiales van de la ineficacia a los indicios de complicidad."

Ha habido una serie de declaraciones acerca de las muertas de Juárez, ¡culpando a las jóvenes por lo que les pasa! Francisco Barrio, ex gobernador de Chihuahua y actual coordinador de la bancada del PAN en la cámara de diputados, dijo que las matanzas ocurren porque "las muchachas se mueven en ciertos lugares, frecuentan a cierto tipo de gentes [sic]". Jorge López Molinar, ex subprocurador de justicia de Chihuahua, dijo que la posible solución sería que "se autoaplicara un toque de queda". El 27 de septiembre un hombre encontró el cuerpo de una mujer que había sido estrangulada con la correa de un bolso; estaba semidesnuda, con el pantalón y la pantaleta debajo de las rodillas y la blusa arriba de los senos. El cuerpo era de Erika Pérez de 29 años. El procurador de justicia de Chihuahua, José Silva Solís, ¡declaró que "no fue atacada sexualmente y murió por sobredosis"!

Cualquiera que conozca algo de México sabe que el machismo reina en este país de explotación y opresión capitalista. La iglesia inculca el papel sumiso de la mujer; no existe el derecho democrático al aborto; la violencia contra las mujeres se da en seis de cada diez hogares. La mujer obrera y campesina vive doblemente oprimida, como esclava de los esclavos.

Víctor Ronquillo en su libro Las muertas de Juárez (1999) describe el odio contra la mujer y nota que los asesinatos representan una amenaza para todas:

"La forma en que son abandonados los cuerpos, los rastros de tortura, los vestigios de un rito personal: el seno derecho cercenado y el pezón izquierdo arrancado a mordidas. El fuego que inmola a la víctima. Todo ello revela un mensaje cuyo primer destinatario son las próximas víctimas."

La franja fronteriza: Superexplotación imperialista

En 1960, Ciudad Juárez era una pequeña ciudad de 250 mil habitantes en la frontera con Estados Unidos. Hoy tiene una población de más de 1.2 millones de personas, atraídas por la posibilidad de empleos en las fábricas maquiladoras. Después de que se terminó el programa Bracero de EE.UU., que había funcionado como una válvula de escape para la crisis del desempleo en México, el gobierno mexicano abrió la primera zona de libre comercio en 1965. Inversionistas extranjeros que ponían una fábrica en México cerca de la frontera con Estados Unidos eran inmunes a aranceles (para las partes que importaban) y no tenían que pagar otros impuestos. Esto se extendió con el Tratado de Libre Comercio de 1994 que convirtió a todo México en fuente de enormes ganancias imperialistas basadas en el trabajo miserablemente remunerado de los obreros mexicanos. Las secciones mexicana, estadounidense y canadiense de la Liga Comunista Internacional escribimos en una declaración conjunta en 1991: "El TLC fortalecerá a la burguesía estadounidense contra sus rivales comerciales imperialistas, a la vez que someterá a las masas trabajadoras del continente a una mayor explotación. Llamamos a los trabajadores mexicanos, estadounidenses y canadienses a oponerse conjuntamente a este pacto antiobrero" (ver "Alto al TLC, rapiña a México por el imperialismo EE.UU." en Espartaco No. 2, verano-otoño de 1991).

El gobierno derechista y clerical de Fox y su pandilla de seminaristas asegura que México sea un lugar muy atractivo para la inversión extranjera y para los patrones chupasangre mexicanos mientras ataca los derechos de todos los trabajadores y los sectores de la sociedad especialmente oprimidos como los indígenas, las mujeres y los homosexuales. La privatización de las industrias nacionalizadas que busca Fox golpearía a millones con el hambre y el desempleo. La recesión económica ya ha causado el cierre de muchas maquiladoras y despidos en masa, especialmente en la zona fronteriza. Desde el año 2000 hasta la mitad del 2003 se perdieron 700 mil empleos (¡uno de cada diez!) en el sector manufacturero de México (El Norte, 1° de septiembre de 2003). Esto sucede en el contexto de la peor crisis de desempleo en seis años. Las mujeres, quienes en general ocupan los puestos menos calificados y fácilmente sustituibles, son las más afectadas.

La incorporación de la mujer a la clase obrera

Guillermina Valdez Villalva, fundadora del Centro de Orientación para la Mujer Obrera en Juárez dijo:

"Cuando las plantas llegaron a la ciudad, siempre esperamos que contratarían a los hombres desempleados. Pero muy pronto descubrimos que…mujeres jóvenes entre las edades de 16 y 21 años eran las únicas contratadas."

—citado en "Lucha de clases en los talleres de sudor globales", Women and Revolution No.34, primavera de 1988

El trabajo en las maquiladoras se caracteriza por ser mecánico y repetitivo. Lo que importa es tener dedos ágiles, ser joven y tener mucha necesidad para estar dispuesta a soportar lo peor. Un buen componente de las mujeres que trabajan en la frontera dejaron sus comunidades campesinas y/o indígenas con la esperanza de ya no estar sometidas al núcleo familiar, aunque suelen mandar parte del dinero que ganan a sus padres o hermanos. En la frontera también hay hombres y mujeres que trataron de cruzar a los EE.UU. para trabajar y no lo lograron o fueron deportados.

El libro de Sandra Arenal, Sangre Joven, recopila una serie de conversaciones con obreras que expresan fuerza y coraje acerca de sus experiencias al llegar a las maquilas. Se cuentan historias de supervisores que deciden desnudar al personal de vez en cuando para asegurarse de que nadie haya robado alguna de las prendas de ropa que cosen. Una obrera de la industria electrónica tiene que soldar en una jornada 2 mil piezas de tamaño apenas visible. Los dolores por movimientos repetitivos y enfermedades causadas por los materiales del trabajo son comunes.

"Mi hermana empezó a trabajar en SILVANIA el 30 de enero de 1974, de ahí pasó a TUBOS ELÉCTRICOS en 1981 y luego a la planta de la HONEYWELL de Juárez donde falleció. La causa de su enfermedad, según el hematólogo que la vio en el hospital fue que tenía una anemia en cuarto grado, provocada por la acetona que es la sustancia que ella venía manejando diariamente en su trabajo....¡Tenía solamente treinta años! Durante el sepelio supe que en esos mismos días había muerto otra operadora."

Una joven de 22 años que llevaba seis años en las maquilas dice haber "durado más que otras". Tiene dedos con deformaciones en los huesos y en las dos manos tiene un enorme callo de color café amarillento que va de la punta del dedo pulgar, por el dorso, casi hasta la muñeca. Mirando sus manos con tristeza, dice: "¡No me van a pagar mis manos!"

Los orígenes de la opresión de la mujer

En nuestro artículo "Explotación capitalista y terror antimujer" (Espartaco No. 13, otoño-invierno de 1999), donde analizamos los ataques en contra de las mujeres en la zona maquiladora de Ciudad Juárez, explicamos:

"Nosotros los comunistas luchamos por acabar con la opresión de la mujer, herencia del atraso social mantenido por la burguesía. Luchamos destacadamente por la igualdad plena para las mujeres y su total integración a la fuerza de trabajo. Llamamos por pago igual por trabajo igual y por el aborto libre, gratuito y seguro para quien lo solicite como parte de un sistema de salud gratuito y de calidad. Pero la erradicación de la opresión a la mujer requiere de un salto inmenso de desarrollo en las condiciones materiales existentes —y esto sólo puede lograrse mediante una revolución socialista, no sólo en México sino mediante la creación de una economía internacionalmente planificada basada no en la ganancia capitalista sino en la satisfacción de las necesidades de todos—. En otras palabras, la liberación de la mujer no puede llevarse a cabo aparte de la emancipación de la clase obrera."

Una de las ironías de la historia es que la opresión especial de la mujer se vincula con uno de los primeros avances sociales: el desarrollo de la tecnología más allá de lo necesario para la subsistencia mínima que caracterizaba a las sociedades de caza y recolección. La agricultura, el trabajo del metal, la domesticación de los animales y otros avances revolucionarios crearon la posibilidad de que existiera una clase dominante ociosa que viviera del trabajo de otros. La institución de la familia, que exige la monogamia y la esclavitud doméstica de la mujer, surgió para asegurar la herencia de la propiedad a través de la línea masculina. La ideología machista, propagada por la clase dominante mediante las instituciones gubernamentales, los medios y la religión, sirve para justificar la subyugación real de la mujer.

Con el crecimiento de la industria capitalista, la incorporación de la mujer a la mano de obra en las fábricas la saca de su aislamiento en la casa y provee un requisito para su emancipación: la participación en la producción social. Sin embargo, bajo el capitalismo, esto significa agregar la esclavitud asalariada a la esclavitud doméstica. La liberación completa de la mujer de esta opresión doble sólo se llevará a cabo remplazando a la familia con la socialización del trabajo doméstico. La expansión de las fuerzas productivas sentó la base para la socialización del trabajo doméstico, pero ésta no se llevará a cabo bajo el capitalismo porque la familia desempeña un papel económico importante para la burguesía. En un sistema socialista las cosas serían muy diferentes. La economía planificada permitiría remplazar las funciones económicas de la familia con guarderías de servicio las 24 horas del día, y lavanderías y comedores colectivos. ¡Liberación de la mujer mediante la revolución socialista!

El terror policiaco y las ilusiones en el estado

Lilia Alejandra tenía 17 años y era madre de un niño de tres años de edad. Trabajaba para la maquiladora Servicios Plásticos y Ensambles en Ciudad Juárez. Su cuerpo fue encontrado envuelto en una cobija el 21 de febrero de 2001 en un lote baldío sin iluminación que ella cruzaba todas las noches para regresar del trabajo a su casa. El médico forense explicó a los padres de la joven, cuando fueron a reconocer el cuerpo, que presentaba marcas de violencia física y sexual y que la causa de la muerte era estrangulación. El mismo día que Lilia Alejandra no regresó a su casa, los vecinos del lote baldío habían llamado a la policía para denunciar que una mujer estaba siendo golpeada y violada por dos hombres en un coche. Una patrulla llegó al lugar sólo después de que los vecinos hicieron una segunda llamada, y aún tardó más de una hora. El coche ya se había ido.

Diversas investigaciones y testimonios señalan el nefasto papel de los policías, los "fiscales especiales", y las agencias gubernamentales. Nos solidarizamos plenamente con los reclamos de justicia de los familiares de las víctimas y de organizaciones como las "Mujeres de Negro" y "Casa Amiga". El simple hecho de buscar algo de justicia le puede convertir a uno en blanco de ataque. Una secretaria de "Casa Amiga", que presta servicios de apoyo sicológico y realiza investigación sobre los crímenes, fue acribillada en las puertas de la oficina de la organización.

Pero la desesperación en la que viven los familiares de las mujeres desaparecidas y asesinadas en Ciudad Juárez, la indignación que sienten muchas personas alrededor del país y el temor entre las obreras de ser "una más" a menudo es canalizado hacia una de las más mortales ilusiones: la idea de que con más presencia policiaca los crímenes antimujer terminarán.

La solución no recae en presionar al estado —los destacamentos armados que una clase utiliza para mantener su poder hegemónico sobre otras— para que funcione mejor. Es necesario entender el papel social del estado capitalista en asegurar el dominio sobre la clase obrera. Una parte clave del dominio capitalista es la subyugación de la mujer; la violencia antimujer es inherentemente parte del capitalismo. Los policías, el ejército y los tribunales son y serán usados para romper las huelgas combativas que pongan en jaque a la burguesía y para perpetuar la opresión de la mujer.

Las Naciones Unidas, esa guarida de ladrones que mató a 1.5 millones de iraquíes con sus sanciones y preparó el ataque estadounidense, es ahora la excusa de "derechos humanos" para la expansión de la fuerza policiaca represiva en Juárez. La ONU envió una comisión a Juárez que ha recomendado que el FBI estadounidense entrene a policías mexicanos. Durante el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, el FBI trabajó en conjunto con los fascistas del Ku Klux Klan para matar a los que luchaban por esos derechos, incluyendo a cuatro jóvenes negras en una iglesia de Birmingham, Alabama, en 1963. Esto da una idea de cuán indecente es la noción de que estas agencias imperialistas podrían defender los derechos de la mujer.

En el documental Señorita Extraviada se entrevista a una mujer de nombre María, quien fue llevada junto con otras personas a la Cárcel de Piedra en Chihuahua, bajo cargos de disturbios en la vía pública. Ahí los policías la violaron y la llevaron a una celda clandestina. Al ser liberada los denunció y, aunque se capturó a los policías, jamás fueron sentenciados. A pesar de las amenazas de muerte que ha enfrentado, valientemente y con lágrimas en los ojos cuenta su experiencia en el cuartel policial:

"Luego ya me dice uno de ellos, ‘o qué ¿quieres que te llevemos a Lomas de Poleo?’...empieza a aventarme las fotos de muchachas: 'Míralas perra, míralas perra'.... Todos la llevaban arrastrando, por los matorrales...ahí la violan...las empiezan a golpear.... Se miran en las fotos que están así riéndose por lo que está haciendo el otro.... [A las mujeres] se les miraba así su cara...así de dolor, así de sufrimiento y se les miraba así, que lloraban y gritaban."

El propósito de la policía en su conjunto, independientemente del grado de corrupción moral de los individuos que la componen, es llevar a cabo la violencia y el terror que requiere la burguesía para mantenerse en el poder. Quienes luchan por la justicia social tienen que unirse al poder social de la clase obrera. Ninguna otra fuerza puede acabar con el capitalismo ni la opresión y violencia que genera. Nos oponemos a las apelaciones al estado burgués para incrementar las fuerzas policiacas. ¡Ninguna ilusión en el puño armado de la burguesía!

Estamos por el derecho a la autodefensa armada. Por supuesto, el derecho a portar armas no traerá la emancipación de la mujer, cuya opresión está profundamente enraizada en el sistema capitalista y sus instituciones fundamentales, y dicha emancipación sólo se logrará mediante la revolución socialista. Sin embargo, el derecho a portar armas hace una diferencia obvia en la capacidad que uno tiene para defenderse. Pero las leyes que existen en México y en otros países capitalistas acerca del "control" de las armas de fuego hacen que el monopolio de las armas esté en manos del ejército, la policía y los criminales. Y es precisamente a los policías y a los criminales que las mujeres de Juárez temen, no sólo por los asesinatos, sino también por el papel que desempeñan en oposición a la organización de las obreras en las maquiladoras.

La lucha por la emancipación de la mujer

Detener esta ola de terror está en el interés de la clase obrera y los oprimidos. Las mujeres forman el 30 por ciento de la clase obrera. Son un sector doblemente oprimido del proletariado, mantenido como un estrato inferior y un ejército laboral de reserva que la burguesía usa para dividir a los obreros, mantener los salarios bajos y elevar así la explotación de todos. El destino de las mujeres y de su lucha por la completa emancipación está enlazado a la lucha de la clase proletaria contra el capitalismo.

Los espartaquistas luchamos por forjar un partido revolucionario leninista-trotskista para intervenir en las luchas sociales y así cambiar la conciencia de la clase obrera. Lenin escribió en ¿Qué hacer?, "La conciencia política de clase no se le puede aportar al obrero más que desde el exterior, esto es, desde fuera de la lucha económica, desde fuera de la esfera de las relaciones entre obreros y patronos." Así, buscamos construir una dirección para la clase obrera que luche como el defensor de todos los oprimidos. Lenin explicó que el ideal del revolucionario:

"no debe ser el secretario de tradeunión [sindicato], sino el tribuno popular, que sabe reaccionar contra toda manifestación de arbitrariedad y de opresión, dondequiera que se produzca y cualquiera que sea la capa o la clase social a que afecte; que sabe sintetizar todos estos hechos para trazar un cuadro de conjunto de la brutalidad policiaca y de la explotación capitalista; que sabe aprovechar el menor detalle para exponer ante todos sus convicciones socialistas y sus reivindicaciones democráticas, para explicar a todos y a cada uno la importancia histórico-mundial de la lucha emancipadora del proletariado."

Los militantes sindicales más conscientes deben luchar por movilizar el poder social de la clase obrera para combatir la opresión de la mujer, por organizarla en los sindicatos con salarios y derechos iguales a los de los hombres. Deben luchar por servicios médicos gratuitos y de calidad, por el derecho al aborto libre y gratuito, y por organizar destacamentos obreros para defender a las mujeres contra estos ataques. Pero las dirigencias sindicales actuales ni siquiera están interesadas en exigir camiones de transporte de personal —una prestación básica— mientras muchas obreras en Juárez son asesinadas andando por parajes solitarios camino al trabajo o de regreso a su casa. La situación de la mujer obrera es, por sí sola, una muestra de la total bancarrota, del rastrerismo y del machismo de la burocracia sindical.

Aunque una gran parte de la fuerza de trabajo en la franja fronteriza y en el país en general no está sindicalizada, la CTM es la principal central obrera en la zona de las maquiladoras. Sus burócratas gángsteres procapitalistas atados al PRI cotidianamente movilizan escuadrones de golpeadores contra las luchas obreras por mejoras salariales o democracia sindical y son tristemente célebres por sus "contratos de protección" totalmente favorables a la patronal y realizados a espaldas de los obreros. Es obvio que a la cúpula cetemista le importa un bledo la situación de la mujer obrera. Y, fuera de alguno que otro foro inofensivo que tiene más que ver con cuidar su "imagen" que con buscar algún cambio favorable a las obreras, los burócratas "independientes", leales al PRD y al sistema capitalista endémicamente antimujer, tampoco hacen nada por mejorar la situación de las obreras ni por sindicalizar a las que no lo están.

La lucha contra el imperialismo: ¡Por el internacionalismo proletario!

La obrera de la maquila gana una miseria en una empresa extranjera que produce ganancias exorbitantes para los dueños. La obrera de Juárez hace a veces hasta dos horas a pie a su trabajo, porque ni siquiera hay caminos pavimentados entre las áreas donde vive y las avenidas que sirven para los tráileres que llevan las materias primas a las fábricas. El obrero petrolero teme perder la poca estabilidad económica que ha ganado ante las amenazas de privatización e inversión extranjera. El campesino ya no puede ganarse la vida con su parcela por la competencia de las empresas agrícolas estadounidenses. La mujer indígena se encuentra obligada a mendigar fuera de un enorme edificio bancario al cual jamás la dejarían entrar.

Todas estas víctimas de la opresión imperialista deben entender que la única esperanza de liberación vendrá con la movilización del poder obrero en contra del sistema capitalista entero. Si bien el capitalista mexicano puede estar resentido por haber quedado atrás en la lucha internacional por el dominio, éste no es amigo de los oprimidos, y no puede dirigir una lucha antiimperialista. De hecho, la burguesía nacional no podría sostenerse sin el apoyo de sus amos imperialistas.

Los revolucionarios nos basamos en la teoría de León Trotsky de la revolución permanente, cuya premisa básica es que, en la época del imperialismo, los países de desarrollo capitalista tardío no pueden alcanzar el nivel general de productividad económica de los países avanzados. Las fuerzas productivas son el esqueleto que sostiene toda la superestructura de las relaciones legales, políticas, religiosas y culturales en la sociedad. Si bien la opresión de la mujer en los países industrializados muestra los límites de libertad y progreso social bajo el capitalismo, en los países del "Tercer Mundo" como México la situación de la mujer está profundamente arraigada en la "tradición" precapitalista y el atraso religioso. Así, la lucha por la emancipación de la mujer será una fuerza motriz indispensable para la revolución.

Ningún ala de la burguesía puede desempeñar un papel progresista o revolucionario. No puede traer ningún avance significativo para la mujer y todos los oprimidos. El hecho de que el PRD nacionalista burgués a menudo pose como defensor de la mujer es simplemente un testimonio del brutal atraso ideológico de sus oponentes burgueses. Un ejemplo de esto fue el escándalo que ocasionó la "Ley Robles" introducida por el PRD en el DF hace un par de años. Mientras defendemos contra los ataques clericales el derecho que otorga esta ley de aborto en casos de malformación del producto o peligro para la mujer, notamos que el PRD ha dejado en claro su oposición al derecho al aborto libre. En general, la clase capitalista se opone al acceso libre al aborto porque permite a las mujeres un poco de libertad de la subordinación total a la estructura familiar.

La única manera de deshacerse del yugo imperialista y obtener derechos democráticos elementales para la mujer y todos los oprimidos es que el proletariado tome el poder estatal mediante la revolución socialista y reorganice la economía de una manera planificada y racional.

El fenómeno de las maquiladoras muestra claramente el poder potencial de la unidad de los obreros en EE.UU. y México. Son parte de una industria común con los mismos patrones. Conscientes del poder social que adquiriría el proletariado de unificar sus luchas, las burguesías estadounidense y mexicana aplican el "divide y vencerás". Este obstáculo a la lucha conjunta de todos los oprimidos contra su opresor común se da en diferentes formas en diferentes países, y una de las tareas principales de los partidos revolucionarios es combatir estas ideas que sólo sirven a la burguesía.

Nuestros camaradas en la Spartacist League/U.S. saben que las luchas de los obreros contra los patrones y de los negros e inmigrantes contra el racismo avanzarán juntas o retrocederán separadas. En EE.UU. es necesario combatir el racismo antinegro en todo ámbito, incluyendo en el medio de los inmigrantes hispanos (ver "Sur de Chicago", página 2). Nuestros camaradas también intervienen para que la clase obrera alce la consigna ¡Plenos derechos de ciudadanía para los inmigrantes! (ver "Manifestación en EE.UU. moviliza obreros contra leyes antiinmigrantes", Espartaco No. 18, primavera-verano de 2002). En México, el nacionalismo burgués ha sido el principal obstáculo ideológico para la clase obrera en su lucha contra la explotación. Es necesario combatir la falsa conciencia de los obreros mexicanos de que su aliado es el patrón mexicano y no el obrero estadounidense.

Y en ambos países combatimos la ideología antimujer que es un sustento para el sistema capitalista que requiere la subyugación de la mujer. Sólo de esta manera se podrá forjar un partido revolucionario, proletario e internacionalista que tenga la capacidad de terminar con el sistema capitalista de explotación, miseria y terror de una vez y para siempre. ¡Por la liberación de la mujer mediante la revolución socialista!


Feminismo burgués y teorías de la conspiración en torno a las muertas de Juárez

Esclareciendo la historia

(Mujer y Revolución)

Hace doce años, con el breve artículo “Explotación capitalista y terror antimujer” (Espartaco No. 13, otoño-invierno de 1999), el Grupo Espartaquista de México adoptó la posición de que los tristemente célebres asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez eran producto de una campaña orquestada, al escribir que “tiene[n] un tufo terrorista y siniestro, particularmente contra la joven clase obrera”. Cuatro años después, celebramos “el poderoso documental Señorita Extraviada producido por Lourdes Portillo en 2001”, el cual desempeñó un papel importante en la popularización de teorías de la conspiración en torno a Juárez, y citamos acríticamente una opinión de que estos asesinatos mostraban “vestigios de un rito personal” (“Capitalismo y terror misógino”, Espartaco No. 21, otoño-invierno de 2003). En el presente año, la edición anterior de Espartaco (“Siguen los feminicidios en Ciudad Juárez”, No. 33, primavera de 2011) continuó en el mismo tenor, incluso adoptando el término “feminicidio”.

Mediante la discusión y el estudio internos en la LCI, llegamos recientemente a la conclusión de que esta posición era incorrecta y representó una acomodación al liberalismo y el feminismo burgueses y, de hecho, a la Iglesia Católica. El movimiento en torno a las muertas de Juárez —que ha adoptado una cruz rosa como su símbolo—, aglutina a una gran variedad de organizaciones y personalidades liberales y feministas tanto en México como en EE.UU., a agrupaciones religiosas y a la totalidad de la izquierda reformista mexicana. Incluso mediante el empleo de teorías de conspiración que llegan a involucrar todo tipo de “rituales”, la campaña sobre las muertas de Juárez, desde su inicio en los años 90, ha explotado estos asesinatos con el propósito fundamental de fortalecer las fuerzas represivas del estado burgués e impulsar la perspectiva feminista de la opresión de la mujer como algo eliminable dentro del marco del capitalismo mediante reformas y el cambio de actitudes, al tiempo que enaltece a la familia nuclear burguesa, uno de los pilares fundamentales de la opresión de la mujer. Los marxistas revolucionarios entendemos, sin embargo, que la violencia contra la mujer —incluyendo el crimen violento— es inherente al capitalismo. Lejos de las historias amarillistas de asesinatos seriales o una campaña de terror orquestada contra las mujeres, este fenómeno tiene base en problemas sociales mucho más amplios, incluyendo el creciente nivel de violencia criminal y estatal en la región en aproximadamente la última década y media.

El presentar la violencia contra la mujer como la obra de conspiraciones desempeña un papel político importante en la agenda reformista de la campaña contra los “feminicidios” al desviar la atención lejos de la horrenda realidad del sistema capitalista de explotación y opresión. La violencia contra la mujer no se reduce, por cierto, a Ciudad Juárez: de hecho, la tasa (muertes por 100 mil habitantes) de asesinatos de mujeres en la ciudad de Toluca, por ejemplo, casi triplica la de Ciudad Juárez. Por otro lado, la violencia particular contra la mujer se añade a la violencia criminal generada por la pauperización en la franja fronteriza especialmente tras el fin del boom de la maquila a principios de la década pasada y, por supuesto, a la creciente militarización del país. Y, evidentemente, el número de víctimas masculinas de la violencia en general es mucho más alto: 306 mujeres fueron asesinadas de un total de tres mil homicidios en 2010 en Juárez, ahora la ciudad más violenta de México. La “guerra contra el narco” se ha convertido en el factor más importante para el enorme aumento de homicidios; son al menos 50 mil al nivel nacional desde que inició la campaña del gobierno.

Sobre todo, lo que muestran las estadísticas es que los llamados “feminicidios” son más que a menudo cometidos por parientes o conocidos de las víctimas, y no por oscuras mafias involucradas en horrendos rituales. La mayoría de las tres mil 726 mujeres asesinadas en México entre diciembre de 2006 y octubre de 2009 fueron víctimas de violencia doméstica (La Jornada, 16 de noviembre de 2009). Similarmente, la escritora liberal estadounidense Debbie Nathan, quien tiene el mérito de haber analizado críticamente algunas de las afirmaciones fundamentales del movimiento, observó que, en la mayor parte de los 270 casos presentados por Lourdes Portillo en su afamado documental, el victimario había sido un pariente o pareja de la víctima (“Missing the Story” [Extraviando la historia], en The Texas Observer, 30 de agosto de 2002). No hay pues una “oleada de terror”; este tipo de violencia asesina es el reflejo —brutalmente común— de la opresión especial de la mujer que es parte integral del capitalismo.

En el mismo artículo, Nathan observó el beato componente moralista —impregnado de religiosidad— de esta campaña, señalando que el documental de Lourdes Portillo:

“hace eco de los esfuerzos desesperados [de los familiares de las víctimas] por presentar a sus hijas como jóvenes mujeres que merecen justicia, e incluso los amplifica. Es enfurecedor, pero México sigue siendo un lugar en donde los políticos, la policía y la sociedad en general adoran buscar razones por las cuales una mujer joven que sufre violencia sexual es una puta que ‘merecía’ ser violada e incluso asesinada. Las cosas probablemente son aun peores en Juárez, dado su odio particular hacia las prostitutas. El gobernador del estado en los años 90, Francisco Barrio, dijo que las mujeres de la ciudad estaban invitando a que las asesinaran al pasar el rato con las personas equivocadas en bares... las familias son pues reacias a aceptar que sus amadas hijas van a cantinas, y muchas comunican sexualidad mediante sus ropas. Pero aceptarlo es implicar que la hija de uno es una mujerzuela sin remedio. Es un cruel acertijo que ha forzado a los activistas en Juárez a utilizar una retórica pública según la cual las víctimas son todas inocentes jovencitas feligresas. En todo Juárez, quienes protestan honran la memoria de las mujeres pintando cuadros rosas y crucifijos en los postes. Incluso en el título Señorita Extraviada hay una imagen verbal similar, dado que ‘señorita’ en español significa mujer joven, pero también quiere decir ‘virgen’. El uso de estas representaciones —y la implicación de que el gobierno rapta vírgenes para hacer malévolas películas snuff— hace que la situación parezca horrible, pero al menos fácil de entender y de luchar contra ella. Pero ‘desaparece’ a las casadas, a las que viven en concubinato, a las que tienen muchos hijos, a las mujeres de mediana edad, a las mayores, a las bailarinas exóticas —y, sí, incluso a las prostitutas— cuyos cuerpos también han sido diseminados por todo Juárez por sus amantes, maridos y parientes”.

El estado burgués y el origen de la opresión de la mujer

Los marxistas sabemos que la división fundamental de la sociedad es de clase, es decir, explotados vs. explotadores, y la emancipación de la mujer es la tarea del proletariado en su conjunto. La opresión de la mujer nació de la mano con el surgimiento del estado tras el final de la antigua sociedad de cazadores y recolectores, donde había igualdad entre el hombre y la mujer. La necesaria división del trabajo, basada en el papel que desempeñan las mujeres en la procreación, no conllevaba subordinación alguna basada en el sexo. Pero con el desarrollo de una clase dominante propietaria se hizo necesario contar con un medio seguro para la herencia de propiedad y poder, y eso implicaba la fidelidad forzada de la esposa para determinar la paternidad de los niños. El estado apareció para asegurar la dominación de la clase en el poder mediante la fuerza. Fue así que nació la familia monógama, en la que el matrimonio significaba la subyugación de las mujeres por los hombres. Como explicó Friedrich Engels en su obra clásica El origen de la familia, la propiedad privada y el estado, “el triunfo de la propiedad privada sobre la propiedad común primitiva, originada espontáneamente” trajo consigo “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”.

En la sociedad capitalista, un propósito de la institución de la familia es imponer sobre la clase obrera la carga de criar a la siguiente generación de trabajadores asalariados. La madre es subyugada por el pesado trabajo doméstico y el cuidado y crianza de los jóvenes, los viejos y los enfermos, y se les enseña a los niños a respetar la autoridad. La institución de la familia se debe remplazar mediante servicios socializados en una economía planificada internacionalmente para lograr la liberación de la mujer de manera real. El estado burgués existe para ejercer la represión al servicio de la clase capitalista gobernante mediante las cárceles, los policías, el ejército y los tribunales. El estado no puede reformarse para servir los intereses de los explotados y oprimidos —incluyendo a las mujeres—; tiene que ser destruido mediante la revolución socialista. No hay remedio bajo el sistema capitalista de explotación, ya que la opresión de la mujer es fundamental para su funcionamiento.

Marxismo vs. feminismo burgués

El feminismo es una ideología burguesa que sostiene que la división social fundamental es aquélla entre hombres y mujeres; el problema de los feministas con el status quo de la sociedad capitalista se reduce al porcentaje de los privilegios de las clases altas que les toque a las mujeres. Por ende, cualquier planteamiento sobre las cuestiones que afectan a las mujeres siempre toma como punto de partida el carácter “inviolable” del estado burgués. El movimiento entero en torno a Juárez se ha caracterizado desde un principio por los llamados “contra la impunidad”, a que el estado capitalista se movilice para proteger a las mujeres, a que haga “su trabajo” eficazmente, etc. En efecto, la perspectiva de movilización policiaca masiva y legislación draconiana nominalmente para “proteger” a las mujeres es parte fundamental del ideario feminista. De hecho, uno de los propósitos del término “feminicidio” —popularizado por la reaccionaria feminista burguesa Diana Russell, quien hizo carrera con sus campañas contra la pornografía— es llamar la atención de las autoridades para fortalecer la legislación penal.

La campaña contra los “feminicidios” logró extensión internacional en 2001 con la formación de la Coalition Against Violence (Coalición contra la Violencia) —que incluye a la organización Casa Amiga—, la cual tiene una participación estadounidense considerable. La Coalición llamó por “una fuerza de tarea binacional” para investigar los crímenes. Esto se retomó también en el Caucus Hispano del Congreso estadounidense, donde se impulsó que Fox interviniera al nivel federal. En 2004, Amnistía Internacional publicó un documento que exigía centralmente la “intervención inmediata y decisiva de las autoridades federales para garantizar la justicia en Ciudad Juárez y la ciudad de Chihuahua y...que las autoridades federales y municipales cooperen plenamente con estas medidas”.

Al parecer, a las ONGs les convenía señalar al crimen organizado como responsable de los asesinatos. Mediante la Ley Federal contra el Crimen Organizado, pudieron exigir que el gobierno federal panista interviniera (a diferencia del gobierno estatal priísta). A fin de cuentas, recibieron lo que pidieron. Vicente Fox autorizó el despliegue de la Policía Federal Preventiva en Juárez y nombró una comisión especial investigadora. De esta manera, Fox encontró una justificación perfecta para mandar a la PFP a esa región industrial, lo cual antecedió la actual “guerra contra el narco”.

Si bien advertimos correctamente contra las ilusiones mortales en el estado en nuestros artículos, al mismo tiempo afirmamos que “nos solidarizamos plenamente con los reclamos de justicia de los familiares de las víctimas y de organizaciones como las ‘Mujeres de Negro’ y ‘Casa Amiga’” (Espartaco No. 21). Esta última de hecho da charlas de “capacitación” a policías, en tanto que aquélla llamaba en 2002 por una declaración de “estado de emergencia nacional” (es decir, la restricción de derechos y la movilización masiva de las fuerzas armadas) para detener los “feminicidios”. Los trotskistas genuinos no debimos —no podemos— solidarizarnos con tales llamados, que no significan otra cosa que mayor intervención estatal y “profesionalización” policiaca —exigencias que están siendo llevadas a cabo de forma masiva mediante la “guerra contra el narco”—.

La línea que tomamos sobre la campaña de Juárez representó una desviación de nuestra lucha histórica por la liberación de la mujer mediante la revolución socialista sin concesión alguna al feminismo burgués, y por ende es necesaria esta corrección pública.

(Reproducido de Espartaco No. 34, Otoño de 2011)

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