Racismo, sexismo, religión y prejuicios antimusulmanes

La mujer y la inmigración en Francia

TRADUCIDO DE SPARTACIST (EDICIÓN EN INGLÉS) NO. 57, INVIERNO DE 2002-03

Este artículo es una versión ampliada de una plática de la camarada Alison Spencer presentada en una clase pública de la Ligue trotskyste de France el 16 de mayo de 2002. En la clase también se presentó una plática sobre “Trotskismo: Qué es y qué no es” (publicada en Le Bolchévik No. 160, verano de 2002) que traza, a partir de las elecciones presidenciales francesas, la historia de la lucha por el trotskismo auténtico contra el revisionismo y la colaboración de clases. La plática de la camarada Spencer se reprodujo en Le Bolchévik No. 161, otoño de 2002.

El socialista utópico francés Charles Fourier explicó que la condición de las mujeres en la sociedad es un medio muy preciso para evaluar hasta qué grado se ha depurado a una sociedad de la opresión social en general. En Francia hoy en día alrededor de 70 mil mujeres jóvenes están amenazadas con matrimonios arreglados. Alrededor de 35 mil mujeres jóvenes padecen mutilación genital o corren el riesgo de ser mutiladas. Estas cifras se dieron en enero de 2002. Para dar una idea de la escalada en la opresión de las mujeres como una medida del nivel general de opresión en esta sociedad, hace diez años las cifras mostraban que alrededor de diez mil mujeres jóvenes estaban amenazadas con la mutilación genital —esto es un incremento de 250 por ciento en diez años—. Según el índice de Charles Fourier, estas cifras muestran un retroceso alarmante y una intensificación real de la opresión social en este país.

Esta sociedad, que se atavía con la “libertad e igualdad”, es un verdadero infierno para las muchachas jóvenes y para las mujeres de origen inmigrante sobre todo. La mutilación genital femenina y los matrimonios forzados no son públicamente evidentes. Estos son los horrores y las amenazas mortales que ocurren dentro del hogar familiar. Pero se puede observar fácilmente la escalada de la opresión de las mujeres y el crecimiento de la influencia religiosa con la aparición cada vez más común del velo. No hay cifras al respecto, pero se ve el velo con frecuencia en las calles y se ve cada vez más el chador islámico (el velo completo, en vez del hijab que sólo cubre el pelo y el cuello) que simboliza la segregación total de las mujeres de la sociedad y su subyugación en la familia.

Decimos que los derechos democráticos son indivisibles y que un golpe contra uno es un golpe contra todos. Explicaré cómo es que este agravamiento de la opresión de las mujeres está directamente relacionado con las políticas del estado francés contra la clase obrera y los inmigrantes, que por años ha estado dirigido por un llamado “gobierno de izquierda”. Pero antes que nada tenemos que ver las raíces de la expansión de la influencia religiosa y las prácticas antimujer.

El hijab islámico y la República

En 1989, en medio de la celebración del 200 aniversario de la Revolución Francesa, tres muchachas asistieron a la preparatoria usando hijabs. Hubo una explosión inmediata de “secularismo” santurrón, que encubría el prejuicio contra los musulmanes, y expulsaron a estas muchachas norafricanas de la escuela pública y las regresaron al seno familiar, con invocaciones a los “valores de la República”. De hecho, con este ataque a estas muchachas musulmanas, el estado francés deformó las metas y los valores de la Revolución Francesa. Bajo el ancien régime del rey francés, Francia era conocida como “la hija mayor de la iglesia”. El principio del secularismo en la Revolución Francesa surgió de la necesidad de proteger la libertad de expresar ideas y de liberar a la sociedad de las manos de la iglesia católica. El que ahora la mayoría católica utilice este principio para oprimir a la minoría musulmana en la sociedad francesa es una ironía cruel de la historia. Ello recalca hasta qué grado ha degenerado en la época de la decadencia capitalista la burguesía francesa que dirigió la Revolución de 1789, un parteaguas histórico en la lucha por la emancipación humana.

Los crucifijos no están prohibidos en las escuelas públicas en Francia. Esta campaña contra las muchachas jóvenes que usan el hijab fue sólo el comienzo de la escalada de una campaña racista y reaccionaria contra el “islam en Francia”, una campaña dirigida especialmente contra la población de origen norafricano en este país. Contrariamente a la campaña histérica contra la “importación del fundamentalismo argelino” hacia Francia, las encuestas científicas prueban que, de hecho, la juventud de origen argelino es menos religiosa que los nativos franceses. (Quizá el que muchas personas piensen de otra manera se debe a que el hijab es muy visible externamente.) Según la encuesta de 1992 conducida por el INED (Instituto Nacional de Estudios Demo gráficos), 30 por ciento de los hombres nacidos en Francia con dos padres nacidos en Argelia dijeron que no tenían ninguna religión. Un claro 60 por ciento de quienes sólo tienen un padre nacido en Argelia dijeron que no tenían religión. Para las mujeres, las cifras son 30 y 58 por ciento, respectivamente. Pero para los franceses nativos, sólo el 27 por ciento de los hombres y el 20 por ciento de las mujeres declararon que no tenían religión.

En la sociedad francesa, el peso de la iglesia católica es considerable. En las elecciones presidenciales recientes, la iglesia lanzó efectivamente a dos candidatos, Bayrou y Boutin. Ni siquiera el alcalde de París puede mantener las manos de la iglesia fuera del calendario de las escuelas públicas porque la iglesia insiste en que los miércoles deben quedar libres para el catecismo. Así que ¿por qué no se encuentra el estado en una defensa furiosa del principio de secularismo contra las invasiones de la iglesia católica francesa? La jerarquía católica y la ideología religiosa católica son sencillamente muy útiles para la clase dominante, como un puntal para el conservadurismo social, santificando el dominio de clase capitalista. Por otro lado, el “secularismo” contra los musulmanes facilita el objetivo de los gobernantes de dividir a los obreros y de segregar a una capa combativa de obreros norafricanos de sus hermanos de clase en este país. Unos 200 años después de la Gran Revolución Francesa, las escuelas públicas en la República Francesa son lugar clave para implantar los valores racistas antiárabes en Francia.

Durante el furor sobre el hijab, la Ligue trotskyste de France (LTF) escribió: “En este país, podrido por el chovinismo y el terror racista, estas expulsiones no pueden representar sino un acto de discriminación racial. Es por ello que las condenamos.... Queda claro que el fundamentalismo musulmán en este país sólo puede ser la ideología de una comunidad horriblemente oprimida que ha perdido toda esperanza de encontrar dentro de la sociedad en la que se encuentra una perspectiva de deshacerse de esta opresión” (“¡Abajo la campaña contra los inmigrantes!”, Le Bolchévik No. 97, noviembre-diciembre de 1989).

Siempre hemos luchado por la separación de la iglesia y el estado, y de la mezquita y el estado, en oposición a los fundamentalistas que buscan reglamentar incluso los detalles más pequeños de la vida privada mediante la censura coránica reaccionaria y antimujer. Pero en Francia, donde el islam sólo puede ser una ideología del gueto, que acepta la segregación, el enemigo principal no son los fundamentalistas islámicos, sino el estado capitalista imperialista francés, antiobrero y antimujer que oprime a las masas obreras en Argelia, África y aquí mismo.

En el mismo periodo en el que defendimos a estas mujeres jóvenes con velo en Francia, saludamos al Ejército Rojo en Afganistán, que intervino para defender al gobierno modernizador nacionalista burgués de izquierda del PDPA. El Ejército Rojo luchó contra los fundamentalistas que arrojaban ácido a las caras de las mujeres sin velo y mataban a los maestros que enseñaban a leer a las niñas. Denunciamos el retiro de las tropas soviéticas como una traición a las mujeres afganas. Luchamos por extender las conquistas de la Revolución Rusa de Octubre de 1917 a las mujeres afganas. ¿Existe alguna contradicción entre nuestra línea de aquel entonces sobre el hijab en Francia y el velo en Afganistán? En lo absoluto. La cuestión en cada situación fue cómo defender los intereses de las mujeres y del proletariado internacionalmente. En Francia, la población norafricana sufría todos los días bajo las condiciones de segregación y terror racista y era marginada por los líderes chovinistas de los sindicatos y los partidos de izquierda. Era comprensible, por lo tanto, que algunas mujeres jóvenes buscaran un refugio en la religión y un descubrimiento ilusorio de dignidad. Es por esto que Marx llamó a la religión “el corazón de un mundo cruel”. La lucha marxista contra el oscurantismo religioso es inseparable de la lucha por la abolición de las condiciones materiales de este mundo que inducen la necesidad de refugiarse en una fantasía divina. En otras palabras, nuestra lucha está inextricablemente unida a la lucha por la revolución socialista internacional. En Afganistán, la intervención del Ejército Rojo puso en el orden del día una extensión de las conquistas de la Revolución de Octubre y fue una cuestión de vida o muerte para las mujeres afganas contra los degolladores muyajedines.

Por el contrario, la falsa izquierda francesa se negó a defender a las mujeres contra la reacción apoyada por el imperialismo en Afganistán y contra las campañas racistas de la burguesía francesa en casa. La Ligue Communiste Révolutionnaire (LCR) y sus aliados internacionales del Secretariado Unificado, entonces dirigido por Ernest Mandel, llamaron abiertamente al retiro del Ejército Rojo de Afganistán, aliándose con los mulahs y con la CIA contra la Unión Soviética y las mujeres afganas. Lutte Ouvrière (L.O.) fue más evasiva, pero se puso del mismo lado al comparar a la intervención soviética en Afganistán con la conducta de los imperialismos francés y estadounidense en Vietnam. Mientras tanto, con L.O. apoyando abiertamente la expulsión por parte del gobierno francés de las muchachas de preparatoria que usaban el velo, la LCR se opuso de mala gana a las expulsiones, al tiempo que continuó apoyando lealmente y sembrando ilusiones en el gobierno de frente popular de [el presidente “socialista”] Mitterrand que lanzó esta campaña racista. Y bajo el reciente frente popular (el gobierno de coalición de los partidos socialista, comunista y verde dirigido por [el primer ministro “socialista”] Jospin) L.O. simplemente no dijo nada que se opusiera a las medidas antiinmigrantes y de tipo estado policiaco de Vigipirate, mientras que a la LCR le resultó difícil protestar contra la represión racista sino hasta casi el final del régimen de Jospin.

La invocación hipócrita del “secularismo” contra las jóvenes musulmanas de hoy en Francia fue prefigurada durante la Guerra de Argelia. Históricamente, el imperialismo no ha tenido escrúpulos para aliarse con los gobernantes locales más reaccionarios y las instituciones sociales más retrógradas para asegurar un flujo ordenado de ganancias de las colonias. Pero cuando las masas argelinas se levantaron en rebelión contra los señores coloniales, la administración francesa, que controlaba a un ejército de torturadores, “descubrió” de repente los derechos humanos de las mujeres argelinas oprimidas, esperando construir una base de apoyo para continuar subyugando al país. Como resumimos en un artículo escrito en la década de 1970:

“Los franceses utilizaron la degradación islámica de las mujeres para justificar la negación de los derechos democráticos, particularmente el sufragio, a los musulmanes. Los argelinos reaccionaron con ortodoxia musulmana creciente, alabando a sus mujeres como las perpetuadoras de su verdadera cultura contra la influencia francesa. Debido a su aislamiento, las mujeres argelinas estaban ciertamente menos afectadas que los hombres argelinos por la influencia francesa, aunque los franceses hicieron un esfuerzo especial por alcanzarlas. Durante la lucha por la liberación nacional, los franceses iniciaron develamientos públicos profranceses de mujeres musulmanas y organizaron un Movimiento de Solidaridad Femenina, que les ofreció servicios médicos, ayuda legal, regalos y educación, en un intento por sacarlas de su aislamiento y meterlas al servicio del imperialismo francés.”

— “La vida privada del islam: Una reseña”, Women and Revolution No. 10, invierno de 1975-76

En respuesta al racismo de la campaña del imperialismo francés “para las mujeres”, que incluía arrancarles los velos por la fuerza y quemarlos en “fogatas de dicha”, el FLN (Frente de Liberación Nacional) repudió públicamente a estas mujeres como prostitutas y levantó la consigna: “¡Por una Argelia libre, no una mujer francesa libre!” Incapaces de presentar un programa genuinamente socialista para las mujeres —liberándolas tanto de la esclavitud del islam como del imperialismo francés— ¡los nacionalistas argelinos tomaron el velo como su símbolo! Glorificaron la opresión de las mujeres en el pedestal de la revolución.

La liberación nacional de Argelia del dominio imperialista francés fue una victoria que los marxistas defendieron apasionadamente. Pero la incapacidad del nacionalismo burgués para liberar verdaderamente a las masas oprimidas del llamado “Tercer Mundo” de la pobreza, el atraso social y el saqueo imperialista no se demuestra en ningún lugar más claramente que en el caso de la Argelia independiente, donde las mujeres que tomaron las armas y lucharon heroicamente junto con los hombres en la Guerra de Argelia, así como sus hijas y nietas, se encuentran ahora sujetas a las restricciones oficiales antimujer de la “ley islámica” y son presas del terror de los fundamentalistas, que son acogidos por amplias secciones de la población desesperada como la alternativa al régimen militar brutal y en bancarrota del FLN. Sólo revoluciones socialistas que vayan hasta el fin a lo largo de toda la región pueden abrir un futuro para las mujeres y los hombres de Argelia y darían un gran ímpetu a la lucha revo lucionaria en los centros imperialistas. Correspondientemente, una conquista del poder por parte de la clase obrera en Francia, así como en otros países imperialistas, llevaría directamente a la liberación de los países norafricanos mediante la revolución socialista.

La contrarrevolución capitalista y la religión

El segundo round en la historia de los hijabs ocurrió en 1994, cuando un centenar de muchachas fueron expulsadas de la escuela. El contexto internacional es importante para entender dos cosas: el incremento de la religión y la escalada de los ataques del gobierno contra la clase obrera, las mujeres y los inmigrantes. Un suceso clave fue la contrarrevolución capitalista en la Unión Soviética y a lo largo de Europa Oriental en 1990-92 —una gigantesca derrota para el movimiento obrero internacionalmente— que fue aclamada virtualmente por toda la “izquierda”.

Las ideas reaccionarias se consolidan y crecen en periodos reaccionarios, y especialmente desde el colapso de la Unión Soviética se ha elevado el fundamentalismo de todo tipo: el fundamentalismo protestante en Estados Unidos (los que lanzan bombas contra clínicas de aborto, el Ku Klux Klan, el gobierno de Bush que quiere sepultar el hecho científico de la evolución y enseñar “creacionismo” en escuelas públicas); el fundamentalismo judío ortodoxo en Israel; una incursión creciente de la iglesia católica en la sociedad civil en Europa y el fundamentalismo islámico en los países musulmanes y en los centros europeos con amplias poblaciones musulmanas. El ascenso de la religión no es sólo el resultado de la contrarrevolución, sino que también fue una herramienta de los imperialistas para fomentar la reacción dentro y en contra de los estados obreros deformados. Todas las variantes del “opio del pueblo”, como Marx llamó a la religión, se diseminan libremente en este periodo. El crecimiento de esta falsa conciencia está enraizado en la desesperación y en la mentira de que la lucha de clases y el comunismo auténtico son cosas del pasado.

La clase capitalista, que roba la riqueza producida por los obreros, necesita un chivo expiatorio para desviar las luchas de clases que siguen estallando pese al retroceso en la conciencia política. La clase obrera busca defenderse a sí misma de los ataques capitalistas. Desde que cayó el muro de Berlín, las burguesías occidentales sustituyeron la “amenaza roja”, anteriormente representada por la Unión Soviética, con la “amenaza verde” del islam. La Guerra del Golfo Pérsico (el bombardeo y, sobre todo, las sanciones de las Naciones Unidas que han causado hambruna y matado a más de un millón y medio de iraquíes) tuvo un gran impacto en la población norafricana y musulmana en Francia. El plan Vigipirate para la creciente represión estatal de las minorías, que se convirtió en el modelo empleado por todos los países imperialistas para oprimir a su “enemigo interno”, fue implementado en Francia en la época de la Guerra del Golfo.

Nacionalmente, hubo cambios políticos y económicos que marginaron terriblemente a las personas de piel oscura y que también contribuyeron a la intensificación de la opresión de las mujeres. Una nueva crisis económica capitalista elevó el nivel de desempleo y de despidos. Los niños cuyos padres crearon la riqueza de Francia en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial ya no tienen la posibilidad de encontrar empleos como sus padres, que constituyeron el estrato más explotado y menos compensado del proletariado. Las fábricas donde los padres inmigrantes trabajaban están ahora cerradas o están realizando despidos. Se trata a los jóvenes de origen inmigrante como una población sobrante, que la burguesía no necesita. Sin la oportunidad de convertir los costos en ganancias mediante la explotación económica de estos jóvenes, la burguesía no está motivada a invertir dinero en escuelas ni en vecindarios de minorías. La única “industria en crecimiento” allí es la policía y las prisiones.

De acuerdo a sus necesidades económicas, el capitalismo introduce nuevas fuentes de mano de obra barata en la parte más baja del proletariado, principalmente inmigrantes de países más pobres a quienes se considera desechables en tiempos de contracción económica. Es por eso que en la Liga Comunista Internacional (LCI) luchamos por la unidad y la integridad de la clase obrera contra el chovinismo y el racismo. En todo país donde existimos, la LCI lucha por exponer la mentira de la “unidad nacional” entre los obreros y los patrones y por agrupar al proletariado en solidaridad de clase con los inmigrantes y las minorías.

Los intentos de la burguesía por culpar del desempleo a los inmigrantes y sus hijos y por hacer de la juventud de las minorías un sinónimo de “delincuencia” y de la “inseguridad” social ciertamente han alentado a los demagogos fascistas como Le Pen. Pero, en el fondo, el crecimiento vertiginoso de la hostilidad racista dirigida contra los inmigrantes es un reflejo de la marginación de estas capas en una economía en contracción. Como explicamos en un artículo de 1996 sobre los inmigrantes en Europa:

“Culpar a la demagogia de los grupos de ‘extrema’ derecha por la marea creciente de racismo contra los inmigrantes es común entre la izquierda europea. Pero los fascistas simplemente expresan de manera abierta, pura y violenta los intereses económicos y políticos de las clases dominantes europeas en la coyuntura actual. El capital europeo no tiene ahora ninguna necesidad de más mano de obra importada de los países del Tercer Mundo, mientras que los jóvenes nacidos en Francia de padres inmigrantes sobran económicamente y son vistos como una fuente de descontento social....

“La lucha contra el racismo antiinmigrante debe conducirse no sólo combativamente contra los fascistas, sino también de la misma manera en el plano político contra los falsos dirigentes reformistas del movimiento obrero.”

— “La inmigración y la racista ‘Fortaleza Europea’”, Spartacist [edición en francés] No. 29, verano de 1996

Aun antes del actual descenso económico, los estudios en torno al desempleo en Francia mostraban que existe una discriminación especial contra los hombres argelinos jóvenes, incluso en comparación con otros hombres jóvenes norafricanos. Francia nunca olvida que Argelia luchó contra el imperialismo francés y ganó. La cifra del desempleo de argelinos egresados de la preparatoria de edades entre los 20 y los 29 años es del 39 por ciento, mientras que para los españoles, los portugueses y los franceses, la cifra es del diez por ciento. Es decir, casi cuatro veces mayor para los jóvenes argelinos. Las jóvenes argelinas también sufren desempleo, pero hay una capa que ha encontrado un trabajo estable. Pero, en general, la situación del empleo en Francia es mejor para los hombres jóvenes que para las mujeres jóvenes. Estas cifras muestran que los hombres argelinos jóvenes siguen padeciendo una discriminación y un odio racista particulares que Francia tiene para quienes provienen de su antigua colonia que le asestó una derrota militar amarga.

En general, para una mujer joven separarse de la familia no es tan fácil como lo fue en las dos décadas anteriores. Romper con la familia implica encontrar un trabajo, pero los empleos que permiten la independencia económica son raros en estos tiempos. Estas condiciones materiales son la base para un regreso a la religión para muchas mujeres musulmanas jóvenes. Pero esto es sumamente contradictorio. Muchas reclaman una identidad islámica y al mismo tiempo denuncian en nombre del islam las tradiciones que las regresan al seno familiar. Algunas usan el velo como un acto de desafío a la sociedad francesa que trata a la gente árabe con desprecio. Además, es frecuente que las mujeres jóvenes que usan el velo y adoptan esta imagen de modestia ganen el derecho, que antes se les negaba, a salir de la casa con amistades. Pero esta burbuja de “libertad”, deformada grotescamente y obtenida mediante el velo, no dura mucho. Cada mujer joven en un hijab islámico sabe que su futuro, según las tradiciones familiares y la religión, está dentro de la casa. Mientras tanto, la sociedad occidental tampoco ofrece un futuro. Hablando en una conferencia de mujeres en la Sorbona, en enero de 2002, Fadela Amara señaló que “en la década de 1980, las hermanas mayores comenzamos a ganar nuestra libertad y a tomar los primeros pasos hacia la igualdad, pero entonces, todo se colapsó gradualmente en la década de 1990, con el desempleo masivo, el fundamentalismo y la retirada de vuelta a la comunidad.”

Los libros escritos por estas mismas mujeres jóvenes describen una vida “esquizofrénica”. Algunas salen de su casa en un velo y lo cambian por una minifalda en el baño de McDonald’s, y pasan el día evadiendo la vigilancia de los hermanos mayores que desempeñan el papel de policías familiares, incluso con brutalidad aterradora. Con frecuencia el sentimiento de estar partidas por la mitad entre la sociedad francesa por un lado, que les exige que abandonen toda su identidad árabe y, por otro lado, la familia, que les exige modestia, las destroza materialmente. Estas muchachas jóvenes se suicidan más que otras en su grupo generacional. En la canción, Mujeres islámicas, las estrellas de rap femeninas de Lyautey describen la situación de una muchacha musulmana: si usa el velo, los franceses se lo reprochan, pero si se lo quita, su vecindario se molesta porque se quiere ir.

Las leyes contra los inmigrantes y la doble persecución de las mujeres

Para las muchachas jóvenes, las políticas cada vez más restrictivas a la inmigración han creado un auténtico “mercado del matrimonio” que mata a las mujeres jóvenes. Para entender cómo estas leyes refuerzan la opresión de las mujeres, debemos retroceder varias décadas. Ya en 1974, con la crisis mundial del petróleo y la recesión económica, los capitalistas franceses decidieron que no necesitarían mano de obra norafricana adicional —la cual comenzaba a remplazar a la mano de obra inmigrante del sur y del oriente de Europa durante y después de la Guerra de Argelia—. En 1974, el estado francés cerró la puerta en las narices de la gente proveniente de las antiguas colonias explotadas por el imperialismo francés. Hombres que habían destrozado sus propios cuerpos por las ganancias de los capitalistas franceses recibieron la oferta de diez mil francos franceses y un boleto de regreso a Noráfrica. El gobierno francés posiblemente haya querido detener por completo la inmigración en ese entonces, pero la Unión Europea ejerció presión respecto al derecho a traer familiares. Sin embargo, era muy difícil para un obrero, frecuentemente desempleado y viviendo en un dormitorio para solteros, demostrar al estado francés que podía satisfacer las necesidades de su propia familia y así reunir las condiciones legales para un reencuentro familiar.

Estas restricciones y las condiciones terribles de pobreza forzaron a muchas familias, y especialmente a las mujeres, a la clandestinidad y al mercado negro donde, si tienes suerte, puedes encontrar un trabajo tan sucio y tan mal pagado que ningún francés lo quiere. A la mayoría de las mujeres que emigraron a Francia mediante el reencuentro familiar se les negó legalmente el derecho a trabajar. Así, la burguesía francesa, con sus leyes contra los inmigrantes, reforzó todas las viejas tradiciones represivas y la segregación de las mujeres norafricanas en el hogar familiar, separándolas de la sociedad.

Después, en las décadas de 1980 y 1990, las leyes Pasqua, Debré y Chevènement limitaron los derechos de residencia aún más y también facilitaron las deportaciones. Debe señalarse que los llamados gobiernos “de izquierda” nunca retiraron las leyes contra los inmigrantes promulgadas por la derecha. Por el contrario, incrementaron el arsenal de la represión legal y policiaca contra los inmigrantes. Fue Mitterrand el que declaró que Francia había alcanzado “su umbral de tolerancia” a los inmigrantes para justificar las deportaciones. Fue Jospin, con su campaña de “seguridad”, el que incrementó la represión policiaca contra los jóvenes en los suburbios y, al hacerlo, preparó el camino para el Frente Nacional de Le Pen.

En 1993 hubo un cambio significativo en el código de nacionalidad con la ley Pasqua-Méhaignerie. El código de nacionalidad, que daba automáticamente la ciudadanía francesa a los niños nacidos en Francia de padres extranjeros, fue abolido. Ahora, los jóvenes de origen inmigrante deben pedir la ciudadanía francesa entre los 16 y los 21 años. La ley se modificó otra vez recientemente y ahora un niño nacido en Francia de padres extranjeros puede hacerse francés a los 18 años, pero sólo después de procedimientos burocráticos llenos de obstáculos administrativos. Estas leyes crearon una situación tal que ahora hay una generación de jóvenes que nacieron y se criaron en Francia y que apenas conocen el país de sus padres o abuelos y que con frecuencia ni siquiera hablan el idioma de sus padres, pero que son estigmatizados y se les declara “no franceses”.

Esta ley tuvo un profundo impacto. Rechazados por dos sociedades, la de su nacimiento y la de su familia, y sin la posibilidad de integrarse en una sociedad que no ofrece ni empleos ni un futuro, muchos jóvenes buscan una identidad en la religión. La discriminación que sufren existe aun lingüísticamente. Jóvenes nacidos en Francia son llamados “inmigrantes” o “de origen inmigrante” o son tachados como la “segunda generación” o la “tercera generación”. Como estadounidense, parto de la suposición de que todos somos “de origen inmigrante”, ¿y quién sabe cuántas generaciones hay entre un cromañón y Le Pen? (No quiero ofender a los cromañones, pero queda claro que Le Pen es una reversión de algún tipo.) Esta discriminación lingüística refleja la discriminación real contra una población a la que Francia no quiere incorporar, una población que siempre puede ser deportada, como les sucedió a los judíos, pese a su ciudadanía francesa. Bajo [el régimen de colaboración con los nazis de] Vichy, se arrancó la ciudadanía a alrededor de 15 mil 154 personas francesas, judíos en su mayoría, para facilitar su deportación a los campos de concentración. Esta historia debe recordarse respecto a los cambios recientes al código de nacionalidad.

La opresión de las mujeres y la familia

¿Cómo es que las leyes contra la inmigración matan a las mujeres jóvenes de origen inmigrante, nacidas en Francia? Aquí está la conclusión de la encuesta de Michèle Tribalat en su libro Faire France [Creando Francia] (1995):

“La suspensión del reclutamiento de mano de obra hizo que el casarse con una muchacha joven que viva en Francia, particularmente si tiene la nacionalidad francesa, sea una proposición muy atractiva. Así, muchachas que se criaron en Francia se encuentran muy a menudo cautivas en un ‘mercado matrimonial étnico’ en el cual la misma familia tiene con frecuencia un interés ya sea económico o moral para casar a su hija con alguien que busca emigrar.”

En otras palabras, la vida significa esclavitud para estas muchachas, a quienes se trata como propiedad de carne humana a la compra, a la venta, para ser mutiladas y algunas veces asesinadas para proteger el “honor familiar”. El “asesinato de honor” de Fadime Sahindal, una joven estudiante kurda en Suecia, incitó protestas y fue reportado ampliamente por la prensa. El padre disparó y mató a Sahindal en enero de 2002 por el “crimen” de resistirse a un matrimonio arreglado y por elegir a su propio novio.

A menudo las familias toman ventaja de las vacaciones escolares para mandar a sus hijas de regreso a sus países de origen: a África para la mutilación genital y especialmente a Turquía y Noráfrica para matrimonios forzados. Respecto a los matrimonios forzados, el Corán estipula que las mujeres musulmanas sólo pueden casarse con hombres musulmanes, mientras que un hombre musulmán puede casarse con quien quiera. Con frecuencia las mujeres jóvenes que protestan contra este destino son raptadas, golpeadas brutalmente y a veces asesinadas. No faltan libros al respecto. En la autobiografía de una joven de ascendencia argelina que fue secuestrada y devuelta a Argelia, donde la encerraron bajo llave en el hogar familiar porque se atrevió a salir con un francés cuando estaba en Francia, la autora extrapola el contexto social más amplio a partir de su experiencia personal directa:

“¡La virginidad es tan importante en nuestro mundo! Sobre todo para preservar el honor de los padres. Todo el honor de la familia reside en la virginidad de la joven hija que va a casarse. Una se siente como si fuera despojada de su propio cuerpo en sus aspectos más íntimos.... Una es virgen o depravada; no hay otra alternativa.”

Esta joven pensó incesantemente en tratar de escapar, pero se dio cuenta de que el problema era mucho más amplio que los guardianes de su propia familia y sus hermanos, quienes hacían el papel de policías. En Argelia, explica:

“Los policías son los guardianes de la moral pública. Todos los demás hombres practican también la vigilancia de cada acto y gesto de las mujeres en la calle. Es como si todos esos hombres fueran tus padres. Padres muy represivos que garantizan colectivamente la moralidad de las hijas de todo el país.”

— Aïcha Benaïssa, Née en France, Histoire d’une jeune beur [Nacida en Francia: Historia de una joven beur] (1990)

En otras partes de África se asegura la virginidad de las muchachas jóvenes y el precio que puede obtenerse en el mercado de matrimonios arreglados mediante la mutilación genital. Esto no tiene nada que ver con una “diferencia cultural”: la mutilación genital femenina es un acto de violencia bárbaro. En una mutilación se cortan partes del clítoris y de los labios internos. La infibulación es un procedimiento aún más drástico donde se remueven los labios externos y la carne que queda se cose de un lado al otro apretadamente. La apertura vaginal se reconfigura como un orificio minúsculo, sólo lo suficientemente amplio para goteo de orina y fluido menstrual. Como podrán imaginar, este tipo de mutilación resulta en un terrible dolor, infecciones y embarazos difíciles y a veces fatales, por no mencionar, desde luego, la destrucción total del placer sexual para una mujer. Con frecuencia se amenaza a las muchachas que protestan contra esta mutilación con que sus propias madres serán embarcadas de regreso a sus países de origen, donde serán repudiadas y se convertirán en parias públicas. Hay una tasa alta de suicidio entre madres e hijas que buscan cualquier escape de esta barbaridad.

Debe enfatizarse que las mujeres de todas las clases sociales, incluso las mujeres de la clase dominante, son oprimidas por estas prácticas. Esto muestra que la principal fuente de la opresión de las mujeres en la sociedad de clases es la institución de la familia y que incluso las mujeres burguesas son oprimidas por ser mujeres. Pero las mujeres de la clase obrera son doblemente oprimidas y las mujeres inmigrantes de clase obrera sufren una opresión triple.

Estas espeluznantes prácticas de mutilación genital femenina, matrimonios forzados y asesinatos de honor muestran que un derecho democrático, básico y simple como el encarnado en nuestra lucha por “¡Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes y sus familias!” es verdaderamente un asunto de vida o muerte para las mujeres y niñas. Estos ejemplos también revelan la hipocresía de la burguesía francesa que se halaga a sí misma como la supuesta heredera de las ideas de la Revolución Francesa y la Ilustración. ¡Vaya mentira! Con sus políticas contra los inmigrantes y la clase obrera, la burguesía francesa refuerza y perpetúa las prácticas más salvajes y sangrientas de la historia. Como lo comprendió Marx, debemos barrer el sistema capitalista para hacer realidad las grandes ideas de la Ilustración.

En este periodo de ataques burgueses contra los inmigrantes, debemos remarcar el papel fundamental de los obreros inmigrantes en la lucha de clases en Francia, como durante la Comuna de París de 1871. Como dijo Karl Marx:

“Proclamando en voz alta sus tendencias internacionales —porque la causa del productor es en todas partes la misma y su enemigo es por doquier el mismo, cualquiera sea su nacionalidad (cualquiera sea su atuendo nacional)— París ha declarado como principio la admisión de extranjeros en la Comuna, e incluso escogió a un obrero extranjero (un miembro de la Internacional) para su Ejecutivo, ¡y decretó [la destrucción del] símbolo del chovinismo francés, la columna Vendôme!”

— Karl Marx, La guerra civil en Francia (1871)

La subyugación de las mujeres en países musulmanes no está enraizada en alguna cualidad reaccionaria singular del islam, como pretenden los imperialistas ahora. Lean cualquier farsa de Molière y verán que también hay una larga historia de matrimonios forzados en “la belle France”. Hasta que el poder de la iglesia sobre la sociedad civil fue roto, al menos parcialmente, las “opciones” de las mujeres se reducían a los matrimonios arreglados o a ser encerradas en un convento por el resto de sus vidas. ¡Las mujeres ni siquiera tenían el derecho legal formal para trabajar en Francia sin el permiso expreso por escrito de sus maridos, sino hasta 1965! Sin embargo, a diferencia de los países africanos y norafricanos, en Francia el avance de la propiedad capitalista minó profundamente las relaciones sociales feudales atrasadas. Éstas fueron entonces en gran medida desechadas en la gran Revolución Francesa democrático-burguesa, que preparó el camino para el desarrollo de una sociedad industrial avanzada. Esta revolución abolió la monarquía y la aristocracia, limitó el poder de la iglesia y elevó significativamente el status de las mujeres, aunque muchas de las conquistas legales fueron eliminadas subsecuentemente, conforme la burguesía consolidó su dominio. El capitalismo llegó con retraso al mundo musulmán y llegó con el colonialismo europeo, que se alió con los poderes feudales locales. En los países coloniales y también entre las concentraciones de inmigrantes en las metrópolis imperialistas, el capitalismo reforzó las tradiciones bárbaras contra las mujeres.

El entendimiento marxista de las bases materiales para la opresión de las mujeres está establecido en El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884) de Friedrich Engels. El libro de Engels muestra cómo es que el origen de la opresión de las mujeres yace en la división inicial de la sociedad en clases. Bajo el “comunismo primitivo” de la antigua Edad de Piedra, la división del trabajo entre hombres y mujeres surgió de la biología (las mujeres debían parir y amamantar a los niños) y no implicaba ningún status social subordinado para las mujeres. Los avances técnicos, particularmente el desarrollo de la agricultura, crearon por primera vez un excedente social, llevando a la división de la sociedad en clases. Con el desarrollo de las clases, la institución de la familia se hizo necesaria. Engels explica:

“Así pues, las riquezas, a medida que iban en aumento, daban, por una parte, al hombre una posición más importante que a la mujer en la familia y, por otra parte, hacían que naciera en él la aspiración de valerse de esta ventaja para modificar en provecho de sus hijos el orden de herencia establecido. Pero esto no podía hacerse mientras permaneciera vigente la filiación según el derecho materno....

“El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción.”

Así, los orígenes de la familia están completamente atados a la herencia de la propiedad privada y es a partir de ello que se deriva la importancia del asunto de la virginidad de una muchacha y la subyugación de las mujeres. Engels dice:

“[La familia monógama] se funda en el predominio del hombre; su fin expreso es el de procrear hijos cuya paternidad sea indiscutible; y esta paternidad indiscutible se exige porque los hijos, en calidad de herederos directos, han de entrar un día en posesión de los bienes de su padre.... Ahora, sólo el hombre, como regla, puede romper estos lazos y repudiar a su mujer. También se le otorga el derecho de infidelidad conyugal, sancionado, al menos, por la costumbre (el Código de Napoleón se lo concede expresamente, mientras no tenga la concubina en el domicilio conyugal), y este derecho se ejerce cada vez más ampliamente a medida que progresa la evolución social. Si la mujer se acuerda de las antiguas prácticas sexuales y quiere renovarlas, es castigada más rigurosamente que en ninguna época anterior.”

Quiero subrayar la importancia que dieron Marx y Engels a la cuestión de la mujer. El magnífico libro de Engels fue escrito a manera de ejecución del testamento de Karl Marx, quien estudió el tema de la familia. Contra todos los valores sofocantes de la sociedad burguesa, Marx y Engels estudiaron toda la experiencia humana, incluyendo la historia de las relaciones sexuales. Con nuestra revista Women and Revolution —publicada ahora como las páginas de Mujer y Revolución en Spartacist, la revista cuadrilingüe de la Liga Comunista Internacional— tratamos de seguir su ejemplo: que uno debe dirigirse a toda la experiencia humana si realmente quiere cambiar el mundo y destruir todo caso de opresión y abrir el camino para la libertad humana en todas las esferas.

Marx y Engels también tenían un sentido del humor y una audacia que admiramos. Por ejemplo, respecto al tema de la promiscuidad y la vergüenza e hipocresía burguesas, Engels escribió:

“Y si la estricta monogamia es la cumbre de la virtud, hay que ceder la palma a la solitaria, que en cada uno de sus cincuenta a doscientos anillos posee un aparato sexual masculino y femenino completo, y se pasa la existencia entera cohabitando consigo misma en cada uno de esos anillos reproductores.”

¡Preferible ser una solitaria que una mujer joven que se encuentra en un matrimonio forzado!

¡Por la liberación de la mujer mediante la revolución socialista!

Se han formado muchas organizaciones en respuesta a la necesidad urgente de ayudar a las mujeres jóvenes. Nosotros hablamos con un grupo turco que recibe tres o cuatro llamadas al día de mujeres jóvenes que terminan en matrimonios forzados o están amenazadas con uno. Yo hablé con un grupo llamado GAMS (Grupo de Mujeres por la Abolición de la Mutilación Sexual) que se fundó para combatir la mutilación genital de mujeres pero que ahora también trabaja mucho para rescatar a mujeres jóvenes de matrimonios forzados. Estas organizaciones realizan un trabajo urgente y algunas veces heroico, pero el nacionalismo y el sectoralismo las debilitan. Cada grupo se organiza con base en la nacionalidad y la sexualidad: GAMS es para mujeres africanas, Elélé para turcas, las Nanas Beurs para norafricanas, etc. La indiferencia hacia estos asuntos por parte de los principales partidos de izquierda y los sindicatos crea este aislamiento nacional. Mientras que el Partido Comunista (PC) en particular lleva a cabo un cierto trabajo social en los municipios que gobierna para cuidar las apariencias y a veces ayuda a individuos desesperados, el PC tanto como el Partido Socialista se encuentra en el lado opuesto de la lucha por movilizar a todo el poderoso movimiento obrero para actuar en defensa de los inmigrantes y en defensa de las mujeres. La abdicación política de una “dirección” que no lucha por quienes son especialmente oprimidos significa el debilitamiento de los sindicatos que no defienden los intereses de ninguno de sus miembros y un clima político dominado por argumentos racistas en boca tanto de la derecha como de la “izquierda”.

El aislamiento de los oprimidos y la desesperación actuales en esta sociedad son el fruto amargo de las traiciones de la izquierda. En la década de los 80, los jóvenes que conformaron lo que entonces se llamó el “movimiento beur” (la palabra “beur” es el término coloquial para “árabe”) y sus padres tenían grandes esperanzas puestas en el gobierno de Mitterrand. Los jóvenes del movimiento beur marcharon a pie a través del país, desde Lyon hasta el palacio presidencial en París (L’Elysée), para proclamar “¡Aquí estamos!” y exigir igualdad. No había una sola consigna religiosa en el movimiento en aquel entonces. Pero el gobierno de Mitterrand, que fue un gobierno capitalista instalado con el apoyo de todos los grupos de izquierda, excepto, claro está, nuestro partido la LTF, no dio igualdad a los jóvenes de origen inmigrante. Por el contrario, el gobierno de Mitterrand ejerció una política de deportaciones, restringió el derecho a la reunificación familiar y lanzó un aumento en la represión policiaca en los suburbios como punta de lanza de un ataque contra toda la clase obrera.

Ahmed Boubeker describió los resultados del incremento en la segregación racista y las traiciones de la izquierda en Libération-Lyon, en el lugar mismo del nacimiento del movimiento por los derechos iguales para la juventud de ascendencia inmigrante:

“Quienes conocieron la capital beur entre 1981 y 1983 ya no la reconocerían.... En el número 10 de la calle Gaston-Monmousseau, en el mismo lugar donde se localizaba el grupo ‘S.O.S. Avenir Minguettes’ que fue el iniciador de la primera marcha beur, hoy se encuentra una sala de oraciones.... Los antiguos militantes del movimiento beur tienen muchas esperanzas...en la unidad de la juventud inmigrante mediante la fe: ‘¡El próximo capítulo de la historia de los árabes jóvenes en Francia será musulmán o no será! Ya no me hablen de los beurs, ¿qué bien trajo esa historia, además de hacer llorar a algunos católicos y permitirle a los judíos vender unos cuantos botones? La verdad es que la infelicidad proviene de vivir al estilo occidental, mientras que el islam es la herencia que nos hace invencibles’.”

— Citado en Gilles Kepel, Les banlieues de l’islam [Los vecindarios del islam] (1987)

La burguesía francesa juega el juego clásico de “divide y vencerás” al emplear el racismo contra los árabes. Especialmente desde el 11 de septiembre de 2001, los medios de comunicación nos han bombardeado con cuentos de “redes terroristas islámicas” en Francia. En primer lugar, es necesario reconocer que la verdadera “red terrorista” son la OTAN, las Naciones Unidas y los gobiernos imperialistas estadounidense y francés. ¿Quién torturó a civiles en Argelia? ¿Quién destruyó y bombardeó a la antigua Yugoslavia? ¿Quién oprime a los vecindarios y suburbios de la clase obrera con un ejército policiaco? ¿Quién despide a los obreros y destruye sus medios de vida? ¡Es la burguesía francesa, no un puñado de fundamentalistas islámicos!

Además, la burguesía francesa tiene mucha desvergüenza, porque fue ella quien importó deliberadamente el islam a Francia como un medio para vigilar a los obreros inmigrantes y obstruir la unidad entre árabes y franceses dentro de la clase obrera. La burguesía francesa utilizó el islam como un baluarte contra el comunismo, internacionalmente y también a nivel nacional en las fábricas y en los vecindarios inmigrantes en Francia. Durante la década de los 80, los obreros inmigrantes desempeñaron un papel dirigente en huelgas poderosas, particularmente en la industria automotriz. Los patrones, con sus “sindicatos” patronales amarillos como la CSL (Confederación de Sindicatos Libres) utilizaron deliberadamente a la religión para segregar y controlar a los militantes en las fábricas. El movimiento sindical en Noráfrica nunca levantó la demanda de salas de oración. Pero aquí en Francia, los patrones —mediante la CSL— la impulsaron. Gilles Kepel explica en Les banlieues de l’islam:

“Colocar una estructura islámica dentro de las fábricas representó muchas ventajas para la gerencia, que tenía el mantenimiento de la paz social y la productividad como perspectiva a corto plazo hasta que los robots pudieran remplazar a estos obreros. Ello reforzó la adhesión de obreros musulmanes al espíritu de la compañía; reconocieron que la compañía les permitía practicar su religión. Esto creó una nueva clase de intermediario entre la gerencia y los obreros, que minó el monopolio de los representantes sindicales.... Entonces, las demandas de abrir salas de oración pudieron satisfacerse porque las percibieron como un medio para impulsar el ‘espíritu de la compañía’, un consenso social entre los obreros y la gerencia.”

Mientras que los patrones franceses impulsaban al islam dentro de las fábricas por un lado, por el otro los medios de comunicación de los patrones denunciaban a los huelguistas norafricanos en las grandes huelgas de principios de los 80 en Citroën, Talbot y Renault como “ayatollahs en las fábricas”. Las políticas de las dirigencias de la izquierda y los sindicatos fueron igualmente asquerosas. En vez de organizar la unidad de la clase obre ra en lucha contra los patrones y el gobierno de Mitterrand, la izquierda podrida capituló al gobierno al que había llevado al poder y dejó aislados a los obreros inmigrantes. De hecho, el primer ministro “socialista”, Pierre Mauroy, ¡denunció una huelga en Renault como trabajo de “muyajedines”!

Esta indiferencia a la opresión racial se deriva directamente de una perspectiva de colaboración de clases. La izquierda francesa y la dirigencia sindical buscan aliados entre la burguesía francesa (¡este año incluso tenían esperanzas en Chirac y votaron por él!) en vez de organizar a los obreros más oprimidos aquí en Francia como un sector clave del proletariado y el mejor aliado de los mismos obreros franceses. Una camarada me contó acerca de una huelga reciente en la oficina de correos de obreros de las colonias francesas y de territorios en el exterior. Como quería defender los intereses de sus compañeros de trabajo, por supuesto que también se fue a huelga, pero la mañana siguiente su dirección sindical le dijo que no tenía derecho de irse a huelga y que el sindicato no la protegería, ¡porque esa huelga era sólo de los obreros de las colonias y de los territorios en el extranjero! Y así, las cúpulas sindicales llevan las políticas racistas de divide y vencerás de los patrones hacia dentro del movimiento obrero mismo.

En las industrias donde se explota y se manipula a los trabajadores inmigrantes como un ejército de mano de obra de reserva, tales como las industrias de la construcción, lo que se requiere es una campaña para organizar a estos trabajadores inmigrantes e incluirlos en las luchas de clase en defensa de todos los obreros que luchan contra el mismo estado capitalista y contra los mismos patrones. Un trabajador indocumentado (sans-papiers) se encontraría a sí mismo mucho más capaz de luchar por sus propios intereses y de negarse a ser manipulado como rompehuelgas si tuviera una credencial de la [federación sindical] CGT, respaldada por el poder de decenas de miles dentro del movimiento obrero francés. La solidaridad genuina con los sans-papiers no es una manifestación anual con estrellas de cine, sino la igualdad y la solidaridad verdaderas que provienen de la unidad en la lucha de clases.

La dirigencia traicionera del movimiento obrero francés capituló frente a la reacción islámica, que tiene como blanco principalmente a los obreros norafricanos más combativos, ¡y ni qué decir de lo que significa para una mujer trabajadora el tener a los mulahs en su lugar de trabajo! En la década de 1980, ¡la CGT y los maoístas sacaron volantes donde cada uno acusaba al otro de ser malos musulmanes y comer durante el Ramadán! No se denunció a la CSL por ser sindicato patronal y estar fuera del movimiento obrero, ¡sino por estar “controlada por los sionistas”! Al mismo tiempo que la CGT y el Partido Comunista francés capitulaban al islam y al antisemitismo importado por los patrones al interior de las fábricas en Francia, su partido hermano en Irán, el Tudé, apoyó completamente al gobierno de Jomeini. Allá, el PC francés y el Tudé aplaudieron la represión contra los fedayín izquierdistas, ¡apenas dos años antes de que le tocara el turno al Tudé para que la reacción islámica lo eliminara!

El problema es que las organizaciones que dirigen el movimiento obrero francés tienen como meta administrar el capitalismo, no destruirlo. Es por eso que continúan capitulando al racismo y justificándolo, porque la opresión racial es un aspecto fundamental del dominio capitalista francés. Las huelgas que estuvieron constituidas mayoritariamente por obreros inmigrantes estuvieron aisladas y por lo tanto los capitalistas pudieron romperlas mucho más fácilmente, como ocurrió con la huelga automotriz de Flins en marzo de 1995. Por otra parte, las huelgas del sector público (como la enorme oleada de huelgas en diciembre de 1995) no se extendieron al sector privado con su poderosa capa de obreros inmigrantes.

Pese al desempleo y los despidos, los obreros inmigrantes y sus hijos siguen ocupando una posición central en la producción francesa. Son también un lazo viviente con los obreros en África y Asia. Lejos de ser meras “víctimas oprimidas”, estos obreros inmigrantes poseen un poder social que es clave para hacer una revolución. Lo que se necesita es una dirigencia revolucionaria, un tribuno del pueblo, que luche contra el terror racista diario en los suburbios, que luche por empleos para todos, especialmente para los jóvenes de origen inmigrante, que luche por los derechos de las mujeres, incluyendo la lucha contra los matrimonios forzados, contra la mutilación genital y por el derecho al aborto gratuito a quien lo solicite. Nosotros estamos dedicados a la construcción de un partido revolucionario y nuestra guía es la experiencia del Partido Bolchevique y la Revolución Rusa de Octubre de 1917.

Las mujeres y la Revolución Rusa

¿Cómo salir de esta situación? Si regresamos al Origen de la familia de Engels, encontramos que:

“Esto demuestra ya que la emancipación de la mujer y su igualdad con el hombre son y seguirán siendo imposibles mientras permanezca excluida del trabajo productivo social y confinada dentro del trabajo doméstico, que es un trabajo privado. La emancipación de la mujer no se hace posible sino cuando ésta puede participar en gran escala, en escala social, en la producción y el trabajo doméstico no le ocupa sino un tiempo insignificante. Esta condición sólo puede realizarse con la gran industria moderna, que no solamente permite el trabajo de la mujer en vasta escala, sino que hasta lo exige y tiende más y más a transformar el trabajo doméstico privado en una industria pública.”

Visualizando la revolución socialista, Engels escribe:

“En cuanto los medios de producción pasen a ser propiedad común, la familia individual dejará de ser la unidad económica de la sociedad. La economía doméstica se convertirá en un asunto social; el cuidado y la educación de los hijos, también. La sociedad cuidará con el mismo esmero de todos los hijos, sean legítimos o naturales.”

La Revolución Rusa luchó por llevar estas ideas a la práctica. Se otorgó inmediatamente el derecho al voto a las mujeres (un derecho que se concedió a las mujeres estadounidenses en 1918 en respuesta al ejemplo soviético, ¡y que las mujeres francesas no obtuvieron sino hasta 1944!). Se abolieron todas las leyes contra los homosexuales. Se abolió el poder de la iglesia para controlar los matrimonios, legi ti mar los nacimientos, etc. Se abolió el concepto mismo de “ilegitimidad”. Reconociendo que la familia no puede simplemente abolirse, sino que debe remplazarse con institu ciones sociales colectivas, los bolcheviques implementaron medidas para comenzar con este trabajo inmediatamente, hasta donde pudieron bajo las condiciones de pobreza, el atraso social heredado y la guerra civil en los inicios de la Unión Soviética.

La liberación de las mujeres no es algo que pueda alcanzarse sencillamente aprobando nuevas leyes. Era necesario cambiar las condiciones materiales de vida y encontrar los recursos para hacerlo. Lenin estaba muy consciente de esto, sobre todo por el trabajo en el oriente soviético, donde las mujeres llevaban velo y estaban oprimidas por las tradiciones musulmanas. Estas tradiciones mismas estaban enraizadas en las condiciones materiales. En la sociedad antigua, los derechos sobre la tierra y el agua, por ejemplo, estaban ligados al matrimonio. Por ello, un hombre que tenía más esposas, tenía también más tierra. “La tierra a quien la trabaja” fue un medio para liberar a las mujeres de la poligamia y los matrimonios arreglados, aunque estos no fueron cambios que se pudieran lograr por decreto o de un día para otro.

Muchas mujeres bolcheviques, bajo la dirección del Zhenotdel (Departamento de Obreras y Campesinas), se pusieron ellas mismas el velo para irse con las mujeres del Asia Central soviética, para educarlas y liberarlas. Era un trabajo extremadamente peligroso y muchas organizadoras bolcheviques fueron asesinadas. Fue por eso que el nuevo estado obrero reinstauró la pena de muerte, explícitamente contra los “asesinatos antifeministas”, que fueron declarados “crímenes contrarrevolucionarios”. La creación de una economía colectivizada y planificada permitió que el estado obrero invirtiera el excedente proveniente del occidente más avanzado en el oriente más atrasado, y así comenzó a sentar la base para la igualdad de los pueblos en la Unión Soviética. Esto se observa claramente cuando se ven las estadísticas demográficas en las repúblicas de la antigua Unión Soviética de un lado de la frontera y se las compara con las de Afganistán, del otro. Del lado soviético, ya no se encerraba a las mujeres bajo el velo y sabían leer y escribir; del lado afgano de la frontera, la mayoría eran analfabetas y las estadísticas de mortalidad infantil y de esperanza de vida eran drásticamente diferentes de un lado a otro de la frontera. Claro está que, con la contrarrevolución capitalista, toda la antigua porquería está regresando a las antiguas repúblicas soviéticas, donde las mujeres son las primeras y las principales víctimas de la devastación económica y de la reacción política que acompaña la restauración capitalista.

Como dijo Trotsky en un discurso de 1924 en la Universidad Comunista de los Trabajadores del Oriente, cuando el poder bolchevique llevaba la perspectiva de la liberación de las mujeres al Asia Central: “No habrá mejor camarada en el Oriente ni habrá mejor defensor de las ideas de la revolución y del comunismo que la mujer trabajadora que ha despertado.” Nosotros decimos que no habrá mejores luchadores para la lucha de clases y el futuro socialista, ni aquí ni del otro lado del mar, que las mujeres inmigrantes.

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